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Capítulo 29. 💙

"Aquí estaba yo...

pensando que la magia

no existía, y ahora eso

es todo lo que veo cuando te miro"

—Ron Israel.

Hunter

Cuando desperté Angel ya no estaba a mi lado, no sé en qué momento salió de la habitación y se fue dejándome solo. Quizá estaba tan cansado que me quedé dormido y no me di cuenta cuando salió de la cama. Estos días habían sido cansados y llenos de sorpresas, desde que Serena apareció todo cambió empezando porque ahora tenía a Angel viviendo en mi casa, a veces en mi cama. Y lo que pasó en la noche, no lo podía creer aún. Nos dejamos llevar por esta pasión que sentíamos, este deseo que nos consumía a ambos y algo que quería hacer desde hace mucho. Había deseado estar en medio de sus largas piernas y probar el edén que guardaba con tanto recelo. Puedo estar seguro de que fui el primero al que dejó bajar y probarla de esta manera y también podía jurar que lo disfrutó tanto como yo.

Salí de la cama y me di un baño, me puse ropa cómoda, ya que no tenía pensado salir. Tenía que arreglar algunas cosas antes de viajar a Las Vegas y después que regresáramos viajaremos con Serena a Suiza por más tiempo. Si antes mi vida se limitaba a trabajar, ahora solo giraba alrededor de Angel, estaba dispuesto a dejar todo de lado solo por ella, era tan importante para mí que no dudaría en dar mi alma si con ello aseguraba su felicidad.

Escuché tres golpes en la puerta mientras terminaba de abotonar mi camisa tipo polo, a la vez que me miraba al espejo.

—Adelante —la puerta se abrió y detrás apareció Marie con una taza de café. Al verla le sonreí y ella me devolvió la sonrisa —. Buenos días —le dije, entró para dejar la taza encima de la mesita y acercarse para ayudarme a acomodar el cuello de mi camisa.

—Buenos días, Hunter.

—¿Has visto a Angel? —se apartó, dando un paso atrás.

—Está desayunando en la cocina con Maykel —no me sorprendió que Maykel estuviera aquí tan temprano, era raro que no hubiera llegado antes. Aunque agradecía que estuviera aquí porque le iba a dejar algunos pendientes de los que se tenía que hacer cargo mientras yo no estuviera.

—Voy a desayunar con ellos —asintió y caminó hacia la puerta —. Marie, espera.

—Dime —dio media vuelta.

—¿Has visto a Serena? —desvió la mirada y negó.

—No, pero no tardo en ir y hablar con ella. Me dijo Alexander que le encargaste cuidar de ella y llevarle todo lo que pueda necesitar —asentí. Me acerqué a la mesita para coger la taza y darle un sorbo.

—Te voy a pedir un favor —se asomó hacia el pasillo.

—Lo que sea —llevó las manos frente a ella.

—Voy a viajar con Angel esta noche, no vamos a tardar. No preguntes a donde vamos porque no te voy a decir —le aclaré antes de que empezara con el interrogatorio —. Quiero que cuides a Callie y no la dejes sola con esa mujer, no confío en ella.

—Yo tampoco confío en ella. Me da mala espina —se estremeció —. No sé cómo le vas a hacer para que Angel no esté cerca de ella ahora que van a viajar a Suiza.

—No te preocupes por eso, te aseguro que no voy a dejar que esté a solas con ella —le aseguré —. ¿Harás lo que te pido? Maykel se va a quedar a dormir aquí, Danielle va a venir todos los días y van a estar Alexander y Josh.

—Sabes que nunca dejaría sola a Callie, menos con ella. Y confío que lo que sea que vayas a hacer estos días será bueno y no vas a perjudicar a Angel —me señaló con un dedo.

—Te juro por mi vida que no haré nada malo.

Solo nos vamos a casar y la haré mi mujer, nada más que eso.

—Pórtate bien, Hunter Dagger —de nuevo me señaló con un dedo y esta vez salió de la habitación.

Me quedé unos minutos dentro, pensando en Blake y en mi madre. En momentos como estos las extrañaba demasiado, quería que estuvieran aquí conmigo y que conocieran a Angel, conociéndolas, estaba seguro de que la amarían tanto como yo. Angel era una buena mujer y mi madre estaría orgullosa de que hubiera encontrado a alguien cómo ella.

Bajé hacia la cocina, Angel se encontraba desayunando con Maykel, quien al verme entrar se quedó callado y evitó mirarme a los ojos. Dejé la taza dentro de la tarja y me giré hacia ellos.

—Buenos días —dije y los dos me voltearon a ver.

—Buenos días —respondió Angel. Maykel estaba masticando.

—Hoy vamos a hablar con tu madre —me acerqué a la isla y me senté frente a Angel. La mirada de Maykel iba de Angel a mí y de mí a Angel.

—¿Tiene qué ser hoy? —dejó la taza en la mesa y se limpió las esquinas de los labios con la servilleta. Cómo todos los días llevaba puesto un vestido con pequeñas flores. Me gustaba cuando usaba vestidos floreados.

—Cuanto antes hablemos con ella mucho mejor.

—Así estará fuera de esta casa —masculló Marie. Se sentó al lado de Angel y apretó su mano —. No quiero a esa mujer cerca de ti ni de Callie. Perdóname, hija, pero no confío en ella —palmeó su mano.

