Capítulo 5. 💙
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"Ella tiene una cara de ángel,
pero los ojos de quien crea un infierno".
—Ron Lorent.
Angel
Llevaba unos días trabajando para Hunter Dagger y hasta ahora no había pasado nada malo (menos mal), los últimos días el señor Dagger no estaba en la casa, así que no tenía que verlo tanto porque había días en los que llegaba cuando yo ya me había ido y solo tenía que verlo en las mañanas, eso era raro. Raro en el sentido de que esperaba verlo, pero a la vez no quería topármelo porque sentía que ese hombre era peligroso hasta cuando te miraba y tampoco sé, sí me miraba de más o solo lo debido y tampoco debía preocuparme, ¿no? Se suponía que no me tenía que preocupar, no obstante, estaba en su casa, así que aquí la intrusa era yo y no él. De todos modos, me sentía rara al estar trabajando para él, porque nunca en la vida pensé terminar aquí, precisamente en la casa del mismísimo Hunter Dagger.
Menos mal que las cosas estaban así y que el señor Dagger no pasaba mucho tiempo en casa, estaba consciente de que soy una mujer que muchas de las veces no se queda callada, sin embargo, tenía que hacer de tripas corazón para no decir algo imprudente y que esto fuera un pretexto para que el señor Dagger me echara de su casa con una patada en el trasero o peor. ¿Podía haber algo peor que me echara de su casa? Pues sí, que se desquitara conmigo o peor, con Callie.
No, no y no, tenía que dejar de pensar en esas cosas, aunque me era imposible sabiendo a lo que se dedicaba y es que tampoco podía hacerme la loca e ignorar el tema, los hombres como él son peligrosos y lo mejor es estar lejos o no meterse con ellos.
—» Lo dice quien se vino a meter a la casa del diablo.
Tuve que tomar medidas desesperadas ante tiempo desesperados.
Aquella mañana una mujer llegó a la mansión, ella era muy bonita, de cabellos rubios y una hermosa figura que resaltaba mucho más con la ropa que traía puesta. Se veía elegante, inteligente y un poco distante, me miró como si fuera un bicho raro, pero tampoco le di mucha importancia, tenía que entender que el mundo de los ricos es así y que siempre te van a mirar hacia abajo porque es lo que acostumbran hacer las personas con dinero o no todas porque Amara y sus padres no eran de ese tipo, ellos eran más bien amables y sencillos, por eso era mi mejor amiga de ser diferente nunca la habrían dejado hablarme o mirarme tan siquiera.
Estaba limpiando las uvas que Marie había traído esta mañana, tenía que limpiarlas, lavarlas y guardarlas en el refrigerador donde ya había dejado las fresas, frambuesas y la demás fruta. Dijo que al señor Dagger le gusta la fruta fresca y el café, más que nada el café por las mañanas. Tal vez es de esas personas que reviven con un buen café caliente y cargado, aunque para mí Hunter Dagger siempre estaba de mal humor, me parecía más a un Mogwai* rabioso que todo el día estaba de mal humor y que te miraba con desdén. Le rogaba al universo mucha paciencia para no soltar una grosería en su contra o alguna verdad que la fuera a tomar a mal.
—Hola —escuché y levanté la cabeza hacia la puerta. Bajo el umbral se encontraba la chica rubia con ropa bonita y cutis de ensueño. Se había pasado la mañana metida con el señor Dagger en su despacho y apenas la vi salir a ella porque de él ni sus luces.
—Hola, buenos días —saludé. Miré la hora en mi móvil y todavía no eran las doce de la tarde.
—Tú debes ser la nueva empleada de Hunter —más que una pregunta, aquello fue una afirmación. Se acercó con pasos pequeños y cautelosos hasta donde me encontraba, puso su mano derecha encima de la mesa de la isla. Manos bien cuidadas, piel sedosa, uñas largas e impolutas con las cuales empezó a repiquetear sobre el mármol.
—Mi nombre es Angel Rider —me presenté ante ella por si no sabía mi nombre. Quise entregarle mi mano, pero estaba sucia por escoger las uvas, así que me dio pena y la escondí detrás de mi espalda.
Qué vergüenza.
—Hola, Angel, yo soy Danielle, la secretaria de Hunter —sonrió y miró lo que estaba haciendo —. ¿Te gusta trabajar aquí? —aquella pregunta me sorprendió en demasía porque no esperaba que precisamente ella la hiciera, ya que no me conocía de nada. ¿Qué podía responder en este caso? ¿Sí? ¿No? Apenas llevaba algunos días trabajando en esta casa. ¿O tal vez debía decirle la verdad? Me sentía como Caperucita roja en medio del bosque siendo acechada por el lobo y que en este caso el lobo era su muy amable jefe. ¿O debía mentir? ¡Sí, lo mejor era mentir! No, mejor omitía todo eso y solo podía evadir el tema y ya, tampoco tenía que ser tan directa o mentir.
