Capítulo 38. 💙
"Me pones tan caliente,
que en mi estómago se forman infiernos
y no mariposas".
—Miguel Sleiman.
Angel
Tragué grueso cuando su mirada grisácea empezó a escanear mi cuerpo de arriba abajo, lo hizo lento y se detuvo en mis manos que estaban a cada lado de mi cuerpo hechos puños. Di un paso atrás para sentarme en la orilla de la cama, mientras tanto apoyó el codo izquierdo en el reposabrazos del sofá. Una sonrisa lasciva dibujándose en sus labios.
Deslicé las manos a mis tobillos para quitarme los tacones, los dejé a un lado y me puse de pie para proceder a deshacerme del vestido, primero dejando al descubierto mi hombro derecho bajando lentamente el tirante. Hunter se mojó los labios con la lengua. Bajé el otro tirante y deslicé la fina tela por mi vientre, mis senos quedaron al descubierto para él. Enarcó una ceja. Con los dedos empecé a bajar lentamente, alargando el momento para quedar desnuda ante sus ojos. Cuando el vestido estaba en mis tobillos lo dejé a un lado y me erguí.
—Acércate —ordenó y obedecí. Di unos pasos hasta quedar frente a él —. Eres hermosa. Me gustan tus senos, tu delgada cintura, tienes unas piernas largas que abarcan perfecto mi cuerpo —mi pulso se aceleraba —. Arrodíllate —un gemido caliente brotó de mi garganta cuando dijo aquellas palabras.
Obedecí sin rechistar y me arrodillé para quedar en medio de sus piernas que abrió para mí. Alargó su mano para acariciar mi labio inferior, bajó por mi barbilla, trazó mi clavícula, abrió su mano para moldear mis senos con esta, pellizcó mi pezón y me mordí el labio.
—¿Qué quieres hacer, ángel? ¿Qué deseas ahora mismo? —preguntó cuándo sabía perfectamente lo que quería hacer, solo me estaba provocando más y más, alargando el momento para hacerme suya una vez más.
—Quiero que me hagas el amor —abrí los ojos. Su mirada era oscura, su rostro estaba más cerca, al igual que su cuerpo —. Quiero tener tu pene en mi boca.
—Hazlo —señaló su entrepierna y me erguí para subir mis manos a la hebilla de su pantalón, esta era delgada y plateada. Chistó antes de que mis dedos le quitaran el botón del pantalón —. Lento, cariño, no llevamos prisas.
Yo sí llevo prisa y tú me torturas.
Asentí y me tomé el tiempo para quitar el botón, bajé para deslizar la cremallera de su pantalón y tuve que pasar mis dedos por encima de su erección, fue solo un roce delicado, pero yo quería más, no me conformaba solo con acariciar.
—Puedes tocar, ángel —abrí mi mano y sin pudor pasé esta por toda su erección palpando su duro pene que se apretaba a la tela del pantalón. Apreté con mis dedos su contorno y Hunter jadeó echando la cabeza hacia el respaldo. Sus manos fueron al reposabrazos y esa fue la señal que me dio permiso para bajarle los pantalones, tuvo que levantarse un poco. La tela de su bóxer era gris y la goma de estos de color negro —. Hazlo, por favor —rogó, cómo tantas veces lo hice yo.
Obedecí bajándole el bóxer. Casi me atraganto cuando lo vi, era monumental, largo y grueso, de un color rosado, cómo la punta que brillaba por el líquido seminal.
Que bien escondido lo tenía, señor Dagger.
Mojé mis labios con mi lengua y acerqué mi boca a su miembro. Primero mojé su punta con mis labios que se asieron a su tamaño y después mi lengua que se empezó a mover en círculos por su glande, esta era suave. Mis dedos se enroscaron a su grosor y apretaba al mismo tiempo que mi boca succionaba, iba de arriba abajo. Sentí su mano en mi cabeza y esta se movía al compás con los movimientos de mi lengua.
