Capítulo 8. 💙
"Nadie le preguntó al lobo
sí era feroz por naturaleza
o se tuvo que volver así
para sobrevivir".
—JF Torres.
Angel
Estábamos a unos cuantos días de dejar el departamento en el que pasamos muchos momentos lindos, pero también algunas desgracias y aunque yo siempre intentaba verle el lado positivo a todo y no buscarle las cosas malas a lo que me pasaba en este momento y sabiendo lo poco que sabía de Hunter Dagger dudaba en si había tomado la decisión correcta, no lo decía por mí sino por Callie, aunque ellos parecían llevarse bien y no era raro en mi pequeña hermana, pero sí en Hunter que era como un repelente para los niños y cualquier persona en sí.
Aprovechaba al llegar a casa para guardar lo poco que nos íbamos a llevar a la mansión, ya que esta estaba amueblada y no teníamos que llevar nuestros sofás viejos o los colchones con manchas extrañas que no sé de dónde salían porque un día solo aparecían y ya. No tenía mucha ropa, algunos vestidos que compraba en el mercado sobre ruedas, otros más que me había regalado Amara y unas blusas junto a unos jeans de mezclilla. Como dije, no teníamos mucho, así que solo había unas cuantas cajas en el pasillo y nada más. Ya casi estábamos listas para dejar este lugar y empezar en uno nuevo donde esperaba que nos fuera bien y no tuviéramos problemas con nadie, empezando con el dueño de la mansión.
Saqué uno de los tantos álbumes que mi padre guardaba con tanto recelo. Lo abrí en una página cualquiera y me encontré con la única fotografía que mi padre conservó de esa mujer. Ni siquiera sé por qué la guardó, si decía odiarla tanto, pero esas eran sus palabras y no creo que fueran ciertas, es más, creo que muy dentro de él todavía conservaba un poco del gran amor que una vez llegó a sentir por ella, creo que por eso se odiaba porque no la podía odiar como se merecía y eso también le dolía y mucho. En ese momento ese recuerdo llegó a mí y el dolor se expandió en mi pecho como lo hace la mala hierba en los jardines, por eso la tienes que arrancar de raíz para que no brote más y afecte a las demás plantas. Pero yo no podía arrancar mis recuerdos, estos me perseguían en cada paso, en cada suspiro. Olvidar ese día sería imposible, así como lo era fingir que no tenía y que todavía andaba por ahí negando que tenía dos hijas a las que abandonó.
«Me encontraba en mi habitación junto a Callie, quien apenas tenía cinco años, ella iluminaba mientras en la sala mis padres discutían como todos los días. No quería que escuchara las constantes peleas que tenían a cada rato, todo el tiempo. Pero era casi imposible cuando el departamento era muy pequeño y las paredes eran casi de cartón, todo se escuchaba en este lugar.
No había paz en esta casa, siempre eran peleas hasta porque pasaba la mosca y la única culpable de todo era mi madre. Yo era pequeña, pero me daba cuenta de que era ella quien empezaba todo y mi padre, por más paciencia que tuviera, llegaba el punto en el que se defendía de sus constantes ataques.
—Bicha —levantó la cabeza —. Te está quedando muy bien —pasé mi mano por su cabello rubio y siguió iluminando su dibujo.
—¡Estoy harta! —gritó mi madre —. ¡Harta de todo esto! —Subí el volumen de aquella canción que tanto nos gustaba a Callie y a mí: Everybody de los Backstreet Boys.
Callie miró en dirección a la puerta, pero señalé el dibujo y dejó de mirar en esa dirección. Hacía lo posible para que mi hermanita no escuchara sus peleas, los gritos de mamá y uno que otro insulto a nuestro padre. Sabía que él no era perfecto, pero siempre hacía lo que podía para que tuviéramos lo necesario.
—Ahorita vengo, Bicha —Callie asintió con la cabeza y cerré la puerta de la que era nuestra habitación. Avancé por el pequeño pasillo hasta llegar a la sala y ahí se encontraban los dos, ella molesta como siempre y mi padre con la cabeza agachada como era su costumbre. Bajaba la cabeza ante ella y eso no me gustaba porque él solo escuchaba y muchas de las veces se quedaba callado. Tampoco es que quería que la golpeara, pero podía decirle que en esta casa nada le faltaba, que tenía todo lo que él le podía dar.
—Estoy harta de esta miseria —se quejó.
—Pues vete, si no te gusta vivir así, vivir aquí —mi madre se giró hacia mí con los ojos bien abiertos y mi padre levantó la cabeza en mi dirección, ambos sorprendidos por lo que dije. Era una niña, sin embargo, no era tonta —. Si no te gusta esta vida puedes irte, pero esta vez que sea cierto y no una más de tus mentiras.
—¿Qué dijiste? —preguntó estupefacta. En ese momento vi sus intenciones marcadas en cada uno de sus movimientos. Yo me estaba poniendo a la ofensiva y eso no le gustaba, tampoco el que le respondieras porque según ella era nuestra madre y merecía todo el respeto. A ella le gustaba tener dos niñas obedientes y no rebeldes como se suponía era yo.
—¡Te puedes largar ya! Si tú estás cansada de esta vida, yo estoy harta de tus reclamos hacia papá, estoy cansada de que seas una mala madre, la peor de todas. ¡Te odio, te odio! —se acercó a mí para darme una bofetada, pero antes de que su mano tocara mi rostro, mi padre la detuvo.
