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Capitulo 12. La Diosa del olimpo.

Tres meses después...

-¿Podrías por favor ponerla al teléfono?, tengo que hablar con ella-su voz entre enojado y suplicante me revuelve la cabeza, es la décima vez que llama. ¿Como habrá conseguido número?, Tengo la idea de que Jake se lo ha pasado, es el único que lo tiene, bueno, lo tenia.

-Lo siento, la señorita Tayna no se encuentra- finjo la voz de una mujer que me dobla la edad mientas miro mis uñas casi recuperas al cien. Me costo mucho dinero arreglarlas después de aquel día. Tenia roto la mayor parte de mi cuerpo. Incluyendo mi corazón que ahora ha despertado y me cuesta cada vez mas trabajo controlar.

-ya se que eres tu, Tayna- me quedo en silencio. Observo a mi alrededor, pensando que decirle. Ahora, prácticamente vivo en la habitación de un hotel. La habitación no es muy grande pero es cercana a lo que parecía mi habitación en la casa de Jake. No me he vuelto a encontrar con ninguno de los hermanos. Busco la manera de conseguir una casa con todo el dinero que me dejó Giorgio. Pero tarda demasiado tiempo encontrar una decente y lo más lejos de esta ciudad.

-Se equivoca, señor. Mi nombre es Camila, soy la ayudante de la señorita Tayna. ¿En que puedo ayudarlo?

-deja de mentir- me tenso al escucharlo detrás de mi. Se me eriza la piel. Estoy sentada a los pies de la cama. De pierna cruzada, frente al espejo del tocador. Seria tan fácil verlo por ahí pero en cambio fijo mi vista en el suelo sin saber que hacer. Mi cerebro parece haberse congelado. -te encontré, Tayna- suspira -por fin.

Bajo el celular y mi mano donde me veía las uñas. Calculando cuanto tiempo me llevaría salir por la puerta y cuanto por la ventana.

-Tayna- me llama para que voltee. Sin embargo no quiero hacerlo. Boto el celular a la cama. -¿Donde esta Giorgio? -se acerca con cautela hasta detenerse frente a mi.

Puedo ver su pantalón de vestir y el inicio de su saco, ambos oscuros. Sus zapatos negros y brillantes. Me muerdo el labio. Tengo hambre. Llevo, dos días sin probar de mi alimento favorito.

-Giorgio esta muerto- elevo la cara repasándolo con la mirada. Ese traje le queda ajustado y le marca unos fuertes brazos que parecen a punto de romper la tela.

-creí que el rumor de que estaba muerto era falso y en realidad él te controlaba.

Niego.

-yo lo maté. -le sonrío inocentemente y me alzo de hombros. Me levanto y clavo mis ojos en los suyos. Me reflejo en su mirada azulada. Como extrañaba esos ojos.

-en que mierda te has convertido...- se cruza de brazos y voltea al techo. Suspira.

-es tu culpa- va hacia la puerta y voltea.

-no es verdad.

-es por tu maldita culpa que me volví así- me observa - tu...-avanzo hacia el, furiosa.- ¡fingiste quererme y resulto que eres así con todas!

-no es cierto -se gira hacia mi y niega

-¡resultó que eras bueno al principio pero solo engatusabas para hacer que cayera a tus pies y cuando menos lo esperaba te volviste contra mi!-agito las manos.

-¡No!- ruge enfadado.

-¡Hiciste que los demonios se metieran en mi cabeza para que no pensara en nada más que en ti y en vengarme de Leo, que él ni la culpa tenia!- respiro agitada. Mis colmillos y garras salen dispuestos a pelear.

-¡No, no, no!

-¡Me golpeaste y humillaste!

-¡Cállate!

-¡Tu y tus hermanos me mordieron y cuando morí me convertí en este monstro!- me planto frente a el.

-¡Dijiste que me querías!

La sorpresa pasa por mi rostro. Me estaba escuchando.

-¡Tu solo mueves a las personas a tu conveniencia! ¡Haces que te quieran!

-y he venido a reclamar esos sentimientos- me empuja elevándome unos centímetros atrás y caigo en la cama. Le gruño enfadada. Me recargo en los codos para verlo sin perderme detalle.

-que tan necesitado tienes que estar para ahora reclamar sentimientos.

-Porque tu me los entregaste, ahora son míos. -sube a la cama. Se acomoda entre mis piernas.

