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Capítulo 22. 💙

"No soy un ave fénix,

si no una mujer con una

fuerza brutal que logró

salir de los infiernos".

—Chavela Vargas.

Angel

Aquella mujer se encontraba frente a mí. Después de tantos años estaba aquí, ¿cómo llegó a este lugar? ¿Por qué estaba aquí? Era la pregunta más importante. No podía olvidar que se fue, nos dejó por un hombre que le dio todo lo que mi padre no pudo darle, ella simplemente se olvidó de nosotras e hizo su vida sin preocuparle que sus hijas a veces no tuvieran que comer o que pasaran por todo lo que tuvieron que pasar para llegar a este lugar y este momento. Pero claro, eso a ella no le importó porque fue más grande su ambición que el supuesto amor que decía sentir por nosotras.

—¿Podemos hablar? —di un paso atrás y sentí las manos de Alexander sostenerme para que no me fuera de espaldas.

—¿Estás bien? —preguntó detrás de mí. Tuve que coger su mano para sujetarme de él. Tenía que hacerlo, ya que si no me sentía caer de rodillas en el suelo.

—Estoy bien —murmuré —. Estás aquí —sonrió, pero a estas alturas no sabía si era una sonrisa sincera o falsa como todo lo que representaba —. ¿Por qué?

—Tengo que hablar con ustedes. Es algo importante —miré detrás de mi hombro hacia la casa. Alexander se encontraba a mi lado.

—No sé si puedas pasar —sostuve la puerta con una mano.

—No te voy a quitar mucho tiempo, solo serán unos minutos —miré a Alexander y este me dijo que sí, con la cabeza.

—Solo unos minutos, si mi jefe te encuentra aquí seguramente me mata —nos hicimos a un lado dejando que pasara. Sus grandes ojos observaban cada esquina y centímetro de esta casa.

—¿Vas a estar bien? —preguntó Alexander sin soltar mi mano.

—Sí, voy a estar bien —le agradecí con una sonrisa por preocuparse por mí —. No te preocupes.

—Si necesitas algo no dudes en llamarme —antes de apartarme dejó un suave apretón en mi mano.

—Gracias.

—No dejes que la vea el jefe —asentí y caminé al lado de Serena para llevarla dentro de la casa.

—Así que trabajas para Hunter Dagger —le miré de reojo y ella observaba todo con lujo de detalle. No respondí a lo que me dijo, ni siquiera sabía qué decirle —. Sé que estás molesta conmigo...

—No solo estoy molesta contigo —farfullé. Llegamos frente a la puerta y nos detuvimos para que abriera y ella pudiera entrar. Sus ojos se abrieron mucho más grandes al estar dentro. Le indiqué por donde ir y le pedí que me esperara en la sala del lugar donde estábamos viviendo mientras iba por el café que me pidió.

Cuando entré a la cocina no pude retener las lágrimas y me eché a llorar ante la mirada atónita de Marie.

—Angel, ¿qué pasa? ¿Quién te buscaba? —se puso de pie, antes de que diera un paso más, llegué hacia ella. La abracé con todas mis fuerzas y sollocé en sus brazos que no dudaron en apretarme con fuerza a su cuerpo.

—Hija, ¿qué pasa? Dime algo —su mano se paseaba por mi espalda con cuidado y tranquilidad —. Dios. Me estás preocupando.

—Es ella —murmuré. Apoyé la barbilla en su hombro.

—¿Quién? ¿Quién te vino a buscar? —preguntaba con suma preocupación.

—Serena —pude sentir el momento justo en el que su cuerpo se tensó al escucharme decir su nombre —. Ella está aquí.

Me separó de ella solo unos centímetros. Su rostro era la viva imagen de la sorpresa y el miedo. Mi piel se enchinó de mala manera al darme cuenta de que no era un mal sueño, sino que ella se encontraba en esta casa, de nuevo en mi vida.

—¿Qué? —sostenía mis hombros con sus manos —. ¿Dónde está?

—En la sala —señalé la puerta de la cocina —. No en la principal —aclaré —. Solo vine por un café.

—Vamos a hacer esto, que te diga lo que quiere y que se largue de esta casa —tuvo que agitarme para que entendiera lo que me decía —. Hunter no la puede ver aquí, ¿entiendes?

—S-sí —me soltó y fue ella quien preparó el café para Serena. Me tuve que sentar unos minutos porque sentía que me iba a desmayar en cualquier momento. Su regreso me estaba afectando demasiado —. Ojalá tuviera veneno para ratas para ponerle un poco en el café y que se muera de una vez —le escuché decir.

Me dio risa lo que masculló, aunque ella lo dijo muy seria y en serio. Me limpié debajo de los ojos y no tardó en acercarse a mí.

—No debe verte llorar. No le des ese gusto, mi amor —puso una mano en mi mejilla —. Eres muy fuerte y valiente, que solo vea eso de ti y no lo noble que eres. Ya que lo puede usar en tu contra —asentí.

Cogí la taza con café, me limpié debajo de los ojos y salí de la cocina para entrar al corredor. Sentí que era una eternidad mientras daba pasos pequeños para entrar a la sala y enfrentarme a ella. Al entrar y bajar el escalón, la pillé mirando algunas de las fotos que junto a Callie acomodamos al llegar a vivir a este lugar.

Al verse sorprendida se disculpó con una sonrisa y fue a tomar asiento a uno de los sofás. Le entregué la taza y tomé asiento en el otro sofá.

Se veía más grande, su rostro ya no era el de una chiquilla, ella y mi padre se llevaban algunos años siendo él, se podía notar la gran diferencia de años entre ellos. Ahora había ojeras bajo sus ojos, su cabello estaba descuidado, se notaba que los años estaban haciendo estragos en ella. No era la mujer altiva que conocía, ya no había nada de eso. No quedaba nada de esa mujer. Parecía que el paso de los años fue cruel con ella porque yo la recordaba diferente, ahora vestía más aseñorada y ese color triste no le favorecía en nada a su color de piel y mucho menos a sus ojos apagados.

