Capítulo 32. 💙
"Perdón por las mordidas, es la primera vez
que pruebo el cielo"
—Germán Renko.
Hunter
El agua de la regadera caía sobre nuestros cuerpos, empapándonos por completo, de los pies a la cabeza. Mis palmas abiertas sostenían sus caderas, mientras devoraba su sexo con vehemencia y pasión. Sus manos se asiaban a mis hombros, apretándolos con fuerza, enterrando sus uñas en mi piel, gemía y aclamaba más, y yo no le podía negar nada, me encontraba embelesado y cegado por el deseo que crepitaba mis huesos y se estancaba en mi estómago. Una sacudida de su parte y un vigoroso gemido resonó entre las cuatro paredes del baño. La mantenía acorralada en la esquina, con una de sus piernas sobre mi hombro y mis manos en sus caderas, apoyado sobre las rodillas en el suelo.
—Hunter —jadeó con voz ronca. No paraba de chupar y lamer su sexo, el delicioso líquido blanquecino que brotó del edén en medio de sus piernas. Sostenía mi cabeza con una mano, intensificando los movimientos de mi lengua —. ¡Dios! ¡Ah! —gimió de nuevo.
Sus piernas temblaban y su cuerpo vibraba. Me detuve cuando ella paró de temblar, sin embargo, ascendí con pequeños besos sobre su piel mojada, crucé el valle de sus senos y me llevé uno de estos a la boca y lo chupé cómo si fuera una rica paleta mojada.
—Me duele todo —se quejó. Cerré la llave de la ducha y me quité el rastro de agua del rostro con una mano. Los cabellos se le pegaban al rostro, los hombros y los senos —. Ya no puedo seguir —jadeó. Su pecho subía y bajaba.
—¿Estás segura de que no puedes más? Porque yo te haría el amor toda la noche —la tomé de la cintura y le di la vuelta.
—¿Toda la noche? —preguntó.
—Toda la noche y todo el día —sostuve su nuca con una mano, apoyando su mejilla contra la loseta del baño —. Hasta saciarme de estas ganas que tengo de ti.
Contuvo un jadeo cuando la penetré con fuerza enterrando mi pene en su sexo. Agarraba sus caderas con vehemencia, enterrando mis dedos en su piel, la sostenía para tener mejor control y acceso a su cuerpo. Lo metía y lo sacaba lentamente, mordía sus hombros y lamía el lóbulo de su oreja, pasaba mi mano por su espalda acariciando su piel mojada.
—Hunter, ya no puedo —jadeaba fuertemente —. Para, para —no podía parar cuando me encontraba totalmente perdido en el vaivén de sus caderas, cómo apretaba sus paredes a mi alrededor, sus gemidos que resonaban en el baño. Gimió más y más fuerte, rasguñando las paredes, restregándose sin descaro.
—No puedo parar —jadeaba en busca de aire —. No puedo —deslicé la mano derecha por sus costillas, rozando sus senos. Con la palma abierta abarqué su cuello y garganta, alzó la barbilla y su espalda se apretó a mi pecho. Dejaba pequeñas mordidas en sus hombros, chupaba su piel dejando evidentes marcas rojas.
—Ahora eres tú quien me muerde —se quejó.
—Lo siento, no lo puedo evitar —me disculpé —. Pero tú tienes la culpa, sabes a cielo.
En ese momento, cuando mis movimientos se detuvieron y me moví más lento, el orgasmo, que había estado reteniendo explotó dentro de mí, mi agarre en su cuello se afianzó, con mi otro brazo la sostuve del vientre para que no cayera al suelo de rodillas. Angel también gimió, solo que esta vez lo hizo con mucha menos energía, se veía cansada.
—¿Estás bien? —asintió.
—Sí —me regaló una bonita sonrisa a pesar de que se encontraba agotada. Limpié su sexo con el agua de la regadera y la vestí con una toalla que se encontraba en el baño. La cargué en mis brazos y la llevé a la cama, donde la dejé con mucho cuidado —. Gracias —murmuró —. Eres tan atento.
—Soy un animal, ángel, no debí continuar —puso un dedo sobre mis labios.
—No te preocupes por eso, yo quise que continuaras. No es tu culpa tampoco —con dos dedos cogí un mechón de su cabello y lo llevé detrás de su oreja. Sus mejillas estaban teñidas de un sutil color carmín, labios hinchados y su piel tibia —. Nunca dejaría que hagas nada que yo no quiera —bostezó y se acurrucó en mis brazos.