-pues entonces tómalos y vete. -pone las manos a los lados de mi cabeza y acerca su cara a la mía.

Nos quedamos viendo a los ojos. Busca mis sentimientos, busca sentir algo en mi.

-pero si lo que quieres es miedo, búscalo en otra parte- añado. Niega.

Entonces se abre la puerta de golpe. Azota contra la pared y esta a punto de cerrarse de nuevo pero una mano larga, llena de anillos y tatuajes, la detiene. Alexander entra con un arma larga recargada en el hombro, apuntando abajo. Va vestido igual que un guardia de seguridad, de esos que van de negro, con botas pesadas y con apuntador en el oído. Creo que se ha adueñado de ese estilo. Solo que esta vez lleva unos guantes de cuero negro.

-¿Que esperas?- le cuestiona molesto a Jean.

-No la voy a matar- responde Jean. Salta de la cama, cambiando radicalmente su rostro. Ahora se ha oscurecido y endurecido sus facciones. Saca de la cinturilla del pantalón de atrás una pistola y se la entrega a Alexander quien lo mira entre furioso y estupefacto.

Y mi mundo se viene abajo cuando lo reconozco en esa forma. Listo, ahí están los sentimientos que quería. Ahí esta el miedo, la tristeza y la decepción. Toditos en bandeja de plata.

Rayos, pedí a mis sacerdotisas que se quedaran abajo. Y no tengo vinculo de telepatía con ninguna de ellas. Estoy acabada.

-entonces lo hare yo -Y Alexander me apunta con el arma larga. Se que es de las modificadas así que por lo tanto, me matara de verdad.

-no- y sorprendentemente Jean se pone delante de mi. Me levanto.

-Quítate

-no

-bueno, te iras con ella. -carga el arma. Siento el pánico atravesarme las venas.

-¡Alto!- alzo la mano- si me matas no sabrás en donde están los libros de tu colección privada.

-Ya ves como si fue ella- le dice a Jean y este gira de lado la cabeza para lanzarme una mirada incriminatoria.

-los devolveré...

-oh, claro que lo harás. -se quita el apuntador y este cae colgando de su hombro. Baja el arma.

-pero a cambio de algo.

Rueda los ojos.

-no- vuelve a apuntarme.

-Tayna, no es momento- me regaña Jean. Parece ya resignado a que su hermano le dispare. Pero yo me niego a morir, ni loca regreso al infierno. El al parecer no le tiene miedo, pero claro, el es un príncipe, tendrá las mejores cosas y no tendrá que lidear con demonios partiéndole el cuerpo a diario.

-solo quiero de regreso mi vida antes de partir.

-hecho- se alza de hombros.

-y...-rueda los ojos- quiero a las arpías -le digo a Jean al oído. Rodeo su torso con mis brazos desde atrás.-me hiciste olvidarlas y lo deje pasar. Ahora las quiero.

-¿Para que?-susurra Jean

-la venganza nunca se concluyó.

-bien- Alexander baja el arma -obtendrás eso pero a cambio quiero los libros y que te alejes de la familia.

-espera- lo interrumpe Jean- ella nos puede ayudar con lo de la Diosa.

-¿Que?

-es una Anafrita.

Ambos voltean a verme.

-pero es Ubour y no quiero que se repita lo de...

-¡No, idiota!, Nos ayudara con lo de la reencarnación.

Los observo confundida. Que rayos están diciendo.

Alexander me escanea con la mirada y una sonrisa se forma en su rostro.

-Si, tienes razón.

-¿De que están hablando?, Yo no les ayudare en nada, que quede claro.

-si lo harás, cambio de planes, nos ayudas y obtendrás tu vida de antes.-su sonrisa se ensancha.

...

En donde rayos me metí. Ay, madre mia, que esto no sea tan malo.

-La Diosa esta embarazada- comienza a hablar Jean. A este punto ya se que hay muchas Diosas, en uno de los libros las detalla.

-¿Cual Diosa?- me pego más a el. Las ondas de calor me hacen sudar, menos mal ahora si llevo zapatos y el camino empedrado no me lastima. Entrar aquí me trae malos recuerdos. Espero no encontrarme con mi verdugo.

