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Capítulo 12. Él es el dueño

—Oh vamos, no te comportes como niña—dice con burla. Me sigue con las llaves en la mano.

—Déjame en paz—sujeto con fuerza mi bolsa y continúo caminando por la calle. Le echa un vistazo a su carro antes de seguirme, dejándolo atrás.

—Me harás enfadar—advierte pero lo sigo ignorando. —Va a llover pronto y a como me moje te las vas a ver conmigo.

La gente pasa solo dándonos una leve mirada y una que otra sonrisa. Parece que piensan que es una leve discusión con mi novio.

—Déjame en paz o grito—me detengo y le hago frente. Se queda quieto, solo mirándome sin expresión en la cara. —No quiero que me lleves a ningún lado. Iré con una amiga.

—¡Ja! Si tú ni amigas tienes—responde airándome

Refunfuño y continúo caminando.

—Venga rubia, te llevare a donde quieras. No le temo a Asmodeus pero si te dejo sola se pondrá como loco—viene detrás de nuevo

—Que venga el, entonces

—Agsh, eres terca—gruñe—Te subiré al carro a la fuerza

—Gritaré entonces—vuelvo a plantarme frente a él. Dispuesta a cumplir mí amenaza.

—¿Alexander?—una joven pelirroja se pone delante de él. —Que gusto verte—le sonríe pero él frunce el ceño.

—¿Te acuerdas de mí?—Alexander no tiene ni idea. Lo veo en su cara. Tengo ganas de echarme a reír. Es obvio que este hombre solo busca mujer de una noche.

—No—responde serio. — ¿Debería?—y tengo que cubrirme la boca para evitar reír cuando le planta semejante bofetada que al instante se la deja marcada. Pero dejo mi diversión a una lado cuando lo veo apretar la mandíbula y verla furioso. Parece que se le va a echar encima así que literal rodeo a la mujer y me lanzó a sus brazos para que no lo haga.

—¡Imbécil!—le grita y se va embravecida.

—¡Suéltame carajo!—me gruñe.

—No seas idiota no puedes pegarle a una mujer— se revuelve tratando de zafarse de mi agarre. Me aferro a su torso.

—¡Ella empezó!

—Alexander basta ya—toco su mejilla. Esta caliente y marcada. Se aleja inmediatamente.

—Me largo. Si no quieres venir pues quédate, ya está en ti— y da media vuelta, furioso, con las manos hechos puños.

Me debato entre ir con él o seguir por mi cuenta. Puedo pedir un taxi pero después de lo de la última vez. Me da miedo.

—Oye. Espérame—ahora es mi turno de seguirlo. Troto hasta él. Llegamos al carro y entramos. —Crees que...puedas llevarme a...—exhalo. Me va a mandar bien lejos. —Con...—le dirá a Jean y se enojará.

—¿Quien? ¿Tu amiga imaginaria?—enciende el auto. Se examina la mejilla en el espejo retrovisor.

—Con mi ex...—tenso el rostro. Lista para ver explotar el volcán llamado Alexander a mi lado. —...Novio

Se paraliza y solo dirige los ojos a mi dirección.

—Es solo para hablar. Queremos arreglar unas cosas y...—trato me amenizar el ambiente

—Ah claro, solo van a hablar —dice con cierto toque de ironía

—Entonces ¿me llevas? —le sonrió. Quizás...

—En primera—alza el dedo índice señalándome— No soy tu puto chófer y en segunda...—grandes gotas de lluvia golpean el parabrisas. Las observa con fastidio mientras que yo solo espero su respuesta sin darle demasiada importancia a la tormenta que se forma sobre nosotros.

—Carajo—golpea el volante.

—Nunca había visto a alguien que se enojara porque lloviera. —le comento subiendo el vidrio de la ventana. —A menos que tengas ropa tendida

—Pst ¿ropa tendida?—avanza por la calle. La gente corre para ocultarse de la lluvia. Los autos aceleran. Al igual que Alexander. Me agarro con fuerza del asiento y abrocho el cinturón de seguridad.

