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Capítulo 1. El peligro regresa.

Todo está oscuro. Mi cuerpo tiembla de miedo. Aun no se que esperar. Camino despacio, no se porque lo hago, solo se que tengo que hacerlo. Mis pies están descalzos y pisan pequeñas piedras. El cielo ruge furioso y se ilumina de naranja unos segundos. Me detengo, horrorizada. Al horizonte, una marea de fuego avanza hacia mi. Doy la vuelta. Pero choco con algo duro. Respiro agitada. Escucho una risa malvada, aguda, de hombre. Tengo ganas de llorar. De arrodillarme y suplicar piedad. No sé hacia donde ir. Extiendo las manos para tocar lo que hay delante de mi, es el torso de alguien desnudo.

—por favor...—suplico con fervor —ayúdame a salir.

La misma risa macabra suena y esta vez frente a mi. Retrocedo sintiendo escalofrío en todo el cuerpo. Me muevo hacia un lado esperando salir corriendo pero choco con una pared extremadamente caliente. Grito adolorida llevándome la mano al pecho. Voy al otro lado y otra pared caliente me recibe. Repito la acción. El cielo vuelve a rugir y aprovecho para voltear. El fuego esta a un metro de mis pies. La desesperación me rodea. Unas manos me sujetan de los brazos. Pego con los puños en su pecho.

—¡déjame ir, por favor!, ¡noo!— grito desesperada, al borde del llanto. Me levantan del piso.

Vuelve a reír, se revuelve un poco y el filo de un objeto filoso hace un corte en mi garganta en un abrir y cerrar de ojos. Me llevo las manos al cuello y trato de gritar pero no sale nada de mi boca. Inhalo con desesperación. Se ríe más  fuerte y sé que se regocija de placer. No le basta, porque me arroja al fuego y de inmediato siento el cuerpo caliente. Caigo al piso de lava. Pataleo y manoteo tratando de salir mientras siento las llamas envolverme. El aire que inhalo quema mis pulmones. Veo con horror como mi piel va desapareciendo, como mis uñas se ennegrecen y se caen. El olor me marea y el sonido de piel quemándose me causa aún más terror. Vuelvo a tratar de gritar y mi sangre me llena la boca, el sabor me da arcadas. Mi cuerpo se convulsiona. Entro en pánico al verme incapacitada para moverme. Un pitido retumba en mis oídos.

Lo veo de pie frente a mi. Tal como veía a Jean en su forma demoniaca. Piel roja, cuernos, ojos negros, garras, solo que el tiene piernas de cabra y cabello negro tan largo que le arrastra. Ríe enseñándome unos largos dientes filosos. Sigo sintiendo mi cuerpo arder, sigo inhalando un asfixiante aire caliente, sigo  tratando de salir pero no puedo moverme, ni gritar ni hablar. No quiero mirarme porque sé que solo veré los músculos e incluso ya parte de los huesos. Solo lo observo enseñarme un cuchillo en forma de medio circulo. Me señala con el, aun manchado de mi sangre.

—mañana ira directo al corazón. Y pasado mañana me empezaré a dar un banquete. Me han dicho que los ojos saben muy bien aunque yo solo prefiero los corazones.—dice con una voz de ultratumba. Me estremezco.

¡Quiero salir de aquí, por favor!

 •••

Extraigo mis colmillos de cuello del hombre, mis manos tiemblan mientras lo acomodo en la silla del escritorio. Me limpio la sangre que escurre por las comisuras de mis labios. No está muerto, solo inconsciente. No recordará nada.

Ojalá yo tampoco recordara nada.

Toda la oficina huela a sangre. Toda la oficina esta hecha un lío. Debo confesar que ha sido el que más a luchado, el que más a gritado, el que más a suplicado.

Debo apurarme a cambiar mi roto vestido. Tal vez si lo hubiera amarrado no hubiera hecho tanto desorden. Aunque no me ha ido tan mal para ser la primera vez que salgo después de tanto tiempo.