—Sí —respondí seria. Continúe limpiando las uvas y me limité a no mirarla a los ojos. Por alguna extraña razón me sentía cohibida ante ella.
—¿Solo sí? —alzó la ceja, sin dejar de mirarme.
¿Por qué me mira tanto? ¿Tengo algo en los dientes?
De manera inconsciente me pasé la lengua por los dientes por si tenía comida o algo, limpiarlos y no parecer una sucia. Ahora necesitaba un espejo y saber que no tenía comida en los dientes.
—¿Qué quiere que le diga, señorita? —cogí el racimo de nuevo y quité una uva que se estaba pudriendo. Revisé detalladamente cada una de las uvas para que no se me fuera una y aquello provocara que Marie se enojara conmigo por no limpiar bien las uvas, una tarea sencilla que se suponía podía hacer.
—Podrías empezar por decirme la verdad —sugirió con un tono de voz dulce que me hizo sentir confianza en ella. Tragué grueso ante esa sugerencia y miré a cada lado asegurándome que nadie estuviera escuchando, principalmente el señor Dagger. No creo que le gustaría que su empleada estuviera hablando mal de él.
—Me gusta trabajar aquí —la miré por unos segundos y tenía la cabeza ladeada —. Tengo una buena paga y trabajo, eso es lo que importa —murmuré.
Al menos este mes podré pagar la renta y no tendremos que ir a vivir debajo de un puente.
—¡Danielle! —pegué un respingo al escucharlo gritar, aunque ya debía irme acostumbrando porque parecía que el señor Dagger solo se podía comunicar de esta manera con los demás —. ¡Danielle! —volvió a gritar con vehemencia y la señorita solo rodó los ojos poniéndolos en blanco, soltó un pequeño bufido que pude escuchar perfectamente, aunque él no pudo escucharla. Creo que esa era la intención.
—¡Aquí estoy! —le gritó ella de vuelta, usando el mismo tono de voz que usaba él.
No pasó mucho tiempo para que el señor Dagger hiciera su aparición en la cocina. Traía consigo la taza que le había dejado en su escritorio horas atrás. Al verlo me puse a limpiar las uvas sin atreverme a mirarlo a los ojos, yo era una mujer fuerte que no desviaba la mirada de absolutamente nadie, sin embargo, con él... Con él todo era diferente y no podía sostenerle la mirada por más de un par de segundos. Esta era intimidante, fría, calculadora y también ardiente, en sí, todo él lo era de la cabeza a los pies.
Jodidamente atractivo.
—¿Qué haces aquí? —indagó. Se acercó y dejó la taza con violencia encima de la mesa. También parecía un poco molesto, como si no le gustara que Danielle estuviera aquí, conmigo.
—Solo vine a caminar un poco, hemos estado en tu despacho por horas, me duele el trasero y quería conocer a Angel —cuando ella dijo mi nombre no me atreví a mirarlos a los ojos, a ninguno de los dos, no quería ver cómo me observaba él y tampoco era fan de las miradas sobre mí. Soy un poco penosa.
—Déjala en paz —masculló él —. No la distraigas de sus deberes —sentenció y escuché un resoplido de parte de Danielle. Apreté las manos debajo de la mesa para que no me miraran, pero tenía ganas de golpearlo, golpearlo muy fuerte, aunque fuera con la fruta que había dentro del frutero encima de la mesa.
—Aburrido —espetó ella y se alejó hacia la salida. Sus tacones resonaron por todo el lugar. Sentía la fría mirada de Hunter, atravesarme la piel, me calaba los huesos, me estremecía por completo.
Había veces que no podía dejar de mirarlo y otras más (como ahorita) sentía que, si lo miraba de más, me podía lastimar con tan solo eso, con tan solo mirarme de esa manera tan suya, tan única, porque había veces que te observaba como si fueras arte, aunque, la mayor parte del tiempo lo hacía como si fueras basura. Y tal vez no era su intención, tal vez su vida también fue dura, debía serlo si era el rey de esta ciudad, el diablo que gobernaba las calles, pero bajar un poco la guardia no le haría mal, al contrario, demostraría que sí tenía corazón y alma, que no era un cascarón vacío, la maldad encarnada y sin sentimientos que todo el mundo decía que representaba.
—Y tú...—me atreví a mirarlo —, sigue con lo tuyo —asentí sin más y seguí con lo mío, por su parte no dejaba de mirarme hasta que salió de la cocina y por fin pude dejar salir el aire que había estado reteniendo en mis pulmones.
—Capullo —mascullé y me puse de pie para ir al fregadero. Abrí la llave del fregadero y puse las uvas bajo el chorro de agua. Las dejé en el escurridor y fui a secarme las manos. A los pocos minutos Marie entró a la cocina. Se acercó a la nevera y empezó a buscar dentro —. ¿Te ayudo en algo? —negó sin decir nada y fue hacia la mesa. Dejé el trapo extendido para que se secara y regresé a su lado —. ¿Te ayudo? —insistí y ella me miró, sonriendo.
