Capítulo 6. 💙
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"Así es ella...
Una soñadora constante que se emociona
con pequeños detalles, sutil en lo dulce y
fuerte en las adversidades. No presume de
su valentía porque su humildad le impide
ver lo grande que es, y aunque tropieza, se
levanta una y otra vez.
—José Esaú Niño Z.
Hunter
Pasaron unos días, pero yo veía mal a Marie, estaba decaída y no tenía ganas de hacer nada y aunque quisiera hacerlo se lo había prohibido. La mujer era necia, sin embargo, yo lo era más. Mentía diciendo que se encontraba bien, pero se mareaba, se quejaba por un dolor en el pecho y le faltaba el aire, más veces de las normales. Así que sin ser un experto en el tema sabía que no se encontraba bien de salud y me preocupaba que no se quisiera atender cómo debía.
Agradecía que Angel estuviera en la casa y le ayudara a Marie, no le permitía hacer nada que pudiera lastimarla o agravar su mal. De todos modos, la mujer era necia y me preocupaba que las cosas continuaran así y no quisiera ir con el doctor.
—¿Ya tienes pareja para ir a la cena? —me preguntó Mike entrando a la oficina sin pedir permiso, cómo siempre. Cerró la puerta y se encaminó hacia el escritorio. Lo miré de reojo mientras revisaba unos cuantos papeles.
Como dije, Mike se la pasaba comiendo y esta vez no era la excepción, había salido sin decir nada y regresó con un utensilio desechable con ensalada y quien sabe que más traía dentro. No debía sorprenderme que fuera así, ya que desde que lo conocí se la pasaba comiendo, nunca dejó atrás las papas fritas o los dulces, mucho menos todo lo que tuviera que ver con el chocolate, aquello era su debilidad.
Jaló la silla y se sentó subiendo los pies al escritorio.
—Baja tus pies —le ordené, pero hizo caso omiso a mis palabras, insistiendo en lo de la mentada cena que se iba a llevar a cabo en poco tiempo.
—Te hice una pregunta —insistió, mirándome. Le quitó la tapa a la caja y sonrió feliz observando lo que había dentro.
—Y yo te pedí que bajes tus pies —levantó una ceja, pero no hizo nada, en lugar de eso se dispuso a comer.
—¿Ya tienes con quien ir a la cena? —volvió a preguntar. Bufé y me contuve de querer cerrarle la boca con cinta que tenía en uno de los cajones, para que no estuviera molestando más y me dejara en paz.
¿Es mucho pedir que no me moleste?
¿Qué hice yo para merecer un castigo de esta magnitud?
—No —zanjé —. No creo que vaya.
Dejé los papeles sobre la madera, apretándome los lagrimales, sentía que la cabeza me iba a explotar. Maykel no ayudaba en nada con su palabrería y cada una de las tonterías que preguntaba a cada rato. Seguía siendo un niño metiche y curioso.
—Yo creo que debes llevar a Angel —sugirió con un tono de voz divertido. Masticaba exageradamente porque sabía que aquello me molestaba en demasía y lo hacía a propósito para que me enojara con él y al final terminara echándolo fuera para que comiera en la sala.
—¿Qué? —levanté la cabeza hacia él, incrédulo. Él no estaba diciendo esto, ¿verdad? No, no podía estar hablando en serio, era una broma como todas las que hacía siempre desde que nos conocimos.
—¿Qué? —preguntó de vuelta, usando el mismo tono que usé yo.
—¿Qué dijiste? —me dejé caer en el respaldo de mi silla acolchada.
—Lo que escuchaste, sordo —picó un poco de ensalada y se la llevó a la boca.
—¿Llevar a Angel a la cena? ¿En serio? Estás jugando, es eso. Me quieres hacer enojar como siempre.
—¿Por qué no la puedes llevar? ¿Por qué no es cómo las mujeres con las que te acuestas? ¿Por qué no tiene dinero? ¿O por qué es tu empleada? —levantó una ceja y se deslizó cerca sin soltar el plato. No se lo fuera a robar.
—No es nada de eso, ni siquiera había pensado en eso. Pero...—me callé cuando me miró de esa manera en la que no creía ni una de mis palabras —. No me mires así —le señalé.
—¿Entonces? —ignoró lo que le dije. Solo él sabía cómo sacarme de quicio en pocos minutos, uno de sus pocos dones.
—Angel no pertenece a mi mundo, es demasiado buena para ir a esa cena llena de asesinos, corruptos, mafiosos de clase baja. No la voy a arriesgar, no a ella —cogí más papeles para revisarlos y firmar. Esperaba que con esto Maykel dejara el tema de lado y no insistiera más. No iba a ir a esa cena, ni con Angel ni con nadie.
