Capítulo 19. 💙
"Aquello duró solo un instante,
pero hubiera podido eclipsar
la eternidad".
—Boris Pasternak.
Angel
Hunter pasó gran parte de la mañana y de la tarde encerrado en su oficina junto a Maykel Imaginaba que eran asuntos tan importantes que ninguno de los dos almorzó, pidieron café y algo de fruta. Cuando Callie llegó del colegio fue junto a Marie al veterinario para que revisaran a la gatita y le pusieran las vacunas correspondientes. Mi hermana estaba enamorada de esa gatita y apenas llevaba tres días con ella. Se había encariñado muy rápido y me preocupaba que no la supiera cuidar o algo le pasara, ya que era tan chiquita. Sin embargo, tenía que confiar en mi hermana, haría un gran trabajo, había prometido hacerlo y yo confiaba en ella.
Me encontraba sola en la cocina cuando recibí un mensaje de Alexander, preguntaba si íbamos juntos a beber algo, no habíamos hablado desde aquella mañana y quizá pensaba que ya no quería salir con él. Alexander era un buen sujeto, amable y no tenía estos cambios de humor como tal personita de quien era mejor no hablar. Le respondí que sí y respondió con un emoji de una carita con ojos de corazón. Guardé el móvil en mi delantal, al levantar la cabeza me fijé en ella: Charlotte. Iba entrando a la cocina y yo...
¡Dios mío! Se iba a dar cuenta de que era yo la mujer que acompañó a Hunter a ese evento aquella noche. No iba a saber qué decir, cómo actuar o que otra mentira inventar para que no pensara que era una falsa. Me puse nerviosa cuando se acercó y me sonrió amablemente.
—Hola —dijo y levantó la mano a modo de saludo.
Hoy venía vestida con una falda de tubo de color rojo junto a una blusa blanca que resaltaban más sus labios carmín y su bonito cabello que parecía sacado de un anuncio de algún famoso champú. Al lado de ella me sentía poca cosa, ella era hermosa, con esa bonita figura, caderas anchas y cintura pequeña. Sus senos eran perfectos, su cabello tan rojo y sedoso con ondas que parecía fueron hechas para que saliera en la portada de una revista y más de una vez lo hizo, salió en revistas de moda, donde decían que era una de las mujeres mejor vestidas del año.
¿Cómo iba a ser posible que alguien como Hunter Dagger se fijaría en una chica, así como yo? Era su empleada, su sirvienta, no era la hija de ningún empresario, ni de un político. No tenía dinero, no poseía ropa de marca y no sé cómo pude pensar que él se iba a fijar en mí, lo mejor que podía hacer es estar con alguien cómo yo, alguien que me diera una vida digna, sin tantos lujos, pero con lo suficiente para poder vivir bien. Debía sacar de mi cabeza a Hunter, él no era mi tipo y yo, por más que me doliera, no era su tipo.
—Hola —musité con pena. Charlotte se posó a mi lado y dejó su costoso bolso encima de la isla.
—¿Se encuentra Hunter?
—Sí, pero está con Maykel —me di la vuelta para hacer lo que sea que me permitiera estar lejos de ella. Así que fui al fregadero a lavar la tabla para picar y un cuchillo.
Por favor, que se vaya de una vez.
—Tú eres la chica de aquella noche, ¿cierto? —mis hombros se tensaron en cuanto la escuché decir aquellas palabras a las que tanto temía.
—No sé de qué habla, señorita —escuché que chasqueó la lengua.
—No soy tonta, Angel, esa noche te reconocí de inmediato —giré sobre mis talones y me sequé las manos con un trapo que dejé en su lugar.
—No quise pretender ser alguien que no soy —me acerqué lo suficiente para poder hablar sin tener que gritar.
—Yo no te estoy juzgando —fruncí el ceño.
—Ah, ¿no? —negó.
—Claro que no, además creo que se te da muy bien ese porte de mujer elegante. Te veías tan bien con ese vestido, el peinado y el maquillaje te hicieron ver más bonita de lo que ya eres.
Sus palabras me dejaron sin habla. No entendía por qué me estaba diciendo esto, qué ganaba con venir aquí. ¿Quería humillarme? Esperaba que no fuera así porque me iba a sentir peor de lo que ya de por sí me sentía.
—Lo que no entiendo es por qué fuiste con Hunter, nadie quiere ir con él a ningún lado, puede ser muy mandón y posesivo —recargó los brazos sobre la isla, deslizándose cerca.
