Capítulo 40. 💙
"Quiero llenar tu alma de fantasías
y tu cuerpo de realidades".
—Omar Pacin.
Hunter
Regresar a Seattle se sintió cómo recibir un golpe a la realidad, aquí estaban todos los miedos que en Suiza quise dejar atrás, aquí Angel corría peligro por ser mi esposa y temía que alguien le pudiera hacer daño, sin embargo, la iba a proteger con mi vida de ser necesario. No iba a permitir que nadie la dañara, que alguien le pusiera una mano encima.
Llegamos por la tarde a casa, el sol casi se metía y Serena venía con nosotros, no estaba recuperada al cien, además de que quería tenerla cerca para tenerla vigilada. Si la tenía lejos no podía ver lo que hacía y aquí sí. Con todo lo que me dijo aquel día en la clínica ya no confiaba en ella y si no lo hice antes, ahora que había dejado ver su verdadero yo, mucho menos. No dejaría a Angel sola con ella, le podía llenar la cabeza de mierda y convencerla de que se fuera con ella, dejándome solo y sin su compañía.
Alexander se encargó de ir por nosotros al aeropuerto y nos llevó a la casa donde Callie y Marie esperaban felices por nuestro regreso. Cuando el auto entró a la propiedad, la primera en salir fue Callie, corrió hacia nosotros cuando nos detuvimos. Angel salió primero y corrió hacia su hermana, las dos se fundieron en un abrazo lleno de amor, me conmovió mirarlas así, tan unidas. Era en estos momentos en los que extrañaba a Blake y ansiaba verla, aunque fuera una vez más.
—¡Estás aquí! —sus ojos azules se llenaron de lágrimas.
—No me voy a ir, Bicha, lo prometo —le dijo Angel y se abrazaron de nuevo. Marie miraba la escena desde la puerta de la casa, levanté la mano en modo de saludo y ella hizo lo mismo con una sonrisa en los labios. Cuando se separaron se dirigió a su madre, a quien también abrazó con efusividad.
—¡Hunter! —no esperaba su abrazo, aunque no lo necesitaba yo también porque la extrañé, también quería verla a ella y que preparara uno de sus ricos postres —. Qué bueno que están aquí. Angel se ve muy feliz —confesó con un tono de voz bajo —. ¿La hiciste muy feliz?
—Niña, eso no se pregunta —hizo un puchero con los labios.
—Tú también te ves feliz —hundió su dedo en mi pecho con diversión.
—Callie —Angel se acercó a nosotros.
—¿Yo qué hice? —se hizo la inocente —. Yo no dije nada.
—Niña —bufó Angel —. Te escuché, eh —la señaló con un dedo.
—Yo voy a descansar —habló Serena. Se veía agotada —. El vuelo fue largo y estoy cansada.
—Te acompaño —habló Callie y se enganchó del brazo de su madre.
No la soportaba, quería aguantarla y fingir que no me dijo todo lo que me dijo ese día, pero simplemente no podía, no era un hombre que olvidaba fácilmente, ahora que sabía parte de la verdad la quería echar a patadas de mi casa. Pero tenía a Angel y Callie comiendo de la palma de su mano.
—Alexander —lo llamé y no tardó en acercarse.
—Dígame, señor —miró a Angel de reojo y me miró a mí de nuevo.
—Lleva las maletas a las habitaciones —el rubio nada más asintió y abrió la cajuela para sacar las maletas que trajimos con nosotros. Tomé la mano de Angel y caminamos hacia la puerta donde Marie esperaba con los brazos abiertos, una enorme y gran sonrisa en los labios.
—Qué bueno que han regresado, los extrañé tanto —la abracé despacio y dejé un beso en su frente.
—Ya queríamos regresar y estar en casa —se hizo a un lado para dejarnos pasar. Fuimos a la cocina donde Marie nos sirvió agua.
—No es que sea chismosa ni nada por el estilo, pero, ¿qué le dijeron a Serena? —jaló uno de los taburetes y se sentó frente a nosotros.
—Pues ya está libre del tumor, aunque tiene que ir a consultas con su doctor —explicó Angel —. Necesita reposo y nada de preocupaciones —repiqueteaba sus dedos en el vaso.