—Bueno, sí —sabía que iba a acceder si insistía un poco más, al final siempre lo hacía. No por nada soy su sobrina favorita.
—Ya te dijo Hunter que no debes hacer esfuerzos, para eso estoy yo aquí —El señor Dagger le encargó prepara un brunch: algo de pan, mantequilla y mermelada, fruta fresca, ensalada, quesos y embutidos, carnes y por si no fuera poco, también huevos benedictinos.
—Pero no te quiero dejar toda la carga pesada a ti —puso una mano encima de la mía y le sonreí despreocupada.
—Para eso me paga —murmuré. Y era cierto, él lo dijo. Yo tenía que seguir cada una de las reglas y cada instrucción que él me diera y tampoco me quedaba más que obedecer.
—Pero eso no quiere decir que tengas que hacer absolutamente todo, no es tu dueño —tal parece que mi tía no terminaba de entender que lo que Hunter Dagger decía se tenía que hacer. Decía conocerlo, pero parecía que no era así del todo.
—Eso le tiene que quedar claro a él —comenté yendo hacia la alacena para sacar el frasco con mermelada, junto al pan de barra, la mermelada y miel.
—Ya sé que Hunter tiene un mal carácter, sin embargo, no es tan malo como todos piensan —exhaló. Dejé las cosas en la mesa y fui por lo que faltaba, al final el brunch quedó muy bien y se veía apetecible, si fuera por mí hubiera probado un poco, aunque me contuve porque Marie estaba a mi lado.
—Para ser la primera vez que hago esto me quedó muy bien —Marie levantó los pulgares en señal de aprobación, lo que me hizo sonreír y ser feliz. Estaba aprendiendo bien y en pocos días podría hacer todo sin que ella estuviera a mi lado supervisando lo que hacía.
—Llévala tú —sugirió y no pude decirle que no, para esto me pagaban y fui yo quien le había dicho a mi tía que me dejara hacer más cosas.
—Ahora regreso —primero llevé la bandeja con el brunch y regresaría por el bloody Mary que Danielle mandó pedir y café para el señor Dagger. Se me hizo raro que él no pidiera una bebida con alcohol, pero no le quería preguntar a Marie, no me lo iba a decir, no por ahora.
Cuando entré por segunda vez, la señorita Danielle estaba degustando un pedazo de huevo con pan. Cerré la puerta detrás de mí y me acerqué a ellos en medio del despacho donde se encontraban unos sofás y una mesita en medio.
—¿La hiciste tú? —preguntó ella. Dejé la copa con bloody Mary para ella y la taza con café frente a él.
—Sí, mi tía me dijo cómo hacerlo —cogió la copa y la acercó a sus labios para dar un pequeño trago.
—Te quedó muy bien —me incorporé y sonreí con pena.
—Gracias —le iba a dar otro sorbo a la copa, sin embargo, el señor Dagger la detuvo con voz grave y fuerte.
—Danielle...—arrastró cada una de las letras de su nombre mientras ella lo miraba con reproche y él a ella como si fuera una niña que no entendía de palabras y merecía ser reprendida por ello.
—No empieces —se llevó la copa a los labios, se bebió el contenido de golpe y me entregó la copa para que le preparara un poco más —. Te puedes ir, Angel, si necesitamos algo te lo haremos saber.
—Permiso —me alejé para salir del despacho.
—No le des órdenes, su jefe soy yo, no tú —le escuché decir a lo lejos y no sé por qué aquello me hizo reír.
—Cierra la boca y ponte a trabajar —replicó ella.
Al salir del despacho y cruzar detrás de las escaleras y regresar a la cocina, la puerta principal se abrió y detrás entró Maykel, a quien no había visto estos días en la casa. No sé si se habían enojado o solo no tenía que estar aquí. Caminé hacia la cocina y vino detrás de mí.
—Buenas tardes —le dije.
—¿Hunter está aquí? —le asentí —. ¿Y Danielle? —volvió a preguntar.
—Ambos se encuentran en el despacho —le informé. Marie estaba en la cocina cuando entramos, por lo que entornó los ojos y miró sobre mi hombro en dirección a Maykel.
—Si Hunter te ve aquí se va a enojar contigo —lo señaló.
Dejé la bandeja en su lugar y me giré hacia ellos. Maykel apoyó los codos en la mesa de la isla y me miró con curiosidad.
—Veo que sigues aquí —cogió una de las uvas y se la llevó a la boca —. No has salido corriendo cómo las otras chicas —arrastró la mirada hacia Marie —. ¿Cuánto tardó la última chica, Marie? —preguntó con diversión masticando la uva.
Ella estaba metiendo las cosas dentro de la nevera. Encogió un hombro ante la pregunta de Maykel.
—Una semana —respondió.