—No permitas que haga esto de nuevo —le pedí —. Por favor.
—De acuerdo —sonrió.
Pasaba mi mano por su cabello mojado, a los pocos minutos se quedó profundamente dormida, con la bata de baño puesta y el cabello enmarañado. Quise despertarla, sin embargo, solo le hablé despacio para decirle que le iba a quitar la bata para ponerle las bragas y el pijama. Al final de la noche yo también me fui a dormir, estaba cansado y con sueño, había sido un largo día lleno de emociones y muchos sentimientos encontrados. Por un lado, estaba feliz de casarme con Angel, era una gran mujer y la quería mucho, por otro lado, tenía miedo, ya que no quería enamorarme cómo un demente de ella, no quería perderme de nuevo en una mujer y que al final todo se fuera al diablo. Y no quería hacer comparaciones, pero no podía evitar pensar en Charlotte y lo que hizo cuando me dejó y se fue. No quería que pasara lo mismo con Angel, no obstante, me conocía bastante cómo para saber que si algo llegaba a suceder sería yo quien se alejara antes de que resultara lastimada.
****
El tono del móvil me hizo abrir los ojos de golpe, estiré la mano hacia el mueble y cogí el aparato. Tuve que cerrar los ojos acostumbrándolos a la luz del día. Al abrirlos de nuevo me di cuenta de que era Maykel, solté a Angel y salí de la cama.
—¿Quién es? —murmuró adormilada.
—Sigue durmiendo —palmeé su hombro, cogió el cobertor y se cubrió la cabeza.
—¿Qué quieres? —le pregunté. Salí de la habitación dejando la puerta entreabierta.
—Buenos días, Maykel —ironizó. Bostecé y sacudí mi cuerpo para quitar la pesadez que llevaba encima.
—Buenos días, Maykel. ¿Qué quieres? ¿Te das cuenta de qué horas son?
—No sé qué horas son allá, dónde están, pero aquí son las nueve de la mañana y hay cosas que debes saber.
—¿Qué cosas debo saber?
—Llamó Vitale —intenté acordarme de quién era Vitale, sin embargo, en este momento no sabía ni cuál era mi nombre, mucho menos iba a saber quién era ese tal Vitale —. Vitale Schiavonne. ¿No lo recuerdas?
—El italiano —chasqueé los dedos.
—Sí, él.
—¿Y qué quiere? —pregunté.
—Hará un evento de recaudación cómo cada año y te ha mandado una invitación. Dice que asistirán algunos empresarios conocidos —al decir "asistirán algunos empresarios conocidos", a lo que se refería es que iban a asistir más mafiosos cómo él y cómo yo.
—¿Quién va a ir?
—Mason Turner, Dale Rossi, Rykel De Vaux, Devan Hawke, Mikhail Záitsev, entre otros —me rasqué la ceja.
—¿Crees que sea buena idea ir?
—No sé tú, pero yo pienso que te conviene. Así podrás crear nexos con otros mafiosos, ¿no crees? —solté un suspiro —. Piénsalo, tienes unos días para pensarlo.
—¿Qué más me ibas a decir?
—¡Ah sí! Ya casi está todo listo para saber lo que tiene Serena en el móvil, solo necesitamos el aparato y meter un código en este y ¡voila! Tendremos acceso a sus contactos, mensajes, fotografías y todo lo que no esté ocultando. ¿Cuándo regresan?
—Hoy mismo. Esta noche —respondí.
—¿Quieres que vaya por ustedes al aeropuerto?
—Si me haces el favor te lo agradecería mucho —comenté.
—De acuerdo, me mandas mensaje cuándo vayan llegando y nos vemos ahí.
—Oye —lo interrumpí —. ¿Todo está bien?
—Sí, aquí todo marcha sobre ruedas. No puede ir mejor.
—¿Y Serena? —me asomé dentro de la habitación para ver que Angel no se había despertado —. ¿Has visto algo raro en ella?
—Algo así como raro no. La he visto salir a caminar con Callie, habla por teléfono y manda algunos mensajes, pero nada más —explicó.
—Mantenla vigilada y no apagues las cámaras.
—Entendido, jefe.
—Nos vemos por la noche —colgué y regresé dentro de la habitación. Cerré la puerta y giré hacia la cama, Angel estaba despertando, frotándose los ojos y bostezando.