—Angel...—dejó la taza con café que preparé para ella. La invité a pasar a la casa, la tuve que llevar a la sala para que nadie la viera, mucho menos mi jefe. No sé qué podía pasar si se daba cuenta de que esta mujer se encontraba en su casa.

¿Pero qué estaba pensando al meterla a su casa?

—¿Qué haces aquí? —repasó mi vestuario. No me daba vergüenza que supiera que era la empleada en esta casa, era un trabajo y cualquier trabajo era digno. El dinero que ganaba era limpio y eso era lo único que importaba aquí —. ¿Por qué has regresado? —no podía dejar de mirarla.

Por más que me decía que no debía mirarla con ese ímpetu, mis ojos curiosos no se podían despegar de ella, de su rostro, su ropa, sus zapatos viejos raspados de la punta.

Deja de mirarla de esa manera.

La ropa que llevaba puesta era vieja, el cabello lucía seco y crespo, algunas líneas se marcaban en las esquinas de sus ojos cuando los entornaba y me miraba también.

—Mírate, eres toda una mujer. Una hermosa mujer. ¿Cuántos años tienes? —preguntó a la vez que bebía de la taza sin dejar de mirarme —. Veintitrés, los acabas de cumplir.

Me sorprendía que recordara mi cumpleaños, aunque eso no era lo que me importaba.

—¿Y Callie? ¿Dónde está ella? Me gustaría hablar con ella y...

—Te hice una pregunta —dije muy seria, más que nada molesta —. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo nos encontraste? —enlace mis dedos solo para controlar las ansias que se apoderaban de todo mi cuerpo. No quería demostrarle que el que estuviera aquí me ponía muy mal.

—Yo... te he buscado desde hace días —musitó.

—Eso no responde a mi pregunta —dije seria. No había ni una pizca de diversión en mi voz. Ni siquiera me podía reconocer, estaba cegada por el dolor y el coraje. Tampoco es que quería que viera lo noble y estúpida que podía llegar a ser porque se iba a aprovechar de eso.

—La verdad es que... él me ha echado a la calle, estoy enferma Angel y solo quería ver a mis hijas una última vez —suspiró, con un deje de melancolía que antes pudo haber derretido mi corazón, sin embargo, en este momento no lo hizo, porque ya la conocía, sabía cómo era en realidad y lo manipuladora que podía llegar a ser para obtener lo que quería.

—Entonces es eso —asintió con melancolía —. No tienes a donde ir y vienes aquí esperando que tus hijas se apiaden de ti y...—me interrumpió.

—Nada de eso, Angel, no quiero eso, solo las quería ver una última vez.

—¿Por qué ahora? ¿Por qué vienes ahora y no antes? ¿Por qué? —pregunté de nuevo con más ímpetu. Sentía la rabia y el coraje hervir en lo más profundo de mi ser.

—Lo siento, hija, lamento todo lo que pasó, yo...me arrepiento de no llevarlas conmigo —empezó a sollozar —. No sabes...

—No te creo nada, lo siento —me acomodé en mi lugar —. No creo que estés arrepentida y si es así déjame decirte que ya es muy tarde —cogió el bolso que traía con ella y lo abrió para sacar un pañuelo.

—Nunca es tarde para pedir perdón —se limpió debajo de los ojos y me miró.

—Ese es el problema, que yo no te puedo perdonar —zanjé.

—Te entiendo y tampoco espero que lo hagas. Me estoy muriendo y...—se detuvo, estaba buscando las palabras correctas para seguir hablando —. Tengo un tumor en la cabeza, no tengo dinero y solo espero morir, nada más.

—¿Cómo me encontraste? —volví a preguntar esperando que esta vez sí me respondiera.

—Fui al departamento donde vivimos por muchos años, donde se quedaron con su padre y me dijeron que hacía bastante se habían mudado, estuve preguntando por los alrededores hasta que llegué al último lugar donde vivieron. El encargado de ese lugar me dijo que efectivamente vivieron ahí, dijo también que una vez te escuchó decir que ahora estabas trabajando con Hunter Dagger y no fue difícil encontrar esta casa. Ese hombre es bien conocido aquí, en esta ciudad.

—¿Y qué quieres? —me crucé de brazos, recargando la espalda contra el respaldo del sofá.

—Ya te dije, solo quiero verlas y saber que están bien. Angel, por favor —se puso de pie y se sentó a mi lado. Me corrí unos centímetros para alejarme de ella, no la quería tener cerca. Estaba consciente de que era mi madre, pero jamás le iba a perdonar lo que hizo, porque por muchos años lloré en silencio y le rogué al cielo que ella regresara a nuestro lado, sin embargo, eso nunca pasó.

—Es tan difícil creer en tus palabras cuando te has encargado de forjar una mala reputación a tu alrededor.

—Sé lo que pasó con tu padre —sus palabras solo revivieron la pena que estaba quedando guardada en mi interior.

—No hables de él —le pedí. Quiso agarrar mis manos, en cambio, me aparté para que no me tocara.

—Era un hombre tan bueno y las quería tanto, siempre dio todo por ustedes. De verdad siento lo que pasó, me imagino que el accidente...

—No fue un accidente —me puse de pie. Me sentía incómoda a su lado, el aire me faltaba, era cómo una opresión en mi pecho.

—¿Qué? —me miró —. Pero a mí me dijeron que fue un accidente —hundió las cejas. Creo que no se lo esperaba o tal vez no me creía.

—Papá no murió en un accidente, se suicidó por ti —la señalé de manera despectiva girándome hacia ella—. Porque no podía con el dolor que dejaste cuando te fuiste, no soportaba haberte perdido y se quitó la vida, tú lo orillaste a eso.

—Pero yo...