—Sí, ya me he dado cuenta de eso —sonrió y su risa se escuchó tan sincera.
—Menos mal.
—Fue un reto, tanto para él cómo para mí. Para mí, más que nada —empecé a explicar —. Quería demostrarme que sí puedo ser una mujer elegante y distinguida, que no, nada más soy una empleada —mi voz se escuchó rota al final y sus cejas se hundieron. Se acercó y se quedó a mi lado.
—No debes menospreciarte de esta manera, Angel —subió sus manos y cogió las mías, las de ella eran delicadas, suaves cómo el terciopelo y las mías estaban maltratadas por el blanqueador y todos los químicos que usaba para lavar los vidrios, la estufa y la loseta.
—¿Pero? —alcé una ceja sutilmente.
—Me di cuenta de cómo te mira Hunter y creo que tú le gustas —abrí los ojos de par en par. No esperaba que alguien me dijera esto, menos ella, que fue su novia, su prometida.
—¿Qué? —mi voz tembló al final. Mi corazón se sacudió dentro de mi frágil pecho.
—Ya te dije que no soy tonta, Angel, aunque parezca que lo soy, no es así. Hunter te mira diferente, con cariño, no hay lujuria, solo aprecio, orgullo, fascinación...
—¿Y eso está bien o mal? —pregunté con curiosidad. Sus labios se desplegaron en una genuina sonrisa.
—Está bien, que un hombre te mire así quiere decir que sus sentimientos son nobles, porque cuando no piensa solo en sexo vas por un buen camino —explicaba tranquila.
—No sé qué decir —me puse nerviosa —. Yo...no creo que le guste al señor Dagger.
—Claro que le gustas, Angel y mucho.
—Pero yo no soy de su clase, somos tan diferentes y...
—Sí, quizá sí, pero no dejes que eso te afecte. Me imagino que Hunter debe estar confundido, todo esto es tan nuevo para él e intentará alejarte, más que nada por miedo.
Tal y como me lo dijo Amara. Él tiene miedo.
—¿Tiene miedo? —quería indagar más en el fondo. Ella conocía a Hunter, mucho más de lo que me gustaría, tal vez esta información me iba a servir de algo.
—Tu mundo y su mundo son tan diferentes, Angel y sé que sabes a qué me refiero —asentí —. Eres tan noble y buena, algo que Hunter no ve mucho en este mundo, así que le da miedo que salgas herida.
Pues sí, lo que dijo tenía mucha lógica y aunque me dolía aceptarlo en eso ella tenía mucha razón. Lo mejor que podía hacer era olvidar este tema, fingir que nada de lo que pasó sucedió y hacer de cuentas que él no me gustaba de esta manera descomunal y demencial.
—No le quiero rogar, pero... —aclaré antes de que dijera otra cosa.
—Y no debes hacerlo, las mujeres no estamos para rogar, sino para que nos rueguen.
Vaya, sí que es una diosa.
—No le ruegues, hazte la difícil, finge que no te importa y sigue con tu vida cómo si él no existiera —sus palabras me sorprendieron en demasía —. Sal con alguien y dale celos, sé que va a caer rendido a tus pies. Más de lo que ya está.
—Esto es raro —sonreí nerviosa —. Hablar con la exnovia de mi jefe y que me esté dando consejos de cómo tratarlo, es raro, ¿no?
—Sí, es algo raro, mas no imposible —admitió.
—Se supone que tú me debes de odiar porque estoy más cerca de tu exnovio que tú y me deberías hacer la vida imposible —alcé una ceja.
—¿Y por qué debería hacer eso? ¿Me crees tan mala? —frunció el ceño.
—Solo porque eres la exnovia del señor Dagger.
—Creo que has visto muchas novelas mexicanas —se apartó de mí —. No hay rivalidad entre tú y yo, Angel, yo sé cuál es mi lugar en la vida de Hunter y no hay problema con eso. Acepto lo que hice, le rompí el corazón, me merezco su odio y desprecio —suspiró sonoramente.
—Lamento mucho todo lo que pasó —dije, siendo sincera.
—Gracias. Creo en lo que dices —puso las manos en el filo de la isla —. Un día debemos ir a tomar algo, ¿tienes una amiga? La puedes invitar, prometo llevarlas a un hermoso lugar exclusivo donde solo van mujeres. Nos la vamos a pasar muy bien.
—Tengo una amiga, Amara, y sí, estaría lindo ir las tres juntas —sonrió sin mostrar los dientes que también eran perfectos cómo toda ella.