—Ni yo la quiero cerca y eso que no la conozco —comentó Maykel. Le tenía que dar la razón por que la tenía, él ni siquiera la conocía y tampoco creía en ella. Todos aquí desconfiábamos de ella.

—Espero que no la conozcas —le dijo Marie —. No es una buena mujer —se formó una mueca en los labios de mi amigo.

—No debería estar aquí.

—Eso es mi culpa —Angel levantó la mano —. No tengo el corazón de piedra para dejarla morir a su suerte, no soy tan mala como para echarla a la calle con lo enferma que está.

—Pero Hunter sí lo es, él la puede echar a la calle —entorné los ojos en su dirección —. O, ¿no? —negué con la cabeza.

—No —dije entre dientes, apretando la mandíbula —. Tampoco soy tan cruel.

—¿No? ¿Por qué no? —indagó Maykel. Sabía perfectamente por qué hacía esto y aun así me quería delatar ante Marie, que si bien ella también estaba enterada de que todo esto lo hacía en gran parte por Angel y también para que Serena no fuera un problema más adelante.

Imprudente, metiche.

—Cierra la boca —musité, mirándolo mal. Maykel no dijo nada y siguió desayunando. Qué bueno que tenía la boca ocupada y así no decía nada.

—Lo que decidan hacer yo los apoyo, entre más lejos esté Serena mucho mejor. Voy a estar más tranquila —le di la razón a Marie. Yo tampoco la quería cerca, había algo en ella que no me terminaba de gustar y no me agradaba, si la tenía aquí era por Angel nada más, pero cuando todo esto terminara se iría lejos, no me importaba darle dinero para que se largue, pagaría lo que sea con tal de tenerla fuera de nuestras vidas para siempre.

—No vamos a perder el tiempo, vamos de una vez —me puse de pie y le hice una seña a Angel para que me siga. Asintió y se puso de pie.

—Suerte —Marie puso una mano en el brazo de Angel y ella le sonrió. Salimos juntos de la casa y cogí su mano enlazando sus dedos con los míos.

—¿Qué haces? —miró mi mano y subió a mi rostro.

—Para tu madre somos novios, así que hay que seguir fingiendo que lo somos.

—Y tú te sacrificas, ¿no? Cómo anoche —su voz tembló.

—Es una tortura estar a tu lado, pero no por las razones que piensas —abrió un poco la boca —. Y lo de anoche sabes que te encantó tanto como a mí —la miré a la cara y sus mejillas se tiñeron de un rojo pálido.

—¿Hablamos de sexo? —arrastré la mirada hacia ella.

—¿Tú hablas de sexo? —respondí su pregunta con otra pregunta.

—Hunter, yo pregunté primero —se quejó.

—Que importa quien haya preguntado primero. Veo que ya me estás empezando a conocer —le hice un guiño.

Nos detuvimos frente a la puerta de la casa y toqué con los nudillos, esperamos unos segundos hasta que esta fue abierta y detrás apareció Serena con una gran sonrisa en los labios.

Hipócrita.

—Pasen —se hizo a un lado y entré detrás de Angel, apoyando la mano en su espalda baja.

—Necesitamos hablar contigo —fuimos hacia la sala y nos sentamos en el sofá grande, mientras que Serena lo hizo en el pequeño.

—¿De qué quieren hablar? —preguntó.

—Es sobre el viaje a Suiza —hablé —. No has dicho nada.

—No sé qué decir. No pensé que me fueras a ayudar y que me recibieras en tu casa.

—Angel es tu hija, yo haría cualquier cosa por ella —Serena se fijó en nuestras manos enlazadas. Se estaba tragando el cuento de nuestra relación, aunque en este momento no estábamos fingiendo nada.

—Veo que la quieres mucho —asentí sin dudarlo. Angel me miró extrañada y le sonreí. Deposité un beso en su mejilla y estas se pusieron rojas. Estaba sorprendida por mi gesto.

—La quiero demasiado, pero no ese no es el tema. Dime, ¿cuándo nos vamos a Suiza? Recuerda que entre más pronto viajemos más rápido te van a operar. No puedes perder tanto tiempo —se quedó pensando unos segundos —. Pero antes de que digas algo, tenemos que informarte que vamos a salir de la ciudad un par de días —frunció el ceño levemente.

—¿Van a salir de la ciudad?

—Unos días, tenemos algunas cosas que arreglar —apreté los dedos de Angel.

—No vamos a tardar —le aclaré, para que no pensara que iba a poder hacer y deshacer a su antojo —. Por si tienes alguna duda, Marie se va a quedar, también Callie y Maykel.

—¿Maykel es el chico rubio delgado?

—Ese es Maykel y espero no hagas nada, cómo una tontería. Te voy a tener bien vigilada —con ella no me podía andar por las ramas, tenía que ser sincero y decir las cosas de frente.

—Hunter —musitó Angel a mi lado.

—Lo siento, cariño, sabes que no me gusta darle vueltas al asunto.

—Lo que tienes que saber es que esta casa está bien vigilada. Nadie puede entrar ni salir sin que Alexander o Josh lo sepan, por favor, no nos vayas a decepcionar —Angel todavía tenía esperanzas de que su madre no fuera tan despreciable cómo los demás creíamos que lo era.

