Capítulo 5. Esto debe acabar.
Alexander se ríe.
—hijo de perra. Voy por las llaves.
Y sigo su risa hasta que sale de la habitación.
Entonces me quedo sola con Jean. Sonrío por dentro. No puede ser mejor.
Me revuelvo y quita la tela de mis ojos. Los abro lentamente. Está de pie frente a mi, va alzando la vista hasta chocar con la mía. No puedo evitar un suspiro.
—supongo que las cuerdas te lastiman ahora— y una amplia sonrisa maliciosa se le forma en el rostro.
Asiento.
—ya solo me falta esta...—quita las cuerdas de mis manos— ...para desengancharte y...— me abraza por la cintura, mi cara queda en su cuello. Huele realmente bien. Tanto, que estoy tentada a pegarle un buen bocado. Me aferro a sus hombros y me baja. Ahora lo tengo frente a frente. Esos ojos...
—malas noticias, Giorgio está volando en las nubes. —Alexander va entrando, desnudo de la cintura para arriba, mostrando unos tatuajes raros, entre garabatos, frases en otro idioma hasta rostros con miradas aterradas que me causan escalofrío. Abajo trae un pantalón de mezclilla que le marca la entrepierna.
Malditos provocadores.
—un poco más y los pillo follando. —lo seguimos con la mirada cundo camina muy campante al sillón delante de la cama. Se tumba con las piernas abiertas. —adelante, por mi no hay problema.
Yo no lo dejo pasar. Aprovecho para acercarme hasta rosar nuestros cuerpos y besarlo con ansias.
Deben seguir pensando que también "nado en las nubes", o creerán que no comí la perla.
Me responde el beso. Alza mi pierna para pegarla a su cadera. Se afianza a mi cintura y camina a la cama. Nos arrojamos a ella. Abro las piernas para que se hunda entre ellas. Y un indescriptible placer me llena. Besa suavemente mis labios y baja por mi cuello. Me tenso al pensar que me volverá a morder. Lo disimulo volteando hacia Alexander. Se ha inclinado hacia delante, esta con los codos en las rodillas y se ve realmente caliente con toda esa mirada de niño malo y esa aura de calentorro.
Jean amasa mis senos y pellizca mis pezones. Algo me pasa por la cabeza. No me siento yo, un instinto de lujuria me controla cuando le extiendo la mano a Alexander y él sonríe de lado. Jean embiste rápidamente haciéndome brincar con cada arremetida. Gimo enredando mis dedos en su cabello. Llega Alexander, quitándose el pantalón.
Me siento tan salida esta noche.
El tiempo vuela cuando se turnan para hacerme perder la cabeza. Llego al orgasmo entre gemidos y nalgadas. Ellos duran un poco más y poniéndome en cuatro se corren sobre mi cara y senos. Me limpio las pestañas y observo como se limpian el cuerpo con unas toallitas húmedas. Me lamo los labios. De verdad tengo hambre. Debo encontrar a Gio o alimentarme de alguien más, ya.
Me levanto y busco mi ropa desesperada. Las manos me empiezan a temblar. Solo encuentro mi vestido y a duras penas me coloco los zapatos.
—¿Eh, a dónde vas?, vamos a la ducha y echamos el siguiente— sugiere Alexander acercándose a mi. Jean sonríe y es esa misma sonrisa que me dedico cuando me acorraló en mi camerino la vez que llevo a una de las arpías al club.
Llena de maldad, de perversión, de perdición...de un demonio.
Es ese Jean, es ese Asmodeus que tanto miedo me dio. Escondiendo de nuevo ese lado oscuro.
—voy por agua— alcanzo a murmurar en medio de los recuerdos.
—no deberías ir sola. Hay mucho loco allá afuera. —contesta Jean — te acompaño. —arroja la toallita al cesto de basura y se pone el pantalón rápidamente, camina descalzo hacia mi.
—yo los espero— Alexander se deja caer en la cama con los brazos extendidos. Este hombre no tiene pudor. Creo que le agrada el exhibicionismo.
—¿No te pondrás zapatos?— le señalo sus pies.
—no hace frío. Toda el área está cubierta de alfombra. Anda ya.
Abro la puerta y me asomo. El pasillo está iluminado de rojo y tiene razón, está cubierto de alfombra roja. Se escuchan los gemidos y azotes por todos lados.
