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Capítulo 53. 💙

"Admito que me consumió,

me despedazó, me destrozó.

Pero también admito que me

hizo mirar hacia delante y

entender que todo en esta vida

tiene un motivo. Y que, cuando

has sufrido mucho, llega el día

en el que todo empieza a doler

menos".

—Mario Benedetti.

Hunter

Estaba procesando las palabras de Frank. Era difícil, sin embargo, en algo tenía razón.

Lo miré atentamente esperando que hablara, pero él quería que yo dijera algo, quizá esperaba que le dijera que no, porque lo que él quería era verme tras las rejas, pudriéndome en la cárcel sin la mínima posibilidad de salir algún día por todos los crímenes que cometí a lo largo de los años.

—Hunter —la voz de Maykel me trajo de regreso a mi cruda realidad.

—Quieres que deje los negocios sucios con tal de decirme donde está Angel y su madre —asintió —. ¿Cómo sé que sabes dónde están ellas? —inquirí.

—Como te dije te hemos estado investigando y a todas las personas a tu alrededor —su mirada se dirigió a Maykel y Danielle —. También a la madre de tu querida esposa. Sabemos que fue ella quien le pasó información a Hiro.

Maldito imbécil.

—¿Tú sabías que Serena era cómplice de Hiro y nunca me dijiste nada? —di un paso para golpearlo, sin embargo, Danielle fue más rápida que yo y me detuvo agarrando mi mano mientras Maykel me sostenía de los hombros —. ¡Lo sabías infeliz! Dejaste que pasara esto.

—Tienes que entender, teníamos que ver hasta dónde iban a llegar —dijo despreocupado.

—Ya viste hasta dónde llegaron, ¿estás feliz con eso?

—El secuestro de tu esposa no estaba en nuestros planes, por eso queremos rescatarla con bien.

—¿Qué es lo que quieres entonces? —agradecía que ahora mismo Danielle se interpusiera entre ese infeliz y yo, porque sería capaz de matarlo a golpes.

—Hiro fue el primer socio al que investigamos y salieron algunas cositas de él y su padre, al segundo no lo podemos meter a prisión porque ya falleció —mi rostro de desconcierto lo decía todo.

¿Qué?

—¿No lo sabías? —negué.

—Le llamé muchas veces y me dijeron que no podía atenderme porque estaba muy enfermo, después de eso no supe nada de él.

—Falleció hace meses, Hiro se ha estado haciendo cargo de sus negocios, todos lo que tiene repartidos por todo el mundo. Tú has salido en una larga lista de socios y mafiosos con los que Hiro tiene tratos, negocios ilícitos —aclaró.

—¿Qué quieres? ¡Dime! —le exigí.

—Simple —dijo burlón —. Deja los negocios y te llevo donde está ella.

—No confío en ti, además tengo hombres que la pueden buscar —se echó a reír y con él el sujeto que estaba a su lado.

—¿Tus hombres? ¿Los que matan por dinero, los asesinos? Lo mejor es que no los metas en más problemas, ya que tienen muchos en este momento.

—No puedes venir aquí y proponerle esto —se metió Blake —. No eres nadie.

—Lo siento, señorita Dagger, pero tanto usted como yo sabemos que su hermano no es un santo, mete drogas a las calles, les vende armas a los capos mexicanos, está aliado con muchos más mafiosos que matan personas cada día...—Blake lo interrumpió.

—Que él deje de ser un mafioso no va a cambiar nada, otro va a ocupar su lugar, quizá este sea peor que Hunter.

—¿Lo defiende? —preguntó incrédulo —. Usted sirve a su país, a los civiles, no a un criminal —me señaló de arriba abajo con desdén —. Me sorprende que teniendo ese cargo tan importante y todos esos reconocimientos defienda a un asesino —espetó con rabia.

—No le voy a permitir que hable así de mi hermano...—espetó molesta.

—Blake —me miró —. Déjalo.

—Pero, Hunter...—negué.

—Cuando Hunter deje los negocios lo que pase con los mafiosos ya no le va a importar. Tiene muchos negocios "limpios" —dijo entre comillas —. Es dueño de empresas trasnacionales, así que el dinero no será ningún problema.

—El dinero no es ningún problema. No me importa, solo quiero de regreso a Angel —la sonrisa de Frank se ensanchó mucho más. Él más que nadie estaba feliz por verme en esta situación, por muchos años estuvo buscando un eslabón débil en mis negocios y ahora lo había encontrado.