—¿Dónde andas? Regresa a la cama —levantó los cobertores, invitándome a dormir a su lado.
—Son las nueve de la mañana —intenté explicar.
—No importa, una hora más, ¿sí? —puso esa mirada de cachorrito y no pude decirle que no.
—Solo una hora más —aplaudió feliz. Me metí bajo los cobertores a su lado y la abracé de inmediato.
—¿Con quién hablabas? —preguntó.
—Era Maykel.
—¿Pasa algo malo en la casa?
—No, todo está bien —se acomodó en mis brazos.
—De acuerdo, vamos a terminar de dormir.
No podía decirle que no cuando me tenía completamente embrujado por ella. Me encontraba perdido en el sabor de su boca y la tibieza de su piel, quería dormir toda la vida a su lado y así mismo oler su cabello y su piel. No quería que esto terminara en dos años, ni en tres, ni en veinte años en el futuro. Yo ya me veía a su lado, siendo padres y viviendo lejos de la ciudad, solo nosotros para toda la vida.
Tampoco quería que este viaje llegara a su fin, sin embargo, teníamos que regresar a casa y enfrentar todos los problemas que dejamos atrás: el viaje a Suiza, la operación de Serena y su recuperación, después de eso (y si todo salía bien) que se fuera de nuestras vidas de nuevo. No, la quería cerca de Angel y de Callie, tampoco que arruinara sus vidas cómo lo hizo hace años y que la historia se volviera a repetir.
—No quiero volver todavía —Angel se quejó mientras metía la ropa dentro de la maleta.
—Si fuera por mí te juro que nos quedaríamos más tiempo. Pero tengo que trabajar y también tenemos que ir con tu madre a Suiza —hizo un puchero con los labios —. Oye —cerró la maleta, me aproximé a ella y cogí sus manos con delicadeza —. Cuando todo esto termine vamos a viajar a donde tú quieras, el tiempo que sea.
—¿En serio?
—Claro que sí, cariño —besé el dorso de su mano —. También quiero que sigas estudiando —sus orbes se iluminaron —. Quiero que termines tus estudios —sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Harías todo eso por mí?
—No te imaginas todo lo que yo haría por ti, mi vida —me abrazó por el cuello dejando besos en mis mejillas y labios.
Me gusta cuando me besas así.
—¡Sí quiero! Quiero estudiar y viajar, quiero tener una cafetería y vender pasteles, cupcakes y galletas —decía con tanta ilusión. Mi corazón se hinchó al escucharle decir todas estas palabras cargadas de esperanza.
—Harás todo eso, solo te pido tiempo, nada más que eso —asintió —. No pido más.
—Te voy a dar el tiempo que sea necesario —solté sus manos.
—Vamos a terminar de guardar todo esto —había ropa sucia en la cama, cómo el vestido de novia, mi traje y sus braguitas, antes de que las cogiera las atrapé con una mano.
—¿Qué vas a hacer con mis bragas?
—Las voy a conservar cómo un lindo recuerdo de lo que pasó estos días —guardé las bragas dentro del bolsillo de mi pantalón.
Ya había recogido las fotos y el vídeo de la boda, pagué en recepción lo que consumimos en el hotel y los días que nos hospedamos, pedimos un taxi y le pedí que nos llevara al aeropuerto para regresar a casa.
No tardamos mucho en llegar, mucho menos en subir al jet, sin embargo, sí tuvimos que esperar dentro del jet mientras le daban permiso al piloto para despegar. Aproveché el tiempo para besar a Angel, no me quería despegar de ella, pasar tiempo a su lado y probar su dulce boquita, mientras metía mi mano bajo su falda.
—Espera —musitó. Se encontraba sentada sobre mis piernas, con sus brazos rodeando mi cuello.
—¿Qué pasa? —aparté su cabello a un lado.
—Nos pueden ver.
—No me importa —dije. Besé su cuello, a la vez que acariciaba el interior de sus muslos.
—Hunter —resolló cerca de mi oreja —. Eres insaciable.
—No te imaginas lo que quiero hacer ahora mismo —mi mano se adentró bajo su falda, tocando solo un poco su piel.
—¿Qué quieres hacer? —lamió mi oreja.
—Muchas cosas sucias —pellizqué su sexo por encima de sus bragas.
—Pervertido —golpeó mi pecho.
—Tú me conviertes en un pervertido —sonrió.