—¿A ella no? —ladeó la cabeza. Sus orbes destellaron con una chispa de curiosidad y yo tenía la culpa por avivar esa chispa en él. Mejor me hubiera quedado callado.
—Ni a ella ni a nadie y no insistas —le pedí, pero aquello era algo que, por supuesto, ese tonto no iba a hacer, parece que le gustaba joderme en todos los sentidos, era su pasatiempo favorito.
—Pues yo creo que nada más la lleves a la cena y ya. Angel es inteligente, amable y muy educada, además es muy bonita, muy bonita —repitió y aquello me hizo mirarlo.
—Dijiste dos veces que es bonita. Angel es molesta, no se queda callada y no se sabe comportar —se encogió de hombros, minimizando mis palabras.
—Es muy bonita y se sabe comportar, lo que pasa es que no te has tomado el tiempo para conocerla, por eso dices eso. Es una linda persona —me señaló con el tenedor.
—No me señales —le advertí.
—Como digas. Yo creo que deberías pedírselo, no creo que te diga que no, eres su jefe —de nuevo encogió un hombro, indiferente.
—No le puedo pedir este tipo de cosas, no lleva ni dos semanas trabajando para mí y tú quieres que me aproveche de ella —se carcajeó en mi cara —. ¿De qué te ríes, tonto? —le miré, molesto.
De nuevo dejé los papeles a un lado, era inútil intentar trabajar con este fastidioso molestando cada cinco segundos. La cabeza me iba a reventar y no se callaba.
—No creo que diga que no. Además, Danielle no va a salir contigo —en ese momento Danielle entró a la oficina con un vaso con agua y las pastillas para el dolor de cabeza. Me miró mal y negó con la cabeza, afirmando lo que Maykel dijo.
—Jamás vuelvo a salir contigo —se acercó, me entregó el vaso con agua y las pastillas —. Eres un imbécil.
—Ves —señaló Mike.
—Cierra la boca. Además, no te lo iba a pedir a ti —la rubia alzó una ceja, ofendida.
—¿De qué hablan? —indagó Danielle, pero antes de decir algo, Mike me quitó las palabras de la boca.
—Le dije a Hunter que debe invitar a Angel a la cena, ella es linda y educada, además de que no tiene con quien ir.
—Yo no voy —levantó las manos negando rápidamente con la cabeza —. Eres muy mandón y no me gustan ese tipo de cenas —dijo desdén.
—Esa es una clara señal de que debes invitar a Angel, creo que ella y Marie son las únicas dos personas que soportan tu mal humor —Mike hablaba y comía, eso me parecía tan desagradable, pero a él se lo dejaba pasar, aunque muchas veces solo quería golpearlo, muy muy fuerte.
—Marie me soporta porque ya está acostumbrada y Angel porque le pago, nada más —murmuré. Esperaba que con esto me dejaran de molestar porque cuando ambos se ponían de acuerdo eran insoportables.
Compartieron miradas, lo que se me hizo extraño. Los miraba detrás del escritorio.
—Ya se pueden ir —comenté y ambos se rieron de mí —. ¿Qué es tan gracioso? No le veo gracia a lo que dije, ya se pueden ir y dejarme solo —Danielle salió sin rechistar, pero Mike se quedó otro rato más donde yo miraba los papeles y él masticaba lo que sea que tenía en las manos.
***
Jalé el primer cajón del escritorio, dentro había una fotografía de Blake y yo. Cogí la foto y pasé la punta de mis dedos sobre la imagen de mi pequeña hermana. Ahí tenía unos dieciséis años, se veía feliz y hermosa. Me recordaba mucho a mi padre, el mismo color de ojos, el cabello oscuro y la misma sonrisa. La extrañaba mucho, quería verla y hablar con ella. Muchas veces estuve tentado a coger el teléfono y llamar a casa, saber que a pesar de todo ellas se encontraban bien, que estaban bien sin mí, aunque para mí esto era un infierno, pero yo me lo había ganado con cada uno de mis actos.
—¿Sabes algo de ella? —la pregunta de Maykel me trajo de regreso. Exhalé y observé la imagen con detenimiento, cada detalle de aquel día en que la tomaron, fue mi madre la persona que pudo retratar la bonita relación que tenía con mi hermana. Lo que más extrañaba de todo lo que dejé en Boston.
No tenía muchas fotografías de ella o mis padres, todas las destruí y otras más, como esta, las guardaba para no tener que recordar cada día la vida que tuve antes de lo que hice.
—Sé que es la jefa de su departamento y lucha contra la trata de blancas. Es la mejor de todos —sonreí —. Siempre supe que iba a llegar lejos —suspiré y guardé la foto en su lugar para no tener que recordar más momentos tristes.
—¿No vas a regresar? ¿No quieres ver a tu madre? —negué de inmediato ante su pregunta. Él también extrañaba aquel sitio, al que una vez pudimos llamar hogar.
