Capítulo 33. 💙
"De nadie seré, solo de ti, hasta
que mis huesos se vuelvan ceniza
y mi corazón deje de latir."
—Pablo Neruda.
Hunter
Pasamos una buena semana en la casa, todos juntos compartiendo cómo la gran familia que ahora éramos. Danielle se encargó de la reservación del hotel, el auto que nos iba a llevar a todos lados y que todo estuviera en orden a nuestra llegada. También confirmó nuestra presencia en la cena de Vitale, no quería asistir, sin embargo, los argumentos de Maykel eran sólidos y en parte tenía razón, tenía que reforzar los nexos con todos ellos y que mejor oportunidad que esta cena donde íbamos a estar todos reunidos.
Nos despedimos de todos en la casa, deseándonos buen viaje y que todo saliera bien, con eso se referían a Serena y su operación. Le pedí a Maykel estar atento a los negocios y a Danielle que también se hiciera cargo, ya que mi amigo no iba a poder solo, por eso yo lo tenía a él y Danielle, los tres siempre fuimos un gran equipo, solamente que ahora me tenía que ausentar unas semanas, pero cuando todo esto terminara me iba a dedicar a mi familia por completo.
Salimos de casa a las ocho de la mañana, ya que era media hora de viaje hasta el aeropuerto y de ahí doce horas de vuelo haciendo dos escalas en diferentes países. Al llegar tendríamos que coger un auto que nos llevara al hotel que quedaba a media hora de la clínica Genolier, donde Serena sería atendida. Era una de las mejores clínicas privadas del país y, por ende, el costo era mucho más elevado que en cualquier hospital público de la región. Pero nada de eso importaba cuando se trataba de la madre de mi esposa y aunque ella no me agradara y le tuviera desconfianza, siempre haría lo que fuera para que Angel y Callie estuvieran bien.
El vuelo fue largo, extensas horas que pasé sentado al lado de Angel, quien miraba por la ventanilla de vez en cuando y estrujaba la tela de su suéter entre sus largos dedos. Intenté tranquilizarla y decirle que todo iba a estar bien, que el jet no se iba a caer y nada malo pasaría. Yo estaría a su lado por si pasaba cualquier cosa, sin embargo, su miedo era mucho más grande. Por más fuerte que era también se mostraba cómo una cosita pequeña y temerosa.
Tuve que pedir una pastilla para que durmiera y que sus nervios se bajaran un poco. Se quedó profundamente dormida a mi lado, apoyando su cabeza en mi hombro, mientras las horas pasaban lentamente yo me permitía observar su bonito rostro de ángel, era perfecta, con esa barbilla pequeña y sus mejillas suaves. La llevé a la cama que había en el jet para que durmiera cómodamente, ahí me permití observarla sin tener que llegar a nada sexual, es que tampoco la iba a tocar sin que estuviera consciente de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Por su parte, Serena se quedó afuera escuchando música y viendo vídeos, tampoco es que me importaba mucho lo que la mujer hiciera, no obstante, si sus decisiones ponían en peligro a Angel y Callie ahí sí me iba a meter en su vida.
Faltando pocos minutos para llegar la tuve que despertar abriendo los ojos lentamente y mirando a su alrededor, se había olvidado de que íbamos en el jet y cuando reparó en ello se asustó hundiendo su cuerpo en el colchón. Esperamos unos minutos en los que el piloto maniobró para detenerse en un lugar en el que no estorbara y donde el jet se quedara todo este tiempo que nos íbamos a quedar en Suiza. Cuando salimos del jet ya era de noche. Un auto nos esperaba afuera del aeropuerto, el cual nos llevó al hotel Château d'Ouchy, un hermoso hotel de lujo situado frente al lago Lausanne.
Cuando el auto se detuvo frente al hotel, los luceros de Angel se abrieron grandes, con sorpresa. Lausana es una hermosa ciudad rodeada de montañas con una hermosa vista al lago y antiguas calles empedradas.
—Esto es hermoso —la primera en salir fue Angel. Miraba la ciudad con entusiasmo, sorprendida. Ella no dejaba de observar las calles de Lausana y yo no podía evitar observarla ella y la ilusión que refulgía de sus hermosos ojos avellanados.
—Sí, lo es —Serena salió detrás y observó también la calle y la fachada del hotel.
El chofer sacó las maletas y un botones esperaba con un carrito para proceder a subirlas y entrar al hotel. Lo seguimos hasta el recibidor donde una mujer y un hombre esperaban detrás. Me detuve enfrente sacando la tarjeta de crédito para comprobar los datos.