—¿Qué no lavas ropa? Ah ya ¿Eres de los que la llevan a la lavandería? —me voltea a ver todo confundido.

—¿Que mierda es eso? —vuelve la vista a la calle

—Si no usas nada de eso ¿cómo tienes ropa limpia?

—Ah. Hablas de eso. Pues la tiro y compro más—abro los ojos sorprendida.

—¿¡Que!? Dime por lo menos que la regalas a la gente en la calle o haces algo bueno con ella

—No

—¿¡Por qué!?

—Porque no quiero—rueda los ojos.

Pero que hombre. Arrogante, malcriado, imbécil y...

—¿Cuánto tiempo falta para que entres a trabajar al club?

—Como tres horas. —sonríe de oreja a oreja. —Pero me llevarás con...—acelera rebasando los autos, tocándoles el claxon, gritándoles palabrotas, atravesándose y saltándose algunos semáforos.

—¡Alexander! ¿¡Llevas prisa!?

—Tengo que hacer algo antes. —me sujeto con fuerza del cinturón, tenso las piernas. Quiero llegar viva por favor.

Aparca frente a un casino cerrado. Me mira pensativo.

—Si te dejo...no pero...—habla con la vista perdida. —Ven, baja pero no te despegues de mí

Eso me asusta y bastante. ¿A qué clase de lugar vamos a entrar?

—¡Rápido!—sale del auto de prisa. No tarda mucho cuando abre la puerta de mi lado. Me obliga con la mirada airada que tiene. Salgo y corremos a pegarnos contra la pared. Lo sigo. Rodea el casino y entramos por una puerta roja detrás. Hay un pasillo iluminado con luces neón y al fondo están dos hombres calvos y musculosos escaneándonos en silencio. Custodian una cortina oscura. A él lo ven una vez pero a mí me repasan una y otra vez con la mirada. Alexander me toma de la mano y literal corremos. Manotea la cortina y camina de prisa.
Esta todo vacío a excepción del muchacho de la barra que ordena las botellas.

—Espérame aquí. No te muevas—me señala — ¡Rayan, sírvele algo!—le ordena al joven detrás de la barra y me suelta. Sube las escaleras y desaparece detrás del ventanal de cristal polarizado.

—Ven—me sonríe y señala con la cabeza el taburete frente a la barra. Voy, aún confundida. Me siento y veo de vez en cuando el lugar donde se metió Alexander.

—¿Que te sirvo?—su actitud servicial me recuerda de inmediato a Lui.

—No, nada. En unas horas entro a trabajar y llegar oliendo a alcohol no resulta agradable. —asiente.

—¿Agua?

—De acuerdo—vuelvo la vista a donde desapareció Alexander. ¿Qué pasará? ¿Qué es tan urgente?

—¿Que hay allá?—le pregunto cuando regresa con un agua embotellada y un vaso de vidrio.

—No te enteres—su respuesta me deja fría.

—¿Tan mal es?

—No puedo decirte nada—limpia las copas. Ignorando mi mirada curiosa y confundida. Parece nervioso. Le sonrió compasiva.

—Tal vez piensas que es mi novio pero no lo es—señalo

—No es de mi incumbencia y menos si se trata de ese loco—mi sonrisa de congela. Me mira un segundo y con eso basta para hacerme entender. Le asusta que puedan escuchar.

Tenía razón. Alexander está metido en algo turbio. Y eso me molesta. Me trajo donde no debía ni siquiera asomar las narices.

Le mando mensaje a Leo que tal vez hoy no se pueda. Contesta minutos después con un "paso yo" y me llama. Le rechazo la llamada y le escribo. "Tengo unos pendientes, te explicó luego". "De acuerdo" contesta.

☆☆☆

—¿Él sabe que eres un demonio?—ríe

—Más le vale que no

—¿Entonces por qué...?—pero las respuestas llegan por si solas. Si forma parte de algo loco lo más seguro es que él también lo esté.

Mi cuerpo se tensa. El aire parece escasear. Quiero salir del auto pronto.

