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Capítulo 17. 💙

"Que el cielo exista, aunque nuestro hogar

sea el infierno".

—Jorge Luis Borges.

Angel

No dejaba de pensar en lo que dijo mi tía Marie y lo sentía cómo si hablar de ella fuera de mala suerte, así lo veía desde que era pequeña cuando ella se fue y nos dejó a Callie y a mí. Entendía que su vida no era buena, entendía que tenía que trabajar para ayudar en la casa, sé que no tenía todo lo que quería, sin embargo, lo que no entendía es por qué nos dejó, porque no nos llevó con ella. Nunca le iba a perdonar habernos abandonado y dejado a nuestra suerte, nunca preguntó cómo estábamos si es que vivíamos todavía, nunca llamó para saber que no habíamos muerto de hambre, que nos encontrábamos bien a pesar de todo.

Alejé todos esos pensamientos de mi cabeza, no valía la pena hablar de ella, tenía que disfrutar esto que estaba pasando ahora mismo que era muy bueno, por cierto. Callie estaba feliz, sonreía y estaba contenta por estar aquí. Al fin tuvimos un día para nosotras, le prometí que lo haríamos, pero por una cosa o por otra lo fui posponiendo, pero ahora no había nada que pudiera impedir que pasáramos un buen día las tres juntas.

—Callie se ve muy bien —dijo Amara a mi lado. Mi pequeña hermana iba adelante de nosotras, miraba las vitrinas de los locales de ropa y de vez en cuando se metía en alguno de ellos para comprar algo o solo para mirar —. Se nota que es feliz, muy feliz —comentó con una sonrisa en los labios.

—Y lo es. Me alegra haber tomado esta decisión —suspiré.

—¿Ya me vas a decir que pasó anoche? Necesito los sucios detalles —me dio un codazo en las costillas.

—No hay sucios detalles —hizo un puchero, quejándose porque no pasó nada de lo que ella quería —. Fuimos a comer tacos, miramos el paisaje en Kenmore Air y cuando regresamos a casa nos empapamos por la lluvia. Me llevó a su habitación y me prestó ropa. Y nos besamos —terminé encogiéndome de hombros.

—¿Qué? —Amara se detuvo frente a mí, nos tuvimos que hacer a un lado porque obstruimos el paso de los demás transeúntes —. ¿En serio? —asentí mordiendo la esquina de mi labio inferior.

—¿Por qué iba a mentir? —de nuevo seguimos caminando —. Pero...

—Siempre hay un, pero —Amara se enganchó de mi brazo y levantó un dedo.

—Me dijo que nada cambia entre él y yo. Y no entiendo por qué —mi voz se convirtió en un hilo —. Sé que le gusto, Mara —dije desesperada —. Lo veo en sus ojos, lo sé, lo siento —me llevé una mano al pecho —. ¿Por qué es así? No entiendo —exhalé, melancólica.

—Tiene miedo —no perdía de vista a Callie que agitaba la mano para decir que iba a entrar a un restaurante.

—¿De qué podría tener miedo un hombre cómo Hunter? —inquirí.

—Quizá tiene miedo de amar —se encogió de hombros —. O de hacerte daño. Yo creo que es eso, que te pueda llegar a lastimar. Sabes perfectamente como es su vida.

—¿Hacerme daño? —fruncí el ceño y arrugué la nariz.

A veces no entendía a mi amiga o ella no se explicaba bien.

—Hay hombres que saben lo que son y temen lastimar a las personas que les importan, por eso Hunter lleva un letrero de advertencia, Angel, eres muy inteligente para ver las señales.

—Lo sé —lo peor era eso, que lo sabía y aun así lo ignoré porque Hunter me gustaba, era atractivo y peligroso, la combinación perfecta para romper mi pobre y frágil corazón.

—No te deprimas —puso su mano en mi hombro al entrar al restaurante que Callie había elegido para comer hoy. Ahora podía pagar estos lujos y darle estos pequeños regalos. Cuando entramos fuimos hasta donde estaba ella y cada una tomó su lugar en la mesa.