—Buenas noches —dijo la señorita, ya que el hombre atendía a una señora y una mujer joven, que se encontraban a nuestro lado.
—Buenas noches —dije. Angel esperaba a mi lado —. Tengo una reservación a nombre de Hunter Dagger —la mujer empezó a teclear en la computadora que tenía enfrente. No demoró un par de minutos, asintió y levantó la cabeza hacia mí, verificando que yo era Hunter Dagger.
—Efectivamente, tenemos una reservación a nombre de Hunter Dagger. Dos habitaciones de lujo.
—¿Dos habitaciones de lujo? —Angel tiró de la tela de mi gabardina y me miró con los ojos bien abiertos.
—Sí, cariño, dos habitaciones —murmuré en el mismo tono bajo de voz que ella usó para dirigirse a mí. Angel no dijo nada más y le sonrió a la mujer que me entregaba la tarjeta —. Gracias, señorita.
La mujer asintió y me giré hacia el botones que de inmediato empezó a caminar hacia el ascensor. Cuando llegamos el sujeto entró primero y después lo hicimos nosotros. La música se escuchaba baja y lenta, era una melodía agradable, aunque después de algunos minutos empezaba a molestar esa melodía abrumadora.
Las puertas se abrieron de nuevo y salimos hacia la habitación que íbamos a ocupar el tiempo que estuviéramos aquí. Nuestra habitación tenía una hermosa vista hacia el lago Lausanne, mientras que la habitación de Serena se encontraba frente a la de nosotros. El botones dejó las maletas en cada habitación y le entregué una propina por sus servicios, se fue más que agradecido. Su sonrisa lo dijo todo.
—Ahorita te veo —le dijo Angel a su fastidiosa madre.
—Nos vemos —respondió ella entrando a su habitación. Al cerrar la puerta, Angel miraba por el ventanal. Traía puesto su abrigo todavía mientras que yo me quitaba la gabardina y la dejaba encima del sofá en medio de la habitación.
—¿Te gusta? —quedé atrás de ella, pegó un respingo al sentirme cerca y sus hombros se tensaron.
—Todo aquí es hermoso —inhalé un poco su cabello y este olía a frutas. Llené mis fosas nasales de su delicioso aroma.
—Hueles tan bien —soltó una risita traviesa.
—Eso me lo dices seguido —apoyé mi barbilla en su hombro.
—Porque es cierto. Tu cabello huele a frutas y tu cuerpo a canela —soltó un suspiro.
—Este lugar es hermoso, no pensé que existiera un lugar tan bello cómo este. Sus calles empedradas, los pequeños locales y ese acento francés —enredé mis brazos alrededor de su cintura.
—¿Sabías que Lausana es la sede central del Comité Olímpico Internacional, así como el Museo Olímpico? También hay una catedral gótica del siglo XII.
—Eso no lo sabía, pero me puedes llevar a todos esos lugares para que los conozca —murmuró.
—Te voy a llevar para que los conozcas y pasemos tiempo juntos —asintió —. ¿No te gustaría ir a Italia?
—¡¿Italia?! —giró sobre sus talones y pegó un brinquito —. ¿Estás hablando en serio? —con sus brazos rodeó mi cuello.
—Nunca bromeo con este tipo de cosas.
—¿Y a que vamos a Italia? —indagó.
—Cada año se lleva a cabo una cena para recaudar fondos. Los organizadores son los Schiavonne, la madre de Vitale, un famoso empresario del Regio de Calabria. Me mandó una invitación y me preguntaba si quieres ir —mis manos ascendieron por sus brazos y se detuvieron en sus hombros —. Estaba pensando que puede ser una luna de miel.
—¡Sí, sí quiero! Quiero conocer Italia, aunque sea un poco.
—Podemos bailar a la luz de la luna y hacer otras cosas —frunció el ceño.
—¿Hablas de sexo? —negué.
—No es solo sexo, contigo hago el amor —se formó un puchero en sus labios y apoyó su mejilla en mi pecho. Mis brazos rodearon su espalda, apretándola a mi cuerpo.
—Hunter —murmuró con nostalgia.
—Dime.
—No quiero que esto se termine en dos años, ni en cuatro, tampoco en veinte. Simplemente, no quiero que lo nuestro termine nunca.
—¿Por qué me dices esto? —pregunté.
—Porque estoy empezando a sentir muchas cosas por ti y me da miedo —se aferró a mi camisa con demasiada fuerza. Soltó un sollozo que me rompió el alma y me dejó sin habla por un segundo.
—¿Qué dijiste? —parpadeé —. Repítelo.