—Así, así —jadeaba —. Demonios, ángel, me gusta tanto tu boquita —Mi mano apoyada en su pierna, mientras que la otra no dejaba de moverse de arriba abajo, dándole mucho más placer —. Sí, sí —mi sexo palpitaba, mi cuerpo deseaba ser profanado por él. Quería que me tocara, que me hiciera suya —. Detente —me detuve de golpe y su mano fue a mi barbilla poniendo dos dedos debajo —. Ponte de pie y quítate las bragas.
Hice lo que me pidió y me puse de pie, di un paso atrás y me empecé a quitar las bragas mientras él se deshacía de los pantalones que habían quedado en sus tobillos. Los apartó con el pie junto con los zapatos. Su pene queda erecto, perfecto para meterlo de nuevo en mi boca. Me hizo una seña y de nuevo me acerqué a él. Deslizó sus manos por mis muslos hacia la parte de atrás atrayéndome cerca. Supuse que lo que quería era que me pusiera a horcajadas, así que no dudé en hacerlo y meter mis piernas a cada lado de su cuerpo.
—Mételo —mi mano fue a su miembro y lo sentí por unos segundos, lo acerqué a mi entrada —. No dejes de mirarme —quise desviar la mirada, pero su mano acunando mi barbilla y sus dedos enterrándose en mis mejillas me obligó a verlo a los ojos —. Quiero ver tu rostro cuando esté dentro.
Estaba húmeda, tan mojada por él. Mis piernas abiertas para él, mi cuerpo desnudo ante su presencia. No dudé más y lo empecé a meter lentamente, primero fue solo la punta que rozaba mis labios y se deslizaba entre mis paredes que se abrían a su grosor, no me quitaba los ojos de encima. Me dejé caer lentamente para después salir, volví a caer sobre él y abrí la boca un poco cuando lo tuve dentro. En esta posición lo podía sentir más adentro, más grueso, más cerca.
—Demonios —maldije. Mi rostro se contrajo. Mis dedos en su hombro se hundieron en su piel. Estaba completamente dentro de mí.
—Eres tan estrecha, ángel, tan suave y delicada cómo una flor —quitó su mano de mi barbilla y ambas bajaron a mi trasero que amasó y golpeó un par de veces.
—Dime más palabras sucias, señor Dagger —me empezó a mover lento y pausado. Mis manos en sus hombros siguiendo el ritmo que sus caderas marcaban, las mías iban de un lado al otro de arriba abajo.
—Quiero correrme dentro de ti, nena, quiero probarte de nuevo, sabes tan bien —solté su hombro y mi mano fue a su nuca enterrando mis dedos en las hebras de su cabello —. Tu piel es de seda, hueles tan rico y te quiero profanar de todas las maneras posibles. Que no haya un lugar virgen en tu cuerpo.
Dime más, dime más.
—Ahora sé que no eres una delicada princesa, eres una reina, Angel, una sexy, seductora y encantadora reina a la que quiero profanar.
Mis caderas se movían más rápido con cada palabra. Mis manos bajaron a su pecho para quitarle la camisa de un tirón. Su boca se amoldó a mi seno, su lengua salió filosa para lamer mis pezones, los mordía y los succionaba sin compasión. Sus dientes tiraban de mi piel delicada para después ser reemplazados por sus labios que aminoraban el dolor que había dejado segundos atrás. Sus dedos recorrían el camino de mi columna, subía despacio y bajaba para amoldar mi trasero con ambas manos. Dejó un par de nalgadas seguidas por las caricias de sus palmas abiertas en mi piel.
Se separó de mis senos y atacó mi boca con una sed y pasión que no le había visto hasta ahora, ambos respiramos con dificultad, nuestros cuerpos ardían con pasión y deseo. Tuve la necesidad de quitarle la camisa dejando ver sus brazos y sus hombros. Hundí la cabeza en su cuello y empecé a lamer y morder a mi paso. Mientras tanto él entraba y salía, me movía de arriba hacia abajo. Sus dedos hicieron a un lado mi cabello y sus labios se posaron en mi oreja, mordió y lamió mi lóbulo, tirando un poco con los dientes.
