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Capítulo 7. 💙

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"Solo ella tiene el don

de ser tan sensual, tan tierna,

tan salvajemente bella

y tan sutilmente perversa".

—Omar Concepción.

Angel

El sábado estaba lista para salir con Amara. Cuando llegó al departamento solo tenía que ponerme una chaqueta y nos podíamos ir. Callie se quedó con la vecina, una chica de mi edad que vivía sola y que de vez en cuando cuidaba a mi hermana, y no es que no confiara en ella, pero las cosas no estaban nada bien para dejarla sola en casa, allá afuera había personas malas. De todos modos, le pedí que si pasaba algo me llamara y no dudaba que lo haría.

—Deja de preocuparte por Callie —miré la pantalla del móvil y lo giré cuando Amara dijo eso. Observé a través de la ventanilla y le sonreí a mi amiga.

—Sabes que no acostumbro salir y me da pendiente, pero nada más.

—Emma sabe lo que hace, no es la primera vez que cuida de la Ratona —y tenía razón, como siempre, pero mis nervios no opinaban lo mismo.

Amara manejaba mientras miraba la pantalla de su móvil, siguiendo las indicaciones del GPS, para llegar al club al que teníamos muchas ganas de entrar. Desde hacía mucho queríamos venir, pero ya fuera por una cosa o por otra no podíamos asistir, pero esta noche se había cumplido lo que ambas anhelamos.

No tardamos en llegar al club, que desde lejos se alcanzaba a ver el letrero Heaven. Se leía en grandes letras de neón, en un color blanco con destellos azules, simulando las nubes o el cielo. Entramos al estacionamiento y subimos por la parte de adentro del lugar. Nos pidieron un código que le habían entregado a Amara cuando apartó los lugares para poder entrar aquí.

Subimos las escaleras y a la mitad de estas ya se podía escuchar el retumbar de la música en las paredes que parecían vibrar. La pista principal estaba iluminada con colores claros, pero había zonas del club donde apenas se podía ver por donde caminabas. Amara cogió mi mano y me llevó con ella hacia la barra donde solo atendían chicas. No dejaba de observar el lugar de hito en hito, había muchas personas, la música estaba bien, las y los meseros se movían con agilidad llevando en las manos bandejas llenas de vasos llenos o botellas con algún tipo de bebida.

—¡Te dije que este lugar es impresionante! —asentí a mi amiga que tiraba de mi mano llevándome con ella. Se abrió paso entre dos hombres que estorbaban en la barra y que a regañadientes se hicieron a un lado para que pudiéramos sentarnos en dos de los bancos.

Ambas observábamos todo como si fuéramos nuevas en esto, como si nunca hubiésemos asistido a un lugar así. En mi caso podía decir que no tenía tiempo para venir a un lugar así, siempre me la pasaba trabajando y cuando llegaba a la casa solo quería descansar y dormir. Y Amara, bueno, ella estaba más concentrada en terminar sus estudios y no pensaba en salir de fiesta o tener novio, no eran una prioridad para ella.

—Ahora sí dime que te propuso el daddy de Hunter —nos giramos hacia la barra y puso una mano encima de la mía. Esperamos para pedir algo de tomar.

—Sabes que Marie sufre problemas del corazón y últimamente no se encuentra bien. Ha estado con dolor en el pecho, mareos, cansancio. Dice que está bien —Amara negó con la cabeza.

—Siempre haciéndose la fuerte —le dije que sí con la cabeza.

—Hunter me sugirió irnos a vivir a su casa, tiene más habitaciones y así me puedo hacer cargo de Marie, ayudar con el medicamento y vigilar que se lo tome a la hora que es, ya sabes —asintió.

—¿Tendrías que vivir en su casa? —sus grandes ojos se abrieron mucho más.

—Sí —murmuré —. En su casa y eso es lo que me da miedo. Sabes todo lo que se dice de él, pero creo que no es tan malo como todos dicen.

—Espera —se quedó callada cuando una de las chicas se acercó a preguntar que íbamos a tomar. Ambas ya habíamos decidido que esta noche íbamos a beber poco, pero conociéndonos ese trato no se iba a cumplir. Amara pidió dos de esas dos bebidas exóticas que tienen nombres raros. La chica se alejó en cuanto pedimos las bebidas —. Necesito procesar lo que me acabas de decir —exhaló —. ¿Qué vas a hacer? Digo, es una buena idea ir a vivir con él, pero como dices hay muchas cosas que no sabemos de él.

—Lo he pensado y mucho, no te creas —cogí una servilleta que estrujaba entre mis dedos —. Pero...

—¿Pero? —alzó una ceja —. ¿Pero qué? ¿¡Qué!? —gritó bajito.

—No es tan malo, al menos no conmigo, y si mi tía ha estado trabajando con él todo este tiempo es por algo, ¿no? —Amara frunció el ceño —. No sé —dejé de mirarla unos segundos enfocándome en la arrugada servilleta —, creo que él es así por algo.

¿Acaso estoy justificando a Hunter Dagger?

¿Lo estoy justificando en serio?

—¿Lo estás justificando? —indagó Amara —. ¿Lo estás haciendo? —puso una mano encima de la mía dejando un apretón.

