Capítulo 2. 💙
"Las mariposas
cuando están tristes
aún vuelan".
—Iván Inzunza.
Hunter
» Mis manos estaban cubiertas de sangre, sangre roja y espesa que escurría entre mis dedos y caía al suelo en forma de gotas, provocando un sonido seco que resonaba en mis oídos. Todo daba vueltas, me sentía en una espiral que giraba y giraba sin detenerse ni un segundo. Mis oídos se bloquearon, en ellos se había instalado el sonido del arma que fue detonada segundos atrás, la misma que yacía a mi lado y arrojé como si fueran brasas calientes que quemaron las palmas de mis manos.
—Hunter —parpadeé, lenta y perezosamente. Una, dos, tres veces hasta que comprendí donde me encontraba y lo que había hecho. Miré el espacio de hito en hito.
La dulce voz de Blake cortaba el espeso silencio que me rodeaba. Levanté la mirada hacia ella, y ahí estaba de pie, frente a mí.
—Hunter —sus ojos llenos de lágrimas, su rostro contraído por el dolor que atenazaba su cuerpo y cada extremidad de sí. Había rabia en su dulce mirada, tristeza, dolor, coraje y muchas ganas de deshacerse de mí. Yo mismo quería coger el arma que yacía a mi lado y tirar del gatillo para terminar con esta mísera vida de una vez por todas.
—Bla-Blake —apenas pude murmurar. Tenía la boca seca, los ojos me picaban con ganas de llorar, sin embargo, no tenía lágrimas para hacerlo —. No quise-no quise hacerlo —me encontraba de rodillas frente a ella. Miraba mis manos una y otra y otra vez. Quería entender qué había hecho, qué había pasado —. No quise...—tragué la poca saliva que había acumulado en la boca. Blake sollozó bajito.
Su rostro se contrajo lleno de rabia. Se dejó caer de rodillas llevando sus manos a la herida de donde salía sangre que caía en el suelo.
—¡Largo! —me gritó apretando la herida —. ¡Vete de aquí antes de que yo misma te mate! —le echó una mirada al arma que había usado —. Vete de una vez por todas, Hunter. ¡Sal de nuestras vidas! —gritó enfurecida a punto de tomar el arma y vaciar cada una de las balas que todavía había dentro —. Vete, por favor —sus luceros eran un mar de lágrimas que mojaban su ropa.
Quería gritar, quería desgarrarme la garganta por el incesante dolor que me estaba quemando por dentro, pero de mi boca no salía sonido alguno. Estaba seco por dentro, lleno de maldad que emanaba por cada poro de mi piel. Quise quedarme a su lado y afrontar lo que sabía, se avecinaba, sin embargo, fui tan cobarde que no lo hice, no me atreví a quedarme y enfrentarme a la justicia.
—¡Lárgate de una vez, Hunter! La policía no tarda en llegar —murmuró esto último sin mirarme a los ojos. No podía, el dolor era tan grande que los ojos le escocían y la pena no la dejaba respirar bien. Apretaba la herida ya sin fuerzas, continuaba llorando sin evitar maldecir de vez en cuando y mirarme con todo el odio que sentía en este momento.
Lo siento, hermanita, lo siento tanto.
Apenas pude ponerme de pie, cogí el arma y me di la vuelta para salir de ahí. «
—¿Hunter? —me eché agua en el rostro mientras Danielle tocaba suavemente la puerta —. ¿Hunter, estás aquí? —preguntó una vez más, preocupada.
—Ya voy —espeté. Me miré en el espejo y solo podía ver a un monstruo, alguien capaz de destruir todo lo que tenía frente a él. No era bueno, nunca lo fui y dudaba mucho que algún día lo fuera. Solo destruía todo lo que tenía frente a mí, Blake lo dijo la última vez que nos vimos, y si lo dijo fue por algo, porque era cierto. Ella no podía mentir en algo así, me conocía a la perfección. Todo lo que tocaba lo destruía, lo echaba a perder con mi sola presencia.
Cogí la toalla con coraje que yacía a un lado del lavabo y me sequé el rostro, la dejé en su lugar de nuevo. Al salir del baño, Maykel estaba sentado frente al escritorio, con los pies encima de este, con esa mirada altiva que tanto lo caracteriza.