—No vengas con esto, no creo que sientas pena por él porque si así hubiera sido hubieras regresado, y no para quedarte, sino para ver cómo estábamos, si teníamos para comer, si asistíamos a la escuela. Por muchos años quise que entraras por esa puerta y llegaras con comida y ropa. Por años le rogué a Dios que tan solo fueras a vernos, aunque no te quedaras, ¿y sabes qué pasó? ¡Nada! —me exasperé —. No pasó absolutamente nada porque para ti no existíamos, morimos el día que te fuiste, no tenías hijas y no tenías esposo.

» Ahora vienes y finges que estos años no han pasado, ¿qué quieres? ¿Qué te perdone porque regresaste por tu enfermedad?, ¿quieres que te diga mamá? No, no lo haré, eres Serena nada más y no pienses que voy a tener compasión de ti porque tú no la tuviste por nosotras. Pasamos años difíciles, pasamos hambre, frío y penas. Tuve que dejar de estudiar para meterme a trabajar y darle todo a Callie, no me pesó hacerlo porque más que su hermana he sido su madre todos estos años. Trabajé dos turnos para salir adelante, para no morir de hambre, para darle estudios a mi hermana y que no termine cómo yo, limpiando baños y aguantar todo tipo de humillaciones. No me da vergüenza decir que lavé baños, que limpié casas, que llevaba comida en una bicicleta, ¿sabes por qué no me da vergüenza? Porque cada uno de los trabajos en los que estuve eran honrados, el dinero era limpio y cada que llegaba a casa y veía la sonrisa de mi hermana me decía que valía la pena, cada insulto, solo por ella, algo que tú no pudiste hacer. Tiraste la toalla antes de tiempo.

Tomé una gran bocanada de aire y me erguí. Sin darme cuenta la estaba señalando con un dedo y derramé un par de lágrimas que aparté con furia. Ella no se merecía verme llorar, menos por su culpa.

—Angel...—ni siquiera la dejé hablar.

—Nada. Te fuiste siguiendo a un hombre que te quiso a ti, pero no a tus hijas, ¿eso no te dijo nada? Ahora que estás enferma te ha echado a la calle y no tienes donde ir. Esa es la verdad y no me digas que no.

—No es así —musitó —. No quiero tu lástima, hija.

—No me digas hija —espeté.

—Angel, no quiero tú lástima, solo quería ver que las dos están bien y ya, te prometo que no seré una molestia para ti o para Callie —empezó a buscar algo dentro de su bolso —. Si Callie quiere verme estoy hospedada aquí —me entregó una tarjeta que no acepté y dejó encima de la mesita —. Perdóname por todo el daño que dejé al irme, lamento todo lo que tuviste que pasar y...

—No digas nada —me crucé de brazos —. Todo eso ya pasó —por fuera podía parecer un roble, aunque por dentro estaba temblando de coraje.

Asintió apretando los labios y poniéndose de pie. Cogió su bolso y se lo colgó en el hombro.

—Está bien. Me voy, solo porque no te quiero dar más problemas y para que veas que lo que digo es cierto.

Tal vez pensó que iba a salir detrás de ella, pero no fue así, dejé que saliera de la casa y me senté de nuevo en el sofá con la mirada perdida en la nada. Quise llorar y gritar, quise gritarle más cosas, sin embargo, no valía la pena, ella dejó de ser mi madre en el momento que nos dejó. Esperaba que no regresara a nuestras vidas porque ahora estábamos tan bien sin ella.

Me cubrí el rostro con ambas manos y me solté a llorar recordando todos los momentos que pasamos a su lado, tanto los buenos como los malos. Sin embargo, no importaba que ella estuviera aquí suplicando casi de rodillas, no la podía perdonar, simplemente no me nacía del corazón hacerlo y lo si llegaba a hacer sería una hipocresía de mi parte.

Hunter

Fui a mi despacho y solo tenía que esperar a saber qué estaba pasando con Angel y su madre. Por más que quisiera saberlo, no podía ir de chismoso y averiguar lo que estaba pasando, ¿o sí?

No esperé más y en cuanto Marie se dio la vuelta salí disparado hacia el pasillo.

—¡Hunter! —me gritó Marie —. ¿A dónde crees que vas niño chismoso? —apreté el paso para que no me alcanzara. Giré hacia el pasillo y me detuve cuando escuché la voz de la que suponía era su madre, que no era en nada parecida a la de Angel —. ¿Qué se supone que haces? —se detuvo a mi lado.

—Shhh —me llevé el dedo índice a los labios —. Escucha —le pedí.

—No fue un accidente —dijo Angel. Se escuchaba entre seria y molesta, muy molesta.

—¿Qué? Pero a mí me dijeron que fue un accidente —habló la madre de Angel. Por el tono de voz pude deducir que estaba sorprendida.

—Papá no murió en un accidente, se suicidó por ti —hasta yo me sorprendí por aquella declaración. Marie nunca me aclaró que el padre de Angel en realidad se suicidó y no que fue un accidente como llegué a creer —. Porque no podía con el dolor que dejaste cuando te fuiste, no soportaba haberte perdido y se quitó la vida, tú lo orillaste a eso.

Miré a Marie con un poco de desconfianza, iba a decir algo, pero antes de hablar me jaló la oreja y me alejó del pasillo para salir de ahí. Y yo quería escuchar lo que decían.

—No debes de andar de chismoso —me regañó.

—¿Por qué nunca me dijiste que...? —Ahora fue ella quien se llevó el dedo a los labios.

—No lo digas —me suplicó —. Te voy a explicar todo, después. ¿Entendido? —no tuve más opción que decirle que sí —. ¿Te llevo el desayuno al despacho?

—Por favor —comenté.

Se alejó y entró a la cocina, no me quedó más que ir al despacho a esperar que me llevara el desayuno y saber qué pasó entre Angel y su madre. Aunque sabiendo lo que la primera sentía por la mujer que las abandonó, estaba seguro de que no la iba a querer cerca de ella y su hermana. Yo hubiera hecho lo mismo si estuviera en la misma situación que ella.

