Capítulo 3. Los veo.
Sigue embistiendo, jadeando, enterrado en mi interior. Sin embargo soy incapaz de sentir placer, solo de fingirlo. Gimo para que lo crea. Mientras soy presa de los recuerdos de mi primer bocadillo...
—Debes hacerlo, Tayna— asiente, sonriendo tratando de darme confianza.
—no puedo— sorbo por la nariz. Solo veo la cara asustada del hombre debajo de mi. Cuernos, ojos negros, dientes afilados, garras. Estoy en mi forma original y eso lo asusta. Escucho su corazón latir muy rápido y temo que muera antes de que me alimente de el.
— Vamos, debes comer— Jake está de pie delante de mi, dándome ánimos.
—no puedo, ya no puedo, Jake, me rindo— sollozo. Me acaricia la cabeza. Se acuclilla a mi altura, en el piso donde me encuentro, encima del hombre.
—¿Quieres regresar al infierno? —suspira, cansado. Llevamos días intentando que coma si remordimiento.
—no, no, por favor— lo tomo de la chaqueta y lo atraigo a mi, suplicante.
—entonces come, por favor. Yo tampoco quiero que regreses ahí. —pone mi cabello detrás de mi oreja.
Asiento limpiandome la nariz con el dorso de la mano. Bajo la mirada al hombre. Preparo mis colmillos.
—lo...—sus ojos me piden ayuda, me suplican piedad. Sollozo. Yo también necesito piedad. —...siento— y ataco su cuello.
Al mismo tiempo que ataco el cuello del hombre en mi presente.
...
El sonido de un celular me despierta. Me descubro en la habitación de una lujosa casa. Todo está decorado en blanco y dorado. El fastidioso celular sigue timbrando y me doy vuelta a buscarlo. Pero alguien lo contesta por fin.
—¿Que hay?— Gio se sienta en la cama, desnudo.
—¿¡Que hay!? ¿¡Cómo qué, que hay, maldito bastardo!? ¿¡Ya viste la hora!?— solo bastan esas simples palabras, solo basta esa simple voz para pegar un brinco en la cama y atormentarme con los recuerdos de la noche de copas que terminó con sexo en la casa del gorila guardaespaldas de Alexander.
Si de algo sirvió, es que logré saber que Asmodeus también se encuentra en la ciudad y esta noche tendrán una reunión por algo que hizo Alexander. No me quiso decir qué, estaba muy ocupado bajandome las bragas.
—ya voy, ya voy, se me hizo un poco tarde— sale de las cobijas y camina al cuarto de baño importandole poco su desnudes. Al contrario, me lanza una sonrisita y guiña el ojo. Evito mirarle abajo, mi estomago se revuelve.
Le regreso la sonrisa y espero que se meta al baño para salir de la cama. Frunzo el ceño. Tengo ganas de vomitar, ¿Por qué hice esto?, No sé que rayos estoy haciendo.
Me visto de prisa. Cuando tomo mi celular tengo seis llamadas perdidas de Jake.
Rayos.
Y justamente entra otra llamada. Mis manos tiemblan. ¿Que le digo?
—Hola Jake— camino a la puerta. Escucho seguir hablando a Gio aunque ya no entiendo nada.
Jake suspira, aliviado. El remordimiento me invade, creo que es lo único que puedo sentir.
—¿Estás bien?, me contó Selene lo que pasó. — al parecer está caminando porque suenan sus pasos.
Oh, cierto.
—trato de estarlo, Jake, me afectó mucho, creí que ya lo había superado— sueno triste, a punto de llorar.
—Lo siento tanto, debí enseñarte más.
—no te preocupes Jake, no es tu culpa. — finjo querer llorar.
—¿En donde estas?, Iré a verte.
Mi corazón se acelerar con temor.
—no, estaré bien. Solo salí a dar un par de vueltas.
—no hagas nada tonto, ¿Vale?
—de acuerdo.
—llámame por cualquiera cosa, ¿Si?
—claro.
—chao.
—adiós.
Cuelgo y me dispongo a irme, sin embargo soy detenida por una mano en el hombro.