—No tiene caso regresar a un lugar donde no me quieren, ellas dos están mejor sin mí y yo...—me quedé callado. Las palabras murieron en la punta de mi lengua.
—¿Y tú estás mejor sin ellas? —inquirió con curiosidad, ladeando la cabeza.
—Sí —mentí.
—No es cierto —empujó la silla hacia atrás y esta se deslizó sobre la superficie plana. Se puso de pie y me miró severamente.
—Sí, es cierto y no me contradigas —lo señalé.
—No mientas, Hunter, se te da muy mal mentir —se pasó los dedos por las finas hebras de sus cabellos castaños —. Te conozco muy bien, más de lo que te conoces tú —acomodó sus gafas sobre el puente de su nariz.
—Cierra la boca —también me puse de pie y con los puños golpeé el escritorio. Las cosas encima de este se movieron de un lado al otro, incluso la lámpara bailó encima de la madera, la observé esperando que en cualquier momento se fuera a caer, pero eso no sucedió y al final regresó a su lugar.
—Yo no soy Danielle o la misma Angel a las que les puedes gritar cómo se te dé la gana. No soy uno más de tus empleados, yo soy tu amigo o al menos para mí, tú eres mi amigo... Eres mi mejor amigo, Hunter —murmuró.
—¡Ya cállate, Maykel! —le grité lleno de coraje. En ese momento no estaba pensando bien y siempre sucedía que me arrepentía de todo lo que decía cuando me enojaba de este modo.
—No, no me voy a callar, Hunter. Te molesta porque tengo razón y duele. Sé cuánto duele, pero no me voy a callar cuando sé perfectamente por lo que estás pasando. Y si crees que por ser mi amigo no te voy a decir la verdad, te equivocas. Un día, cuando menos te lo esperes, va a llegar la persona a la que no le vas a poder gritar o mandar como lo haces con todos nosotros y ese día voy a ser muy feliz. ¿Sabes por qué? Porque ese día sabrás lo que es el amor y el dolor, el sufrimiento. Ese día serás tú el que calle y solo escuche.
Quise hablar y decirle lo imbécil que era, pero antes de abrir la boca giró en redondo y caminó hacia la puerta para salir y dejarme solo.
—Imbécil —me dejé caer en la silla soltando un suspiro.
Agradecí cuando Maykel ya no regresó, había días como hoy que se ponía insoportable y se la pasaba predicando lo que era bueno y lo que no. Odiaba su maldita filosofía de vida y lo odiaba a él.
Bueno, no lo odiaba, me caía mal la mayor parte del tiempo, pero lo quería como a un hermano. Le agradecía que me hubiera seguido hasta aquí, que no se fue y me dejó solo. Le agradecería tanto que estuviera aquí, a mi lado y que por lo visto no me iba a dejar.
****
Salí del club y bajé al estacionamiento. Aquella noche preferí viajar solo, había días que me cansaba viajar con dos hombres cuidando mi espalda todo el día, todos los días. Era agotador para mí, así que ese día me fui solo al club y regresé solo a casa. Confiaba en que no me iba a pasar nada si lo hacía y por lo visto no pasó nada porque al entrar a la propiedad estaba sano y salvo. Bajé del auto y cerré la puerta, me aflojé la corbata y entré a la casa, me dirigí a la cocina y escuché un par de voces, una la reconocía perfectamente, pero la otra era más dulce que la de Angel, más infantil.
Me detuve bajo el umbral de la puerta observando la escena que tenía frente a mí. Angel se encontraba de frente a la isla y a su lado una niña le ayudaba con lo que estaban preparando. Las dos se reían divertidas. Sus risas eran muy parecidas, pero ellas no lo eran en sí. La pequeña era rubia y ojos azules, Angel de cabello oscuro y poseía la mirada más dulce que yo hubiera visto jamás, sus luceros eran dos grandes avellanas.
—Señor, Dagger —Angel dejó de hacer lo que estaba haciendo, poniéndose seria. Tal parece que hubiera visto al mismo demonio aparecer frente a ellas.
—Buenas tardes —musité y entré por completo a la cocina —. ¿Quién es ella? —dejé el saco colgado en uno de los bancos y me subí las mangas de la camisa a la altura de los codos.
—Ella es mi hermana, Callie —me sorprendí por lo que dijo.
—Callie —repetí. Ella sonrió tan dulce como podía hacerlo. Confirmé que sus sonrisas eran muy parecidas.
Ahora lo entiendo todo.
—Mucho gusto, Hunter—la chiquilla rubia se puso de pie, cogió mi mano y me dio un beso en la mejilla como si me conociera de toda la vida, pero la verdad es que era la primera vez que la veía.
—Callie —la reprimió Angel, pero a ella no le importó, bufó y regresó a su lugar sentándose en el taburete.