Salgo y una alegre voz me llama:
—¡Laura! — mi salvador se acerca con la mirada perdida pero una amplia sonrisa. Lleva el esmoquin desalineado y está despeinado. Me abraza y una vez más tengo un cuello cerca de la boca. —aquí estás. Creí que te habías ido.
—claro que no tontito. Iba a buscarte.
Jean carraspera. Ambos volteamos.
—¿Se pasan?— señala adentro.
—no, vamos por un bocadillo y regresamos— le guiño un ojo. Y sujeto la mano de Gio para llevarlo por el pasillo.
Hasta que el olor a sangre me detiene y a través de la pared de cristal puedo ver cómo dos hombres azotan, golpean, y follan a una mujer que más bien parece agradarle el sufrimiento. Su cara está roja del esfuerzo y aparte del sudor está cubierta con moretones y cortes por dónde ese líquido sale de ella. Su ceja, su pómulo, su nariz, sus labios...
Le ponen un collar y la arrastran por el piso con una cadena, ella se deja llevar como si fuera una perra obediente. Se revuelve mientras el otro hombre la abre y le mete lo que parece ser un plug.
Me quedo anonadada. Ella siente mi mirada y voltea. Su maquillaje esa corrido. Y así le da un toque morboso cuando me sonríe con lascivia.
Ojalá tuviera el poder de cambiar de género como dijo Jake que Jean puede. Ser hombre o mujer según me convenga aunque no me lo imagino de mujer. Ojalá me hubiera ensañado como convertirme.
La quiero. Quiero su sangre. Quiero provocarle cortes y verla sangrar...
No, no, no. Debo controlarme, debo salir de aquí.
—¿Te gusta eso?— pregunta Gio hasta en cierto tono inocente y asustado. Lo que me distrae y me hace volver a la realidad.
—quiero un lugar solo para nosotros— lo beso y enrollo mis brazos en su cuello
—hmm podemos ir arriba. —sonríe divertido. Me toma de la mano y atravesamos dos o tres pasillos donde se ven situaciones similares a la masoquista de atrás.
Llegamos a un elevador y marca la siguiente planta. La subida se me hace eterna. Por lo que cuando salimos y abre la primera puerta. Me lanzó a el, claro, una vez que me aseguro que no hay nadie ni cámaras.
Lo beso mientras le voy quitando el saco y desabrochando la camisa. Lo arrincono a la pared mientras preparo mis colmillos y muerdo con saña su cuello. Su deliciosa sangre sale disparada en mi boca y un gemido de gozo me sale inconscientemente. Me trata de empujar pro le detengo las manos y las pego a los costados de su cuerpo. Bebo a tragos grandes escuchando sus gemidos lastimeros y quejidos. Hasta que su peso va cayendo poco a poco.
Se resbala por la pared hasta el piso y yo me pongo a ahorcadillas sobre su torso para seguir degustándolo. No puedo parar. Maldita sea, no puedo.
Vamos Tayna...pelea. ¡Tayna!
Lo suelto y salto atrás. Lo veo casi pálido y adormilado. Con la cabeza colgando y los brazos extendidos a los lados. Cae de lado y me concentro en su respiración para saber si sigue con vida.
Si, está bien. Me quedo quieta. Tratando de controlar mi apetito, mi respiración y mis deseos de volver a su cuello.
Solo siento los ojos arder y mis dientes picar mis labios. Mi instinto sale a flote y temo causar peor que una catástrofe. Por lo que me limpio la boca con el dorso de la mano y corro a la puerta. Recorro el pasillo solo viendo rostros borrosos y todo parece en cámara lenta.
Entro al elevador y este cierra sin previo aviso, creo que sube y me topo de frente con un gorila armado que me mira con cara de pocos amigos.
—esta zona no está disponible. —vocifera con seriedad. —solo hay salida hacia abajo.
Regreso al elevador y bajo hasta el lobby, donde ahora una tremenda orgía se lleva a cabo y al fondo puedo ver el pasillo iluminado de rojo por donde entramos. Camino lento, ida. Mis energías se han desvanecido y ahora solo quiero llegar a casa a la ducha.
Pero al atravesar el pasillo algo se me ocurre. Unos pasos a la derecha y tendré acceso al complejo en reconstrucción. Si puedo controlar mi forma física podré escabullirme a los piso de arriba y averiguar que esconden los hermanos ahí.
—solo busco los sanitarios— comento al hombre que resguardan la entrada.