—Puedes confiar en mí, hija. No haré nada, ni siquiera voy a salir, me voy a quedar aquí —exhaló —. Pueden viajar tranquilamente. Estos días quiero aprovecharlos para pasar tiempo con Callie —le sonrió a Angel.

—Voy a confiar en ti y espero que no termines decepcionándome cómo en el pasado —dijo mirándola a los ojos, siendo franca con su madre y sin temer a lo que esta pudiera decir.

—Puedes confiar en mí, Angel —me miró también —. Pueden confiar en mí. ¿Puedo saber cuándo nos vamos a Suiza?

—En cuánto regresemos de nuestro viaje —le expliqué y asintió.

—Perfecto, me parece bien —Angel y yo nos pusimos de pie al mismo tiempo. Detrás lo hizo Serena y se acercó para despedirse de su hija, a mí solo me dio un apretón de manos. Estaba consciente de que yo no le agradaba, aunque ella me agradaba menos y la detestaba más de lo que ella me odiaba a mí.

—Vayan con cuidado —apretó las manos de Angel. Cuando la soltó no dudé en coger una de ellas y la apreté.

Salimos de la casita y caminamos de regreso a la casa para arreglar algunas cosas que estaban pendientes. Quería dejar todo listo para poder salir de la ciudad al menos dos días y no tener que preocuparme por nada, sin embargo, con Serena en la casa eso era casi imposible.

—Te noto raro —nos detuvimos en medio del patio. Miré en dirección hacia la casita y la miré de nuevo hacia ella. ¿Qué pasa? —se giró por completo hacia mí.

—Me vas a llamar paranoico, pero no termino de confiar en tu madre —le dije —. Perdóname, Angel, en serio quiero confiar en ella, quiero creer que es sincera y que no tiene malas intenciones. No importa lo que haga y lo que diga, no puedo confiar en ella cuando las dejó siendo solo unas niñas —mascullé.

—Solo pido que esto termine ya, quiero que todo sea cómo antes —solté sus manos y deslicé las mías por su cintura para atraerla a mi cuerpo.

—Nada va a ser igual, cariño. Recuerda que pronto serás mi esposa, la señora Dagger —jadeó cuando agarré con más fuerza su cintura y sus senos se apretaron a mi pecho —. La dueña de esta casa y de mi corazón —dejé un beso fugaz sobre sus labios.

—Tu corazón —su mano derecha ascendió a la altura de mi corazón, quedándose ahí por interminables segundos.

—Ese es tuyo, desde ahora y para siempre —sus orbes se iluminaron con pura magia.

Había olvidado lo bien que se sentía estar así de ilusionado con alguien, vibrar en la misma frecuencia y sentir estas estúpidas mariposas que revolotean en todo mi cuerpo, cómo si siempre estuviera flotando, cómo si mis pies no tocaran el suelo. Y no quería dejar de sentir esto porque era una agonía, no sentirse aquí, ser solo un ente gris que vaga sin rumbo fijo.

—Yo también soy tuyo, ángel, completamente tuyo —mis labios dejaron un tierno beso en su frente. Nos quedamos así por algunos segundos que disfruté en demasía. Amaba estos pequeños gestos que para muchos podrían no significar nada, sin embargo, para mí lo eran todo en esta vida.

Entramos a la casa y le llamé a Maykel para terminar los pendientes que teníamos, cómo dije, quería dejar todo listo, ya que después de regresar de Las vegas viajaríamos a Suiza y ahí íbamos a estar mucho más tiempo. Tenía que dejarle algunas reglas a Maykel, pero este ya las sabía al derecho y al revés. Danielle no tardó en llegar, ella también se quería a cargo de algunos negocios importantes y no me preocupaba que pudiera hacer algo más, siempre demostró ser una mujer muy inteligente y eficaz. Angel nos trajo café y unas ricas galletas que había preparado con mucho amor.

—Gracias —le dije cogiendo su mano y dejando un suave beso en su dorso —. ¿Puedo saber que vamos a comer hoy? —levanté la mirada hacia ella.

—Marie quiere preparar un rico trozo de filete a la mantequilla, con pasta y ensalada —se me hizo agua la boca —. ¿Qué les parece? —no miró a los tres.

—Voy a estar esperando la comida —Maykel se sobó la panza, Danielle solo pudo negar con la cabeza.

—Todo lo que Marie prepara es una maravilla —comentó Danielle.

—Los dejo para que puedan terminar —solté la mano de Angel permitiendo que saliera del despacho, dejándonos a los tres solos de nuevo.

—No sé qué tramas —comentó Danielle, segundos después de que la puerta se cerrara —. Pero te puedo decir que estás más que enamorado de Angel —me señaló con el bolígrafo.

—¿Eso crees? —cogí la taza y le di un sorbo.

—No solo lo creo, lo veo —añadió —. Mira Hunter, sabes que no me gusta meterme en tus cosas, es tu vida y tú puedes hacer con ella lo que se te venga en gana, solo quiero decirte que me alegra que seas feliz y que de nuevo te des la oportunidad de amar.

—¡Es lo mismo que yo le he dicho! —se metió Maykel.

—Deseo de todo corazón que Angel y tú sean felices —en todo momento fue sincera, nunca dudé de sus buenas intenciones.

