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Capítulo 25. 💙

"Contigo....

Cometer todos los pecados

y seguir siendo un ángel".

—David Sant.

Angel

—Lo primero que te dije que no quería que pasara y fue lo primero que hiciste —hundí un dedo en la tela de su fina camisa blanca a la altura de su hombro.

—¿Me estás culpando por esto? ¿Es en serio? —Ambos volteamos a ver al mencionado Frank Smith. Se encontraba sentado en el sofá más pequeño de la sala, en el despacho, a su lado un hombre que se veía mucho menor que él, dijo que era su compañero. Hunter y yo "hablábamos" de lo que estaba sucediendo y que quería evitar a toda costa, sin embargo, Maykel no pudo hacer mucho llamando a sus contactos porque Frank Smith ya estaba enterado de lo acontecido la noche anterior. Ahora solo esperamos a Callie para que viniera a declarar todo lo que había pasado.

Miré de nuevo a Hunter, con los ojos entornados.

—No es tu culpa, pero ya te dije que ella no va a decir mentiras —levantó las manos en señal de paz. Se veía adorable cuando hacía esto, como si no pudiera romper un plato cuando era capaz de bajarle las bragas a una mujer sin tener que tocarla.

¿Yo dije eso?

—¿Va a tardar mucho la jovencita? —La pregunta del tal Frank me produjo ganas de querer golpearlo, pero tenía que recordar que era un policía y podría empeorar más las cosas.

—No, no va a tardar —le dije. Callie no se sentía bien con todo esto, de un momento al otro le empezó a doler el estómago por los nervios y llegó a vomitar lo que apenas había desayunado.

—¿Todo esto tiene que ver con tus negocios? —Hunter volteó a verlo con las mismas ganas de querer golpearlo —. Me refiero a los negocios sucios, Dagger —tenía ese tono de arrogancia bien marcado y ahora entendía por qué Hunter no lo soportaba.

—No voy a responder eso sin un abogado —lo ignoró por completo —. Tranquila, Angel —se atrevió a poner una mano en mi brazo, cómo si no supiera que estaba molesta y no precisamente con él —. Maykel está aconsejando a Callie, lo que debe decir o no —me mordí el labio inferior con violencia y asentí con la cabeza, lo hice de mala gana, ya que no tenía caso alargar esto cuando tarde o temprano Callie iba a tener que declarar todo lo que pasó esa noche.

Cuando la puerta se abrió más supimos que eran Callie y Maykel, ella se veía nerviosa mientras que él estaba tranquilo. Entendía a mi pequeña hermana ya que nunca tuvimos que pasar por algo así, ni siquiera cuando mi padre falleció tuvimos que declarar ya que se supo que él había chocado el auto a propósito, no había mucho que investigar cuando era más que evidente que ya no quería vivir.

Primero fue lo de mi madre, después el accidente y ahora esto, Callie estaba estresada y nerviosa.

Me acerqué a Callie y me senté a su lado, frente al sofá donde Frank Smith estaba sentado. Apreté su mano, haciéndole saber que estaba con ella y que no la iba a dejar sola en esto.

—Señorita Rider —empezó Frank con las preguntas —. Me gustaría saber a dónde fue el día de ayer y quien la acompañó —sentí una mano sobre mi hombro y al mirar sobre mi hombro era Maykel quien se encontraba detrás escuchando todo lo que Frank preguntaba y lo que Callie respondía. Más allá se encontraba Hunter, con los brazos cruzados a la altura de su pecho y ese gesto serio y malhumorado.

—Ayer por la tarde fui con Hunter al jardín de cristal —respondió mi hermana.

—¿Aproximadamente a qué hora salieron del jardín de cristal? —preguntaba y anotaba en su pequeño bloc.

—No sé bien la hora, creo que fue como a las seis más o menos.

—¿En todo el tiempo que estuvieron dentro del jardín no notó algo raro? No sé, tal vez, una persona que los estuviera siguiendo, alguien que los observara más de lo debido.

—No, la verdad es que no presté atención —respondió y Frank lo anotó.

—¿Nada? —mi hermana volvió a negar.

—No, nada.

—De acuerdo. Cuando ocurrió el ataque, ¿pudo ver el rostro de alguno de los hombres que les dispararon?