—¡No, claro que no! —una risita nerviosa brotó de mi garganta, pero apreté los labios para que Amara no me escuchara —. Por supuesto que no lo estoy defendiendo, solo creo que tuvo que pasar algo muy malo en su vida para que sea así como es —me atreví a mirarla a los ojos y estos seguían así de grandes como al principio.

—Creo que tú estás muy mal —se puso de pie en el taburete y agitó la mano llamando la atención de la misma chica que nos atendió, señaló los vasos, sin embargo, Amara negó con la cabeza —. Voy a necesitar dos más de esos.

—¡Amara! —puse una mano en su brazo.

—Amiga, no puedo creer que estás defendiendo a Hunter Dagger, ¿sabes quién es él? Es el Diablo de Seattle —murmuró mirando a cada lado.

—Lo sé, pero no podemos ir por ahí juzgando a las personas nada más porque sí, ¿o sí? —mi amiga exhaló.

—Está bien, mira —pensó unos segundos —. Me parece buena idea que vivas en la mansión de Hunter, tienes razón al decir que si Marie ha estado con él todos estos años es por algo —hasta que me daba la razón —. También estarías más pendiente de tu tía y por fin podrías salir de ese lugar que, perdóname que te lo diga, pero no es seguro ni para ti ni para Callie —la misma chica se acercó con los vasos, dejándolos frente a nosotras. Amara no tardó en darle un sorbo, uno muy largo.

—Callie también quiere salir de ahí.

—¡Ves! ¡Ahí está! No creo que tienes que pensar mucho, ¿o sí? Solo te pido que si te vas te cuides mucho y cuides a Callie también y eso sí —dejó el vaso sobre una servilleta —. Te voy a visitar todas las veces que yo quiera y tu sexy jefe no me va a negar la entrada, eh —le sonreí y negué con la cabeza.

—¿Entonces qué hago? —le pregunté —. Estoy confundida.

—Mira a quien le preguntas —le di un sorbo a mi vaso, la bebida no sabía tan mal —. La mayor parte del tiempo no sé qué hacer y siempre recurro a ti, ya que eres mi consciencia, pero si me permites darte un consejo creo que lo mejor para ti, Callie y Marie es que aceptes y no lo pienses más. No te voy a decir que te vayas o que no lo hagas, porque esa decisión solo la puedes tomar tú, pero haz lo que creas correcto, lo que sientas que está bien para ti, más que nada —apreté los labios.

—Gracias por escucharme —me regaló una bonita sonrisa de labios apretados.

—Ya te dije —me señaló —. Te voy a ver las veces que yo quiera. Espero que tu malhumorado y encantador jefe no me corra a patadas —se rio, nerviosa.

—¿Cómo puedes usar las palabras malhumorado y encantador en la misma frase? —indagué.

—Mira —Amara se giró hacia mí —. Hunter Dagger es como un michi, es adorable con esos grandes ojos grises, pero no invadas su espacio personal porque saca las garras y es capaz de rasguñar. Es muy guapo, eso no lo niego, pero se nota que tiene un carácter de los mil demonios que muy pocos pueden soportar.

Y tenía razón porque era más que cierto, ahora que convivía con él un poco más podía asegurar que Hunter tenía un mal carácter, parecía un ogro enojado que siempre está dando órdenes a base de gritos, cómo si no supiera comunicarse con los demás de otra manera.

Ignorando el hecho de que estábamos hablando de más de mi jefe y que toda la conversación se basó en él y lo atractivo que es, me la estaba pasando muy bien con Amara. No recordaba cuándo fue la última vez que salimos y bebimos de esta manera tan desinhibida, si mal no recuerdo, creo que fue cuando cumplí dieciocho años y me llevó a celebrar, la primera vez que bebí tanto que al otro día la cabeza me dolía y sentía que me iba a reventar, pero en esa ocasión no tenía que ir a trabajar al otro día como ahora y si no dejaba de beber como lo estaba haciendo lo más probable es que despertara con una horrible resaca.

Al final terminé ignorando a mi consciencia que me pedía parar y dejar de beber, hice lo que quería hacer en ese momento que era olvidar y divertirme nada más. Bailamos un poco y regresamos a la barra donde apartamos nuestros lugares. Pedimos más bebidas con nombres raros y cuando menos lo esperé ya estaba algo tomada, pero no lo suficiente para no saber lo que hacía o decía. Si estando sobria tenía la lengua suelta, medio borracha era como una guacamaya, o eso es lo que Amara decía.

—No quiero que te asustes, pero ahí está tu jefe —dijo tan de repente que abrí los ojos tan grandes y con sorpresa —. Espera —me detuvo en cuanto quise voltear a ver. Puso una mano encima de la mía —. Está en la parte de arriba con una mujer y un hombre, mira para acá disimuladamente y no te deja de mirar —. Voltea disimuladamente —se llevó el vaso a los labios —. A tu derecha.

Me rasqué la nariz y miré con disimulo a cada lado. Levanté la mirada en la dirección que Amara dijo y cuál fue mi sorpresa al ver a mi desagradable jefe de pie apoyado en el barandal, efectivamente y como lo dijo mi amiga estaba acompañado por una chica y por supuesto con Maykel. No sé si él no nos había visto, pero estaba más atento a las demás personas, le dijo algo a Hunter y este asintió con la cabeza, la chica se acercó mucho más a él y este deslizó su mano derecha por la espalda de ella hasta detenerse un poco más abajo.

