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Capítulo 41. 💙

"Quien con monstruos lucha, cuide de no

convertirse a su vez en un monstruo. Cuando

miras largo tiempo a un abismo, también

este mira dentro de ti".

—Friedrich Nietzsche.

Angel

Desde que llegue a esta casa jamás había visto así a Hunter, a veces gritaba y se enojaba, sin embargo, esta vez fue diferente, no solo estaba molesto o lleno de coraje, había en sus ojos un deje de maldad y sadismo que no le había visto hasta ahora. Cómo si el mismísimo demonio en persona hubiera salido del infierno para quemar todo a su paso y matar a todos a su paso.

Ahora entendía por qué muchos le temían con tan solo decir su nombre y otros más huían de él: Hunter no era bueno. Él me lo advirtió, me dijo que lo rodeaban mil demonios y a esto se refería, no solo era su pasado, era su presente y él mismo, lo que lo convertían en un peligro para sí mismo y para los demás.

Conmigo era diferente, se portaba bien y me cuidaba, al verlo enojado con ganas de matar a alguien fue algo que no creí ver en él, aunque le entendía en gran parte, habían lastimado a su mejor amigo, era comprensible que estuviera así de molesto. No sé qué haría yo si me dijeran que Mara estaba herida, qué alguien le quiso hacer daño. No podía comparar mi sentimiento con lo que Hunter estaba sintiendo, porque no era lo mismo, así que no lo podía juzgar y señalar cuando tenía sus motivos para hacer lo que estaba haciendo.

En un parpadeo todo lo que se encontraba sobre del escritorio salió volando, algunas cosas se rompieron y otras más rodaron por el suelo, Hunter salió disparado hacia la puerta, Maykel se puso de pie, pero tropezó y cayó al suelo haciéndose daño.

—¡Hunter! —gritó Danielle, pero era muy tarde, él ya se había ido.

—Maykel —me apresuré a él y le ayudé a ponerse de pie —. ¿Te hiciste daño? —puse una mano en su espalda para ayudarle.

—Ahora regreso —Danielle corrió hacia la puerta, no se detuvo a ver si Maykel estaba bien o no, salió disparada hacia la salida al igual que Hunter.

—Esto es mi culpa —lo senté en el sofá y le pasé el bastón —. Debí obedecer a Hunter y no ir con ese maldito bastardo, si tan solo...—puse mi mano en su hombro y guardó silencio.

—Tú no tienes la culpa de nada, mucho menos de que ese animal te hiciera daño —me sonrió.

—Eres tan buena, ángel —palmeó mi mano.

Todos me dicen lo mismo.

—Creo que soy muy inocente, o tonta —sonreí triste. Maykel negó con la cabeza.

—Nada de eso, Angel. Tienes que darte cuenta del mundo en el que está metido Hunter, no es bueno y nada de lo que lo rodea tampoco. Tarde o temprano te va a alcanzar y te hará daño.

—Lo amo —admití —. Lo amo y ahora no puedo ni quiero alejarme de él, no puedo estar lejos, Maykel. Soy su esposa —su diminuta sonrisa me hizo dar cuenta de lo que había dicho —. No le digas lo que te acabo de decir, por favor.

—Soy una tumba, no diré nada —una idea cruzó por mi mente.

—Le voy a llamar a ver si me responde y hago que entre en razón —Saqué mi móvil y busqué su número.

—No te vas a responder, ahora está muy molesto.

—Quizá me responda —hice el intento y le llamé, sin embargo, el tono de llamada sonaba una y otra vez sin que él respondiera. Lo intenté una, dos, tres veces, pero no conseguí nada, él nunca respondió —. Creo que tienes razón —Danielle entró y se veía preocupada.

—¿A dónde fuiste? —le preguntó Maykel, sostenía su móvil en la mano.

—Le dije a Alexander que siguiera a Hunter y fuera con otros hombres. Hará una locura y no vamos a permitir eso —se llevó el móvil a la oreja, al no obtener respuesta del otro lado de la línea bufó —. No responde. ¿Por qué no responde? —se veía muy frustrada.

—Si no le respondió a Angel no te va a responder a ti —habló Maykel.

Danielle lo miró con los ojos entornados e intentó llamarle una vez más, al igual que me pasó a mí no le respondió. Bufó y se llevó las manos a la cabeza.

—Solo espero que Alexander llegue a tiempo y que Hunter no cometa una locura —se dejó caer al lado de Maykel y cogió una taza con café para beber un poco.