Escuché un par de golpes en la puerta, esperaba que fuera Angel.

—Adelante —dejé lo que estaba haciendo y detrás apareció Marie con el desayuno en las manos. Me puse de pie para ayudarle y juntos fuimos a la sala.

—Hunter, tengo que hablar contigo —señalé el sofá vacío para que se sentara.

—¿Qué pasa, Marie? —cogí la taza con café, mirándola a los ojos, esperando que dijera algo. Ella también se notaba incómoda con la presencia de esa mujer en la casa.

—No dejes sola a Angel, menos ahora que esa mujer ha regresado. Serena no es buena —Marie se estrujaba los dedos una y otra vez.

Así que ese era su nombre. Angel casi no hablaba de ella y si lo hacía evitaba decir su nombre como si este fuera una maldición y tal vez así lo veía ella.

—Serena —repetí y Marie asintió —. ¿Por qué dices que es mala?

—Cualquier mujer que deja a sus hijos por un hombre con dinero no puede ser buena, Hunter, lo sabes —le di la razón —. No confío en ella y sé que le puede hacer daño a mi niña, ella es tan buena y Serena se puede aprovechar de eso —suspiró —. No quiero que nada malo les pase por culpa de esa mala mujer —señaló ya un poco más molesta.

—¿Y yo que puedo hacer? No le puedo prohibir que la vea o hable con ella. Es su madre —señalé lo que era más que obvio para los dos.

—No, ya sé que no le puedes prohibir verla. No dejes que estén a solas con ella, les puede llenar la cabeza de muchas cosas. La conozco y sé que es una buena mentirosa, es manipuladora, la actriz perfecta. Por muchos años me tuvo engañada, pero dejó ver su verdadero yo el día que se largó con otro hombre y los dejó a los tres abandonados a su suerte —un par de lágrimas traicioneras resbalaron por sus mejillas —me deslicé para entregarle un pañuelo.

—Antes no me querías a su lado, Marie —le recordé. Por la mueca que hizo supe que estaba arrepentida —. Y ahora, ¿qué ha cambiado? Te aseguro que no me quieres a su lado.

—Ahora me retracto de todo lo que dije, solo tú puedes cuidar de ellas. Confío en ti más que en otra persona para cuidarlas. Y tal vez no te quiero a su lado, pero es contigo con quien ellas van a estar mejor cuidadas —me miraba directamente a los ojos y solo podía ver sinceridad en ellos.

—Quizá mis métodos no te gusten y tampoco los apruebes —encogí un hombro.

—Te conozco y sé que puedes ser muy cruel con otros, sin embargo, he visto que con Angel te detienes un poco. Te tiene encantado, la idólatras y no la ves cómo un objeto, por eso sé qué harás lo correcto para salvarla de su madre —cada una de sus palabras tocó una fibra sensible en mí y no podía estar más en lo correcto, yo a esa mujer la tenía en un pedestal y no quería bajarla de ahí.

Que bien me conoces, Marie.

—Como actúes es lo de menos, no quiero a Serena cerca de Angel. Mucho menos para hacerle daño —asentí a lo que dijo.

—Te puedes arrepentir de tus palabras, Marie —puse la taza encima de la mesita al lado del desayuno y dejé caer la espalda contra el respaldo del sofá.

—Nunca me voy a arrepentir de poner mis esperanzas en tus manos. Sabes que confío en ti y metería las manos al fuego por ti —una sonrisa ladina se deslizó en mis labios.

Qué ironía, ¿no? Alguien como Marie metiendo las manos al fuego por alguien cómo yo, cuando ya estoy condenado al más cruel de los infiernos.

—¿Te preocupa tanto que les haga algo? —no dudó en asentir.

—Serena es mala y Angel tan buena, se puede aprovechar de mi niña. A veces no puede ver la maldad de las personas o el daño que le pueden hacer y sé que Serena es capaz de hacer lo que sea para que la perdonen —hablaba de esa mujer con tanto odio.

—Hay algo que no me estás diciendo —la apunté con el dedo y le hice una seña para que dijera eso que no me había dicho y que no tenía por qué decirlo, no obstante, era importante si quería que ayudara a su sobrina —. Habla de una vez, Marie —me rasqué una ceja esperando que hablara.

—No estoy segura, aunque creo que más de una vez engañó a mi hermano, siempre ha sido ambiciosa, Hunter. No se conformaba con lo poco que él le podía dar, por eso se fue.

Así que era eso.

—¿Angel sabe algo de esto? —indagué.

—Creo que tiene una ligera sospecha, pero nada en concreto, así como yo. Solo son suposiciones —soltó un suspiro —. No es seguro, así que no le he dicho nada y por ahora no pienso hacerlo, hasta saber por qué ha regresado esa mujer. No quiero que se lo digas —me señaló.

—Si ella sabe esto, terminará por decepcionarse más de ella, a tal punto que no va a querer verla de nuevo. ¿Por qué no se lo dices de una vez? —Marie asintió cómo si estuviera al tanto de todo.

—Lo sé, pero no tiene caso revivir viejos fantasmas, de por sí le sigue doliendo que su madre se fue y las dejó, si le digo esto ahora será abrir más la herida y no quiero eso para ella. Sabes por todo el dolor que han tenido que pasar para estar aquí...—continuaba llorando, pero lo hacía más bajito y se limpiaba las lágrimas a cada rato. Ya tenía los ojos hinchados y rojos.

Marie quería tanto a Callie y a Angel que era una tortura saber que alguien podía hacerles daño y no importaba si esa persona era su propia madre, las iba a defender de quien sea. Esperaba nunca estar en la lista negra de Marie porque con todo el amor que les tenía era capaz de matarme con tal de protegerlas hasta de mí.