—Acepta, Hunter, porque si no lo haces puedes ir a prisión. Lo que te propongo es nada comparado a tu libertad.

—Eres un imbécil, Frank Smith —Blake dio un paso hacia delante, pero Lowell la detuvo cogiendo su muñeca —. Pagarás caro por sobornar a mi hermano.

—¿Soborno? —frunció las cejas. Miró a su compañero que le hizo segunda, dándole la razón —. Yo no estoy sobornando a nadie, le estoy dando la oportunidad de encontrar a su esposa y no ir a prisión por todos los delitos que ha cometido aquí y en Boston.

Frank Smith, que ganas de matarte ahora mismo.

—Piénsalo —habló —. Sabes donde buscarme —dio un paso, pero antes de que se moviera hable.

—No tengo nada que pensar —se detuvo y me miró de reojo. Tenía todas las miradas puestas en mí.

—Acepto —Danielle soltó un jadeo, Maykel se quedó en su lugar, Frank sonrió con satisfacción, sorprendido por mis palabras. No se esperaba que aceptara así de fácil, tal vez pensó que lo iba a pensar algunos días, que le diría que no, en este momento mi desesperación era mucho más grande y estaba dispuesto a entregarle mi alma al diablo si con ello me aseguraba traer de regreso a la única mujer que he amado con toda mi alma.

—No te escuché.

Maldito imbécil.

Un día vas a recibir tu merecido.

—Acepto dejar todos los negocios sucios a un lado si me aseguras que me vas a ayudar a encontrarla, no pido más.

—Yo tampoco pido más, Hunter —se giró por completo hacia mí.

—¿Cuándo y dónde? —pregunté.

—Mañana temprano, yo te aviso donde —asentí.

—Está bien —no me quedaba más que aceptar sus reglas. En este momento no estaba para pedir algo cuando no tenía nada.

—Nos vemos —se alejó feliz por la victoria que había conseguido este día.

—Es maldito, imbécil —masculló Blake, se soltó del agarre de Lowell —. Un idiota que se aprovecha del puesto que tiene —estaba molesta. Me acerqué al sofá y me dejé caer en este, soltando un largo suspiro.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó Maykel. No era un reproche, solo quería entender por qué tomé esta decisión.

—No tengo otra opción, es ella o yo. Siempre será ella, antes que todo el mundo. Es mi prioridad —murmuré.

—Tienes que hablar con los socios y decirles que ya no vas a estar a cargo —comentó Maykel.

—Que ellos se arreglen como puedan, ese ya no es mi problema —me pellizque los lagrimales —. ¿Puedes hacer eso? Ahora no tengo cabeza para pensar en nada más.

—Voy a pedir una reunión.

—Yo te ayudo —dijo Danielle y juntos salieron para ir al despacho.

—¿Por qué lo hiciste? —ahora preguntó Blake —. ¿Es por lo que te dije? —negué.

—No, no es por eso. No tenía nada que pensar porque cuando se trata de ella siempre irá primero, antes que los negocios, antes que el dinero, antes que todo siempre es ella y siempre lo será. No me importa entregar mis negocios, no me importa perder millones cada día, no me importa nada, si no la tengo a ella —solté.

—De todos modos, lo que Frank hizo está mal.

—Lo que yo hago está mal —dije —. Es hora de dejar todo esto de lado, para empezar esto fue lo que me trajo a esta encrucijada. Por mi culpa Angel está en peligro y ya es hora de terminar con esta basura.

No había nada que pensar, no sabía si hice lo correcto o no, si me había equivocado, pero no había vuelta atrás, la decisión estaba tomada. No me iba a arrepentir de tomar una decisión tan drástica como esta, cuando lo estaba haciendo a sabiendas de que era por un bien mayor. Si con esto lograba traer de regreso a Angel perfecto, no me importaban las consecuencias de mis decisiones.

—Hunter —escuché la voz rota y desesperada de Amara. La pobre se acababa de enterar lo que estaba sucediendo con su amiga, no la podía mantener en la ignorancia con este tema. Angel siempre dijo que ella es su mejor amiga, su hermana, así que mi deber era decirle lo que había pasado —. Dime que no es cierto —se acercó a donde yo estaba.

—Amara...—al llegar a ella empezó a llorar. Blake no entendía bien lo que estaba pasando —. Lo siento mucho.

—¿Qué pasó? ¿Cómo fue?

—Se las llevaron, todo fue tan rápido. Quise llamarte, pero...—me detuvo.

—¿Sabes quién las tiene? Por favor dime que estás haciendo algo para encontrarlas —rogó con la mirada.