Luego de acomodar todo de nuevo, voy de prisa por el pasillo hasta el camerino de Jake. Antes de entrar me aseguro que no esté él, pego el oído a la puerta en busca de ruidos. No está.

Entro viendo a los lados por si alguien está cerca. Afortunadamente no hay nadie. Deben estar en sesión.

Busco en mi bolsa un vestido pequeño. He aprendido que siempre debo llevar alguno, pequeño para que quepa,  para mostrar lo que tengo que ofrecerles y por si lo mancho como en esta ocasión.

Me cambio y meto el vestido roto en una bolsa de plástico, luego lo quemaré. Ajusto mis botas de tacón.

Salgo del camerino desamarrándome y arreglándome el cabello a los lados. Me coloco la bolsa al hombro. Oh, casi olvido el labial. Lo busco de prisa y saco mi pequeño estuche circular donde solo hay espejo. Me pongo el labial, rojo, así cubrirá el rastro. Camino buscando con la mirada a Jake, poco a poco se empieza a llenar la sala. Una sonrisa se atraviesa en mi rostro, calcule el tiempo preciso. Apenas van saliendo del estudio.

Y ahora viene....

Clava sus ojos verdes claros en mi, me repasa con la mirada. Busca si he hecho algo malo. Le sonrío y el entrecierra los ojos.

Viste elegante, le queda por su delgada figura y su rostro angelical.

—¿a donde iremos ahora?—casi le sonrío como niña pequeña.

—aun no acabo — murmura llegando frente a mi. Como su nariz queda justo arriba de mi cabeza, olfatea. Lo hace para encontrar algún olor extraño.

¿Por que los demonios tienen que ser mastodontes de casi dos metros? Prácticamente tengo que ver hacia arriba.

—¿te espero en la limusina o me voy o...?

—no te muevas — continua olfateando discretamente. Me toma de la cintura y me pega a el.

—¡hey, aquí no, tío! —le gritan, con acento español. Es Marcel, uno de sus amigos.

Muchos creen que somos novios y todo porque suele ser demasiado protector. Y es que al principio de mi transformación solía ser demasiado, por no decir muy, llorona e insegura. Con el tiempome acostumbré y sí, me acosté con él pero no se volverá a repetir, juro que lo quiero como si fuera un hermano.

Aun que sea tan apetecible.

—no estamos asiendo nada —le responde Jake mirándolo. Dejándome libre de nuevo.

— entonces, te espero en...—doy la vuelta, lista para irme.

—alto ahí —vuelvo a verlo, se le ha marcado una vena en el cuello. Se le ve deliciosa, lista para...

Me toma de la muñeca con fuerza y me lleva a su camerino, me empuja dentro y cierra la puerta con seguro.

Camerino y puerta con seguro... ¿no les suena a alguien?

—Jake...

—Tayna...—suena molesto. Se cruza de brazos y se recarga en la puerta. —confiesa ahora.

Sonrío. 

—confesar, es tu frase favorita —se le marca otra venita en la frente. Quiero morderlo.

—a como no te portes bien, te encerraré de nuevo, lo juro.

—no he hecho nada malo Jaki —frunce el ceño. Se está enojando de verdad. Y a mi me está dando hambre, mucha hambre. No me lo está poniendo fácil, aun me tienta la sangre en sus venas, aun me tienta su caliente cuerpo. Tengo que bajar la cara y morderme los labios. O me le lanzaré encima.

Se acerca mi, me va a regañar, a decirme de nuevo que debo dejar de comer gente, que puedo alimentarme de bolsa de las donaciones y que si no cumplo me encerrará. La verdad, ya no me asusta. Quizás los meses encerrada me hizo inmune a las amenazas, o quizás la necesidad de supervivencia me oscureció el corazón.

—¡Jake!—tocan la puerta. Esa es su asistente, Martha. —ya casi sales a sesión, tienes que cambiarte.

—ya voy—me da una mirada de advertencia y va a abrir la puerta. Martha trae camisas y pantalones en ganchos y en fundas.

Ruego que me deje ir, no quiero verlo cambiándose frente a mi. Aun soy débil.