Tonto.
—Baja los pies de ahí —le ordené pasando a su lado y con un manotazo aparté sus pies. Resopló y se dejó caer en el respaldo de la silla, sin borrar esa sonrisa petulante de los labios.
—Qué puto genio te cargas, Hunter —en la mano sostenía una bolsita de quien sabe que chuchería, la boca no le paraba en todo el día, si no se la pasaba hablando, se la pasaba comiendo. Así era él —. Yo creo que necesitas una buena follada para que dejes de estar tan enojado —sonrió cuando levanté la mirada hacia él y entorné los ojos. Solo se encogió de hombros, despreocupado. Es un sinvergüenza, descarado.
Maykel me recuerda mucho a ese niño, al que dejaron solo y botaron a la calle porque les estorbaba, pero aun así nunca dejaba de sonreír, siempre tenía un motivo para ser feliz y veía las cosas buenas entre todo lo malo que había en su vida. Me hubiera gustado ser como él y no estancarme en mis problemas, quería ser más como Maykel y que todo se me resbalara como él decía.
—¿Hiciste todo bien? —me senté en mi silla, llevando las manos bajo la barbilla, enlazando mis dedos. Lo miraba fijamente, con una ceja alzada.
—¿Con quién crees que estás hablando? —dijo ofendido. Revisaba algunos documentos que se encontraban sobre el escritorio que ahora mismo era un cementerio de papeles, carpetas y más de la mitad todo era basura. Tenía que arreglar esto, detestaba el desorden, aunque mi vida en sí lo era por completo —. Hice lo que me pediste, seguí tus órdenes al pie de la letra —levantó la mirada unos segundos.
—Por eso lo digo, a veces puedes ser un completo idiota —aquello no le hizo gracia porque esta vez no dijo una tontería cómo era su costumbre —. ¿No dices nada? —dejó de mirar los papeles —. ¿Es que te ha comido la lengua el ratón? Siempre te la pasas hablando hasta por los codos —dije con sorna. La tonta sonrisa que mantenía sobre los labios se borró por completo, de golpe.
—Cierra la boca —masculló —. Gracias por preguntarme cómo me fue —murmuró.
—¿Cómo te fue, Maykel? —regresé la mirada a la pila de papeles que tenía frente a mí y que cada vez se hacía más y más grande. Me daba dolor de cabeza solo ver cada documento y pensar que los tenía que revisar con cuidado. A veces quería mandar todo a la mierda.
—Bien, las armas llegaron bien y todo salió excelente —de nuevo empezó a comer lo que sea que tenía en aquella bolsita. Como dije la boca no le paraba ya fuera para una cosa o la otra. A veces era exasperante.
—Perfecto. Cuando tenga tiempo iré a verlas, cómo puedes ver tengo mucho trabajo —señalé los papeles que se encontraban esparcidos sobre toda la superficie.
—Podemos ir mañana, si quieres —creo que se dio cuenta de lo cansado y frustrado que me sentía porque sus facciones se relajaron —. ¿Quieres que te ayude en algo? —lo miré severo, sin una pizca de diversión en los ojos —. En serio, me puedo llevar algunos papeles a mi departamento.
—Mejor ve a los otros clubes para ver cómo van las cosas ahí, ya sabes que si algo sale mal me debes notificar —aclaré y asintió con la cabeza.
—Como digas, jefe —se puso de pie e hizo un saludo militar, me dio la espalda y caminó hacia la puerta. No pude evitar reír por todas las tonterías que hacía a lo largo del día. Si había algo que le agradecía eran las bobadas que hacía para hacerme reír, ya que siempre decía que parecía un iceberg, una piedra que no tenía sentimientos. Muchas veces también llegué a pensar que así era.
—Debes ganarte el sueldo que te pago, que por cierto es una suma considerable —lo señalé con un dedo, dejó de sonreír, de nuevo.
—Hunter no es Hunter si no te echa en cara las cosas que hace por ti —dijo antes de abrir la puerta y salir.