Llevaba años conociendo a Danielle, al principio nuestra relación era un poco complicada, ella era muy grosera, nunca se quedaba callada y yo, bueno, siempre he tenido un mal carácter, eso nos llevó a pelear en más de una ocasión, ya que a mí no me gustaba que no se quedara callada y ella me repetía que debía ser más amigable, ni uno de los dos aprendió, así que nos fuimos acostumbrando al otro. Danielle tenía más o menos seis años trabajando para mí, llegó cuando necesitaba empleo para continuar con sus estudios, era torpe y no sabía preparar un café, sin embargo, y con el paso de los años fue aprendiendo y ahora no podía pensar en tener a nadie más cómo mi asistente, ella era la mejor de todas y la quería más que una empleada, era una buena amiga también.

—Cambiando de tema. ¿Qué les dijo Serena? —preguntó Danielle.

—Está de acuerdo en ir a Suiza y nos vamos cuando Angel y yo regresemos de nuestro viaje —ella me miró extrañada, después miró a Maykel esperando que este fuera imprudente (cómo siempre) y se le saliera decir algo de lo que habíamos hablado.

—Hay muchas cosas por hacer, pendientes que resolver —se quejó Maykel.

—Lo más difícil ya está hecho y lo demás lo puedes hacer tú también, eres mi abogado y tienes un poder firmado por mí para tomar las decisiones que creas son las correctas.

—Sí, pero yo no soy tú. Además, no se me da bien lo de los clubes.

—Danielle te puede ayudar —la señalé y la rubia suspiró.

—Para eso me pagas —se quejó —. Así que lo haré, con mucho gusto. Muchachón, me vas a tener que soportar —apretó con rudeza la pierna de Maykel y este se quejó.

—¿Me vas a dejar solo con ella? ¡Mírala! Es una bruta —recibió un buen golpe de parte de la rubia y bien merecido se lo tenía.

—Imbécil —dijo ella —. De todos modos, lo terminaré haciendo todo yo, porque tú te estresas y te pones a llorar.

—¿Te pones a llorar? —pregunté.

—¡¿Yo?! ¡Claro que no!

—¿Recuerdas aquella vez que fuiste a Italia y te quedaste ahí unos días junto a Charlotte? Maykel estaba llorando porque no sabe usar Excel, cuando le expliqué me dijo estaba fácil y que no te dijera nada de que se puso a llorar.

—No lo puedo creer —musité negando con la cabeza.

—Chismosa, prometiste que no le ibas a decir nada —comentó Maykel, muy ofendido.

—Yo no prometí nada —atacó Danielle.

—No te vuelvo a contar mis secretos —Maykel giró la cara, muy indignado porque se supo que era un llorón.

—¿Y Angel qué dices de todo esto? ¿Cómo se siente que su madre ha regresado?

—Tampoco quiere a su madre aquí, los dos pensamos que esconde algo y no nos agrada. La quiere lejos de Callie. Ella se fue, creo que no hay mucho que explicar del porqué no la quiere en su vida.

—¿Crees que Serena se va a ir? —preguntó Danielle —. Aquí lo tiene todo, Hunter, eres su minita de oro —tal vez Danielle tenía razón, pero por nada del mundo iba a dejar que Serena se quedara aquí más del tiempo del debido, en cuanto se recuperara la quería fuera de nuestras vidas para siempre.

—No me importa darle dinero con tal de que se vaya. Con tal de que nos deje en paz.

—¿Harías eso? —inquirió Maykel —. ¿Darle dinero a la madre de Angel para que no esté cerca de sus hijas? ¿Serías capaz?

—¿Crees que, no lo puedo hacer? —levanté una ceja en su dirección.

—Sí, te creo capaz de hacerlo, eso y más —Lo señalé con un dedo.

—Ahora que no vamos a estar, quiero que cuiden a Callie, no la dejen sola ni a ella ni a Marie, ella se va a quedar al cuidado de la pequeña rubia —les dije a ambos.

—Genial, ahora seré la niñera de una niña de once años —masculló Danielle.

—Dieciséis años —corregimos Maykel y yo a la rubia.

—Qué más da cuántos años tiene, es una molestia cuidar niños —rodó los ojos y bufó.

—Tú no serías una buena madre —le dijo Maykel.

—Y no quiero serlo —le respondió —. Pero bueno, tendré que hacer el sacrificio de cuidar a la pequeña molestia —me quise reír, pero me contuve.

—En cambio, yo sí quiero tener hijos, todos los que Mara quiera tener.

—Tú y Amara no son novios —dijo Danielle, lo que no le pareció a Maykel —. Ella ni siquiera está en la ciudad y quien sabe cuándo regrese. Tal vez ya no regrese —acercó la taza a sus labios.

—¡Grosera! Eres una mentirosa, Mara va a regresar y un día nos vamos a casar y vamos a tener todos los hijos que ella quiera —iban a empezar a discutir cómo si fueran niños.

—No empiecen —les pedí.

—Dile a Danielle que no sea así de cruel —miré a la rubia.

—Yo solo digo la verdad —se encogió de hombros.

—Sabes que es muy sensible —Maykel se puso de pie y se sentó a mi lado —. No le digas esas cosas.

—Ash, ya no digo nada para no hacer llorar al niño.

****

Danielle tuvo que salir (pero iba a regresar), así que nos quedamos Maykel y yo revisando algunos pendientes que también eran importantes. Ambos tenían indicaciones de qué hacer si algo salía mal, pero conociéndolos a los dos sabía que harían un buen trabajo.