—¡A mi hija no le vas a pegar! —agarró su mano en el aire y detuvo cada uno de sus movimientos —. ¡Lárgate de una vez antes de que se me olvide que eres mujer y te golpeé!
—¿Te das cuenta de lo que me estás diciendo? —se giró hacia él y parpadeó.
—Lárgate, por favor —le suplicó mi padre —. Angel tiene razón, si ya estás harta de esta vida puedes irte, la puerta está abierta y te pido que no regreses nunca —se soltó de su agarre y se sobó la muñeca dando un paso atrás. Nos miró a ambos, incrédula, molesta, cargada de coraje porque no me pudo poner en mi lugar y porque por primera vez mi padre la puso a ella en su lugar, ya que como dije siempre se quedaba callado para no hacer más grande en problema.
Se dio la vuelta para ir a la habitación y cuando regresó, minutos después, ya venía con una maleta en la mano y su bolso.
—Esto es lo que te has ganado —miró a mi padre con odio —. No me vas a ver nunca más —dijo de manera exagerada y salió del departamento mientras mi padre se aferraba a mí como si fuera lo único que tuviera en ese momento. Se estaba rompiendo, se estaba cayendo a pedazos, mi hermana y yo éramos las únicas dos personas que él tenía en este momento. Él era la única persona que nosotras teníamos en ese momento también.
A veces me culpaba porque ella se fue, porque yo le dije que lo hiciera, pero de todos modos lo iba a hacer, un día se iba a ir y que mejor que fuera ahora. Con el tiempo entendí que fue solo un pretexto, una excusa tonta para coger sus maletas y dejarnos.
Por mucho tiempo esperé que un día la puerta se abriera y que fuera ella quien regresaba arrepentida por haberse ido. Muchas veces soñé que ella estaba a nuestro lado, que nunca se fue, pero con el paso de los años me di cuenta de que en realidad nunca nos quiso y eso fue mucho más doloroso que el día que cruzó la puerta.»
Y debo confesar que aun con mis veintitrés años miraba la puerta, esperando que mi madre tocara y me dijera que había regresado, que ya no se iba a ir.
—¿Angel? —La dulce voz de Callie me sacó de mi ensimismamiento. Cerré el álbum y me limpié debajo de los ojos para borrar las lágrimas que había derramado recordando ese momento —. ¿Estás bien? —guardé el álbum junto a otros más dentro de la caja que tenía a un lado.
—Estoy bien, no pasa nada —mentí para que no me hiciera más preguntas, pero mi hermana era muy buena en estas cosas y yo era una mala mentirosa —. No pasa nada —me puse de pie y cogí la cinta para cerrar la caja.
—¿Estás segura? Porque no te creo —dijo sincera.
—Estoy segura. Mejor dime que pasa contigo —quise cambiar de tema —. ¿Ya terminaste de guardar todo?
—Síp, ya guardé lo poco que me faltaba, de todos modos, no nos vamos a llevar mucho —se sentó a mi lado y puse una mano en su delgado hombro —. ¿Te digo algo?
—Dime —la miré y me observó atenta.
—No creo que estés muy segura de querer irte —fruncí el ceño.
—Ahora eres tú la que tienes dudas, ¿eh? —le piqué el hombro con el dedo —. Si fuiste tú quien me convenció para salir de este lugar y vivir en la mansión. ¿Qué pasa? —rodeé su hombro con mi brazo y con el otro la abracé por delante —. ¿Ya no te quieres ir?
—Claro que quiero salir de aquí, es solo que...—ambas observamos nuestro pequeño departamento y puedo jurar que las dos sentíamos esta pena y melancolía —. Hay muchos recuerdos, pero sé que vamos a estar mejor en la mansión que aquí —en sus labios se desplegó una sonrisa.
—Tienes razón y mientras estemos juntas no importa a donde vayamos, todo será mejor —se acurrucó en mis brazos.
—¿Sabes cuándo van a venir por estas cosas? —miraba las cajas que estaban regadas por todo el departamento. No eran muchas, pero sí estorbaban.
—Tengo que informarle al señor Dagger que todo está listo. Marie me dijo que allá ya están listas las habitaciones —Callie suspiró con pena.
—Vamos a estar mejor, yo sé que sí —apretó mi mano y yo hice lo mismo.
Callie fue a su habitación a terminar de guardar sus libros que eran muchos, por cierto, no sé cómo le hacía mi hermana para ahorrar el poco dinero que le daba para comprar libros y menos entendía como se daba el tiempo para leerlos todos. No sabía cuántos tenía, pero sí que eran muchos y necesitaba más de dos cajas para guardarlos todos porque conociéndola era más probable que me dejara a mí que a sus libros.
Mientras ella estaba en su habitación yo me encontraba en la cocina para guardar algunos platos y utensilios que compré con mi primer sueldo. En ese momento me sentí tan orgullosa cuando tuve el dinero en mis manos, fue tan reconfortante saber que de ahora en adelante ayudaría a mi padre y sería menos pesado para él pagar las deudas que tenía para ese entonces. Me dolió salirme de la universidad, aunque no me quedó otra opción, era eso o pasar días sin comer y creo que tampoco había mucho que pensar.
Cuando me di cuenta ya eran más de las doce de la noche. Terminé de guardar todo y ahora, el departamento en el que habíamos vivido los últimos años de nuestras vidas se encontraba casi vacío, ya casi no quedaban muebles y lo poco que había estaba por desaparecer en unas horas. Mi pecho se invadió con pena y dolor, me apresaba el corazón y me hacía sentir peor de lo que ya me sentía de por sí. Pero ahora empezaríamos una vida nueva en un lugar totalmente diferente a este, más seguro para mi hermanita y para mí.