—¿Qué quieres que haga exactamente? —pregunté. Cogí el plato con fruta.

La verdad es que estaban disfrutando un poquito este momento, no por lo que pasaba con Angel y su desalmada madre, más bien por el hecho de que Marie estaba dando su brazo a torcer y me estaba pidiendo que me acerque a su sobrina y no la dejara sola.

Que bien sabe la victoria.

—Cuidarlas, que no hagan nada de lo que les diga esa loca, que no se dejen llevar por sus palabras. Estar con ellas, apoyarlas —me suplicaba con la mirada que hiciera lo que tanto me pedía.

—¿Crees que alguna de las dos me va a escuchar? No soy nadie en su vida —me eché un trocito de mango a la boca, estaba dulce y me sabía tan bien.

—Eres mucho para ellas —dijo seria, mirándome a los ojos —. Callie te va a escuchar porque la agradas y te ve cómo un hermano mayor y Angel, bueno...—dudó un poco en hablar —. Sé que para ella no eres indiferente, aunque...—se calló de golpe, como si estuviera procesando lo que iba a decir.

—¿Aunque qué? —ansiaba que me lo dijera, lo que fuera, pero que lo dijera ya.

—Tiene miedo que le rompas el corazón —regresé a mi lugar.

—Lo mismo que tú me dijiste —asintió —. Está bien, Marie, haré lo que me pides —se puso de pie y la imité dejando el plato sobre la mesa —. Pero no le digas a Angel que has hablado conmigo. No queremos que sepa todo lo que me has dicho de su mala madre y de este "trato" que ahora tenemos tú y yo. Solamente debo advertirte algo —levanté un dedo.

—¿El qué? —frunció levemente el ceño.

—Mis métodos no te van a gustar. Sin embargo, te prometo que haré lo que sea para cuidar a Angel y Callie, no voy a permitir que esa mujer les haga daño.

—Confío en ti —habló segura. Solo esperaba que no se fuera a arrepentir de esto más adelante.

Volvió a asentir con la cabeza y juntos salimos del despacho. Al llegar al lobby observamos a través de las ventanas que la madre de Angel iba saliendo de la propiedad. Nos miramos sorprendidos porque al menos yo pensé que se iba a quedar más tiempo, sin embargo, no fue así, la mujer no demoró más que una media hora en la mansión y con la misma se fue. A los pocos minutos apareció Angel, tal vez se estaba asegurando de que su madre se hubiera ido.

—Habla con ella —me pidió Marie —. A ver qué te dice de esa mujer —me empujó lo que me dio un poco de risa, como si ella no le pudiera preguntar directamente a Angel lo que habló con su desalmada madre.

—Sí, hablaré con ella —sonrió y regresó a la cocina.

Me quedé esperando unos minutos hasta que Angel entró por la puerta principal, se había puesto un suéter y sus ojos estaban hinchados y rojos. El pecho me dolió al verla en ese estado y saber que era por culpa de Serena que se encontraba así. No la conocía y apenas la había visto, sin embargo, ya la detestaba por hacerla sufrir de esta manera.

—Angel —me apresuré hacia ella, quería acercarme un poco más, pero tuve que quedarme a una distancia prudente —. ¿Qué pasa? —buscaba sus ojos, no obstante, ella huía de mi mirada.

—No es nada —musitó pasándose el puño de su suéter debajo de la nariz que también la tenía roja, al igual que sus bonitos ojos que se encontraban cristalinos e hinchados, por tanto, llorar.

—No me mientas, Angel —puse dos dedos bajo su barbilla y la obligué a mirarme.

—Yo...—su voz se rompió y empezó a llorar. Odié verla así, sin embargo, odiaba mucho más a su madre por aparecer de esta manera y hacerle esto a mi pequeño y dulce ángel.

—Angel —la atrapé entre mis brazos y la atraje a mí, sin dudarlo un segundo correspondió a mi abrazo y me abrazó también con mucha fuerza.

—No puedo creer que esté aquí —sollozaba —. Ella...—no podía hablar bien por el llanto —. Dios...

—Ven conmigo, Angel —asintió y la llevé a mi despacho. Cerré la puerta para que nadie nos molestara —. Ahora sí puedes hablar —nos sentamos en uno de los sofás.

—Supongo que Marie ya le dijo que esa mujer es mi... madre —asentí —. Dice que está enferma y que solo quiere vernos. Solo quiere saber que estamos bien después de tantos años —murmuró. Cogí sus manos para acariciar el dorso de estas. Quería que supiera que estaba aquí para ella por si necesitaba hablar de lo que sea.

—¿Enferma de qué? —se encogió de brazos.

—No le pregunté. Tampoco le creo mucho, siempre ha sido una mentirosa —escupió molesta.

—¿Y qué más te dijo? —seguía llorando y sus hombros se sacudían. Me puse de pie y fui por un vaso con agua y la caja de pañuelos que le entregué en las manos y aceptó gustosa.

—Gracias —se llevó el vaso a los labios y le dio un sorbo —. No dejé que hablara, no tenía caso escuchar más mentiras de las que ya ha dicho —suspiró y dejó a un lado el vaso —. Pero esta vez no me quedé callada y le dije todo lo que pienso y siento. Es una mala mujer, Hunter, ¿cómo alguien puede dejar a sus hijas y fingir que no existen?

Había aguantado el llanto, aunque no podía evitar sentir lo que estaba sintiendo. Quería llorar de nuevo y yo quería que se desahogara conmigo y me dijera todo lo que sentía y le dolía.

—Es que no entiendo —sacudió la cabeza.

—No entiendes por qué tú no eres cómo ella —cogí su mano con cuidado y pasé mi pulgar por su dorso —. Tú eres buena y jamás harías lo que ella hizo.

—Nunca en la vida —levantó la mirada hacia mi rostro y pude ver solo sinceridad en sus ojos avellanas.