—Me encanta cómo follas —murmuró sobre mi piel lastimada por su boca y dientes.
Solté su nuca y me sostuve de sus hombros para moverme más rápido, formaba círculos con mis caderas, lo sacaba hasta la mitad y lo volvía a meter por completo, jadeaba cada que lo tenía dentro. Empecé a sentir este peculiar cosquilleo en medio de las piernas y crepitaba hacia arriba en forma de un remolino de placer.
—Me voy a correr —lo sentía venir, estaba estancado en mi vientre bajo, pero no tardaría en arrasar con todo a su paso.
—No te lo voy a poner tan fácil, cariño —se puso de pie conmigo entre sus brazos, mis piernas abrazaron sus caderas. Lo besaba mientras me llevaba a la cama y me dejaba con cuidado encima del colchón. Subió sus manos por mis pantorrillas y su cabeza se perdió entre mis piernas donde lamió, metió dos dedos, mordisqueaba mi clítoris, hacía presión con su pulgar.
—Hunter —mis manos se aferraban a los cobertores —. Más, por favor, más, más —Suplicaba por más placer, por más sexo, más amor.
Me gusta tu lengua.
Tus dedos dentro de mí.
Se incorporó y me dejó verlo desnudo, estaba frente a mí con ese hermoso y perfecto cuerpo que era mío nada más. Brazos musculosos, manos grandes, un torso fuerte con seis paletas y una V bien definida y marcada. Si bajaba un poco más estaba su miembro, poderoso, vigoroso, podía decir que era bonito, tampoco es que hubiera muchos penes a lo largo de mi vida, pero el de Hunter no era para nada feo. Se acercó y escaló mi cuerpo hasta cubrirlo por completo, sus manos apoyadas a la altura de mi rostro. Levanté mis manos para pasarlas por su torso y sus oblicuos. Con su rodilla abrió mis piernas y de inmediato sus ojos bajaron a mi sexo, subieron de nuevo a mis ojos y se quedaron ahí.
—Mételo —lo cogí con una mano y lo acerqué a mi entrada que estaba deseosa por tenerlo dentro de nuevo. Su punta estaba húmeda, cuando lo empecé a deslizar por mi interior lubricaba a su paso —. Angel, mírame —esta vez no desvié la mirada, lo miré cuando entró, cuando lo saqué un poco —. No me hagas esto —gruñó.
—Sabes que tengo el poder —lo sostenía en mi mano y jugaba un poco con mis labios.
—Demonios, ángel, no me tortures así —me embistió de golpe y mi trasero chocó con sus muslos. Sonreí al darme cuenta de que estaba loco por mí, tenía tanto poder sobre él en este momento. Cogió mi pierna y la puso alrededor de su cintura, llevé la otra del otro lado y lo abracé con fuerza —. Eres una chica mala, ángel.
—Solo contigo, señor Dagger —lo abracé con mis piernas para sentirlo más dentro —. Me encantas cómo follas —mis manos caminaron por sus caderas hasta llegar a su espalda, mientras que mis talones se enterraban en su espalda.
—¿Qué más te gusta de mí, nena? Tengo que escucharlo.
—Tu boca en mi sexo, tus manos amasando mis senos, tu cuerpo, tu lengua y tu pene dentro de mí.
—Dime más —pidió. Me embestía con fuerza, salvaje, feroz.
—Tú, solo me gustas tú y nadie más, señor Dagger.