—¿Hice algo malo? —preguntó un tanto inocente.
—No seas igualada —le dio un manotazo en el dorso de la mano, a lo que su pequeña hermana se sobó la zona dolorida —. No es Hunter, es el señor Dagger. ¿Lo entiendes? —le preguntó.
—¡Auch! Sí me dolió —se quejó. Miraba la escena con diversión, mientras ellas ignoraban mi existencia —. Además, la que trabaja para él eres tú, no yo —siguió echando la masa en el molde para horno, encogiéndose de hombros.
—Dios, dame paciencia —se quejó y resopló.
—No te preocupes, Angel, me puede decir como ella quiera —le dije.
—Ves —señaló su hermana con una gran sonrisa en los labios —. Él lo entiende, ¿por qué tú no? —entornó los ojos.
Quise cambiar de tema, no tenía caso continuar con lo mismo.
—¿Qué hacen? —les pregunté acercándome un poco más. Había bolsas de harina, la batidora untada de la masa chocolatosa, cascarones de huevo, harina y mucho más. Algunos ingredientes que ni sabía qué había en la alacena.
—Cupcakes —respondió la rubia —. Son mis favoritos y los estamos preparando para Marie, a ella le gustan también. Me quedan muy bien.
Sin duda alguna la más pequeña de las Rider era más sonriente, vivaz y habladora, todo lo contrario, a su hermana mayor, o es que tal vez conmigo se retraía, se cohibía o simplemente no quería dejarse ver cómo era en realidad.
—¿Me van a regalar uno? —Angel me miró extrañada.
—¡Claro que sí, Hunter! —respondió Callie.
Le agradecí con una pequeña sonrisa. Callie continuó vertiendo la mezcla en los moldes mientras tanto tarareaba una canción que no reconocí a la primera.
—Señorita, Rider —las dos voltearon a verme —. Angel —aclaré —. ¿Puede venir un momento, por favor?
—Claro —se limpió las manos en el delantal, le dijo algo a su hermana y pasó a mi lado, la seguí y nos detuvimos a medio pasillo —. Dígame.
—He visto a Marie un poco cansada, le he dicho que vayamos al doctor —me crucé de brazos —. Pero cómo ya la conoces me dijo que no.
—Ella puede ser muy necia, a veces —le di la razón por que era cierto —. Yo también le dije que debería ir al doctor.
—Y te dijo que no, cierto —asintió, apretando los labios —. Hablé con ella hace días, le dije que sería buena idea que vinieras a trabajar de tiempo completo para qué...—sus ojos se abrieron más de la cuenta. Me interrumpió antes de que terminara de hablar.
—¿Qué? ¿Usted quiere que venga a vivir aquí? —escondió las manos detrás del delantal. Estábamos igual de cerca que el día que la conocí, ella también se dio cuenta por qué dio un pequeño paso atrás, pero no lo suficiente para que el olor que desprendía me picara en la punta de la nariz. Olía a mantequilla, cacao y harina, una bonita combinación.
—Sí —metí las manos en los bolsillos de mi pantalón —. Con Callie, obvio —parpadeó un par de veces —. Me gustaría que estuvieras más al pendiente de ellas, sabemos que por su problema del corazón no puede hacer muchas cosas. Me preocupa y no quiero que nada malo le pase. ¿Qué dices? —esperaba una respuesta positiva de su parte, no que lo tuviera que pensar tanto.
—No, es que yo... No sé —suspiró. Se rascó el brazo, nerviosa —. La idea era solo venir hacer lo que debo hacer e irme, no venir a vivir aquí, con... Usted —musitó sin mirarme a los ojos. Sus mejillas se tiñeron de color rosa.
Me encanta como te sonrojas, Angel.
—Lamento si mi presencia le molesta. Podía ofrecerle el bungaló, pero la idea es cuidar de Marie, estar al pendiente de ella. Puede vivir aquí con Callie, hay más habitaciones para que cada una tenga su espacio —le expliqué —. Están amuebladas, pueden comer en la cocina y tomar lo que sea. Yo no tengo ningún problema con eso. Lo que quiero es que Marie no se sienta sola, que esté acompañada y que alguien se haga cargo de su tratamiento.
Quería ser convincente y más que nada, que me creyera porque en parte la quería en la casa para que estuviera al pendiente de su tía, pero también porque, por lo que sabía y lo poco que Marie me dijo, el lugar donde vivían era peligroso y la mujer bajaba a todos los santos del cielo cuando su sobrina salía de trabajar.
Me miraba atenta y cuando me quedé callado se quedó pensando un momento.
—Necesito hablar con Callie sobre esto, no sé si ella acepte esta propuesta —metió las manos en el delantal.