—A veces siento que soy poca cosa para él —me escuchaba triste y sin ánimos.

—¿Hablan de Hunter? —preguntó Callie que estaba atenta a la conversación.

—¿Ya te dijo Angel lo que pasó con su jefe? —le preguntó Amara a Callie.

—Oh, sí, y no puedo creer que se haya atrevido a besarlo —me dio un codazo.

—Mi justificación es que tenía unos tragos de más —ni una de las dos creyó en mí —. Bueno, ya, cogí valentía de no sé dónde y lo hice, aunque no pensé que fuera a salir tan mal. Hoy por la mañana me ignoró cómo si lo de ayer no hubiera pasado —mis hombros se hundieron con pena.

—Yo creo que tú le gustas —un chico llegó a nuestro lado para entregarnos el menú, nos saludó y giró sobre sus talones para alejarse —. Es evidente que le atraes —subía y bajaba las cejas.

—¿Tú crees? —me deslicé cerca apoyando los codos sobre la mesa —. ¿Cómo lo sabes?

—Se nota —Callie rodó los ojos cómo si aquello fuera tan obvio que todos lo podían ver menos yo —. Por la manera en cómo te mira, cómo te trata y cómo te habla. Es tan diferente contigo y con los demás. Mira, he leído muchos libros donde él la trata como a una reina y a los demás cómo simples cucarachas. Se puede decir que Hunter es así contigo.

—Yo también me he dado cuenta —opinó Amara —. Yo creo que no te debes dar por vencida, insiste y déjale ver que te gusta.

—Eso —se metió Callie —. Pórtate seria con él, aunque de vez en cuando no olvides coquetearle, que sepa que no eres una presa fácil.

—No ser una presa fácil —repetí las palabras de mi hermanita.

—Tampoco te andes arrastrando por él. Una mujer no debe someterse ante un hombre, si quiere algo de ti que le cueste —asentí ante los consejos de Amara.

—Si quiere un solo beso tuyo, pónselo difícil, que sepa que no eres una chica fácil —me sorprendían los consejos de mi hermana, no obstante, tenía razón en algo, los libros ayudaban mucho en este tipo de cosas. Ahora quería leer mucho para saber más de muchas cosas.

Nunca me imaginé que mi hermana menor me iba a estar dando consejos amorosos, pero se los agradecía a ambas, los tomaría y haría lo que me dijeron, no le iba a poner las cosas fáciles a Hunter, si quería algo de mí le iba a costar caro.

El mismo chico que nos dejó el menú regresó para tomar nuestro pedido. Callie pidió una rica pasta con salsa boloñesa, ella amaba la pasta y cada que podía la preparaba, pero he de decir que esta, en particular, sabía muy rica. Todo sabía muy bien, la carne, la ensalada y los postres. Después de comer fuimos a hacer las compras porque Callie quería preparar algunos cupcakes, galletas y todo tipo de postres que amaba cocinar para regalárselos a sus amigas, compañeros y profesores. Callie era la mejor hermana menor que pude tener.

—Lo bueno de todo esto es que Hunter te trata bien y no cómo una rata, cómo lo hacía tu antiguo jefe —negué con la cabeza apretando los labios. Solté una exhalación cansada al recordar a ese viejo panzón.

—Ese me trataba cómo si fuera una bolsa de basura.

Mara nos llevaba en su coche de regreso a la casa. Eran poco más de las ocho de la noche, pero como estaban las cosas no me gustaba andar tan tarde en la calle, mucho menos con Callie.

—Tantos años trabajando para él y me pagó con una patada en el trasero —Callie se asomó entre los asientos.

—El karma existe —dijo ella —. No quiero ser mala, sin embargo, espero su "restaurante" se llene de cucarachas y ratas —se rio bajito.