Apretó sus labios contra los míos sin poder hablar, su beso fue lento, mojaba mis labios con lengua y recorría estos de un extremo al otro, a la vez que sus embestidas eran certeras, fuertes, golpeaba mi trasero con sus muslos y mis senos se movían de arriba abajo. Metía su lengua tibia en mi boca que lo recibía deseosa, danzaban dentro, se movían juntas en un baile sensual que nos estaba llevando a ambos al éxtasis. La pasión bailaba en la atmósfera, el deseo se sentía en nuestra piel, como si fueran chispas que brotaban de nuestros cuerpos. Su boca sabía bien, todavía tenía el sabor del coñac que bebió en la cena. Se detuvo un momento para salir lentamente de mí dejando la punta en mi entrada, volvió a entrar tan despacio que lo sentí con una tortura, se enterró sin compasión y la rica sensación que dejó fue reemplazada por un cólico al que no le di importancia. Sus labios devoraban mi boca mientras él me embestía duro y sin compasión. Mis uñas en su piel se enterraban, mis labios ardían, mi cuerpo pedía más, más, más... Lo sentía en el vientre bajo, en mi sexo e iba a explotar en cualquier momento.
—Hunter —gemí en sus labios —Ya...—ni siquiera pude terminar porque mi espalda se arqueó, los dedos de mis pies se enroscaron cuando el orgasmo explotó dentro de mí y empezó a recorrer mi cuerpo, mi piel, mis huesos —. ¡Dios!
—¿Crees que tu Dios podría hacer esta maravilla? Soy yo, ángel, tu diablo, el que ahora mismo se encuentra dentro de ti.
Mis manos se abrieron para poder sostenerme de su espalda. Cerré los ojos, mis piernas se apretaron más a sus caderas. Me sentía en las nubes y no quería bajarme de ahí. Hunter seguía embistiendo y un cosquilleo me recorrió por dentro. No pasó mucho para que él también llegara, pero antes de terminar salió y su semen se esparció en mi vientre. Jadeó y abrió la boca cerrando los ojos.
Solté su espalda y dejé salir un largo suspiro, Hunter rodó a mi lado llevándose una mano a la frente, su pecho subía y bajaba al igual que el mío, todavía podía sentir los estragos de ese hermoso orgasmo que me recorrió de pies a cabeza.
—¿Pasa algo? —preguntó a mi lado y solo pude negar con la cabeza, tenía la garganta seca, mis piernas eran gelatina, el corazón me retumbaba en el pecho.
—Eso estuvo...ge-ni-al —lo escuché reír a mi lado —. Fue cómo, ¡Wow! ¡Dios! ¿Esto es real? No puede ser real una sensación así. Se sintió cómo mil mariposas recorriendo mi cuerpo y mi piel. ¡No! No eran mariposas, aquellos eran mil demonios —ambos no reímos de las tonterías que decía.
Su mano se posó en mi vientre y empezó a limpiar con el cobertor lo que él mismo había dejado ahí, sus mini Hunter que nunca iban a nacer.
Giré la cabeza para apreciarlo mejor y joder, sí que era hermoso el muy desgraciado. Su cabello estaba despeinado, caía en su frente, sus mejillas teñidas de un sutil carmín, labios hinchados, rojos por los besos que nos dimos. Había rastros del éxtasis en su piel y no sabía cómo describir aquella imagen que tenía frente a mí, pero verlo así, fue cómo apreciar lo queda después de un tornado, solo los escombros, todo hecho un caos a su paso. Ambos éramos un caos ahora mismo.
—¿Por qué me miras así? —enterró su codo en el colchón a mi lado.
—Eres hermoso y duele —sentí un vacío en mi pecho. Como un gran agujero negro que se estaba llevando todo lo bonito que había pasado tan solo segundos atrás. Dos lágrimas rodaron por mi sien, pero Hunter se apresuró para limpiarlas con su pulgar.
—Angel, no, no llores —tomó mi mano y me ayudó a sentarme en la cama —. ¿Por qué lloras? ¿Hice algo mal? Dime —pasó sus dedos debajo de mis ojos.
—Hiciste todo bien. No quiero que esto se termine —negó con la cabeza.
—Angel, esto apenas está empezando —lo miré a los ojos —. No debes tener miedo de entregarte por completo a mí, yo voy a cuidar de ti y tu amor, lo prometo.
No hagas promesas que no vas a cumplir, mi señor.
—¿Está bien? ¿Me crees? —asentí.