Estaba seguro de que la pequeña Rider iba a aceptar, hasta podía jurar que sería ella quien convenciera a su hermana mayor para vivir aquí. Tenía que hablar con la pequeña para convencer a su hermana si es que ella no se decidía.
—Piénselo bien, señorita Rider. Sé que es inteligente y sabe lo que conviene.
—¿Usted sabe lo que me conviene, a mí? —indagó y yo asentí.
—Ya no va a tener que pagar renta en el lugar donde vive, sería más fácil para usted, ya que no tendría que trasladarse desde su casa hasta aquí —encogí un hombro —. Y podría llevar a su hermana al colegio, o cambiarla de colegio también. ¿Qué dice? —recargué la espalda contra la pared, esperando una respuesta.
—Lo que usted me ofrece es muy bueno —se mojó los labios —. Pero cómo le dije, lo tengo que consultar con Callie, su opinión también cuenta.
—Lo entiendo, hable con ella y me dice después cuál es su respuesta, ¿de acuerdo? —asintió —. Ya se puede ir —pasó a mi lado y una pequeña sonrisa de victoria se dibujó en mis labios. Sabía que al final iba a terminar aceptando, como dije era inteligente y sabía lo que le convenía.
Cuando regresé a la cocina ambas estaban terminando de preparar los cupcakes, les ayudé a limpiar la mesa y Callie me enseñó como preparar la cubierta que llevaban arriba como adorno. Callie era atenta y muy paciente, me hablaba como si fuera un niño que necesitaba aprender paso a paso y tal vez lo era, esto de la cocina no era lo mío, pero me defendía en algunos aspectos, aunque no sabía preparar postres, pero ellas lo amaban, se veía la ilusión en sus luceros, la magia con la que creaban esas delicias. Sin duda alguna se llevaban bien y no se la pasaban discutiendo como otras hermanas, les tenía un poco de envidia, ya que así fue mi relación con Blake, pero de esta ya no quedaba nada más que un profundo rencor y odio.
Angel
—¿Por qué no me quieres decir lo que te dijo Hunter? —Callie insistía en saber lo que me propuso el señor Dagger.
Cerré la puerta del departamento y miré el lugar con un poco de melancolía, no quería hacer una comparación porque bueno, su casa era mucho más grande que esta pequeña ratonera, era más linda y obviamente no tenía tantos detalles como este lugar, manchas de humedad en el techo, pedazos de la pared sin pintura, la llave del baño goteaba. Era imposible no comparar este lugar con esa mansión que no tenía nada de malo por donde la vieras, era hermosa, grande y Callie estaría segura ahí. Por más que me quisiera engañar este lugar ya no era seguro para ella, al contrario, había robos y secuestros, una semana atrás encontraron el cuerpo de una niña de quince años. Vendía drogas para un sujeto y fueron por ella para vengarse de él.
No podía fingir que esas cosas no pasaban, que estábamos seguras cuando no era cierto y por más que me dolía, tenía que aceptar este lugar se estaba cayendo a pedazos, desde las personas hasta el mismo edificio que era un nido para personas con bajos escrúpulos. El ofrecimiento del señor Dagger era tentador, ya no iba a dejar sola a Callie, no tendría que andar en mi bicicleta hasta altas horas de la noche e iba a poder cuidar de Marie sin tener que salir de la casa.
Tal vez mi tía tenía razón y el señor Dagger no era tan malo como yo juraba que lo era, él no ganaba nada con que nos fuéramos a vivir a su casa, al contrario, nos iba a tener ahí cuando estaba acostumbrado a vivir solo y sin ruido.
—¿Hunter? —inquirí —. Ya te dije que no seas igualada —giré sobre mis talones para quedar frente a ella. Puse una mano en mi cintura. Callie dejaba la mochila encima de la mesa, con la comida que trajimos de la mansión. Marie no pidió que cuidemos sus toppers, más bien fue como una amenaza.
—Ya te dije que quien trabaja para él eres tú, no yo —se encogió de hombros —. Pero dime que te dijo —insistió.
—Quiere que vayamos a vivir a su casa...—Ni siquiera me dejó terminar porque respondió de inmediato chillando feliz.
—¡Sí! —gritó con efusividad. Parpadeé un par de veces, procesando lo que me estaba diciendo, mejor dicho, lo que estaba gritando porque no dejaba de aplaudir y saltar en su lugar.
—¿Qué?
—Dile que sí aceptas.
—Ni siquiera me has dejado explicarte...—se acercó y cogió mis manos entre las suyas.
—Creo que no tienes nada que pensar, hermana. Es una gran oferta, así salimos de este horrible lugar que ya no me gusta para nada —con los pulgares acariciaba el dorso de mis manos. Bajé la mirada hacia nuestras manos y después la miré a ella a los ojos.
—¿Te quieres ir de aquí? —murmuré ante su declaración —. Creí que este lugar te gustaba.