—Cierra la boca y lárgate de aquí —le señalé la puerta. Mike solo sonrió y negó con la cabeza para proceder a salir y dejarme solo de nuevo.
Cuando la noche cayó, ya llevaba la mitad del trabajo hecho. Danielle empujó la puerta y alcancé a ver el bolso que colgaba en su brazo derecho, mientras que en el izquierdo llevaba las llaves de su auto. Observó el desastre que había sobre el escritorio y chistó antes de hablar.
—¿Te falta mucho trabajo? ¿Quieres que te ayude en algo? —eché la cabeza hacia atrás para descansar unos segundos.
—Ve a casa, termino mañana —me regaló una sonrisa de labios apretados.
—Hasta mañana, Hunter —se despidió.
—Hasta mañana, Danielle —me dijo adiós con la mano y se dio la vuelta para salir de la oficina y abandonar el club.
Me apreté los lagrimales y suspiré. Ya había trabajado mucho, así que era hora de regresar a casa y disfrutar de la rica cena que Marie había preparado. Esa mujer tenía un rico sazón y todo lo que prepara es arte, todo lo malo quedaba de lado cuando me sentaba frente a la mesa y Marie ponía frente a mí un gran plato de alguno de sus platillos. Amo a esa mujer, ya que llegó a mi vida en el momento correcto, siempre le iba a estar agradecido por salvar a este pobre hombre condenado. Nunca me dejó, no se fue ni al verme en mis peores momentos, ni cuando yo me soportaba, ella estuvo ahí siempre.
Me puse de pie y cogí el saco para ponerlo sobre mis hombros, apagué la luz de la oficina y cerré la puerta. Los dos hombres que cuidaban de mí no estaban en la pequeña sala, así que supuse que debían estar abajo en el estacionamiento. Miré el lugar y este se encontraba a reventar, apenas era miércoles y ya había personas bebiendo y metiéndose algún tipo de droga. Las luces parpadeaban, rebotaban de una pared a otra, la música retumbaba por todo el sitio y los vidrios timbraban fuertemente. Al bajar las escaleras me encontré con Keira, la encargada del club mientras yo no estaba, era una buena empleada, eficiente y trabajadora.
—¿Ya te vas? —se detuvo al lado de las escaleras. Me echó esa mirada que solo ella podía tener hacia mí, sin embargo, no es como que me provocara nada, lo que teníamos era algo pasajero, nada serio.
Ahora no, por favor.
—He estado aquí todo el día, necesito descansar y comer algo decente —Keira sonrió y se acercó para dejar un beso sobre mis labios. Me aparté rompiendo el contacto y ella hizo un puchero. Siempre hacía lo mismo, aunque, poco me importaba lo que sintiera, ella tenía claro lo que había entre nosotros, solo sexo y ya. Nada más que eso. Todavía esperaba que lo pudiera entender.
—¿Vas a venir mañana? —odiaba su voz melosa, cada vez que nos veíamos fingía ser alguien más y por eso lo que teníamos no involucraba sentimientos.
—Todavía no sé —dio un paso atrás —. Te encargo todo, sabes que si algo pasa me avisas cuanto antes —asintió llevándose las manos a la espalda.
—Está bien, Hunter, lo que tú digas —se hizo a un lado, pasé para salir y bajar al estacionamiento. Alexander esperaba dentro del auto mientras que Josh lo hacía afuera de la camioneta fumando un cigarrillo, al verme lo botó al suelo y lo apagó con la punta de su zapato. Subí al auto. Alexander no demoró en encender el motor y arrancar, Josh venía detrás en la camioneta.
Revisaba los mensajes que me había enviado Mike, decía que todo estaba bien en los otros clubes, así que dejé el móvil a un lado, miré a través de la ventanilla mientras esperábamos a que el semáforo cambiara de color. Era mi ciudad, y aún no entendía como es que terminé aquí cuando tenía otra vida en otro lugar.
Cuando llegamos a las inmediaciones de la propiedad, la reja se abrió y entramos a la mansión, las luces de la casa se encontraban encendidas. Bajé de la camioneta y me giré hacia los dos hombres, Josh y Alexander.
—Gracias, ya pueden ir a descansar —ambos asintieron y se alejaron.
