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Capítulo 45. 💙

"Tus lunares llevan mi nombre.

tu piel lleva mi aroma,

tu cintura lleva mis huellas,

tu ser lleva al mío".

—Andrés Ixtepan.

Hunter

El calor de mi cuerpo aumentó cuando mi pecho se pegó a su espalda semidesnuda. La tela del vestido azul se ajustaba a su cuerpo delineando perfectamente las curvas de su preciosa anatomía, desde sus senos hasta su cintura y sus caderas. Tenía un cuerpo delgado con piernas largas, senos pequeños y bonitos. Me gustaba su cuerpo, el olor de su piel, sus mejillas sonrojadas y todo lo que ella representaba para mí.

Deslicé las manos por sus senos y los amasé, bajé a su estómago y su vientre, sus manos fueron a mi cuello y soltó un gemido cuando me detuve en su monte de venus. De nuevo subí pasando por sus costillas, rozando sus senos, me detuve en su clavícula y subí una mano a su boca pasando mi pulgar por su labio inferior.

—Angel —murmuré su nombre en un jadeo ronco que me quemaba la garganta. Sentía la imperiosa necesidad de besar cada parte de su cuerpo, lamer cada rincón virgen y pasar mis manos por su piel.

—Hunter —jadeó en el mismo tono de voz y su pecho se levantó un poco, su trasero se apretó a mi erección y la atmósfera se tornó caliente.

Me separé de ella para llevar mis manos a su espalda y observar con detenimiento cada uno de sus lunares. Subí a la altura del cierre, bajé este con paciencia y lentitud, dejando ver poco a poco la piel de su bonita espalda, no tenía imperfecciones, solo algunos lunares que me parecían lo más hermoso que yo podía apreciar en este momento. Cogí los tirantes de su vestido y los bajé por sus hombros, sus costillas, su cintura y caderas hasta dejarla solo con esa lencería que se le veía tan bien.

Puse mis manos en sus hombros para darle la vuelta y observarla detenidamente, con detalle. La prenda lucía exquisita en ella, el sostén apenas cubría sus pezones y la tanga no dejaba nada a la imaginación.

—¿Qué tal me veo? —dio un paso atrás.

—En este momento solo quiero devorarte por completo —me mojé los labios y pasé el pulgar por mi labio inferior.

—¿Y por qué no lo haces? —se llevó las manos a la espalda.

—Primero vamos a divertirnos un poco —las luces de la habitación eran tenues y la música hacían la combinación perfecta para este momento.

Di un paso hacia ella para terminar con esta distancia que nos estaba separando y matando al mismo tiempo. La tenía frente a mí, tan bella, diosa y exquisita, con las mismas ganas de follar que tenía yo. Subí la mano a su nuca y la acerqué para pegarla a mi cuerpo, no tardé en devorar sus labios y meter mi lengua en su boca, la succioné y mordí, chupé sus labios, tiré de ellos con mis dientes y metí mi mano bajo su sostén para pellizcar su suave pezón. Dimos unos cuantos pasos hasta que tocamos la cama y juntos caímos al colchón, yo encima de ella cubriendo su pequeño y delgado cuerpo. Apoyé una pierna en el colchón y este se hundió por mi peso, una mano la apoyé a la altura de su cabeza y con la otra acariciaba su vientre desnudo, rodeando su ombligo, bajando un poco hasta tocar los tirantes de sus bragas.

No tenía prisa por terminar esto, al contrario, me iba a dar mi tiempo para desnudarla, besarla y probar cada parte de su delicioso cuerpo. Teníamos tiempo para estar juntos e iba a aprovechar cada segundo con ella.

Me separé unos centímetros para observar su rostro, tenía los labios hinchados y rojos por cada una de las mordidas que dejaba en estos. Su pecho subía y bajaba, sus manos se mantenían en mi espalda y mi erección estaba nada de explotar dentro de mis pantalones. Quería follarla ya, antes de perder la cabeza.

Me puse a horcajadas encima de ella, mis piernas a cada lado de las suyas. Mis manos descansaron en su vientre, las deslicé por su estómago y me detuve en sus senos, hice a un lado la tela dejando ver sus pezones, eran de un tamaño normal y un tono canela claro. Los pellizqué un poco mientras Angel cerraba los ojos. Me acerqué a ellos y me encargué de meter uno a mi boca, mientras que con la otra mano me encargaba del otro, pellizcando y amasando. Sus manos cogieron con fuerza la tela de los cobertores, se mordía el labio y abría la boca en busca de aire.

