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Capítulo 4. 💙

Recuerden dejar muchos comentarios para que suba el siguiente capítulo cuanto antes :)

"Su mirada me provoca un escalofrío

que recorre toda mi piel".

Angel

Aquel día no había mucho que hacer en la casa, para perder el tiempo me puse a organizar las especias. Todas tenían su nombre y Marie se aseguró de comprar frasquitos de vidrio del mismo tamaño y modelo para que se vieran igual. Me di cuenta de que no solo el señor Dagger era un obsesivo con el orden, Marie también lo era, tal vez por eso es que se llevaban tan bien. Ahora lo entendía todo.

Limpie las repisas, la alacena que dicho por Marie estaba casi vacía y yo la veía llena o es que su percepción de vacío y lleno era diferente a la mía o tal vez porque no estaba acostumbrada a que mi alacena estuviera completamente llena y solo tuviera lo básico, no como en esta casa que había todo tipo de quesos, unos que olían demasiado bien y otros que apestaban a pies. Se podía notar que el señor Dagger estaba acostumbrado a una vida llena de lujos y riquezas, él no iba a sobrevivir en el mundo real, ese en el que vivía yo cada día desde que nací. Él nació en una cuna de oro, yo nací en una caja de cartón.

El joven Maykel se quedó un buen rato en la cocina, devoró la rebanada de pastel que Marie le dio y la comió en silencio mientras yo obedecía las órdenes de mi tía que me pedía no romper nada y tener mucho cuidado cuando me subía a la escalera para limpiar algo que se encontraba muy alto. Más tarde Maykel salió de la cocina y regresó al despacho con el señor Dagger que lo esperaba para continuar trabajando.

Estaba lavando la tarja cuando Marie entró a la cocina y lo supe no por sus pasos, ya que estos apenas se escuchaban sobre la fina loseta, sino por el tintinear de las llaves que chocaban unas con las otras.

—Hunter quiere café —dijo. Terminé de secar la tarja y me sequé las manos con un trapo que extendí por la superficie para que se secara.

—¿Quieres que lo prepare yo? —Fue por la tetera, regresó por las tazas, dos cucharas, una bandeja de plata, el azúcar y el café.

—Solo lleva esto al despacho —indicó.

Esperé algunos minutos en los que el agua hervía dentro de la tetera y al primer silbido de esta Marie apagó la estufa y vertió el agua dentro de las tazas. Me entregó la bandeja con todo dentro y acomodó las tazas con cuidado.

—Ten cuidado, no te vayas a quemar —no dije por qué sentía que cualquier movimiento brusco iba a tirar todo lo que traía en las manos. A veces soy un poco torpe, es por naturaleza, no porque quiera serlo.

Giré en redondo y salí de la cocina, avancé por el lobby, recorrí el pasillo que me llevaba al despacho y como no podía tocar la puerta mejor pregunté si podía pasar.

—¿Puedo pasar?

—Adelante —reconocí la voz del joven Maykel, era más baja y dulce. Empujé la puerta con el pie y agradecí que estuviera abierta.

—¿Y qué dicen? —preguntó el señor Dagger. Tenía esa mirada curiosa y divertida también hacia el joven Maykel que se encontraba frente a él.

—Ya lo sabes —con el dedo pulgar e índice acariciaba su barbilla sin dejar de mirar a Maykel. Me acerqué por el lado izquierdo tal como me lo indicó Marie y dejé la bandeja en la esquina del escritorio.

—Quiero que me lo digas tú —le ordenó con ese tono de voz fuerte y demandante al que no te podías negar por más que quisieras hacerlo. Llevarle la contraria era imposible. Simplemente no se podía.

—Dicen que eres gay —habló Maykel tan bajito para que no escuchara, pero hasta yo, que no estaba platicando, ellos lo pude escuchar. El señor Dagger soltó una carcajada llena de burla al mismo tiempo que dejaba la taza frente a él, mis manos temblaban y se podía notar en la sacudida de la taza con el plato. Su risa era única, entre cálida, suave y divertida, tenía ese toque que te provocaba querer seguir escuchándolo toda la vida de ser posible. Me reí por dentro y se me hinchó el corazón. Tal vez no era tan malo.

Tal vez. Pero tal vez sí.

—Pues que sigan hablando —se encogió de hombros, despreocupado. Borró todo rastro de diversión de sus labios y ojos —. Me importa un carajo —dejé el café frente al joven Maykel quien, al contrario de su jefe, me agradeció con una cálida sonrisa.