—Estamos haciendo todo para encontrarlas y traerlas a casa con bien —apenas pudo sonreír. Fue más una sonrisa apagada la que surcó sus labios.

—Amara, cariño —llegó Maykel y de inmediato abrazó a Mara, quien se echó a llorar en sus brazos hundiendo su rostro en su pecho.

—Esto es una pesadilla —murmuró.

—Todo esto va a terminar pronto, te lo aseguro —prometió Maykel en silencio.

Él al igual que los demás, estábamos seguros de que Angel y su madre iban a regresar a casa con bien, de eso me iba a encargar personalmente.

Angel

No sabía cuánto tiempo había pasado desde ese día. No sabía dónde me encontraba, estaba aterrada y no tenía noticias de mi madre, ¿estaba bien? ¿Dónde estaba? ¿Aquí conmigo? No tenía idea de cómo se encontraba, si le hicieron daño, si estaba cerca o donde la tenían.

El único contacto que tenía con alguien era con la persona que me traía de comer, no hablaba, aunque le hiciera preguntas. No sabía quién era porque en todo momento tenía el rostro cubierto con esa bolsa de tela, solo me hacía señas para ordenarme que me sentara o me pusiera de pie.

Aquel día escuché más movimiento que otras veces. Personas entraban y salían, se escuchaban voces, pero no alcanzaba a reconocer ninguna o lo que decían. Esto era una tortura, me estaba volviendo loca. Solo quería regresar a casa con Callie y Hunter. No pedía más.

Dios, si me estás escuchando, te ruego que todo este infierno termine y podamos regresar a casa con bien. No te pido más, Dios mío.

No era una mala persona, tampoco era una santa, siempre intenté hacer las cosas bien porque mi padre nos educó así. Cuidé a Callie como si fuera mi hija y no me pesó hacerlo porque cada vez que veía su sonrisa sabía que estaba haciendo las cosas bien por ella. No me importaba desvelarme para ir a estudiar y después a trabajar, no me pesó gastar solo en ella y sus libros, o ropa con tal de que no le faltara nada.

Sé que merecía mucho más que esto, más que estar aquí, privada de mi libertad, en manos de personas malas que solo me querían hacer daño, porque estaba segura de que esto era por Hunter, le querían hacer daño a través de mí. Lo que sea que les hizo a estas personas se lo iban a cobrar conmigo. En varias ocasiones llegué a pensar que todo esto tenía que ver con ese tal Hiro, que fue él quien me tenía encerrada en este lugar.

Escuché un par de pisadas en la habitación. Era el mismo hombre que venía a darme de comer o cenar, lo que fuera. Me tomó del brazo y me obligó a ponerme de pie, me ayudó a sentarme en una silla. Apartó el pedazo de tela de mi boca y pude mover los labios, ya los tenía entumecidos.

—Tienes que decirme donde está mi madre —le supliqué una vez más sin obtener una respuesta a cambio —. Por favor, dime si ella está bien. Solo te pido que me digas la verdad —No obtuve nada de esta persona. El silencio era espeso entre los dos.

—Abre la boca —hice caso porque sabía que si me negaba me iría muy mal. Más de una vez me obligó a comer y si no lo hacía me golpeaba con tal de que lo hiciera. Ya no quería más golpes o insultos o que me dejara sin comer.

Metió la cuchara en mi boca y sorbí de lo que sea que estaba comiendo.

—Por favor —supliqué con lágrimas en los ojos —. Por favor. Solo te pido que me digas donde está, si le hicieron algo malo —el pecho me dolía —. Por favor —mi voz salió en un hilo de súplica. Si era necesario me iba a poner de rodillas con tal de obtener alguna respuesta de su parte.

—Ella está bien. Sigue comiendo —obedecí.

Cuando terminé de comer en lugar de regresarme al colchón me dejó sentada en la silla y eso se me hizo extraño.

—Espera aquí —ese acento me hizo pensar que tal vez esta persona o todas las demás no eran de aquí. Se escuchaba muy oriental.

Pasó poco tiempo para de nuevo escuchar pisadas dentro de la habitación, pero esta vez no era una persona la que estaba aquí, sino dos o tres. Tragué saliva. Mantenía las manos encima de mis piernas e intentaba no mover ni un músculo.

—Quítale la bolsa —escuché.

Por fin pude ver la luz después de quien sabe cuántos días. Me costó abrir los ojos y adaptarme a la luz mortecina de la habitación, esta no estaba iluminada, sin embargo, se alcanzaba a ver lo que había a mi alrededor. Tres hombres de pie cerca de la puerta y uno más sentado en una silla frente a mí.