—Ay mierda —musité —. Quiero ir al baño —el alcohol se me bajó de golpe y ahora sentía que tenía mil litros de líquido en la vejiga.

Me giré hacia Amara, quien me miraba preocupada.

—¿Estás bien? —negué con la cabeza.

—¿Qué hace él aquí? —se encogió de hombros —. Maldita sea —cogí el vaso y me terminé de golpe lo que quedaba dentro.

—Supongo que este es uno de sus tantos clubes —estaba maldiciendo por dentro, quejándome por esto.

—¿Y por qué no me dijiste? —no estaba molesta con ella, aunque lo parecía.

—Y yo, ¡cómo voy a saberlo, no soy adivina! Lo que tienes que hacer es ignorarlo y ya, no le prestes atención, aunque...—miró en dirección donde ellos estaban —. Dios mío, Angel, qué hombre. ¿Cómo te puede ser tan indiferente si es un daddy? —golpeé su brazo, pero ni siquiera le dolió el golpe.

De nuevo miré con disimulo y esta vez la chica le decía algo al odio, pero estaba muy cerca de él, sus pechos se apretaban el uno con el otro. Hunter reía de lo que ella le decía y en ese momento, en ese maldito momento miró en mi dirección, su mirada era seria, al igual que sus facciones, giré la cabeza de golpe y fingí que no había visto nada.

Llevaba puesto un vestido y me quité la chaqueta, aun así, sentía calor, mucho calor.

—Me estoy asando —le comenté a Amara. Me recogí el cabello con una mano y la otra la agitaba para intentar enfriar la parte trasera de mi cabeza.

—¿Quieres que te traiga algo? ¿Pido agua?

—Por favor —cogí mi bolso —. ¡Voy al baño! —le tuve que gritar porque en ese momento el volumen de la música se escuchaba muy fuerte.

—¡Con cuidado! —me bajé del banco y caminé por la orilla de la pista para no chocar contra nadie, pero fue inevitable que alguien me pisara y no sé quién me dio un empujón que me hizo chocar contra la pared. El dolor me recorrió el brazo y parte de la espalda, pero al fin pude subir las escaleras y caminar hacia el baño, pero para mí muy mala suerte Hunter seguía en las escaleras con aquella mujer y Maykel.

—¡Señorita Rider! —se acercó dejando a la chica con Maykel que levantó la mano a modo de saludo, el cual le respondí de igual modo.

—Señor, Dagger —me pasé un mechón de cabello detrás de la oreja. Estaba seria con él y tal vez ¿molesta?

—¿Qué hace en este lugar?

No tengo por qué darle explicaciones a usted.

Le quise decir algo peor, pero me contuve porque si no...

—Vine a tomar algo con mi amiga —señalé. Ambos miramos hacia donde se encontraba Amara, quien movía los hombros al ritmo de la música, lo que me hizo reír, pero como siempre pasa en mi vida tuve que hacer una tontería si no, no sería yo. Se me dobló el pie y Hunter me tomó de la mano.

—¿Está bien? —nos miramos a los ojos un par de segundos que para mí fueron como una eternidad, bajé la mirada a nuestras manos, las suyas tomando mis muñecas y las mías debajo de las suyas. Cuando me di cuenta decidí apartarme.

—Sí, yo... Voy al baño —dije sin esperar que dijera nada y me alejé en dirección al baño. Empujé la puerta y dos chicas iban saliendo, se reían de quien sabe qué y continuaron así hasta que su risa desapareció detrás de la música que se escuchó más baja cuando cerré la puerta y entré a uno de los cubículos. Al salir me eché agua en la nuca, revisé mi maquillaje y me sequé las manos. Casi me voy de culo al ver a Hunter a un lado de la puerta, con una rodilla flexionada y el pie apoyado de la pared —. ¿Me está siguiendo? —acomodé el bolso sobre mi hombro.

—¿Disculpe? —frunció el ceño —. ¿Qué ha dicho?

—¿Acaso me está siguiendo? —volví a preguntar —. ¿Qué hace aquí?

—Por si no lo sabía este club es mío y puedo venir aquí las veces que yo quiera —bufé bajito.

—No me refiero a que hace aquí, en el club. Si no a que hace aquí —señalé —. Aquí insistí.

—¡Oh! —se rio nervioso y se rascó la nuca —. Eso, eh. No la veo bien —ahora yo fruncí el ceño —. ¿Está ebria?

—No es algo que le importe, ¿o sí? —hasta yo me sorprendí por cómo le respondí, pero era un metiche.

—Qué respondona es cuando está ebria —murmuró y entorné los ojos. El suelo se movía bajo mis pies y estaba más que segura de que se debía a que efectivamente estaba un poco tomada, pero no lo iba a aceptar ante mi jefe.

—Se equivoca —levanté un dedo —. No estoy ebria, solo he tomado un par de copas.

—¿Sabe que esas bebidas de allá abajo contienen alcohol?

—Si no soy tonta —hipé —. Por eso mismo las he pedido, para beber, no para jugar con ellas —soltó una risita más que encantadora, pero esta se borró de golpe cuando un sujeto pasó a nuestro lado y se nos quedó mirando de más. Hunter no le quitó la mirada de encima hasta que entró al baño y me observó.