Cogí la bandeja sin esperar una orden de su parte y caminé hacia la puerta.

—Tienes menos de un mes, Hunter —advirtió el joven Maykel —. No será difícil para ti conseguir quien te acompañe a ese lugar.

Salí y cerré la puerta. Regresé a la cocina donde la tía Marie miraba dentro de la alacena.

—¿Todo bien? —miró sobre su hombro. Asentí y dejé la bandeja encima de la mesa.

—Sí —me pasé un mechón de cabello que caía en mi mejilla y lo puse detrás de mi oreja. Regresó a mi lado y seguimos anotando lo que hacía falta para ir a comprar.

¿El señor Dagger es gay?

No lo creía, era imposible que eso fuera real. Hunter Dagger era más heterosexual que yo, y no tenía nada de malo, pero ese hombre exudaba testosteronas con tan solo respirar, así que no, Hunter Dagger no era gay.

Cuando terminamos de anotar la larga lista, ya casi era la hora de mi salida. Me preocupaba Callie, ya que no me gustaba dejarla tanto tiempo sola, menos ahora que nuestro padre había fallecido y que ella estaba triste y se sentía sola, aunque fingía que no y mantenía esa sonrisa sobre los labios para no hacerme sentir mal porque también lo estaba pasando mal, aunque no me la pasara llorando en cada esquina del departamento.

Mi móvil empezó a timbrar dentro del delantal y lo saqué. Al ver la pantalla vi que era Amara, una sonrisa de felicidad se dibujó en mis labios al ver que era ella. Deslicé el dedo sobre la pantalla y me llevé el móvil a la oreja.

—Hola, Amara —dije un poco bajo por qué mi tía estaba a poca distancia.

¡Angel! —respondió más feliz que nunca —. ¿Cómo te fue en tu primer día en la casa de Hunter Dagger?

Miré la hora en mi móvil y solo faltaban quince minutos para que me fuera de aquí.

—Ya casi es mi hora de salida, pero me ha ido bien, gracias por preguntar. ¿Tú, cómo estás? —le pregunté.

Bien —soltó un suspiro —. Pero quiero que me digas todo de ti. Quiero saber todo.

—¿Nos vemos...?

Hoy mismo, mi amor —se rio —. Voy a tu casa ahora mismo, te veo ahí.

—Callie está ahí, así que ella te abre.

Te veo en tu departamento, voy a llevar esos ricos cupcakes que tanto le gustan a Callie. Te quiero, Angel.

—Te amo —colgó y guardé mi móvil.

—Ya casi te vas y no pasó nada malo —tía Marie puso sus manos en mis hombros, dejando un suave apretón con sus dedos. Me hacía sentir bien y cómoda. En ningún momento me levantó la voz o me hizo sentir mal por algunas cosas que no sabía hacer. Es una buena maestra.

—Todavía —suspiré. Se colocó a mi lado. Una sonrisita nerviosa brotó de mi garganta y apreté los labios para que no me escuchara.

—Si sigues así no tiene por qué pasar nada malo —asentí.

—Espero que mi gran bocotá no me meta en problemas con el señor Dagger, sabes que a veces no me puedo quedar callada —me encogí de hombros, de una manera un tanto inocente, pero juro que no lo hacía a propósito.

—Solo inténtalo, así como hasta ahora —me dio otro apretón en los hombros y se apartó —. Puedes ir a cambiarte de ropa, ya falta poco para que te vayas —sugirió y acepté de inmediato. Me picaban las manos por quitarme esta ropa y llegar al departamento, platicarle a Callie y Amara lo que había pasado porque era más que seguro que me lo iban a preguntar.

Salí de la cocina y giré hacia la derecha para entrar al corredor y detenerme frente a la puerta de la habitación de mi tía donde se encontraba mi ropa. Entré y cerré la puerta, mi ropa se encontraba en una esquina de la cama, me quité el uniforme y me puse la ropa de siempre, con la que me sentía cómoda. Doblé el uniforme y lo dejé encima de una silla para que no estorbara. Me puse los zapatos y cogí mi bolso. Cuando llegué a la cocina me llevé una gran sorpresa al ver al señor Dagger sentado en el mismo taburete en el que yo estaba sentada minutos atrás. Revisaba la lista con mi tía, giró la cabeza para verme, pero con la misma regresó la mirada hacia el papel. Sentí esa mirada como si yo fuera nada, como si por el solo hecho de que él se pudría en dinero y yo no era más importante que yo y todos los demás. Lo que tenía de guapo lo tenía de imbécil.