—Llevaban pasamontañas, así que no pude ver a ninguno de ellos. Ropa negra, botas tipo militar y armas largas —respondía serena.

—¿Alguno de ellos dijo algo?

—No, se comunicaban con señas —Anotó de nuevo.

—Eso sería todo, señorita Rider —Callie me miró confundida, pero al no haber más preguntas nos pusimos de pie para salir del despacho —. Señor Dagger, tengo algunas preguntas que hacerle a usted —lo miraba fijamente, el odio danzaba a su alrededor, la aversión hacia el otro era la misma.

Callie y yo salimos del despacho mientras que Hunter se quedó dentro con Maykel, al ser su abogado tenía que quedarse con él y no dejarlo solo. Al cerrar la puerta, Charlotte fue la primera en acercarse y detrás lo hizo Marie, quien estaba preocupada por todo lo ocurrido y no era para menos, todo esto era una completa locura.

—¿Qué pasó? —preguntó la pelirroja. Nos llevaron hacia una de las sillas que se encontraban al lado de las escaleras —. ¿Qué les dijo ese hombre? —Callie se sentó al lado de Marie.

—Hizo preguntas nada más. Que, si vio el rostro de alguno de los hombres, si los escuchó decir algo. Le preguntó si en el jardín de cristal vio algo raro, no sé, —me encogí de hombros —. Todo eso —Charlotte asintió con la cabeza —. Me imagino que lo mismo le va a preguntar a Hunter... Al señor Dagger —me corregí —Charlotte se me quedó mirando de una manera muy extraña, cómo si ella supiera algo que yo no, tampoco le presté mucha atención.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó Marie a Callie.

—Mejor, ya no me duele tanto la cabeza —se llevó la mano a la zona donde tenía un gran golpe, este ya no estaba tan hinchado como la noche anterior.

—¿Y si mejor los esperamos en la cocina? Podemos almorzar —sugirió Marie y le dimos la razón por que la verdad ya tenía hambre. Las cuatro entramos a la cocina esperando que ese sujeto (al que no le tenía mucha confianza) no tardara en irse de la casa y así intentar olvidar lo que pasó.

Esta vez fue Charlotte quien me ayudó a preparar el almuerzo, mientras Marie y Callie admiraban a Frida, quien ya estaba más grande y se veía más sana. Cuando la llevaron al veterinario, este les dijo que no tenía ni un mes de nacida, estaba flaquita y le hacían falta algunas vitaminas, que por supuesto, Callie no dudó en comprar todo lo que le recetaron a la pequeña michi.

—Ya sé lo que pasa entre tú y Hunter —murmuró Charlotte. Observé sobre mi hombro a Marie y Callie que estaban más pendientes de Frida que de nuestra conversación.

—No sé de qué hablas —musité y me atreví a mirarla. Tenía ese gesto de saberlo todo —. En serio —rompí los huevos en el plato mientras ella picaba el jamón y las verduras para preparar el omelette.

—Ya te dije que no soy tonta —entornó los ojos —. Le gustas a Hunter y le gustas mucho —apretó mi brazo con sus dedos.

—No, eso no es posible...—se giró hacia mí, lo que me sorprendió más en ella. No esperaba que me tratara como su igual y tuviera este tipo de confianzas conmigo, cuando era la sirvienta de su ex prometido y eso parecía no importarle para nada.

—Angel, te aseguro que sé de lo que hablo y no es por menospreciarte, pero sé mucho más de esto que tú. No eres la clase de chica que has estado con muchos hombres, ¿cierto? —me mordí el labio y negué sutilmente con la cabeza —. Lo ves. Conozco a Hunter y sé cuándo una mujer le gusta y tú no solo le gustas, tú le fascinas, le encantas y estaría dispuesto a dar todo por ti y cuando digo todo, es absolutamente todo.

—Ni siquiera somos novios —musité muy bajito para que nadie nos escuchara —. ¿Cómo es eso posible? —fruncí el ceño.