—¿Se va a quedar mucho tiempo? Espero que no, no es que sea mala, solo no la quiero cerca de ustedes —Marie pensaba igual que yo, ella tampoco quería a Serena en esta casa.
—No te preocupes, Marie, ella no va a estar mucho tiempo aquí, en unas semanas se va a ir, ya no tendrás que verla —soltó un suspiro. Apretaba los dedos alrededor del vaso con ganas de romperlo y estrellarlo en la pared que tenía en frente.
—Menos mal, todo pasó y podemos regresar a nuestras vidas —apoyó las manos en el filo de la isla —. ¿Van a cenar? Callie quiere pancakes con chocolate.
—Buena idea —le dije —. Por cierto, ¿has visto a Danielle o Maykel? —pregunté.
—Danielle ha venido todos los días, pero ahora que mencionas a Maykel no lo veo hace días, casi después de que se fueron. Es raro no verlo aquí, ¿lo mandaste a hacer algo? —negué —. Entonces no sé dónde puede estar, no lo he visto —Marie puso una mano encima de la mía y la apretó delicadamente.
Lo sabía, sabía que esos dos me estaban mintiendo.
—No sé qué está haciendo porque no le he pedido nada, en especial —miré a Angel, ella mejor que nadie sabía lo preocupado que estaba por no saber nada de Maykel —. Ya hablaré con él —comenté.
Si es que me dicen la verdad esta vez.
Les iba a ir muy mal si es que pasó algo malo y me lo ocultaron cómo acostumbraban a hacer más seguido de lo que me hubiera gustado aceptar.
—Voy a llamarle —las dos asintieron y se quedaron en la cocina. Cuando estuve arriba, Alexander estaba subiendo las últimas maletas, así que nos encontramos en el pasillo.
—Todo listo, señor, voy a llevar las maletas de la señora Hall al anexo.
—Gracias —se alejó por el pasillo.
Saqué el móvil y busqué el contacto de Maykel quien era con quien me urgía hablar. Marqué su número y entré a la habitación. Al lado de la puerta estaban las maletas con todo lo que le compré a mi ángel.
—Hunter, ¿cómo estás? ¿Ya regresaron de Suiza?
—Ya estamos aquí, así que quiero verte. Mañana te quiero aquí para que me digas lo que pasó.
—Claro, mañana, ¿a qué hora? —no me gustaba ese tono que estaba usando en este momento.
—Temprano, te quiero aquí y me vas a decir que está pasando contigo y con Danielle —me dejé caer en la cama.
—Ya te dije que no pasa nada, Hunter —se escuchaba tan seguro, pero no le creía.
Demonios, Maykel, te conozco desde que éramos unos críos, a mí no me puedes mentir.
—Si no pasa nada, entonces te quiero aquí —bufé —. No tendrás problema en venir, ¿cierto? Además, quiero que me digas lo que encontraron en el móvil de Serena. Hay algo que quiero decirte con respecto a ella.
—¿Qué averiguaste tú? —preguntó.
—Te voy a decir cuando estés aquí. Los quiero ver a los dos —se tejió un largo silencio entre los dos.
—¿A Danielle también la quieres ver? —preguntó inocente.
—A los dos. Así que te quiero aquí a primera hora —colgué antes de que me pusiera un pretexto cómo siempre lo hacía. Angel se asomó por la puerta y me sonrió antes de entrar.
—¿Qué pasa? ¿Todo bien? —entró y se sentó a mi lado en la cama. Mi mano se deslizó a su cintura y la obligué a sentarse en mis piernas.
—Maykel sigue insistiendo en que todo está bien.
—Pero tú sabes que no —asentí y rodeó mi cuello con sus brazos.
—Los conozco, Angel, a los dos, tan bien que sé cuándo mienten —metía sus dedos entre mi cabello y eso se sentía tan bien —. Ahora me están mintiendo. Me ocultan algo y necesito saber qué —exhalé.
—No creo que sea nada malo, si así fuera ellos te lo hubieran dicho, ¿no? —asentí —. Entonces no creo que haya pasado algo, confía en ellos.