Apreté los puños y bufé despacio para que no me escuchara, pero en serio quería golpearlo.

—Agrega crema de avellanas —le indicó a mi tía quien asintió ante sus órdenes —. Y más aceitunas.

¿A quién demonios le gustan las aceitunas?

Saben horribles.

Los ricos y sus gustos extraños.

Me quedé de pie en mi lugar, esperando que Marie se desocupara para despedirme de ella, sin embargo, el señor Dagger la tenía escribiendo y borrando cada cinco segundos. El señor Dagger arrastró la mirada hacia mí, me contempló por algunos segundos y se sintió raro que no me mirara como si fuera un cachorrito buscando comida en la basura. Tragué grueso, mis dedos se enroscaron en la correa de mi bolso y me acerqué a ellos.

—¿Ya se va señorita Rider? —asentí a su pregunta, acomodando el bolso sobre mi hombro —. ¿Ya es hora de que se vaya? —le preguntó a mi tía sin dejar de mirarme.

¿Por qué me mira? ¿Por qué me mira así?

Que deje de mirarme por favor.

—Sí, Hunter ya son las seis —respondió Marie y este se incorporó en su lugar.

—Bien —sus labios se desplegaron en una sonrisa, una mínima sonrisa que apenas se podía distinguir detrás de toda la amargura que seguramente llevaba encima, porque se podía notar sin que lo tuviera que decir con palabras —. Ya se puede ir entonces.

—Mañana a la misma hora, Angel —me recordó mi tía Marie.

—Claro que sí, tía —no me atrevía a mirarlo, su mirada se sentía como dagas que se incrustaban en mi piel y perforaban mi carne —. Nos vemos mañana —les dije a ambos, aunque solo Marie se despidió de mí y lo agradecí. Entre menos hablara con el señor Dagger era mejor para mí o eso creía yo. Además, ¿de qué podíamos hablar él y yo? ¿De la bolsa de valores? ¿De los chismes que se decían de él en todas partes? Para nada, estaba segura de que ese hombre no me iba a dirigir la palabra nada más para pedirme que hiciera algo que obviamente él no podía hacer y para eso me pagaba. Cómo preparar su café o levantar la ropa del suelo.

Giré en redondo y salí de la casa, tomé una gran bocanada de aire y no me di cuenta de que había dejado de respirar por algunos segundos. Era el efecto Dagger, lo que provocaba en mí. Ese hombre era demasiado sexy y caliente. Dios. ¿Cómo un hombre puede ser así de sensual sin tener que hacer nada al respecto? Porque estaba más que claro que era un imbécil en toda la extensión de la palabra.

Sin saberlo me había metido a la boca del lobo, ya no había vuelta atrás porque había firmado mi sentencia de muerte al momento de dar el primer paso dentro y condenarme al infierno más placentero de todos. Tampoco es que fuera una tortura pasar un rato mirando a semejante espécimen masculino.

Se decían muchas cosas de Hunter Dagger: que era un despiadado sin corazón, que era el diablo encarnado, hecho hombre, la maldad en la tierra. ¿Pero de todo eso que decían que era cierto y que no lo era? A veces se escuchaba solo como una historia, pero también era real, los mafiosos existían y Hunter Dagger era uno de ellos, eso lo debía de tener muy presente antes de decir o hacer algo que me pudiera meter en problemas con él. Si obedecía y no metía la pata todo iba a salir bien, juntaría el dinero que necesitaba para pagarle al padre de Amara y después podía dejar de trabajar para él y así alejarme de todo lo malo que representaba.

Pero lo que no entendía es porque Marie continuaba trabajando para él después de tantos años. Por un lado, me ponía a pensar que si seguía en esa casa era por algo, porque de ser diferente hubiera salido de ahí desde hace mucho.

****

Al llegar al departamento suspiré hondo dejando atrás todo lo que pasó en la casa de Hunter Dagger. No quería pensar más en ese hombre, que por alguna extraña razón me ponía... Nerviosa. Empujé la puerta, entré con todo y la bicicleta que dejé a un lado para cerrar de nuevo. Callie y Amara estaban jugando en el comedor, se veían tan felices y reían despreocupadas.

—¡Angel! —al verme, Callie no dudó en ponerse de pie y correr hacia mí.

—Hola, Bicha —nos abrazamos y dejé un beso en su cabeza.