Al entrar a la casa, inspiré profundamente para llenar mis pulmones con el rico aroma de la comida de Marie. Arribé a la cocina y la mujer esperaba en la isla con un enorme plato de pasta con camarones, a un lado una copa con vino acompañaba la cena. Me deshice de mi saco que dejé colgado en uno de los bancos de la isla.
—Las manos —indicó y no hice más que ir hacia el fregadero y lavarme las manos.
—¿Qué es eso tan importante que quieres decirme? —me quité el jabón de las manos y las sequé con un trapo que tenía Marie a un lado.
—Como sabes, tengo dos sobrinas —regresé a mi lugar y ahora sí me pude sentar en el banco para empezar a cenar —. La mayor de ellas se ha quedado sin trabajo y cuando le dije que estaba sola aquí me dijo que hablara contigo.
Con el cubierto pinché un poco de pasta llevándome un camarón, le soplé un poco antes de echarme la comida a la boca. Cuando empecé a masticar tuve que cerrar los ojos, esta comida estaba deliciosa, Marie sabía cómo hacerme feliz.
Por fin, un poco de paz.
—Quiere trabajar, Hunter, necesita el dinero para pagar deudas y que su hermana no deje de asistir al colegio. Ahora que mi hermano murió, los gastos son dobles y no va a poder sola, tampoco quiere mi ayuda —Marie se encontraba sentada a mi lado con los brazos encima de la mesa. Se veía preocupada y triste. Pobre mujer, la entendía y quería ayudar, así como ella lo hizo conmigo.
—¿Ella es una mujer, cumplida? No quiero que por ser tu sobrina hables bien de ella y digas mentiras solo para protegerla —la señalé y negó con la cabeza. Me conocía en demasía y sabía que odiaba las mentiras. Confiaba en ella ciegamente.
—Nada de eso, Hunter, sabes que jamás haría eso. Angel es trabajadora, cumplida y una buena jovencita —alcé una ceja ante la mención de su nombre.
Angel, ¿realmente lo es?
—Su nombre es Angel, ¿en verdad? —pregunté curioso. Marie casi no hablaba de sus sobrinas, solo decía lo básico, que una de ella estudiaba, mientras que la otra tenía que trabajar para ayudarle a su padre, mientras este todavía vivía. Y si alguna vez dijo sus nombres, la verdad es que no presté atención a esos detalles.
—Así es, su nombre es Angel y es una niña linda que solo necesita el trabajo.
No dije nada por algunos segundos en los que solo me dediqué a cenar y beber del exquisito vino que Marie dejó en la mesa. La mujer me miraba expectante, quería saber mi respuesta y yo estaba alargando esto más de la cuenta. A veces me gustaba hacerla sufrir con largos silencios que la mataban de agonía e incertidumbre porque nunca sabía cuál sería mi respuesta. Me conocía perfectamente, creo que hasta más que mi propia madre y también por eso tenía esta relación con ella, de ser diferente no le hubiera permitido estas confianzas.
—Está bien, Marie, espero que sea responsable y que te ayude en la casa, nada de permisos sin que yo sepa, o andar metiendo personas desconocidas —la mujer asentía ante cada petición.
—Hunter, no la trates mal, es mi sobrina —dijo con el tono de voz suplicante —. Es una chica muy buena, peca de serlo —empezó a explicar con voz baja, suave —. No te aproveches de eso, hijo.
—¿Me crees capaz de hacerlo? —Marie ladeó la cabeza y me miró diciendo:
"¿Quieres que te diga la verdad o podemos fingir que eres una buena persona cuando ambos sabemos que puedes llegar a ser un idiota?".
—Bien, no digas nada —Marie puso su mano encima de la mía, su contacto no me disgustaba, al contrario, era cómo mi madre, aquella madre que seguramente en este momento me estaba odiando con todo su ser.
¿Qué será de ti, madre? ¿Cómo estás?
—¿Puede empezar mañana? Necesitas ayuda en la casa y tú ya no estás para esos trotes —entornó los ojos y me soltó cómo si fuera tóxico, casi me empuja lejos de ella.