—No tienes que ser novia de un hombre para que le gustes de una manera descomunal y apasionada —explicó —. No pienses que todos los hombres son iguales y que solo te van a querer para una cosa —eso sí lo entendí y sabía perfectamente a qué se refería: sexo —. Él también te gusta —negué con la cabeza. Cogí un batidor para que los huevos quedaran bien batidos.

—Entre nosotros no puede pasar nada, él es mi jefe, el dueño de esta casa y yo soy su sirvienta —sin esperarlo, Charlotte me cogió por la barbilla obligándome a mirarla a los ojos.

—Eso ni tú te lo crees y no te llames de esa manera —me miró de una manera muy severa —. No eres la sirvienta —dijo en un tono muy despectivo, sin embargo, era la verdad —. Ya te vi siendo la señora de esta casa y eso, mi querida Angel no va a tardar en suceder —soltó mi barbilla, lo que me permitió seguir batiendo los huevos y ella picando las verduras —. Yo sé lo que te digo, de mí te has de acordar.

Escuchamos que la puerta principal se abrió, esperamos atentas para ver quien entraba a la cocina y era Danielle, quien se miraba particularmente asustada y sorprendida al ver a Charlotte aquí.

—¿Dónde está? —se aproximó a la isla y dejó el bolso colgando del respaldo de uno de los taburetes.

—En el despacho, con Maykel y dos policías —respondió Marie. Era evidente que Danielle estaba preocupada por Hunter.

—¿Por qué no me llamó? —nos miraba a las cuatro, sin embargo, cuando reparó en Callie, y notó el gran golpe en su frente se quedó de pie con los ojos abiertos de par en par —. ¿Ella estuvo en el accidente? —se refería a mi hermana.

—Por desgracia, sí —respondí.

—Pero no pasó nada, estoy bien.

—¿Por qué nadie me dijo nada? Me entero hoy de todo cuando ya pasó lo más difícil —decir que estaba molesta era poco, el nivel de enojo que manejaba era insuperable.

—Todo pasó tan rápido —la dura mirada de Danielle hizo que me quedara callada.

—No te culpo a ti, más bien culpo a Hunter y por supuesto a ese imbécil de Maykel —apretó los puños, soltó un largo suspiro y abrió las manos. En un par de segundos se notaba un poco más relajada y menos molesta.

Mientras Charlotte y yo terminábamos de preparar el almuerzo Danielle respondía a algunas llamadas, dijo que eran reporteros queriendo saber lo que había sucedido exactamente ya que había sospechas de que el multimillonario Hunter Dagger sufrió un atentado. Solo eran suposiciones, sin embargo, no iban a dejar de molestar hasta obtener la premisa de lo sucedido. En este momento estaba tan agradecida de no ser Danielle y tener que atender a cada uno de esos reporteros.

Al poco rato escuché voces en el lobby, salí sin hacer ruido y en la puerta se encontraba Frank Smith y su compañero. Frente a ellos estaban Hunter y Maykel.

—Si recuerda algo más que nos pueda ayudar a encontrar a los responsables le agradecería mucho que nos lo haga saber —la mirada que le echaba Frank Smith a Hunter era de odio puro, como si este hubiera cometido el peor de los crímenes y mereciera la cárcel sin derecho a defenderse —. Y espero de verdad que esto no tenga nada que ver con sus otros negocios porque le aseguro que no tendré compasión por usted. Pasarás muchos años en la prisión, si mis sospechas resultan ser ciertas —lo señaló, haciendo un guiño y dio la vuelta para salir de la casa, detrás de él lo hizo su compañero. Maykel se encargó de cerrar la puerta y rodó los ojos con hastío.

—Qué hombre tan nefasto —espetó —. No me termina de agradar.

—A mí nunca me ha agradado —comentó Hunter con ese tono molesto y muy serio.

—¡Angel! —fui pillada antes de poder siquiera moverme de mi lugar. Solo me quedó esperar a que ambos se acercaran y fingir que no había escuchado nada, aunque tampoco es que me hubiera enterado de mucho —. Huele muy rico —pasó a mi lado dejando un apretón en mi hombro y entró a la cocina.

Hunter giró en redondo y con las manos metidas en los bolsillos se acercó. Me hice a un lado para que pasara, pero en su lugar me pujó más a la derecha para quedar frente a mí.