—Qué graciosa es usted cuando está ebria.

—Creo que quien debería tomar un par de copas es usted, a ver si así se le quita lo amargado, señor Dagger —pensé que me iba a regañar por lo que dije, pero para este momento mi lengua ya estaba suelta, así que mi boca era más rápida que mi cerebro y este se encontraba sedado por el alcohol.

—Gracias por el consejo, señorita Rider. Lo voy a tomar en cuenta —di un paso, pero mis pies se atoraron y casi me caigo de rodillas, pero logré sostenerme de su brazo que me ofreció muy amable.

—Gracias, gracias —me incorporé como pude y lo solté para erguir la espalda, fingiendo que no había pasado nada —. Estoy bien —me alejé de él sin esperar que dijera nada.

—¡Recuerde que mañana tiene que trabajar! —bufé fuerte, ya que no me podía escuchar.

—¡Ya lo sé, señor Don enojón! —agité la mano en el aire y apresuré el paso para alejarme lo más rápido que pudiera. Bajé las escaleras con cuidado de no rodar por ellas hasta el suelo y regresé con Amara, quien ya tenía una botella de agua para mí y unas cuantas botanas.

—¿Mejor? —asentí mientras bebía agua como desesperada —. ¿Quieres que nos vayamos? —negué. Exhalé y me pasé el dorso de la mano por los labios.

—No, estoy bien. Me la estoy pasando de maravilla, ¿tú te quieres ir?

—¡No! Pregunto por qué ahí está tu jefe.

—¡Pues que se joda! No me voy a ir solo porque él está ahí, no me va a arruinar la noche, Mara, esta noche no —cogí el vaso de Amara que todavía tenía un poco de aquella bebida roja y me terminé lo último que tenía dentro —. ¡Lo vamos a pasar bien!

No hubiera dicho eso. No hubiera dicho eso.

Al día siguiente me arrepentía con toda el alma de haber tomado tanto, sentía que la cabeza me iba a explotar, como si un camión me hubiera pasado por encima. Ni siquiera una buena ducha me quitó de encima esta sensación de mareo, como si me estuviera muriendo lenta y dolorosamente. Para mi buena suerte Callie viajó conmigo en el bus y juntas llegamos a la mansión de Hunter. No sé si hubiera podido llegar yo sola, o me quedaba dormida, o me moría sentada sin que nadie se diera cuenta.

—Cómo te sientes, ¿mejor? —Callie se burlaba de mí y mi deplorable situación. Tenía unas ojeras bien marcadas debajo de los ojos, ella decía que parecía un zombi y no estaba tan equivocada.

—Deja de burlarte de mí —le pedí. Entramos por la puerta de atrás de la casa y así mismo por la cocina. Marie no estaba ahí ni el señor Dagger así que supuse que todavía era temprano y que cada uno seguía en su habitación —. Y no me hables fuerte porque me duele la cabeza —Callie se quitó la mochila y la colgó en el respaldo de uno de los bancos.

—Yo no tengo la culpa de que te hayas ido a beber anoche —levantó un dedo —. Aun sabiendo que tenías que trabajar hoy.

—Ya déjame en paz —me quité el suéter para ponerme el delantal y de nuevo calzarme el suéter, ya que esa mañana estaba haciendo frío y el día se encontraba lluvioso —. Mejor ponte a hacer algo y no me estés molestando —me abroché el suéter y me lavé las manos. No sé qué hizo Callie porque cuando me di la vuelta ella ya no estaba, pero sí su mochila.

Preparé té y unas galletas en un plato, salí de la cocina para ir a la habitación de Marie, escuché algunas voces y toqué la puerta con los nudillos.

—Adelante —era la voz de Hunter. Giré el picaporte y empujé la puerta. Dentro se encontraba el señor Dagger y un hombre que no conocía, pero iba vestido de blanco.

—Buenos días —saludé a los tres.

—Buenos días —respondieron juntos.

Me acerqué a la mesita donde dejé el té y las galletas. Me quedé de pie a un lado y escuché lo que les decía el doctor a Hunter y Marie.

—Te espero para hacerte los estudios y por ahora te vas a tomar el medicamento que te indiqué en la receta —Marie asintió con la cabeza —. Nada de grasas, procura comer fruta y verduras. Nada de fumar, Marie —mi tía se rio y negó con la cabeza.

—No lo haré, lo prometo —dijo mirando la receta que el doctor le había entregado.

—¿Eso es todo, doctor? —preguntó Hunter. No soltaba la mano de Marie, se mantenía a su lado pendiente de las indicaciones del doctor.

—Sería todo —se puso de pie y metió lo que había sacado en el maletín —. Los espero en el hospital para realizar los estudios —comentó y giró para acercarse a la puerta. El hombre me sonrió al verme de pie al lado de la puerta.

—Gracias por venir, Doctor —Hunter se puso de pie y juntos salieron de la habitación de Marie. Cuando cerró la puerta me acerqué a Marie y me senté a su lado.

—¿Cómo estás? —le pregunté cogiendo su mano con mis dedos —. ¿Te sientes mejor?

—Me siento bien, hija. Ya me dijo el doctor que tengo que hacerme unos estudios y tomar este medicamento —me mostró la receta.