—Tienes razón, Bicha —chocaron los puños —. Ese viejo rancio merece lo peor.

—Pero esa etapa ya pasó, ahora tengo un buen trabajo...

—Con un jefe guapo, sexy...—me interrumpió Mara.

—Millonario, mamado, caga bombones, el cabrón —ambas miramos a Callie con los ojos abiertos de par en par. Se notaba que no veía TikTok.

—¡Callie! —chillamos Mara y yo.

—¡¿Qué?! No dije nada que no fuera verdad, es todo un bizcocho, calienta más que el sol en verano —y se notaba más que no le gustaban los memes.

Negué con la cabeza mientras la rubia se dejaba caer con los brazos cruzados en el asiento.

—Callie nos representa —Mara se señaló y después me señaló a mí —. Pero no le hagas saber a Hunter que te mueres por él, dile que estabas ebria o yo qué sé. Hazte la loca.

—No se le va a dificultar —musitó Callie.

—Te escuché —la miré de reojo y solo se encogió de hombros.

Cuando llegamos a la casa Mara nos ayudó a bajar todo lo que compramos, la cajuela estaba llena de bolsas de ropa y despensa. Sé que el señor Dagger dijo que podíamos agarrar lo que sea que hubiera en la cocina, no obstante, me daba un poco de pena agarrar las cosas y no poner de lo que usamos, por eso decidimos entre las dos que lo mejor era comprar lo que usábamos, así podíamos cocinar tranquilas sin sentir pena por comer o usar hasta la licuadora.

—Gracias por salir con nosotras —Callie estaba a mi lado —. Siempre estás ahí para mí.

—Me vas a hacer llorar —hizo un puchero —. Yo también te quiero, a las dos —nos abrazamos las tres y dejamos un beso en las mejillas de Amara, a quien le gustaban este tipo de demostraciones.

—Me mandas mensaje cuando llegues —rodeó el auto y abrió la puerta.

—Si no se me olvida —sonrió mostrando los dientes —. De acuerdo, no se me va a olvidar.

—Nada de eso —cuando iba a sacar las llaves de mi bolso, la puerta de la casa se abrió por dentro y Alexander salió para ayudarnos a meter las bolsas a la cocina.

—Que sí, pesada —subió a su auto y cerró la puerta. Nos dijo adiós a Callie y a mí. La vimos salir de la propiedad y como esta se cerró segundos después.

Callie me ayudó con las bolsas que quedaron afuera y cerré la puerta. Al llegar a la cocina, Alexander estaba dejando unas bolsas sobre la isla.

—Día productivo, eh —señaló las bolsas.

—Tengo una hermana consentida —Callie me miró mal, pero no dijo nada porque bebía agua cómo si nunca lo hubiera hecho. Apartó el vaso de sus labios y suspiró agitada.

—Te escuché, Angel —Alexander y yo sonreímos.

—Gracias, Alexander —solo sonrió y fue hacia la puerta.

—No es nada, Angel, Hasta mañana —nos dijo a las dos.

—Hasta mañana, Alexander —me dijo adiós con la mano y lo imité. Lo vi salir de la cocina.

—Me voy a poner el pijama y voy a ver a Marie —asintió.

Fue a dejar el vaso dentro del fregadero, cuando se acercó para salir de la cocina, sin esperarlo me abrazó con fuerza.

—Gracias —correspondí a su abrazo.

—¿Por qué?

—Me compraste libros y ropa, hacía tanto que no nos podíamos permitir esto y me gustó —dejé un beso en su frente.

—No es nada, pequeña. Ahora que tengo una muy buena paga, te voy a comprar todo lo que quieras.

—Eres la mejor hermana —se separó.

—Tú eres la mejor hermana —Le di un toquecito en la nariz.

—Voy a cambiarme de ropa —fui a mi habitación para quitarme lo que llevaba puesto y me puse un pijama fresco. Una blusa, unas pantuflas y unos pantaloncillos cortos me puse, al regresar a la cocina, Callie ya se había llevado sus cosas. Solo quedaron las bolsas con las cosas que compramos para la cocina y los cupcakes que iba a cocinar mi hermana.