—Te espero en la limusina. —paso a su lado pero me detiene del brazo.

—espérame afuera con Martha, ya salgo. —aprieto los labios. —no te separes de ella —le dice.

Martha es una mujer no tan grande, parece de unos 40 años y suele ser como la mamá de todos. Por lo que nos mira con ternura.

—tiene cara de ángel pero no te confíes— abro la boca, sorprendida. ¿enserio le dijo eso? Pues no, no soy así.

Martha ríe divertida. Menos mal.

Le entrega la ropa y me señala afuera con la cabeza.

Salgo en silencio.

Su palabra favorita es confesar, la mía es, venganza.

Vamos a la sala. Y esperamos a que salga. Aquí todo es un caos, y más cuando se trata de día de sesión de fotos. Normalmente son los jueves pero si hay gira, esto es del diario.

Frente a mi está el escenario, donde suben a ensayar, del lado derecho está un pequeño pasillo que da a la sala de juntas, del lado izquierdo están los camerinos y el gran pasillo hacia las escenas para las sesiones fotográficas, detrás está la salida y la mesa de los aperitivos.

Estoy ansiosa, demasiada gente con el cuello descubierto. Siento que estoy sudando frío.

Me revuelvo en el asiento. Muchos me sonríen, les devolvería el gesto si necesitara comida.  Martha se sienta a mi lado, lleva una gran sonrisa en el rostro.

—y... ¿que cuentas?— me trata de hacer platica.

—¿Jake, tardará mucho?

—está acostumbrado a cambiarse de prisa a si que creo que no. ¿Por qué?

—ya esta empezando a hacer frío y no traigo suéter.

—si—me ve el vestido y salta del asiento —te conseguiré uno, no quiero que te vayas a enfermar. —va rápidamente por el pasillo de las sesiones.

Sonrío orgullosa, bien echo, Tayna.

Elijo a la siguiente presa. Podría pasar el día comiendo. Según Jake, eso es por parte de Killdrem, es él quien suele comer a cada rato aunque yo creo que se trata de Alexander, muchas veces lo vi observando los cuellos de quien le pasara en frente y de pronto desaparecía, no espontáneamente pero si lo dejábamos de ver por largo rato.

Y así es como estoy ahora.

Parecen muy apurados, ninguno me prestaría atención más de unos minutos.

Después de varios minutos sale Jake acomodándose el cuello de la camisa. Ese traje antiguo le queda espectacular. Me mira y le sonrío. Se muerde la mejilla por dentro.

—¿a donde mandaste a Martha?

—yo, a ningún lado Jaki pero fue a conseguirme un suéter.

Tuerce la boca, disgustado. La busca con la mirada.

—Vamos a mi sesión y después...

—después vamos a comer ¿si?—le sonrío inocente. Niega con la cabeza pero se que lo hará. Siempre cumple lo que le pido.

—tengo grabaciones

—a la mierda las grabaciones, me quieres matar del hambre —abre los ojos de par en par.

—No digas majaderías. Compórtate. Después iremos.

—no hemos comido desde la mañana, me sacaste de la cama a la fuerza

Rueda los ojos.

—bien, comeremos después.

—Bien

—acompáñame

—Jake, me traes de un lado a otro, ya me canse. Te espero en la limusina— se agacha a mi altura para verme directamente a los ojos.

—¿Quién me garantiza que no te comerás al conductor? —me lamo los labios. No quiero caer. Estos demonios deberían llamarse: pecado, lujuria, tentación y deseo. Si les queda.

—no lo haré, lo juro —alzo la palma.

—a mi no me chantajes, niña. No caeré en tu trampa. Ahora, acompáñame —señala hacia el estudio.

—¡ya bésense!— gritan. Y esta vez se que es otro de los amigos de Jake. No nos quita la vista de encima, divertido, mientras acomoda unas bocinas debajo del escenario.

—¿quieres que lo complazcamos?— me acerco a Jake, juguetona y el rápidamente salta atrás. Río a carcajadas. Me encantan sus reacciones. Ya vi porque dicen que les gusta molestarlo.
 