—¿Podrías llevarme a mi casa por favor?

—No. Iremos a mi casa a cambiarme. Estoy empapado. —murmura sin despegar el ojo a la calle. Parece más relajado pero se ha puesto serio.

—¿Que? No, no, no, a mi casa, ahora

—Tu no me mandas—sonríe de lado y me lanza una mirada divertida.

—Alexander...

—Tayna...

Me cruzo de brazos y volteo a la ventana

—Solo te cambias y nos vamos—y escucho su risa.

☆☆☆

—¿¡Ya!?—grito desde su cama. Moviendo el pie, impaciente.

—Toma asiento—sale de su enorme closet y pasa caminando con varias playeras en ganchos entre las manos. Las arroja a la cama y está a punto de quitarse la que trae puesta cuando le grito: 

—¡No, no, no! ¿¡Que haces!?— lo detengo

—¿Que? Pues cambiarme ¿no lo ves?—se saca la playera y la deja caer al suelo. —Por cierto, te he traído algo—reviso lo que trajo. Niego.

—Me niego a usar solo una playera

—¿Por qué?

—No quiero. Llévame a mi casa ¡ya!—suelta la playera que trae. Sonríe

—Oh, ya entiendo, tienes miedo de estar a solas conmigo ¿Verdad?

—Claro que no—bufo.

—Admítelo—me recorre con la mirada. Sus ojos brillan.

—No lo haré—frunzo el ceño.

—Comunícale a tu cuerpo lo que quieres porque parece que no está de acuerdo—clava los ojos en mis senos y alza las cejas lamiéndose los labios.

Mis pezones se marcan. ¡Rayos! ¡Trágame tierra!

Inmediatamente cruzo los brazos y volteo al techo tratando de distraerme

—¡Solo cámbiate y ya!—digo apretando los dientes.

—¿Que te tiene tan molesta, rubia?

—Te dije que quería ir a mi casa y me llevas a un lugar extraño que parece...—me callo. No quiero hacerlo enfadarlo. No parece buena idea.

—¿Que parece, qué?—lo veo y no puedo evitar recorrerlo con la mirada. Se ha bajado el pantalón y puedo ver la figura de su miembro. — ¿Quieres una foto o qué?—pregunta altanero

El bóxer no ayuda. Es corto y ajustado.

—Te espero en la sala—balbuceo y voy de prisa a la puerta. No me importa si estoy mojada; en doble sentido.

Lo escucho reír. No le pongo atención.

Pero me detengo antes de bajar los escalones; nuestras miradas se cruzan y lo caliente que me había sentido disminuye al instante. Mi cuerpo tiembla.

...

Estoy en casa con el malhumorado de Alexander y los cuatro demonios que sonríen maliciosos desde la puerta principal. No sé qué es peor.

—¿A dónde vas, reina?—siento que el corazón se me detiene al verlos acercarse al inicio de las escaleras.

—¿Qué se les perdió?—detienen su paso y borran su sonrisa. Retroceden aparentando que no pasó nada.

—Traemos buenas noticias, el...—Alexander les chista. Me miran.

—Lo sé, vuelvan allá y estense pendientes. —les ordena y ellos simplemente dan la vuelta y se marchan.

Exhalo fuerte

—¿Pero qué les pasa? Están en todas partes y a todos quieren asustar—murmuro bajando las escaleras

—¿Te asustaron?—pregunta tan serio que me hace voltea a verlo.

—Un poco—susurro

—Fueron ellos los que te atacaron la otra vez ¿verdad? —baja despacio

—¿Por qué me haces esas preguntas?—llega a mi lado y me toma de las mejillas.

—¿Sabes lo que tienes que hacer para que no te asusten?

—¿Qué?—se lame los labios

—Te voy a decir un secreto. Acércate—entrecierro los labios. No me da confianza. —Hazlo—doy un paso hacia él. Me toma de la cintura y me pega a él.

—Los demonios nos alimentamos del miedo. —Susurra— Pero si ven que no les temes te dejarán

—Es imposible. No puedo controlar eso

—¿Por qué no le temes a Asmodeus?