—Te quiero, Hunter, te quiero mucho —cerré los ojos un par de segundos en los que pensé en sus palabras. Ella dijo que me quería y yo... Yo estaba completamente enamorado de ella hasta la médula. Sin embargo, por más que me repetía que yo la amaba con todo mi corazón, las palabras murieron en la punta de mi lengua.
—Yo también te quiero, Angel —la abracé con delicadeza, apretando su espalda con mis brazos. Dejé un beso en su frente y le escuché suspirar.
—¿En serio me quieres?
No solo te quiero, te amo con toda mi alma.
—No miento, te quiero demasiado. No debes tener miedo, ángel. No te voy a dejar sola, mucho menos ahora.
—Tengo miedo porque sé que me vas a romper el corazón —sus palabras me sorprendieron en demasía —. No digas que no, yo sé que lo harás sin pensarlo o quererlo.
—Angel —mis manos subieron a sus hombros —. No lo haré, no te voy a romper el corazón —dije serio y seguro de qué así sería.
—Quizá no porque quieras, pero de alguna manera lo harás, Hunter —esta vez su voz salió en un hilo, rota y triste. Sus labios se aplanaron en una línea y de nuevo se giró hacia el ventanal. Mis brazos rodearon su cintura y la atraje a mí, apoyando la barbilla en su hombro.
—¿Cuánto me quieres, Angel? —indagué.
—Más de lo que debería quererte —suspiró —. Y no es justo que yo te quiera de esta manera, y tú... —guardó silencio sin terminar aquella frase.
—¿Yo qué? —inquirí.
—Tú no sientes lo mismo que yo, no me quieres con la misma intensidad con la que yo te quiero a ti —comentó con voz baja.
—¿Cómo sabes que no te quiero con la misma intensidad? —me separé. Aparté el cabello que cubría su delgado cuello y acerqué mi rostro a su nuca, deslizando la punta de mi nariz por su suave y tibia piel.
—Hunter...—jadeó en el preciso instante en que inhalé y posé mis labios en su piel —. Para —me pidió suplicante —. No puedes seguir haciendo esto —se giró para poner sus manos en mi pecho.
—¿Hacer qué, Angel?
—Me tocas y te apartas. Provocas cosas y finges que sientes lo mismo.
—¿Qué tipo de cosas provoco en ti? —Mi voz salió un poco más ronca y baja.
—Tú sabes. Lo sabes perfectamente —negué. Quería escucharle decir que estaba caliente, que quería follar. Por favor, que lo dijera —. Quiero que me hagas tuya una vez más.
Su declaración envió miles de sensaciones por todo mi sistema nervioso. Mi cuerpo reaccionó a sus palabras.
—Yo sabía que ibas a suplicar porque te haga mía de nuevo —una sonrisa altiva se dibujó en mis labios.
—Estúpido, engreído y arrogante —apretó los puños, golpeó mi pecho sin hacerme ni el más mínimo daño.
Sí, cariño, soy todo eso, sin embargo, te mueres por mí.
—Me gusta cuando usas palabras sucias —no se esperó que estrellara mis labios contra los suyos, metiendo mi lengua en su boca, deslizando mi mano a su nuca para intensificar más el beso.
Retrocedimos hasta que mis piernas tocaron la base de la cama, le di la vuelta y caímos juntos en el colchón. Mi cuerpo cubrió el suyo por completo. Bajé una mano por su muslo hasta llegar a su tobillo y flexioné su rodilla hacia arriba, hundí las rodillas en el colchón sin dejar de devorar sus labios. Sus manos viajaron a mi cuello rodeándolo con sus brazos.
—Angel, me encantas —me separé un instante para decirle estas palabras, pero no dudé en continuar besándola. Era mi droga favorita, la necesitaba para seguir respirando. Sentía un nudo en el estómago cada vez que la veía y cuando se acercaba yo moría. Sus besos eran mi nueva adicción, así como lo fue el cigarrillo y el alcohol en su tiempo. Pero estaba seguro de que esta droga sería más fuerte y no la iba a poder dejar tan fácilmente.
Mátame con tus besos, señorita Rider.
—Tú me encantas más, Dagger.
Su voz salió baja, ronca, suplicante. Quería terminar con esta tortura que nos estaba consumiendo a los dos, porque si ella estaba ansiosa porque esto terminara yo lo estaba aún más. Era un infierno estar a su lado y saber que un día estuve dentro de ella y quería que las cosas se repitieran de nuevo. Anhelaba tenerla entre mis brazos y besar cada rincón de su cuerpo.
—Quiero que me supliques, mi amor. Quiero que me ruegues para tenerme entre tus piernas.
—Dagger, por favor —cogió el cuello de mi camisa con dos manos —. Hazme tuya, te lo suplico.