Los demonios dejan de infligir castigos a las almas en pena, dejan de fornicar a medio paso, dejan de ir y venir con herramientas de tortura y nos abren paso, les hacen reverencia y bajan la mirada. Sus apariencias son escalofriantes, grotescas, parecen salidos de cuentos de terror. Van desde pieles pálidas hasta pieles rojizas o azules. Me dan miedo, si tuviera corazón humano ya se me abría detenido.

-La esposa de Alexander- responde sin prestarles atención.

-¿¡Esposa de Alexander!?, ¿¡Se caso!?- me detengo.

-Eso sucede cuando embarazas a una Diosa- comenta Alexander y me empuja para continuar. Retomamos el camino. Estoy tentada a tomar a Jean del brazo y pedirle que me abrace. Pero mi orgullo pesa más. Alexander me rechazara al instante, se nota que esta furioso conmigo. Aunque la que debería de estarlo soy yo, me han torturado y planeaban matarme y ahora dan ordenes así como si nada hubiera pasado.

Son unos imbéciles. Así que debo armar un plan.

-el problema aquí es que la Diosa del olimpo escapó y planea reencarnar. Creemos que había reencarnado en Estefany pero como no logro completar las fases -me lanza una mirada reprobatoria -posiblemente reencarne en la hija de Alexander. -llegamos a un majestuoso palacio oscuro y tétrico rodeado de mastodontes de casi dos metros que la hacen de guardias. Llevan armaduras doradas y nos dan acceso al lugar. -Tu trabajo aquí, es encontrarla.

El palacio es enorme, parece otra ciudad. Demonios van y vienen, les hacen reverencia y salen casi corriendo al verlos.

-¿Pero como sabré si es o no? ¿Por que estaba encerrada y por que escapo?

-ya lo averiguaras en el momento que sea necesario- agrega Alexander. Su voz ya no suena como cuando lo conocí, hasta seductora me parecía y ahora, es baja y densa, rasposa y llena de odio. Perdí la alianza con el, supongo que eso lo cambio todo.

Atravesamos un puente de piedra, debajo corre un río de fuego donde muchas almas suplican salir. Sus gritos son aterradores. Me erizan la piel. Al otro lado, en unas especie de cuevas hay mujeres con forma humana, de grandes curvas y piel rojiza que por alguna razón extraña me inspiran confianza. Reposan desnudas sobre unas rocas gigantes, me sonríen mostrando una hilera de blancos dientes humanos cuando pasamos frente de ellas. Les regreso el gesto. Sus ojos pasan de rojos a ser azules. Ellas son...oh si, las súcubos. Entonces supongo que su contraparte, los íncubos son esos hombres de igual apariencia, muy guapos por cierto, que vienen caminando hacia ellas. Están también desnudos y no están nada mal. Mi instinto se activa. Me muerdo el labio.

-¿Me puedo llevar a uno de ellos?- son unos seis y todos sonríen mostrándome unos dientes perfectos. ¿Y si mejor me llevo todos y los ocupo para el club? ¿O como mis esclavos sexuales? Hmm.

También me miran de pies a cabeza y sus ojos brillan cambiando a azul claro. Les hacen reverencia a los hermanos y me desvisten con la mirada.

-Camina ya- Jean me empuja con el ceño fruncido. Les gruñe pero ellos están tan ensimismados conmigo que no le hacen caso. Yo en cambio...

-Tayna, joder- envuelve mi cintura y me pega a el para que camine a su par.

-Adiós, Tayna- dice uno de ellos con una voz sumamente sensual que casi me hace tener un orgasmo. Agito la mano para despedirme y Jean me obliga a voltear al frente con su mano en mi barbilla.

-si no fuera porque no estamos juntos, yo diría que estas celoso.

-celoso, ¿yo?, ¡ja!- me suelta la barbilla y me estruja una nalga. La verdad esos íncubos me han puesto caliente que este acto me eriza la piel de una manera agradable. -si ya conozco lo que tengo. -baja la voz hasta parecer seductor. Y lo logra. Siento mi garganta secarse. No se como decirle que tiene que soltarme o soltaré mis instintos y no me hago responsable de lo que pase.

-si se dan prisa, llegamos hoy. -vocifera Alexander.

Jean y yo nos separamos. Caminamos en silencio detrás de él. Nos topamos de frente con una puerta de piedra negra. Creo que es obsidiana. La empuja y en la gran habitación esta lo que parece ser una imitación de habitación humana. Ropero, sillón, cama, closet y una mesita, todo parece hecho de una especie de madera, y desprende un brillo blanco que quiero creer es el hechizo para que no se incineren al estar rodeados de tanto calor.