—Exacto, son dos personas totalmente diferentes. Jamás serás cómo ella, aunque sea tu madre y te haya dado la vida —se mordió la esquina del labio inferior.

Y eso era lo que me preocupaba, cómo dijo Marie podía aprovecharse de la nobleza de su hija, cuál fuera el motivo por el que regresó. Pero yo no iba a permitir que le hiciera daño a ninguna de las dos, primero iba a pasar sobre mi cadáver antes de ponerle un dedo encima.

—No estás sola, Angel, me tienes a mí para lo que necesites.

—Ya me has ayudado mucho, Hunter, no me quiero aprovechar.

Aprovéchate de mí, cariño, las veces que tú quieras.

Nunca haré nada para detenerte.

—Nada de eso —el movimiento de mi pulgar en su dorso era lento y pausado —. Por lo que veo, no estás nada cómoda con esta situación —negó —. Si tú me lo pides, esa mujer no entra a esta casa y no tendrás que verla nunca en la vida.

Al decir esto todos sus movimientos se pausaron, quizá dije algo que no debía.

—Qué más quisiera yo, pero Callie tiene que saber esto, no sé cómo se lo va a tomar. Cómo se lo voy a decir. Y no me gustaría hacerlo, pero conociendo a esa mujer hará lo que sea para hablar con ella, así que...—se veía preocupada.

—Callie es muy madura para su edad, se va a tomar las cosas con calma —al mirarme había un deje de esperanza en sus luceros.

—¿Eso crees? —indagó.

—Claro que sí, habla con ella y que tome la decisión que considere correcta —me regaló una diminuta sonrisa que me hinchó el corazón.

—¿Me ayudas con eso? —ya se veía más tranquila —. No puedo hacerlo sola, no soy tan fuerte.

Subí mi mano a la altura de su mejilla y con mi pulgar aparté una lágrima que rodaba por esta, sonrió y juro que en ese momento quise que el tiempo se detuviera, que solo existiéramos ella y yo. No quería a nadie más en mi vida más que a ella.

—Pero tú eres muy fuerte, no debes tener miedo.

—No es miedo —soltó con melancolía —. Es dolor, ella trajo a los fantasmas del pasado —de nuevo su voz se quebró —. Me hubiera gustado que no regresara.

—Hubiera sido lo mejor —le dije.

—Cuando era niña le pedía a Dios que la trajera de regreso, le pedía cada día que volviera con nosotras y ser la familia que fuimos antes de las peleas y los reclamos. Juré que si ella regresaba yo sería una buena hija, una hermana ejemplar y una buena persona, pero...

—Ella no regresó —negó llorando.

—Me hice a la idea de que no iba a volver porque ahí donde estaba se sentía bien, le daban todo lo que papá no pudo darle y no nos necesitaba. Ella nunca nos necesitó.

La manera en la que hablaba y cómo se expresaba me estaba rompiendo el corazón. No me gustaba verla así de triste y decaída.

—¿Qué le voy a decir a Callie? —regresó la mirada hacia mí.

—Los dos vamos a hablar con ella, no te voy a dejar sola en esto —apreté su mano con delicadeza.

—¿En serio? Sé que es mucho pedir, pero no puedo hacerlo sola —murmuró con pena.

—Lo hago con gusto.

—Gracias, muchas gracias, Hunter —se abalanzó sobre mí y me abrazó tan fuerte cómo pudo hacerlo.

Correspondí a su abrazo porque era lo que más quería en ese momento, sentirla cerca, lo más cerca que se pudiera. Unos segundos después se apartó, pero no lo suficiente porque mi corazón no dejaba de latir rápidamente y en mi pecho se había formado un agujero, era una especie de vacío que me impedía respirar bien.

—Lo que dije estando ebrio, no lo olvido, te dije que eres hermosa y lo reitero: eres hermosa, Angel —algunos cabellos caían en sus sienes y los aparté con mis dedos —. No puedo ver a ninguna otra mujer porque tú tienes toda mi atención. Eres mi heroína, Angel —mi mano descendió a sus labios, que por alguna extraña razón los veía más voluptuosos y apetecibles.

—Hunter...—puse un dedo sobre sus labios.

—No digas nada, Angel, solo escucha. Eres una mujer hermosa y con muchos valores, eres buena y me encantas. Recuerdo lo que te dije, soy un asesino y no huiste ni dijiste nada, no sé por qué no lo hiciste, pero eso no importa. Lo que quiero decir es que tengo miedos, Angel y uno de esos miedos es que salgas herida no por mí sino por lo que me rodea. Tú viste a esas personas aquella noche, todas y cada una de ellas tienen pasados oscuros que no quieren que nadie vea. Por eso se esconden en ropas finas y máscaras de indiferencia y crueldad.

—¿Cómo lo haces tú? —preguntó inocente. Asentí.

—Yo también tengo un pasado oscuro que me gustaría dejar atrás, pero no puedo y siento que ni tú ni nadie me puede ayudar a superarlo...

—Si no me dejas entrar a tu vida, no lo sabremos.

—Eres demasiado buena, Angel —apoyé mi frente contra la suya y mis manos acunaron sus mejillas —. Alguien cómo tú en mi mundo vale mucho. Mucho más que todo el dinero del mundo.

—No me deberías subestimar tanto, tienes una idea muy marcada de cómo soy y te puedes equivocar —negué —. No me conoces realmente.

—Contigo no me voy a equivocar nunca —bajé una mano a la vez que estrellaba mis labios contra los suyos y la otra mano la apoyaba en su nuca, atrayéndola más a mi boca.

—Hunter...—gimió sobre mis labios, aunque no le permití que dijera nada más. Ahora no importaba nada más que ella y yo, en este lugar, en este momento.

Mi lengua se deslizó sobre sus labios y entró descarada en su boca, los dedos de mi mano empezaron a juguetear con la costura de su falda, subí un poco más hasta que pude sentir la piel de su pierna y no me apartó, al contrario, sus senos se apretaron mucho más a mi pecho.