Pocos minutos después, el jet despegó y Angel regresó a su lugar. A mitad del viaje recibió una llamada de Mara donde le decía que se lo estaba pasando de maravilla, decía que necesitaba este viaje y que esperaba para el próximo año, Angel junto a Callie pudieran acompañarlos para que ellas también conocieran los bellos paisajes que por ahora solo podía ver en fotografías que su amiga le mandaba. Había ilusión y anhelo en sus luceros, ahora más que nunca quería llevarla a todos lados, viajar con ella por todo el mundo y juntos conocer muchos lugares. Solo quería que Angel fuera completamente feliz.
Angel
Llegamos a Seattle aproximadamente a las ocho de la noche. Me sentía confundida y perdida, todavía no podía creer que ya era la esposa de Hunter Dagger y que hicimos el amor como si fuéramos conejos insaciables que no podían parar. No me arrepentía de lo que hice, estaba segura de que con el tiempo él también me podía llegar a amar tanto o más de lo que yo ya lo amaba. Porque sí, hice esto pensando en mi madre y por compromiso, sin embargo, una parte de mí quería hacer esto porque amaba a Hunter y quería estar a su lado toda la vida.
¿Qué voy a hacer si todo se termina en dos años?
Esa pregunta me la hacía más seguido de lo que me lo podía imaginar, ya que también era uno de mis miedos, que las cosas no resultaran cómo yo deseaba y que todo se terminara en dos años. Tampoco es que tenía muchas opciones, no podía pedir el divorcio cuando no tenía la cantidad para la indemnización, ni trabajando toda mi vida podría juntar esa cantidad. Era mucho dinero del cual carecía.
Al llegar a casa sentí una gran paz y tranquilidad. Bajé del auto, tomé una gran bocanada de aire y abrí los ojos. Callie salió de la casa y se echó a correr en mi dirección, extendí los brazos para recibirla, cuando llegó frente a mí la abracé con todas mis fuerzas. Jamás nos habíamos separado por tanto tiempo y de nuevo la iba a dejar sola, pero esta vez serían más días y no estaba segura de si iba a poder hacer esto.
—Angel, estás aquí —dijo feliz.
—Estoy aquí, Bicha —dejé un beso en su mejilla y se apartó.
—Quiero ver el anillo —levanté la mano mostrándole el anillo que rodeaba mi dedo —. ¡Dios mío! —cuando vio a Hunter dejar las maletas en el suelo, corrió hacia él y le abrazó con ímpetu —. Ya te puedo decir cuñado —ambos se rieron.
—¿Cómo estás, Bicha? —le preguntó Hunter a mi pequeña hermana.
—Muy bien, ahora estoy mejor —se separaron —. Necesito que me digas todo lo que pasó. ¿Por qué no me dijiste nada? —le preguntó a Hunter, cruzándose de brazos.
—Era una sorpresa para tu hermana —se justificó él.
—Esta vez te lo voy a pasar —Lo señaló.
Hunter llevó las maletas dentro de la casa, las dejó al lado de las escaleras y abrazó a Marie en cuánto salió de la cocina.
—Con ustedes todo es tan misterioso —dijo Marie. Palmeó la espalda de Hunter, se separaron y después me abrazó a mí —. ¿Cómo estás?
—Muy bien, Marie. ¿Cómo estás tú? —dejó un beso en mi mejilla, después nos apartamos.
—Mucho mejor, Callie ha sido una buena enfermera.
—Y Serena, ¿cómo está? —ambas se miraron con complicidad —. ¿Pasó algo? —negaron.
—No ha pasado nada, todo está bien. Pero necesito que me digan que traman —se cruzó de brazos. Hunter se acercó y cogió mi mano enlazando nuestros dedos. Giró mi muñeca para mostrarles el anillo que me entregó en la capilla.
—Nos hemos casado. Ahora Angel es mi esposa, la señora de esta casa —Marie abrió los ojos con sorpresa —. Te lo quería decir, sin embargo, preferí esperar hasta casarnos porque sabía que me ibas a decir que no —Maykel se aproximó y felicitó a Hunter.
—Te felicito, hermano, has tomado la mejor decisión de tu vida —palmeó su espalda —. No te vas a arrepentir —se separaron y fue mi turno de ser felicitada por Maykel —. Felicidades, Angel.
—Muchas gracias, Maykel —nos abrazamos.
—Mucha paciencia para soportar a este ogro —ambos nos reímos, pero al separarnos Hunter estaba serio, muy serio.