—Hoy le envío un mensaje y le aviso, se va a poner muy feliz —se puso de pie y señaló mi plato —. ¿Quieres más?
—Sí, por favor, debería ponerte un restaurante para que todos prueben la rica comida que preparas —cogió mi plato y fue hacia la estufa para servirme más.
—Prefiero soportar tu mal humor que andar preparando kilos y kilos de comida a desconocidos —bromeó un poco. Sabía lo mal que la pasaba cada día soportando mi existencia, a veces yo también me odiaba, así que era comprensible que ella lo hiciera de igual modo.
—Me ofendes, Marie, solo quiero que te superes y tengas algo para ti —regresó a mi lado y puso el plato frente a mí.
—Con lo que me pagas es más que suficiente, Hunter —sonreí y seguí cenando —. Voy a llamar a Angel —asentí y sacó el móvil de su sudadera.
Marcó el número de su sobrina que no tardó en responder. No quería ser metiche y escuchar lo que decía, así que fingí no hacerlo, no me atreví a levantar la mirada mientras ella hablaba con Angel.
—¡Angel! ¿Cómo están? Yo estoy bien hija, gracias por preguntar. Sí, precisamente acabo de hablar con él, me ha dicho que sí. ¿Te puedes presentar mañana? ¡Bien! Aquí te espero, no, no todo se te va a dar aquí, solo trae unos zapatos cómodos. Está bien, Angel, salúdame a Callie. Las quiero mucho, a las dos —sonrió con ternura como si estuviera mirando a su sobrina a la cara.
Marie se veía muy feliz porque su sobrina iba a trabajar con ella, solo esperaba que no fuera una chiquilla problemática y que se dedicara a hacer su trabajo, no pedía más. Últimamente, las chicas que venían a trabajar no duraban más de una semana y gran parte de la culpa era mía, lo sé, no obstante, ellas no podían seguir una simple orden; obedecer cada regla de esta casa. Simple y aun así no lo hacían. Ojalá que esta tal Angel obedeciera sin rechistar.
—No quiero problemas, Marie —cogí la servilleta y me limpié las comisuras de la boca —. No quiero que sea una rebelde que no puede obedecer una simple orden o que ande por ahí contando lo que pasa en esta casa. De por sí ya se habla mucho del...
—Del diablo de Seattle —terminó ella por mí.
—Así es. Como para que alguien —me refería a su sobrina —, decida hablar y contar lo que pasa aquí dentro. No quiero eso.
—Angel es muy discreta, Hunter, por esa parte, no tendrás problemas con ella. Voy a hablar con ella de ese tema.
—¿Y con lo otro? —alcé una ceja en su dirección.
—No prometo que no sea una rebelde...
—¡Marie, por Dios! —dejé la servilleta con fuerza sobre la mesa —. ¿Qué te estoy diciendo, mujer?
—¡Lo siento! —se disculpó —. Así es ella, no se queda callada, no se deja de nadie y tendrás que soportar eso. No siempre te vas a salir con la tuya, habrá alguien que te ponga en tu lugar —apoyó las manos sobre la mesa y se puso de pie bajándose del taburete.
—No será tu sobrina quien me ponga en mi lugar, te lo aseguro —no dijo nada, solo me miró como si yo fuera estúpido, y tal vez lo era, aunque estaba seguro de lo que decía. Esa chiquilla iba a tener que obedecer o sufriría las consecuencias de ello.
—No estoy diciendo que sea Angel quien te ponga en tu lugar, Hunter —pasó saliva —, pero va a llegar alguien que lo haga y así vas a poner los pies en la tierra. ¿Y sabes qué?
—¿Qué? —cogí el tenedor para continuar comiendo.
—Espero que eso pase muy pronto —achiqué los ojos. Se alejó y fue hacia el fregadero.
—Se supone que me quieres, Marie. Me ofendes con tus palabras —me estaba dando la espalda y pude ver cuando se encogió de hombros y chistó antes de hablar.
—Que te quiera no significa que no te diga las cosas que haces mal o lo que deberías cambiar por tu propio bien. ¿Me equivoco? —aunque no me estaba viendo, negué con la cabeza.
—Tienes un poco de razón —giró en redondo de golpe, con evidente indignación marcada en sus rasgos.