—Te voy a pedir un favor, no dejes que Hiro haga lo que se le da la gana, sabes que no quiero sus clubes clandestinos aquí. No está en la ciudad y quien sabe cuándo regrese, pero cuando sepa que no estoy va a querer hacer su santa voluntad.

—¿Temes que Blake te busque si se llega a enterar en lo que andas metido? —dejé la tableta a un lado y me pellizqué los lagrimales. Habíamos estado trabajando desde la mañana. No paramos hasta que llegó la noche.

—Sabes que no dudará en buscarme si empiezo con el negocio de la trata de blancas, me odia y no dudaría en meterme a la cárcel. Eso nunca me lo podría perdonar.

—Es tu hermana —dijo algo que era más que obvio para mí.

—Sí, pero yo maté a mi padre, su padre. El hombre que ella más ha amado en este mundo. Tiene más odio por mí que por nadie más —exhalé.

—Tú no lo querías matar —musitó a mi lado —. Fue un accidente.

—Es lo que me repito cada día, pero la culpa no es menos porque lo haga. Nunca hubiera querido que mi padre se enterara de que era yo quien metía las armas y drogas a las calles cuando él era el jefe de la policía y tenía que mantenerlas limpias de criminales cómo yo. ¿Crees que hubiera querido eso? Jamás. Cuando vi la decepción en su mirada supe que todo estaba jodido.

Nunca quise matar a mi padre, fue un accidente cómo dijo Maykel, aun así, fui yo quien sostenía el arma, fui yo quien apretó el gatillo y fui yo quien causó su muerte. Tenía bien merecido el odio de mi hermana y mi madre. Solo esperaba que a pesar de todo ellas fueran felices por no tenerme a su lado. De vez en cuando preguntaba por ellas, no podía olvidar que existían y que se encontraban ahí. Aunque no estaba cerca, siempre quise saber de ellas. Blake tenía un buen puesto en la policía, era la mejor en su departamento, vivía con mi madre que estaba bien también, odiándome, pero ambas estaban bien y eso es lo que más importa.

—No te hace bien, solo pensar en eso —comentó —. Deberías intentar olvidar y concentrarte en el presente. Tienes a tu lado a Angel y se merece a un hombre completo que no esté consumido por sus demonios.

—Eso intentaré. Lo juro.

Y claro que lo haría, ella se merecía todo de mí y eso le iba a dar. Angel era una buena persona que no se merecía en nada a un hombre cómo yo y, aun así, sabiendo que yo no le convenía, haría todo para que ella fuera feliz. Angel era una reina, siempre lo fue y siempre lo sería, así que debía vivir cómo una. Le daría todo lo que me pidiera, mi amor que ese ya lo tenía desde cuándo y mi fidelidad también. Estaba a su entera disposición y podía hacer conmigo lo que ella quisiera.

Angel

No podía pensar bien sabiendo que viajaría con Hunter a quien sabe dónde, porque no me había dicho a qué ciudad íbamos a viajar. Después de ese pequeño viaje cruzaríamos el Atlántico para ir con Serena a Suiza y ahí sí íbamos a estar más tiempo. No quería dejar sola a Callie, pero es que tampoco la podía llevar con nosotros, sus estudios eran más importantes y nunca pasaría por encima de ellos sin antes preguntarle a Callie lo que ella quería.

Quería hacer tantas cosas y a la vez no, estaba llena de nervios y ansiosa por otras cosas más. Anhelaba estar con Hunter, besarlo y dormir a su lado, pero también tenía miedo de que esto que estaba sintiendo por él creciera más y más, hasta llegar a ser un fuego arrasador que me quemaba por dentro. Dios. Solo esperaba que Hunter correspondiera a mis sentimientos, porque si no me iba a sentir cómo una estúpida, si al final me decía que no me quería. Porque yo sí lo quería y mucho.

Subí a la habitación y metí algunas cosas en la maleta. Hunter dijo que serían dos días nada más y que no llevara tantas cosas, que él se iba a encargar de comprarme lo que hiciera falta. No tenía ni idea de que estaba tramando, pero lo que fuera ya lo quería averiguar.

—No dormiste nada —dijo Callie a mi lado. Ya había salido del colegio y me ayudaba con lo que tenía que hacer antes de irnos a este viaje relámpago.

—No pude —musité. Aunque había dormido con Hunter y él se encargó de hacerme sentir bien (muy bien), estaba nerviosa. Lo estaba desde que acepté ser su esposa y pasar con él dos años cómo pago por todo lo que estaba haciendo por Serena.

—¿Por qué? ¿Está pasando algo que no me quieres decir? —negué con la cabeza. Terminé de meter el maquillaje y los zapatos. Cerré la maleta, la puse en el suelo y me senté al lado de Callie.

—No dejaba de pensar en el viaje, tengo miedo —cogió mi mano y le dio un apretón.

—Es tonto lo que te voy a decir, pero no debes tener miedo —se giró hacia mí —. Todo va a estar bien, solo se van unos días—una bonita sonrisa se dibujó en sus labios.

—No me refiero al viaje de hoy, sino a Suiza —le expliqué —. Le pido a Dios que todo salga bien con Serena y que se recupere. Sé que puedo llegar a pecar de tonta, pero es nuestra madre, Bicho y nadie se merece pasar por algo así.