—Mía, nada más mía, señorita Rider —mi mano seguía en su cadera y la otra apoyada en el colchón a la altura de su cabeza.
—Claro que sí, diablo —una parte de mí se encendió cuando dijo estas palabras.
Dios, no. ¿Por qué?
No digas esto porque me pongo más duro de lo que ya estoy.
—Angel —jadeé llevando mi mano a sus labios —. Repítelo.
—Sí, diablo —lo dijo bajo y lento. Cómo si estuviera saboreando cada una de las palabras. Sentí un vacío en el pecho y este me recorrió la columna, ardía, quemaba. Lo sentí desde los dedos de los pies hasta el último de mis cabellos.
Nuestras miradas estaban fijas en la otra, era una competencia que yo no iba a perder. No podía dejar de mirarla, tenía las mejillas sonrojadas, el cabello desparramado por toda la cama y los labios entreabiertos. No dudé ni un segundo en meter dos de mis dedos en su boquita y ella no dudó en sacar la lengua y empezar a chupar.
—Quiero ver lo que puedes hacer con esa boquita —sonrió sin dejar de chupar.
Joder. Joder. No puedo más.
Necesito follarte de una maldita vez, Angel Rider.
—Quiero que veas lo que puedo hacer con ella —el bulto bajo mis pantalones se apretó a la tela, la sentía reventar. Estaba a nada de explotar.
—Demonios, Angel, me vas a matar —Una sonrisa perversa cargada de lascivia se dibujó en sus labios.
—¿Te das cuenta de que no soy tan inocente? —ahora lo veía y lo adoraba.
Fingía algo que no era y me gustaba porque me daba sorpresa tras sorpresa. Esta mujer era increíble, fascinante, hermosa e inteligente. No podía pedir más y tampoco quería más, solo a ella y nada más a ella.
—No, ya vi que no lo eres, señorita Rider.
—Señor Dagger —saqué los dedos de su boca para estrellar mis labios contra los suyos, metiendo mi lengua en su boca. Mi mano se deslizó desde su pierna al interior de su muslo y con cuidado mis dedos empezaron a caminar hacia su sexo.
—Si me pides que pare lo haré —dije bajito.
—No, hazlo. Continúa, por favor —continué con mi camino hasta llegar a esa parte tibia que me hacía perder la cabeza, porque ya la había probado y cada día necesitaba perderme en ese jodido paraíso que me incitaba a querer más y más. La tela de sus bragas era suave, tersa, se sentía tibio y húmedo.
—Estás húmeda, ángel —asintió, se mordió el labio con fuerza.
—Por ti, señor Dagger —estaba a punto del colapso, si me seguía hablando así no iba a poder más y rompería esas bragas que me impedían llegar a más.
—Necesito hacer otras cosas contigo. Quiero conocer tu cuerpo y que tú conozcas el mío, nena —asintió, de nuevo —. Quiero probarte, sentirte, lamer tus senos y tu piel. Sabes tan bien y me gusta perderme en el calor de tu cuerpo. Necesito que me folles con la boca.
Hice presión con mi pulgar en ese punto nervioso, se estremeció bajo mi cuerpo. Fue cómo una corriente eléctrica que penetraba mi piel. Los huesos me dolían, estaba duro, quería explotar ya.
—Ya no quiero que te contengas, ángel. Quiero que seas así siempre, solo conmigo —su carita era preciosa, tan hermosa que me dolía pensar en profanarla, pero ahora nada de eso importaba, solo el ardiente deseo que sentía por hacerla mía —. Eres mía, señorita Rider.
—Solo tuya porque así lo quiero, señor Dagger.
Me puse de pie sacando mi mano de su sexo, me senté en la orilla de la cama y la senté en mis piernas. Rodeó mi cuello con sus brazos.
—Te daré todo lo que te mereces, lo más lujoso, lo más caro solo para ti.
—No necesito nada de eso, Hunter...
—Lo sé —quité los cabellos que caían en sus costados y lo dejé detrás de sus hombros —. Pero quiero dártelo, eres una reina y te mereces lo más caro.
—Me vas a convertir en una consentida —se acercaba peligrosamente a mis labios.
—Serás una niña mimada —mi mano se deslizó desde sus brazos hasta su cintura donde apreté un poco, bajaron un poco más hasta llegar a la orilla de su vestido, sus piernas eran delgadas y bonitas. Se verían muy bien en mis hombros —. ¿Estás de acuerdo con esto? —movió la cabeza en una afirmación —. Te daré placer, ángel, tanto que pedirás más y más. Pero no seré piadoso contigo, te quiero probar de arriba abajo, todos los espacios vírgenes donde nadie ha podido acceder a ti.