—al fondo, del lado izquierdo— voy allá, volteo de vez en cuando asegurándome que nadie me sigue. Y entro a los baños. Por suerte no hay nadie.
Me concentro en invocar ese poder maldito que me tanto orgullo me dio al aprenderlo.
Abrir portales. Solo puedo hacerlo como Jean, a través de un espejo. Por lo que cierro los ojos frente al tocador y espero pacientemente. Después de un breve momento una estela se logra divisar en el y entonces aprovecho para meter la mano e impulsarme adentro.
Un hormigueo me invade y de un momento a otro me encuentro en los espejos del elevador de la empresa. Ya estoy cerca, ya no hay marcha atrás.
Piso afuera con firmeza. Escondiéndome de las cámaras. Oprimo el botón para salir.
Los recuerdos de la Tayna de antes invade mi cabeza. Esa mujer que subía al elevador con dos hombres que supuestamente conocía, que creía que la ayudarían a cumplir su sueño, que aunque sabía lo que eran, creía que eran confiables hasta cierto punto.
Estúpida, Tayna.
Ahora me toca subir a pie. Me acomodo el cabello. Alineo mi ropa y limpio mi maquillaje con desdén.
Empezamos por el piso siete.
Abre el elevador y camino por la orilla hasta que veo una puerta transparente donde unas escaleras suben. Me asomo, hay dos guardias abajo.
Suspiro. Aquí voy.
-hola chicos. Necesito que no hagan ruido, no me han visto, ¿De acuerdo?- me observan unos segundos y vuelven a conversar como si nada. Entonces subo las escaleras.
Me encuentro con un amplio corredor de alfombra negra de terciopelo y paredes tapizadas de fotografías con taches en los ojos y nombres sobre sus cabezas.
Primero me fijo en si hay cámaras antes de salir pero aparentemente no las hay. Aún así, me ando con cuidado. Han demostrado ser partidarios de las cámaras de seguridad por todos lados.
Hombres, mujeres, niñas, niños, de todas las edades y en diferentes situaciones adornan las paredes. Parece que se las han tomado sin que se dieran cuenta. Me causa escalofrío pensar que pueden ser parte de un pacto o de su comida.
Conforme camino voy encontrando puertas camuflajeados entre tantas fotografías. Me acerco a comprobar si hay alguien, y al no oír a nadie, abro la primera.
Una majestuosa sala llena de libros me recibe. Estantes con libros por doquier. Incluso algunos regados en el piso y sobre un pequeño sillón individual en el centro.
Llaman mi atención pero no sé por dónde empezar. Cierro la puerta despacio. Simplemente leo los títulos y me voy con el más cerca.
"Le danse Macabre", "luz ultravioleta", "asesinos seriales", no parece nada importante, ¿Quién los leería?
Sigo caminando, leyendo títulos diversos. Hasta que encuentro unos libros tapados con una sábana blanca y encima demasiado polvo. La curiosidad me pica, así que la intento quitar suavemente pero una alarma suena inmediatamente.
Pego un brinco atrás y corro a esconderme detrás de un estante cuando unos pasos se acercan de prisa a la puerta. Puedo ver, por encima de unos libros como entran apuntando con sus armas como si fueran policías. Escanean el área y se intercambian miradas.
—libre, aquí no hay nadie— habla uno por el radiotransmisor.
—debió ser algún bicho, vámonos— comenta el otro guardando su arma en la cinturilla del pantalón y ambos salen cerrando la puerta.
De acuerdo, ahora más que nunca debo averiguar que esconden aquí.
Me acerco con delicadeza. Inspeccionando alrededor. Un pequeño foquito parpadea en rojo encima de los libros. Busco con que taparlo y encuentro una cinta gris. Arranco un pedazo y lo cubro. Entonces deslizo la sábana lentamente y por fin tengo una vista perfecta de una serie de libros antiguos con una cubierta desgastada y polvorienta. Voy sacando uno por uno:
Las anafritas.
El libro de los demonios.
El necronomicon.
Demonología.
Ritos y magia negra.
Grimorios de San Cipriano, del Papa Honorio y "el dragón rojo".
La biblia satánica.
Naturan Demanto "el libro de los muertos"
Lemegeton Clavícula Salomonis
Masticatione Mortuorum in Tumulis
Malleus Meleficarum
Codex Gigas
Serán muy importantes que hasta alarma tienen.
Debo leerlos. Buenos, excepto los que están en otro idioma.