—No me hagas esto —murmuró —. No lo hagas si no me vas a dar nada de ti —sus manos cogían el cuello de mi camisa —. Porque yo lo quiero todo, Hunter —se apartó dejando un casto beso sobre mis labios y se puso de pie para salir del despacho.

Sentía que me estaba volviendo loco por ella, quería hacerla mía, pero no quería lastimarla y que me odiara por eso. Anhelaba estar a su lado y hacerla feliz, aunque sentía que algo podía salir mal y lo iba a joder todo con ella, no se lo merecía, ella menos que nadie por todo lo que estaba pasando.

Me estrujé el rostro con ambas manos a la vez que escuchaba tres golpes en la puerta.

—Adelante —la puerta se abrió por fuera y Alexander entró al despacho. Me erguí y me fijé que en las manos traía una caja de cartón, era muy pequeña y tenía varios sellos pegados alrededor.

—¿Qué es eso? —le pregunté. Me puse de pie y me acerqué a él.

—Lo trajeron para usted, señor, unos sujetos muy extraños —en ese momento mi móvil empezó a vibrar sobre el escritorio.

—¿Revisaron que no sea un explosivo? —caminé hacia el escritorio y cogí el móvil.

—Ya lo revisamos, señor, pero no hay nada raro —dijo Alexander.

Abrí el mensaje que me llegó, ni siquiera me fijé en quien lo había mandado.

"Espero que disfrutes tu regalo, Dagger, espero mi pago"

Atte.: Mason Turner.

—Te puedes retirar, Alexander —me entregó el paquete y salió del despacho. Cogí una navaja que tenía guardada en uno de los cajones y abrí el paquete que me mandó Turner. Cuando pude retirar la cinta y saqué otra pequeña caja de unicel observé los dos frascos que venían dentro. El líquido era de color verde casi brillante.

—Así que este es el mentado suero —cogía los dos frascos con cuidado para no derramar ni una gota del líquido —. Espero no tener que usarlo nunca.

Metí los dos frascos dentro de la cajita y cogí el móvil de nuevo para hacer el depósito a Mason y terminar con esta deuda de una vez por todas.

Antes de hacer otra cosa le eché una mirada a la pequeña caja. Ni siquiera sabía que haría con ese suero, ahora lo más importante en este momento era Angel y lo que estaba pasando con su malvada y desconsiderada madre.

Angel

Cada vez que Hunter me besaba pensaba que todo iba a cambiar, que me iba a decir que de ahora en adelante seríamos algo más que jefe/empleada, pero no, al final me quedaba un mal sabor de boca y no quería caer más, sin embargo, tenía tan poca fuerza de voluntad que no importaba cuán enojada o triste estuviera si él me decía palabras bonitas, me olvida de todo lo que estuviera pasando a mi alrededor, ese era el gran poder de convencimiento que tenía Hunter sobre mí y me odiaba por eso. Debía ser más fuerte que esto que estaba empezando a sentir por él, tenía que olvidar estos sentimientos y enfocarme en lo que más me importaba ahora.

No tenía idea de cómo le iba a decir a Callie que esa mujer había regresado, no sabía por dónde empezar o qué decirle, pero al final se lo iba a decir. No le podía ocultar esto menos a ella, el día de mañana no quería que me reclamara nada ni que me odie por no decirle que nuestra madre había regresado y yo no le dije nada.

Cuando Callie llegó le pedí que después de dejar la mochila fuera a la cocina, después de dejar su mochila, al verla entrar con Frida en brazos, me dio tanta ternura que por un momento sopesé la idea de hablar con ella y decirle la verdad, no quería romper sus ilusiones y hacerle pasar un mal rato. Quería postergar esto lo más que se pudiera, pero al final no lo iba a hacer, se lo tenía que decir ya, sí o sí. No me podía guardar esto para mí porque nos importaba a las dos, porque era nuestra "madre" la que había regresado.

—Hola —dejó a Frida en el suelo y la pequeña gatita empezó a explorar la casa.

—¿Cómo te fue en el colegio? —le pregunté secándome las manos en un trapo.

—Bien —soltó un suspiro —. Los profesores dijeron que los exámenes van a ser un poco difíciles, pero cómo no tengo nada que hacer me voy a poner a estudiar —se sentó a mi lado.

—Me alegra que te vaya bien —apreté su mano y la solté para estrujar la tela de mi delantal entre mis dedos —. Callie —aparté un mechón de mi cabello —. Hay algo que tengo que decirte —suspiré.

—¿Pasa algo malo?

—No es algo tan malo, aunque creo que te va a sorprender mucho. Yo sigo sorprendida —le confesé. Aún no procesaba bien lo que había pasado tan solo horas atrás.

No tenía idea de cómo seguir con esto. Tenía tanto coraje y rencor acumulados.

—Pues, solo dime y ya —no era tan fácil decirlo y ya.

—Es algo difícil —en ese momento Hunter entró por la puerta y caminó hacia Callie que no dudó en ponerse de pie y abrazarlo, abrazo que él le correspondió dejando un beso en su frente. La escena que tenía frente a mía era hermosa, se me hinchó el corazón de felicidad.

Se separaron y Callie regresó a su lugar a mi lado, Hunter se sentó en el taburete de enfrente y subió los codos en la isla. La mirada que me echó me lo dijo todo y negué levemente.

—Lo que te voy a decir es algo delicado y....—no sabía cómo continuar.

—Callie... ¿Te gustaría ver a tu madre? —preguntó de repente Hunter. Los luceros claros de Callie se abrieron grandes, con sorpresa. Primero lo miró a él y después a mí.

—¿Qué si...? Yo... Uhm —se empezó a rascar el brazo —. ¿Mi madre? No he pensado en ella desde hace mucho. ¿Por qué me preguntas esto? —miró a Hunter con los ojos entornados.