—Deja le pido permiso a Hunter y voy por todo esto —me sonrió.

—No es necesario que vayas en este momento.

—Nada de eso, si el doctor te mandó ese medicamento es porque lo necesitas tomar. Le preparo el desayuno y voy —apreté sus dedos.

—¿Callie vino contigo? —miró hacia la puerta.

—Vino conmigo, pero se esfumó en un segundo —ambas nos reímos —. A de andar por ahí de curiosa —me dio la razón.

—Mi niña —murmuró.

—En cuanto la vea le digo que te venga a ver.

—Está bien —me puse de pie, solté su mano y le entregué la receta.

—Le preparo el desayuno al señor Dagger y voy por el medicamento.

—No tiene que ir a ningún lado, señorita Rider —escuché detrás de mí. En ese momento sentí como mi piel reaccionaba a su voz dura.

—¿Por qué no puedo ir? —giré para encararlo, metiendo las manos dentro del delantal.

—Le he pedido a Alexander que vaya por el medicamento de Marie —miré al señor Dagger y después la receta que Marie tenía en su mano.

—¿Con qué receta? —preguntó Marie.

—Le pedí al doctor que me diera una copia —le respondió sin dejar de mirarme, pero después lo hizo para acercarse a la cama —. Ya te dije que no te tienes que preocupar por nada, yo voy a pagar todo lo que necesites.

—Y yo te dije que no es necesario que lo hagas —le dijo Marie, con voz serena.

—No está a discusión, Marie —zanjó —. Señorita Rider —la miré atenta —. Quiero desayunar.

—Sí, señor.

Me despedí de Marie, pero él se quedó en la habitación diciéndole quien sabe qué cosas. Me puse a preparar el desayuno para el odioso de mi jefe, pero este no tardó en aparecer en la cocina, gritando tan fuerte que sentía, me podía reventar los tímpanos.

—¡Señorita Rider! —giré en redondo y lo vi entrar a la cocina. Las manos metidas en los bolsillos de su pantalón. Hoy vestía un pantalón de mezclilla oscuro, una camisa azul de cuello y unos mocasines. No llevaba goma en el pelo y este se le veía mucho mejor, se miraba más relajado.

—¡No me grite...! Por favor —le pedí a punto de colapsar.

Se cruzó de brazos, despreocupado.

—No es mi culpa que ayer se haya ido de fiesta y hoy tenga esa horrible resaca —se estaba burlando de mi desgracia.

—Pero estoy cumpliendo con mi deber. No tiene por qué enojarse, señor Dagger —apoyé las manos en el filo de la encimera.

—Como usted lo acaba de decir, es su deber venir a trabajar. Debe cumplir como le aseguró a su tía que lo haría —ahora estaba serio y molesto, pero yo estaba más enojada porque parecía que hacía todo esto a propósito.

—Lo odio. ¿Lo sabía?

—El sentimiento es mutuo, señorita Rider —se descruzó de brazos y dio la vuelta para salir de la cocina —. ¡En quince minutos quiero mi desayuno, señorita enojona!

Antes de ir y decirle sus verdades me puse a hacer el desayuno porque si no juraba golpearlo con la sartén y seguro me iba a correr y meter a prisión por intento de homicidio. Tenía poco tiempo para preparar el desayuno, pero con la ayuda de Callie terminamos antes de que el señor Dagger se presentara en la cocina.

—¿Le puedes llevar el desayuno a Marie y asegurarte que coma bien? —Puse la bandeja con el desayuno encima de la isla mientras Callie miraba su móvil.

—Claro, no hay problema —se puso de pie y cogió la bandeja.

—Después vienes a desayunar.

—Como tú digas, jefa —le sonreí mientras salía de la cocina para llevarle el desayuno a Marie. Ahora solo debía esperar que el señor enojón hiciera acto de presencia y esperaba no verlo todo el día.

Miraba un punto en el suelo cuando vi un par de zapatos bien lustrados entrar a la cocina. Levanté la mirada encontrándome con un hombre rubio que vestía de traje.

—Pensé que el señor Dagger se encontraba aquí —dijo. Su voz era tranquila y él se veía que también lo era.

—No, él no está aquí. Debe estar en su despacho —me regaló una sonrisa de labios apretados.

—Tú debes ser la sobrina de Marie, ¿cierto? —preguntó desde su lugar, de donde no se había movido. Fue hasta ese momento que me di cuenta de que sostenía una bolsita de papel con el logo de una importante farmacia de la ciudad.

—Sí, soy yo. Angel Rider.

—Alexander Lewis, me puede decir Alexander o Alex, como me dicen los demás —era realmente encantador. Muy amigable y tenía esa bonita vibra que se notaba a lo lejos.

—Es un gusto, Alex.

—El gusto es mío, Angel —giró medio cuerpo —. Voy a entregarle esto al jefe —se refería a la bolsita de papel —. Nos vemos luego, Angel —dijo adiós con la mano.

—Nos vemos, Alex.

A los pocos minutos el señor Dagger se hizo presente en la cocina. Sin decir nada se acercó al fregadero, me encontraba al lado de este y no le importó que no me moviera ni un ápice.

—¿Ya pensó en lo que le dije? —cogió un trapo y se secó las manos, dejándolo de nuevo en su lugar.