Sus manos temblaban, miraba la puerta esperando lo mismo que Maykel y yo, que Hunter entrara y que no hiciera nada que lo pusiera en peligro. Pero Hunter no llegó, no llamó, no supimos nada de él, un buen rato y aquello solo nos preocupó más de lo que ya estábamos. No podía pensar en la idea de que algo malo le pasara.

Él tenía que regresar a mí.

Hunter

El móvil sonaba alertando de una llamada, era Angel, llamó varias veces, no quería responder. Dejé que el móvil sonara y volvió a llamar un par de veces más. Danielle también me llamó y tampoco respondí, lo que ahora quería era matar a ese maldito japonés de mierda, se atrevió a lastimar a Maykel, lo hirió y lo iba a pagar muy caro. Lo iba a matar, lo haría sin compasión, no tendría piedad de él.

Al llegar a la casa de Hiro dejé el auto a medio estacionar, busqué en la guantera el arma que siempre llevaba conmigo por si algo llegaba a pasar y bajé del auto. Toqué el timbre y la puerta no tardó en abrirse, caminé hacia la piscina donde seguramente iba a estar ese bastardo y cuando lo vi a lo lejos mis ganas de matarlo se acrecentaron mucho más. Mis zancadas eran largas y mis pisadas fuertes. La misma mujer que lo acompañaba ese día se encontraba a su lado y sus hombres no se veían por ningún lado. Qué suerte para mí porque así le iba a dar su merecido sin que nadie se metiera.

—Señor Dagger —musitó la mujer y me miró a través de sus gafas negras. La ignoré por completo y me dirigí a su jefe que estaba acostado sobre un camastro.

—¡Hunter! —no lo dejé terminar porque lo tomé por el cuello del albornoz de color rojo que llevaba puesto y lo obligué a ponerse de pie.

—¿Con qué andas haciendo negocios a mi espalda? —lo empujé sin soltarlo —. ¡¿Eh?! ¡Responde maldito imbécil! ¡Habla! —le exigí.

—No sé de qué demonios estás hablando —su piel pálida se puso más pálida cuando de nuevo lo empujé.

—No te hagas el estúpido porque esta vez no te queda. Sé que estás haciendo tus sucios negocios con los clubs a mi espalda cuando te dejé en claro que no quiero prostitución aquí —espeté, apretando la mandíbula. Ejercía tanta presión que sentía, se me iba a reventar debajo de la piel —. ¡Le disparaste a Maykel y te haré pagar!

Saqué el arma que había puesto en mi espalda y la puse en su frente. Sus pequeños ojos se agrandaron lo más que pudo, abrió la boca, pero lo empujé tan fuerte que cayó al suelo y aproveché para golpearlo una y otra vez, en las costillas, mis puños fueron a su rostro, estómago, piernas. Lo tomé de nuevo escuchando a la mujer detrás pidiendo ayuda.

—Te crees muy macho, ¿no? —lo obligué a ponerse de espaldas y rodeé su cuello con mi brazo, puse la pistola en su sien —. ¿Te crees muy rudo por golpear a un chico que no te hizo nada?

—Hunter —tosió escupiendo saliva mezclada con sangre —. Por favor...

—Sí, Maykel también suplicó y no hiciste caso, ¿por qué tendría piedad por ti? —de nuevo apreté la mandíbula.

—¡Por favor! —la mujer que lo acompañaba me estaba apuntando con una pistola, pero yo no iba a soltar a este bastardo. No sin antes darle su merecido por ser tan imbécil —. ¡Suéltalo! —le quitó el seguro a la pistola.

—No te voy a soltar, Hiro. Te quiero matar, con mis propias manos —lo agarré por detrás del albornoz y lo levanté del suelo donde merecía estar y morir ahí mismo.

—¡Déjame! Te va a disparar si no me sueltas —se burló.

—Vamos a ver quién es más rápido, ella o yo. ¿Lo quieres comprobar? —enterraba el cañón de la pistola en su sien.

—No, no —se apresuró en decir —. No lo hagas —no sé si se dirigía a mí o su ayudante.

—Si me disparas lo mato —le dije a la mujer. De nuevo apreté el cañón de la pistola a su sien y gimoteó con dolor. Ahora no era tan machito, necesitaba estar rodeado de más criminales cómo él para tener, porque él solo era un pobre y patético imbécil.