—¿Ya te vas? ¿Sin despedirte?— Gio me observa, con los ojos brillantes. Tenía bastante tiempo sin ver ese toque en los ojos. Es lo que los hace humanos, es lo que perdí, lo que mi ahora naturaleza, anhela apagar.
—si—me suelta.
—te invito a desayunar.
—¿Tu jefe no te quiere con el? —ríe.
—puede esperar. —me señala con la cabeza la salida.
—hmm, si quisiera pero tengo que hacer unas cosas.
Frunce el ceño.
—¿Con tu novio?
—no tengo. —sonrío, vuelvo a fingir.
—bueno pero esta noche te veré, hay una cena importante y quiero que me acompañes, ¿Si?
—te veo en la noche— beso mi dedo índice y se lo pongo en los labios. Le guiño el ojo. Y doy vuelta.
Camino de prisa. No quiero que me siga.
...
Está igual a como recuerdo. Hombres trajeados entrando y saliendo, chicas y chicos uniformados de un lado a otro llevando equipaje, charolas de comida o cualquier cosa que complazca a los empresarios. Parece que lo único que necesitas para entrar es un elegante traje y un bonito carro y boom estarás a su altura.
Una vez que bajo del taxi me quedo al otro lado de la cera contemplando la empresa que tanto pánico me dio. Hay una cafetería abierta, así que entro. Pido un simple café y me siento lo más cercana a la ventana. Busco algún auto conocido pero no lo hay. Parece que no se encuentran aquí. Y que mejor para mí.
Diez pisos incluida la planta baja, rodeados de cristal oscuro que da reflejo de un azulado brillante. Me acuerdo que el elevador solo decía hasta el piso seis. ¿Que habrá más arriba?
—aquí está tu café. Que lo disfrutes— la muchacha que atiende me deja en la mesa la taza de café hirviendo junto a un plato con dos piezas de pan.
—gracias— le sonrío. Se retira poniendo una cara amable. Me cae bien.
Comienzo a comer mientras veo los carros pasar, la gente ir y venir. Como sin prisa, solo para espiar, en realidad estoy llena. Bebí sangre y me alimente de la energía sexual anoche, Mi última alma fue hace casi una semana, puedo sobrevivir con eso, sin en cambio como soy nueva necesito cada vez más sangre para mantener bajo control mi apetito o...se armará un caos.
Está noche tiene que ser perfecta, debo obtener toda la información que se pueda.
Nadie debe saber que estoy viva pero necesito ropa y ¿Cómo voy a pagar con mi tarjeta? ¿Y quién me a acompañar de compras? Quiero hacerme manicure y comprar cosméticos, ¿Como hago eso? ¿De dónde los saco? Aguarda... ¿y si...voy a mi casa por ropa?
¡Si! Hay demasiada ropa que no use.
Voy allá.
...
Está si, está no, está... Tal vez, está quizás ya no me quedé, tiene años.
Saco ropa y descarto otra. Todo está cubierto por sabanas blancas y polvo, tuve que desenfundar el clóset.
Ya llevo bastante ropa. Tendré que bajar por una bolsa para meterla. Voy allá cuando de pronto unos pasos acercándose a la puerta principal me alarman. Corro detrás de la isleta de la cocina. La puerta se abre y un par de sombras se reflejan en el suelo.
—te digo que si, yo vi entrar a alguien. —habla una voz masculina.
—si, huele— le da la razón otra voz de hombre.
Rayos.
Con que no suban, todo está bien.
—díselo al jefe
—si
¿Cómo qué, al jefe? ¿Vigilan mi casa? ¿Jean ordenó vigilar mi casa? Maldito enfermo.
Tengo que salir de aquí, tendré que olvidar la ropa o verán que falta.
Busco desesperada por dónde salir. Y pronto escucho sus voces a lo lejos. ¿Se abran ido?