—Fue solo un momento de nostalgia —sonrió y dejó algunos besos en mis mejillas, ojos y labios —. Estoy bien.
—¿Podemos seguir con lo nuestro?
Espera, ¿qué?
—¿Cómo? —fruncí el ceño.
—¿Piensas que ya terminamos, preciosa? —puso dos dedos bajo mi barbilla y su pulgar acarició mi piel —. Te equivocas.
Ay Dios, en qué me vine a meter.
—Yo pensé que...—no me dejó terminar.
—Todavía no tengo suficiente de ti, ángel. Te dije que te haría el amor en todas las posiciones, tú arriba, tú abajo, en la cama, en el suelo, en la ducha, tú en cuatro —se mojó los labios —. Me había estado conteniendo por lo que pasó la otra noche, pero no más. No me puedo contener cuando eres una jodida tentación, lo peor de todo es que no tienes que hacer nada, solo existes y ya y yo me muero por ti.
—Joder —murmuré.
Metió su mano bajo mi cabello para llegar a mi nuca abarcando mi mejilla, estampó sus labios contra los míos. Metió su rodilla entre mis piernas que se abrieron para él, mi sexo palpó la tibieza de su piel y de inmediato me moví de arriba hacia abajo, provocando fricción de su pierna con mi húmeda intimidad. Bajó su mano a mi trasero y me apretó para que me siguiera moviendo. Me estaba mojando de nuevo y no tenía ni que tocarme para encenderme tanto por dentro cómo por fuera.
—Angel —separó sus labios y sentí solo el frío recorrer mi piel —. Te quiero en cuatro.
Oh mi Dios.
—¿Yo? —parpadeé y tal parece que mi pregunta le divirtió.
Su erección se apretaba a mi pelvis con dolor. Ambos estábamos sufriendo de una manera u otra, pero ambos lo estábamos pasando mal en este momento.
—Sí, ángel, te quiero en cuatro.
—Está bien, señor.
Me incorporé y me giré para quedar frente a la cama, flexioné las rodillas y me deslicé un poco hacia arriba para que mis pies quedaran en el aire. Apoyé los brazos en el colchón y sentí una mano en mi espalda invitándome a bajar hasta que mis senos tocaron los cobertores y mi culo quedó a la altura de su pelvis. Su mano se estrelló en mis nalgas varias veces y su lengua calmó el dolor que estas habían dejado. Era sádico y compasivo a la vez, ¿podía pedir más? Yo creo que no.
Hunter
Era hermosa por todos lados y cuando decía esto no lo decía nada más porque sí. Siempre me pregunté cómo se veía Angel desnuda, gimiendo, pidiendo más y ahora podía decir que cuando gemía y se excitaba era la cosita más hermosa de todo el mundo. A la mierda aquellas ideas de que una mujer no era hermosa en sus peores momentos, Angel era linda hasta cuando había tenido un orgasmo y solo quedaba de ella un caos, tanto por dentro cómo por fuera.
Su coño era perfecto, sus nalgas redondas y de buen tamaño, no me pude contener y le di un par de nalgadas con la mano, su piel quedó roja con mi palma marcada, así que sustituí el dolor por placer para besar su coño, sus nalgas y sus labios. Su sexo se veía tan apetecible que no me contuve y lamí todo a su alrededor. Cuando estaba lo suficientemente húmeda me deslicé dentro de ella, primero fue la punta, después todo mi falo, volví a salir despacio y entré más rudo esta vez, mis muslos se estrellaban contra sus nalgas provocando un bonito sonido en toda la habitación.
Cogí sus caderas con mis manos y la empecé a embestir sin pudor, la vi coger los cobertores con sus manos formando puños, su mejilla estaba apoyada en el colchón, todo su cuerpo se movía con mis embestidas. Solté sus caderas y deslicé una mano a su sexo, mis dedos jugaron un poco con su clítoris y recorrieron sus labios, estaba húmeda, solo por mí y para mí. Regresé mis manos a su lugar, pero esta vez tomé su cabello en mi puño, se irguió y rodeé su delgado cuerpo con mi brazo para sostenerla y que no cayera.