Me puse de pie, cogí el chocolate y el chantillí. Ocupé de nuevo mi lugar encima de su cuerpo y cogí la lata de chantillí para poner un poco en sus pezones, se irguió cuando la crema fría tocó su piel.

—¡Hunter! —abrió los ojos con sorpresa —. Está frío —chilló.

—Yo me encargo de eso —mi sonrisa se ensanchó y sin dejar de mirarla a los ojos, lamí el chantillí de sus pezones, aproveché para chupar estos y morderlos un poco más de lo debido.

—Tú me vas a matar de placer —gimió y dejó caer la cabeza en el colchón.

—Qué bonita manera de morir, ¿no crees? —asintió dándome la razón.

Bajé un poco para meter mis dedos entre los hilos de su tanga y tiré de esta para dejarla desnuda de la parte de abajo, cerró las piernas por inercia, sin embargo, dobló una rodilla y la otra la mantuvo abajo. Cogí el chocolate y le hice una pregunta.

—¿Te gusta el chocolate?

—Me encanta —musitó.

Tomé la cuchara y dejé caer el chocolate tibio por todo su vientre, sus piernas y sus senos mojando un poco el sostén, pero me iba a deshacer pronto de él, así que no importaba.

—Abre las piernas, Angel —flexionó la otra rodilla y lentamente abrió las piernas para mí, dejando ver sus bonitos labios, su clítoris, todo de ella. Me bajé de la cama y me arrodillé a su altura, con un dedo tomé un poco de chocolate y lo unté en su intimidad, desde sus labios hasta su pequeño e hinchado clítoris. Me chupé el dedo para quitar el exceso de chocolate y mis labios fueron directamente a su sexo que empecé a devorar sin compasión ni piedad. Subió sus talones a mis hombros y sus manos fueron a mi cabeza. Mi lengua se movía por sus labios, chupaba aquel botón hinchado, lo lamía y mis dientes tiraban de este. Metí dos dedos a su sexo, los saqué lenta y tortuosamente robándole un gemido desgarrador que inundó toda la habitación.

—Hunter, me estás matando lentamente —jadeó de placer.

—Esto no es nada, amor —pasé mi lengua por su sexo, desde abajo hasta arriba llevándome los rastros del dulce que todavía tenía en sus labios.

Su lubricación mojaba mis dedos, sus paredes vaginales se apretaban alrededor de estos y sus gemidos resonaban como una melodía baja que acompañaba a la música de fondo. Las luces tenues me dejaban ver a la perfección su sexo y su cuerpo que se estremecía con cada embestida de mis dedos dentro de ella. Gemía, su espalda se arqueaba, sus dedos se enredaban en las hebras de mi cabello y tiraba de ellos sin piedad.

—Hunter —abrió la boca —. Por favor, me voy a correr.

—Hazlo —negó un poco con la cabeza —. Angel —ataqué su sexo chupando para que llegara al éxtasis más rápido —. Córrete en mis dedos.

De un momento a otro la escuché gemir alto, la fuerza en mis cabellos se hizo más fuerte y abrió la boca buscando aire. Mis dedos se llenaron de su éxtasis y sus paredes se apretaron alrededor de estos, quedando empapados por sus jugos vaginales. Saqué mis dedos y los metí a mi boca para probar su rico sabor. Me puse de pie y quedé a su lado, todavía tenía restos de chocolate en su cuerpo, así que me encargué de eso y empecé a lamer su piel provocando cosquillas en su cuerpo.

—Sabes tan bien —quité el resto de dulce de sus tetas y de paso le quité el sostén para dejar a la vista sus perfectos y pequeños senos. Los metí a mi boca y con mi lengua formaba círculos en sus pezones.

—Creo que ahora me toca a mí —se incorporó en sus codos y me miró con una ceja arriba.

—¿Qué tienes pensado? —mordisqueé su barbilla unos segundos.

—Te quiero dentro de mi boca —aquella sonrisa de niña inocente pasó a ser la de una mujer que sabe lo que hace y le gusta en demasía hacerlo.

—Soy todo tuyo —me bajé de su cuerpo y me senté a su lado en la cama.

—Te voy a desvestir primero —informó y asentí. Se metió entre mis piernas. Puse mis manos en su cintura mientras ella se hacía cargo de mi camiseta, la arrojó a alguna parte de la habitación y después se puso de rodillas frente a mí para quitar el botón de mi pantalón y deshacerse de este —. Acuéstate —obedecí y esperé a que hiciera lo que sea que tenía pensado para mí.

Solo escuché como sacudió la lata de chantillí y sentí el frío de la crema siendo untada en mi pene erecto. El frío me estremeció, pero su boquita tibia aminoró todo, su lengua se paseó por mi falo, lamía la crema dulce y lo metía a la boca para chupar y succionar.

—Oh Angel —jadeé —. ¿Quién te enseñó a hacer esto? —llevé mis manos a su cabeza y así intensificar el movimiento de su boca en mi pene.

—He aprendido con el paso de los días. Solo quiero complacerte —musitó.

—Y lo haces muy bien —cerré los ojos dejándome llevar por el placer que me hacía sentir en este momento. De nuevo escuché la lata de chantillí y untó este en mi miembro.

Su mano se asió en mi pene, subía y bajaba mientras que su boca me torturaba por completo, lamía, chupaba y succionaba, pasaba su lengua tibia por mi glande y mi falo. Formaba círculos en la punta y lo metía hasta donde cabía. Sus movimientos eran lentos, pero tortuosos, se estaba llevando mi alma consigo y quería más, mucho más.

—Quiero follarte —sentí el éxtasis en la punta de mi pene. Estaba a nada de correrme —. Quiero correrme, necesito hacerlo.

—Hazlo —negué.

—Quiero hacerlo en tus senos —no se detuvo, al contrario. Me imaginé aquella escena más de una vez, mi semen mojando sus senos, escurriendo por su boquita, ella empapada de mí —. Angel —aquel gemido salió ronco, como una súplica para que terminara ya con esta tortura. Sabía que me estaba llevando al límite porque sus lamidas y su mano en mi pene se movían más rápido, tanto que me sentía explotar dentro de su boquita.

En un segundo mi semen salió como una explosión, pero antes de correrme dentro de su boca sacó mi pene para mojar sus pequeñas tetas que ahora estaban empapadas de mí. Cogí mi erección para vaciarme por completo en ella, quedándose de rodillas en su lugar con las manos en sus muslos, quieta y sumisa para mí. Al fijarme en su rostro tenía un poco de mí en su comisura izquierda, me erguí, pasé mi pulgar por su piel y lo acerqué a sus labios.

—Faltó un poco —sacó la lengua y lamió mi pulgar.

—¿Me harás el amor esta noche? —se puso de pie. Sus rodillas estaban rojas.

—Claro que sí, cariño. No puedo negarte tenerme dentro de ti —otra canción empezó a sonar —. Súbete a la cama y ponte de rodillas, te voy a dar duro, como te gusta.

Obedeció y se subió a la cama, se puso en cuatro dejándome ver su culito precioso, apoyó sus brazos en el colchón y este se hundió un poco. Me acerqué a ella tomando mi miembro con una mano, lo pasé por su bonito coño y este empezaba a revivir después de aquel rico orgasmo. Abrí la mano para darle una nalgada en su trasero, este rebotó un poco y lo hice de nuevo en su otra nalga. Mi mano se asió a mi pene, lo movía de arriba hacia abajo, mi erección era más grande con el paso de los minutos hasta que estuvo grande y duro para meterlo en su pequeña y estrecha vagina. Una embestida bastó para tenerme dentro, pero para mí no era suficiente, yo quería más de ella, más placer, más gemidos, más de todo. No tenía suficiente de su cuerpo y sus orgasmos que ahora eran míos nada más.

La cogí de las caderas para aumentar el ritmo de mis embestidas, mis dedos se hundían en su piel y estaba seguro de que iba a dejar algunas marcas en esta, pero ahora mismo solo podía ver como mi pene se hundía en su carne, pasaba por sus labios se adentraba un poco más y era bien recibido por sus paredes vaginales, estaba húmeda y tibia. Salí un poco sin sacar la punta, me hundí en ella lenta y dolorosamente, mi pene, su vagina lubricada, su carne expuesta para mí, se apretaba a mi alrededor, su espalda arqueada y sus tetas apretadas en los cobertores.

Ahora, viéndola así, solo podía pensar en el día que estuviera dentro de su coño y follar este tan duro, tan lento y tan tortuosamente hasta que los dos ya no pudiéramos más.

—Angel, te quiero follar por detrás —pegó un respingo —. Aún no lo haré, cariño, todavía no, pero hay que empezar con eso —estábamos tan húmedos que su lubricación sirvió para humedecer su coño y así mover mi pulgar de un lado al otro. Lo metía un poco, solo quería que sintiera más placer sin llegar a lastimarla, aunque anhelaba poder estar dentro de ella de esta manera. Solté sus caderas y con una mano cogí su cabellera larga y oscura en un puño.

La embestía duro, sin piedad, me hundía dentro de ella, metía un poco más mi pulgar para que sintiera placer nada más. Mis muslos se estrellaban contra sus nalgas, sus fluidos y los míos eran uno nada más, la escuchaba gemir mientras hundía el rostro en las almohadas, se estremecía, yo maldecía mientras sentía el orgasmo rasguñar las paredes de mi ser. Abrí la boca cuando el éxtasis se desbordó dentro de mí y crepitaba cada centímetro de mi cuerpo y mi carne. Explotó llevándose un pedazo de mí con él, fue desgarrador, abrasador, ardiente y me quemaba por dentro. Apreté mucho más su cabello entre mi mano y fue cuando ella se corrió en mi pene, mojando todo a su paso. Solté su cabello lentamente hasta que este cubrió su espalda de nuevo y algunos mechones cayeron a sus costados, tenía el trasero rojo por cada nalgada que le di. Al salir de ella mi semen salió mojando su sexo y sus muslos, el líquido blanquecino resbaló en medio de sus piernas y estas fallaron cuando se quiso poner de pie, cayendo a mi lado. Me encontraba exhausto, cansado y con ganas de más, mi pecho subía y bajaba por el cansancio.

—No puedo —jadeó cansada y se dejó caer boca arriba con una pierna flexionada. Se llevó una mano a la frente, tomó un largo y sonoro suspiro.

—¿Ya te cansaste?

—Un poco —encogió un hombro.

—Yo quiero más, ángel —me deslicé cerca y mordí su hombro desnudo —. Nunca tengo suficiente de ti, mi amor —puse dos dedos bajo su barbilla y lamí desde su clavícula pasando por su cuello que tenía un poco de sudor, aunque todo en ella sabía tan bien, lamí sus labios de un extremo al otro y chupé sus labios.

—¿Quieres más? —parpadeó.

—Sí, quiero mucho más —abrió los ojos de par en par y se giró un poco para tener mi cuerpo a su lado. Metí mi pierna entre las suyas y sentí la humedad de su sexo caliente —. Cada vez quiero mucho más de ti, me estoy volviendo adicto a tu sexo, a tus besos y a tu cuerpo —mi mano en su espalda baja la atrajo a mi cuerpo.

—¿Qué tan adicto te estás volviendo? —preguntó.

—No puedo vivir sin ti —respondí.

Te amo, Angel.

—Hunter —su vocecita sensual me acarició la piel y me estremecí de los pies a la cabeza.

—Angel, te quiero follar en todas las posiciones que hay, en cada rincón de esta casa.

—Hazlo, por favor, hazlo —terminó con esta tortura estampando sus labios contra los míos.

No me digas eso porque lo haré, te juro que lo haré.

Enredó sus piernas en mis caderas y nos pusimos de pie para apoyar su espalda contra la pared y penetrarla lentamente sin dejar de mirarla a los ojos. La apoyé en el sofá, sus brazos estaban apoyados en el respaldo y su culito hacia mi pene que no dudé en meter y sacar, de nuevo la llevé a la cama, sin embargo, esta vez fue ella quien me follaba a mí, yo abajo, detrás de ella, para terminar en el baño con el agua cayendo sobre nuestros cuerpos desnudos. Su mejilla apoyada contra la pared del baño, al igual que sus senos, mis manos en sus caderas y mi pene que entraba y salía de ella torturándola un poco más. Pasaba mi mano por el rostro para quitar el exceso de agua y penetrarla nuevamente hasta que el orgasmo arrasó con nosotros y nos dejó exhaustos, cansados y satisfechos el uno por el otro.

—Wow —dijo acostada encima de mí. Ya nos habíamos duchado y estábamos desnudos metidos bajo los cobertores. Sus piernas apoyadas arriba de las mías —. Creo que nunca en la vida hice tanto ejercicio como ahora —sonreí. Dejé un tierno beso en su frente y mis labios se quedaron pegados a su piel unos segundos más.

—Ni yo —comenté.

—Tú tienes un cuerpo espectacular —subió su mano a mi mejilla y pasó las yemas de sus dedos por mi barba —. Esos brazos, ese torso, tienes las piernas más torneadas que las mías —esta vez ambos reímos.

—No digas eso —le pedí.

—Es cierto, pero soy muy floja para hacer ejercicio —se quejó.

—Sabes que si me lo pides te puedo contratar un entrenador...—me detuvo antes de que terminara.

—No gracias, ya te dije que soy muy floja, para eso —bajó su mano a mi torso y empezó a trazar las líneas de mis músculos —. Además, tú eres muy celoso.

—Podría ser una entrenadora —negó.

—Tampoco, que tal que te gusta ella.

—Nadie me podría gustar como tú —confesé sin siquiera pensar en lo que estaba diciendo.

—Hunter —se movió a mi lado y apoyó las manos en mi pecho apoyando su barbilla en ellos —. Dime algo. ¿Qué sientes por mí? No quiero que me digas si te gusto, quiero saber si dentro de ti hay sentimientos por mí, si me amas o me quieres.

Te amo, te amo.

—Claro que sí, amor —sus luceros brillaron en esperanza —. Siento muchas cosas por ti.

—¿Como qué tipo de sentimientos? ¿Me quieres? —bajó unos segundos la mirada.

—Te quiero, Angel, te quiero demasiado y duele tanto —sus cejas se hundieron.

—¿Duele? ¿Por qué? —su pregunta se escuchó curiosa.

—Porque no he querido a nadie de esta manera, siento que haré alguna estupidez y no quiero eso. No quiero arruinar lo que tenemos.

—Pues no lo hagas —dijo algo obvio.

—No me pidas eso, Angel. Eres tan perfecta para mí que parece irreal —con dos dedos aparté los mechones húmedos que caían en sus mejillas —. Sabes que no soy perfecto y estoy lejos de serlo, pero contigo... Contigo quiero ser diferente.

—No quiero que seas diferente, Hunter, me vuelves loca así cómo eres y te quiero por eso —sonreí ante sus palabras —. Me gusta cómo me tratas, lo considerado que eres, me consientes tanto y cumples cada uno de mis caprichos. No cambies por favor, no lo hagas nunca —se acercó para dejar un tierno beso sobre mis labios.

—Por eso te quiero, Angel. Tú también me vuelves loco y me encantas —soltó un suspiro y apoyó la mejilla en mi torso.

—No quiero que esto se termine nunca, no quiero despertar y verme en la cruda realidad porque no podría regresar a ella. No podría —su voz se escuchó un poco más rota que minutos atrás.

—Eso no va a pasar, Angel. Esta es nuestra realidad y nadie nos podrá quitar eso. Te aseguro que cada día te haré feliz, conmigo no te va a faltar nada.

—¿Tampoco me va a faltar amor?

—Nunca te va a faltar amor.

¿Por qué se me complicaba tanto decirle que la amaba? ¿Por qué me era tan difícil solo decirle que ya no podía vivir sin ella porque estaba completamente enamorado como no lo estuve nunca en la vida? La amaba, claro que sí, la amaba tanto o más de lo que me imaginé algún día, pero esas palabras se quedaban atascadas en mi garganta y se rehusaban a querer salir por alguna extraña razón que ignoraba.

Angel era todo para mí, su seguridad, su felicidad y su libertad también lo eran, no quería atarla a mí como si fuera solo un objeto porque no lo era, nunca lo vi así desde el momento que entró a mi vida, ahora solo podía pensar en ella, vivir por y para ella.

Angel se quedó dormida en mis brazos, para cuando Marie y Callie llegaron ella estaba profundamente dormida, se veía tan bonita con una mejilla apoyada en la almohada, su cabello húmedo extendido, su pequeño rostro en paz y ella tan hermosa como lo era siempre.

—No te quiero perder, Angel —las luces de la habitación estaban apagadas, pero las de afuera de la casa seguían encendidas lo que me permitía apreciarla mucho mejor, observar cada rasgo de su perfil, nariz pequeña, cejas negras bien definidas, esa boquita que hacía maravillas.

Era hermosa por todos lados y seguía sin entender cómo es que se había fijado en mí si tenía un carácter de los mil demonios, gritaba por todo y maldecía todo el tiempo, no era un buen hombre para ella, aunque tampoco iba a permitir que nadie la alejara de mi lado. Tenía tanto miedo de que alguien le hiciera daño por mi culpa, no podía confiar en nadie, ni siquiera en mí.

Angel

El día era perfecto, el sol en su máximo esplendor en el cielo azul, las flores del jardín se veían tan bonitas con esos colores tan exóticos, Callie y Marie preparaban la tierra para empezar a sembrar, Hunter se encontraba en su oficina con Danielle y Maykel que ya estaba mucho mejor de salud, aunque todavía usaba el bastón para poder sostenerse.

Habían pasado algunas semanas y cada día era más feliz aquí, con Hunter y Callie, con Marie y hasta con Serena que se había portado tan bien con nosotras. Ya convivimos mucho más con ella, no era tan mala como todos pensábamos, a veces era linda y cariñosa. Las últimas veces que fuimos al doctor, este dijo que las cosas con ella estaban bien, no había rastro del tumor y la cicatrización iba perfecta, su cabello estaba creciendo, pero todavía usaba pañoletas para cubrir la herida.

—Angel —Serena se acercó a mí, estaba bajo el parasol mientras observaba a Marie y Callie.

—Dime —me hice a un lado las gafas y sonreí cuando vi el pastel que sostenía en las manos.

—Hice este pastel —jaló la silla, dejó el pastel encima de la mesita y se sentó en la silla frente a mí —. Callie me ayudó un poco, pero lo demás lo hice yo. Ya sabes que no soy muy buena haciendo postres —se encogió de hombros.

—Se ve rico —me acerqué y corté un pedazo de pastel para ponerlo en el plato que tenía frente a mí.

—¿En serio? —cogí un pedazo de pastel con la cuchara y me lo llevé a la boca. El pan se deshizo en mi lengua, tenía un delicioso sabor a chocolate envinado.

—Sí, sabe muy bien —sus ojos se iluminaron.

Ahora no lucía como la mujer dura y fría que se fue aquel día, la que nunca regresó por nosotras. Solo quería dejar el pasado atrás y darle una oportunidad a esta mujer, a la que nos invitaba a comer, la que preparaba pasteles cuando en su vida había abierto el horno para hacer nada.

—Voy a poner una pastelería, entonces —ambas reímos.

—Callie estaría encantada si lo haces —las dos miramos a Callie que tenía cubierta la cabeza porque el sol quemaba la piel. Sus mejillas estaban teñidas de rojo mientras reía con Marie de quien sabe qué.

—Mi niña —suspiró —. Espero que algún día me pueda perdonar por el daño que les hice —se giró de nuevo hacia mí y sonrió con un poco de melancolía —. Espero que las dos puedan perdonarme.

Quise decir algo, pero en ese momento Hunter apareció y se acercó a nosotras. Se veía tan guapo así con esa barba recortada, su cabello estaba un poco más largo de lo usual y vestía cómodamente, no con esos trajes que siempre llevaba puestos, aunque estos se le veían tan bien. No me podía quejar, él siempre lucía bien con todo lo que se pusiera encima, aunque desnudo se veía mucho mejor.

—Serena —habló Hunter y apoyó las manos en el respaldo de la silla. Pude notar cómo sus nudillos se pusieron blancos por la presión que ejercía. Su mandíbula estaba apretada y tenía esa mirada asesina que me decía que algo no iba bien y que Hunter estaba furioso —. ¿Podemos hablar?

Últimamente, Hunter se portaba grosero y distante con Serena, cuando yo pensaba que las cosas entre ellos habían mejorado, sin embargo, me equivoqué porque no fue así. Evitaba hablarle lo más que podía, no preguntaba por ella cada vez que la acompañaba al hospital o siquiera disimulaba su odio hacia mi madre.

—Claro, Hunter —se hizo hacia atrás cuando Serena empujó la silla.

—¿Pasa algo? —pregunté, pero Hunter me ignoró negando con la cabeza. Ambos entraron a la casa.

Algo me decía que las cosas no estaban nada bien, pero lo que no entendía era porque sentía esta extraña sensación en el pecho. No lo dudé más y me puse de pie yendo hacia la casa, empujé la puerta que se encontraba entre abierta y fui directamente a la oficina, me encontré con Danielle y Maykel que esperaban sentados afuera mientras Alexander iba saliendo.

—¿Dónde está Hunter? —Alexander cerró la puerta, pero alcancé a escuchar un grito lleno de enojo.

—No creo que sea buena idea que entres —dijo Danielle y se puso de pie al darse cuenta de que me acercaba para abrir la puerta —. Está molesto.

De nuevo Hunter gritó y eso me provocó entrar sin siquiera tocar, solo empujé y entré. Al dar el primer paso me llevé la desagradable sorpresa de ver a Hunter acorralando a Serena contra la pared, mientras que su mano derecha apretaba su cuello y la izquierda formaba un puño.

—¡Hunter! —cerré la puerta —. ¿Qué haces? ¡¿Qué demonios crees qué haces?!

—Vete —espetó sin soltar a Serena —. Estoy hablando con ella.

—¿Qué te pasa? —el rostro de Serena era rojo, se le estaba dificultando respirar —. ¡Suéltala!

—Nada, no pasa nada —me acerqué a ellos. Serena sostenía la mano de Hunter para apartarlo de ella, pero él era mucho más fuerte.

—Ya te dije que yo no hice nada. Nunca le haría daño de esa manera a Angel o Callie —tosía. Buscaba poder respirar, no obstante, Hunter se lo impedía, ya que apretaba mucho más su garganta.

—No te creo nada —puse una mano en su brazo, pero me apartó con furia.

—¡Hunter, basta! —le rogaba al borde de las lágrimas —. Por favor.

—No tienes que creerme, tú sabes que no salgo, no hablo con nadie. ¿Por qué les haría daño?

—Por dinero —dijo sin pensarlo —. Sé qué le estás pasando información a alguien y quiero que me digas a quien. ¡Dime! —exigió. Lo sostenía del brazo para apartarlo de Serena, sin embargo, su agarre era fuerte.

—Hunter —le pedí de nuevo —. No puede respirar.

—No te metas, Angel —masculló con la mandíbula y los dientes apretados.

—¡Es mi madre! —cogí su brazo y lo aparté de un tirón para que la soltara. Dio un paso atrás y me acerqué a ella, tosía y se golpeaba el pecho con dificultad —. Basta. Lo que sea que estés pensando basta. Casi la matas —le miré con furia y dolor —. Nunca pensé que tú fueras capaz de hacer algo así.

Se llevó las manos a la cabeza con frustración, estaba enojado y desesperado. Bufó y fue al escritorio para servirse un poco de lo que sea que tenía en la botella.

—¿Estás bien? —puse mi mano en su espalda y cogí su mano.

—Sí —tosió de nuevo.

Hunter echó la cabeza hacia atrás para beber del vaso de golpe y se sirvió de nuevo. Se me hacía raro verlo bebiendo de esta manera cuando él dijo que tuvo problemas con el alcohol, ahora me preocupaba que recayera en ese maldito vicio y todo se echara a perder de nuevo.

—Angel —habló desde el otro extremo de la oficina.

—No —le respondí seria y molesta —. Ahora no —levanté la mano para indicarle que no se acercara y no dijera nada más —. Vamos —le indiqué a Serena y juntas salimos de la oficina. Sentí su mirada clavada en mi nuca hasta que dimos un paso fuera.

Al llegar a su casa la llevé a la sala y se sentó en un sofá mientras iba por un vaso de agua.

—¿Qué pasó ahí? —regresé con ella y le entregué el vaso con agua que no dudó en beber lentamente cogiéndolo con las manos temblorosas.

—Hunter cree que yo le estoy pasando información a alguien más. Piensa que les quiero hacer daño —mis ojos se abrieron de par en par. Estaba sorprendida, más que eso, estaba impactada con esta noticia. No podía entender cómo es que Hunter pensaba que Serena haría algo así. Sí, yo sé que no era completamente buena, pero no la creía capaz de traicionarnos. No, no lo haría.

—¿Y lo estás haciendo? —indagué. Busqué en su mirada cualquier indicio que me pudiera decir que mentía o decía la verdad.

—No hija, claro que no —dudó en responder —. No lo estoy haciendo. ¿Crees que sería capaz de hacerlo?

—No sé, por eso te lo estoy preguntando.

—No, Angel, nunca lo haría.

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