—¡Hey, aquí hay alguien!— alguien me toma del cabello y me hace levantar. Me coloca de frente a el. Es un hombre joven, con vestimenta de guardia de seguridad. Busca ver mis ojos y yo busco que me suelte. Manoteo su brazo, sin embargo parece apretar su tacto. Escucho pasos apresurados acercarse. Me es imposible voltear. Me siento acorralada y lo peor es que no siento su alma, lo que me dice que no son humanos.
—¡Sueltame! ¡Déjame ir!— me revuelvo. Rodea mi cintura y me pega a el. No huele bien, parece que es un...
—¿Que sucede?— siento que baja la guardia por lo que aprovecho para darle un codazo en el estómago, pero aún así, no me suelta. Ni se inmuta.
—Encontré a esta ladronzuela —me da vuelta y veo un hombre igual de joven y con uniforme de seguridad solo que trae lentes oscuros.
—¡No soy ladrona! —se ríen de mi —¡Está es mi casa y exijo que me sueltes!— les gritó a la cara, furiosa. Paran su risa estúpida y se quedan viéndome en silencio. Me suelta pero permanecen quietos.
—¿¡Que les pasa malditos idiotas!?, ¡parece que no saben tratar con mujeres! —hablo apuñalandolos con la mirada, arreglándome la peluca. Un poco más y se sale de mi cabeza.
—lo sentimos— responde el primero, el que me tomo del cabello. Me extraña su actitud, los observo. Parecen estatuas, con la mirada perdida.
—me voy a ir y no quiero que me sigan, ¿De cuerdo?
—así será— su voz monótona me recuerda a la de un robots pero es imposible. Doy un paso, y solo para probar, camino despacio. No me siguen. Y al voltear, veo que permanecen quietos cómo si... Hubieran sido hipnotizados.
—necesito una mano con la ropa, me la llevaré— asienten y caminan rectos hacia el piso de arriba.
Voy despacio detrás. Desconfiada y alerta por si solo juegan. Me asomo discretamente y los veo tomar la ropa y colgársela como costales en su hombro. Toman toda, dividiéndose la mitad y mitad y dan vuelta para volver a bajar. Corro abajo y me quedo confundida viéndolos.
—¿Alguien tiene carro?
—Yo tengo, la llevo a dónde guste— me quedo de piedra al verlos con tal serenidad decir y hacer las cosas.
¿Estarán hipnotizados? ¿Fui yo?
—pongan la ropa en tu auto y, tu —señalo al segundo— tráeme un cigarrillo.
—Así será
Salen y voy de puntitas a la ventana asegurándome de que no haya cámaras o algo por el estilo. Los contemplo, a traves de la ventana como hacen lo que les pedí. Y una sonrisa se forma en mis labios.
Ya solo falta conseguir unos pupilentes para esconder mis ojos, aunque deben ser del mismo color, y estaré lista para salir a cenar con Gio.
...
—lo siento, tendremos que llegar más temprano que los demás, debo ver qué todo esté en orden antes de que lleguen. —me dice mientras conduce. —Está reunión es súper importante, estarán todos los hermanos reunidos.
—esta bien, no te preocupes— volteo a la ventana. Sonrío por dentro. Mira nada más... Todos juntos, no debo perder detalle, algo debe afectarles.
—¿Está bien si te dejo con María? Es la esposa del Manda, un amigo mío y también es guarda, es buena persona.
—claro, no importa.
Deja la camioneta: grande, color negro, vidrios oscuros y con pantalla donde se ven las cámaras de los costados de la camioneta, en el estacionamiento y caminamos dentro.
Entramos y lo sigo hasta en fondo donde al abrir la puerta hay varias mesas y una barra de tragos. Además de varias mesas de billar casi al final. Por fin un juego que se jugar, bueno iba aprendiendo en mi adolescencia. Ya hay varias meseras y camareros preparando todo, guardias rondando la zona.
Yo espero pacientemente.
...
Bebo despacio, si no me equivoco es mi segundo trago de tequila. Se que nada me puede hacer, sus efectos no son obstáculo, sino la boca de la esposa del gorila un poco más bajo que Gio y que además es su compañero de guardia, no para de hablar y lo peor es que parlotea cosas estúpidas, desde críticas hasta historias inventadas que cree que me trago.