—Me encantas, ángel —tiré del lóbulo de su oreja con mis dientes y gimió —. Quiero que te toques para mí, mi amor, hazlo.
No dudó en bajar su mano y empezar a tocarse. Mi puño sostenía su cabello, con mi brazo ejercía presión en su cuerpo.
—¿Te gusta? —indagué.
—Sí —murmuró.
—Dime que te gusta, ángel.
—Que me folles —gimió —. Que me hagas tuya, tu pene dentro de mí.
—Angel —solté su cabello —. No dejes de tocarte —sus dedos rozaban mi pene y aquello aumentó mucho más este deseo que estaba a nada de explotar —. Quiero que te corras para mí, nena, hazlo.
—Sí señor —jadeó. Su espalda se arqueó, los movimientos de mis embestidas aumentaron junto con el de sus dedos en su sexo. Gemía, mientras yo maldecía, juntos éramos una bomba de pasión, deseo y amor —. Ya no puedo más.
—Córrete, mi ángel, hazlo. Anhelo escuchar el glorioso sonido de tus gemidos, quiero que grites mi nombre.
—Hunter, ah, Hunter —Gimió mi nombre, sus paredes se apretaron alrededor de mi pene, una especie de líquido, me cubrió, se sentía tibio y viscoso. Sus piernas temblaban y su cuerpo se sacudía.
Mi éxtasis llegó a su punto máximo, crepitaba mis huesos, mi carne y mi piel, explotó y se expandió en todo mi cuerpo, me iba a correr dentro de ella, pero antes de hacerlo me salí y mi semen salió disparado en su culito. Era blanco y espeso, mojó todo a su paso. Sostenía mi pene mientras terminaba de correrme, jadeando, en busca de aire, con la garganta seca.
—Espera —fui al baño y cogí un poco de papel para limpiar cada rastro que dejé en su piel —. Listo —deposité el papel en el cesto de la basura y Angel rodó en la cama hasta quedar boca arriba. Su pecho subía y bajaba, tenía mis dedos marcados en la piel de sus caderas, había algunas marcas de mis dientes en sus senos, cuello y clavícula.
—No creo que pueda con otro round, siento que voy a desfallecer —me acosté a su lado y empecé a besar sus hombros —Era hermosa, su cabello estaba todo despeinado, su cuerpo débil, no se podía poner en pie, era un caos total, pero era mi caos y yo me haría cargo de eso.
—Y todavía no terminamos —giró la cabeza en mi dirección. Sus luceros se abrieron de par en par.
—¿Estás bromeando? —negué con la cabeza. Mi lengua lamió su hombro y dejé algunas mordidas en su piel, caminé hacia su clavícula donde succioné dejando una marca roja y bajé a sus senos que metí en mi boca y degusté —. Hunter.
—¿Qué? —levanté la cabeza.
—No creo que pueda, no me puedo sostener —sonreí y bajé con besos por el valle de sus senos, besé sus costillas y lamí su ombligo —. Eres insaciable —comentó.
—Tú tienes la culpa por ser tan follable —apoyé mi cabeza en sus pechos. Su respiración era irregular —. Tú no tienes que hacer nada, solo dejar que yo haga todo el trabajo.
—¿Siempre será así? —preguntó después de unos segundos.
—¿Así cómo?
—Esta pasión, este deseo que existe entre los dos.
—Debo decir que la primera vez que te vi en mi baño con ese uniforme te quise tomar ahí mismo, pero tenía que comportarme contigo para que no pensaras que soy un degenerado que se folla a la primera mujer que se le pone enfrente —se rio un poco. Sus dedos se deslizaron por mi cuero cabelludo dejando un rico masaje a su paso.
—Así que te gusta verme en uniforme, ¿eh?
—No sabes lo duro que he estado todo este tiempo.
—Qué romántico eres, señor Dagger.
—Soy un pervertido que solo te quiere follar, mi amor.
¿Mi amor?