En un segundo ya tenía a varios de sus hombres apuntándome a la cabeza, solo les bastaba una señal para disparar y matarme de una vez por todas, pero no les iba a dar ese gusto, mucho menos a este imbécil. Me di el gusto de apretar más el cañón haciéndole daño, mi brazo se cerraba más a su cuello y ejercía mucha más presión, en cualquier segundo se iba a desmayar.

—¡Bajen las armas! —a lo lejos alcancé a ver a Alexander con varios hombres detrás. Los hombres de Hiro se giraron hacia ellos apuntándoles y mis hombres a ellos también.

—jefe —habló Alexander —. ¿Qué hacemos? —no dejaba de apuntar su arma hacia los hombres de Hiro.

—Nada —solté a Hiro y cuando cayó al suelo solté una patada que fue a dar a su estómago, se dobló por el dolor y soltó un quejido acompañado de algunas palabras en japonés que entendí como groserías. Me agaché para quedar un poco a su altura y lo tomé de los cabellos —. Te vuelves a meter con mi familia y no voy a dudar en venir otra vez, pero ahora no voy a tener compasión por ti. Te voy a matar lenta y dolorosamente, sin piedad ni compasión —espeté.

—Maldito americano de mierda —escupió sangre a mis pies. Mi agarre en sus cabellos se hizo más fuerte, echando su cabeza hacia atrás. Quería provocarle el mayor daño posible.

—No quieres ver lo que este americano de mierda te puede hacer. Te metes con mi familia y la próxima vez no voy a tener piedad por ti —solté su cabeza y me aparté de él.

Guardé la pistola y pasé al lado de los hombres de Hiro y la mujer que no se despegaba de él, más que su asistente parecía su sombra porque siempre estaba a su lado. Su mirada hacia mí era de odio, quería matarme lo sé, por ahora no iba a hacerlo, no le convenía matarme porque todos se irían en contra de su jefe.

Salí de la casa con la rabia crepitando mis huesos, quería matarlo, quería hacerlo pagar, pero ese día no será ahora, algún día sí y yo mismo me iba a encargar de acabar con su miserable y asquerosa vida. Me apoyé en el auto, Alexander junto a los otros hombres llegaron a mi altura.

—¿Quién les dijo que vinieran? —pregunté y fue Alexander quien respondió.

—Danielle —salí tan enfadado de la casa que no me di cuenta de lo que hice o dije. Angel me vio en mi peor momento y dudaba si quería estar cerca de mí —. Ella nos dijo que teníamos que venir para que no hiciera alguna tontería —se aclaró la garganta —. Dijo algo más, sin embargo, supimos que teníamos que venir —me giré y tomé una gran bocanada de aire.

No me podía permitir perder la cabeza de esta manera, mucho menos por la culpa de Hiro porque eso es lo que siempre estaba buscando, hacerme enfadar y llevarme al límite, hoy casi lo consigue, sin embargo, no iba a darle ese gusto, menos a él.

—Vamos a casa —abrí la puerta del auto y subí para cerrarla de nuevo. Encendí el motor y arranqué, detrás de mí venía Alexander y los demás hombres.

Cuando di vuelta en una calle me di cuenta del estado en el que estaban mis nudillos, rotos, rojos y con sangre, en ese momento no sentí los golpes y el dolor, sin embargo, ahora que la adrenalina había pasado las manos me dolían y la piel me ardía, no podía dejar que Hiro se saliera con la suya. Ahora estaba más que advertido que si se metía con mi familia le podía ir muy mal.

Angel

Miraba por la ventana esperando la llegada de Hunter. Temía que pudiera hacer algo que lo pusiera en peligro o que ese tal Hiro le hiciera algo malo, aunque viendo el estado en el que se encontraba dudaba mucho que le hiciera nada. Hunter se fue furioso y lleno de coraje. Nunca lo había visto así y me dio un poco de miedo verlo en ese estado.

—No creo que tarde mucho —escuché a Danielle.

Solo esperaba que regresara con bien a casa. Estrujaba mis dedos una y otra vez mientras los minutos pasaban, Marie ya estaba enterada de lo que había pasado y al igual que yo estaba preocupada por lo que pudiera pasar con Hunter, ella más que nadie lo conocía y sabía de lo que su jefe era capaz de hacer, aun así, se veía sorprendida por su reacción.

—Angel —escuché su dulce voz detrás de mí. Al girarme Marie se encontraba a mi lado con una taza de té en las manos.

—Marie...—me entregó la taza.