—¿Tu padre no te enseñó que no debes escuchar conversaciones ajenas?

Ese porte con las manos dentro de los bolsillos y vistiendo una camisa junto con los pantalones negros solo provocaba que todo revoloteaba dentro de mí. Mi pecho se sentía cómo un vacío donde todas las emociones se juntaban y ese agujero negro se las tragaba. Me hacía sentir de una manera que ni yo misma lo podía describir con palabras.

—No escuché nada —comenté. Su mirada penetrante demandaba decir la verdad —. Solo escuché un poquito —me encogí de hombros —. Lo siento.

—¿Lo sientes? —frunció el ceño —. ¿Lo sientes por escuchar conversaciones ajenas?

—Ya le dije que escuché muy poco, tampoco es para que se enoje —me crucé de brazos —. ¿Qué le dijo ese policía? —soltó una exhalación.

—Lo mismo de siempre, que harán su trabajo y que si recordamos algo que sea importante se lo hagamos saber —se apretó los lagrimales —. Es un fastidio —bufó.

—No se soportan, ¿verdad?

—Eres muy observadora —rodé los ojos —. Él me odia y yo a él, así es esto —encogió un hombro. Tampoco es que le preocupara mucho que este policía lo tuviera en la mira, es más, creo que no estaba para nada afligido por eso —. Cuando se lleva una vida como la mía, los enemigos son una plaga, crecen cómo el moho y si matas a uno llega otro más y otro más. Son interminables.

Estaba consciente de porque me decía todo esto. Él quería que yo entendiera lo que era su dura y cruel vida, no obstante, parecía que entre más repetía que no me quería cerca, yo me empeñaba en querer estar cerca de él, lo más cerca que se pudiera estar. Es un hombre bastante guapo y atractivo, tenía un no sé qué que me atraía en demasía y me hacía sentir especial, como si fuera la única mujer para él.

—Tu vida ha sido muy dura —mi mano ascendió para intentar acariciar su barbilla, sin embargo, agarró mi muñeca con tanta violencia que pegué un respingo, temerosa de lo que me pudiera hacer, aunque su mirada era dura, sabía que no me haría daño.

—Ya viste por ti misma lo que pasa cuando alguien está demasiado cerca de mí —sus dedos se apretaron alrededor de mi muñeca.

—Ya te dije que tú no tienes la culpa de nada —repetí por enésima vez, tal parecía que quien no lo había entendido era él.

—Y Callie tampoco tenía la culpa de nada y mira lo que pasó —soltó mi mano lentamente hasta que esta cayó a mi costado. Dejó una suave caricia en mi mejilla y se apartó sin decir nada. Sentí una especie de abandono en todo el cuerpo cuando se alejó y me dejó sola en aquel pasillo, como si estuviera poniendo cierta distancia con lo que dijo, así lo sentí.

Para mi buena suerte almorzamos en paz, aunque Danielle seguía molesta porque nadie le avisó lo que había pasado la noche anterior y terminó enterándose al día siguiente. En gran parte la entendía, ya que para ella Maykel y Hunter eran más que sus jefes, ella los consideraba amigos, casi familia. Charlotte terminó por irse al hablar con Hunter y Maykel, Danielle se quedó en la cocina, ya que dicho por ella misma la pelirroja no le terminaba de agradar y no confiaba en ella, a mí se me hacía una gran persona y tal vez no confiaba del todo, pero le daría una oportunidad. Antes de irse se despidió de mí y me deseó suerte con lo que estaba pasando con Hunter.

¿Por qué estaban empeñados en hacerla de cupido? No necesitaba nada de esto.

—¿Puedes llevar café al despacho? —me sequé las manos, después de terminar de lavar los platos y todo lo que ensuciamos en el almuerzo. Ya eran más de las doce de la tarde y yo tenía muchas cosas que hacer.

—Claro.

Mientras el agua hervía en la estufa, saqué tres tazas, cucharas, azúcar, café y crema por si Danielle o Maykel querían su café con crema, porque a Hunter le gustaba solo. Decía que sabía mucho mejor y tenía razón.