Me siento sobre el piso y pongo manos a la obra.
Abro el primer libro. Nombres de demonios, sus descripciones y formas de invocarlos.
"Asmodeus:
Esta entidad es conocida en distintas culturas, razón por la que tiene varios nombres como: “Chammaday”, “Asmodeus”, “Asmodaios”, “Asmoday”, “Ashmadia”, “Asmodée” en francés, y “Asimodai” en rumano, entre otros más.
Cuarto príncipe del infierno. Encargado de hacer que los humanos pequen en el nombre de la lujuria, recoger almas de los que se han regido por sus bajos instintos y cerrar pactos que conlleven alejarse de la gracia divina.
Suele presentarse como alguien tranquilo y encantador, sin embargo es así como logra hacerles sucumbir ante sus bajos deseos. "
Esto llevará más tiempo de lo que creí.
...
Me alerto cuando el sol refleja en la ventana.
Debo salir.
Así que pongo otros libros en su lugar y los cubro. Quito la cinta. Abrazo los que pueda y salgo asomándome primero. Al comprobar que no hay nadie, corro por el pasillo hasta las escaleras y bajo encontrándome de nuevo a los guardias que siguen ignorandome. Voy al elevador y una vez dentro vuelvo a abrir el portal pero esta vez me quedo dentro, pensando cómo sacarlos, donde esconderlos, como evitarlos si tienen guardias por todos lados.
Solo se me ocurre una forma. Dejarlos en el portal, arriesgando a qué se pierdan en la nada, pero no tengo de otra. Debo ser precavida. Solo no tengo que distraerme ni tardarme tanto tiempo en sacarlos.
Llego a los baños y veo desde dentro del espejo una mujer peinándose. Parece que acaba de salir de una sesión de sexo. Desprende un olor agradable y...oh no, aquí vamos de nuevo.
Controlarte, Tayna, controlarte.
Dejo los libros en el portal. Atravieso el espejo y me planto atrás de ella. No le doy tiempo de voltear, sujeto su cabeza y clavo los dientes en su cuello, estoy tentada a desgarrarse la piel pero sé que después no se regenerará con unas lamidas como solemos ocultarlo los demonios.
Solo zaceo mi apetito un poco y lamo para sanarla. La siento sobre un retrete con la tapa abajo.
Voy afuera arreglándome el cabello. Busco la habitación donde está Gio. Lo encuentro en la misma posición que lo deje. Lo arrastro a la cama y le quito la ropa. Me quitó la mía y me meto a las cobijas. Cierro los ojos y suspiro.
Bien hecho.
...
—se recaudó cerca de doscientos mil, nada mal. —frunzo el ceño. —estuvimos al ochenta por ciento.
—¿Te duele mucho la cabeza?— me pregunta Gio, preocupado.
—un poco. Tu tranquilo— le doy un suave beso.
—¿Quieres que nos vayamos?—eso hace que los hermanos giren hacia nosotros.
—no, puedo esperar— Gio asiente y regresa a plantarse cerca de la puerta.
Jake aprieta la mandíbula. Niega despacio en mi dirección y entra en la reunión en la sala de juntas. Según escuché, son los socios y los hermanos, también está la rubia que no deja de asesinarme con la mirada y no sé quiénes son los que llegaron con guardaespaldas y cerraron todo el complejo impidiéndonos salir. Menos mal estaba con Gio y como lo necesitan...
Aunque él sí que tiene dolor de cabeza no me quita el ojo de encima. Solo alcanzamos a darnos una ducha rápida y prácticamente fuimos arrastrados aquí.
Yo me encuentro en la mesa de la tipo "sala de espera" frente de la sala de reuniones. Observo a todos conforme entran, delineo sus figuras, me grabo sus rostros. Esto me servirá para mí próximo movimiento.
Me quedo aburrida cuando cierran la puerta con Gio dentro. No puedo salir pero...si puedo seguir leyendo. Voy a los sanitarios.
"Aquel que nos lleva a cometer actos impuros, en pensamiento, palabra y obra. Asimismo es capaz de destruir matrimonios o relaciones de parejas tentándote a cometer calamidades indescriptibles"
Un escalofrío me cruza la espalda. Es capaz...