—Una semana —repitió él, mirándome —. Estás batiendo el récord, si te quedas unos días más serás la ganadora del récord Guinness —rio con diversión, lo que me hizo reír también.
—No creo que sea tan malo trabajar aquí —comenté y Maykel se rio de lo que dije negando con la cabeza.
—No sabes lo que dices —chasqueó la lengua —. No sabes lo que dices —de nuevo cogió unas uvas y salió de la cocina tarareando alguna canción que no reconocí al momento.
—¿A qué se refiere? —mi tía se encogió de hombros y siguió con lo suyo sin responder a mi pregunta.
Estaba más que claro que me había metido a la boca del lobo y salir de este lugar iba a ser más difícil de lo que me imaginé. Por no decir que sería imposible. Si no es que antes el señor Dagger me echaba a patadas de su hermosa y lujosa mansión. Pero por ahora no tenía más opción que aguantar todo lo que fuera posible y si podía encontrar algo mejor que esto me iría, tampoco es que quisiera trabajar toda mi vida para Hunter Dagger. Uno de mis sueños era terminar la universidad y el segundo poner una cafetería donde pudiera vender los pasteles y cupcakes que preparaba junto a Callie, sería un negocio familiar. Aquel era un sueño que tenía desde hacía tanto y no me quería morir sin poder cumplirlo.
Hunter
Danielle y Maykel se fueron antes de las cinco de la tarde. Aunque había mucho trabajo por hacer, no me apetecía ir al club, no me podía concentrar bien y era difícil trabajar con todo ese ruido dentro y fuera de este. Tampoco descartaba la idea de ir un rato para supervisar como estaban las cosas, para mí ese club era mi obra maestra, de lo que me podía sentir más orgulloso en aquel momento. Cuando llegué a Seattle no tenía nada, solo un apellido manchado con sangre del que nadie quería saber nada, con el tiempo me hice de un nombre que todos respetaban, al que todos le temían. Me empezaron a apodar el Diablo de Seattle y no podía estar más de acuerdo con ellos.
Heaven fue el primer club nocturno que abrí en la ciudad, es el más grande y el que acarreaba más personas cada noche. Le siguieron otros más pequeños, igual de importantes, después de eso me convertí en un notable empresario con el que todos querían hacer negocios. Dejé un poco de lado la mafia, pero esta no tardó en hacerse más presente en mi vida, no podía dejarla por completo cuando fue gracias a esta que me hice de un nombre y que todos me respetaban también. Al final entendí que por más que quisiera dejar el pasado atrás, este siempre me iba a perseguir a donde sea que vaya.
Apagué la luz del despacho y cerré la puerta con cuidado. No había ruido, ni una mínima nota de molestia que me provocara dolor de cabeza. Al cerrar y dar algunos pasos hacia el lobby me di cuenta de que la señorita Rider iba saliendo del pasillo con un suéter en las manos y el bolso colgado en un hombro. Creo que le gustaba usar vestidos, ya que las veces que la llegué a ver siempre traía uno puesto, ya fuera liso, sin ningún estampado o de lo contrario con florecitas, zapatos bajos y el cabello amarrado en una coleta o trenzado. Y debo decir que no era nada fea, al contrario, era muy hermosa y creo que ella no se había dado cuenta de ello. Poseía un par de luceros avellanados, muy bonitos para ser reales.
—¿Se va, señorita Rider? —la asusté al hablar porque pegó un respingo y se detuvo de golpe. Lentamente, giró la cabeza en mi dirección y asintió con la cabeza. Se hacía tan pequeña cuando me acercaba a su lado o simplemente cuando la acechaba desde lejos. Porque sí, lo hacía por más que me decía que no era correcto, que no debía hacerlo. Pero nunca antes lo incorrecto se sintió tan bien y tan mal a la vez.
—¿Dónde está Marie? —di unos pasos hasta quedar frente a ella. Justo unos centímetros frente a esa cosita pequeña y frágil.
Era pequeña en el aspecto de que parecía inocente y frágil, como si no pudiera romper ni un plato, aunque en realidad tenía un carácter fuerte y no se quedaba callada, pero conmigo parecía aguantar y prefería guardar silencio, también quería ver esa rudeza, esa fortaleza que la hacían una guerra. Sabía por Marie toda la mierda por la que tuvo que pasar Angel, aunque la mujer jamás hablaba de su madre y prefería evadir el tema, era obvio que a ella también le afectó y le dolió, no por la mujer, más bien por sus sobrinas y su hermano. Una persona con tantas pérdidas y tantos problemas económicos madura rápidamente, por eso Angel era tan independiente, pero carecía de amor maternal que buscaba en su tía. A Angel la habían abandonado dos veces y no culpaba a su padre por lo que hizo, el pobre ya tenía suficiente con tantos problemas.
—Se encuentra en su habitación, estaba un poco cansada y le llevé un té —una sutil sonrisa se dibujó en esos delgados labios. Cuando sonreía era mucho más hermosa y sus luceros se iluminaban como si poseyera magia divina.