—Bebe un poco, cariño, te hará bien —le sonreí y cogí la taza. Al levantar la cabeza, Callie estaba en la oficina junto a Frida que no la dejaba sola ni un minuto.

—¿No ha llamado? —le negué a mi pequeña hermana y pasó saliva.

—Todo va a salir bien —habló Marie —. Hunter no hará una tontería.

Yo dudaba que así fuera, ella no vio el estado en el que se fue. Parece que quería quemar todo, matar a alguien y eso me daba miedo, que fuera capaz de hacerlo.

Fui hacia al sofá junto a Danielle que no dejaba de mirar la pantalla de su móvil, ella también tenía la esperanza de que Hunter le llamara y le explicara que había pasado, obviamente aquello no pasó, los minutos se alargaban tanto que parecía una carrera que nos era imposible alcanzar. Todos estábamos en la sala, esperando impacientes que por fin Hunter llegara y verlo con bien. Sentía una opresión en mi pecho que me hacía imposible respirar tranquila. Recorrí el despacho de un lado al otro y me di cuenta de que no había nada de él aquí, solo el olor a madera, libros y su perfume, de ahí en fuera no había más, era como si todos los lazos que había creado en el pasado no existieran más, algo que quería dejar atrás a como diera lugar. Hunter no quería recordar la vida que tenía antes de llegar aquí y me generaba curiosidad saber cuál fue aquel suceso que marcó tanto su vida que no quería nada que le recordara su pasado.

—¿Hunter? —parpadeé y dejé de mirar los libros para centrarme en Hunter, se quedó frente a la puerta mirándonos a todos, no parpadeó, no se movió ni un centímetro hasta que su mirada se clavó en la mía como si fueran dos dagas filosas que rasgaban todo a su paso.

—¿Qué pasó? —preguntó Danielle y se puso de pie, pero este la ignoró y pasó a su lado para ir directamente al escritorio donde descansaba una botella de coñac junto a un vaso que cogió y sirvió del líquido hasta la mitad.

—Largo —espetó sin mirarnos a los ojos.

Maykel me miró confundido, Danielle lo miró a él, Marie le hizo una seña a Callie que entendió de inmediato porque las dos salieron sin decir nada. Me acerqué a Maykel y le ayudé a ponerse de pie para salir de aquí, ya que Hunter se veía tan molesto que no quería hacerlo enojar mucho más de lo que ya estaba.

—Tú quédate, Angel —masculló. La mirada que le eché a Maykel era de preocupación y temor. Pero estaba segura de que nunca me haría daño, no me iba a poner un dedo encima si no era para provocar placer nada más.

Danielle se acercó y ocupó mi lugar para ayudar a Maykel y juntos salir del despacho, cerré la puerta y me quedé unos segundos mirando la madera, con la respiración acompasada.

—No me tengas miedo, Angel —habló —. A ti no te haré nada.

—¿Estás seguro, Hunter? —tragué saliva con dificultad. Solté el picaporte y me giré hacia él para verlo en su totalidad.

Ya estaba sentado en la silla, detrás del escritorio, con el vaso en una mano y esa mirada fría que me calaba los huesos y la piel. Podía sentir el frío que emanaba su desprecio, la manera en la que hablaba, con ese tono despectivo, tan crudo y cruel.

—A ti nunca te haría daño, a ti no —repitió y se llevó el vaso a los labios sin dejar de mirarme y le dio un sorbo —. Acércate —ordenó.

No quería hacerlo, pero mis pies no obedecieron a lo que quería y me acercaba a él con pasos lentos e inestables, temía que pudiera decir algo. Apartó la silla un poco para dejar un espacio entre él y el escritorio, palmeó su pierna izquierda invitándome a sentar y yo obedecí sin rechistar.

—¿Qué pasó? —pregunté temerosa.

—Lo que tenía que pasar —espetó —. Le di su merecido a ese imbécil por andar jugando a ser un hombre cuando es un mocoso estúpido que no sabe hacer nada —masculló.

Cuando levantó la mano para beber de nuevo del vaso, pude notar sus nudillos rojos, con sangre seca e hinchados. Parecía que no le dolían, no sé si se había dado cuenta de que estaba lastimado o solo ignoraba el dolor y la molestia en la piel.

—¿Qué hiciste? —mi voz salió en un susurro.

—Lo amenacé y le dejé en claro que nadie se mete con mi familia porque le puede ir muy mal —dijo serio. Se podía sentir el coraje en su voz, apretaba la mandíbula, las manos en puños. Todo en él gritaba poder y rabia.