—Bien, me avisas cuando se pueda —regresó a donde estaba su bolso y sacó su móvil —. Pásame tu número para agendarte y cuando puedas me mandas un WhatsApp.
Le dicté mi número de teléfono y ella lo guardó en sus contactos.
—No me vayas a quedar mal, Angel —me señaló.
—Char —Maykel entró y nos miró a ambas un poco extrañado —. ¿Qué haces aquí? —se acercó a ella y se saludaron con un beso en la mejilla.
—Solo vine a saludar.
—¿Hace mucho qué llegaste? —Maykel sostuvo las manos de Charlotte.
—Hace unos minutos. ¿Crees que pueda ver a Hunter? Será algo rápido —Maykel miró sobre el hombro de Charlotte hacia mí.
—Sí, claro. Vamos —dejó que ella pasara primero y después salieron juntos para ir con Hunter a su despacho.
Todo había sido tan raro, más que nada hablar con ella y que me aconsejara cómo tratar a Hunter. Pensé que Charlotte era una mujer fría, dura, que era esa la clase de persona que por tener dinero humilla a los demás haciéndolos menos, me equivoqué con ella, me equivoqué mucho y ahora me daba de golpes por dejarme llevar por las apariencias. Ella no era mala ni grosera y yo la juzgué sin conocerla antes. Cuando tuviera la oportunidad hablaría con ella para decirle la verdad de lo que pensé cuando la conocí, se podía enojar, aunque lo mejor era siempre ser sincera si la iba a estar viendo más seguido en la mansión.
****
La semana pasó muy rápido y cuando menos me di cuenta ya era sábado. Callie seguía tan feliz con Frida, sí, así le puso a la gatita blanca. La cuidaba mucho, la dormía con ella, le compró un collar, juguetes y quería comprarle un rascador para que afilara sus uñas. La tenía tan consentida, me daba gusto saber que era responsable y quería a los animales. Siempre demostró tener un gran corazón y ahora, con esto lo terminaba de comprobar.
Alexander y yo quedamos en vernos en el bar al que me había invitado, era lo mejor porque si no Hunter se podía molestar con ambos y no quería desatar su ira o que se molestara con Alexander por mi culpa, no me iba a perdonar si lo echaba de su trabajo por mi culpa. Aunque no tenía nada de malo salir con alguien y divertirme, pero sabiendo cómo se portaba el jefe, lo mejor era no vernos dentro de la casa y evitar a toda costa hablar de otros temas que no estuvieran relacionados con el trabajo.
Fuimos al cine después de ir a tomar algo y anduvimos por las calles de Seattle un rato más. No quería llegar a casa tan pronto, por una vez quería olvidarme de Hunter, del trabajo, de todo. Solo quería pasarlo bien con un amigo y nada más.
—Así que desde que falleció tu padre te has hecho cargo de Callie —asentí. Pasamos por un helado y sabía muy bien —. Eres una gran hermana mayor.
—Es lo que Callie dice —encogí un hombro.
—Pues lo eres, cualquiera hubiera desertado desde hace mucho y tú no, tú has estado al pie siempre, dándolo todo por tu hermana —Alexander le dio una lamida a su helado —. Eso es mucho más de lo que hizo tu madre —suspiré —. Creo que no debí hablar de ella.
Con un movimiento de cabeza le dije que no había problema con eso. Desde hace mucho que hablar de mi madre ya no dolía y no se sentía igual. Creo que con el paso de los años su abandono empezó a doler menos hasta que desapareció y no sé cuándo fue el momento exacto en el que escuchar su nombre ya no me hacía enojar o querer llorar como cuando era una niña.
—Alguien tiene que ser el ejemplo de Callie y mi madre no lo es, es más, creo que nunca lo será —sentía pesar por decirlo, sin embargo, era más que lo demás. No soy nadie para juzgarla, aunque creo y estoy segura de que una madre que abandona a sus hijas no puede obtener el perdón de nadie. Decía Marie que hasta una perra es más leal con sus cachorros porque nunca dejaría que nadie se los arrebate y lo que esa mujer hizo no tiene perdón. Yo no soy Dios para juzgar o negarle el perdón a nadie, aunque tampoco estaba muy segura de lo que haría si es que algún día aparecía en nuestras vidas.
—Claro que no lo es, créeme. ¿Te puedo hacer una pregunta respecto a ese tema? —indagó. Le miré de reojo diciéndole que sí con la cabeza.
—Dime.