—No te enojes mi amor —apreté sus mejillas con mis dedos.
—¡Aw! Son tan lindos —expresó Callie agitando las pestañas.
—Hunter —lo llamó Marie —. ¿Podemos hablar? —Callie, Maykel y yo nos miramos cómplices.
—Claro que sí, Marie —Hunter se hizo a un lado dejando pasar a Marie primero, detrás de ella avanzó él y entraron al despacho.
—Lo va a regañar —dijo Maykel.
—¿Crees que lo regañe? —Me arrepentí de haber preguntado por qué segundos después se escuchó el primer reclamo de parte de Marie.
—¿Y si mejor vamos a la cocina a tomar café? —preguntó Maykel.
—¡Sí, vamos! —respondimos Callie y yo al mismo tiempo.
—Marie y yo cocinamos unas galletas con chispas con chocolate y quedaron deliciosas —dijo mi hermana.
—Yo les ayudé —Maykel levantó la mano. Juntos entramos a la cocina.
—Tú solo pusiste las chispas y ya.
—¡Pero hice algo, niña! Así que no te quejes.
—Nos discutan —les pedí.
Callie me ayudó a servir el café y sacó las galletas. Los tres nos sentamos en los taburetes, me preguntaron todo sobre la boda y les platiqué todo lo que pasó, desde que llegamos hasta que nos casamos, obviamente omití algunos detalles que nadie podía saber. Solo Mara sabría lo que pasó con Hunter y eso hasta que regresara de su viaje. Me daba mucho gusto que les estuviera yendo tan bien en sus vacaciones y que los tres estuvieran bien. Le tenía mucho aprecio a sus padres y a ella más que nadie, siempre fue una gran amiga y me ayudó en todo momento.
Les mostré las fotos que tomamos y Callie estaba chillando feliz, se limpiaba la nariz y seguía llorando a moco tendido.
—¡Ay Angel! Te veías tan bonita —sollozó —. El vestido es hermoso y el peinado —se echó a llorar.
—Qué linda te ves —dijo Maykel con sinceridad —. ¿Te imaginas si todo se hubiera hecho con tiempo? Todo hubiera salido perfecto —le sonreí a Maykel —. ¿Has sabido algo de Mara? —cambió de tema.
—Hablamos en la mañana, me dijo que está bien y que te extraña —sus mejillas se pusieron rojas, Callie también lo notó —. Te pusiste rojo de la cara.
—No es cierto —intentó disimular, sin embargo, se había delatado solito —. ¡Estás rojo!
—¡No es cierto!
—Eres tan lindo —apoyé la cabeza en su hombro —. No tengo dudas de que tú y Mara están hechos el uno para el otro.
—¿Eso crees? —indagó.
—¡Claro que sí! —puse una mano en su brazo —. Confío en ti y estoy segura de que la vas a tratar bien y quererla mucho.
—De eso no tengas dudas. Mara es una linda chica y me encanta.
—Tú también le gustas a ella —dijo Callie —. Y mucho.
—Cuando vuelva le puedes decir todo lo que sientes y por favor —me giré hacia él —. Te voy a suplicar que no le hagas daño —le rogué con la mirada —. Trátala bien y quiérela mucho, mi amiga se lo merece.
—Tú también mereces que te quieran bien, ángel —me abrazó por los hombros y dejó un beso en mi mejilla.
Los tres platicamos mucho, nos reímos y planeamos tantas cosas para cuando todo esto terminara, queríamos salir y conocer tantos lugares aquí en Seattle. Maykel también se apuntó para hacer todos estos planes con nosotras, lo incluimos porque era un gran amigo, tierno y comprensible. Tenía un corazón del tamaño del mundo. Nos platicó que tenía una mascota, un lindo perrito de nombre Alfalfa, al que quería cómo si fuera su hijo. Lo rescató de la calle y decidió quedarse con él, ahora no imaginaba su vida sin Alfalfa. Si de por sí ya creía que Maykel era un buen partido para mi mejor amiga, con esto lo terminaba de confirmar: Maykel y Mara estaban hechos el uno para el otro.
Maykel miró la hora en su reloj y observó la puerta, esperando que Hunter y Marie aparecieran, sin embargo, ya se habían tardado un poco en el despacho y no tenían para cuando salir.
—Dile a tu esposo que mañana vengo a primera hora —se puso de pie —. Tengo que hablar con él.
—Yo le digo —se aproximó a nosotras dejando un beso en nuestra mejilla.