—No eres tonta, hermanita —apartó un mechón de mi cabello y lo puso detrás de mi oreja —. Eres la mujer más noble que he conocido y eso no te hace tonta, solo tienes un gran y noble corazón —le sonreí.

—¿Te puedo pedir algo? —asintió con la cabeza —. Procura no estar a solas con Serena, ¿sí? No es que no confíe en ella, es solo que no quiero que te diga algo y...

—Angel —me interrumpió. Puso mi mano encima de la suya —. No soy tonta y tampoco voy a creer nada de lo que ella me diga. Es nuestra madre, sí, pero yo no olvido que nos dejó y se fue con un hombre —la abracé con fuerza —. Nunca se lo voy a perdonar.

—Eres una niña muy valiente —musité.

—Lo aprendí de ti —nos separamos. Apoyé mi frente contra la suya y cerramos los ojos —. Eres y siempre serás la mejor hermana mayor de todas.

—Te quiero mucho, Bicha.

—Y yo te quiero más a ti, Angelito —mi corazón se apachurró —. Vamos a comer porque tú y mi cuñado tienen que viajar y no vas a irte sin haber comido nada —se puso de pie y cogió mi mano. Salimos de la habitación, pero me detuve de golpe en medio del pasillo cuando escuché mi móvil timbrar.

—Ve, yo te alcanzo —solté su mano y corrí de regreso a la habitación. Cogí el móvil con rapidez, sin siquiera ver quien estaba llamando —. ¿Diga?

¡¿Angel?! —era Mara.

—¡Mara! ¡Eres tú! —chillé —. Qué bueno que me llamaste, estaba preocupada por no saber nada de ustedes.

La señal aquí es un asco, tuve que comprar un móvil con un número de aquí para poder llamarte —me separé el aparato de la oreja. Efectivamente, el número no estaba registrado en mis contactos. Así que ella no sabía nada de lo que había pasado, ni siquiera lo de mi madre —. ¿Cómo estás? —exhalé —. ¿Pasa algo?

—Han pasado tantas cosas, pero no te voy a agobiar con mis problemas. Mejor dime cómo estás, tus papás...

Ellos están superbién, estas vacaciones les hacen tanto bien. Se ven tan enamorados y felices. Yo también necesitaba alejarme de la ciudad. ¿Estás segura de que todo va bien?

¿Cómo te explico que en unos días me voy a casar y que mi madre ha regresado después de tantos años?

—Estoy muy bien, todos lo estamos. Cuando regreses ya te digo todo lo que ha pasado —detrás se escuchaban los sonidos de la naturaleza. El agua fluyendo por el río, el cantar de las aves y puedo jurar que escuché a un mono también.

Está bien, te marco en unos días. Nos vamos a ir de campamento, no creo que te pueda llamar.

—No te preocupes por eso amiga, tú disfruta tus vacaciones y ya. Te quiero mucho, lo sabes.

Y yo te adoro con todo mi corazón —la llamada se terminó y dejé el móvil encima de la cama. Salí de la habitación de nuevo y bajé a la cocina esperando encontrarme con Callie o Marie, pero en su lugar era Hunter quien estaba dentro sirviendo agua en un vaso.

—Cuando desperté ya no estabas en la cama —murmuró. Me acerqué para que no tuviera que gritar y que los demás se enteraran de que dormimos juntos.

—No podía dormir bien y mejor salí para no despertarte —dejó la jarra a un lado.

—Me hubieras despertado y tal vez podíamos continuar con lo de anoche —miré hacia la puerta, esperando que no anduviera nadie por ahí.

—Shhh —me llevé un dedo a los labios —. ¿Acaso quieres que todos sepan lo que pasó anoche?

—Yo no tengo problema con que lo sepan. Tú sí, por lo que veo —le di un manotazo en el brazo.

—Eres un sucio —se lamió los labios.

—¿Y por qué no podías dormir? —menos mal que cambió de tema.

—Estoy nerviosa —admití.

—¿Por qué? —apoyó una mano en el filo de la encimera y se llevó el vaso a los labios.

—Porque nunca he viajado, mucho menos en avión y tengo miedo que pase algo, que el avión se vaya a caer —Hunter se echó a reír a carcajadas, no me hacía gracia que se estuviera burlando de mí por los miedos que tenía. Pero escucharlo, reír así, era música para mis oídos, nunca se había reído de esta manera y aquello me provocó reírme un poco.

—Angel, el avión no se va a caer —se limpió la esquina de su ojo derecho —. Los accidentes de aviones no son tan comunes. Es más probable que ruedes por las escaleras y mueras a que el avión se caiga. Además, son dos horas de vuelo.

¿Dos horas? ¿Pues a dónde vamos que son dos horas?

—Muchas gracias por desbloquear un miedo más, ahora que baje las escaleras voy a tener miedo de rodar y matarme. Creo que serías feliz si eso pasa —levanté la barbilla. Dio un paso cerca y puso dos dedos bajo mi barbilla.

—No digas esas cosas, Angel, yo no podría vivir si a ti te pasa algo —en su voz ya no había ni una pizca de diversión —. No podría vivir sin ti —pasó de la diversión a la seriedad en un par de segundos.

Tragué saliva. Sus ojos eran grandes y brillantes. Su barba estaba algo larga, pero se veía tan sexy así, seductor y atractivo. Dios. Este hombre era tan ardiente que debía ser pecado andar por la calle cómo si nada. Alguien le tenía que decir que no podía ir por ahí mojando las bragas de las mujeres, tenía que ser castigado por ser tan candente.