Preparé la bandeja con las tazas y los complementos, la cogí con ambas manos y me encaminé al despacho para entregarles su café. La puerta se encontraba entreabierta, solo tuve que empujarla con el hombro y di un paso dentro, justo en el momento que Danielle cogía la barbilla de Hunter y la alzaba observando los golpes que tenía en el rostro.

—Mira cómo te dejaron —se quejó —. Esos malnacidos.

Me acerqué a la sala, donde Maykel se encontraba sentado, me ayudó con las tazas y los platos.

—¿Cómo está Callie? —me preguntó Danielle —. Ya me dijo Hunter como pasaron las cosas —soltó la barbilla de Hunter y se cruzó de brazos.

—Ella está bien, el golpe ya está bajando y dice que no le duele tanto —terminé de poner todo sobre la mesita, cogí la bandeja con las dos manos.

—Qué bueno que no pasó a mayores.

—Necesito que averigües si Hiro se encuentra en la ciudad, la última vez que lo vi no parecía muy amistoso.

—Hiro nunca es amistoso cuando se trata de ti —comentó Maykel que preparaba su café —. A este café le hacen falta galletitas —levantó la mira y yo lo miré —. Angel, ¿hay galletitas? —preguntó de manera elegante.

—Creo que no —su sonrisa se borró —. Puedo preparar unas para mañana.

—Qué decepción. Nunca hay nada en esta casa —se quejó muy molesto, sin embargo, su enojo no fue impedimento para que bebiera de su café.

—Angel, puedes retirarte —dijo Hunter. Obedecí y salí del despacho.

Yo quería escuchar el chisme.

Hunter

Todos se habían retirado y solo nos quedamos Callie, Marie, Angel y yo. No puedo negar que disfrutaba de la compañía de los demás y que, de un tiempo para acá, no me molestaba tenerlos a todos juntos en la casa, sin embargo, me gustaba más cuando nos quedábamos solos y podía estar a solas con Angel y platicar con ella, para conocerla un poco más de lo que ya la conocía.

La casa se encontraba en silencio, eran más de las once de la noche y no podía dormir, solo daba vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. Tal vez un poco de leche caliente me ayudaría a dormir, antes funcionaba cuando era pequeño y mamá me narraba un cuento antes de ir a la cama, siempre fue una gran y amorosa madre, la extrañaba con todo mi corazón y quería regresar a su lado, sin embargo, y a pesar del gran cariño que le tenía no podía regresar a su lado, por más que mi alma anhelaba verla de nuevo eso era imposible. Siempre dije que era un cobarde que no quería pisar la cárcel y estaba en lo dicho, podía apodarme El diablo de Seattle, tal vez tenía la peor reputación de todos, pero eso no quería decir que no era un cobarde. No quería hacerme cargo de mis actos, no quería enfrentarme a la cruel y dura realidad que era mi vida.

Llegué a la puerta de la cocina, pero antes de dar un paso me quedé bajo el umbral cuando vi a Angel sentada en uno de los taburetes de la isla. Apoyé el hombro en el marco de la puerta, cruzándome de brazos, para observarla. Llevaba puesta una blusa con tirantes que dejaba ver sus delgados hombros donde su cabello negro caía como una cascada, debajo solo unos pantaloncillos cortos (me gustaba cuando usaba pantaloncillos cortos), que me permitían ver sus largas y delgadas piernas. Se encontraba concentrada mirando quien sabe qué en el móvil, ni siquiera se percató cuando me acerqué a ella, ya que llevaba puestos los auriculares. Olía a galletas y el horno estaba encendido, al final Maykel se salió con la suya, Angel le preparó sus galletitas como tanto las quería.

—¿Qué haces, Angel? —pegó un respingo cuando mis manos se deslizaron por su cintura y me acerqué a ella por detrás. Se quitó uno de los auriculares y me miró por encima de su hombro.

—Es un vídeo —le eché un ojo a la pantalla de su móvil.

—¿Es un vídeo porno? —alcé una ceja. Ya había visto que no, solo me gustaba hacerla enojar.

—¿Qué? ¡Por supuesto que no! —chilló ofendida. Se quiso poner de pie, pero mis manos sobre sus hombros la regresaron a su lugar —. Es un vídeo de una receta —me mostró la pantalla y efectivamente era el vídeo de una receta —. Eres un depravado.

—Sin embargo, quieres a este depravado en medio de tus piernas, dentro de ese paraíso que guardas ahí abajo —apoyé la barbilla sobre su hombro.

—No tiene caso hablar contigo —masculló.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —indagué. No podía escuchar lo que decía en el vídeo, pero por las imágenes me di cuenta de que era una receta de un pastel.

—Mientras no sea una pregunta relacionada con algo sexual, puedes hacer las preguntas qué quieras —comentó. Pausó el vídeo y giró la cabeza para observarme.

—¿Puedo saber quién te enseñó a preparar todos estos postres tan ricos que haces? —exhaló con melancolía. En ese momento me arrepentí de hacer esa pregunta.

—Aprendí sola, viendo vídeos —señaló el móvil —. Siempre quise pagarme un curso de repostería, pero dadas la penosa situación económica en la que vivíamos me podía dar el lujo de gastar dinero en esas cosas —su voz era un hilo que estaba a nada de romperse.

—¿Y no te gustaría asistir a una escuela de repostería?

—Es lo que más anhelo.

—¿Y por qué no lo haces? —de nuevo suspiró. Cada vez que lo hacía de esta manera yo sentía que el corazón se me agrietaba un poco más.

—Ahora no es por el dinero, no tengo tiempo para eso —cogí la silla de los lados y junto con esta le di la vuelta para que Angel quedara frente a mí. Le sorprendió que pudiera cargarla con todo y silla, sin embargo, no pesaba casi nada.

—¿Y si te doy dos horas libres cada vez que tengas que ir a la escuela de repostería? —sus grandes ojos avellanados se abrieron de par en par.

—¿Me estás diciendo que...? —asentí con la cabeza. Apoyé las manos en el respaldo del banco.

—¿No te gusta la idea? A mí me parece que es una genial idea, no quiero decir que no seas buena repostera, es más, eres la mejor repostera de todo el mundo —una sonrisa se dibujó en sus bonitos labios.

—¿En serio crees eso?

—No solo lo creo, lo puedo confirmar. Tus postres son los más ricos de todos, no por nada Maykel adora venir a esta casa —sonrió de nuevo.

—Maykel come todo lo que se le pone en frente —me dio la razón —. Pero sí me gusta la idea de tomar clases de repostería. Si me dejas ir, claro.

—Sabía que te iba a gustar —me deslicé cerca, solo un poco para sentirla porque necesitaba tanto de su compañía —. ¿Cuándo vas a ir a preguntar?

—Puedo ir mañana —se quedó pensando y sacudió la cabeza —. Mañana no puedo.

—¿Por qué? —indagué.

—Vamos a buscar a mi madre —solo mencionó a su madre y la bilis se disparó en mi garganta.

—¿Has hablado con ella? —de nuevo negó con la cabeza.

—Con todo lo que ha pasado no he tenido tiempo de llamarle. Apenas le llamé a Mara para avisarle lo que pasó. Pero le aclaré que todo está bien.

—Y ella, ¿cómo está?

—Disfrutando de sus largas vacaciones con sus padres. Dijo que están bien, tampoco pudimos hablar mucho, ya que la señal es muy mala —explicó.

—Entonces, ¿van a ir a ver a tu desalmada madre?

—¡Oye! —me dio un manotazo en el brazo, no era tan fuerte, así que no me moví de mi lugar —. No le digas así. Bueno, sí es una mala madre, pero no le digas así —me señaló.

—¿Quieres que vaya con ustedes? No tengo ningún problema en acompañarlas...

—Lo mejor sería que vayamos Callie y yo solas —mis cejas se hundieron —. Ya sé, no debo confiar en ella, pero...—se quedó callada, apretando los labios.

—No, no debes confiar en ella.

—Y no lo hago —se cruzó de brazos —. Callie quiere hablar con ella y no se lo puedo negar.

—Ya sé que no.

—¿Entonces por qué me miras así? —frunció el ceño.

—Eres demasiado noble y esa mujer se puede aprovechar de eso.

—Así cómo lo haces tú —quise responder y negarlo, pero el reloj empezó a sonar. Angel se puso de pie y corrió hacia el horno cogiendo uno de los guantes para abrirlo y sacar la bandeja con las ricas galletas que había preparado.

—Yo no me aprovecho de ti y lo sabes —me senté en el mismo banco donde estaba ella.

—Sí, lo haces, sin embargo, nunca lo vas a admitir.

—Te juro que no lo hago. Si lo hiciera te darías cuenta —soltó una risita. Dejó la bandeja sobre la encimera, se quitó el guante y regresó a mi lado. Antes de que jalara el banco a mi lado la tomé de la cintura y la senté sobre mi regazo.

—¿Qué haces? —mis brazos se cerraron alrededor de su delgada cintura. Recargué mi mejilla contra su espalda y solté un largo suspiro al mismo tiempo que cerraba los ojos.

—No te puedes imaginar cuánto necesitaba esto —puso sus manos sobre las mías que no la iban a dejar ir por nada del mundo.

—¿Qué es exactamente lo que necesitabas? —indagó.

—Esto —la deslicé hacia arriba y en ese momento su trasero rozó con mi miembro que no tardó en reaccionar a su suave roce —. Necesitaba tenerte entre mis brazos.

—Hunter, me confundes demasiado —aceptó.

—Y yo también estoy confundido, no sabes cuánto, sin embargo, de lo único que estoy seguro es que me encantas y me vuelves loco —solté su cintura con una mano y aparté el cabello de su espalda y la parte trasera de su cuello.

—¿Exactamente cuánto? —se restregó descaradamente sobre mi miembro, provocando un poco más lo que ya de por sí sentía cuando la tenía cerca.

—No te lo puedo describir con palabras, ángel —mi mano en su estómago la apretó más a mi cuerpo, que se encontraba deseoso por terminar de una vez con esta agonía que me estaba matando por dentro. Me encontraba hirviendo de deseo por ella, la pasión aumentaba con cada segundo, crepitaba por mi columna y explotaba en todo mi cuerpo.

—Demuéstramelo —jadeó bajito. Mi mano se deslizó por su vientre hacia su sexo, metiéndola por debajo de sus pantaloncillos.

—¿Quieres que te demuestre cuánto me vuelves loco? —asintió seguido de un jadeo —. ¿Aquí?

—Por favor —suplicó y no pude decirle que no. Saqué mi mano de sus pantaloncillos y cogí su mano para llevarla hacia la encimera. Con mis manos en sus caderas la subí sobre la superficie plana para meterme en medio de sus piernas.

—Te puedes arrepentir de esto —se mordió el labio.

—Te aseguro que no será así —enredó sus piernas alrededor de mis caderas, atrayéndome a su cuerpo. Me encontraba muy duro por ella y lo pudo notar en cuanto me rocé encima de la tela que protegía sus braguitas de mis manos juguetonas.

—¿Estás segura?

—Habla menos y actúa más, Dagger —me cogió del cuello de la camisa para devorar mis labios con ímpetu.

Esa es mi chica.

Su lengua traviesa se deslizó entre mis labios abriéndolos a su paso, colándose dentro de mi boca y no dudé ni un segundo en disfrutar de aquel beso que ella me estaba robando a mí, porque fue ella quien tomó la iniciativa de empezar esto y solo ella podía terminarlo. Nunca haría nada que Angel no quisiera, yo llegaría hasta donde ella quisiera llegar.

Mi miembro rozaba peligrosamente su sexo, deseaba arrancarle la ropa y dejarla desnuda solo para mí, sin embargo, y por más que quisiera follarla en este momento sabía que ella no merecía algo así, no era el lugar para hacerlo mucho menos tratándose de Angel. Mis manos viajaron a su trasero, la atraje mucho más a mi cuerpo mientras devoraba sus labios con ese deseo ferviente que nacía dentro de mí. Sus brazos rodearon mi cuello y sus dedos jugaban con los cabellos de mi nuca. Tuvimos que separarnos para tomar una bocanada de aire y seguir comiéndole la boca.

—¿Sabes a qué hueles? —Nos separamos unos centímetros, sentía como si mi cuerpo se enfriara por su lejanía.

—¿A qué huelo? —rozaba su mejilla con la punta de mi nariz. Descendí un poco más por su barbilla, la cual mordisqueé unos segundos y continué mi viaje hasta llegar a su cuello.

—Hueles a canela y a frutas. No te puedes imaginar cómo me fascina olerte cada vez que estás cerca —dejé un pequeño beso en su cuello. Tenía una perfecta vista de sus pequeños y perfectos senos, así que no dudé en meter una mano dentro su blusa. Soltó un gemido en el momento que mis dedos pellizcaron uno de sus pezones —. Te siento muy caliente, ángel —mantenía los ojos cerrados mientras se mordía el labio.

—Estoy ardiendo, Dagger —echó la espalda hacia atrás cuando mi mano se metió de nuevo dentro de su ropa para tocar descaradamente su sexo ardiente. La atraje a mi boca con una mano en la parte trasera de su cuello.

—Me doy cuenta de que estás ardiendo, lo siento en mis dedos —mi mano abarcó su sexo y di un suave apretón que la hizo gemir.

—Necesito sentirte, Dagger —sus mejillas se tiñeron de un delicado color carmín.

Y yo necesito sentirte a ti, Angel.

—Aquí no, Angel, te mereces mucho más que esto —abrió los ojos de golpe, sin embargo, sus facciones se relajaron de inmediato y su boca se estrelló contra la mía.

—¿Entonces cuándo? —preguntó mientras nos besábamos.

—Cuándo tú quieras. Nunca haré nada que tú no estés dispuesta a hacer, así que la decisión es tuya —devoró mis labios con vehemencia.

Nuestras respiraciones eran agitadas, mi pecho subía y bajaba mientras le comía la boca con ferocidad. Mis dedos en su nuca se hundían en su piel, mientras que mi mano en su sexo masajeaba de manera delicada para darle placer sin ser brusco o lastimarla.

—Besas muy bien —chupé su labio inferior y lo solté a los pocos segundos. Abrí los ojos al mismo tiempo que ella y me regaló una sonrisa teñida de malicia y perversión.

—Gracias por el cumplido —murmuró sobre mis labios.

—¿Ahora ya sabes cuán loco estoy por ti? —asintió mordiéndose el labio —. Te dije que no volvieras a hacer eso —apretó los labios. Su respiración todavía era agitada. Saqué la mano de dentro de sus pantaloncillos y cogí su cintura sin soltar su nuca.

—¿Qué me vas a hacer, Dagger?

Ahora me gusta más que me llames así.

—Voy a marcar tu lindo culo con mis manos para que la próxima vez que quieras desobedecerme lo pienses muy bien —mordí su labio con mis dientes.

—Salvaje.

—Puedo ser una bestia también —solté su nuca y su cintura. En ese momento el frío caló mis huesos, sin embargo, no me podía quedar más tiempo, un minuto más a su lado y todo se iba a ir al carajo, la follaría sobre la mesa, en el suelo de la cocina, donde pudiera sentir el calor del edén que guardaba en medio de esas piernas.

Caminaba hacia atrás sin dejar de observar su cuerpo, ella al igual que yo se encontraba devastada y ansiosa por terminar esto de una vez por todas.

—¡Cuidado! —su advertencia llegó demasiado tarde porque antes de poder reaccionar había chocado con la pared llevándome un buen golpe en el hombro —. ¡Auch! —se empezó a reír —. Ya veo que no solo te vuelvo loco, Dagger —dijo orgullosa de sus palabras.

—No me dolió —al salir de la cocina me quejé porque sí me había dolido el golpe, no obstante, frente a ella no lo iba a aceptar.

Esta situación me estaba volviendo loco, no podía estar lejos de ella, pero con lo sucedido con Callie tenía miedo de lo que le pudiera pasar a Angel. Aunque el miedo nunca fue una limitante para mí, en este momento de mi vida me importaban más los demás que yo mismo. Angel me importaba más que todos los demás, lo tenía que aceptar y eso me frenaba a hacer muchas cosas. Solo necesitaba una señal que me dijera que estaba haciendo lo correcto y que iba por el buen camino con Angel, que esto no era un error y que no importaba lo que pasara, al final, no me iba a arrepentir de tomar una decisión, ya fuera mala o buena.

Nada más necesitaba eso, una maldita señal y ya.

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