—¿Solo un poco de razón? —indagó.
—Un poco, nada más —bufó y continuó con lo suyo.
—Lo que digo es que deberías ser menos... Como tú —se puso a lavar unas ollas.
—¿Ser menos como yo? ¿A qué te refieres con eso? —Bebí un poco de vino.
—Menos enojón, gritar menos, ser un poco más amistoso y no tener esa cara de que odias a todo el mundo todo el tiempo.
—Odio a todo el mundo, Marie —soltó un largo y sonoro suspiro.
—Entiendo. No sé para qué te digo estas cosas si ya conozco tus respuestas y que nunca vas a cambiar.
—¿En verdad quieres que cambie, Marie? ¿Quieres que deje de ser yo? —giró hacia mí y cogió un trapo para secarse las manos.
—Puedes seguir siendo tú, pero el verdadero Hunter —sus palabras me calaron en lo más profundo de mis sentimientos y fue algo que me hizo recordar al Hunter de hace diez años, el que todavía tenía un poco de humanidad dentro de él, no este ser al que parecía ya no le importaba nadie más que él mismo y nada más —. Solo piensa las cosas, hijo, no vas a conseguir nada alejando a las personas de tu lado. Te vas a quedar solo y por más bonita que sea la soledad es una mala consejera.
Ya no dijo nada y le agradecí en demasía que lo hiciera, ya que sus palabras me estaban dando en un punto sensible y hoy no estaba para aguantar esto. No es que fuera el peor de los hombres, no obstante, cuando matas una vez, lo haces dos o más veces, y más cuando llevas una vida como la que yo llevaba. En mi mundo si no disparabas primero te conviertes en comida de gusanos y por más mal que lo estuviera pasando tampoco quería morir, no ahora.
Angel
Fui al colegio por Callie después de tomar un café con Mara, que muy amablemente me invitó cuando le dije que no podía darme ese tipo de lujos ahora mismo. Amara era mi mejor amiga, la conocí a los ocho años de edad y desde ese entonces se convirtió en la mejor amiga que una chica pudiera tener, la que nunca me dejó sola en los malos momentos y siempre estuvo en los buenos, más que nada. Amara no pasaba por la misma situación que la mía, menos mal. Su familia tenía dinero, aunque no por eso era una chica presumida o engreída, todo lo contrario, tenía un buen corazón y era la más noble de todas.
Al llegar al departamento, mi pequeña hermana fue a su habitación para dejar la mochila y empezar con las tareas que le habían dejado. Busqué en la nevera y no había casi nada para preparar una comida decente, lo mismo que en la alacena, solo una bolsa con sopa instantánea y algunas verduras casi secas a punto de caducar. Al final preparé la sopa y le puse lo que había en la nevera. Esperaba que esta situación cambiara pronto porque ya me estaba aburriendo de comer sopa instantánea que por cierto ni siquiera la consideraba comida. A veces ni siquiera alcanzaba para un litro de leche. Esta situación era desesperante y quería llorar, sin embargo, no solucionaba nada con hacerlo.
—¡Callie! —llamé a mi hermana que no había salido de su habitación —. Ya está la cena.
Terminé de servir la sopa en los platos y me senté a esperar a Callie.
—Mmm —se lamió los labios —. Sopa instantánea, otra vez —se dejó caer en la silla frente a mí, un poco desanimada, con un tono burlón en la voz. La entendía, yo me sentía igual o peor que ella. Esto nos estaba rebasando y sentía que me estaba ahogando en mi propia miseria.
—Tan pronto cómo encuentre trabajo te voy a preparar esa rica lasaña que tanto te gusta —le encantó escuchar aquello porque una gran sonrisa se dibujó en sus labios.
—¿Ya buscaste algo? —empezó a cenar.
—Fui a ver a la tía Marie y me dijo que está sola en esa casa. Le pedí que hable con su jefe, sin embargo, no me conformé y fui a buscar en algunos restaurantes, pero por ahora no solicitan personal —suspiré y me encogí en mi lugar. Me sentía tan pequeña en este mundo donde si no tienes recursos te comen viva. No recordaba que hubiéramos pasado por una situación igual desde hacía mucho tiempo. Sí, el dinero llegó a faltar en algún momento y no nos dábamos los mismos lujos que otras personas, pero, ¿la nevera vacía al igual que la alacena? Esto era deplorable.