—Angel Rider —chasqueó la lengua. Era un hombre joven, cabello negro y ojos rasgados. Piel blanca y complexión delgada.

—¿Qui-quién eres? —pregunté temerosa.

—¿No sabes quién soy? —negué con miedo —. Me imagino, para Hunter Dagger no soy nadie, no soy nada —espetó, casi decepcionado.

Mantenía el codo derecho apoyado en el respaldo de la silla, el pie derecho encima de la pierna izquierda. Vestía todo de negro y tenía ese gesto despectivo, hacía mí, cómo si no fuera más que basura humana y mereciera la muerte.

—Mira cómo han cambiado las cosas, ahora él es el que pide y suplica para que su ángel regrese a casa. ¿Pero sabes qué? Eso no va a pasar, primero te mato —zanjó.

Miedo y horror me recorrió el cuerpo, de pies a cabeza. Sentí pánico cuando pronunció aquellas palabras sin una pizca de diversión, me miraba serio, molesto. Sentí que el estómago se me hundía y mis manos al igual que mi cuerpo temblaban. Las palabras se quedaron atascadas en mi garganta.

—Tráiganla —ordenó a uno de sus hombres y este obedeció saliendo de la habitación. Regresé la mirada hacia este hombre y en su mirada había maldad nada más.

No era como Hunter, él no era bueno, sin embargo, en sus orbes había bondad todavía, no se había dejado consumir por la oscuridad y la maldad. No como este sujeto, que parecía disfrutar, hacer sufrir a los demás. Yo sería su siguiente víctima si no salía de aquí.

—Dime que quieres —por fin me atreví a hablar —. Lo que sea que pidas sé que Hunter te lo dará. Déjame hablar con él...—su risa ronca me hizo estremecer en mi lugar.

—¿Crees que necesito dinero? —con los dedos cogió las solapas de su saco y lo acomodó —. No necesito dinero porque lo tengo de sobra. No podía ser más presumido y arrogante.

—No nos hagas daño. Por favor —más lágrimas salían de mis ojos sin poder evitarlo.

—Tus súplicas absurdas no van a funcionar conmigo —espetó. En ese momento el hombre que salió de la habitación regresó con mi madre, la agarraba del brazo y casi arrastrándola por el suelo.

—¡Déjala! —grité eufórica —. Déjala, ¡no pongas tus sucias manos sobre ella! —se acercó a mí y quitó la tira de plástico que me impedía mover las manos. Me puse de pie sin pensarlo y llegué a ella. No se veía nada bien.

—¿Estás bien? —puse mis manos en sus mejillas empapadas por las lágrimas.

—¿Tú estás bien? —asentí y nos abrazamos. Serena miró de reojo al sujeto con la cólera sondeando su bonita mirada azul.

—Déjanos ir —miré al sujeto, del cual desconocía su nombre —. Por favor. Nosotras no tenemos la culpa de nada —Abrazaba a Serena y ella se aferraba a mis ropas.

—No lo haré —se puso de pie. Hizo una señal a uno de sus hombres —. Al contrario, las voy a retener aquí todo el tiempo que pueda, las haré sufrir y pagar lo que Hunter me hizo. Las haré llorar y suplicar que termine con sus vidas. Aquí va a correr sangre, su sangre —nos señaló.

En este momento estaba temblando de miedo. Sudor frío recorría mi piel, mi corazón latía tan rápido que sentía se me iba a salir del pecho. Era un demente al que le gustaba hacer sufrir a sus víctimas. Esto no iba a terminar bien para ninguna de las dos.

El mismo hombre al que le hizo una seña se acercó con una navaja que le entregó a su jefe. Otro se acercó a nosotras y nos separó a la fuerza. Mantuve a mi madre cerca de mí lo más que pude, pero al final me la arrebataron de los brazos.

—¡No le hagas daño! ¡Por favor! —mis hombros temblaban con violencia —. ¡Suéltala! —la arrastraron hasta quedar frente a este demente.

—Sométela —zanjó.

Otro hombre me sostuvo la cabeza por detrás, cogiendo mi cabello entre sus manos. Llevé mis manos a mi cabeza, pero no me soltó, al contrario, su agarre se hizo más fuerte. Me obligó a levantar la cabeza.

—Vamos a ver que piensa Hunter cuando reciba la cabeza de su querida suegra en una caja —sonrió. Miraba el filo de la navaja, estaba embelesado por ella. Pasó su dedo por el filo.