—Prometes que será inolvidable —dejé un beso en sus labios.
—Y lo será, pequeño ángel. Pedirás más y yo te lo daré, te daré lo que tú quieras.
—¿Tu amor también, Hunter?
Ese ya lo tienes, mi amor.
—Claro que sí.
Aquella conversación quedó de lado cuando nuestras bocas se encontraron de nuevo en un beso voraz, lleno de pasión, fuego, ardor. La piel me ardía, las bolas me dolían, el corazón me martilleaba en la caja torácica. Estaba impaciente, pero ahora más que nunca tenía que poner todo de mi parte para ser lindo con ella, no se merecía un animal en la cama cómo la otra noche, sino un príncipe azul que la tratara cómo la diosa que era.
—Hunter, mi malvado príncipe azul Dagger —acunó mi mejilla derecha con su mano.
—Me encantas, pequeño ángel. Dime diablo.
—Tú me encantas más, diablo.
Dios.
Devoré sus labios y gemí en su boca cuando su mano se paseó por mi evidente erección, si seguía así yo no iba a responder a mis instintos. Lo bueno es que alguien tocó a la puerta y nos tuvimos que separar. Apoyó su frente con la mía y ambos suspiramos. Reímos, todavía desconcertados, por el momento que estábamos viviendo, ella impaciente y yo ardiendo por dentro.
—Yo abro —me puse de pie y la dejé sentada en la cama.
Me tuve que acomodar un poco los pantalones porque la presión ahí abajo me estaba quemando las entrañas. Al abrir la puerta, el mismo joven que subió nuestras maletas estaba de pie frente a la puerta con un carrito, dos platos encima y una botella de vino suizo.
—Servicio al cuarto, señor. Cortesía del hotel —aclaró antes de que le dijera que yo no había pedido algo.
—Gracias —me hice a un lado y el joven entró a la habitación, dejando los platos, la cubertería, la botella y las copas encima de la mesita de la sala. Cuando el joven salió Angel se acercó a la mesita y se sentó en el sofá pequeño. Me acerqué a ella, tomé sus manos y me senté yo, ella en mis piernas de nuevo.
—¿Me vas a dar de comer en la boca, señor?
No sigas jugando así, pequeña.
—Si tú quieres —rodeó mi cuello con sus brazos —. Mañana iremos al hospital con tu madre, pero después tú y yo nos vamos a perder en las calles de esta ciudad. Te quiero mostrar Suiza, comprarte ropa y vestidos elegantes, joyas que vas a lucir en cada evento.
—Está bien, señor, lo que tú digas.
—Buena niña —palmeé su pierna y sonrió dulcemente.
Angel
¿Qué estaba haciendo? ¿¡Qué demonios estaba haciendo!? Esta no era yo. No, sí era yo, aquella Angel, la que anhelaba ser amada por ese ser maligno, la que soñaba con sus manos en todo mi cuerpo, la que pedía a gritos tenerlo dentro de mí porque sabía que era un hombre salvaje que me podía llevar a la luna con esa lengua que prometía uno y mil orgasmos cómo los que me regaló estos días que estuvimos juntos en Las Vegas.
Esa era Angel, la que temía ser ella por miedo a ser señalada y juzgada. Pero con Hunter podía ser descarada y perversa, sin temer, podía decir lo que pensaba y lo que quería y ahora mismo solo podía pensar en sus sucias palabras que me calaban los huesos.
Quería hacer otras cosas. ¿Qué tipo de cosas?
Me miré al espejo, pero tuve que pasar una mano para quitar el vapor por el agua caliente que salió cuando me di una ducha.
—¡Oh por Dios! —chillé bajo para que no me escuchara.
Hunter ya se había duchado y aquí estaba yo, metida en el baño, temerosa de salir porque él había sido claro. Esta noche prometía muchas cosas y una de ellas era un rico orgasmo que me dejaría con ganas de más.
—No seas cobarde, Angel, no seas cobarde. Ya has hecho esto antes, no debes tener miedo —me trencé el cabello. Miré mi atuendo y no me veía tan mal: una blusa de seda con tirantes a juego con unos pantaloncillos cortos que dejaba ver mis piernas.
Estaba temblando por dentro, mi corazón latía muy rápido, las manos me sudaban, tenía la boca seca. Se sentía como si fuera la primera vez, aunque ya había perdido la cuenta de cuántas veces estuvimos juntos y fui suya. No dejaba de pensar en cada sucia palabra que Hunter me había dicho mientras me tocaba y marcaba lo que era suyo. Después de eso estaba segura de que nadie iba a poner sus manos en mi cuerpo, lo quería y necesitaba solo a él.