Tuvo que levantar la cabeza para poder verme mejor, mientras que yo tenía que bajar la cabeza para verla. Era alta, calculaba que medía aproximadamente un metro con setenta centímetros, un poco más. Sus luceros tenían un bonito brillo, su rostro era delgado, con facciones finas y delicadas. Su cabello estaba atado en una coleta baja que dejaba afuera algunos cabellos que caían en sus costados. Era delgada, con una bonita figura y piernas torneadas. ¿Cuándo me di cuenta de que tenía las piernas torneadas?
¿Por qué la estoy mirando tanto?
Era como si nunca antes hubiera visto a una mujer, pero ella no era una mujer cómo las que yo había tratado, no había maldad en ella, era un ser puro y limpio que no estaba corrompido por esta sociedad. Había solo luz y pureza en cada uno de sus actos, no hacía nada para obtener algo a cambio, al contrario, todo lo que hacía era por el simple hecho de ayudar. Definitivamente, ese era un punto en contra para ella, pero yo no era quien para decirle cómo debía comportarse o no, era una mujer adulta que sabía perfectamente lo que hacía y como lo hacía.
—Tú la quieres mucho, ¿cierto? —no dudó en responder ni un segundo.
—Marie es cómo una madre para mí, siempre me ha apoyado y ayudado cuando puede, nunca me ha dejado sola —dijo aquello con tal sinceridad que por un momento sentí aquellas palabras como si fueran mías.
—Marie es muy buena, no tengo dudas de eso —dije sincero.
—Es una mujer linda y amorosa —afirmó.
—Claro que lo es —no pude negar nada porque aquello sería mentir. Marie era una buena mujer que también tuvo que pasar por mucho para llegar a donde estaba. ¿Es que acaso las mujeres de esa familia tenían que sufrir sí o sí?
—Me tengo que ir, señor Dagger —dijo apenada y me eché a un lado para que pudiera salir.
—Hasta mañana, señorita Rider —se detuvo un momento.
—Hasta mañana, señor Dagger —dijo, sin voltear a verme.
Siguió con su camino hasta que abrió la puerta y salió de la casa.
—Señor Dagger —musité.
Fui a ver a Marie, para asegurarme que estaba bien, dijo que se sentía mejor y quería salir de su cama, le dije que nada de eso, no iba a permitir que le pasara algo cuando no había descansado como debía. Agradecía que su sobrina estuviera aquí para ayudarle, Marie no era una mujer vieja, no obstante, toda su vida trabajó para poder salir adelante y no quedarse estancada, cuando llegó a mi casa la habían corrido del trabajo al que le dedicó años y años de esfuerzo, solo una patada y ese fue su pago. Había personas malas en este mundo y Marie tuvo que verlo de la manera más cruel. No se merecía todo lo que tuvo que pasar, aquí en mi casa, tenía todo y no necesitaba más.
—Descansa y no salgas de la cama si no es necesario —acomodé los cobertores sobre sus piernas, protegiéndola del frío de la noche—. No quiero que andes por ahí.
—Hunter...—murmuró. Le di unas palmaditas a la altura de los pies.
—Descansa, Marie, no soy un inútil que no pueda preparar una taza con café —sonrió y negó sutilmente.
—Para eso me pagas, Hunter, para atenderte, no para que tú me atiendas a mí.
—Bueno... Pienso hablar con tu sobrina —levantó una ceja. Me rasqué la nuca porque creo que se tomó mal mis palabras, como si Angel hubiera hecho algo malo y no es que fuera así, al contrario, no tenía quejas de ella, solo que a veces era muy rejega.
—¿Para qué? ¿Hizo algo malo? —Estaba preocupada.
—No, no, nada de eso. Ha estado haciendo un gran trabajo, pero...
—¿Pero? —me interrumpió incorporándose —. ¿Pero qué, Hunter? Dios, habla.
—Déjame hablar entonces —apretó los labios.
—Lo siento —se acomodó en su lugar.
—Quiero ver si cabe la posibilidad que trabaje aquí en la casa, pero ya no de entrada por salida, sino que se quede a dormir aquí, ¿qué dices? —ella negó de inmediato, sin siquiera pensarlo.
—No creo que ella acepte —mi ceño se frunció.
—¿Por qué no iba a aceptar? —inquirí con curiosidad.
—Tiene grandes motivos para no hacerlo, cuando le comentes esto lo sabrás.
—¿Y por qué no me lo dices tú? Es tu sobrina —quise saberlo y que ella me lo dijera, aunque conociéndola no iba a decirme nada.
—Porque no tengo que andar por ahí diciendo cosas privadas de ella, mejor pregúntaselo tú —puso sus manos encima de las mías —. No te hagas ideas que no son.
Ni siquiera sabía qué decir ante sus palabras. Estaba confundido.