—no juegues —me toma de la muñeca y me hace caminar a su lado. Vamos al estudio y puedo ver el gran escenario. Parece que esta vez será una película de la edad media. Ahora entiendo su vestuario. Martha llega corriendo con un abrigo y me lo da. No me deja agradecerle porque corre hacia Jake que a tomado camino al cetro del escenario.

 
•••

—¿Que vamos a comer?— pregunto mirando por la ventana los carros pasar. Ha empezado a llover.

—no se —se alza de hombros— ¿Que quieres comer?— continúa conduciendo por las calles, concentrado. Bajando la velocidad por si alguien se atraviesa corriendo. Ya que muchos huyen a ocultarse de la lluvia.

—Se me antoja un café.

Sonríe y afirma con la cabeza.

Suspiro relajándome en el asiento. Escucho la lluvia pegar en el techo y el parabrisas del carro.

—aquí, hay una cafetería. —detiene el auto al lado de la banqueta. Sobre la acera hay una cafetería de vidrios remplazando las paredes. Esta abarrotado de gente a dentro. Todas las mesas están ocupadas y las meseras van de un lado a otro con charolas en mano. —no tardo. —se desabrocha el cinturón de seguridad y abre la puerta.

—espera, ¿que?, yo quiero ir también. —lo detengo del brazo y me quito el cinturón.

—está lloviendo y...

Abro la puerta y salgo, de inmediato la lluvia me empapa toda. Pero no me importa. La extrañaba tanto. La brisa, el ruido, frío. De repente me da la nostalgia. Cierro lo ojos unos segundos. Los recuerdos vienen a mi mente.

La soledad y frialdad de las cuatro paredes donde tuve que ser encerrada por mi propia seguridad y obvio por la de los demás. Donde casi me arrancaba la piel a causa de los tormentosos dolores de la transformación y la desesperación por comer pero no querer dañar personas.

Horrible.

—¿estas bien?— Jake llega a mi lado. Me sacude levemente el brazo. Le doy una breve sonrisa. Me siento dolida.

—si, yo y mis cosas. Ya sabes. ¿vamos?— le tomo del brazo y lo obligo a caminar conmigo pegada a él como una lapa.

Al abrir la puerta una campanita suena. Caminamos al mostrador. Voy viendo el menú en la pared de arriba, detrás de la chica que se nos acerca con una sonrisa amable.

Uh, uh, hay hamburguesas. Hace años no como una. Se me antoja.
 
—hola, ¿que van a ordenar?

—dos cafés para llevar, por favor.

La mujer los marca en las casillas sobre la pequeña pantalla táctil en el mostrador.

—¿algo mas?

—¿quieres otra cosa?— me pregunta Jake.

—quiero una hamburguesa pero, la grasa me...

—agregaremos dos hamburguesas—le pide a la chica y esta asiente y los marca también. Le entrega un ticket y caminamos a la caja. Saca un par de billetes y paga. Ya solo esperamos el pedido.

—¿me hará daño?— y otra idea pasa por mi cabeza. Abro los ojos enormes —no quiero engordar—tuerzo la boca.

Se ríe.

—no lo harás— se acerca mi oído— la grasa ya no nos afecta. —vuelve a su lugar— incluso podríamos comerlas todo el día.

Y mis ojos se iluminan.

—¡pídeme dos!— exclamo emocionada. Aplaudiendo.

Se ríe. Y niega despacio.

—ve por ellas.— saca un billete del bolsillo y me lo da.

Lo tomo y camino al mostrador de nuevo.

—dame dos hamburguesas más— la chica asiente con una sonrisa y marca en la pantalla mi pedido.

—hasta que te vemos— escucho una voz de hombre a mis espaldas y volteo curiosa.

—si verdad—  un hombre de mediana edad. Vestido de traje negro, con guantes de cuero, saluda a Jake con el puño.

Ese "estilo" me recuerda a Alexander de inmediato.

Jake me da una leve mirada y entiendo a la perfección. Se conocen.