Escuché ruidos afuera, así que me asomé por la ventana y vi a un grupo de chicos que estaban fumando y riendo. Eran los mismos vecinos del barrio, del edificio, a algunos de ellos los conocía desde que eran niños y otros más llegaron con el paso de los años. Era increíble que con el paso de los años se hubieran deteriorado tanto como este lugar, el cual no se encontraba en estas condiciones, pero todo se va pudriendo con el paso de los años, con el llegar de las personas.
No era tonta y estaba consciente de que esos jóvenes que estaban ahí abajo eran los responsables de algunos asaltos y algunos delitos de bajo impacto, y sé que no estaba bien hacer comparaciones, pero Hunter Dagger no era un ángel, tampoco aun así estaba segura de que no nos haría daño a ninguna de las dos, él quería a mi tía como si fuera su madre así que estaba más que advertido y tampoco creía que ella dejaría que él nos hiciera algo malo. Algunos de ellos estaban más dañados que otros, rompían buzones, espejos, los vidrios de los autos, lo que sea que pudiera quedar hecho añicos. Se metían en negocios turbios para tener un poco de dinero en los bolsillos al terminar la noche, muchas de las veces vendían drogas y no es que alguien me viniera con el chisme, yo me había dado cuenta de ello algunas veces que salí en la noche a comprar algo.
Este lugar se estaba pudriendo poco a poco y yo no quería pudrirme aquí también.
Hunter
Me consideraba un hombre al que le gustaba tener el control de todo, de absolutamente todo y con los negocios no podía ser diferente. Siempre intentaba que estos salieron bien y cuando no era así me ponía de muy mal humor, por eso es que Maykel prefería estar lejos de mí cuando algo salía mal, creo que pensaba que me iba a desquitar con él y muchas veces lo hice por eso intentaba no hacerlo más, es mi mejor amigo y siempre estuvo a mi lado.
Al igual que él, Danielle ya conocía mi mal humor y cada que podían me lo recordaban, aunque no de la mejor manera. Pero para mí no era fácil expresar lo que sentía o pensaba, aunque mis padres fueron muy comprensivos con Blake y conmigo siempre fui más introvertido que ella, aunque al final nos parecíamos mucho. Solamente Danielle, Maykel y Marie me entendían bien, alguna vez también podía considerar que Charlotte me entendía, pero me di cuenta de que no era así y me preguntaba por qué ella se quedó a mi lado tanto tiempo cuando ya no me quería. Hubiera preferido que me dijera a tiempo y no que me dejó ilusionarme con una relación que no iba a ir a ningún lugar. Solo terminé con el corazón roto y algunos sueños por el suelo.
Aquella mañana fui con Maykel a una reunión que solicitó uno de los tantos "socios" que tenía en esta ciudad. Era un idiota, pero su padre no tenía ni una pizca de tonto, por eso hacía tratos con él y no con el imbécil de su hijo que pensaba que esto era un juego y que podía venir a mi ciudad a mandar como si fuera el dueño de este lugar, cuando por supuesto no lo era, primero tenía que matarme para apoderarse de las calles de Seattle.
—Odio a este imbécil —murmuré y Maykel negó con la cabeza, una sonrisa se dibujó en sus labios.
—Y él te odia a ti, Hunter —se quitó las gafas y las puso sobre el tablero —. No eres de su agrado. No dejas que su negocio avance y eso lo enoja mucho. Así que el odio es mutuo, querido amigo.
Este día en particular hacía un buen clima en Seattle, estábamos en el mes de mayo y por ende no hacía tanto calor, pero esta mañana no era calurosa y el viento soplaba fresco, moviendo mis cabellos de un lado al otro. Maykel llevaba puestas unas gafas negras al igual que yo, conducía un auto hermoso Jaguar E-type Roadster de color negro que había comprado en una subasta, salió un poco más caro de lo que me imaginé, pero valió la pena cada euro que invertí en ese auto. Me encantaba ese auto.
Cuando llegamos a la propiedad nos tuvimos que anunciar antes de entrar, después de eso Maykel condujo hacia el estacionamiento y se detuvo al lado de una camioneta negra. La mansión de Hiroki era grande y muy bonita, el sujeto era agradable, pero su hijo no tanto, por eso no me gustaba hacer tratos con él, era inmaduro e idiota, lo que lo hacía más peligroso que los demás, ya que se dejaba llevar por sus emociones idiotas, y no pensaba con la cabeza fría. Tampoco podía solicitar ver a su padre, ya que el pobre hombre había regresado a Japón y estaba muy enfermo, lo que escuché decir es que no tenía mucho tiempo de vida.
—Esta es mi ciudad y tiene que obedecer mis reglas —le dije saliendo del auto y abrochando uno de mi saco. Antes de llegar a la puerta principal, una mujer nos interceptó de la nada, solo apareció como un fantasma en medio de la noche.
Era una mujer bonita, cabello largo y lacio por debajo de los hombros, piel blanca, ojos rasgados y cuerpo bien ejercitado. La falda que llevaba puesta se ceñía a su cuerpo y hacía juego con la blusa blanca, traía puestos unos tacones altos, con el tacón delgado, casi como si fuera una aguja.