Estoy harta. Mi maldita paciencia está llegando a un límite.
El lugar se ha ido llenando poco a poco. Sin embargo ellos no aparecen. Y yo estoy a punto de arrancarme los cabellos de la frustración.
Estoy a punto de levantarme cuando distingo movimiento en los guardias. Se ponen rígidos, en alerta, dos en cada puerta y están al pendiente de cada uno de los movimientos de los invitados.
Por fin...ellos entran. Huelo su característico aroma, el perfume de Alexander, además del de una mujer, demasiado fuerte para mí gusto.
Volteo discreta, curiosa.
Primero entran Manda y Gio, quienes los dirigen casi al fondo, donde está reservado para ellos. Sigue Asmodeus...el maldito bastardo viene con una rubia de ojos marrones y de estrecha cintura, colgada del brazo. Lleva un vestido rosa y unos zapatos de tacón de infarto que hasta me da vértigo verlos, ¿Como es que puede caminar con ellos? ¿O es solo para estar igual de altura?. Él, Tiene un par de cicatrices rosadas en la barbilla, poco visibles por cierto pero ahí están. Fuera de eso, luce igual, elegante y con esa aura misteriosa, de ojos azules impactantes que te dejan sin aliento. Lleva puesto un traje gris con camisa azul que resalta sus ojos y ahora sé que hasta su forma de vestir es un juego para que caigan a sus pies.
Ambos pasan de largo, mirando a todos con arrogancia.
Sigue Alexander: playera manga larga, pantalón formal y botas estilo militar además del abrigo tipo gabardina puesto encima, todo en color negro, adorna su estilo con cadenas y alhajas similares a las de Gio y es cuando mi sexto sentido despierta, ¿acaso no les suena de algo? ¿Trajes, tatuajes, joyas y autos último modelo? Aparte de a los fuckboys millonarios, ¿A quienes les recuerda?, Exacto.
¿Cómo es que no lo relacione antes?, Seguro fue el poder hechizante de Asmodeus lo que me distrajo por completo. Además de unos ojazos y unos centímetros de grueso poder.
Me río de mi misma. Es sarcasmo.
Los ojos de Alexander siguen igual de fríos y calculadores, podría congelar Europa si se lo considera.
Va solo pero desnudando con la mirada a las presentes. Incluso a mí me ha puesto los ojos encima y me he puesto tensa. Recuerdo que una vez Jake me dijo que puedo mentirle a quien sea menos a Alexander, el, prácticamente lee los ojos, es por eso que he decidido ocultarlos con los pupilentes.
Solo me escaneó y siguió su paso. Parece que no le llame la atención. Mejor, o terminaría mal mi plan.
Sigue su clon, el hermano loco, Killdrem. Viste idéntico a el, solo que sin cadenas ni alhajas más que un par de guantes de cuero, negros como sus ojos. El no mira a nadie, va directo y sin escalas.
Continúa una mujer de cabello negro ondulado, ojos verdes, coquetos, maquillados de negro. Su sola figura provoca respeto, sería como Alexander versión mujer. Uh, si, le queda. Perfecto. De ella es el perfume tan fuerte. Porta un vestido rojo y encima un extravagante abrigo oscuro de plumas.
Ella debe ser Galia. Jake dijo que casi no la ven cerca de ellos, no porque no se lleven sino que es demasiado vanidosa y caprichosa. Y eso le molesta a Alexander.
No me quiero imaginar a este par juntos más de unas horas. Terminarían matándose o explotando.
Están todos los hermanos excepto Jake. Espero que por lo menos le hayan llamado para invitarle aunque de todos modos se que él los mandaría bien lejos. No le gusta meterse en sus asuntos.
Los cinco llegan a sus lugares y Gio les cierra una cortina de terciopelo rojo que los oculta de los demás. Y viene hacia mi.
—ahora si, belleza, soy todo tuyo. ¿Que quieres hacer? —se sienta a mi lado, del lado contrario a María. Y pide un trago.
—no lo se, ¿Que se puede hacer?— me alzo de hombros.