—Ha demostrado que no me hará daño

—Porque querías algo de él, el de ti y llegaron a un acuerdo ¿Cierto?—afirmo con la cabeza. Es extraño que tenga razón. Es extraño que me lo diga el.

—¿Y a mí?

—Tú me das miedo—sus pupilas se dilatan. Me veo reflejada en ellas

—Tú no me tienes miedo. No lo huelo. Pero te gusta retarme porque sabes que no te haría daño—sus palabras calan en mí. Me hacen reflexionar. Sé que puedo hacerlo. Ellos tampoco me harían daño porque le temen a Alexander y creo que a Jean también. Esto me hace querer gritar que no les temo a los demonios. Que puedo con todos. La valentía parece invadirme.

—Gracias— le sonrío

—Me he ganado un beso ¿no lo crees? —sonríe de lado. Un alivio me recorre completa. Ahora sé cómo hacerles frente.

—Estas pidiendo premio como...—su mirada se oscurece. Sin embargo río orgullosa.

—No te pases

Bajo las escaleras envalentonada. Capaz, de comerme al mundo entero.

☆☆☆

—¿Bromeas? Es magnífico que sigas aquí. Ya se han comunicado los de tu agencia y nos uniremos ¿Te imaginas? Nos lloverán clientes en cuanto se enteren que tenemos a las estrellas del porno. —sonríe y casi puedo ver los signos de billetes en sus ojos.

—¿De verdad?— asiente

—Sí, esta tarde me lo han comunicado

—No me dijeron

—Tú no te preocupes muchacha. Tienes tú mismo lugar asegurado.

Salgo de su oficina con una sonrisa en la cara y un gran alivio.

Busco con la mirada a Alexander y lo veo en un lugar con dos de mis compañeras a los lados. Ríen y lo acarician. Se me revuelve el estómago y aunque sé que no es nada mío, me fastidia.

Me mira. Frunzo el ceño y voy a mi camerino. Tomo la mini falda de tabla y la pequeña blusa, lo combino con unas medias de red y los zapatos de tacón. Ondulo mi cabello y me coloco el antifaz.

Listo, ahora soy Layla. Ya solo retoco el maquillaje y le mando un beso al espejo.

Escucho un flash de la cámara y volteo enseguida. Veo a Alexander hincado apuntándome con la cámara del celular.

—¿¡Que haces!?

Se ríe y toma otra foto.

—¡Alexander!

—Tenía que hacerlo—se pone de pie y se concentra en la pantalla. Teclea mientras no borra la sonrisa de oreja a oreja.

—Bórrala

—No

—Te lo exijo

—No

—Por favor

—No

—¡Alexander!— pego con el pie en el piso. Frustrada. ¿¡Por qué es tan difícil tratar con el!?

—Asmodeus ya viene. Te veo afuera—y da la vuelta como si nada.

—¡Agshs!—busco mi celular en la bolsa. Descubro que está apagado, lo cual es raro, nunca hago eso. En cuanto lo enciendo tengo como diez mensajes, de Lui, de Leo, de Emily.

Dejo todo y salgo de prisa buscándolos. Cuando entré no habían llegado aún.

Los encuentro en sus posiciones. Mila corre a abrazarme.

—Me asustaste. —se acomoda el antifaz. Emily también llega y me abraza. Se separan cuando Lui se mete entre ellas y me apretuja contra su cuerpo— Ya no supimos nada de ti en todo el fin de semana pensamos que te había pasado algo—clavan la mirada detrás de mí. Volteo, es Alexander de nuevo con su cara de amargado.

—Veo que te has contratado guardaespaldas—dice Emily sonriéndole a Alexander.

—Ya nos llegó el rumor—Lui se mira fijamente con Alexander. Parecen desagradarse al instante.

—Estoy bien chicos, gracias por preocuparse. He tenido algunas fallas con el celular—aunque sé que aquí hay gato encerrado porque recuerdo perfectamente que me llamó mi asistente y no entró ni una llamada más.