—No me malinterpretes, Angel, claro que me gusta vivir aquí, pero hay tantos recuerdos de mi padre y esos duelen, ¿sabes? Duelen mucho. Todavía recuerdo ese día, siempre se siente como si fuera ese momento, precisamente ese momento —su voz se rompió. Me acerqué para abrazar su pequeño y delgado cuerpo entre mis brazos que la apretaron fuertemente. Soltó una exhalación y correspondió a mi abrazo con delicadeza.
—Lo siento —dejé un beso en su frente —. No he pensado en el dolor que debes estar sintiendo, soy tan egoísta —me separé lo necesario para poder apreciar su pequeño y angelical rostro.
—Nada de eso, tú eres la mejor hermana que alguien puede tener. Pero quiero salir de aquí, Angel, quiero una mejor vida para las dos —sus ojos se llenaron de lágrimas que me rompieron el corazón.
En definitiva, mi hermana me sorprendía cada día, era mucho más madura de lo que yo me había imaginado.
—Hunter te está ofreciendo vivir en su casa, así no vas a pagar la renta de este lugar y puedes ahorrar para pagar las otras deudas que tienes. No me quieres decir nada para que no me preocupe, pero sé que debes mucho dinero y que no tienes como pagarlo —la llevé al sofá para sentarme a su lado —. No soy tonta, Angel y te puedo ayudar.
—No te voy a pedir que dejes de estudiar, mucho menos que te pongas a trabajar —ahora fui yo quien cogió sus pequeñas manos.
—No tengo que dejar de trabajar para ayudarte. Puedo hacer cupcakes, panes, postres y venderlos fuera del colegio. Podemos vender a través de WhatsApp, ofrecer a las personas más cercanas.
—Eres una chica muy inteligente —dejé un toquecito en la punta de su nariz —. Tal vez ahora que estoy trabajando en la mansión y que voy a ganar un poco más, podamos hacer lo que dices —sonrió feliz.
—Y con respecto a lo que te dijo Hunter —seguía curiosa por saber mi respuesta.
—No sé.
—Es normal que tengas dudas, pero piénsalo bien. La mansión de Hunter es enorme y bonita, además me di cuenta de que varios hombres vigilan todo el tiempo.
—Y eso es lo que me preocupa —musité. Callie frunció el ceño —. Sabes perfectamente que Hunter Dagger no es un buen hombre —señalé lo obvio.
—Y tampoco finge serlo —la miré y se encogió de hombros —. ¿No dice el dicho que "Más vale malo conocido que santo por conocer"? —alzó una ceja.
—Tengo que pensarlo bien, además si lo hago no sería solo por salir de aquí —tenía que ser sincera con Callie, nunca le oculté nada y no lo empezaría a hacer ahora.
—¿Qué quieres decir con eso, Angel? —pasó de la felicidad a la preocupación en un segundo.
—¿Te diste cuenta de que la tía Marie no está bien? —exhalé.
—Me di cuenta de eso.
—Por eso el señor Dagger quiere que me vaya a su casa para ayudarle más a la tía Marie y que ella descanse. Sabes que no está bien del corazón —asintió.
—Sí, al igual que papá —soltó un suspiro y su mirada se quedó fija en un punto en el suelo. Era inevitable hablar de papá y no llegar a sentir tristeza o dolor cuando su muerte era tan reciente.
Nunca en la vida una perdida me llegó a doler tanto como fue la muerte de papá, ni siquiera cuando mi madre se fue sentí tanto dolor, pero era algo que ya se veía venir, siempre la escuché quejarse por la vida que llevábamos, que no había dinero, el lugar donde vivíamos, que no tenía ropa bonita, que esto y lo otro. Ella no era feliz con mi padre, por eso se fue. Todos esos años de reclamos me preparó para que el día que se fuera no doliera con tal intensidad. Y no voy a decir que no sentí feo porque sí, era una niña y tenía la esperanza de que el supuesto amor de madre le hicieran quedarse, pero no había suficiente amor para soportar la vida que mi padre le podía ofrecer en ese momento.
Lo que me dijo el señor Dagger solo me dejó con más dudas de las que ya tenía de por sí. Mi idea no era esta, vivir en su mansión y pasar más tiempo a su lado. Ese hombre despertaba en mí sentimientos, pero el más fuerte y que se arraigó a mi ser era la enemistad hacia su persona. No era algo que me gustaba sentir por las personas porque, bueno, todos somos así por alguna razón, pero con el señor Dagger todo era tan... Raro. Era distante y seco, muy duro en todos los aspectos, desde cómo tratar a las personas hasta como les hablaba, empezando por Maykel, a veces lo trataba como si no fuera su mejor amigo, lo trataba como si fuera su enemigo y me ponía a pensar que me podía esperar yo siendo solo su empleada.