—Sí, he pensado en lo que me dijo.

—¿Y qué decidió? —se cruzó de brazos y apoyó las caderas en la encimera.

—Tengo muchas cosas que decir, pero esas me las guardo para mí —una sonrisa seca brotó de su garganta, pero apretó los labios.

—Creo que me iba a decir algo, ¿no es así? Continúe por favor —Movió la muñeca en círculos para que hablara porque me había quedado callada.

—Usted es insoportable y lo sabe —murmuré, sonrió dulcemente, haciendo vibrar a mi corazón alocado. Estaba disfrutando esto y yo solo quería golpearlo, como siempre.

—La escucho, señorita Rider —continuaba con esa postura altiva que tanto lo caracterizaba.

—Acepto su propuesta de venir a vivir a su casa, pero tengo un par de condiciones —adopté la misma postura que él, para estar iguales.

—Usted no está en condiciones de pedir nada —masculló —. Pero está bien, la escucho.

—No quiero que por vivir aquí piense que estoy a su disposición, soy una mujer libre y merezco un día de descanso. Tengo una hermana así que estará aquí, a veces ayudando y otras molestando...

—Su pequeña hermana no es ningún problema, ella me agrada —me interrumpió.

Y usted le agrada a ella y no sé por qué.

—Además, Amara es mi mejor amiga y nos visita seguido, quiero que eso siga así.

—¿Usted tiene una mejor amiga? Parece una persona antisocial —continuaba burlándose de mí.

—Que usted no tenga amigos no significa que los demás no podamos tenerlos —me crucé de brazos y adopté la misma postura que tenía él.

—¿Qué dijo? —frunció el ceño. No me inmute ante sus palabras —. Repítalo —exigió.

—No le tengo miedo, señor Dagger —dio un paso cerca y otro más, hasta que me acorraló contra su cuerpo y la encimera que se encontraba detrás.

—Es una insolente, lo sabe —aquellas palabras fueron más que nada una afirmación que una pregunta, pero tampoco me molestaba que precisamente él lo dijera. ¿Qué me podía esperar de Hunter Dagger?

—¿Me llama insolente por decirle la verdad? Yo solo me estoy defendiendo de sus ataques —me justifiqué.

—Debería darle un buen castigo —estaba tan cerca que sentía el calor de su cuerpo cerca del mío. Sus brazos cruzados a la altura de su pecho. Tuve que alzar la barbilla para verle mejor, ya que era unos centímetros más alto que yo, pero aquello no era ningún impedimento para decirle un par de verdades. Que bien merecidas se las tenía.

—Ah, ¿sí? —alcé una ceja —. ¿Me va a castigar, señor Dagger? —se mojó el labio inferior con la lengua, en un sexy y aterrador movimiento que me caló la piel y los huesos. Jamás me había detenido a observar a un hombre de esta manera, pero me pareció un gesto exquisitamente excitante.

—Debería hacerlo por ser tan irrespetuosa —su mano ascendió lentamente, lo que provocó que pegara un respingo ante la rudeza de su actitud. Creí que me iba a golpear, pero en su lugar giró la muñeca y con los nudillos dejó una suave y delicada caricia en mi mejilla izquierda. Su tacto era delicado y dulce, nada brusco o malintencionado. Me hizo estremecer con tan solo un toque, tuve que cerrar los ojos para saber que no estaba soñando y los abrí de nuevo encontrándome con su mirada oscura, con un par de luceros grises y cargados en perversión.

—Señor Dagger —murmuré. Mi voz lo trajo de regreso a donde sea que su mente había viajado. Se apartó de golpe dando un paso atrás, fue como si mi piel le quemara los dedos. Llevó las manos detrás de la espalda y se aclaró la garganta.

—Acepto sus condiciones, así como usted acepta las mías, señorita Rider —desvió la mirada unos segundos —. Continúe trabajando —ordenó y obedecí sin rechistar.

Le serví el desayuno y Callie apareció en la cocina, Hunter la invitó a desayunar con él y ella no dudó en aceptar. Parece que en pocos días se empezaban a llevar bien y creo que eso no era tan malo como yo me imaginaba, a fin de cuentas, nos íbamos a venir a vivir a su casa, así que era inevitable que ellos hablaran o se encontraran por más que la mansión fuera así de grande.

No me atrevía a mirarlo a los ojos o estar a solas con él, evitaba a toda costa estar cerca. Me sentía extraña por lo que había hecho. ¿Por qué lo hizo?

Hunter

¿Por qué hice eso? ¿Por qué lo hice?

No debí hacerlo.

Pero estaba tan cerca y a mi disposición que se me hizo fácil tocarla y decir lo que dije. Claramente, estuvo mal, pero, ¿pero? No había ningún, pero, no en este caso. Angel era intocable, Marie no iba a permitir que me acercara a ella por nada del mundo, mucho menos para mis sucias intenciones porque no tenía nada más que eso, no era un hombre de tener relaciones, no era bueno manteniendo alguna. No pude con la relación que tenía con mi familia, no era capaz de afrontar a mis demonios y mantenerlos a raya. Si le hacía daño a Angel, Marie era capaz de matarme por lastimar a su sobrina, así que la idea de tocarla una vez más quedaba descartada.