—Si tu madre regresara...—lo tuve que interrumpir.
—Espero que no lo haga —sonrió.
—Bueno, si ella regresara por el motivo que sea, ¿la podrías perdonar? —ni siquiera tuve que pensarlo porque yo estaba segura de mi respuesta.
—Nunca la voy a perdonar.
—¿La vas a recibir? —me encogí de hombros.
—No sé, nunca he pensado en que ella va a regresar y espero que no lo haga, de verdad espero que no sea así —me miró de reojo.
—Es entendible que te sientas así y está bien la decisión que tomes, siempre debes pensar en Callie y en ti, nada más en ustedes. Ahora que su padre falleció se deben cuidar —le di la razón.
Alexander decía la verdad nada más, lo primordial en mi vida era Callie, por ella yo daría la vida de ser necesario y sin pensarlo. Ella era todo lo que yo tenía y yo era todo lo que ella tenía, así que lo demás no importaba.
—¿Y tú? Hemos hablado de mí, pero no me has dicho nada de ti —ahora él soltó un suspiro.
—Mis papás viven y están juntos, discuten cómo todas las parejas, ellos se llevan bien, aunque a veces mi papá hace enojar a mi madre y dice que le dan ganas de ahogarlo con una almohada cuando duerme —me eché a reír y después me sentí mal por hacerlo.
—No debí reírme.
—Fue gracioso, eh —asentí.
—Sí, lo fue —reprimí una risita que murió en mi garganta.
—Ellos son así, a veces se llevan bien y otras mal.
—¿Y vives con ellos? —quise saber un poco más.
—No, yo vivo cerca de aquí y ellos viven lejos, así que tengo que estar cerca del trabajo.
Yo entendía eso más que nadie.
—¿Hace mucho que trabajas para el señor Dagger? —no lo pensó tanto para responder.
—Hace cinco años, más o menos —las calles a estas horas de la noche estaban abarrotadas de personas que venían a cenar con sus parejas o amigos que querían entrar a uno de los tantos clubes que había en el centro.
—¿Y te gusta tu trabajo? —Estaba haciendo muchas preguntas —. No debo ser tan preguntona —apreté los labios.
—Pues sí, me gusta. A veces tengo que llevarlo a donde él me pida o recoger lo que él quiera, cuidar la puerta y ver quién entra a la casa, no es mucho trabajo. Hay días en los que no hago nada y aun así me pagan, así que sí, me gusta —me miró y sonrió.
—Quien fuera tú —exhalé.
—Debe ser difícil hacerse cargo de todo en la casa —dijo con pena.
—Marie se hace cargo de otras cosas, pero está bien, la paga es buena y ya he empezado a pagar algo de todas las deudas que tenía. Ahora todo es mejor que hace dos meses —me miraba de una manera extraña, me hacía sentir... bien.
—Y Callie es feliz.
—Callie es feliz, lo más importante —levantó su helado y ambos los chocamos cómo si estuviéramos brindando por algo.
—Salud por eso.
—Salud por eso.
Me di cuenta de que Alexander era más parecido a mí de lo que me pude imaginar. A veces soltaba algunos malos chistes que por raro que parezca me hacían reír, siempre fui muy básica en ese aspecto, sin embargo, él también lo era. Le gustaban las cosas sencillas y sin complicaciones.
Seguimos caminando hasta que no pudimos más y tuvimos que regresar a la mansión, ya eran más de las diez de la noche cuando regresamos. Me la pasé muy bien con él, era un tipo agradable, divertido y le gustaban muchas de las cosas que me gustaban a mí, así que si me pedía salir una vez más aceptaría con gusto. No tenía compromiso con nadie, así que era libre de hacer lo que me venga en gana, sin importar si a mi detestable y odioso jefe le gustaba o no.
Al llegar frente a la mansión apagó el auto y se giró para verme.
—Te acompaño —me quité el cinturón.
—No es necesario —fue demasiado tarde cuando lo dije porque estaba bajando del auto y rodeándolo. Me abrió la puerta y esperó a que saliera. Ambos nos detuvimos frente a la puerta hasta que saqué las llaves y abrí, me dejó pasar primero y cerró detrás de sí. Nos quedamos justo en medio del lobby.
—Hoy me la pasé muy bien. No conocía esa heladería, pero qué bueno que me llevaste ahí —le sonreí. No estaba nerviosa ni nada parecido, me gustaba pasar tiempo a su lado —. ¿Crees que podemos salir otra vez? Si quieres un domingo que descanses, puedes llevar a Callie.