En la cama se encuentra sentada la Diosa con una enorme barriga de embarazada, bebe de un vaso de barro y cuando se separa el vaso de los labios nos regala una sonrisa con los labios llenos de sangre.

-ya se como sabrás que hacer...-susurra Alexander y desaparece de nuestra vista.

Me quedo quieta en mi sitio, no se si moverme o como actuar. Solo sé que el olor que desprende es muy agradable y hace que me de hambre. No por la sangre en su vaso sino por la criatura en su vientre. Sin querer mis ojos y colmillos salen. Mi boca se seca y tengo una ganas inmensas de saltar sobre ella.

-Hey- Jean me echa atrás cuando trato de dar un paso hacia ella.

-toma- Alexander me arroja un hombre desnudo a los pies, de ojos marrones y cabello negro, el cual me mira suplicante. Este cae sentado y Alexander lo paraliza en el suelo. Creo que el hambre por los bebes viene de el, porque esta exactamente en la misma condición que yo. Solo que ahora mi apetito se dirige al lado sexual. Lo estoy viendo con ojos de adicta y el sabe lo que pasa, se ríe mostrándome sus colmillos, se le ven tanto en los dientes de abajo como en los de arriba.

-¿Hambre?- ríe burlón.

Bajo la mirada al muchacho, estoy a punto de violarlo y eso me esta alterando los nervios.

-cuando las Anafritas se alimentan del corazón y carne de su víctima, obtienen una conexión con sus ancestros. -dice Jean.

-eso ya lo se. -murmuro. Mis garras hacen su presencia. -pero aparte de los ancestros, con la Diosa Hécate. -ahora miro a Alexander -suéltalo- agita la mano y el hombre sale corriendo. Sonrío salivando al imaginar su sabor. Salgo detrás de él. Llega al puente, salto por los aires y me lanzo al cuello del pelinegro. Suelta un grito y cae. Los demonios alrededor voltean a ver la escena. Es en este momento cuando me desconecto de la realidad y actúo por instinto, cuando vuelvo ya tengo el corazón en la boca. Sus brazos están extendidos a los lados, su pecho esta agujerado y su cara, cuello y torso yacen sin piel.

Ya no hay demonios al rededor, solo Alexander y Jean al final del puente que me observan con una sonrisa y los brazos cruzados. Volteo de nuevo con el hombre y entonces entiendo del porqué de su sonrisa. Estoy sobre el, montando su ya flácido miembro. Mi vestido esta por encima de mi cadera y mis manos están manchadas de su sangre.

"Deberías levantarte, ella esta cerca"

La voz de mi Diosa resuena en mi cabeza. Le hago caso y me levanto con los sentidos en alerta. Me bajo el vestido y me acomodo el cabello. Un ligero olor a vainilla me hace caminar goteando sangre de las manos. Paso entre ellos.

"Extráela de ella". Dice otra voz diferente a la de mi Diosa, supongo que es una de mis ancestros.

-Traigan a otra mujer- balbuceo.

-¿A quien? -pregunta Jean.

-quien sea, va a morir de todos modos.

Continuo hasta entrar de nuevo a la habitación. Me planto en frente de la cama y la Diosa me observa curiosa.

-sé quien eres- me pongo las manos en la cintura. Ella sonríe. -deberías entregarte tu misma.

-¿O que?- dice con burla. Su piel se torna verdosa, sus facciones se endurecen y sus pupilas se vuelven oscuras.

-aquí esta- Alexander arroja una mujer a la orilla de la cama. Ni siquiera paro detalle en ella. Me apresuro a subir a la cama poniendo los pies a sus lados, la obligo a abrir la boca y antes de que reaccione inhalo a la Diosa moribunda. Una especie de fuego azul sale de su boca y pasa a la mía. La suelto y corro a la mujer que tiene Alexander del brazo. Solo veo su cabello rubio y unos asustados ojos cafés antes de abrirle la boca y pasar a la Diosa a su esbelto y pequeño cuerpo. Convulsiona y vomita un liquido viscoso color blanco haciendo que Alexander la suelte y se haga a un lado mirándola con asco.