—¿Cómo te fue? —me separé de ella para quitarme el suéter que llevaba encima y que dejé sobre el respaldo del sofá.

—Bien —los luceros de Callie eran hermosos, de un bonito color azul que había heredado de nuestra madre —. Marie me enseñó muchas cosas, algunas ya las sabía y otras las aprendí hoy —suspiré cansada.

—¿Y cómo es Hunter Dagger? —miré a Amara y le entorné los ojos. No podía ser más obvia, pero ya la conocía, así que no debía sorprenderme.

—A ti es lo único que te importa —asintió con una enorme sonrisa en los labios.

—Más o menos sí —encogió un hombro y se echó a la boca un pedazo de chocolate —. Entonces...

Junto a Callie nos acercamos a la mesa, ella en su lugar y yo a su lado. Encima de esta había una caja con cupcakes, leche y chocolates que Amara había traído. Mi amiga quería a Callie, así como Callie la quería a ella. Amara es cómo nuestra hermana y las dos la queríamos mucho, no es simplemente una amiga más. Siempre estuvo en los momentos difíciles y en los buenos también.

—¿Ya terminaste la tarea? —le pregunté Callie.

—Tú quieres que me vaya para que ustedes puedan hablar, así que me voy —cogió la caja con cupcakes y Amara abrió los ojos aterrados de que se fuera a llevar la caja completa y no le dejara uno —. Esto es mío.

—¡Tú! ¡Niña rata, deja eso ahí! —Callie se apartó cuando Amara quiso coger la caja de los cupcakes.

—Si quieren que me vaya me llevo esto —metió la mano a la caja y solo dejó dos cupcakes encima de la mesa —. ¿Lo tomas o lo dejas? —Amara regresó a su lugar, indignada.

—Vete a tu madriguera —señaló el pasillo, mi pequeña hermana sonrió y se fue a su habitación —. Ahora sí, dime todo —se puso de pie y fue a la cocina —. Quiero saber si es tan guapo como se muestra en las fotos —casi babeaba.

—Pues no está tan mal —me encogí de hombros, casi indiferente, pero la verdad es que era demasiado guapo —. La casa es muy grande, pero me dijo Marie que cada quince días el señor Dagger contrata personas para que hagan la limpieza de arriba abajo, así que lo que haré no será tan difícil.

—Espera...—apoyó las caderas en la encimera —. ¿Señor Dagger? ¿Le dices, señor Dagger? —enarcó una ceja —. ¿Es tan viejo? ¿Cuántos años tiene? —empezó a hacer cuentas con los dedos.

—No es tan viejo, pero es mi jefe. Además, soy educada —Amara se rio desde la cocina. Apagó la estufa y sirvió agua en una taza. Regresó a la mesa a mi lado y dejó la taza frente a mí.

—¿Tú educada? Por favor —se burló —. Pff, como no.

—Cállate, maleducada —puse café y azúcar dentro de la taza.

—Pero dime más, ¿cómo es él? —subió el brazo a la mesa. Sus luceros irradiaban curiosidad, quería saber todo con lujo de detalle.

—Es frío, tanto como con las palabras y su manera de ser. Es un sujeto con mucho dinero, así que te puedes imaginar que tanto su ropa, zapatos y todo lo que lo rodea es costoso y elegante. Su habitación es del tamaño de este departamento —Amara abrió los ojos mucho más.

—Vaya.

—Casi me fui de espaldas cuando entré y vi todo lo que había ahí. En sí toda la casa es hermosa —me quedé pensando en todo lo que vi ahí dentro, era tan... era tan Hunter Dagger.

—Ahora mismo te envidio —la miré y fruncí el ceño —. Cómo me gustaría estar en tu lugar —suspiró y bebió de la taza que tenía frente a ella.

—Hago esto solo por Callie, sabes que por ella vendo mi alma al mismísimo diablo —negó un poco.

—Es irónico que digas eso cuando Hunter es el mismo diablo —se carcajeó y entorné los ojos. La verdad es que también me reí un poquito nada más.

—No digas esas cosas. Espero no tener problemas con él —cogí el cupcake que Callie dejó frente a mí y le di una mordida.

—No creo que eso sea posible, tú tienes la boca muy suelta y nunca te quedas callada, así que serás un dolor de cabeza para ese pobre hombre.

La miré sin poder creer que ella me estuviera diciendo esto. Se supone que es mi amiga y sentía lástima por Hunter más que por mí.