¿Qué motivos tiene Angel para no querer vivir aquí?
—Angel no solo es una empleada que sigue tus órdenes porque le pagas un sueldo, hay más detrás de ella y si tan solo te dieras la oportunidad de preguntarle sabrías cuáles son los motivos que la han traído a tu casa, a la boca del lobo.
"La boca del lobo" Qué razón tenía ella, porque sí, Angel era una Caperucita y yo un depredador.
—Puedo mandar a investigarla —chasqueó la lengua en una negación, ofendida por lo que dije. A los pocos segundos me estaba arrepintiendo de mis palabras —. Lo siento —me disculpé.
—Puedes intentar hablar con ella, cómo lo hacen las personas normales —sugirió con un tono de voz sereno.
—¿Hablar con ella? ¿No te das cuenta de que cada que me acerco huye de mí?, es cómo un cachorro asustado —sonreí.
—Si tan solo dejaras de lado esa armadura de enojo e indiferencia que te has puesto encima, conocerías muchas cosas hermosas —me puse de pie soltándome de su agarre, como si este me quemara. Ya no quería hablar del tema porque sabía a donde quería llegar con todo esto y yo estaba empecinado en no hacerle caso porque sabía que mi vida era un desastre como para dejar entrar a alguien en ella.
—Qué cosas dices —metí las manos en los bolsillos de mi pantalón. Giré en dirección a Marie —. No tengo tiempo para esas cosas, Marie.
—No te puedes pasar la vida encerrado, trabajando, lamentándote por hechos del pasado que no puedes cambiar —dijo serena —. Si tan solo te dieras la oportunidad, tal vez encuentres a la mujer que te ame, así como eres.
—Esas cosas no son para mí, Marie. ¿Quién va a amar a alguien cómo yo? Nadie —respondí a mi pregunta sin permitir que ella lo hiciera por mí —. Nadie va a querer a un hombre lleno de traumas y con este carácter —la mujer negó con la cabeza, cerrando los ojos, exhalando. Creo que la estaba sacando de quicio.
—Si no te das la oportunidad, nunca lo vas a saber —exhaló profundo.
—No digas esas ocurrencias, mi vida está hecha para todo menos para ser un buen esposo y un padre ejemplar —la señalé con un dedo —. No puedo serlo cuando he sido un mal hijo y un pésimo hermano.
—Pero...—intentó llevarme la contraria, pero no se lo permití.
—Nada, Marie —de nuevo me acerqué a ella y dejé un beso en su frente —. Estoy bien así —me separé —. Estoy bien con la vida que tengo —puse ambas manos a los costados de su cabeza canosa.
—Una vida vacía —comentó ella con un deje de tristeza en la voz —. Solo quiero que seas feliz, nada más que eso —me separé de ella y me erguí.
—La felicidad no está hecha para mí —me acerqué a la puerta —. Pero gracias por tus buenos deseos, descansa.
Sonrió dulcemente.
Salí de la habitación y subí las escaleras para perderme en aquel pasillo. Marie era tan bondadosa que quería una vida digna para mí, cuando yo no merecía tener nada lindo a mi lado. Era una mala persona que cometió el peor de los pecados y una vida de miseria era lo único a lo que podía aspirar, pero estaba bien con ello.
****
Esa noche decidí salir de la casa y olvidar por un rato los buenos consejos de Marie. Sé que tenía la mejor de las intenciones conmigo, pero como le dije yo no era un buen ejemplo para nadie y no me imaginaba siendo padre, ¿qué ejemplo le podía dar a mis hijos? Ninguno, yo no era buen ejemplo para nadie, fui un mal hijo y un hermano detestable. Estaba mejor solo.
Decidí salir solo sin que Alexander o Josh vinieran conmigo, solo quería quitarme todo el estrés que llevaba encima y olvidar. Siempre quería olvidar.
Detuve el auto afuera del club, uno de los chicos del valet parking se acercó para coger las llaves en cuanto salí y subió al auto para llevarlo al estacionamiento. Observé el lugar de hito en hito, una larga fila de personas se formaba a un lado de la puerta, esperando su turno para entrar. Caminé hacia la entrada principal y de inmediato me dejaron pasar los dos fortachones que cuidaban la entrada.
—Señor Dagger —informó uno de ellos a lo que les hice un asentimiento con la cabeza. Crucé la puerta y recorrí el corredor que llevaba a la pista principal. Las luces eran claras, de un tono azulado que iluminaba todo a su paso. La música retumbaba fuertemente por todo el lugar y las personas bailaban al ritmo de esta.
Fui hacia la barra donde Keira atendía a los clientes, llevaba puesta una blusa con el logo del bar y alcancé a ver una falda corta que apenas le cubría las nalgas. No podía decir que era la mujer más dulce de todas porque eso sería mentir. Keira era caliente, ardía de placer y deseo. Siempre me daba lo que le pedía, no se negaba y a veces eso también me aburría, aunque con ella la pasaba bien, no había quejas.