—¡No, no! —me quise poner de pie, pero recibí un golpe en la mejilla y uno más en el estómago que me hizo doblarme de dolor y toser en busca de aire. De nuevo me cogió del cabello —. Suéltala, por favor —tosí —. Ella no te ha hecho nada —se carcajeó con tal fuerza y descaro que me dieron ganas de patearle las bolas.

—Pobre e inocente. ¿No sabes por la culpa de quien estás aquí? —miró a Serena, quien se mantenía impasible en su lugar, cómo si supiera que la muerte era inevitable y que pronto iba a llegar.

—¡Maldito, infeliz! —se quiso poner de pie, sin embargo, el hombre detrás de ella la sujetó para que no se pudiera levantar del suelo —. Este no era el trato —en ese momento, justo en ese preciso momento lo entendí todo. Mi corazón sufrió una herida irreparable.

—Dime que no es cierto —le pedí a Serena —. Dime que no —suplicaba.

—¿Quién crees que nos ha estado pasando información de todo lo que tú, tu pequeña hermana y Hunter hacen? —Hiro se acercó a Serena y la cogió de la mandíbula. En su rostro no había ni un deje de culpa, cómo si esto no le afectara para nada.

—No —solté en un jadeo desgarrador.

—Tu querida y enferma madre —soltó su mandíbula cómo si fuera tóxica. Negué con la cabeza.

—¿Por qué? —le pregunté a Serena —. Hunter siempre tuvo razón al desconfiar de ti y yo cómo una estúpida creí en todas tus mentiras. No nos buscaste por tu enfermedad, lo hiciste porque él te buscó primero para meterte en la mansión —tragué saliva —. ¿También estabas enferma o eso fue una más de tus mentiras?

—Angel...—murmuró.

—¡Responde! Al menos me debes eso, una maldita explicación —mascullé.

—Hiro me buscó cuando apenas iba a empezar el tratamiento para una operación. Me ofreció mucho dinero con tal de buscarlas y lograr entrar a la mansión —se detuvo —. No le podía decir que no.

—¡Sí, pudiste decirle que no!

—¡No podía! Si le decía que no mataba a Simón —aquella grieta en mi pecho se hizo más grande. Hiro observaba la escena encantada, fascinado con la discusión que se suscitaba frente a ella.

—Siempre te importó él y no nosotras —negó con la cabeza y lágrimas en los ojos.

—No se supone que esto debía pasar —se dirigió a Hiro —. ¡Ella no era parte del plan! —le recriminó —. Angel no era parte de esto —lloraba a más no poder, sin embargo, ya no le creía, ni siquiera sus falsas lágrimas.

—¡Cierra la maldita boca! —una bofetada de parte de Hiro la mandó al suelo. En otro momento hubiera sentido pena por ella, ahora ni siquiera lástima me daba verla tirada suplicando que no la golpeara. La cogió del cabello y la obligó a arrodillarse delante de él —. Quiero que Hunter sufra y su querida esposa será el detonante de todo —masculló.

Se pasó la mano por la boca y sonrió perverso, se giró hacia mí y recobró su postura altiva y detestable. Le odiaba tanto que su sola presencia me provocaba escalofríos y miedo.

—Hice todo lo que me pediste, entré a su casa y te di información, ¿qué más quieres? —se retorcía en su lugar, intentando zafarse del agarre del sujeto que la tenía de rodillas en el suelo.

—Quiero que cierres la maldita boca —le mostró la navaja que llevaba consigo. Los ojos de Serena se abrieron cargados de miedo.

—Angel...—musitó Serena —. Hija.

—No me llames hija —le pedí —. Todo fue una mentira, tus palabras, tus promesas vacías —derramé un par de lágrimas, pero ya no sentía dolor, más bien era decepción y una muy grande —. No regresaste para enmendar tus errores, solo querías más dinero.

—¡Perdóname! —me rogó —. Angel, por favor —negué con la cabeza.

—Aw, qué escena tan linda —se estaba burlando de nuestro dolor —. Qué tarde es para pedir perdón —se acercó a ella por detrás para terminar con la poca distancia que los separaba, tomó su cabello entre sus manos y sin pensarlo ni un segundo acercó la navaja a su garganta.

—¡No! —bajé la cabeza, pero me obligaban a ver aquella escena.

—¡Quiero que mires como le corto la garganta a tu madre! Mira lo cruel que puedo ser —habló con voz ronca. El agarre en mis cabellos se hizo más sólido. Apresaba mis cabellos entre sus dedos.