No temía trabajar de lo que sea, limpie baños y fregué pisos, así que el trabajo rudo no me daba miedo, lo que temía es que nadie ocupara a una chica de mi edad que apenas pudo empezar la universidad. En esta época, hasta para barrer aceras necesitas estudios y no discrimino a nadie, pienso que está bien, sin embargo, existen personas que no nos podemos dar el lujo de estudiar porque estudiamos o trabajamos, o nos morimos de hambre.
—No te desanimes —Callie puso una mano encima de la mía, con cariño —. Vas a encontrar algo, yo sé que sí —sus palabras llenas de aliento siempre me hacían sentir un poquito mejor. Era tan pesimista que a veces me daban ganas de darme unos buenos palazos para entrar en razón. Callie solo decía; "Eres tan piscis". Su justificante por ser tan "tonta" es que mi signo influía demasiado en cada una de mis decisiones y por eso no le podía decir que no a nadie, ni siquiera si la situación me ponía en peligro.
—Espero que así sea si no... No sé qué vamos a hacer para salir estas semanas —en sus labios se dibujó una mueca de disgusto y pena.
Callie era la niña más risueña de todas, siempre tenía lindas palabras, aunque el día fuera un asco y todo se estuviera cayendo a pedazos a nuestro alrededor. Si no fuera por ella, creo que ya hubiera saltado de un puente desde hace mucho. Callie era la positividad que mi vida tanto necesitaba, me ayudaba en todo momento, cuando estaba rota y sin ganas de salir de la cama era el empujón que mi miserable vida necesitaba. No me gustaba verla triste o que se preocupe por mí, por eso cuando me ponía a llorar me escondía de ella para que no me viera, salía de la habitación y lloraba en el baño. Aunque mi padre me llegó a encontrar llorando más de una vez y solo podía consolarme o decirme bonitas palabras de aliento.
Mi móvil empezó a timbrar, lo cogí rápidamente y al observar la pantalla me di cuenta de que era la tía Marie. Una sonrisa se dibujó en mis labios al pensar que tal vez ya había hablado con su jefe y me tenía buenas noticias.
—Es la tía Marie —le informé a Callie quien sorbía de su sopa.
—Responde, responde —palmeó mi mano. Asentí y deslicé mi dedo por la pantalla para responder.
—Tía Marie, Hola —dije entusiasmada.
—¡Angel! ¿Cómo están?
—Nosotras estamos bien, tía y tú, ¿cómo estás? —puse el altavoz para que Callie pudiera escuchar también.
—Yo bien, hija, gracias por preguntar.
—Uhm... le preguntaste a tu jefe lo que te pedí —cogí la mano de Callie al instante. Tenía miedo de su respuesta, que fuera un rotundo no.
—Sí —solté un suspiro al escucharle decir esto —. Precisamente acabo de hablar con él, me ha dicho que sí. ¿Te puedes presentar mañana? —casi me levanté de mi silla, sin embargo, Callie sostuvo mi mano para que no me moviera de mi lugar y terminar de escuchar lo que decía la tía Marie.
—¡Claro que sí, tía! Mañana me presento ahí, muchas gracias por hacer esto.
—¡Bien! Aquí te espero...—la interrumpí antes de que dijera otra cosa.
—¿Tengo que llevar algo? ¿Ropa? No sé —murmuré, apenada.
—No, no todo se te va a dar aquí, solo trae unos zapatos cómodos.
—Gracias de nuevo, nos vemos mañana. Te queremos mucho.
—Está bien, Angel, salúdame a Callie.
Colgué y dejé el móvil a un lado de mi plato con la sopa a medio comer.