Mara me mandó un mensaje diciendo que ya había llegado y que esperaba esto se volviera a repetir. La amaba tanto. Jamás pensé que el universo me iba a mandar una amiga como ella, era fiel y amorosa, tenía un gran corazón y también era la mejor de todas.

Guardé lo que compramos en la nevera y en la despensa. Me asomé a la tarja de granito para ver si había platos sucios, pero solo se encontraba dentro el vaso que había usado Callie minutos atrás. Antes de salir sequé la tarja para que no quedara salpicada de agua y extendí el trapo para que se secara. Dejé una de las luces de la cocina encendida y salí para ir a ver como se encontraba Marie, sin embargo, al salir me detuve de golpe cuando Hunter entró a la casa, eso no fue lo que me sorprendió, ni siquiera me había dado cuenta de su estado hasta que giró hacia las escaleras y lo vi todo manchado de sangre. La camisa que antes era blanca, ahora estaba salpicada de carmín, más que nada el cuello y las mangas, los pantalones, aunque eran oscuros, también estaban salpicados y qué decir de los zapatos, hasta su rostro tenía gotas esparcidas por sus mejillas y frente.

—Dios santo —caminé hacia él apresuradamente, al verme se sorprendió tanto como lo estaba yo.

—Angel —murmuró trémulo.

Llegué a su lado. Lo miraba de arriba abajo sin entender por qué se encontraba en este estado, qué había pasado. Pensé lo peor, creí que había tenido un accidente o que alguien lo había herido.

Hunter

Salí de la casa junto a Maykel quien vino por mí, al verlo pude notar el golpe en su labio, tenía un corte vertical en una de las esquinas y más abajo ya lucía azul y morado oscuro.

—¿Qué te pasó? —le pregunté al cerrar la puerta de su auto.

—Me caí —dijo sin mirarme a los ojos. Supe de inmediato que me mentía porque eso no fue lo que pasó en realidad.

—Te caíste —dije pausado y afirmó —. ¿Cómo fue que te caíste para golpearte solo el labio? —indagué.

—Ya sabes, iba saliendo del baño, me resbalé y me golpeé —encendió el auto y salimos de la casa. Ni siquiera se atrevía a mirarme a los ojos y cuando esquivaba mi mirada solo significaba una cosa: me estaba mintiendo.

—Saliste del baño, te resbalaste y te golpeaste —de nuevo asintió.

—Sí.

—Y solo te rompiste el labio.

—Sí, deja de hacer tantas preguntas, Hunter —sus manos se asieron al volante y sus nudillos se tornaron blancos por la presión que ejercía.

—Te voy a creer entonces —me acomodé en el asiento —. Si tú dices que resbalaste así fue.

—¡El imbécil del encargado del club me golpeó! —confesó —. Se puso a la defensiva cuando le empecé a cuestionar que faltaba dinero y me arrojó una lámpara en la cabeza —señaló su lado derecho y tenía una gran cicatriz de la cual no me había dado cuenta —. Y después me golpeó en el labio.

Se pasó la lengua por la zona dolorida y efectúo una mueca con aflicción.

—Bien —dije serio.

—¿Bien? —repitió serio —. A tu mejor amigo casi lo matan y tú solo puedes decir bien —se río con burla —. Eres un imbécil, Hunter —golpeó el volante con una mano.

—Lo sé —bufó y siguió conduciendo.

—¿No me vas a decir que pasó en el evento? —me miró de reojo.

—¿Qué quieres que pasara? Nada, solo estuvimos ahí un rato y ya, nos fuimos cuando Hiro apareció.

—Ese imbécil —resopló. Él lo odiaba más o igual que yo.

—Sí, ese imbécil —apreté las manos en un puño.

—Tranquilo, después, con más calma, me dices lo que pasó —lo miré con el ceño fruncido.