—Señor Dagger que bueno que está aquí —bajé el cierre de la chaqueta y me senté en uno de los taburetes libres que aún quedaban frente a la barra. La mayoría de los que venían aquí lo hacían por las lindas chicas que atendían y preparaban las bebidas, eso no me importaba, con tal de que gastaran su dinero en mi bar y no se metieran con ninguna de ellas —. Pensé que no te iba a ver esta semana —le entregó lo que estaba preparando a otra chica a la que llamó, cogió un vaso, le puso hielos y un poco de agua mineral, me entregó el vaso que cogí con cuidado y me sonrió.
A veces podía ser un poco intensa, no obstante, se lo dejaba pasar porque no me exigía nada que no le pudiera dar, creo que a veces lo quería pedir, pero eso conllevaba a terminar esto que había entre nosotros, a mí me daba igual, pero no sabía qué pensaba ella.
—Ya estoy aquí —le dije llevando el vaso a mis labios para darle un sorbo sin dejar de mirarla. Una gran sonrisa se dibujó en sus labios entendiendo el significado de mis palabras y lo que eso conllevaba después.
Me giré sobre el taburete para observar el lugar. Pasaban los minutos y el bar se llenaba más y más. Las meseras iban con botellas llenas de alcohol y regresaban por más botellas, pedían bebidas, algo de botanas y cigarrillos, vi alguna que otra droga por ahí, pero de eso se trataba el venir aquí, beber y fumar, probar todo lo que se pudiera.
Estuve sentado en ese taburete un par de horas, observando todo lo que pasaba a mi alrededor, y no estaba asustado de todas las cosas que vi, había visto cosas peores en otros lados y ya nada me sorprendía, estaba acostumbrado a la maldad de las personas y ver lo peor de ellos.
Giré de nuevo hacia la barra, pero Keira ya no estaba por ahí, de reojo vi que salía de la barra y subía las escaleras quitándose el delantal que luego manchaba de líquidos extraños por estar preparando bebidas. Se pasó la mano por el cabello y miró en mi dirección. Me terminé lo poco que aún quedaba dentro, me dediqué a beber agua mineral y lo que fuera que no tuviera alcohol. Yo no bebía, no lo hacía en momentos como estos porque sabía que ya no iba a poder parar y no quería arruinar mi vida de nuevo.
Me puse de pie y me di paso entre las personas que se aglomeraban al lado de las escaleras como si no hubiera más espacio arriba a los costados. Subí y caminé en dirección a mi oficina que se encontraba entre abierta y con las luces encendidas. Entré y cerré detrás de mí solo para darme cuenta de que Keira estaba sentada sobre el sofá con las piernas abiertas para mí. Su sexo perlaba en deseo y lujuria, no tenía ni un solo bello que lo protegiera, pero no le iba a decir cómo cuidarse o lo que tenía que hacer, a ella no.
—No traes bragas —sonrió con malicia. Me quité la chaqueta que dejé colgada en el perchero.
—Para que, si de todos modos, tú me las vas a arrancar —quiso cerrar las piernas, pero le negué con la cabeza.
—Quédate así —me acerqué al escritorio y abrí el último cajón que no tenía llave, saqué un paquete de condones y lo guardé en el bolsillo de mi pantalón —. Quiero verte con las piernas abiertas solo para mí.
Me acercaba lentamente a ella, detallando todo lo que me estaba ofreciendo esa noche. Piernas cortas, pero torneadas, tobillos gruesos, ya que era más pequeña que yo, mucho más pequeña. Senos muy grandes y caderas anchas. Cuando estuve frente a ella me arrodillé y cogí sus tobillos, acerqué mi rostro a su sexo que olía muy bien y no dudé en pasar mi lengua de abajo hacia arriba.
—Sabes muy bien —murmuré cerca de su clítoris.
—Siempre me preparo por si una noche decides venir y hacerme tuya.
Hacerla mía.
Lo siento, Keira, pero esto solo es sexo y ya.
No dije nada ante sus palabras y sabía que no lo hacía con mala intención, pero a veces sospechaba que no tenía bien claro que significaba esto y que aparte del sexo no había nada más entre nosotros.
Chupé y lamí todo a su paso, tomándome el tiempo para que ella también disfrutara de este momento, porque no se trataba de que solo yo lo hiciera, aunque fuera sexo los dos teníamos que sentir y nos debía gustar a ambos, no solo a mí, o a ella.
Me puse de pie y me quité el cinturón mientras Keira se deshacía de su blusa, no me sorprendió cuando se deshizo de la prenda y sus senos rebotaron, ya que tampoco traía sujetador. Debí adivinarlo cuando se le remarcaron los pezones, pero lo dejé pasar.