Cogí el picaporte y lo giré lentamente, alargando el momento de enfrentarme con él y descubrir los hermosos placeres a los que me podía llevar esta noche. Cerré la puerta a mi espalda y lo vi acostado en la cama, metido bajo los cobertores, al verme salir del baño arrastró su lasciva mirada a mi pequeño cuerpo, apagó la televisión y sonrió de lado.
—Angel —su voz salió ronca —. Ven aquí, nena —palmeó el lugar vacío a su lado.
Obedecí y me acerqué a la cama, subí del otro lado. La habitación estaba iluminada por las luces afuera del hotel, lo que me dejaba ver a la perfección su bonito rostro. Pasé saliva cuando estuve a su lado, temblaba de los pies a la cabeza.
—No tengas miedo, ángel, no haré nada que tú no quieras —deslizó su mano en mi cabello y soltó la trenza que me había hecho minutos atrás —. Me gusta más así.
—Lo que tú digas, diablo —Sus ojos cobraron un brillito maligno, que me hizo estremecer todo el cuerpo.
—Cuando me dices así algo dentro de mí se enciende.
—Eres mi diablo y haré lo que me digas.
De un momento a otro tenía su cuerpo encima del mío, estaba atrapada y no tenía escapatoria. Sus ojos bajaron a mis senos, mis pequeños limones que ahora estaban en la mira de sus filosos fanales grisáceos.
Me intimidas, señor Dagger.
Quiero que me tomes de una vez.
—Eres una niña buena, ángel —pasé saliva. Una de sus manos ascendió a mi hombro, deslizando el tirante de mi blusa. Sentí un rico y delicioso escalofrío cuando rozó mi piel y con los nudillos descendió hacia mi muñeca —. Eres hermosa, Angel, tu boquita es preciosa, tu diminuta cintura, tus pequeños senos —me mordí el interior de la mejilla —. Quiero probarte, sentirme dentro de ti. Quiero recorrer tu piel con mi lengua.
¿Qué te detiene? Hazlo ahora mi señor.
Por favor, tómame ya. Quiero ser tuya de nuevo, una vez más y otra vez.
Sus labios se estrellaron contra los míos, en un beso pasional que me hizo gemir en su boca. Succionó mi lengua, la mordió torturándome con sus besos. Sentí su mano en la piel de mi estómago y subió a mis senos que amasaba con delicadeza. Mis pechos se pusieron duros al igual que mis pezones, con dos dedos pellizcó y tiró haciéndome gemir.
—Me estás torturando, Hunter Dagger —dije cuando se separó de mi boca y pude respirar tranquila. Sentía los labios hinchados, mi sexo palpitaba, tenía las bragas húmedas. Mi piel pedía más y más.
—Esto no es nada, muñequita —se deslizó hacia abajo escondiendo la cabeza entre los cobertores. Subió mi blusa y se perdió en el valle de mis senos. Sus labios se asieron a mis senos, lamía, tiraba de mis pezones y succionaba con su lengua caliente. Descendió por mi vientre y dejó un beso en mi ombligo, con más besos bajó hasta llegar a la costura de mis pantaloncillos. Sentí sus manos en mis piernas y tiró de la prenda hacia abajo, dejando mis muslos y bragas expuestas ante él, ante sus ojos. No quise ver que hacía ahí dentro, solo la sensación me diría que lo que sea que tenía planeado sería bueno y glorioso, cómo siempre que se perdía en medio de mis piernas.
Sus labios besaban por encima de la tela que para estos momentos ya estaba húmeda, si bajaba un poco más iba a poder sentir lo mojada que me encontraba por él.
—Hunter —apenas pude murmurar cuando dejó un beso ahí, en ese botón lleno de nervios que envió una corriente eléctrica a todo mi ser.
Sentí su dedo ir de arriba abajo, trazando una línea invisible sobre la tela de mis bragas. La apartó y tiró de ella provocando un chillido de mi parte. Ahora sí estaba expuesta a él. Hizo flexionar mis rodillas y se perdió en mi sexo, empezó tocando con la punta de su nariz que se deslizó por mi clítoris. Su lengua salió peligrosa y lamió aquel punto hinchado, tiró con sus dientes y metió uno de sus dedos que entró sin problemas en mi sexo, esta lo recibió con gusto. Estaba tan húmeda que su dedo entraba y salía sin problema alguno.