-¡No la sueltes!- le grito. Pero es demasiado tarde. La Diosa del olimpo toma posesión del cuero de la mujer y sus ojos se iluminan blancos como si sus ojos hubieran sido reemplazados por unos focos y sale corriendo a la velocidad de la luz sin que alguien pueda detenerla.

-¡Atrápala!- le grita Alexander a Jean. Pero se les escapa y salen detrás de ella.

La Diosa esposa de Alexander tose y se revuelve aferrándose de las cobijas. Su piel vuelve a ser clara. El sudor le perla la frente. Corro hacia ella.

"Necesita alimentarse"

-te traeré algo para que comas- salgo corriendo. No se a donde ir, solo camino teniendo en mente que al primero que se atraviese lo degollare y se lo llevare.

Pero algo en el río de fuego debajo del puente llama mi atención. O más bien, alguien llama mi atención. Me acerco sigilosa viéndolo llorar y clamar piedad. Sinner me mira cuando me detengo en la orilla, y lo veo batallar con otros hombres y mujeres para cercarse.

-¡Ayúdame!- grita desgarradoramente.

No puedo moverme, siento coraje al recordarlo. Pero me revuelve el estomago verlo ahí. Quiero y a la vez no quiero ayudarlo. ¿Y si me vuelve a traicionar?, ¿Pero y si no lo vuelve a hacer?

Volteo hacia el puente, el pelinegro continua ahí. Se me va ocurriendo la forma perfecta para hacer que pague por lo que me hizo y a la vez que me sirva de algo.

Me acuclillo y alcanzo su mano. Esta demasiado caliente. Debo darme prisa antes de que nos vean. Pongo fuerza para jalarlo. Los demás lo sujetan para salir también.

"Muéstrales tu rostro, se alejaran"

"Pero si me están viendo, ¿Cual otro rostro?"

No hay mas contestación por parte de ella. Creo que se ha acabado la conexión.

Tardo unos segundos en entender. Les muestro mis ojos negros, piel rojiza y mis colmillos. Retroceden asustados. Aprovecho para sacarlo. Me concentro para utilizar los poderes heredados por Alexander. Agito la mano y lo paralizo. Me lanza una mirada asombrado y asustado. Alzo la mano mostrándole la palma y su cuerpo se acuesta. Desprende una especie de luz azul, pronto se convertirá en alma. Flota a la altura de mi cara, lo suficiente para tomarlo de la mano y correr hacia el pelinegro. Hago que flote tambien y tomo a ambos de la mano para caminar de prisa hacia las cuevas de las súcubos.

En el camino empiezo a escuchar ruidos y temo que vuelvan. Me apresuro. Llego con ellos y las chicas dejan de sonreír cuando me ven llegar con ellos, su cara cambia a confusión y sorpresa.

-denme unos minutos.

Abren paso a las cuevas y los llevo dentro. Los dejo caer. Justo a tiempo, el cuerpo de Sinner se va transparentando. Brilla en una luz azul claro. Es un alma oficialmente y si no quiero que lo encuentren debo acelerar esto. Lo inhalo como si fuera humo y lo exhalo en la boca del pelinegro.

Pasan los minutos. Lo observo con ansias. Me sudan las manos y la cabeza me punza. Escucho como las súcubos se acercan. Volteo hacia ellas.

-¿Despertara?- pregunta una castaña de ojos azules. Tenían razón los libros cuando decían que las súcubos y los íncubos son criaturas hermosas.

-si- afirmo cruzándome de brazos. Me muerdo los labios. ¿Soy yo o hace frio aquí?

Rodean el cuerpo del hombre, de frente a mi. Lo observan sin perderse detalle.

-¿Y si mientras...?- una pelirroja se acerca a mi a paso sugerente. Me empuja suavemente contra la pared. Mira mis labios.

-¿Y los chicos?- no se me ocurre otra cosa que preguntar.

-ya los llamo. -une nuestros labios. Le respondo el beso. Es tan dulce, deseaba tambien esto.

-¿Puedes cambiar tu forma?- cuestiona la castaña viendo todo, a mi lado.

-prometo aprender- respondo entre el beso.

-nosotras te enseñamos...

Un gemido lastimero nos hace voltear al nuevo Sinner. Sus ojos se han abierto y respira agitado. Observa desorbitado a su alrededor. Debo atenderlo, se me olvidaba que no recordara nada. Será un hombre sin memoria.

Mejor.

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