"Su aparición en el libro de Tobías es una de las más resaltantes, ya que, el demonio Asmodeo se encuentra perdidamente enamorado de Sarah, la descendiente de Raquel. Cada vez que esta mujer se casa asesina a su esposo en la misma noche de bodas, de esta forma, logra matar a siete hombres, logrando que el matrimonio no pueda ser consumado. Al pasar el tiempo, Sarah decide casarse con Tobías, un joven hijo de Tobit, quien recibe la ayuda del Arcángel Rafael para lograr librarse del demonio. Es por ello, que el joven sujeta a un pez y sin censura le arranca el corazón, los riñones y el hígado para colocarlos en unas brasas, con el objetivo de hacer que Asmodeo huya. Para su beneficio, el plan funciona y el demonio huye a Egipto, ya que, no es capaz de soportar los vapores desprendidos, al momento de llegar a Egipto, Rafael, el arcángel lo encadena . Según algunas traducciones, Asmodeo es estrangulado."
Mi celular suena y pego un brinco en mi lugar. Veo la pantalla. Es Gio.
—¿Que pasa?
—¿Dónde estás? —suena preocupado —¿Estás bien? ¿Te has ido?
—oh, no, no, estoy en el tocador. Ahora voy.
—uff—suspira— está bien. Te espero para irnos— cuelga.
"Fue uno de los demonios atrapados por el rey Salomón con ayuda del anillo dado por un arcángel para la construcción de un templo en Jerusalén."
A ver; es el cuarto hijo de Lucifer, es el demonio de la lujuria, eso ya lo se. Pero dice que estuvo enamorado de una tal Sarah y esta se casó con un hombre al que un arcángel ayudo para librarse de él y lo aprisionó, luego fue atrapado por un rey con un anillo para que ayudará a construir un templo en Jerusalén.
Suena horrible lo que ha pasado...pero es escalofriante lo que ha hecho.
Vuelvo a dejar los libros. Voy fuera y justamente va pasando el demonio de ojos azules y dueño de mis pensamientos húmedos. Regresa unos pasos para estar frente a mi y me mira intensamente. De pronto una sonrisa lobuna se le forma.
—¿Que hacías?
—Cosas
—¿Te...tocabas?
Me río.
—te esperaba para eso— le guiño un ojo y él alza una ceja. Parece que se sorprende un poco pero toma vuelo y me empuja dentro de los baños y cierra la puerta en silencio.
"Es causante de las infidelidades, disfruta separar parejas"
—Me gusta que sean así
Lo beso y eleva mis piernas para hacerme rodearle la cadera.
No puede separarnos porque lo mío con Gio solo es fachada, aunque eso él no lo sabe.
—Detente, Gio me está esperando— besa mi cuello. Alza mi vestido. Mete la mano en los costados de mis bragas para bajarlas poco a poco. Quiero detenerlo pero lo necesito. Los demonios también necesitamos sexo para mantenernos cuerdos.
—Alexander lo distraerá.
Alexander debe ser su cómplice. No sé cual sea su nombre de demonio para buscarlo también en ese libro.
—tu novia debe estar buscándote. —siento que se me sube la temperatura. Ardo. Quiero su cuerpo pero temo que Gio nos pille. Arruinaría mis planes.
—¿Y? —una vez que mis bragas caen al piso, mete los dedos en mi sexo y recorre desde atrás a adelante, lo más que le permite lo largo del brazo. Yo solo me aferro a su torso, estrujo su camisa.
—nos pueden encontrar.
—que lo hagan.
Me calla con sus labios. Hace que suba a los lavamanos. Estruja mis muslos para separarlos y se restriega deliciosamente. Me deshago en temblores y suspiros. Está será la última vez, lo prometo. La próxima sabrá que se trata de mi.
Pero por ahora...
Baja su bragueta y poniendo su mano en mi boca para evitar ruidos, entra cuidadosamente en mi. Ahora entiendo que esto lo hace para enganchar, para que la víctima se haga adicta a sus movimientos. Ahora duele pensar que así es con todas. Dulce y amable para después sádico y dominante.
Es un demonio que se muestra agradable para que caigas en sus garras.
—no, basta— me revuelvo y me deshago de su agarre. Se queda quieto, con la respiración agitada. Me peino y arreglo la ropa. —no quiero esto. —mascullo caminando fuera. Evitando mirarlo. Porque sé que su figura volverá a engañarme.
Camino hasta encontrarme a Gio y a los hermanos saliendo de la sala.
Ya no puedo ver a Jean igual.
—¿Estás bien?, estás pálida.— Gio me toca la frente.
—mejor que nunca.
Esto debe acabar.
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