—Yo...—no pude decir una palabra más porque su pulgar se deslizó desde una de las esquinas de mi labio al otro extremo. Bajó por mi barbilla y acarició la piel de esa zona —. Dios. No hagas eso —jadeé. Me ponía mal este contacto. Me estaba matando por dentro, estar tan cerca y a la vez tan lejos.

—¿Hacer qué? —se mordió el labio —. Solo te estoy tocando.

—Ese es el problema. Un solo roce tuyo y yo me enciendo, Hunter. ¿Qué estás haciendo conmigo? —Mi pregunta salió en una súplica.

—Yo no hago nada, Angel, eres tú la que desea ser tocada y besada, quieres que te haga sentir cómo nadie lo ha hecho nunca. Deseas que te folle tan dulce y salvaje a la vez, dime que no —me retaba —. Quiero escuchar de tu boquita que lo de anoche no te gustó y no quieres que se repita.

—Quiero que se repita —acepté sin dejar de mirarlo a los ojos.

—Lo sabía, pequeño ángel —acortó la poca distancia que nos separaba y apretó sus labios a los míos. Solo fue un roce de nuestros labios, pero provocó que todo dentro de mí se encendiera.

Sus dedos se quedaron bajo mi barbilla y mi mano se asió a su camisa con fuerza. Este hombre me descomponía de pies a cabeza.

—Te juro que el día que te entregues a mí no te vas a arrepentir —deslizó sus dedos por mi barbilla y me soltó. Se apartó y fue a la isla para coger una manzana a la que le dio una mordida.

—Hola —escuché a Marie, de inmediato me erguí y fingí que no había pasado nada, cómo si no estuviera ardiendo por dentro. Giré en redondo hacia la entrada —. Angel, ¿quieres que te ayude con tu maleta? La de Hunter ya está —fue hacia la isla donde dejó algunas frutas y verduras.

—Callie me ayudó, pero gracias —me acerqué y me sonrió —. Ahora que no vamos a estar, te pido que cuides de Callie. Solo debes estar al pendiente de que todo vaya bien, no hay que presionarla para que haga sus tareas, las hace sola, pero no quiero que sienta que la dejamos de lado.

—No te preocupes, Angel, voy a cuidar de ella, así como lo has hecho tú. Aún no me dicen a dónde van y por qué de este viaje —miré a Hunter buscando ayuda, sin embargo, él no se veía nada preocupado, cuando yo ni siquiera sabía qué responderle a Marie.

—Es una sorpresa —respondió sereno —. Después lo vas a saber —Marie entornó los ojos —. Por cierto, ¿has hablado con Serena?

—Fue lo primero que hice al despertar. Le he dejado las cosas claras, le dije que más le vale no hacer nada estúpido porque no voy a dudar en acabar con ella.

—¿Ella te dijo algo? —Ahora fui yo quien le preguntó a Marie.

—Negó que quiera hacerles algo, pero no le creo nada —chistó —. Nunca confíe en ella y ahora menos.

Hunter, Marie y yo dudábamos de las buenas intenciones de Serena. Ni uno de los tres creíamos en ella y la queríamos lejos de nuestras vidas. Al menos que no viviera en esta casa. Sé que era mi madre y que

—No te preocupes por ella —Hunter cortó un pedazo de fruta y se la echó a la boca sin dejar de mirarme —. Si no se va por las buenas, lo hará por las malas.

—¿Qué quieres decir? —le preguntó Marie. Ambas lo miramos a la espera de lo que estuviera pensando.

—¿Qué piensas hacer? —inquirí.

—¿Qué es lo que más le importa a Serena? —enarcó una ceja.

—El dinero —respondimos Marie y yo al mismo tiempo.

—Exacto —levantó un dedo.

—No estarás pensando...—Hunter no dejó hablar a Marie.

—Sí —dijo él.

—No —contestó ella.

—Marie.

—Hunter —quise hablar, sin embargo, ellos no me dejaban meterme en la plática —. No tienes por qué darle ni un centavo a esa bruja —señaló Marie.

—Lo haré para que se vaya.

—¿Qué? —ambos me miraron —. ¿Le vas a dar dinero a Serena para que se vaya? No puedes hacer eso, me niego a que lo hagas.

—Es mi dinero, Angel —sí, ya sabía eso, no me lo tenía que recordar —, y puedo hacer con él lo que yo quiera.

—Sí, sé que es tu dinero, pero no para regalárselo a ella —señalé la puerta —. Ella se irá sin un dólar tuyo —Hunter ladeó la cabeza.

—¿Crees que se va a ir así de fácil? Yo creo que no —Marie le hizo segunda y también negó, dándole la razón.

—Pues yo tampoco creo que vaya a ir así sin más, esa mujer es ambiciosa.

—Sí, pero...—me quedé sin qué decir al sentir sus miradas sobre mí —. No puedes darle dinero para que se vaya.

—Lo haré y ustedes no van a saber nada de ella. La ayudarás con lo de su operación y será todo, no la queremos aquí —zanjó.

No dije nada porque no tenía caso hacerlo, Hunter era un hombre necio y aferrado, sería difícil hacerlo cambiar de opinión, así que me quedé callada, pero hablaría con él más tarde, las cosas no se iban a quedar así.