—El señor Hiro los espera en la piscina —sin decir más pasó a nuestro lado. La seguimos por uno de los costados de la casa. El lugar contaba con muchos árboles y plantas que hacían más agradable estar aquí porque la presencia de Hiro era de por sí insoportable. La mujer se detuvo a escasos centímetros de un camastro donde Hiro yacía acostado con tan solo un traje de baño muy pequeño. No sé si a él no le daba pena, pero yo sentía pena por él, aunque era un desvergonzado.
Miré a Maykel, quien se encontraba igual de sorprendido que yo. Ambos pensamos que Hiro nos iba a recibir en otro tipo de condiciones, con otra ropa. Con ropa, mejor dicho, y no con un bañador que apenas le cubría sus porquerías.
—Señor, han llegado —informó la mujer. Giró en redondo y nos observó atenta, fueron un par de segundos en los que nuestras miradas se cruzaron, pero me pude dar cuenta de la oscuridad que la rodeaba y no era el mismo tipo de oscuridad con la que tenía que vivir yo, esta era diferente. No sabía cómo explicarlo.
Hiro se incorporó sentándose en la orilla del camastro. Hizo crujir su espalda como si fueran las papitas que comía Maykel todos los días.
—Hunter Dagger y Maykel Brown —dijo Hiro. Tenía ese acento oriental que no podía soltar. Se puso de pie quedando frente a nosotros.
Era alto, muy alto y delgado, pero con una espalda ancha al igual que sus hombros cincelados, piel blanca (como la mayoría de los suyos), el cabello lacio le caía al frente, algunas gotas de agua goteaban de las puntas de las hebras negras. Hiroki e Hiro pertenecían al clan de los Yamaguchi-gumi, uno de los clanes con más miembros en Japón. Con más de cuarenta mil miembros activos, el más importante, no solo por la cantidad de miembros sino también por su poder económico. Tal vez en Japón lo eran, pero aquí tenían que acatar las reglas y nadie podía ir en contra de ellas, mucho menos Hiro que quería hacer de esta ciudad un burdel andante.
El cuerpo de Hiro estaba cubierto por tatuajes, que iban desde donde empezaban sus muñecas hasta su clavícula, justo donde quedaba la línea de la camisa que los podía cubrir perfectamente. Su piel era como un lienzo que cubría con tinta y tal parece que no era suficiente con todos los que ya tenía porque siempre encontraba alguna parte de su cuerpo sin tatuar para cubrirlo también y que no quedara ni un pedazo de piel virgen. Brazos, hombros, espalda, muslos y piernas. Creo que todos tenemos una adicción, llámese como se llame, drogas, alcohol, personas, etc. Estaba seguro de que una de las adicciones de Hiro era el dolor placentero que le generaba hacerse tatuajes y estos en sí.
—Me dijo Maykel que quieres hablar conmigo —le pregunté. Nos invitó a tomar asiento en las sillas debajo del parasol. Sobre la mesa había bebidas y algunas botanas.
No estaba nada contento con estar en este lugar, es más, quería salir de aquí porque si había una persona en la que no podía confiar ese era Hiro. Nada de lo que hacía o decía me hacían creer en él, con el paso del tiempo aprendí que todos tienen oscuras intenciones e Hiro no era la excepción, ese idiota tramaba algo, pero sería difícil averiguarlo, era complicado entrar en su círculo a menos que él así lo quisiera y tampoco confiaba en mí, debo admitir.
Antes de sentarme me quité las gafas y me desabotoné el saco, para después sentarme al lado de Maykel quien estaba más que preparado para comer algo de todo lo que había sobre la mesa. Mientras tanto, Hiro, con la ayuda de la mujer, le ayudaba a ponerse un albornoz con detalles orientales, tanto en letras como pinturas. Alcancé a ver un samurái.
—¿De qué quieres hablar? —indagué cogiendo el vaso con una mano. Le miré atento mientras tomaba asiento frente a nosotros y apoyaba los brazos en el reposabrazos de la silla.
—Tengo entendido que has hablado con mi padre —murmuró. Primero miró a Maykel para después observarme a mí —. Ya sabes, sobre este tema que nos afecta a los dos —sabía a donde iba con toda esta palabrería barata. Pero como siempre no iba a conseguir convencerme de aceptar —. Creo que no te he dado suficientes motivos para que aceptes asociarte con nosotros.
—Ya sé por dónde vas, Hiro y como siempre te lo he dicho no acepto —la mujer que lo acompañaba no dudó en acercarse y colocarse detrás de su jefe —. Nada de prostíbulos o algo parecido. No quiero ningún club de esos en mi ciudad.
Hiro tensó la mandíbula con fuerza, noté que apretó los puños y destensó los hombros a los pocos segundos.
—No me has entendido, Dagger —le hizo una señal a la mujer, quien se apartó y cogió un maletín, lo puso encima de la mesa, lo giró en nuestra dirección y lo abrió para mí. Maykel dejó de comer solo para intentar tocar uno de los tantos fajos, sus ojos brillaron, pero le di un manotazo y solo así apartó la mano —. Creo que nadie te ha llegado al precio, Dagger.
¿Nadie me ha llegado al precio?
—No soy una mujerzuela, Hiro y no tengo nada en contra de ellas, pero no me vendo ante nadie —yo mismo me encargué de cerrar el portafolio ante la cara estupefacta de Hiro y aquella mujer.
—Creo que no has entendido, Hunter —insistía tanto que me iba a cansar con el mismo tema y estaba a nada de perder la poca paciencia que tenía con él —. Es una buena ganancia.
No me importaba la cantidad de dinero que me iba a dejar este negocio, simplemente no quería obligar a ninguna mujer a vender su cuerpo. No me podía imaginar saber que por ahí había sujetos que las golpeaban y amenazaban con matar a su familia con tal de que hicieran lo que ellos les dijeran. Además de todo estaba Blake, mi pequeña hermana sería capaz de cruzar el centro ardiente del planeta con tal de hacerme pagar si yo empezaba con este sucio negocio. Esta vez no iba a ser tan piadosa conmigo y estaba seguro que no iba a dudar en apretar el gatillo o peor, encerrarme en la cárcel de por vida. Tampoco era tan compasiva como lo parecía.
—No quiero ganar dinero porque una niña ha sido violada —mi voz era determinada, pero Hiro era un imbécil que no quería dar su brazo a torcer. Estaba empecinado en hacer lo que tanto quería, pensaba que aquí podía mandar como en Japón, sin embargo, no se encontraba en su país, aquí las cosas se hacían a mi modo.
—No van a ser niñas, Hunter.
Pero que sujeto tan molesto e insufrible.
Mis dedos se enroscaron con más fuerza alrededor del vaso de vidrio, este crujió suavemente, pero yo quería estrellarlo en su cabeza.
—No quiero ganar dinero mientras una niña o una mujer es violada. Ya hablé con tu padre acerca de este tema y no entiendo cómo es que insistes tanto, fui muy claro con él —solté el vaso antes de perder la cordura y estrellarlo contra su cabezota dura —. Si no estás de acuerdo con mis términos te sugiero que te largues de aquí y hagas lo que te plazca en otro lugar, porque mientras estés aquí harás lo que yo diga y no quiero ningún puticlub en mi maldita ciudad —mascullé.
Me puse de pie ante la mirada anonadada de Hiro, quien no creía que le estuviera diciendo esto. Tal vez pensó que iba a aceptar sin rechistar, que haría lo que él me ordenaba, pero se topó contra una pared, ya que sería muy difícil (imposible) que me sometiera ante sus decretos.
—Más te vale que no intentes hacer nada porque, por si no lo sabes, me entero de todo lo que pasa en esta ciudad —Maykel se puso de pie a mi lado —. Me llego a enterar de que estás haciendo negocios a mi espalda y no sabes cómo te va a ir.
No esperé que dijera nada, tampoco tenía caso escuchar ninguno de sus lloriqueos, así que empujé la silla y nos alejamos dándoles la espalda a ambos. Tal vez haría un berrinche como era su costumbre, pero me importaba poco lo que ese niño idiota hiciera, estaba más que advertido y más le valía no llevarme la contraria si no era capaz de matarlo con mis propias manos, aunque eso fuera en contra de lo que una vez prometí que no haría: volver a apretar el gatillo para quitarle la vida a alguien.
La primera y última vez que lo hice bastó para condenar mi vida y alma.
—Eso estuvo muy bien —murmuró Maykel a mi lado.
Sentía que las sienes me palpitaban, tenía los puños apretados y la mandíbula tensa.
—Lo quiero matar, te lo juro —le dije.
—Hasta yo quería matarlo, es tan imbécil —solté el aire retenido y caminamos hacia el auto, mientras maldecía una y otra vez por venir e intentar hablar con ese idiota.
—No pienso hablar de este tema, está olvidado para mí —subimos al auto y cerré la puerta con violencia. Apoyé el codo en la ventanilla y solté un largo y sonoro bufido. Maykel encendió el auto y arrancó para salir del estacionamiento —. No me vuelvas a traer a esta casa o te juro que un día vas a despertar muerto en el mar.
Esperamos que la reja se abriera para salir de la propiedad. Una vez afuera pude respirar en paz, ya no sentía que tenía una piedra sobre el pecho y que no me dejaba respirar. Me contenía para no querer matar a alguien, pero sentía que un día iba a explotar y todos estos años serían en vano.
—No lo volveré a hacer, lo prometo —comentó.
—No hagas promesas que no vas a cumplir —lo señalé y asintió de mala gana.
—Está bien, jefe —sus dedos se enroscaron alrededor del volante.
—No sé cómo puede pensar que iba a aceptar así sin más. Tengo una madre y una hermana, no me gustaría que algo como eso les pase a ellas —sacudí la cabeza alejando esos pensamientos.
Por este tipo de cosas detestaba hablar con Hiro, no era como su padre y eso se veía desde que empezaba a hablar. Su padre era más centrado y maduro, más inteligente, algo de lo que su hijo carecía en mucho.
—No te confíes de él, Hunter, no se va a quedar con los brazos cruzados —habló Maykel a mi lado. Le di la razón por que la tenía y mucha. Hiro no me inspiraba confianza y tenía que tenerlo vigilado para saber lo que tramaba. No podía confiar en él para nada, no era algo que me caracterizaba, pero con él mucho menos.
—No voy a confiar en él, trama algo. No me preguntes por qué lo sé, simplemente lo sé y ya —me ajusté el cinturón cuando nos detuvimos detrás de otro auto.
—Quizá quiera matarte —habló sin rodeos —. Sabe que este es un buen lugar para hacer sus sucios negocios y eres esa piedra en el zapato que le estorba. No dudo que te quiera ver muerto —lo miré de reojo.
—Gracias por ser tan sincero —ironicé y solo se rio de mí.