—¿Pobre hombre? —alcé una ceja, incrédula.

—A veces puedes ser muy fastidiosa —se encogió de hombros —. Tiene dos opciones nada más: o se enamora de ti o te odia y te echa de su casa.

—Tonta —le di un manotazo en el brazo.

—Sabes que tengo razón —me señaló y le dio un sorbito a la taza.

—Como sea, haré todo para salir de estas deudas y no arrastrar a Callie conmigo —dije un poco más seria, triste a la vez y resignada. Las deudas me estaban comiendo viva, sentía que un día me iba a ahogar en ellas.

—Ya te dije que yo te puedo dar ese dinero...—la interrumpí sin esperar un segundo más.

—No, Amara, no me voy a aprovechar de tu bondad y tampoco de tu dinero. Tus padres fueron muy amables en prestarme dinero para el funeral, no creas que se me olvida.

—Aprovéchate de mí, bebé —me hizo un guiño —. Mi dinero es tu dinero, lo sabes.

—Gracias, pero no, sé que podré salir de esto —deslicé mi mano por encima de la mesa para coger la suya —. Aun así, agradezco tus buenas intenciones, eres mi mejor amiga y eso me basta para poder salir adelante.

Una bonita sonrisa se dibujó en sus labios y sus luceros se llenaron de ese brillo que me decía que ella estaba feliz. Apretó mi mano entre sus elegantes dedos.

—A ti no te puedo decir que no, te amo —me mandó un beso y solté su mano.

—Y yo te amo a ti.

—Deberíamos casarnos —sugirió y asentí.

—Claro, le voy a pedir tu mano a tus padres.

—¿Por qué solo mi mano? Todo mi cuerpo es tuyo, bebé —nos reímos juntas y Callie entró para ver que estábamos haciendo.

—Ya están con sus cochinadas, ¿verdad? —asomó la cabeza.

—No son cochinadas —la corregí —. Así nos demostramos el amor que nos tenemos —Amara cogió de nuevo mi mano.

—Si no hubieras tenido novios juraría que eres lesbiana —mi pequeña hermana se sentó a mi lado.

—Todos sus novios han sido unos idiotas —agregó Amara —. Mi bebé es muy valiosa cómo que esté con cualquiera.

—Ves, soy importante —le dije a Callie.

—Claro que lo eres —puso su mano encima de la mía —. Y te mereces todo lo bueno de este mundo.

Mi labio inferior tembló y las miré con los ojos llenos de lágrimas. Las dos eran lo más bonito que yo tenía en esta vida, mi pequeña hermana y mi mejor amiga, no podía pedir nada más porque las tenía a ellas y con esa amistad era más que suficiente.

—Las amo.

—Y nosotras te amamos a ti —dijo Amara —. Vamos a preparar algo de cenar —se puso de pie y fue hacia la nevera. Cuando le iba a decir que no había nada ahí dentro me sorprendió ver que ella la había llenado una vez más. Al notar la mirada con la que la estaba mirando me señaló —. No voy a dejar que te mueras de hambre.

—Eres la mejor —sonrió.

—Claro que sí, bebé.

Me hizo un guiño y empezó a sacar cosas para preparar la cena. Le hice esa rica lasaña a Callie, la que le había prometido. Amara tenía el corazón más grande de todos y siempre llenaba la despensa o la nevera. Ella tenía dinero porque su padre era millonario y no nada más por eso, sino que ella pudo seguir con sus estudios y trabajaba con su padre también. Muchas veces llegaba a casa con bolsas llenas de comida, mi padre decía que era una tercera hija para él y ella lo quería de la misma manera. No iba a perder su amistad por nada del mundo, fue el mejor regalo que la vida me pudo dar.

Así como ella, yo también iba a terminar de estudiar y no importaba cuanto tiempo me costara lo iba a lograr. Iba a terminar mis estudios y trabajaría el doble para que un día Callie se sienta orgullosa de mí y sea un ejemplo a seguir para ella. Pero más que nada me quería demostrar a mí que sí podía y que las adversidades no eran más fuertes que todos mis sueños y esperanzas.

Hunter

Angel Rider.

Me causaba un conflicto enorme, su sola presencia, era algo que no me había pasado recientemente con nadie, pero con ella... Con ella parece que todo era diferente, empezando con su sola existencia. Es una mujer linda, siempre sabía qué decir y aunque te estuviera diciendo que eres una basura sabía qué palabras usar para que no te sientas mal ni mucho menos. Era linda, muy bonita, no lo decía porque me fijara en ella de otra manera, estaba más que advertido y aunque Marie no dijo nada, no tenía que ser un genio para saber que no me podía acercar a su sobrina como lo hice con algunas de las empleadas que salieron corriendo al poco tiempo de entrar a trabajar. Así que si quería que Marie se quedara a trabajar no debía mirarla de más ni decir algo que la pudiera hacer sentir mal.

Además de todo lo anterior, Angel no pertenecía a mi mundo, lo tenía más que claro y creo que ella también, era bien sabido quien era en esta ciudad y lo que podía hacer si alguien se metía conmigo. Ella era una hermosa persona que estaba llena de deudas y tenía una pequeña hermana a quien debía cuidar ahora más que nunca, ya que su padre había fallecido. Ni en mis más locos sueños cabía la posibilidad de que entre ella y yo pasara algo, como dije Marie no lo iba a permitir y yo quería a esa mujer como si fuera mi madre, así que no lo haría más que nada por ella.

Miré a través del ventanal hacia el jardín que estaba iluminado y por donde se paseaban algunos guardias que tenían órdenes de vigilar y no dejar pasar a nadie sin que yo lo permitiera antes. Podía estar rodeado de muchas personas, aunque al final del día me sentía tan solo y lo merecía, sabía que lo merecía, no lo aceptaba, no quería terminar mal, aunque era algo inevitable, ya que había hecho muchas cosas malas a personas que realmente me importaban. No era una buena persona y estaba lejos de serlo, sin embargo, un día me juré que no le haría daño a las personas que me importaban, no volvería a cometer el mismo error que cometí hace años. Siempre intentaría hacer las cosas bien para esas personas que formaban parte de mi vida y no las iba a poner en peligro.

Fui a la cama para intentar olvidar lo que me estaba atormentando, aunque aquello era imposible, nada podía calmar las aguas tempestuosas que había dentro de mí. Era un completo caos y todavía no entendía cómo seguía en pie cuando todo a mi alrededor era un desastre. Me quería dar por vencido, rendirme antes de tiempo y dejar que la vida me consumiera entero. Pero ese no era yo, un hombre triste y vacío que fingía que todo estaba bien y tal vez sí fingía para no sentirme más miserable, pero siempre supe cómo salir adelante de todos los problemas y esta no sería la excepción.

«Esperaba en medio de la oscuridad. Lleno de miedo, angustia y más que nada preocupación. Miraba mis manos una y otra vez sin poder creer que las había manchado de sangre, que fui capaz de matar a alguien y eso me convertía en un asesino.

Soy un asesino.

Me repetía a cada segundo después de lo ocurrido. Mi conciencia no permitía que lo olvidara, lo repetía como un mantra que tenía tatuado en mi cabeza y no se iba, no se quería ir, tampoco quería que se fuera. Quería que estuviera presente cada día de mi jodida vida para recordarme lo que en verdad era.

Escuché que la puerta se abrió y esperé impaciente mientras ella se acercaba a mí. Lo sabía porque los pasos eran cada vez más fuertes, encendió la luz y entró. Al verme se quedó bajo el umbral de la puerta un poco asustada por verme en su habitación, creo que no me esperaba aquí. Sus ojos se llenaron de lágrimas, apretó las manos con rabia, la podía ver oscilar en sus luceros avellana. Me detestaba tanto como lo hacía yo mismo. En otro momento hubiera corrido a mis brazos para que le diera consuelo, para refugiarse en mí y desahogarse como tantas veces lo había hecho cuando las cosas salían mal, pero esta vez fui yo quien lo jodió todo, fui yo quien le rompió el corazón y no uno de sus noviecitos que la trató mal o le dijo algo que la hiriera. Yo era el causante de aquel dolor.

—Blake...—murmuré roto, desolado, sin esperanzas. Mi voz era un susurro en medio de la oscuridad.

—Está muerto, Hunter —Observé su atuendo, iba vestida de negro, desde sus zapatos hasta la blusa que llevaba encima —. Es mejor que te vayas —cerró la puerta detrás de sí, apoyando la espalda contra la madera que crujió por su peso.

—Supongo que mamá ya lo sabe —asintió despacio. No me miraba a los ojos, ni siquiera podía hacerlo y la entendía perfectamente.

—Todo el cuerpo de policía lo sabe también y tienen la orden de detenerte si te llegan a ver —se pasó el dorso de la mano bajo la nariz para limpiarse las lágrimas que mojaban sus mejillas —. Lo mejor es que te vayas lejos. Eres mi hermano, no obstante, nuestra relación se rompió en el momento que apretaste ese gatillo. En el momento que lo mataste... Solo vete. No quiero verte, no quiero que te acerques a mamá, no quiero que te acerques a mí. Vete, Hunter, vete lejos de nuestras vidas y no regreses más. Porque si te veo cerca no voy a dudar en hacer lo que tú hiciste y te voy a matar —masculló, apretando los puños junto con la mandíbula —. Te juro que te voy a matar, Hunter Dagger.

Asentí sin mirarla a los ojos. No había más que decir, estaba más que claro que estaba fuera de la vida de mi madre y de mi hermana y el único culpable había sido yo, por meterme en problemas, por querer hacer las cosas de esta manera y que todo se fuera a la mierda.

—Lárgate. Solo destruyes todo lo que tocas —fue lo último que le escuché decir y aquella fue la última vez que la vi.

No había por qué quedarme, ya no tenía nada en ese lugar. Yo me encargué de arruinar todo y tenía que vivir con eso toda mi vida. Ocho años no eran suficientes para pagar lo que había hecho. Ni siquiera toda la vida me iba a bastar para arrepentirme del mal que hice».

****

El olor a metálico inundó la habitación donde nos encontrábamos. El lugar en sí era pequeño, sin ventanas, solo una puerta que se abría desde fuera, cerrada para que nadie pudiera entrar y mucho menos salir. Esa era la idea de esta pequeña habitación, que nadie pudiera salir de aquí.

—¿Saben qué dicen del diablo? —le pregunté al viento. Mirando el lugar de hito en hito, cada pequeño detalle, aunque no había nada más que una mesa metálica con algunos utensilios usados para torturar y de ahí en fuera solo cuatro paredes blancas, impolutas, sin una mota de polvo que las ensucie.

Mis manos apoyadas en el reposabrazos de la silla negra, una pierna arriba de la otra, la mirada siempre fija en la presa que se desangraba frente a mí. Maykel permanecía detrás mirando la escena, no tan divertido como lo estaba yo en ese momento, pero sí con fascinación surcando sus luceros. Él no estaba tan jodido como yo y eso me alegraba, para él todavía había salvación, para mí ya no. Maykel todavía podía salvarle del infierno, yo estaba condenado a una eternidad en este lugar.

—Dicen que no tiene piedad, que es cruel, que nunca se mancha las manos —musité. Mi comisura derecha se estiró tanto como si un hilo tirara de ella y no fuera yo quien sonreía con maldad. Porque la verdad lo estaba disfrutando y mucho —. Dicen que el diablo no tiene rostro, que es una leyenda entre las calles de Seattle, solo un cuento con el que las madres asustan a sus hijos para que se porten bien. Historias que cuentan los mafiosos que nunca han visto su rostro —pasé saliva —. Pero el diablo existe, Michael —escupí su nombre con asco, con repulsión —. El diablo sí tiene nombre y apellido, tiene rostro también y este será el último veas antes de morir —le hice una seña a Josh, uno de mis matones profesionales.

El hombre no dudó en enterrar la daga en el costado de Michael, quien, para este momento, apenas podía gemir de dolor o quejarse. Ya ni siquiera podía llorar o suplicar. Su asquerosa sangre manchó el impoluto suelo bajo sus rodillas. Yacía atado de las muñecas con grandes cadenas ancladas al techo. El color carmín manchó la ropa de Max, pero a él tampoco le importó, estaba más que acostumbrado a este tipo de escenas y ver sangre derramada en el suelo.

—Hunter...—se quejó tan bajito que apenas y lo escuché.

—¿Tienes algo qué decir antes de que Max te mate? —se mojó los labios. Los tenía resecos, hinchados y sangrando. Tenía tantos golpes en el rostro que parecía una bola deforme de color morado y rojo, los ojos apenas se le alcanzaban a ver de tan hinchado que estaba y estaba seguro de que por dentro se encontraba igual de lastimado o peor.

—Déjame ir a casa...—detrás de mí Maykel se rio un poco. A mí también me hizo gracia su petición, pero no me reí por eso, al contrario, sentía una rabia inconmensurable oscilar a través de mi cuerpo. Crecía lentamente dentro de mí, a nada de explotar en cualquier segundo. Tenía que calmarme para no perder la paciencia antes de tiempo.

—¿Para qué quieres regresar a casa? —inquirí, burlesco —. ¿Para seguir maltratando a tu mujer o para violar a tu hija? —estas últimas palabras las sentí como hiel en la boca —. Dime —exigí con brusquedad, lo que provocó que el infeliz pegara un respingo en su lugar, intentando levantar la cabeza hacia mí.

Esperaba una respuesta de su parte que tardó unos segundos en llegar a mis oídos.

—Me voy a portar bien, lo juro —negué con la cabeza y me puse de pie. Abotoné mi saco y acomodé los puños de mi camisa. Moví las mancuernillas de un lado al otro, hice crujir mi cuello y me acerqué al pobre cristiano que sollozaba bajito, se estremeció al verme quedar frente a él. Pude notar un ligero temblor en sus hombros, lo que provocó que sintiera un tipo de placer enfermizo por verlo en esta deplorable situación. Di una vuelta alrededor de sí para quedar detrás, tomé un puñado de cabello entre mis manos y tiré de estos hacia atrás dejando expuesto su cuello. Una seña bastó para que Joss pasara su navaja por su garganta, la sangre empezó a brotar como una cascada de color carmín que mojaba todo lo que tenía a su paso, Michael buscaba el aire que no alcanzaba a llegar a sus pulmones, ahogándolo en su propia sangre.

—Aquí no se dan segundas oportunidades —solté su cabello y su cabeza cayó libre hacia delante —. Quiero que se deshagan de él —les ordene a Joss y Max, eran expertos en estas cosas, dos hombres que no dudaban en matar, destazar y torturar si era necesario, no por nada el costo por tenerlos cerca era demasiado grande. Pero cada dólar valía la pena, ellos sabían cómo deshacerse de un cuerpo y no dejar huellas, ni un rastro siquiera, por eso cuando los encontré supe que me iban a servir de mucho.

—Lo que usted ordene, señor —habló Max.

Di un paso atrás para dejarle hacer su trabajo.

—¿Sabías que las manchas de sangre son difíciles de quitar? —Maykel estaba frente a mí con las manos apoyadas en el respaldo de la silla. Con los ojos señaló mis muñecas, bajé la mirada para darme cuenta de que tenía algunas gotas de sangre en la camisa. Maldije, sin embargo, ya no había nada que hacer —. Lo tendré que hacer yo, como siempre —musitó.

—Hay que salir de aquí —le dije. Miré una última vez el cuerpo de Michael, quien era arrastrado por el suelo hasta una puerta de color blanco donde quien sabe qué les hacían a los hombres cómo él. Tampoco me importaba, las personas como él no se merecían nada bueno en esta vida.

—Como diga el rey —comentó Maykel en tono burlón, recibiendo un manotazo de mi parte. El lugar era un tipo de bodega donde me encargaba de traer a las personas como esa basura, de donde no salían jamás.

—No me digas rey —al cruzar la puerta me puse mis gafas negras. Maykel se adelantó para encender el motor de la camioneta y juntos abandonamos el lugar adentrándonos en las calles de Seattle para perdernos entre los demás autos que corrían a grandes velocidades.

—Eres el rey de Seattle, el temor de los mafiosos. ¿Cómo es que pasaste de vender drogas a ser el dueño de este imperio? —alzó una ceja mirándome de reojo —. Te tengo envidia, eh —ambos reímos por lo que dijo.

—Cállate porque eres mi mano derecha, siempre lo has sido y siempre lo serás —se regocijó con lo que dije.

—Gracias, hermano —palmeé su hombro y dejamos la conversación por terminada. No era bueno traer los recuerdos del pasado, lo mejor era intentar dejar de lado todo lo que vivimos para llegar a este lugar.

Aunque era difícil poder olvidar lo que una vez te hizo tan feliz y con lo que sentiste tan bien por muchos años, pero al final las mentiras se descubren y caen como una torre de naipes. No puedes sostener una mentira por mucho tiempo, no importa cuán cuidadoso seas o lo perfeccionista que puedas llegar a ser, la verdad siempre sale a la luz o las mentiras en este caso.  


💙💙

No olviden dejar nuevos comentarios, aunque ya hayan comentado la vez pasada. Es el único pago que recibo por lo que hago y no se imaginan lo que los comentarios nos motivan a continuar con un libro. No les estoy pidiendo mucho.

Pregunta seria, ¿les gustaría un libro de Callie? 😏

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