—Déjate la falda —le ordené y no rechistó, al contrario, hizo lo que le pedí. Saqué el condón del bolsillo de mi pantalón, rasgué el empaque con los dedos y lo arrojé al suelo. Acomodé el preservativo con cuidado y me senté en el sofá, Keira no tardó en sentarse sobre mis piernas y yo en adentrarme en ella, cogiendo su trasero con mis manos para tener mejor control de su cuerpo. Sus dedos se asieron a mis hombros, los míos se hundían en la piel de sus caderas que subía y bajaba lentamente. Llevé una mano a su nuca, serpenteando desde su espalda baja, ascendiendo lentamente hasta detrás de su cuello, que tomé con fuerza y la atraje a mi boca para besarla despacio, permitiéndome sentir sus labios y su lengua. Su boca jugosa se encontraba tibia y tenía el sutil sabor de la menta y el alcohol impregnado en su húmeda lengua. Balanceaba las caderas de un lado al otro y en círculos, nuestros labios chocaban y se humedecían con la saliva del otro. Sus gemidos eran suaves, no se podían escuchar con todo el ruido que había afuera, además de que nadie tenía permitido andar rondando por aquí.
—Hunter —musitó. Se separó unos centímetros de mis labios.
—No hables —le pedí. Yo también sentía el éxtasis, estancarse en mi vientre y querer salir a como diera lugar. Yo también quería dejarlo salir, pero si hablaba lo retrasaba mucho más.
Hundí mi rostro en su cuello, dejando pequeños y húmedos besos, llegué a su clavícula, solté su culo y amasé uno de sus senos que llevé a mis labios para chuparlo y lamerlo. Quería ser una bestia, pero me contenía porque no sabía ni por qué lo hacía, pero fui delicado y paciente con ella. Mientras Keira balanceaba las caderas, yo me comía sus senos con la boca, ella gemía y echaba la cabeza para atrás, yo cerraba los ojos e ignoraba la música que retumbaba en los vidrios y en las paredes. Quise alargar el momento y extender el éxtasis que me provocaba pequeños temblores en todo el cuerpo, pero no lo retuve, lo dejé salir acompañado de un jadeo bajo que me raspó la garganta. Hundí mi rostro en su pecho mientras ella arqueaba la espalda y gemía alto, abracé su cuerpo con mis brazos esperando que los estragos pasaran y abandonaran mi cuerpo para poder ponerme en pie.
—Sabes que me encantas, ¿no? —puso una mano bajo mi barbilla, pero me aparté sin ser tan brusco.
—Y tú sabes que me gusta esto —cogí su barbilla y la moví a cada lado. Se bajó y se sentó a mi lado y se puso la blusa para cubrir sus senos.
Me subí los pantalones y fui al baño dejando a Keira en el sofá. Cuando salí estaba de pie mirando a través de la ventana.
—Quien iba a decir que un día esta ciudad le iba a pertenecer al diablo —giró la cabeza y una sonrisa se dibujó en sus labios —. ¿Algún día pensaste que sería así?
—¿Te digo la verdad? —asintió —. Jamás me imaginé que las cosas iban a llegar tan lejos —confesé —. Pero ahora las cosas están así y no hay nada que hacer —se acercó y se quedó frente a mí. Como dije era más bajita que yo, apenas me llegaba al hombro. Subió las manos por mi torso y rodeó mi cuello con sus manos.
—No te noto muy feliz por lo que dices —me quiso dar un beso, pero la aparté poniendo las manos en sus brazos y alejándola de mí.
—Y no tengo que estarlo. Solo me queda afrontar las consecuencias de mis actos —di un paso atrás y me acerqué a la puerta para coger mi chaqueta y calzarla sobre los hombros —. Me tengo que ir —no esperé que dijera nada y solo salí de ahí.
—Hunter...—le escuché decir, pero crucé el corredor y bajé rápidamente las escaleras. No quería estar en ese lugar con tantas personas y esa música, todo me aturdía. Cuando salí del club tomé una gran bocanada de aire y esperé que me trajeran el auto.
Fue mala idea venir a esta noche porque todo me recordaba a mi pasado, cuando era más joven y me pasaba el día metido en aquel bar de mala muerte con música horrible, ebrios que se vomitaban encima de la barra y se peleaban a golpes a cada rato. Todo el lugar olía a cigarrillos baratos, alcohol del más corriente y orines, todo el sitio era un nido de cucarachas y yo era una de ellas. Cuando mi padre pensaba que estaba haciendo algo de provecho, yo estaba metido ahí vendiendo cocaína de la más económica que podías encontrar en el mercado. Distribuía esta a los dealers y ellos a los consumidores, era un ciclo sin fin al que pertenecía, así que jamás creí que algún día sería yo el que diera las órdenes, el que estuviera a cargo de todo, quien tuviera una ciudad a sus pies. Era un sueño, pero ese sueño me estaba costando la vida.
*Mogwai, un demonio de la cultura tradicional china. Es una especie ficticia de criaturas fantásticas de las películas Gremlins.
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