—Lo haré y espero no decepcionarme de ellos —pasó su mano por mi mejilla con cuidado. Acercó sus labios a los míos, pero se alejó unos milímetros —. Tú vas a dormir en mi cama esta noche —le dije —. Quiero despertar a tu lado y verte dormir, ¿estás de acuerdo, señorita Rider?
—Como mi señor diga —sonrió y por fin apretó sus labios a los míos para terminar con esta sed que tenía por ella. No la había besado y moría por morder sus labios y succionarlos —. Voy a hablar con Callie, decirle lo que ha pasado con Serena.
—Habla con ella y dile lo que sientes. Es una niña comprensiva, pero más que eso es muy inteligente —señalé.
—Me siento muy orgullosa de ella, sé que va a llegar muy lejos —sus dedos caminaban por mi cabeza masajeando a su paso.
—Por eso debe estudiar y no andar pensando en tener novio —le dije —. Nada de novios hasta los cuarenta años —ambos nos reímos.
—¿Así como tú, Dagger? —alzó una ceja.
—Yo no soy un buen ejemplo. Solo quiero que Callie se supere y llegue muy lejos.
—Yo también quiero que Callie llegue muy lejos —comentó —. Más lejos de lo que yo pude llegar —puse dos dedos bajo su barbilla.
—Por eso vamos a ir a la universidad, para ver si pueden revalidar tus materias, ¿Sí? —asintió sonriendo.
—Lo que más quiero es terminar de estudiar —dejó un beso en mi mejilla. Hizo el amago para ponerse de pie, pero la cogí de la mano para besarla una vez más —. No tengo suficiente de ti, nena. No voy a poder verte desnuda y no querer follarte una y otra vez.
—Eres insaciable, señor Dagger —me mojé los labios.
—Me vuelves loco, mujer.
Solté su mano y dejé que se fuera para que hablara con su hermana. Aproveché para darme una ducha y ponerme ropa más cómoda. Me alegraba estar en casa con Angel, ahora solo me iba a dedicar a hacerla feliz y nada más. Quería que cumpliera sus sueños, terminar de estudiar y ser la mejor repostera de todas. Si ella era feliz, yo también lo era.
Angel
Bajé a la cocina para buscar a Callie, ya que había acompañado a Serena al anexo y todavía no regresaba. Cuando abrí la puerta de la cocina para salir por la parte de atrás ella venía en dirección a la casa, así que esperé un par de minutos en lo que entraba y cerré la puerta.
—¿Hablaste con ella? —indagué.
—Sí, hablamos un buen rato —respondió.
—¿Qué te dijo? —salimos de la cocina y caminamos hacia las escaleras.
—Me dijo que todos se portaron muy bien ella, tanto tú cómo Hunter, dice que les está muy agradecida por todo lo que han hecho. Le preparé un té y se quedó dormida —fuimos a la habitación de Callie —. Se ve mucho mejor que cuando se fueron a Suiza. Creo que eso también la tenía deprimida.
—¿Su enfermedad? —asintió. Entramos a su habitación y Frida saltó de la cama para pasearse por los pies de Callie que la levantó entre sus manos y se sentó en la cama con la gatita que estaba más grande y hermosa.
—Sí, estuve buscando información, todo está relacionado con la enfermedad —empezó a explicar —. Los cambios de humor, la depresión, la resignación a que te vas a morir. Creo que por eso se encontraba así de mal, ahora la veo muy bien. No sé tú, pero yo me alegro de que esté libre de ese tumor y que va a poder vivir muchos años —me sonrió.
—A mí también me alegra que se encuentre mejor, va a regresar a su vida normal.
—Hablando de eso —me interrumpió. Frida se acercó para que le acariciara las orejas —. ¿Crees que mamá quiera ser parte de nuestras vidas? —preguntó.
—Aquí lo importante es si tú quieres ser parte de su vida —murmuré. Le miré unos segundos en los que pensaba qué responder.
—Yo sí quiero, ¿y tú, Angel? —ladeó la cabeza.
—Yo pienso lo mismo —le sonreí —. Dime todo lo que pasó, cuando hablábamos apenas me decías nada —hizo un puchero.
—Buuueno, oficialmente Hunter y yo somos novios —abrió la boca y parpadeó un par de veces.