Comimos todos juntos antes de salir al aeropuerto. No tocamos el tema del dinero, aunque eso no quería decir que no se podía palpar la tensión en el aire, las cosas estaban mal. No podía creer que Hunter le pensara dar dinero a esa mujer para que se fuera. No podía permitir que esto pasara. Estaba haciendo mucho por ella cómo para ahora pensar en la idea de regalarle dinero con tal de que no fuera una molestia.

Al terminar de comer, Hunter subió a su habitación y lo seguí minutos después. Marie se quedó abajo, así que aproveché esta oportunidad para hablar con él del tema.

—No puedes hacer esto —me quedé bajo el umbral de la puerta. Había una maleta encima de la cama y estaba metiendo algunas cosas.

—¿Hacer qué? —ni siquiera se giró para verme.

—No le puedes dar tu dinero a Serena para que se vaya —di un paso dentro de la habitación. Dejó lo que tenía en la mano encima de la cama y se giró hacia mí.

—Sí puedo y lo haré. Es mi dinero, Angel.

—Eso ya lo sé —dije —. Pero no puedes. Ella se irá y ya. Después de la operación solo va a estar unas semanas y después no vamos a saber nada más de ella.

—Angel, eres tan inocente que aún crees que esa mujer se va a ir así nada más.

—Solo tengo que hablar con ella —negó —. Por favor, Hunter.

—No, Angel, ya está decidido y nadie me hará cambiar de opinión —se cruzó de brazos, tenía esa mirada retadora dibujada en los orbes —. ¿Entendido?

—Siempre se tiene que hacer lo que tú digas —sonrió victorioso —. Eres un completo idiota —escupí.

—Ya hemos hablado de esto. Tú estás loca por este idiota que te moja las bragas.

—¿Todo tiene que ser sexual para ti? —enarqué una ceja.

—¿Por qué eres tan mojigata, Angel? No te creo ese cuento de que eres una mujer santa que no piensa en sexo. Ya admitiste que te vuelvo loca y que me quieres dentro de ti, anoche cruzamos una línea más en esta relación. Dormiste en esta cama —la señaló —. Estuve en medio de tus piernas y probé el elixir de tu cuerpo. Creo que ya ha quedado claro lo que somos —se acercó y cogió mi muñeca alzando mi mano —. Que no lleves puesto un maldito anillo de compromiso no significa que no estemos comprometidos, porque te recuerdo por si ya lo olvidaste, que firmaste un contrato donde te comprometes a casarte conmigo. Serás la esposa del diablo, cariño. ¿Cómo te sientes al respecto?

Solo pude pensar en una palabra de entre todas las que dijo.

"Anoche cruzamos una línea más en esta relación"

—¿Relación? ¿Tú y yo tenemos una relación?

—Sí, una donde yo mando y tú obedeces.

—¿Perdón? —parpadeé, atónita.

—Así están las cosas, Angel, y tú aceptaste esto —se mantenía en su lugar y mejor que fuera así, estaba tentada a darle una bofetada que le iba a dejar la piel roja. Mejor que no se acercara a mí si no lo iba a lamentar.

—Yo no acepté ser la sumisa de nadie, menos la tuya —espeté —. En ese contrato no decía nada de mandar y obedecer, quedarme callada y hacer todo lo que me pidas, lo hubiera notado y créeme, no hubiera firmado nada consintiendo algo así —quise zafarme de su agarre, pero este se intensificó, mas no me dolía porque lo hacía con suavidad.

—No serás la sumisa de nadie, pero...—levantó un dedo —. Sí, harás algunas cosas para mí.

—¿Cómo qué?

—Nada malo.

—¿Qué?

—Quiero que seas mi esposa, no pido más —las comisuras de sus labios bajaron.

—¿Nada más eso? —Estaba sorprendida y asustada. La verdad.

—Sí, si después tú quieres hacer algo más será por voluntad propia. No te voy a obligar a nada que tú no quieras hacer, mi vida.

—¿Hacer algo cómo qué? —Estaba curiosa.

—No sé, eso dependerá de ti —encogió un hombro.

—Ahora mismo lo único que quiero hacer es golpearte, golpearte tan fuerte que quedes inconsciente —mascullé con la mandíbula apretada.

—Mejor bésame, sabes que quieres hacerlo —se burló de mí.

—Idiota —me di la vuelta y salí de su habitación. Este hombre me provocaba tantas cosas, besarlo, por ejemplo, pero también quería golpearlo y muy fuerte.

Tonto, mil veces tonto.

Sonreí yendo a mi habitación. La verdad es que me hacía enojar, pero también me hacía feliz y me hacía sentir bien conmigo. Me deseaba tanto o más de lo que yo le deseaba a él y sí, quería que me hiciera el amor, quería que me tomara de una manera salvaje, pero tierna a la vez y quería dormir a su lado todas las noches para despertar al otro día juntitos y abrazados. Tal vez era una mujer muy romántica y cómo decía Callie, pecaba por ser tan buena persona, pero todo eso me llevó a Hunter y todo lo que estaba pasando era aterrador y hermoso a la vez.

Ahora sí creía que lo que las autoras escribían en los libros se puede hacer realidad. Estaba a nada de casarme con mi malhumorado y despreciable jefe, al que también apodaban El Diablo de Seattle.

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