—¡Ah! —Callie pegó un chillido y se puso de pie para abrazarme —. Vas a trabajar para Hunter Dagger —en ese momento caí en cuenta de ello —. No te estás arrepintiendo, ¿verdad? —frunció el ceño cuando mi sonrisa desapareció para dar lugar a una seria, casi temerosa. Estaba entendiendo que iba a trabajar para el mismísimo Hunter Dagger, al que apodaban como El diablo de Seattle, y si tenía ese alias tan particular es por algo, ¿no es así? Nadie va por la vida llevando un apodo tan llamativo sin que sea cierto un poco de lo que se dice de esa persona, en este caso el señor Dagger.
—Espero no verle la cara, dice la tía Marie que tiene un mal carácter, además de lo que ya sabemos qué hace —suspiré. Callie se colocó detrás de mí y abrazó mis hombros con sus delgados brazos. Tenía dieciséis años, aunque ya casi me alcanzaba y no es que yo fuera precisamente alta, tenía la estatura promedio, medía un metro setenta y cinco y Callie un metro sesenta y cinco. Dentro de unos años iba a ser más alta que yo.
—No pasa nada, Angel, todo va a salir bien —dejó un beso en mi mejilla y se apartó para seguir cenando —. No creo que ese tal Hunter sea tan malo, si la tía Marie trabaja con él debe ser por algo —señaló y le di la razón por que algo de cierto había en eso.
Nadie con tanta paciencia podía soportar a alguien cómo Hunter Dagger, era un mafioso que se escondía bajo el título de "empresario" y quizá sí lo era, sin embargo, también era un corrupto, esa era la realidad. No tenía que cegarme ante ese hecho, tenía que estar consciente de que a pesar de todo era una mala persona. Hunter Dagger no era bueno, eso me lo tenía que repetir como si fuera un mantra, recordar que debía tener cuidado con lo que decía frente a él, cuidarme las espaldas en todo momento. Callie dependía de mí y si algo me llegaba a pasar... Ni siquiera me quería imaginar que aquello pudiera suceder, aunque siempre había que estar preparados para lo peor, así como nosotras con mi padre.
No se debe juzgar un libro por su portada.
Aunque Hunter Dagger fuera una bonita portada de pasta dura, no sabía lo que se escondía bajo esa máscara de indiferencia con la que salía en las portadas de revistas y en los titulares de los portales de chismes. Era atractivo, si lo era y decir lo contrario sería mentir descaradamente, solo tenía que tener cuidado con él y todo estaría bien.
Espero que las cosas salgan bien.
No lo decía por él, sino por mí, a veces suelo tener la lengua muy suelta.
—Mañana te digo todo lo que pase, Bicha, de ahora en adelante todo va a salir bien —sus bonitos luceros se llenaron de esperanza y tenían ese brillo tan particular que la caracteriza.
Cuando terminamos de cenar le ayudé con su tarea o lo poco que sabía de ella, al no terminar la universidad me quedé estancada en muchas cosas y las que había aprendido ya las había olvidado. Cuando Callie me pedía ayuda hacía el mayor esfuerzo posible, siempre hacía lo que fuera por ella porque nos teníamos la una para la otra. Tenía que aprender a su ritmo para no ser tan ignorante, un día quería terminar mis estudios y ser un buen ejemplo para mi hermana menor. Ese era uno de mis sueños, terminar de estudiar y poner una cafetería donde hubiera libros de todo tipo, también era una de mis debilidades, aunque con el trabajo tan pesado que tenía en el restaurante apenas me daba tiempo de respirar.
Era una fiel creyente que todo pasa por algo y que las cosas van tomando su camino, estaba segura de que las cosas no iban a ser siempre así y que un día el dinero no iba a faltar en esta casa, tampoco es que quisiera ser millonaria de un día para el otro, estaba consciente de que eso se obtiene a base de trabajo duro y mucho empeño, pero soñaba con un día ya no tener que preocuparme para cuando llegara el día de tener que pagar la renta o la luz. Solo quería vivir de mis sueños y nada más. ¿Acaso era pedir mucho?
💙💙
¡Hola! Espero que se encuentren bien.
Como se pueden dar cuenta he sacado todos los capítulos de este libro para empezar a subir la nueva versión. Habrá capítulos en los que no se noten mucho los cambios, pero les aseguro que los hay y ojalá los noten. Como también espero que les guste de nuevo como la primera vez. También espero nuevos comentarios. 💙💙
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