—¿¡Qué!? No lo puedo creer, pero, ¡me encanta! —cogió mis manos y daba saltitos en la cama —. Yo sabía que algo pasaba entre ustedes dos y ahora son novios, son novios.
—Qué loco, ¿no?
—No tanto, tú eres hermosa, Angel, eres muy noble, inteligente y dulce. No iba a pasar mucho para que se diera cuenta de lo valiosa que eres —apretaba mis manos con delicadeza —. Tendré que hablar con él —fruncí el ceño.
—¿Hablar con él? ¿Para qué? —la miré atenta.
—Tiene que saber que no estás sola, que te va a respetar y cuidar como lo más preciado que tiene porque, sino me voy a enojar con él y te aseguro que Hunter no quiere verme molesta —ambas reímos.
—Ay, Callie, eres tan linda —sus cabellos rubios caían a sus costados y los dejé detrás de sus hombros.
—No más que tú, Angel, has sacrificado mucho por mí, siempre te dedicaste por completo. Me diste estudios, comida, ropa y un techo donde dormir, ahora te toca ser feliz a ti.
—Te quiero tanto —murmuré.
—Ya es hora de que seas feliz, Angel, amas a Hunter y si él te ama a ti dale todo de ti. Te quiero ver feliz —me abrazó y correspondí a su abrazo.
—Te quiero, Callie.
—Y yo te quiero a ti, Angel —nos separamos unos centímetros. Sentía mi corazón reventar de felicidad.
No puedo ser más feliz ahora mismo.
—No digas nada por ahora, quiero que esto se quede entre nosotros, por favor.
—Entiendo y no diré nada, mi boca es una tumba.
Frida se paseaba a nuestro lado, se pegaba y ronroneaba. En un momento se echó y se hizo bolita en la cama.
—¿Vamos a cenar? —preguntó.
—¿Crees que Serena esté bien? —inquirí.
—Se quedó dormida y le dije que si necesitaba algo me llamara —me puse de pie y juntas salimos de la habitación.
Al bajar a la cocina Marie junto a Callie se pusieron a preparar los pancakes, ellas se encargaron de la cena, el chocolate y la mermelada que habían preparado cuando no estuvimos. Hunter bajó y ya se había duchado. Platicamos de todo, de lo que hicimos en Suiza e Italia, Callie quería saber todo, pero era obvio que no le iba a decir todo lo que hicimos menos que parecíamos conejos cada noche porque no teníamos suficiente del otro.
Marie y Callie también tenían mucho que platicar, estos días juntas sirvieron para que se unieran mucho más y saber eso me hacía feliz. Las dos eran muy importantes para mí y verlas así de unidas era bueno. Platicamos mucho y reímos también, por primera vez vi a Hunter reír y entablar una conversación que no tuviera que ver con negocios ni nada de esas cosas. Platicaba y sonreía cómo un hombre normal, ya no estaba serio o enojado. Me gustaba mucho más así.
Subimos a la habitación y cerró la puerta cuando estuvimos dentro. Me ayudó a acomodar los cobertores y apagó la luz para poder dormir por fin. Este día se me hizo tan largo, primero el viaje en avión, llegar a casa y desempacar un poco todo lo que habíamos traído de Suiza. Iba a extrañar ese viaje, estar los dos solos, pasar tiempo juntos, no sé si íbamos a poder con todo esto.
—¿Cómo te sientes? —me preguntó.
Su mano subía y bajaba por toda mi espalda.
—Bien —suspiré. Tenía mi mano a la altura de su estómago —. Esto es raro, pero me gusta dormir contigo —dejó un beso en mi frente.
—A mí también me gusta dormir contigo, ángel. Esto es tan irreal, pero me siento tan bien a tu lado —me atrajo con sus manos en mi cuerpo. Estábamos tan cerca, no me quería separar de él.
Se sentía tan irreal estar aquí, justo en este momento, los dos en su habitación. Era su novia y él mío, nada más mío para siempre, hasta que esto terminara si es que algún día llegaba a terminar.
No quiero que esto termine cuando apenas ha empezado.
Me acurruqué en sus brazos y cerré los ojos dejándome embriagar por el aroma de su cuerpo y loción combinados. No tardé mucho en quedarme dormida, me sentía en paz y tranquila, podía dormir sabiendo que no iba a despertar sola sino en sus brazos abrazada a él.