La noche anterior se veía muy bien, llevaba puesto un vestido negro corto y de tirantes, le llegaba más arriba de la mitad de las piernas, traía puestos unos tacones y su cabello estaba suelto, era largo y negro, muy oscuro. Iba maquillada sutilmente y debo confesar que se veía muy bonita.

—¿Y ahora qué te pasa a ti? —Maykel entró a mi despacho sin tocar la puerta, como era su mala costumbre.

—¿Por qué no tocas a la puerta? —me encontraba sentado en la silla, dándole la espalda a Maykel, sosteniendo mi cabeza con ambas manos.

—¿Disculpa? —me dolía la cabeza a tal grado que sentía que me iba a reventar. Las sienes me palpitaban y no soportaba el ruido fuerte.

—¿Por qué carajo no tocas a la puerta? —giré sentado en la silla y jalé cada uno de los cajones buscando una pastilla que me quitara este dolor infernal que me taladraba el cerebro.

—Estás en esos días de mal humor —caminó hacia el sofá y tomó asiento. Le eché una mirada de odio y continué buscando una maldita pastilla.

—No seas tonto, Mike. Mejor ayúdame mostrándole a la señorita Rider las habitaciones que van a ocupar para que se instale cuanto antes —me detuve cuando encontré el frasco, lo abrí apresuradamente y saqué dos pastillas.

—¿Qué? —preguntó. Parpadeó, no le quitaba la mirada de encima.

—¿Qué de qué? —pregunté yo también.

—¿Quieres que haga qué? —no lo acababa de entender. Si continuaba preguntando, el dolor de cabeza no se me iba a quitar, al contrario.

Se deslizó cerca para escuchar mejor.

—Te pido que le muestres a Angel dos de las habitaciones que hay disponibles, para que las ocupen ella y su pequeña hermana —me serví agua en un vaso, me eché las pastillas a la boca y le di un sorbo para pasarlas.

—¿Van a vivir aquí? —le di otro sorbo al vaso para pasarme bien las pastillas.

—Sí, Marie no se encuentra bien de salud y tiene que descansar —apoyé la espalda contra la silla y exhalé.

—No puedo hacerlo, tengo que ir a un lugar y...—se quedó callado cuando alcé una ceja.

—¿Disculpa?

—No puedo —observó la hora en el reloj que adornaba su muñeca izquierda —. Lo siento. ¿Por qué mejor no lo haces tú? —se puso de pie.

—Maykel no me dejes con la palabra en la boca —ignoró mis palabras, se puso de pie y caminó hacia la puerta para abandonar el despacho —. ¡Maykel!

—¡No me grites, Hunter! —dijo saliendo —. Yo no tengo la culpa de que te esté estallando la cabeza —lo seguí de cerca —. Deben ser las culpas que llevas encima las que te están cobrando factura.

—Lo siento —me disculpo —. Pero entiende que me está reventando la cabeza.

—¿Y yo tengo la culpa de eso? —se detuvo a medio lobby girando en redondo —. Yo no tengo la culpa, Hunter, así que te relajas y me pides las cosas como son, si no, no haré nada de lo que me pides —llevó las manos al frente.

—No te pases tampoco. ¿Lo vas a hacer o no?

—No —respondió serio —. Te dije que tengo cosas que hacer porque no sé si lo sabes, pero fuera de esta casa tengo una vida muy ocupada —sin decir más, giró hacia la puerta y me dejó gritándole para que regresara.

—¡Maykel, con un demonio ven acá! ¡Maykel! —no hizo caso a mis gritos desesperados y tampoco regresó.

Justo en ese momento Angel iba saliendo de la cocina, hizo el amago de regresar, pero la detuve.

—Señorita Rider, ¿le gustaría ir a ver las habitaciones que van a ocupar? —se quedó pensando unos segundos.

—Pero tengo cosas que hacer en la cocina —murmuró.

—Lo puede dejar para después —no esperé que dijera que no de nuevo —. Venga conmigo por favor —le pedí de manera amable y tampoco le quedó de otra cuando caminé hacia las habitaciones pasando por la de Marie, donde se encontraba su pequeña hermana con su tía. Giramos hacia la izquierda adentrándonos más en el corredor. Venía un pelín detrás, manteniendo su distancia.

Me detuve al final del pasillo donde había una pequeña sala amueblada, tenía un gran ventanal con vista al jardín trasero, las cortinas estaban corridas, lo que permitía la entrada de la luz de la mañana.

—Esta es la sala y ahí está el baño —señalé la puerta a mi izquierda —. Esas tres son habitaciones, pueden ocupar las que quieran —giré medio cuerpo —. Venga —avancé hacia la primera puerta y la empujé —. Esta es la habitación más grande, podría ser la suya. La de al lado es más pequeña.

Asomó la cabeza y entró por completo a la pieza, fue hacia la ventana y miro a través de esta. Revisó el closet y se quedó en medio de la habitación. Se veía nerviosa, melancólica, no sé, tal vez era yo quien veía cosas que no eran.

—¿Pasa algo? —me quedé debajo de la puerta.

—Esto es mucho para nosotras. Siento que nos estamos aprovechando de usted —murmuró. No se atrevía a mirarme a la cara.

—Nada de eso. Nadie se está aprovechando de nadie. Es un acuerdo al que llegamos y yo estoy cumpliendo con darles un lugar seguro y bonito para vivir. Por lo poco que sé y que Marie me ha dicho, el lugar donde viven no es seguro —se mordió el labio y asintió con pesar.

—Ha habido algunos "incidentes" cerca del edificio.

—¿Y con "incidentes" se refiere a asesinatos y secuestros? —alcé una ceja. Se me quedó mirando sin saber qué decir —. Yo sé todo lo que pasa en esta ciudad, señorita Rider. Es mi ciudad.

—Olvidaba que estaba hablando con el diablo —murmuró.

—Qué bueno que lo tiene bien presente —señalé —. Creo que Marie se sentiría más tranquila si usted y su pequeña hermana viven aquí —me acerqué a la ventana que era de un buen tamaño y permitía entrar mucha luz a la habitación —. La casa es vigilada las veinticuatro horas del día, estaría más al pendiente de su tía, no tendría que ir y venir, también puede cambiar a Callie de colegio si lo prefiere —observé a través de la ventana y de nuevo la miré a ella —. Mi chofer la podría llevar al colegio y así usted se dedica a lo suyo —se quedó en silencio algunos minutos que se me hicieron eternos —. Diga algo, por favor.

—Usted sabía que iba a terminar aceptando, ¿verdad? —preguntó —. Siempre supo que diría que sí, porque no sé cómo lo hace, pero tiene poder de convencimiento —aquellas palabras me hicieron sentir bien, tanto que una sonrisa altiva se dibujó en mis labios.

—Usted es tan predecible, señorita Rider. Solo hay que buscar las palabras correctas para convencerla para que haga algo —movió la cabeza en un asentimiento poco perceptible y apretó los labios. Me miró de manera severa.

—Y usted es un capullo —no me sorprendió que lo dijera, es más, ya se estaba tardando en soltar una que otra verdad en mi contra.

—¿En verdad dijo eso? —me crucé de brazos.

—Sí, señor Dagger, creo que es un capullo y no hará que me retracte de mis palabras —también se cruzó de brazos, adoptando la misma postura que tenía yo en ese momento. No era la primera vez que lo hacía, en la cocina ya lo había hecho.

—Es usted una insolente —fui yo quien se acercó a ella.

—¿Soy insolente por decir la verdad? ¿Acaso está mal decir la verdad, aunque usted sea mi jefe? —alzó la barbilla en un gesto altivo.

—No olvide que soy su jefe y cuando se me dé la gana la puedo despedir —di un paso y otro más cerca hasta quedar frente a ella.

—Usted no me va a despedir, ¿sabe por qué? Usted me necesita mucho más de lo que yo lo necesito —sin esperar que dijera algo, giró en redondo y salió de la habitación dejándome con las palabras en la boca. Era una de las pocas personas que se atrevía a hacerlo porque sabía que no habría repercusiones en su contra.

Salí de la habitación y la encontré revisando el baño y las otras dos habitaciones, se quedó en medio de la sala examinando el lugar. Llevó las manos detrás de su espalda.

—Sigo pensando que esto es demasiado para Callie y para mí.

Una mujer como tú se merece un castillo, señorita Rider.

—Pero le di mi palabra y mi tía Marie me necesita. Así que acepto —para cerrar el trato, extendió su mano y con gusto la estreché entre la mía.

—Es un trato, señorita Rider, espero que no se arrepienta de lo que está haciendo —le di un suave apretón a su mano, que por cierto era muy suave.

—Jamás me arrepiento de lo que hago, señor Dagger —su mirada era intensa. Debajo de esas espesas y largas pestañas se encontraban dos grandes luceros de color avellana.

Una bonita y sincera sonrisa se dibujó en sus delgados y finos labios. Fue lindo verla sonreír, ya que la mayor parte del tiempo estaba seria o de mal humor. Creo que aquella noche con su amiga le sentó muy bien, ya que se la pasó riendo con ella y no solo porque estaba algo tomada. No sabía si ella era así de seria solo conmigo porque parecía odiarme en demasía y ni siquiera me conocía. Tal vez pensaba que yo la odiaba también, pero no era así y le estaba dando la imagen incorrecta de mí. ¿Quería cambiar eso? ¿Acaso valía la pena que Angel conociera al verdadero Hunter?

¿Por qué me importa todo esto?

Debía dejar de hacerme esta clase de preguntas que no me conducían a ningún lugar. Solamente me estaba haciendo ideas tontas en la cabeza. Para empezar, estaba consciente de que Angel y yo éramos de mundos distintos y no tenía nada que ver con el dinero, su mundo era normal (en lo que cabía), no había muertes violentas, ni sangre. Ella era un ser puro y yo todo lo contrario a lo que se merecía. Por su bien, tenía que dejar de pensar que una mujer como ella se podía fijar en un hombre como yo.  


💙💙

Creo que no les está gustando esta nueva versión :( Me doy cuenta porque no hay muchos comentarios nuevos, en algunos capítulos no pasan de 10 y en otros ni siquiera llegan a esa cantidad. No sé si es porque los capítulos son muy largos o ya perdí mi toque, pero me desanima mucho ver que no les gusta este libro. No es una amenaza, pero lo mejor será que regrese la versión anterior, al menos en esa sí comentaban más 😔 

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