—¿Y a ti quién te dijo que haré tal cosa? —pregunté indignado.

—Pensé que por primera vez en tu vida me ibas a contar algún sucio secreto —a pesar de lo sucedido subía y bajaba las cejas.

—Tú sabes todos mis secretos, Maykel.

Maykel era la única persona en todo el mundo que me conocía mejor que nadie, estuvo conmigo desde los dieciséis años cuando solo éramos dos críos que aspiraban a una vida mejor de la que podían tener en ese momento. Aunque creo que mi vida era mucho mejor que la de Maykel, tenía a mis dos padres, una hermana y un hogar, mi amigo no tenía eso. Su padre había muerto, su madre no se ocupaba de él, prácticamente vivía solo en un barrio de Boston donde veía prostitución, drogas y muerte. No quería que terminara cómo los otros niños que se salen de sus casas y no regresan porque los vicios son más fuertes que ellos y toda su fuerza de voluntad. Le dije que un día lo iba a sacar de ahí, pero jamás pensé que no iba a poder regresar al lugar donde nació y creció.

»—¿Qué pasó? —el rostro de Maykel estaba cargado de horror —. ¡Dime! —exigió desesperado.

Sudaba frío y las perlas le recorrían las sienes y sus costados. Sostenía un arma entre sus manos temblorosas, sus ojos estaban tan abiertos que parecía se iban a salir de sus cuencas.

—Habla, Hunter, con un demonio —se acercó a mí para cogerme del cuello de la camisa y sacudirme. Me encontraba en shock, no podía creer lo que había hecho. Me costaba procesar lo que había sucedido.

—Tenemos que irnos —solo aquellas palabras pude musitar. Me encontraba fuera de aquí, muy lejos de esta realidad que me golpeaba una y otra vez.

—¿Ir a dónde? ¿No te has dado cuenta de que no tenemos ni un centavo? Todo fue confiscado, Hunter.

Caminé hacia el closet y empecé a sacar la ropa, lo poco que tenía en ese lugar.

—¡Hunter! —me gritó y me giré a verlo. Estaba desconectado de esta realidad, metía ropa en la maleta porque tenía que hacerlo, no porque quería —. ¿A dónde vamos a ir?

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Lejos, Maykel, muy lejos de aquí.

—Esto es todo lo que tengo —señaló el pequeño departamento que habíamos estado rentando desde que mi padre me corrió de la casa cuando empecé con los negocios ilícitos —. No tengo nada más.

Se dejó caer al suelo derrotado, aun con el arma en la mano. Lloraba cómo un niño desconsolado que necesitaba solo amor y comprensión.

—No digas eso —me acerqué y me arrodillé frente a él. Puse mis manos en sus mejillas —. Me tienes a mí, Maykel y eso es todo lo que importa —asintió aun llorando y le ayudé a ponerse de pie.

—¿Viste a Blake? —asentí con la cabeza —. ¿Y qué te dijo? ¿Nos van a detener?

—No nos van a detener, sin embargo, me dijo que lo mejor que puedo hacer es irme y no regresar nunca más.

Maykel entendió todo y empezó a meter su ropa en una maleta, zapatos y lo que tenía ahí. No podíamos quedarnos más tiempo si no Blake podía llamar a la policía e informarles que el asesino de su padre estaba libre y que lo mejor era arrestarlo. Era tan cobarde que no quería ir a prisión.

—¿A dónde vamos? —preguntó de nuevo.

—Lejos, Maykel, no vamos a regresar.

Mi amigo me siguió hasta Seattle y ya habían pasado nueve años desde ese momento, nueve años desde que vi a mi madre y hermana por última vez. Nueve años desde que maté a mi padre. «

—¿Hunter? ¿Estás bien? —preguntó Maykel.

Su voz me trajo de regreso a mi realidad y tuve que parpadear un par de veces para comprender donde me encontraba. Cuando me pasaba esto me quedaba con lo que pasó hace años y podía sentir la misma especie de frío recorrer mi piel.