—Y de nuevo, muchas felicidades —le sonreí.
—Gracias, Maykel. Con cuidado —nos dijo adiós con la mano y salió de la cocina.
—Ese sujeto me agrada —musitó Callie.
—A mí también, es una buena persona —Callie bostezó.
—Voy a acostarme, tengo sueño —se puso de pie —. ¿Vas a ir a ver a Serena?
—Sí, en un momento voy —dejó un beso en mi mejilla.
—Me alegra que estés aquí, hermanita —le agradecí con una sonrisa.
Cuando Callie salió de la cocina no demoré mucho en salir yo también de la casa y visitar a Serena. Debo ser sincera y decir que no se veía nada bien cómo cuando la dejamos para ir a Las Vegas, aunque ella insistía en que se encontraba de maravilla, a mí no me podía mentir, no estaba bien y teníamos que salir a Suiza cuanto antes.
Me preguntó por qué del viaje tan apresurado y no me quedó más que decirle la verdad, que Hunter y yo ahora éramos esposos. Creo que no se esperaba esta sorpresa, así como yo no me esperaba que ella regresara después de tantos en los que pensé que ya nos había olvidado. Dijo que estaba feliz por mí, sin embargo, algo en su gesto y manera de decirlo me hizo desconfiar un poco, cómo si no fuera sincera conmigo. Tampoco le iba a preguntar el porqué, no tenía caso cuando parecía que guardaba más secretos de los que pretendía revelar. Al final me despedí de ella y regresé a la casa, cuando entré a la habitación Hunter ya estaba dentro, se estaba cambiando de ropa y me dijo lo que pasó con Marie, ella estaba enojada por la decisión que tomamos sin consultarlo con nadie y no es que tuviéramos que pedir permiso para casarnos, ella quería estar en ese momento con nosotros y compartir ese momento a nuestro lado.
—No sé, pero siento que me oculta cosas —dije desde el baño. Me cepillé los dientes y dejé el cepillo en su lugar, al lado del de Hunter. Ahora iba a dormir en su habitación con él.
—¿Por qué dices que sientes que te oculta cosas? —preguntó. Me enjuagué la boca y me sequé con una toalla que colgaba al lado del lavabo. Salí del baño y trepé a la cama.
—Por el tono que usó para decirme que le hacía feliz que ahora estemos casados —me puse de rodillas sobre el colchón y empecé a masajear sus hombros —. Siento que fue sincera, pero....
—¿Pero no fue tan sincera?
—Exacto —encogí un hombro —. No quiero ser mal pensada, sin embargo, sus actos y comportamientos me hacen dudar de ella. Sé que es mi madre, pero...No sé.
—Por eso existe el dicho "Piensa mal y acertarás". El que sea tu madre no significa que debes confiar ciegamente en ella, ¿o sí? —negué con la cabeza —. Qué bueno que no confías en ella y mantengas tu distancia —me detuve solo apretando sus hombros con mis manos. Hunter dejó un beso en mi dorso derecho y bostezó.
—Vamos a dormir que mañana hay muchas cosas qué hacer —bajé de la cama y apagué la luz, me aseguré que la puerta estaba bien cerrada y me metí bajo los cobertores a su lado. Nos acostamos a modo que quedamos cara a cara, con uno de sus brazos bajo mi cuello y el otro en mi cintura.
—Es la primera noche que dormimos juntos en esta cama siendo esposos —me acerqué un poquito más.
—Y no será la última, Dagger —sonrió de lado.
—Me gusta cuando me dices Dagger,
Y a mí me gustas tú.
—Y a mí me gusta cuando me dices ángel —dejó un beso en la punta de mi nariz —. Puedo saber qué te dijo Marie, los gritos se escuchaban en el lobby —me atreví a preguntar.
—Me regañó por hacer las cosas a escondidas, aunque le expliqué por qué lo hicimos, no le pareció que no le dijimos nada, ella quería estar presente y ser parte de la boda.
—Pobre Marie, no me gusta hacer las cosas a escondidas de ella —exhalé —. ¿Crees que nos perdone? —no dudó en responder.
—Ella nos va a perdonar, va a terminar entendiendo por qué hicimos las cosas así. Marie tiene un gran corazón, al igual que tú.
—Siempre tan lindo conmigo, Hunter.
—Porque eres un ángel —ahora dejó un beso en mi frente —. Hasta mañana, ángel.
—Hasta mañana, Dagger.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro