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Capítulo 52. 💙

"No sé si soy muy fuerte o

estoy tan muerto que, ya nada

me hace daño".

Blaster.

—Delirios de un corazón roto.

Hunter

Entramos por la parte trasera de la casa y recorrimos el jardín sin ser descubiertos por nadie, lo que nos alertó de que no había nadie en la casa. La propiedad se encontraba a oscuras, lo que era una clara señal de que ellos no estaban aquí. Entramos y revisamos cada habitación, cada rincón y piso de la propiedad, sin embargo, no había nadie, no había nada más que muebles y soledad.

—No hace mucho que dejaron la casa —informó Blake. Solté un suspiro cansado, agotador. Estaba harto de esta situación.

—Maldita sea —espeté y salí de la casa hacia el jardín. Me llevé las manos a la cabeza y solté un sollozo que me quemaba el pecho.

—Hunter —miré por encima de mi hombro y Blake venía hacia mí.

Mis hombres venían saliendo, pero se quedaron a una distancia prudente.

—¿Qué quieres? —le pregunté y llené mis pulmones de aire limpio.

—Lo lamento, pensé que probablemente ella podía estar aquí.

—Sí, yo también lo creía —puso una mano en mi hombro y le dio un apretón.

—La vamos a encontrar, sé que lo haremos.

—¿Por qué piensas eso? —le pregunté sin girarme a verla.

—Porque amas a esa mujer y estoy segura de que por ella harías lo que sea, ¿cierto? —asentí —. Por eso lo sé.

—No sabes cuanto me culpo por esto, si no lo hubiera insultado, nada de esto estaría pasando. Solo yo tengo la culpa de que mi Angel esté pasando por esta mierda —espeté.

—No te debes culpar por todo lo que pasa, pero lo pudiste evitar.

—De nada sirve lamentarme, las cosas ya están hechas —suspiré. A nuestro lado llegó Maykel guardando su arma en su espalda.

—No hay nada que hacer aquí, lo mejor es que salgamos antes de que otra cosa llegue a pasar —asentí y todos salimos de la propiedad.

Mi única esperanza ahora mismo era que ella estuviera aquí, pero no había nada, ni una pista que nos dijera a donde se las habían llevado.

Subimos a las camionetas y regresamos a la casa con las manos vacías, sin esperanzas. Estaba devastado, perdido y aterrado de que le estuvieran haciendo daño a mi ángel cuando ella no tenía la culpa de nada, porque el único culpable aquí era yo.

Al llegar a la casa fui el último en entrar, me quedé en el jardín un rato, quería pensar y dejar de atormentarme con ideas y escenarios que me estaban volviendo loco.

—Nosotros nos vamos —informó Blake. Estaba sentado en los escalones que llevan a la casa y me puse de pie al escucharle hablar —. No hay nada que hacer —asentí a mi hermana —. Pero mañana vamos a pensar mejor. Tienes que descansar —sugirió, pero lo descarté de inmediato, sé que no lo haría sabiendo que ella estaba en peligro.

—No tienes por qué venir, este no es tu asunto. Hoy ya hiciste mucho —me regaló una bonita sonrisa que me derritió el corazón.

Hacía tanto que no la veía, no supe nada de ella en estos ocho años y tenerla aquí era una gran bendición. Todavía no podía creer que mi hermana estaba aquí, ayudándome con todo esto. Pensé que tal vez me iba a golpear hasta dejarme inconsciente o meterme a prisión, porque eso es lo que merecía.

—Lo hago con gusto, además tú y yo necesitamos hablar —me señaló con un dedo —. No lo olvides.

—No podría olvidarlo, aunque quisiera —le sonreí. Se acercó, se puso de puntitas y dejó un beso en mi mejilla. Fue inesperado, pero saber que no me odiaba del todo fue un alivio para mí, al menos no tenía que preocuparme por eso. Era un peso menos con el que tenía que cargar.

—Nos vemos mañana —asentí. Ella junto a Lowell salieron de la casa.

Al entrar Maykel no estaba en la sala, subió a dormir, dijo que no se iría hasta saber que Angel estaba bien, sana y salva. Le agradecía tanto estar aquí, que no se fuera.

Subí en silencio y recorrí el pasillo, pero antes de llegar a mi habitación me detuve en la de Callie, empujé un poco la puerta y la miré dormir en su cama, la habitación estaba a oscuras, no obstante, veía su silueta en medio de la oscuridad.

—Te juro que no importa cómo ni cuándo la voy a traer de regreso —cerré la puerta con cuidado.

Entré a mi habitación, fui al baño para cambiarme de ropa y cepillarme los dientes. Me metí bajo los cobertores, estaba cansado, sin embargo, no podía dormir, no dejaba de pensar y en ese momento aquella era la peor tortura por la que pude pasar.

Anhelaba tanto tenerla a mi lado, verla sonreír y dormir en mis brazos. Me había acostumbrado a ella, a su energía positiva. Ahora todo se veía oscuro, se sentía triste y tan frío. Necesitaba a Angel tanto como se necesita respirar para poder vivir.

****

La mañana siguiente se sintió como un infierno, poner un pie fuera de la cama jamás fue tan difícil como ahora. Meterme bajo el chorro de agua, hacer lo que se hace habitualmente se sintió cómo un gran peso. Se me complicaba respirar sin sentir este dolor en el pecho. Solo quería que esto terminara de una vez por todas.

—Buenos días —entré a la cocina, ahí estaba Marie.

—Buenos días —dije serio. Me entregó una taza con café.

—Danielle ya llegó —me senté en uno de los taburetes.

—Le dije que no era necesario que viniera, ahora no tengo cabeza para trabajar —esta me dolía y las sienes me punzaban. No quería que la migraña regresara.

—¿Quieres una pastilla?

—Que sean dos —le pedí y se alejó.

—Sabes que ama su trabajo y dice que tiene que despejar su cabeza. Pensar tanto hace mal, también —lo sabía a la perfección, pero no podía dejar de pensar en Angel y su madre.

Buscó en uno de los cajones de la cocina y no tardó en llegar a mi lado para entregarme dos pastillas.

—No las bebas con café...—demasiado tarde, ya me había echado las pastillas a la boca y bebí un poco de café.

—¿Y Callie? —pregunté. Se me hacía raro que la pequeña rubia no estuviera aquí, aunque entendía lo que estaba sintiendo, no se encontraba en condiciones.

—Ya se despertó, pero no quiere bajar. Le voy a preparar el desayuno —asentí y siguió haciendo lo suyo —. Maykel está con Danielle en el despacho. Tienes los mejores amigos, Hunter.

Y era algo que agradecería en demasía porque para alguien como yo era difícil tener amigos, con mi mal carácter era obvio que nadie quisiera estar a mi lado nada más por gusto, pero ellos al igual que Angel me aceptaron así, con todos mis defectos.

—Señor —escuché a Alexander —. Lo buscan.

—¿Quién es Alexander?

—Su hermana y el joven que vino ayer.

—Que pasen —se giró para salir de la cocina —. Espera...—se detuvo —. ¿Cómo está Josh?

—Se encuentra bien —se giró de nuevo hacia mí —. Hablé con su hermana hace rato y me dijo que ya está fuera de peligro, le tuvieron que hacer una transfusión de sangre, pero lo peor ya pasó

—Gracias —hizo un asentimiento y salió de la cocina.

—Blake es tan bonita —habló Marie —. Las fotos que tienes de ella y tu madre son de hace años, ayer que la vi de cerca es más bonita de lo que me imaginaba —sonrió dulcemente.

—Se parece a mi papá —pasé saliva —. Ellas decían que mi madre y yo éramos parecidos —me encogí de hombros —. No sé si sea cierto, pero en algunos gestos nos parecíamos mucho —cogí la taza con ambas manos y la llevé a mis labios, le di un sorbo. El café estaba rico, tenía el toque justo de azúcar y estaba caliente, así como me gustaba.

—Y es una buena mujer —añadió.

—Me siento tan orgulloso de ella, y yo soy tan... Mi madre se sentiría tan decepcionada de mí —apoyé mis codos en la isla y llevé mi cabeza entre ellas. El dolor no se quitaba, la cabeza me punza, iba a explotar en cualquier momento.

—No digas eso —se acercó a mí y puso una mano en mi hombro —. No importa lo que hayas hecho, yo me sentiría orgullosa si tú fueras mi hijo. Me siento orgullosa de ti —giré la cabeza y le sonreí. Se apartó cuando Blake y Lowell entraron a la cocina.

—Hola —Blake levantó la mano y Marie le sonrió.

—Hola —regresó a la estufa y continúo preparando el desayuno. Les hice una seña para que tomaran asiento y los dos se sentaron frente a mí.

—¿Cómo estás? —preguntó Blake.

—Estoy bien... Podría estar peor —forcé una sonrisa —. ¿Y ustedes?

—Bien —respondió —. ¿Te llamaron?

—No, no sé nada de ellas. Me estoy volviendo loco.

—Lo sé, pero todo va a salir bien. Si dices que tus hombres las pueden encontrar confía en ellos.

—No puedo estar en paz al saber que están en manos de ese demente. No soy mejor que él y solo pensar que las puede lastimar, me pone mal —solté un quejido.

—¿Estás bien? —Hice un movimiento con la mano para restarle importancia a lo que estaba sintiendo.

—Estoy bien. Ahí hay café, fruta, desayunen —Blake me sonrió.

—Voy a subirle el desayuno a Callie —Marie puso dentro de una bandeja, fruta, jugo y unos pancakes. Salió de la cocina y la perdimos de vista.

—Se nota que Marie las quiere mucho —comentó Blake.

—Son sus sobrinas, hijas de su hermano.

—¿Y él sabe lo que está pasando? —preguntó sorprendida.

—Él falleció hace meses —eso le sorprendió más —. Ellas ya han sufrido demasiado y no se merecen eso.

Blake giró la cabeza y miré en su dirección para darme cuenta de que Alexander estaba de nuevo bajo el umbral de la puerta.

—¿Qué pasa?

—Un policía está allá afuera, dice que es Frank Smith.

No, no, mierda.

—No puede ser —Blake notó mi nerviosismo y me miró —. ¿Tú le llamaste? —negó de inmediato.

—No, nunca lo haría —pensé rápidamente, sin embargo, no había mucho que hacer. Si me negaba a verlo iba a sospechar algo y no estaba seguro porque estaba aquí, qué demonios hacía en mi casa ahora mismo.

—Dile que pase a la sala —Alexander se alejó.

—Ahora regreso —le di un último sorbo a mi café y me puse de pie.

—Yo voy contigo —Blake también se puso de pie.

—Y yo —añadió Lowell a su lado. Juntos fuimos a la sala, en ese momento Danielle y Maykel iban saliendo del despacho, se nos unieron también.

—¿Qué pasa? —preguntó Maykel en un susurro.

—Frank Smith —murmuré.

—No puede ser —musitó. No pasó mucho para que Frank apareciera junto a su compañero que no se le despegaba ni un jodido segundo.

—Frank —espeté.

—Hunter Dagger —miró a las personas en aquella habitación —. Oficial Dagger —le hizo un asentimiento a mi hermana —. No sabía que Hunter y usted eran familia.

—Es mi hermano —aclaró Blake.

—¿Qué haces aquí, Smith? —llevó las manos detrás de la espalda.

—Me informaron que su esposa y la madre de ella han sido secuestradas.

Esto no puede estar pasando.

Mi rostro era impasible, no quería demostrarle que estaba impactado porque sabía de esto, pero la verdad lo estaba. Tal vez el oficial que estuvo el día anterior le informó a Smith lo que estaba pasando cuando no debió decirle nada. Imbécil. Si metía a Smith en esto, todo se iba a joder, porque iba a querer sacar provecho de esta situación.

—Como me enteré no importa, pero lo sé y ya —dibujó una sonrisa altiva en sus labios. Era la sonrisa de alguien que sabía que ya había ganado con la tragedia de alguien más.

—No sé qué pretendes, pero no debe ser nada bueno —mascullé.

—Yo no tengo malas intenciones, Hunter —dijo ofendido —. Vengo a proponerte un trato.

Fruncí el ceño y entorné los ojos. No confiaba en Frank, siempre quiso verme derrotado, acabado, sin socios, en prisión sin la posibilidad de salir. No me sorprendería que él supiera donde estaba Angel y con tal de traerla de regreso me pidiera entregarme a las autoridades para pasar un buen tiempo en prisión. ¿Lo haría? Joder sí, lo que sea con tal de que mi ángel estuviera sana y salva.

—¿Quieres hacer un pacto conmigo, con el diablo? —inquirí burlesco.

—Te conviene —agregó.

—¿Qué podría querer yo de ti, Smith? —escupí su nombre con desdén. Lo odiaba, detestaba todo lo que tenía que ver con él y su misera existencia.

—Yo sé dónde está Angel Rider y su madre.

En ese momento quise golpearlo y sacarle la verdad a punta de golpes. Empuñé las manos y mis nudillos se pusieron blancos por la presión ejercida. Apreté la mandíbula y mis dientes chirriaban con ganas de romperse.

—Tú sabes dónde está —asintió altivo.

Maldito hijo de puta.

—Y no me vas a decir —asintió de nuevo —. ¿Qué quieres? ¿Qué pretendes con todo esto?

Se puso a caminar por la sala mirando todo lo que había en ella, desde los cuadros colgados en la pared hasta las fotografías que Angel se había encargado de poner para que este lugar se viera mucho más cómodo, cómo la casa que siempre quiso tener, donde era feliz.

Lo quería golpear, lo iba a golpear. Danielle se posó a mi lado y cogió mi puño en su pequeña mano.

—No lo hagas —murmuró. Frank se detuvo y se giró hacia mí.

—Desde hace tiempo hemos estado investigando a todas las personas que te rodean, buscando algo, lo que sea que nos lleve a ti y todos tus negocios sucios —dijo altivo. Como si otros no hubieran intentado lo mismo hace tiempo —. Debo felicitarte porque eres muy inteligente, has sabido como pasar desapercibido, no hay nada que te relacione a la mafia —levantó un dedo —. Pero, no todo es perfecto, ¿o sí?

—Vamos al grano y dime de una maldita vez que demonios quieres —espeté.

—Quiero que dejes los negocios sucios y te ayudo a rescatar a Angel.

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