Nunca me había sentido así, tan plena, deseada, amada, correspondida. Hunter me deseaba, lo sabía, lo veía y lo podía sentir cada vez que me besaba, cuando me acariciaba suavemente. Y yo, bueno, mentiría si decía que no sentía lo mismo, que no deseaba tenerlo entre mis piernas, dentro de mí, ahora estaba perdido en mi sexo, lamiendo, succionando, metiendo su dedo en mi vagina que lo recibía encantada como si estuviera preparada para sus dedos, para su lengua con la que me hacía estremecer de pies a cabeza.
—Sabes muy bien, ángel —murmuró. Sopló sobre mi clítoris provocando un rico estremecimiento en todo el cuerpo.
Bajé mis manos a su cabeza, enterrando mis dedos en sus cabellos. Lo quería sentir más cerca, más profundo.
—Dios, eres exquisita —cerré los ojos echando la cabeza hacia atrás, abrí la boca. Sentía el deseo crepitar por cada uno de mis huesos y piel, lo sentía en el vientre, ahí, donde Hunter hacía maravillas con su lengua experta. Sentí otro dedo más entrar y el calor de mi piel se elevó mucho más —. ¿Te gusta?
¡Sí, sí, sí! Más, más, por favor.
No podía ni hablar, solo pude asentir con la cabeza, pero mi silencio lo dijo todo.
Los movimientos de sus dedos aumentaban con el paso de los segundos, iban a la par con los de su exquisita lengua, que se deslizaba de arriba abajo, de un lado al otro. Estaba mojada, tan mojada cómo cada vez que Hunter me tocaba, este hombre me iba a matar de placer. Podía morir en esta cama, en esta habitación, sabía que me haría tocar las estrellas.
—Más, más, más —jadeé. Mis caderas oscilaban al mismo ritmo que sus dedos y su lengua —. Tócame, Hunter, tócame más, por favor —rogaba casi de rodillas.
Yo era una masa gelatinosa de placer, estaba ardiendo por dentro, me sentía desfallecer. Aquella sensación empezó en mi sexo, se fue extendiendo cómo lo hace el agua en un río, crepitaba, crecía dentro de mi ser, se adueñó de todo, piel, huesos, células... Las paredes de mi vagina se cerraron alrededor de sus magníficos dedos.
—¡Dios! —gemí cuando el orgasmo estalló en cada parte de mi cuerpo y me hizo temblar de pies a cabeza. Me mordí el labio con fuerza, Hunter seguía lamiendo, yo temblaba de placer. Mis piernas estaban fallando, mi corazón latía rápido, pensé que se me iba a salir del pecho por la emoción.
Hunter se separó, no sin antes dejar un beso en mi clítoris, que ahora mismo estaba sensible, tanto que el solo contacto de sus labios me hizo reír. Se deslizó hacia arriba cubriendo mi cuerpo con el suyo, me quitó algunos cabellos del rostro y dejó un casto beso sobre mis labios, estos tenían mi sabor todavía. Me quedé mirando el techo con una estúpida sonrisa enmarcada en los labios, solté un suspiro y mi pecho subió, dejé salir el oxígeno y mi pecho bajó lentamente.
—¿Te gustó?
—¡Sí! —chillé. Sonrió —. Sí, fue... ¡Wow!, me encantó. Eres un experto —Sus dedos acomodaron el tirante de mi blusa y sus labios se quedaron pegados a mi piel.
—Solo me tienes que decir cuando quieras más placer y yo te lo daré, ángel —puso dos dedos bajo mi barbilla —. Solo yo te daré placer, ángel —asentí.
Era tan posesivo, sin embargo, me encantaba y eso estaba mal, lo sabía, aun así, me gustaba que lo recordara. Yo era solo suya, mi cuerpo lo era, mis orgasmos le pertenecían a él.
—Solo yo seré el causante de tus orgasmos —asentí mordiéndome el labio —. ¿Lo entiendes?
—Sí, señor —me giré hacia él y lo empecé a besar, tan lento que era una tortura, tan despacio que me era imposible pensar con claridad, tan lindo que sentía mariposas en el estómago —. Quiero hacerte feliz a ti, señor —negó con la cabeza —. ¿Por qué no?
—Esta es tu noche, ángel, yo me conformo con verte feliz y plena —su mano se acunó en mi mejilla derecha. Esta era grande al igual que sus gruesos dedos —. ¿Te gustó? —Asentí y me mordí el labio. Todavía sentía pena por lo que había pasado, mis mejillas estaban rojas, el rostro me ardía. Los estragos de aquel orgasmo seguían en mi cuerpo.
—Me encantó, cómo cada vez que lo haces —hundí mi cabeza en su cuello e inhalé el rico aroma de su cuerpo y loción, era una mezcla fresca, varonil, tenía el sello de Hunter Dagger.