—Es la verdad, Hunter —se acomodó en el asiento —. Sabes que eres lo único que se interpone para que abra todos los clubs que él quiera. Hiro es problemático e idiota —soltó una risita agradable.
—Pues tendrá que pasar sobre mi cadáver para que lo haga —mascullé. Mis dientes rechinaron y miré a través de la ventanilla para intentar pensar en otra cosa —. Primero me encargo de matarlo yo. Lo juro.
Mis pensamientos me llevaron a aquella noche en el Heaven cuando me di cuenta de que Angel se encontraba en el mismo lugar que yo. Debo confesar que me gustaba mucho más con sus vestiditos con flores que con el uniforme que le obligaba a ponerse porque no tenía que hacerlo, pero así se veía encantadora también. Ahora que la iba a tener viviendo en mi casa, bajo el mismo techo que yo, y la idea en sí no me desagradaba.
No debo de olvidar a Marie.
Y no tenía que hacerlo. Marie me cortaba las manos antes de que las pusiera sobre su adorada y hermosa sobrina.
No tardamos en llegar a la mansión. Maykel se quedó, ya que teníamos que revisar algunos papeles, ya que no quería ver a Keira, y no es porque me estuviera escondiendo ni mucho menos, simplemente me quería alejar del club por un rato, tampoco ayudaba estar ahí con estos dolores de cabeza. La migraña me iba a matar un día de estos.
Bajé del auto, me acomodé las gafas sobre el puente de la nariz, ya que la luz del sol me lastimaba los ojos, así que apresuré el paso y entré a la casa huyendo de la luz del sol. Al entrar al lobby, la primera persona que vi fue a la señorita Rider, quien estaba acomodando el jarrón, al que le había puesto flores frescas que seguramente cortó del jardín.
Me quité las gafas y quise sonreír, pero se veía muy seria para ser ella.
—¡Angel, hola! —gritó Maykel con efusividad. Pasó a mi lado y saludó a Angel como si fueran grandes amigos.
—Hola —lo saludó ella con algo de pena —. Señor Dagger —musitó, escondiendo las manos en los bolsillos de su delantal
—Señorita, Rider —hice un asentimiento con la cabeza —. Maykel, vamos —caminé hacia el despacho y Maykel no tardó en seguirme.
—Te veo más tarde, Angel.
Maykel se despidió de Angel. Ya no logré escuchar lo que le dijo ella.
Entramos al despacho y le pedí a Maykel que cerrara la puerta. Fui detrás del escritorio y dejé las gafas a un lado.
—Se ve que tú y la señorita Rider se llevan muy bien —tomó asiento en una de las sillas frente a mí.
—Ella me cae bien, además es una linda persona—dijo, despreocupado.
—¿Son amigos? —cogí la carpeta que teníamos que revisar, pero le eché una mirada de soslayo.
—No sé si me considera un amigo, pero como te dije, me agrada. Es una chica dulce, inteligente y muy tierna. Si tan solo te dieras la oportunidad de hablar con ella, intentar conocerla te darías cuenta de las virtudes que posee —
—Angel es una linda chica, es dulce, inteligente y tierna. Si te dieras la oportunidad de hablar con ella te darías cuenta de sus virtudes.
—Virtudes —repetí y él asintió con la cabeza.
—A veces me agrada mucho más que tú —confesó y me señaló de manera divertida. Lo que no me sorprendía, ya que a veces podía ser un poco desagradable para algunas personas.
—También me agrada mucho más que tú —me burlé de él y me mostró el dedo medio, entornando los ojos con molestia.
—Termina con este sufrimiento de una vez por todas y dime que hacemos aquí. Tengo una vida social por si no lo sabías —se quejó —. Tengo una cita —dijo altivo.
—¿Acaso tienes una cita con Alfalfa? —le miré y se notaba indignado por lo que dije, pero era más que cierto.
Alfalfa era su mascota, un lindo y molesto can que encontró al lado de la carretera. Maykel siempre ha sido un buen sujeto, por ello no podía dejar al pobre cachorro como si fuera basura, porque no lo era y Maykel lo sabía. No tuvo el corazón para dejarlo tirado ahí, así que lo llevó al veterinario y después de comprobar que estaba bien lo llevó a su departamento quedándose con él y haciéndole compañía. Aquella no fue la primera vez que rescató a algún perro o gato, pero sí la primera vez que se quedaba con uno de ellos. Alfalfa se ganó su corazón, era un perro lindo y bien portado, creo que le empezaba a agradar y él, a mí, era un buen sujeto.
—Mi vida privada no es de tu incumbencia —respondió.
Con esas palabras solo me dijo que sí, la cita importante era con Alfalfa.
—Hay un tema del que quiero hablar contigo —cambié de tema. Maykel resopló y se dejó caer en la silla, deslizándose un poco sobre esta, con apatía.
—¿Ahora qué pasó? ¿No me digas que algo malo? Porque siento que estamos en una mala racha de la que no podemos salir —se acomodó en su lugar y apoyó los codos en el escritorio.
—He visto algunas inconsistencias en una de las empresas —empecé a revisar los papeles para dar con lo que estaba buscando. Escuchamos golpes en la puerta y juntos miramos en esa dirección.
—Adelante —levanté la cabeza en dirección a la puerta y detrás se asomó Angel —. ¿Qué pasa Angel? —le pregunté. Me miró directamente a mí, con esa mirada llena de magia y dulzura.
—Una señorita lo está buscando —dijo seria. Entró por completo al despacho y se quedó al lado de la puerta con las manos frente a ella.