Hunter
Angel se estaba bañando mientras me estaba vistiendo, miraba el móvil cada cinco segundos esperando que Maykel me llamara para decirme que ya venía en camino o que definitivamente no iba a venir. Nadie me quitaba de la cabeza que entre Danielle y Maykel me ocultaban algo y no estaría en paz hasta descubrir que era eso que guardaban con tanto recelo.
Cuando mi ángel salió del baño me senté en la orilla de la cama admirándola, se secaba el cabello con una toalla mientras que otra cubría su cuerpo, pero yo quería arrancarla de una vez por todas para admirarla desnuda, hermosa en toda la extensión de la palabra.
—¿Por qué me miras tanto? —se giró hacia mí.
—Ahora mismo solo quiero quitarte esa toalla y verte desnuda —me mojé los labios y se acercó para meterse entre mis piernas y flexionar la rodilla entre estas —. ¿Desde cuándo te volviste tan caliente, señorita Rider?
Subí mi mano para apretar su cintura y acercó su cuerpo con el mío.
—No tengo la culpa que seas tan follable.
—Angel —gemí y en un movimiento ella estaba debajo de mí, cubriendo su cuerpo por completo. Mi mano empezó a caminar desde su cintura a su muslo.
—Me fascinas —acunó mis mejillas entre sus manos pequeñas y suaves —. Eres tan caliente —acerqué mi boca a la suya y tiré de su labio con mis dientes, chupé un poco y empecé a devorar su boca. La escuché gemir bajito y justo cuando le iba a quitar la toalla para dejarla desnuda escuchamos dos golpes en la puerta.
—Hunter, ya está el desayuno —era Marie. Puse mi dedo sobre sus labios.
—Gracias, Marie, ya bajo —reímos muy bajo para que no nos escuchara y me puse de pie, cogí su mano y tiré de esta para que ella también se pusiera de pie.
—Señor Dagger usted tiene cosas que hacer —caminó hacia el closet, pero antes de que se alejara más le di una nalgada que resonó por toda la habitación —. ¡Hunter! —chilló, se giró hacia mí y me arrojó una prenda que llegó a mi rostro.
—Te veo abajo —frunció los labios y salí antes de que me dijera algo más.
En la cocina estaban Marie y Callie, la rubia dejó una bandeja en la isla.
—¿Ya viste a Serena? —la rubia asintió —. ¿Cómo está?
—Bien, ya se tomó su medicina, pero dice que le da sueño y necesita descansar —me senté en uno de los taburetes y cogí una taza para servirme café.
Angel no tardó en bajar y desayunamos juntos. La pequeña rubia hablaba mucho, era cómo una grabadora parlante y su gatita se metía entre los pies, se restregaba y se subía a los taburetes para estirarse y querer tomar algo de lo que había encima de la mesa. Al terminar el desayuno, Angel se quedó en la cocina junto a Marie y Callie.
Al salir de la cocina la puerta principal se abrió y Danielle iba entrando con una carpeta en las manos.
—Hunter —se acercó y dejó un beso en mi mejilla.
—¿Cómo estás, Danielle? —caminé detrás de ella para ir a la oficina.
—Bien, un poco estresada con todo el trabajo, pero bien —se detuvo para abrir la puerta, sin embargo, me adelanté y la abrí para ella. Dejé que pasara primero y entré detrás de ella.
—Te mereces unas vacaciones y te juro que te las voy a dar.
Ambos fuimos a la sala, dejó la carpeta en la mesita en medio de los sofás.
—¿Qué pasa contigo? —ladeó la cabeza y entornó los ojos.
—¿Qué pasa de qué?
—Tú no eres así, a ti te gusta trabajar, mandar, gritar y trabajar más, ¿qué le pasó a mi jefe gruñón? —sonreí un poco y apoyé las manos en el respaldo del sofá.
—No me pasa nada, Danielle, solo soy yo —levantó la mano y movía su dedo en negación.
—Ah, ah, tú no eres así —se cruzó de brazos.
Alguien tocó a la puerta.