Pasé mi nariz por la piel sensible de su cuello y mi lengua salió filosa para lamer, con mis labios succioné por algunos minutos. Lo escuché jadear ronco, bajé mi mano a su erección y casi gimo al sentir lo grande y duro que estaba. Solo podía pensar en el momento que de nuevo estuviera dentro de mí. Sería magnífico cómo siempre.
—Señorita Rider —gimió —. No sigas, por favor.
—Déjame darte placer a ti, Dagger —cogió mi rostro entre sus manos y levantó mi mejilla para que lo mirara a los ojos.
—Ahora no, todavía no es el momento.
—¿Y cuándo será el momento? —mi mano seguía en su miembro, subiendo y bajando por encima de la tela —. Quiero hacerte feliz —Su pulgar se deslizó por mi labio inferior.
—Más pronto de lo que te imaginas, tu boquita me hará feliz. Solo quiero verte arrodillada frente a mí, con mi pene en tu boca y tus labios abiertos para mí.
Por favor, te quiero dentro de mi boca.
Era cómo una niña feliz porque le habían dicho que pronto tendría su juguete favorito, solo que mi juguete ahora estaba cubierto por unos pantalones y un bóxer. Un juguete que más bien parecía una paleta, una por la que pasaría mi lengua varias veces hasta que...
—¿Qué estás pensando, Angel? ¿Qué sucias escenas está maquinando esta cabecita? —enarcó una ceja.
—Pienso en el día que te tenga en mi boca y te corras para mí.
—Oh, sí, será placentero, ángel —estampó sus labios contra los míos y metió su lengua descarada en mi boca. Nos besamos hasta que los labios me ardían, hasta que no podía respirar bien, hasta qué sentí que si continuábamos así no íbamos a salir de esta cama.
Nos separamos y nos miramos a los ojos por interminables segundos. Era hermoso, tenía una barba larga y bien cuidada, su cabello era más largo, lo que me permitía meter mis dedos para masajear. Sus brazos eran largos y duros al igual que su pecho y más abajo tenía seis paletas perfectas por las que pasaba mis dedos.
—Te quiero, Angel, te quiero mucho.
—Y yo te quiero a ti, señor Dagger.
Subió mis pantaloncillos junto con mis bragas y me acosté a su lado. Sentía que esto era un sueño, uno perfecto y no quería despertar.
—Oye —mi mejilla está apoyada contra su pecho. Escuchaba perfectamente el latir de su corazón.
—¿Qué? —su mano acariciaba mi cabello con suavidad.
—No nos hemos cuidado —reparé en mis palabras —. Hunter, hemos hecho el amor y no nos hemos cuidado —me erguí sentándome en el colchón con las piernas estiradas.
—¿Cuándo se supone que debe bajarte la regla? —empecé a hacer cuentas con los dedos. Con todo lo que había pasado últimamente, ni siquiera recordaba cuando se supone que debía bajarme la regla.
—A finales del mes.
—Todavía faltan unos días, así que vamos a hacer una cosa —giré la cabeza para verlo, señaló mi lugar en la cama y regresé a su lado —. Si no te baja la regla, empezando el mes vamos con el doctor, pero no creo que estés embarazada.
No es algo que esté en mis planes en este momento.
Me acurruqué en su pecho. Ahora no iba a poder dormir pensando en que podría estar embarazada y no es que no quisiera tener un hijo, sin embargo, no consideraba que este fuera el momento correcto para ser madre, no estaba psicológicamente preparada para ello. Un hijo era una bendición, pero para mí, con todo lo que estaba pasando, no lo sería, mucho menos cuando esto que pasaba entre Hunter y yo no era del todo real, bueno, sí lo era en gran parte era real, cómo los sentimientos, pero estaba consciente de que nos habíamos casado porque hice un pacto con él.
—¿Y si resulta que sí estoy embarazada? —esperaba su respuesta ansiosa.
—Si eso llegara a pasar, entonces seremos los mejores padres de todos, ¿sí? No te voy a dejar sola, nunca lo haría —dejó un beso en mi frente. Ya no estaba tan nerviosa, aunque no podía evitar estar preocupada —. No te preocupes, Angel, todo va a salir bien.
Asentí con la cabeza y cerré los ojos para intentar dormir. No me iba a quebrar la cabeza pensando en esto. No quería arruinar todo esto con mis absurdas preocupaciones. Hunter tenía razón en algo, todavía faltaban algunos días para saber si estaba embarazada o no, ya me preocuparía después.
—Descansa cariño.
—Hasta mañana, Dagger —me apretó delicadamente.
—Hasta mañana, mi vida —dejó un beso en mi mejilla.
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