¿Quién es este Hunter?

¿Qué pasa contigo, mi amor?

Temerosa, subí mis manos a su cuello y pasé mis dedos por su nuca, dejando una suave caricia, lenta y pausada. Cerró los ojos lentamente y soltó un suspiro ronco.

—Hunter...—me interrumpió antes de que dijera nada más.

—No, Angel —me cortó de tajo —. En mi mundo las cosas solo se resuelven así, solo a golpes y amenazas.

—¿No crees que esto te traiga problemas? No conozco a ese sujeto, pero con solo verlo una vez es más que suficiente para darme cuenta de que no es un buen hombre.

—Yo tampoco lo soy, cariño —abrió los ojos y giró la cabeza hacia mí. Su mirada ya no era fría, al contrario, me quemaba más que mil soles.

—No, no lo eres, sin embargo, hay algo extraño en él, es malo, no cómo tú. Tú haces cosas buenas, mi amor —al decir esto último sonrió y pasó su nariz por mi barbilla. Cerré los ojos y me dejé llevar por el momento. Su mano libre se paseó por mis hombros mientras su respiración me acariciaba la piel. Se movió haciendo a un lado mi blusa y metiendo su mano para amasar mis senos sin cuidado.

—Te necesito, Angel —murmuró desesperado —. Necesito estar dentro de ti, sentir tu calor, quiero follarte tan duro que el dolor se quede presente en tu cuerpo un día después de hacerlo. Quiero dejar marcas en tu piel, morder tus tetas, quiero que te corras en mis dedos —abrí los ojos y estrellé mis labios contra los suyos. Sus sucias palabras me encendieron más rápido que una antorcha.

Nuestro beso era hambriento, lleno de pasión y deseo. Yo quería tenerlo entre mis piernas y él follarme tan duro como un salvaje. Sus labios abandonaron los míos, sentí desazón y soledad cuando me privó de sus besos, pero estos bajaron a mi barbilla, a mi cuello, y se quedaron en mi clavícula, donde chupaba y lamía sin pudor.

Sus dedos se enroscaron en mi cintura y me sentó a horcajadas encima de él y su gran erección que se sentía dura bajo su pantalón. Empecé a moverme despacio a la vez que sus manos ascendieron a mi blusa para subirla y besar mis senos, los lamía y los chupaba. Mis bragas estaban mojadas y sentía que en cualquier momento me iba a correr sin que él estuviera dentro de mí. No necesitaba estarlo, ya que con tan solo un toque me encendía.

—Hunter —gemí.

—Quiero que te corras, mi amor —murmuró en un tono demandante y sensual.

Sí, sí quiero.

Bajó una mano y la metió entre su cuerpo y el mío, hizo a un lado mis bragas y sus dedos se deslizaron por mi clítoris, a mi vagina y mis labios. Se enterró en mí sin pedir permiso y es que tampoco lo necesitaba, yo estaba más que dispuesta a lo que sea que él me diera y si era un delicioso orgasmo lo dejaba ser.

—¿Te gusta? —entraba y salía. Subió su mano a mi barbilla, enterrando sus dedos en mis mejillas, obligándome a mirarlo a los ojos —. Dime, ¿te gusta? —asentí —. Quiero que lo digas, Angel —tiró de mi labio inferior con sus dientes, chupó para soltarlo y dejar que hablara.

—Sí —gemí —. Me gusta —mis manos en sus hombros, mis dedos se hundían en la tela de su camiseta —. Me encanta —apoyé mi frente en su hombro cuando aumentó el ritmo de sus dedos que se curvaban dentro de mí y provocaban placer, tanto que me era imposible no querer gemir, pero no podía hacerlo, alguien podía estar afuera escuchando.

—¿Cuánto te gusta, amor?

—Mucho, me encanta —me sentía morir y desfallecer —. Me estás torturando. Hunter.

—Claro que sí, mi amor, es una dulce tortura que te encanta —su voz salió ronca —. Yo te daré esto cada que me lo pidas y cuando no también. A ti no te puedo negar nada, Angel, mucho menos un orgasmo.

Sigue así, por favor. Solo quiero correrme en tus dedos.

Apoyé mi frente en la suya y abrí los ojos para encontrarme con esa mirada llena de pasión, deseo, lujuria y perversión. Su mano libre se quedó en mi cuello y su pulgar se paseó de un extremo de mis labios al otro, lo metió en mi boca y no dudé en chupar y lamer.