Tenía que pensar bien las cosas porque meterme a esa casa y vivir ahí no sería estar completamente en la gloria, por supuesto que no. Hunter Dagger era el diablo, debía tener eso bien presente y no olvidarlo jamás.
No quise hablar más del tema y lo di por terminado cuando me puse de pie y guardé la comida en la nevera. Callie fue a su habitación para terminar con la tarea que tenía pendiente, escuché que se estaba duchando y aproveché para lavar los pocos platos que había sucios, miré un rato mis redes sociales y respondí la llamada de Amara.
—Hola —estaba algo cansada y tenía sueño.
—¿Estás bien? No te escucho muy animada —dijo. Subí los pies al sofá, ya que me dolían y los sentía hinchados.
—He estado trabajando el doble puesto que Marie no se ha sentido bien.
—¿Y ya fue al doctor? —preguntó. Del otro lado de la línea se escuchaba una canción de Britney Spears, Baby one more time era nuestra canción favorita, la escuchábamos desde que éramos unas adolescentes enamoradas de los Backstreet boys —. Dile que tiene que ir porque si no eso se puede complicar.
—Precisamente de eso estaba hablando con el señor Dagger.
—Hunter —me corrigió —. Cuando no estás en su casa lo puedes llamar por su nombre.
—De acuerdo —se rio —. De eso estaba hablando con Hunter, va a llamar al doctor para que la revise y le cambie la medicación si es necesario. Y también me propuso algo.
—¿Qué te sugirió? ¡Cuenta! ¿Son cochinadas? —me eché a reír y ella después de mí.
—¡No!, nada de eso. Tengo muchas cosas que decirte.
—Y yo las quiero saber todas. ¿Qué te parece si nos vemos este fin de semana? Podemos ir a ese club al que siempre hemos dicho que íbamos a ir. ¿Qué dices?
Creo que no tenía mucho que pensar, ya que la idea en sí no me desagradaba, quería salir con mi mejor amiga, beber un poco y olvidar todos los problemas que tenía encima. Por una noche quería ser una chica de mi edad que disfruta de la vida y no se la pasa pensando en deudas y deudas qué pagar.
—Sí —respondí.
—¿Sí? —inquirió —. ¿Sí quieres ir? ¿En serio? —Estaba sorprendida por mi repentina respuesta. Pensó que le iba a decir que no.
—¡Claro que sí! ¿Por qué se te hace raro que quiera ir contigo a beber algo?
—Porque nunca quieres salir conmigo, o te la pasas trabajando o...
—No tengo dinero, lo sé. Pero ahora es diferente, tengo tiempo y dinero para que tú no pagues todo lo que consuma —musité.
—Sabes que eso no es ningún problema para mí, pero está bien. Dime cuándo y a qué hora paso por ti —escuché ruido del otro lado y la música se escuchó más baja.
—El sábado a las siete, ese día salgo más temprano.
—¡Me parece perfecto! El sábado a las siete paso por ti y más te vale, Angel Rider, que estés lista porque te juro que si no te voy a golpear muy fuerte —me reí y dejé caer la cabeza en el respaldo del sofá.
—Te juro que voy a estar lista y no habrá problemas.
—Nos vemos el sábado entonces.
—El sábado a las siete. Te quiero, Amara.
—Yo también te quiero, Angel —esperé unos segundos antes de colgar por si tenía algo que decir, pero cuando no dijo nada colgué dejando el móvil a un lado sobre el sofá. Iba a tener que cambiarlo, ya que estaba viejo y tenía la pantalla rota, además de que el centro de carga no funcionaba bien y no cargaba igual.
Había tantas cosas que quería comprar y cambiar de este lugar, pero sentía que no me daba la vida para tanto. Ni siquiera trabajando toda la vida iba a poder con todo lo que soñaba, no quería que al final se quedaran solo en sueños que no pude cumplir, quería cumplirlos y sentirme satisfecha.
No supe en qué momento me quedé mirando el techo fijamente, pero pasaron los minutos en los que mi mente divagaba y creaba escenarios imaginarios. Me pasaba más de lo que me gustaría aceptar, pero no lo podía evitar.
—¿En qué tanto piensas? —Callie se acercó por detrás y puso sus manos en mis hombros —. Estás pensando en lo que te dijo Hunter, ¿verdad? —asentí —. No te quiebres la cabeza pensando solo en eso.
—Es imposible no hacerlo —exhalé —. ¿Por qué las cosas tienen que ser tan difíciles? —puse una mano encima de la suya y apoyé la mejilla sobre esta.
—No te quiebres la cabeza pensando tanto —puso sus manos en mis hombros.
—No sé, pero los pobres somos los que sufrimos más —murmuró —Y es lo más jodido de todo, porque no le importamos a nadie —por más que me doliera era la verdad.