No lo pensó cuando pasó la hoja de la navaja por su piel, dejando expuesta su carne. La sangre empezó a salir en todas direcciones salpicando el suelo, caía como una cascada de color carmín por su garganta mojando su ropa.

—¡No, no! —la garganta me ardía. Sentía que me iba a desmayar en cualquier momento —. Basta, basta —limpió la navaja por el pedazo de tela para quitar el rastro de sangre que quedó en la hoja.

—Suéltala —el hombre detrás de mí obedeció y me soltó. Me acerqué a su cuerpo gateando y cuando estuve a su lado metí una mano bajo su nuca, la atraje a mí y puse una mano en su garganta para evitar que la sangre dejara de fluir, pero esta era tanta que no tardó en empapar mi mano y mis ropas.

—Tal vez no te lo mereces —murmuré —. Pero por un momento fui feliz con la idea de que regresaras —tragué saliva. Apreté su cuerpo inerte al mío, no me importaba que su sangre empapara mi ropa o que todos me estuvieran viendo llorar por mi mala madre, la que no se merecía ni una de mis lágrimas.

Sus ojos se cerraban por inercia, ya no se movía, solo pequeños temblores sacudían su cuerpo.

—¡Vas a pagar! —le grité mirándolo con rabia. En este momento quería matarlo, arrancar sus manos y hacerlo sufrir, así como yo estaba sufriendo —. ¡Te juro que vas a pagar todo esto! Maldito enfermo —escupí. Mis palabras no hicieron mella en él. Se mantenía impasible en su lugar, mirando la escena, divertido —. ¡Enfermo de mierda! —una sonrisa burlona se dibujó en sus labios.

—¿Tienes algo más que decir? Porque la verdad me importa poco lo que sientas o lo que digas.

—Vete al infierno —escupí con dolor.

Al mirar de nuevo a Serena ya no se movía, su cuerpo estaba inerte, pero con los ojos abiertos, estos ya no tenían brillo alguno, estaban vacíos como un pozo negro.

Dejé un beso en su frente y la apreté a mi pecho. Sentía que todo el mundo se me vino abajo en un segundo. Mi cuerpo se sentía flojo, sin fuerzas para nada más que no fuera llorar y llorar hasta quedarme seca.

—Pequeña zorra —en un parpadeo me tomó de los cabellos y me arrastró lejos de mi madre, me arrojó contra el suelo y cuando me pude incorporar acercó su rostro al mío. En ese momento conocí la verdadera maldad y esta se encontraba en sus iris oscuros.

—¡Púdrete! —le escupí en la cara. No se inmutó, se pasó la mano para quitar el rastro de mi saliva de su rostro.

—¡Cómo lo vuelvas a hacer, te juro que te voy a golpear tanto que hasta respirar te va a doler! —me soltó un golpe en la mejilla que me dejó noqueada al instante —. Pequeña puta de mierda —escupió sobre mi cuerpo sin piedad.

Al despertar me sentía aturdida, perdida y sin saber dónde estaba. Abrí los ojos con dificultad, los párpados me dolían. La cabeza me punzaba, la mejilla me ardía. Me incorporé como pude llevándome la mano a la zona dolorida. Al mirar al frente alcancé a ver un charco de sangre en el suelo y todo vino a mi cabeza como una película que intentaba olvidar. El dolor me atenazó el cuerpo y reculé hasta tocar la pared con mi espalda. Abracé mis piernas con mis brazos y empecé a llorar una vez más. El cuerpo de Serena yacía en el mismo lugar donde murió, no se dignaron en cubrirla, aunque sea con una sábana o una bolsa, al menos, no, la dejaron ahí cómo si fuera un animalito atropellado que solo haces a un lado de la carretera y le echas cal para que no apeste. No podía ni mirar su cuerpo, sin embargo, esa era su intención, la dejaron a propósito para verme sufrir cada día de encierro.

Serena estaba muerta, ese hombre la mató a sangre fría frente a mí, sin ninguna compasión ni piedad. Era desalmado, sádico y aterrador. No le importó matar a una mujer inocente con tal de saciar su sed de venganza.

Metí la cabeza entre mis brazos, mis hombros temblaban, mi cuerpo se sacudía. Mi pecho ardía con dolor, todo se me estaba cayendo a pedazos. Me iba a costar tanto reponerme de esta pérdida, ver a mi madre morir era algo que no se podía superar tan fácilmente.

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