—aquí tienes— la mujer me entrega el ticket y me pide que vaya a las cajas, donde está Jake.

Me debato mentalmente en ir. No quiero ir junto a ellos. Me quedo viendo a Jake, pidiéndole ayuda con la mirada.

—¡siguiente!— grita la chica y un hombre con un estilo similar se acerca al mostrador a pedir seis hamburguesas. La chica me pide que me retire con la mirada. Y yo camino cohibida hasta las cajas evitando ver a Jake.

—quizás deberías pasarte alguna vez. La empresa va funcionando bastante bien— el hombre continua hablando con Jake.

—si, luego paso— le entregan nuestro pedido en bolsas de papel.

—tu pedido va junto con la de tu novio. —dice el muchacho que entrega y señala a Jake. Me tenso y creo que Jake también.

—gracias—susurro.

Doy vuelta y siento los ojos de todos los hombres de Alexander, incluido a Jake quien aprieta los labios preocupado.

—ya nos vamos—pasa entre ellos y me toma de la muñeca.

—¿y si Alexander esta afuera?— le susurro.

—¿es tu chica?— pregunta otro hombre acercándose a nosotros. Lleva anillos, cadenas, pulseras y un par de dientes de oro. Me estremezco cuando se pone delante de nosotros.

—No, es solo una amiga. —responde Jake. Me aferro a su mano.

—ya veo— sonríe el tipo. Y dirige su mirada a mi —me llamo George pero puedes llamarme Gio— me extiende su mano. Paso saliva y le regreso el saludo. Me guiña el ojo.

—ya nos vamos— vuelve a decir Jake.

—oh, claro. —el tal Gio se hace a un lado. Y vuelve a mirar a Jake. —le diré al jefe que también estas aquí para que salga a saludarte. Está en la camioneta.— dice tranquilo, señala afuera un par de camionetas grandes color negro, con los vidrios totalmente oscuros. En la acera donde está el carro y en la otra enfrente.

Un escalofrío me recorre la piel. Mi cuerpo tiembla de miedo. Casi siento como mi frente se perla de sudor frío.

Sí planeo enfrentarlos pero no tan rápido.

—después paso con él— me jala a la salida.

—¡señor, su cambio!— la chica le llama apenada a Jake. Y este gruñe, me lanza una mirada de "cuidado". Va con ella.

—parece que el cabello rojo se ha puesto de moda ¿verdad?— me dice Gio tratando de hacer platica. —de hecho también las mujeres del jefe lo tienen así— me sonríe mostrando los dos dientes de enfrente de oro.

—si, quizás. —respondo nerviosa.

Como le explico que fue la única peluca que encontré disponible cerca de casa. Además no planeo usarla mucho tiempo. Extraño ver mi perfecto cabello al aire. 

"Ese hombre está siempre junto a Alexander, te olerá en el, aléjalo"

Me dice Jake telepáticamente.

—iré al auto— camino a la salida casi corriendo.

—claro, te acompaño— me sigue.

Bajo la cabeza. Tal vez haya cambiado mi aspecto pero no mis ojos. No quiero que me atraviese con su penetrante mirada y descubra que soy yo.

Llegamos al carro y abro la puerta rápidamente.

—quizás algún día podamos salir, claro, si quieres— se pone unos curiosos lentes oscuros. Se ve bien. Realmente bien, hasta podría...

—¡hey, gusano!— su gruesa voz me altera aun más. Me oculto tras la figura de Gio.

Veo a Jake casi llegar con nosotros pero se detiene al oír la voz de su hermano. Voltea a verlo. Yo ni a eso me atrevo. Solo se que se asomó por una de las ventanas de la camionetas del otro lado de la acera.

—¿te da miedo el hermano de Jake?— se ríe— descuida, a todos nos da miedo— susurra lo último y se deshace en carcajadas.

No puedo evitar reír con el. Ya me cayo bien.

–¿Entonces que dices? ¿Aceptas salir a comer uno de estos dias?

Me quedo pensando. Una idea se va formando en mi cabeza.

– Claro.

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