Me dolía que mi hermana se diera cuenta de esto, de lo cruda y difícil que podía ser la vida y que si quieres conseguir algo tienes que trabajar el doble, pero que ni eso garantiza que las cosas salgan como uno las quiere. Callie estaba aprendiendo las cosas a la mala y me hubiera gustado evitarle estos disgustos. La vida, el destino o el universo no era nada justo con algunas personas.
Callie soltó mis manos y rodeó el sofá para sentarse del otro lado. Cogió mis pies de los tobillos y los subió a sus piernas para dejar suaves masajes en la parte de arriba y en los tobillos.
—Debí suponer que esto iba a pasar cuando ella se fue —me refería a la mujer que nos dio la vida —. Las cosas no eran perfectas y no teníamos tanto dinero, pero las cosas iban bien, todo se jodió el día que ella se fue —murmuré —. Papá se vino abajo, se deprimió y no quiso salir de ese pozo en el que cayó. Nunca quiso salir de ahí —cada una de mis palabras se sentía como una daga en el pecho.
El dolor atenazaba mi garganta, se estancaba en medio de este y provocaba un dolor lacerante en mi pecho. Lo sentía como una piedra que me dificultaba hablar bien.
—El amor de sus hijas no fue suficiente para salir adelante, ¿por qué? ¿No éramos suficientes para él? —derramé un par de lágrimas que limpié rápidamente con el dorso de mi mano y mi suéter. Mi hermana ni siquiera podía responder a mis preguntas porque sabía que en parte era cierto lo que decía y no culpaba a mi padre por lo que hizo, pero me dolía tanto que nos dejó solas cuando también lo necesitábamos con nosotras.
—No te culpes por eso, Angel, ni tú ni yo tenemos la culpa de las decisiones de papá. Si papá hizo eso fue porque ya no podía más, todo era muy difícil para él —asentí. Apretando los labios para no llorar más.
—Tal vez si hubiese hecho más por él estaría aquí, ¿no? —Callie negó con la cabeza para mi mala suerte.
—Hiciste todo lo que estuvo en tus manos y creo que hasta más de lo que podías hacer en ese momento. Le diste todo el amor de una hija, paciencia y tiempo, él se dio cuenta de eso. No le quedaste a deber nada, hermanita —cuando dijo estas últimas palabras no pude evitar llorar desatando el nudo que retenía en la garganta —. Papá se fue sabiendo que eres la mejor hija y hermana de todo el mundo —me mordí el labio inferior.
—Eres un ángel, ¿lo sabes? —sacudió la cabeza.
—El ángel eres tú, hermanita. Eres noble y tienes un gran corazón donde no hay malicia ni odio —se giró hacia mí apoyando el codo en el respaldo del sofá —. Sin duda alguna eres la mejor hermana que puede existir en todo el mundo. No te culpes por lo que pasó con papá porque no fue tu culpa.
Tragué saliva y me limpié las mejillas.
—Voy a pensar en lo que me dijo Hunter, ¿sí?
—Lo que sea que decidas, yo te voy a apoyar y respetaré tu decisión —cogió mi mano con sus dedos —. No te voy a dejar sola, nunca.
—Gracias —soltó mi mano y me sonrió.
—¿Qué te parece si mejor miramos una película y comemos chucherías? —subía y bajaba las cejas.
—Vale, pero que sean de caramelo —sugerí.
—¡Sí! —aplaudió —. Creo que hay unos Icee en el cajón y hielos en la nevera —sabía por dónde iba y me gustó la idea porque una de mis tantas debilidades era el Icee de cereza y las palomitas con caramelo.
—Yo preparo el Icee y tú las palomitas —la señalé y aceptó de inmediato. Empujó mis pies al suelo estrellando los talones contra el concreto frío. Se puso de pie y fue a la cocina. Ella se encargó de las palomitas con caramelo y yo del Icee. Callie sabía cómo hacer que el caramelo no se quemara y sabían tan bien que quería comer hasta quedar satisfecha.
Ahora que tenía una buena paga nos pude permitir pagar un mes de suscripción de Netflix y así poder ver una película, no sabíamos cuál ver, estábamos indecisas, pero al final terminamos viendo una de romance, de esas películas con las que terminas llorando cómo magdalena y con ganas de tener una relación como la de los protagonistas. Callie también lloró casi al final, pero fingió que no pasaba nada. Al final de la noche Callie me ayudó a lavar lo que ensuciamos y cada una fue a su habitación, me di una ducha antes de dormir para despejar mi cabeza de tantas cosas que traía encima. Había días en los que quería dormir todo el día y no saber nada de nadie, olvidarme un rato de la humanidad y los problemas que para ese momento eran muchos o yo los veía como tal, pero todos tenían solución.
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