—Menos mal—comenta Mila.

—Bueno chicas, hora del show— mira a Lui—Y chico, a servir

Todos de acuerdo van a sus puestos. Emily no pierde las esperanzas con Alexander, al igual que otras compañeras que no le apartan la vista de encima.

Pero el muy idiota sigue sin prestarles atención y gruñendo a mis espaldas.

—Ve a sentarte—le digo acomodando mi cabello. —Después hablaremos

—Tu no me mandas—ruedo los ojos. Lo dejo ahí. Voy a ver la bitácora. Espero mi turno mientras platico con algunas de las chicas.

☆☆☆

Subo las piernas. Suelto una mano. Estoy totalmente de cabeza. Las abro y me deslizo lentamente. Sus miradas se clavan en mi entrepierna. Deseosos. Veo llegar a Jean y sentarse al lado de su hermano. Enseguida los rodea un aura excitante. Me incorporo y rodeo el tubo contoneando las caderas al ritmo de la música. Tanto hombres como mujeres chiflan alentándome. Doy dos vueltas y bajo moviendo la cadera de un lado a otro. Sus ojos brillan entusiasmados.

La música termina y bajo entre aplausos y gritos. Voy al camerino y agrego un ligero a mi atuendo, quito la blusa y la cambio por un top.

Salgo de nuevo. Los veo muy entretenidos viendo a la bailarina en turno. Me crispa que no me pongan atención. Voy con Lui y le pido tequila.

—Claro guapa—pone el vaso en frente de mí y sigue atendiendo. El club se va llenando poco a poco. Me tomo el líquido como si fuera agua y pido otro.

—¿Planeas emborracharte?

—Traigo guardaespaldas—me alzo de hombros. Y una vez sirve el líquido lo paso por mi garganta de un trago.

Sirve otro y con este me armo de valor. Voy hacia ellos. Por fin me observan.

—¿Quieren prestarme atención? Este club y la agencia se asociarán—comento sentándome al lado de Jean. Sonríe

—Lo sé, ha sido mi idea—me besa.

—¿También ha sido idea tuya lo de ir a Hollywood?—su sonrisa se desvanece. Alexander deja de ver a la mujer sobre el escenario y también pone atención a lo que digo.

—¿¡Que!?—quien creí que explotaría solo alterna la vista entre Jean y yo. Porque este se ha quedado apretando la mandíbula, listo para saltar y golpear todo.

—Hablemos afuera—dice rápido y empuja a Alexander para salir.

Corro detrás de él. Le hago seña a Emily que salgo un momento y solo asiente.

—No es cierto...—murmura caminando por el estacionamiento. Se jala el cabello con frustración.

—Si lo es. Firmé contrato en la mañana. Ahora tengo asistente, representante legal, el jefe será mi manager y hasta estilista personal tengo. Es grandioso...—interrumpe acorralándome contra un auto. Su rostro se ha puesto serio, su mirada se oscurece y me empequeñece verlo, por eso desvío la vista.

—Jean—su mirada se torna perdida y desorientada. Me asusta verlo así.

Estoy a punto de llamar a Alexander cuando el susodicho sale por la puerta tranquilamente y se acerca a nosotros.

—Le dije a Víctor... ¡Se lo dije!—exclama Jean gritando al cielo.

—Asmodeus calla—le dice Alexander mirándome de vez en cuando.

Estoy perdida, no sé de qué va esto

—Le dijiste ¿Qué?—pregunto confundida

—¡No te quiero lejos!—por fin clava los ojos en mí y sigue dando vueltas.

—¡Sabes que lo que quiero es ir a Hollywood!

—¡Pues yo no quiero que vayas!—agita las manos. Alexander se hace para atrás. Dándonos espacio pero estando alerta.

—¡Pues voy a ir!

—¡Lo voy a despedir y darme un banquete con él y su familia!

Me quedo petrificada. Mis músculos se tensan. Todo cobra sentido.

Él es dueño de la agencia donde trabajo...


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