—Eso la hará muy feliz —metió las manos dentro de los bolsillos de su pantalón —. ¿Pasa algo?
—Sé que apenas nos conocemos, solo quiero decirte que eres muy linda, en toda la extensión de la palabra. Eres amable, dulce y muy inteligente, divertida también —señaló —. Platicar contigo es fluido y me gusta. Tú me gustas —pasé saliva cuando acortó la poca distancia que había entre los dos.
—Alexander, yo...—no me dejó terminar porque ya tenía sus labios sobre los míos, presionando para besarme y ahora no sabía qué hacer, cómo reaccionar. No sabía si debía apartarme o responder a su beso, así que lo dejé hacer y le correspondí.
Su beso era lento y pausado, no llevaba prisas y me dejé hacer, quería besarlo, probar sus labios, sin embargo, también lo hacía para borrar los besos de Hunter, quería reemplazarlo porque entre él y yo no podía pasar nada, pero con Alexander podía ser diferente, quería que fuera diferente. Quería dejar de pensar en el capullo de mi jefe.
Se separó después de unos segundos y dio un paso atrás, avergonzado por lo que había hecho.
—Lo siento —se disculpó —. No debí hacerlo.
—Sí debiste, Alexander —sonrió nervioso —. Y no tienes que disculparte —ahora fui yo quien se acercó a él y dejó un casto beso sobre sus labios.
¿Qué me estaba pasando? Esta no era yo, no obstante, se sentía bien, no ser yo por un minuto.
Una tierna sonrisa se dibujó en sus labios y se rascó la nuca.
—Te veo mañana entonces.
—Hasta mañana, Alexander —giró sobre sus talones, caminó hacia la puerta para salir, pero antes de cerrar se despidió con la mano.
Cuando entré a la sala, Callie se encontraba mirando una película y esta vez, por raro que pareciera, no hizo preguntas de ningún tipo, pero ya lo haría mañana. Dejé el bolso en la cama y saqué el móvil, pero antes de hacer otra cosa recibí una llamada de Hunter. Deslicé mi dedo por la pantalla y respondí.
—Necesito que vengas ya, de inmediato —se escuchaba molesto. Estaba molesto.
Hunter
Había tenido un mal día, la reunión con los socios no fue tan horrible cómo lo esperaba, aunque la sola presencia de Hiro me provocaba ganas de pegarme un tiro en la cabeza para no escucharlo más, era un idiota, decía tonterías y sus bromas ni siquiera eran divertidas, me daba dolor de cabeza. Provocaba más mi migraña.
Cuando bajé para ir a la cocina no me imaginé que en el lobby iba a encontrar a mi chofer besando a Angel. Ese infeliz, puso sus asquerosas manos sobre ella, tocaba sus labios y todo esto lo hacía en mi casa, ¡en mi maldita casa!
Después de besarla se disculpó con ella, ¿por qué lo hacía si ya la había besado? Y ella le dijo que no se disculpara y lo besó de nuevo, fue un beso fugaz, aunque eso no aminoraba la rabia que crecía dentro de mí.
No hagas esto. Ella no tiene la culpa de tu mal día.
Estaba consciente de que yo no era nadie para reclamarle algo, sin embargo, mis celos decían otra cosa, sentí que la sangre me hervía, todo me daba vueltas y quería romper todo lo que tenía en frente, claramente Angel me hacía mal y aquello auguraba nada bueno. No podía seguir así, sentirme su dueño cuando no lo era, cuando yo le dije que entre nosotros no podía pasar nada.
Escuché la puerta abrirse, Angel entró al despacho cerrando detrás de sí. Su mirada inocente estaba fija en la mía, la mía era dos dagas que se incrustaban en lo más profundo de su piel, rasgando su carne desde fuera. Se acercó y se quedó frente al escritorio, no bajaba la cabeza, mantenía el mentón en alto y las manos frente a ella.
—¿Qué se le ofrece, señor Dagger? —Me reventaba que ahora fuera tan formal.
Me sentía una mierda por ser así, por tratarla de esta manera, cuando era más que evidente que me atraía de una manera en la que no lo podía explicar, sentía que tenía que estar con ella, aunque me debía mantener lo más lejos posible. ¿Entonces por qué no la despedía de una vez por todas y me olvidaba de esto? No podía despedirla porque ella necesitaba el trabajo, tenía una hermana que cuidar, a quien darle un techo donde vivir y ese lugar donde vivían antes no era un lugar digno para ninguna de las dos.