—Dile que pase —asintió y salió del despacho cerrando la puerta. Escuché a Maykel reírse muy bajito.
—¿Una señorita? Angel es tan inocente —arrastré la mirada hacia él.
—Cierra la boca —apretó los labios y fingió no decir lo que dijo, pero ya había abierto la boca.
No pasó mucho tiempo para que Charlotte entrara al despacho. Tenía esa despampanante figura que solo ella poseía, el cabello rojo intenso y los labios del mismo color. Llevaba puesto un vestido del mismo tono que su cabello y tacones altos que la hacían ver más alta de lo que de por sí era. Por inercia me puse de pie y rodeé el escritorio para avanzar hacia ella y quedar frente a frente. Hacía tanto que no la veía y ahora que se encontraba frente a mí lucía tan bien.
—Hunter Dagger —sus dedos se asieron al bolso que sostenía con ambas manos. La observé con detenimiento, sus ojos, sus labios, su piel pálida...
—¿Char? —Maykel se pudo de pie quedándose en su lugar. Se encontraba igual de sorprendido como yo lo estaba.
Me encontraba hipnotizado por su presencia, era tan avasalladora e impresionante. Se veía tan bonita y deslumbrante como siempre, como cuando se fue y me dejó.
—Hola, Mike —lo saludó y movió la muñeca sutilmente.
—¿Cómo estás, Charlotte? —me entregó su mano y la acepté con gusto, esta se sentía suave. Eran las manos de una muñequita, tersa y pequeña, con uñas bien cuidadas.
—Yo estoy bien. ¿Y tú? Te ves muy bien —sonrió y subió su mano libre para acomodar el cuello de mi camisa, como solía hacerlo antes.
—Estoy muy bien, gracias —le sonrió a mi amigo que no se había movido de su lugar. Ni siquiera le estaba prestando atención a él, no podía pensar bien al tener a Charlotte frente a mí. Al levantarme no me imaginé que ella iba a estar aquí. Me sentía nervioso, quizá era porque hacía un año que no nos veíamos y la última vez que hablamos las cosas no terminaron bien para nosotros.
Le podía atribuir que siempre supo cómo intimidarme con el roce de sus dedos en mi piel. Pero ahora no se trataba de eso, ya no sentía nada por ella y estaba más que seguro porque mi corazón no latía como loco cuando la vi entrar, era la emoción del momento, por verla y saber que se encontraba bien. No le iba a permitir entrar de nuevo a mi vida para que la destruyera.
—¿Quieres tomar algo? —Charlotte asintió con la cabeza —. Maykel —se acercó a mi lado derecho.
—Dime.
—Dile a la señorita Rider que nos traiga algo de tomar. Tú ya sabes qué —le dije.
—Claro —se giró hacia Charlotte, quien le regaló una sonrisa sincera —. Nos vemos, Char —le dijo adiós con la mano y salió del despacho, dejándonos solos.
—Hasta luego, Mike —le dijo adiós con la mano antes de que mi amigo cerrara la puerta. Maykel le sonrió y cerró.
—¿Cuándo regresaste? No sabía que estabas aquí —la invité a pasar a la sala. Charlotte tomó asiento en el sofá mediano y yo a su lado.
—Hace unos días. Me estuve instalando en la casa de mis padres, por eso no pude venir antes —explicó. Dejó el bolso sobre la mesita en medio de la sala. Observaba su alrededor con detalle disimuladamente.
—Me da gusto que estés de regreso. Espero que no te vayas de nuevo.
—Y a mí me alegra estar aquí —de repente la atmósfera cambió, aunque no para mal, pero sí se sintió diferente —. No me has corrido, eso ya es un punto a mi favor, ¿no? —levantó la mirada hacia mí.
—¿Por qué te iba a correr? —se mordió el labio.
—Me porté mal contigo y no debí decir todo lo que dije. En ese momento yo...—se calló de golpe y suspiró —. Te merecías algo mejor de lo que te di y lo que te dije...
No sé si yo era incrédulo o ella era buena mintiendo, pero creí en sus palabras porque se escuchaba sincera y la conocía tan bien que estaba seguro decía la verdad. Esperaba que así fuera.
—No hablemos de eso —le pedí. Estiró su mano y tocó mi brazo con sus dedos —. Ya no quiero tocar ese tema, por favor.
—Haremos lo que tú me digas —me regaló una sonrisa sincera, estirando sus labios —. Me dijo mi padre que habrá una cena, pero que no has confirmado tu presencia. ¿Puedo saber por qué? —ladeó la cabeza.
—No creo que asista —confesé —. No me siento cómodo entre tantas personas y la migraña me está matando —sus cejas se hundieron.
—¿No sigues con el tratamiento? —indagó —. Sabes que no lo puedes dejar —sus dedos se hundieron en la tela de mi saco.
—No he dejado el tratamiento, pero en estos días no me he sentido nada bien —me rasqué la ceja, mirándola atentamente —. Aun si la cabeza no me estuviera estallando no tengo con quien ir —entendió a que me refería.
—Yo creo que deberías asistir —bajó su mano de mi brazo —. Si te interesa saber yo voy a ir, hasta Maykel ya confirmó que sí irá.
—Sabes que ese tipo de reuniones no es lo mío —murmuré. Una sonrisa suave se dibujó en sus labios.
—Sí, sí, lo recuerdo bien. Hunter Dagger siempre está huyendo de las reuniones donde hay más de veinte personas. ¿Aún no te gusta estar con más personas? —alzó una ceja.