—uh, los dejo. —se despide María para irse de la mano con su esposo. Siento un peso menos.
—ahora si, ¿Puedes explicarnos qué carajos hiciste?— escucho la voz de Asmodeus.
Una de las ventajas de esto es el súper oído. Algo bueno tendría que salir de esto ¿No?
Así que mientras meneo mi vaso, me concentro en la conversación.
—¿Que más puede hacer? Más que meter la pija en cualquier hoyo caliente y fácil— se que es la hermana, lo sé por el acento español que dijo Jake que tiene por vivir tanto tiempo allá. —¿O me equivoco hermanito?
Alexander gruñe.
—he matado a uno de los capos de California — contesta Alexander.
—¿Me escuchas?— Gio me pasa la mano enfrente un par de veces, distrayendome. Lo miro. —lo siento si soy aburrido, tiene mucho que no hablo con nadie así. —se acerca a mi oído y murmura: —nadie me había interesado tanto.
Se separa para guiñarme un ojo. Por dentro frunzo el ceño pero por fuera le sonrío y acaricio desde su oreja hasta su mejilla.
—no te preocupes, estoy igual.
—me alegro que me entiendas
—tranquilo— me acerco a el —¿Por qué no vamos a jugar billar?— le señalo las mesas.
Cerca de ellos. Así escucharé mejor.
—¿Sabes jugarlo? —asiento, terminando me mi trago— ¡Claro!— responde emocionado —vamos allá.
El camarero le deja el vasito y Gio lo bebe rápidamente. Caminamos a las mesas y elijo la más cerca a ellos argumentando que da más luz. Está a unos metros pero puedo escuchar.
—uno de la polaca, dos caribeños, uno de un cartel de México y creo que a un cubano. Si, nada más. Pero eso no es todo...—habla Alexander.
—tu estás idiota, eh. ¿Y vienes cómo si nada?— lo reprende Asmodeus.
—ese es el punto, hermano. Que ahora le han puesto precio a mi cabeza. ¡Pero ellos lo pedían a gritos!
—¡Y como no, imbécil!
—¡Oh, lo siento! —uno de los tacos resbala de la mesa y se me cae encima. Haciendo un mega escándalo que todos han volteado a ver. Y al parecer fue culpa de Gio por eso se disculpa y rodea la mesa para llegar a mi. Me toma de las mejillas y me revisa, preocupado —¿Estás bien?, Solo los recargue ahí, no creí que se cayeran.
—tranquilo, solo es un palo. No me pasó nada.
—lo voy a castigar— y ambos nos lanzamos a las carcajadas.
Hasta que la gruesa cortina se recorre y los ojos de los hermanos calan en nosotros.
—¿Gio?, Ven— lo llama Asmodeus haciéndole señas con el dedo. Gio me lanza una mirada, apenado.
—yo preparo todo, ve.
Me da un beso en la coronilla y va con el. Cierran la cortina de nuevo.
Recojo los tacos y los coloco sobre la mesa. Voy poniendo las bolas de colores dentro del triángulo.
—¿Que mierda haces, gato?— le pregunta Alexander en un tono que hace caer mal.
—es una amiga— responde Gio.
—ea, pero si hasta te brillan los ojos, chaval— le hace notar la hermana
—¿Ya se acostaron?, Porque es guapa, te la puedo quitar de encima. —añade Alexander haciéndome rodar los ojos.
—ni se te ocurra— le dice Gio
—uuh, se ha de mover rico, que hasta ha puesto loco a mi perro más duro. ¿Dónde quedó esa capa de piedra? —remata Alexander definitivamente haciéndome enfadar.
¿Está siendo un idiota porque así es o le gusta provocar?
—quiero que...— algo le iba a decir Asmodeus pero es interrumpido por una detonación en la puerta que seguidamente se convierten en disparos a diestra y siniestra.
Toda la gente corre despavorida, gritando. Yo solo me agacho y veo a Gio salir disparando. Los hermanos salen manoteando la cortina y van de prisa a la parte de atrás.
Entonces los sigo.
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