—¿Qué se supone que hace besando a Alexander? —no se inmutó ante mis palabras.
—¿Qué quiere que le diga? Nos besamos y ya —tenía los dedos enlazados bajo la barbilla.
—¿Se besaron y ya? ¿Así nada más? —indagué. Estaba incrédulo y molesto. Más que nada estaba molesto.
—Sí, cómo las personas adultas que somos. Él es libre y yo le gusto.
—¿Tú le gustas? —enarqué una ceja —. ¿Él te lo dijo?
—Me dijo que soy bonita, le gusta estar a mi lado y se la pasa muy bien, así como yo me la paso bien con él —dijo segura.
—¿Y a ti te gusta él?
—Sí, Alexander es atractivo, me trata bien, siempre y me respeta ¿Qué más puedo pedir en un hombre? —no me miraba a los ojos, sin embargo, cuando lo hacía sentía que mentía en algunas cosas. Tal vez no mentía cuando dijo que ella le gustaba a él, pero sí cuando dijo que se la pasaba muy bien a su lado.
—No te creo nada —tenía la mandíbula tan apretada que sentía que los dientes se me iban a romper desde adentro.
—Pues no me importa si usted me piensa o no, soy una mujer libre que puede hacer con su vida lo que le venga en gana y usted no es nadie para decirme con quien puedo salir y con quien no.
—Sí, puedo decírtelo —abrió los ojos de par en par.
—No, señor Dagger —espetó —. Solo es mi jefe y en mi contrato no dice nada de no salir con alguien del personal de esta casa —me puse de pie y me acerqué a ella.
—Sabes que no soy nada más que tu jefe.
—Tengo bien claro que lo es, porque me paga para servirle, nada más —acortaba la distancia que nos separaba, ella no se inmutaba ni me miraba.
—No, no solo soy tu jefe, Angel —cogí sus manos y las apreté con delicadeza subiéndolas a la altura de mis labios para dejar un par de besos en su dorso.
—No me confunda más, por favor —se giró hacia mí con la mirada triste —. Sé que no me puede ofrecer nada más y lo entiendo, pero no juegue conmigo. No soy una muñeca de la que se puede aburrir y tirar o recoger las veces que se le pegue la gana. Soy una mujer con dignidad y con orgullo —se soltó de mi agarre —. Deje que sea feliz con alguien más, me merezco ser feliz, ¿no lo cree? —asentí de mala gana.
—Se lo merece, Angel, más que nadie en este mundo —me senté en la esquina del escritorio.
—Entonces, deje que yo esté con quien quiero estar.
—¿Te gusta Alexander? ¿Quieres estar con él?
—Sí —mala mentirosa —. Me gusta y quiero intentar algo con él. No sé si vaya a funcionar o no, al menos no me quiero quedar con la duda de qué pudo pasar. Quiero intentarlo con Alexander —esas palabras se sintieron como dagas envenenadas que fueron a dar directamente a mi podrido corazón.
—Entonces es una despedida, Angel —su afirmación fue una patada que me terminó de matar por dentro.
—De ahora en adelante solo será mi jefe y yo su empleada, lo que haga con mi vida no debe importarle o afectarle —tragué saliva de mala gana y dejé que se apartara.
Ella tenía razón, yo no era nadie para reclamarle nada, me sentía cómo un idiota por hacer este numerito. De ahora en adelante las cosas serían cómo debían ser desde el principio y me dolía que fuera así, sin duda alguna era lo mejor, no para mí sino para ella. Yo me sentía como si un camión me hubiera pasado encima. Tal vez vi mal, sin embargo, podía jurar que sus ojos estaban cristalinos. O quizá solo era yo haciéndome ideas que no tenían nada que ver con lo que estaba pasando.
—Está bien, Angel, las cosas se harán cómo tú quieras.
Asintió apretando los labios y dio la vuelta sobre sus talones para caminar hacia la puerta, abrió y salió de mi despacho. Regresé a mi lugar, no sin antes mirar de reojo la botella de whiskey, estuve tentado a servirme una copa nada más, cuando recordé las veces que había llegado casi inconsciente, sin poder caminar por mi cuenta y que había ocasiones que no recordaba nada de lo que había hecho o dicho, se me pasaron la ganas de beber de nuevo. No quería ser ese hombre de nuevo, solo quería seguir adelante con mi vida. Ahora Angel se quedaba fuera de esta para siempre. Me dolía y aunque era lo mejor, no podía ignorar este dolor punzante en mi pecho.
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