—Eres una chica mala, Angel.

—No sabes cuan mala puedo ser, señor Dagger —una sonrisa perversa se dibujó en sus labios.

No pasó mucho para que el orgasmo explotara dentro de mí, se extendió a cada extremidad de mi cuerpo, acarició mi piel y me cubrió por completo, mi espalda se arqueó, mordí su dedo y gemí para él. Me había corrido en sus dedos una vez más y lo disfruté como nunca, aun con la sensación de que alguien nos podía ver o escuchar.

—Dios —sacó su dedo de mi boca, al igual que sus dedos dentro de mí. Necesitaba aire limpio para poder respirar, mi pecho subía y bajaba, sentía mis piernas acalambradas y si me ponía de pie quizá me iba a caer al suelo por lo débiles que estaban.

Me aparté y metió los dedos a su boca para lamer los fluidos que habían quedado en estos. No dejaba de mirarme, se veía tan sexy y sensual así.

—Sabes tan bien, ángel —murmuró y de nuevo pasó sus dedos por mis labios —. Eres una pequeña traviesa —seguía arriba de él. No quería bajarme, solo quería quedarme a su lado.

—Me haces tan feliz —sonrió. Deslizó su mano a mi nuca enterrando sus dedos en mi piel —. No quiero perderte, Hunter.

—Nunca me vas a perder, cariño —dijo determinado —. Nunca te vas a librar de mí.

—No rompas tus promesas, Hunter Dagger, si lo haces me vas a perder para siempre.

—No pretendo que eso suceda —le sonreí y me bajé de él para disimular que nada había pasado aquí, acomodando mi sujetador y mi blusa.

Me acomodé la falda y mis labios se estiraron en una sonrisa.

—Tengo que curar esas heridas —señalé sus manos. Las miró y no se sorprendió al ver las heridas en sus nudillos —. Por favor.

—Claro que sí, amor —se puso de pie y se acomodó el pantalón ya que su erección seguía presente.

—Tendré que compensar todo lo que haces por mí —se acercó y rodeó mis hombros con su brazo —. Me haces tan feliz y quiero que también seas feliz, mi amor.

Dejó un beso en mi sien y abrí la puerta para salir juntos. Al entrar a la sala todos se encontraban ahí, esperando a ver si Hunter ya no estaba molesto, con ganas de romper todo.

—¿Y bien? —preguntó Danielle.

—Angel ha hablado conmigo —respondió. Le miré y fruncí el ceño.

¿Yo hice eso?

—¿Y? —Ahora fue Maykel quien preguntó.

—Hice mal al dejarme llevar por mi ira, pero Hiro se merecía la golpiza que le di. No me arrepiento —soltó despreocupado.

—¿No crees que esto traiga problemas? —inquirió Danielle.

—Si es inteligente, lo va a pensar dos veces antes de hacer algo, la próxima vez que haga una tontería, no dudaré ni un segundo, todos le van a dar la espalda —bufó y saqué mi mano del bolsillo trasero de su pantalón. Bajó su brazo dejando libre mis hombros y me senté al lado de Callie que se mantenía al margen de todo lo que estaba pasando.

—No sé —Danielle se puso de pie —. Esto nos puede traer problemas, es un niño mimado al que le han dado todo, no creo que se quede de brazos cruzados —se veía preocupada.

Hunter estaba determinado a acabar con Hiro si este se metía de nuevo con alguien de su familia y si lo conocía como creía hacerlo estaba segura de que lo haría sin pensarlo ni un segundo.

—Espero que en verdad no lo haga si sabe lo que le conviene —suspiró Danielle —. Necesito un trago —rodeó el sofá y pasó a mi lado para salir de la sala.

—¿Quieren comer? —preguntó de repente, tomándonos desprevenidos.

—S-sí —respondió Maykel, igual de sorprendido que Marie y yo. Los tres nos miramos.

Hunter salió de la sala y se dirigió a la cocina. Maykel me miraba extrañado a lo que me encogí de hombros nada más. Era raro verlo así de tranquilo cuando horas atrás le había dado una golpiza a ese hombre, dejándolo quien sabe en qué estado.

Por la noche hablaría con él, preguntarle exactamente qué pasó y cómo salió de ese lugar sin que saliera herido, porque los nudillos lastimados no era nada comparado con lo que le pudo pasar. Menos mal que no le pasó nada, no sé qué habría hecho si llegaba herido a casa.

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