—Adelante —esta se abrió y detrás apareció Angel con una bandeja con café y tazas, me acerqué a ayudarle y dejé la bandeja encima de la mesita. Danielle hizo a un lado la carpeta.
—Angel, hola —saludó Danielle.
—Hola, Danielle —respondió Angel, tímida.
—¿Cómo estás? ¿Cómo está tu mamá?
—Ella está bien, gracias por preguntar —se colocó a mi lado.
En este lugar pasaba más tiempo y era uno de mis favoritos de toda la casa, desde aquí podía mandar y gritar todo lo que quisiera. Era grande, con un escritorio y una pequeña sala en medio, un estante con algunos libros, nada más. No había recuerdos de mi vida antes de llegar aquí, no quería nada que me recordara lo que pasé hace años. Toda mi vida era así, solo me importaba el presente y hacer las cosas bien.
Danielle intercalaba su mirada entre Angel y yo, esta me decía que ya se había dado cuenta de lo que estaba pasando entre nosotros y conociéndola, estaba seguro de que iba a empezar con sus indirectas y algunas burlas, no me la iba a acabar con ella y Maykel.
—¿Cómo les fue en Italia? ¿Viste a Vitale? —ahora se dirigió a mí.
—Nos fue bien y sí lo vimos, él se ve mejor.
—¿Hablaron? —negué.
—No tuvimos oportunidad para hablar, pero ya lo haremos, Vitale Schiavone es uno de los mejores socios que puedo tener —Danielle me dio la razón.
—Yo los dejo —habló Angel.
Se acercó a la puerta, sin embargo, fue abierta desde afuera, era Maykel. Dio un paso dentro y cuando lo vi de arriba abajo la rabia empezó a surgir, me recorrió el cuerpo y se estancó en mis manos.
Maykel no se veía bien, traía un bastón y cojeaba un poco de la pierna derecha.
—Maykel, ¿qué te pasó? —Angel se apresuró y le ayudó a sentarse en el sofá.
—Fue un accidente —murmuró. Ni siquiera se atrevía a mirarme a los ojos.
—No mientas —me pasé ambas manos por el cabello con frustración —. Por favor, no soy estúpido. Los dos me han estado mintiendo —me dirigí a ellos y los miraba con enojo.
—Hunter, por favor —habló Danielle —. Maykel me pidió que no te dijera nada.
Di unos pasos para verlos a los dos, me sentía como un idiota por confiar en ellos y que me dijeran mentira tras mentira.
—Yo le pedí a Danielle que no te dijera nada, así que si te vas a enojar con alguien que sea conmigo y no con ella.
—¿Qué pasó? Esto tiene que ver con Hiro, ¿verdad? —giró la cabeza y eso me confirmó lo que tanto temía.
—Sí, el día que fui a verlo discutimos, una cosa llevó a otra y él muy maldito me disparó —pasé saliva, la sentía amarga, era como veneno que me quemaba la boca.
—Hijo de puta...—apreté las manos y estas se convirtieron en puños.
—Hunter —habló Angel, pero la ira me cegó por completo.
—¡Te dije que no lo confrontaras! —le grité —. ¡Te advertí y no me hiciste caso!
—Hunter, basta —habló Danielle, pero a ella también la ignoré. Me acerqué al escritorio, sentía la rabia crepitar por mis huesos y la quería sacar a cómo diera lugar.
En un arranque de ira y frustración me deshice de todo lo que había encima del escritorio, algunas cosas se rompieron y otras más rodaron por el suelo. Escuché a Angel, pero no presté atención y caminé hacia la puerta.
—¿A dónde vas? —preguntó Danielle.
—Voy a matar a ese maldito japonés —espeté y abrí la puerta.
Salí de la casa y Alexander se acercó.
—Dame las llaves del auto —le ordené y obedeció sin rechistar, mientras me acercaba al auto él buscaba las llaves y cuando terminé de llegar se acercó para entregarme el juego de llaves.
—¿Necesita algo, señor?
—Apártate —espeté.
Se hizo a un lado y salí de la propiedad lleno de coraje, con ganas de matar a alguien. Mi amigo estuvo en peligro por culpa de ese mocoso estúpido, le haría pagar por su estupidez, esto no se iba a quedar así.
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