Sí, tú eres mi amor, Angel.
—Me dijiste mi amor, de nuevo —me erguí y asentí. Ella estaba sorprendida y extasiada.
—Eso eres, ángel, mi amor —acuné su barbilla con mi mano —. Eres mi esposa, mi vida, mi mujer, todo, Angel absolutamente todo.
—Te adoro —tomó mis mejillas entre sus manos y se acercó para besar mis labios.
—Yo te adoro más —la miré lleno de ilusión.
En ese momento descubrí lo que era el amor y sentí miedo por primera vez en tantos años. No quería que la maldad que me rodeaba la alcanzara, que le pasara algo por mi culpa porque no me lo iba a perdonar nunca, no podía permitir que alguien le pusiera un dedo encima si no todo iba a arder, quemaría todo, mataría a quien sea que se atreviera a lastimarla. Por primera vez en años no dudé en eso, en matar, cuando no quería hacerlo, cuando temía acabar con la vida de alguien más, de nuevo. Cuando maté a mi padre me dije que jamás lo haría, que antes de hacerlo yo pagaría porque alguien más lo hiciera, pero cuando se trataba de Angel todos mis miedos, promesas y dudas se podían ir al infierno. Por ella iría al mismísimo infierno y regresaría solo por verla.
Estaba enamorado, sí, completa y perdidamente enamorado de ella.
¿Me arrepentía? No, darle mi corazón fue lo mejor que pude hacer en años, cuidarla, protegerla, complacerla y mimarla.
Te amo, Angel Rider. Te amo.
—Creo que me voy a dar un baño, siento las piernas entumecidas —me bajé de su cuerpo y me senté en la orilla de la cama.
No podía procesar que estaba enamorado, fue cómo recibir un golpe en el estómago, me dejó tenso, estupefacto, asustado. Con Charlotte no se sintió así, con ella fue... diferente, pero con Angel era como una montaña de sentimientos y sensaciones, había miedo, alegría, enojo, rabia, melancolía, temor. Sentía que me iba a morir, el pecho me dolía, sentía los huesos rígidos, la piel me ardía. Jamás sentí algo así.
—¿Puedo entrar primero? —le pregunté.
—Claro —me puse de pie, totalmente desnudo y caminé al baño.
Abrí la llave de la regadera y me metí bajo el chorro de agua, esta caía caliente sobre mi piel, llevándose esa sensación de temor que se había instalado en mis músculos. Cerré los ojos y dejé que el agua cayera en mi cuerpo, ni siquiera escuché cuando entró al baño.
—¿Te pasa algo? —abrí los ojos de golpe, con una mano me quité el agua del rostro, estaba apoyada en la pared con los brazos cruzados —. ¿Dije o hice algo?
—No, nada de eso —quise sonreír.
¿Cómo te digo que te amo?
No puedo, no puedo hacerlo, al menos por ahora.
—¿Entonces? —sus cejas se hundieron.
—Estoy bien, Angel, no pasa nada.
—¿Estás seguro? Porque no te creo nada.
—Te juro que no pasa nada.
Maldito mentiroso.
Te vas a ir al infierno, Hunter Dagger.
—¿Puedo entrar? —enarcó una de sus cejas.
—¿Quie-quieres entrar? —se mordió el labio inferior asintiendo.
No me dejó darle una respuesta porque ella ya estaba cerrando la puerta de la ducha, se acercó por detrás y deslizó sus manos por mi espalda para llegar a mi estómago, sus labios se posaron en la piel de mi espalda, besó mis omoplatos, en medio de mi espalda, su mano bajaba peligrosamente mientras el agua seguía cayendo sobre nuestros cuerpos.
—Angel, ¿qué-qué haces? —pregunté cuando su mano bajó por completo.
—¿Alguna vez te has masturbado pensando en mí?
¿Qué? Demonios, ¿qué?
Claro que lo he hecho, nena, pero es algo que no te podía decir.