—Me considero una persona introvertida. Ya me conoces —sus dedos subían y bajaban por mi brazo, rozaba la punta de sus uñas con el dorso de mi mano.
—Me gustaría decir que soy la mujer que más te conoce, pero eso sería mentir —murmuró —. ¿Entonces? —insistía con el tema de la cena, a la que yo no quería ir.
—No sé, quizá vaya, no estoy seguro de nada. Mañana puedo cambiar de opinión —cogió mi mano y la palmeó con la suya, poniendo la otra debajo. Su piel era cálida y tersa.
—Solo piénsalo. Tal vez te arrepientas de no ir.
—O tal vez me arrepienta de ir —encogí un hombro.
Escuchamos dos golpecitos en la puerta.
—Adelante.
La señorita Rider entró con una bandeja en las manos, dentro había una copa de vino y una taza con café. Se acercó a nosotros y dejó la bandeja encima de la mesita, le entregó a Charlotte la copa con vino y a mí la taza con café.
—Gracias —le dijo Charlotte llevándose la copa a los labios, pero antes de darle un trago inhaló con fuerza —. Me encanta este vino, no te has olvidado que es mi favorito —Angel le echó una mirada de reojo a Charlotte mientras recogía la bandeja.
—Cómo olvidarlo —dio un paso atrás —. Ya se puede retirar —hizo un asentimiento, giró en redondo y salió del despacho.
—¿Es tu nueva empleada?
—Sí, es la sobrina de Marie —acerqué la taza a los labios, pero me detuve cuando el rico aroma del café recién hecho me picó la punta de la nariz. No quería hacer sentir mal a Marie, pero el café de Angel sabía mejor que el de su tía.
—Pobre de ella, la compadezco —se rio cuando fruncí el ceño.
—¡Oye!
—Eres un ogro, Hunter, ni una de tus empleadas que no sea Marie ha durado aquí más de un mes. Si esa chica se queda aquí es porque le caes bien o no sé por qué. Eres insufrible.
—Gracias por tus elogios, Charlotte. Si solo viniste a echarme en cara eso...
—No dije nada —puso una mano en mi brazo —. ¿Cómo está Marie? Espero que esté bien.
—Ella está bien. Un poco cansada, pero con el tratamiento se ve mucho mejor.
No dijimos nada en unos pocos segundos. Charlotte bebía de la copa y yo de la taza sin poder quitarle la mirada de encima. Este tiempo que no supe nada de ella había olvidado lo hermosa que era y pensé que al verla de nuevo iban a surgir estos sentimientos que alguna vez tuve, pero ya no, sentía emoción, sí, pero más allá no había nada, solo un profundo cariño y aprecio.
—Ella es muy bonita.
—¿Angel?
—Sí, ella. Es una linda persona. Se portó muy bien cuando le pregunté por ti.
Tampoco me sorprendió que lo dijera, Charlotte no era una mujer envidiosa, sabía la belleza que poseía y sabía cómo usar eso a su favor. Y sí tenía razón al decir que Angel era muy bonita porque sí lo era.
—Lo es.
No sé por qué lo dije. Bueno, sí sabía por qué lo dije, sin embargo, ya era tarde para retractarme,
—¿Te gusta? —la miré atento.
—No es algo que te voy a decir a ti, pero no, no me gusta —sonrió.
—Pues yo creo que tú a ella sí le gustas —se puso de pie y camino hacia la ventana.
—¿Qué estás diciendo? Claro que no. Eso no puede ser —me puse de pie y avancé hasta llegar a su lado.
—Soy mujer, Hunter y tengo un sexto sentido que me avisa de estas cosas, además de que me echó una mirada un poco molesta, podría decir. Tal vez ya sabe que fuimos novios y que estuvimos comprometidos —encogió un hombro —. ¿Por qué actuaría así conmigo si no lo supiera?
—No sé, tal vez solo son ideas tuyas.
Eso no puede ser posible.
—No me crees, ¿cierto? Yo sé lo que digo, es raro que me equivoque y sí estoy segura de que le gustas a Angel —se acercó y se enganchó de mi brazo —. Y no creo que te sea indiferente.
Iba a decirle que no era cierto, que Angel no me gustaba para nada, pero no me dejó hablar.
—Vamos a dar una vuelta por el jardín. ¿Sabías que es uno de los más hermosos que he visto en toda mi vida? Me encanta caminar entre los rosales y los árboles.
No tenía caso intentar hablar con ella y hacerle entender que no podía estar más equivocada. Si la conocía sabía que se iba a aferrar a esa idea y entre menos hablara del tema más rápido se le iba a olvidar.
—¿Cómo te fue en Alemania? —le pregunté.
—La ciudad es hermosa...
Empezó a relatar como estuvo su viaje y todo lo que hizo el año que vivió allá. Me gustaba escucharle hablar con tanta ilusión, había magia en sus palabras, en cada una de ellas y fue como regresar al pasado cuando me platicaba con anhelo cada uno de sus sueños. Por un momento fui el Hunter que se encontraba enamorado de Charlotte, el que quería casarse y tener una vida a su lado, pero eso se quedó solo en sueños y después estos se desvanecieron poco a poco cuando me di cuenta de que ella se encontraba lejos de mí y no solo por la distancia que nos separaba, nuestras almas tampoco tenían mucho en común. Fue ahí que me di cuenta de que tenía que dejarla ir para poder continuar con mi vida.
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