—Lo que pasa es que... Serena ha regresado —fue cómo darle un golpe directo al estómago. Apretó los labios, después abrió la boca y la volvió a cerrar. No sabía qué decir.

—¿Ella qué? —parpadeó —. ¿Qué?

—Vino a la casa hoy y dijo que está enferma, no sé si creerle o no. Dice que quiere verte —le dije.

—¿Por qué? ¿Por qué ahora? —estaba igual de sorprendida que yo —. No entiendo. No comprendo —murmuró.

—No sé y no entiendo nada, estoy igual de confundida que tú —me llevé las manos a la cabeza sosteniéndola con fuerza. Esta me punzaba y me dolía, ahora era yo la que empezaba con los dolores de cabeza.

—¿Qué más te dijo? ¿Dónde ha estado todo este tiempo? —me miro y tuve que erguirme para sentarme en el taburete.

—No le quise preguntar y es algo que no me importa —suspiré —. Tenía que decirte esto, bien te lo pude ocultar, sabes que no soy así y jamás te podría ocultar nada. No quiero que el día de mañana me odies —murmuré.

—Nunca haría eso, Angel, no podría odiarte.

Bajó la mirada y se quedó callada por algunos segundos. Mi cabeza era un enredo, me encontraba igual de confundida como lo estaba Callie. Aunque creo que ella se encontraba peor que yo.

—Lo que tú decidas hacer está bien, Callie —habló Hunter —. Es tu decisión y Angel va a respetar lo que decidas. Si quieres ver a tu madre o no, solo tú lo puedes decidir.

—No te quiero presionar, Callie, no te voy a decir que la veas o no, ya eres consciente de las cosas y sabes cómo pasó todo, no tengo que mentirte porque tú te diste cuenta de cómo se portaba con papá —asintió —. Así que lo que decidas hacer está bien para mí.

Miré a Hunter y asintió con la cabeza, cómo diciéndome que lo estaba haciendo bien. Pensé que algo iba a salir mal.

—Quiero verla y que me diga por qué no regresó a vernos —De nuevo miré a Hunter.

—¿Estás segura? —preguntó él —. No es necesario que tomes una decisión ahora...

—Sí —lo interrumpió y nos miró a ambos —. Estoy segura y quiero verla. Necesito que me diga muchas cosas y también quiero decirle otras más. Angel, llévame con ella.

—Te voy a llevar con ella, Callie, pero quiero advertirte algo.

—Dime.

—No creas en todo lo que te diga, puede ser muy buena mintiendo. Solo no te dejes convencer —asintió con una sonrisa en los labios.

—Gracias, Angel.

—De nada, Callie.

Ahora tenía que llevarla con esa mujer porque quería verla, entendía que necesitaba hacerle preguntas y quería decirle mucho más, así como lo hice yo, pero cuando se trataba de Serena nada era seguro, quizá ni siquiera estaba hospedada en ese hotel, quizá solo dijo mentiras para que la perdonemos, así que no me podía confiar de nada de lo que decía o hacía.

—¿Qué te parece si antes de ver a tu madre, tú y yo platicamos un poco? —sugirió Hunter. Callie se me quedó mirando sin entender nada y es que yo tampoco estaba entendiendo nada.

—¿Cómo? —indagó Callie. Hunter deslizó su mano para coger la de mi hermana y habló.

—Dijiste que un día de estos íbamos a ir tú y yo a dar una vuelta. ¿No te acuerdas?

—¡Ah! Eso es cierto. Si quieres podemos ir mañana después de que salga del instituto.

—¿Y si mejor paso por ti al instituto? —Callie me miró como si me estuviera pidiendo permiso. Obviamente, ni siquiera tenía que preguntarlo.

—¿Puedo ir? —me preguntó.

—¿La vas a cuidar? —le pregunté a Hunter, quien no dudó en responder.

—Nunca dudes de que la voy a cuidar, ángel, lo haré con mi vida —hizo una promesa que estaba segura, iba a cumplir.

Sentí un escalofrío al recordar el dulce beso que nos dimos en su despacho. Cuando su mano se deslizó bajo mi falda y la rica sensación que me hizo sentir en tan pocos segundos.

—Está bien, pero te vas a portar bien —dije mirando a Hunter.

—¿A quién se supone que le dices eso? —indagó Hunter —. ¿Se lo dices a la niña o a mí? —alzó una ceja.

—Te lo digo a ti, señor Dagger —nos observábamos mutuamente.

—¡Ah! Me ofendes —dijo con voz digna, sin embargo, a estas alturas no le creía nada —. Yo me porto muy bien.

—¡Ya van a empezar con sus cochinadas! —Callie se quejó —. Hunter ya dijo que me va a cuidar y se va a portar bien. Yo también me voy a portar bien.

—No confío en ti, Bicha.

—Bicha —repitió Hunter, entre divertido y encantado.

—¿Me vas a dejar ir sí o sí? —preguntó Callie.

—Qué sí, puedes ir, pero te portas bien —comenté —. Y usted también, señor Dagger —cuando lo volteé a ver tenía el codo apoyado en la isla y su mejilla recargada en su mano. Me miraba tan descaradamente que hasta Callie se dio cuenta de ello.

—Te juro que me voy a portar bien, señorita Rider —levantó una mano en señal de promesa, lo que me hizo reír —. ¿Me crees?

—Claro que sí, le creo.

Y no solo me refería a la promesa que hizo de portarse bien, más bien me refería a todo lo que me decía. Siempre le iba a creer, todo lo que me dijera. Tal vez era tonta y no tenía que creer en nada de lo que me decía, su reputación no era la mejor que digamos y su moral era bastante cuestionable, sin embargo, lo que sentía por él era mucho más grande que todo lo demás. Me estaba enamorando perdida y estúpidamente de Hunter Dagger. 

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