—¿Por qué lo preguntas? —gemí cuando su mano se asió a mi pene y su pulgar fue a mi glande, moviéndolo en círculos alrededor —. Angel, demonios —me quité el exceso de agua del rostro.
—¿Lo has hecho, Hunter?
Hunter, sí, dime Hunter.
Se escucha tan sexy en ti.
—¿Te has masturbado por mí? —su mano empezó con movimientos de arriba hacia abajo, apretando un poco.
—Demonios, sí mi amor, sí —jadeé —. Lo he hecho muchas veces y nada se compara a estar dentro de ti, nada —de nuevo jadeé —. Me estás matando.
—Hoy te voy a masturbar yo, ¿de acuerdo?
—Sí, sí —pase saliva con dificultad. No podía respirar.
¿Cómo demonios se respira?
—Hazlo, por favor —escuché una risita traviesa a mi espalda.
Sus dedos se apretaban a mi grosor y sentía sus senos en mi espalda. Los movimientos eran lentos, sentí una gota de líquido seminal en la punta y ella la distribuyó por todo mi glande con su pulgar.
—Hoy solo quiero hacerte feliz, mi amor —murmuró.
—Tú me haces feliz con tan solo...—no podía pensar con claridad —. Con tan solo respirar, mi vida. No necesito que hagas nada especial por mí.
Ella me está masturbando.
—Te puedo dar placer, ese no se le niega a nadie, menos a ti.
Por favor, por favor, dame todo el placer que quieras.
—¿Estás de acuerdo? —moví la cabeza en una afirmación.
—No tengo problema alguno con eso, cariño.
Mantenía los ojos cerrados, permitiendo que ella hiciera y deshiciera conmigo a su antojo, yo solo era un muñeco que se dejaba hacer por la única mujer que me tenía a su completa disposición, arrodillado frente a ella, besándole los pies.
—Nadie había hecho esto por mí, nunca —murmuré.
—Ahora estoy yo para hacerlo, ya no tendrás que usar tus manos, las mías pueden darte placer.
¿Qué le hicieron a mi ángel? Porque esta mujer apasionada y sensual no la reconozco, pero me gusta. Me gusta mucho.
—Cariño —jadeé.
—Necesito verte, Hunter, quiero ver cuando te corras.
Obedecí a sus órdenes y me giré para quedar frente a ella, abrí los ojos permitiéndome apreciar su belleza salvaje. El cabello se le apelmazaba en las mejillas, por su rostro corría agua caliente, tetas, vientre, piernas. De nuevo cogió mi pene entre su mano y lo amasó con sus dedos.
—¿Te gusta? —ni siquiera podía hablar. Tuve que apoyar una mano en las losetas del baño y morderme el labio para no maldecir, quería gritar, sentía el pecho caliente, las manos me picaban, quería follarla.
—Te quiero follar, mi amor —sus luceros avellana se mantenían fijos en los míos —. Por favor, por favor, ángel, permíteme hacerlo. Necesito hacerlo —el ritmo en sus movimientos aumentó —. Demonios —apreté los ojos y gemí explotando.
De nuevo se sintió cómo si una corriente eléctrica me atravesara la columna, era caliente, quemaba, me estremeció, me hizo enroscar los dedos de los pies. Fue avasallador, maravilloso. Me corrí en su mano y no me soltó hasta que yo mismo terminé con los restos de esto.
Abrí los ojos para encontrarme con su dulce mirada.
Ahora te haces la inocente, ¿eh? Nada de eso, ya no te voy a tratar cómo una muñeca, eres salvaje y caliente.
—¿Me quieres follar? —preguntó inocente. Su cuerpo estaba atrapado entre mi cuerpo y la pared.
—Necesito hacerlo —respondí con dificultad. Tenía la garganta seca.
—¿Qué te detiene? —abrí la mano para que los restos de mi semen se fueran con el agua.
—Nada, nada, me detiene —tenía esa mirada cargada de perversidad.
Angel en el baño, atrapada conmigo, que no era más que una bestia insaciable: las cosas no iban a terminar nada bien para ella.
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