—Estoy bien —murmuré.

—Sigues pensando en eso, ¿eh?

—Nunca voy a dejar de pensar en eso. Llevaré estas imágenes dentro de mí hasta el día de mi muerte.

—Te entiendo.

Quizá no lo entendía o quizá sí, sin embargo, era él quien siempre estaba ahí para escucharme, para decirme que todo iba a estar bien a pesar de la mierda en la que vivíamos.

No tardamos mucho en llegar al Heaven, en el centro de la ciudad, el más grande y el que dejaba más ingresos de todos. Maykel se metió al estacionamiento y se detuvo cerca de las escaleras que llevaban al lugar. Subimos y me llevó hacia las bodegas donde se guardaban las botellas de vino, cervezas, etc.

Maykel se adelantó y abrió la puerta doble para mí, no llevaba prisa por llegar y ver al imbécil que me había estado robando en mi cara todo este tiempo, me gustaba disfrutar y esperar, en algunas ocasiones me gustaba esperar para ver los satisfactorios resultados.

Esperé que cerrara la puerta de nuevo y caminé a su lado, me llevó por un largo corredor y al final había otra puerta doble, entramos juntos y justo en medio de todo aquello, estaba él, sentado en una silla con las manos atadas a la espalda y los pies a las patas de la silla, tenía la boca cerrada con un poco de cinta. Se veía en mal estado, todo sudoroso, con los cabellos pegados en la frente, una ceja abierta y un poco de sangre seca. Detrás de él se encontraban mis matones, a los que les daba la tarea de cazar y borrar el rastro de mis enemigos.

No acostumbraba matar a nadie desde aquella trágica noche, tampoco me gustaba manchar mis manos con sangre, prefería pagar para que alguien lo hiciera. Tampoco había jurado que jamás iba a matar a nadie, es solo que prefería que alguien más lo hiciera por mí, si llegaba el momento de que mi vida dependiera de ello, no iba a evitar apretar el gatillo y matar a quien atentara contra mi preciada vida.

—Así que eres tú —acerqué una silla para sentarme frente a él, me deshice de mi saco y lo colgué en el respaldo de esta —. Conrad —chiste antes de hablar —. Nunca me imaginé que fueras tú —Le hice una seña a Joss para que le quitara la cinta de la boca, dio unos pasos cerca y jaló la cinta sin precaución. Ese era su estilo, hacer las cosas sin nada de tacto.

—Hunter, por favor —suplicó con lágrimas en los ojos. Apenas había hablado y ya estaba de llorón.

—¿Por favor? —pregunté en tono de burla —. ¿Por favor qué, Conrad? ¿Por favor qué? A mí no me pidas favores, bastardo, infeliz —escupí, cargado de puro coraje.

—No lo hagas —ajusté los puños de mi camisa.

—¿Hacer qué? Dime, te quiero escuchar —le miré de reojo.

—No me mates, no lo hagas. Te juro que te voy a regresar cada dólar que tomé y voy a desaparecer de tu vida, pero no me mates —no me pasó desapercibido que las rodillas le temblaban.

—¿Y a mí quien me asegura que no volverás a tomar algo que no es tuyo? No solo a mí, también a los demás —espeté.

—Te lo juro por mi madre —sus hombros temblaban, su cuerpo se sacudía por el temor que atenazaba su cuerpo, y eso que esto no había empezado todavía él ya se estaba cagando en los pantalones.

—Tus juramentos no me sirven de nada cuando tomaste dinero que no es tuyo. A mí no me jures nada, Conrad. Tenías un buen puesto en el club, una buena paga, ¿por qué? Hubiera entendido si necesitaras dinero y te lo hubiera dado sin problema alguno, pero así no, Conrad. No me gustan las cosas, así —apoyé los codos sobre mis rodillas y ladeé la cabeza.

—Hunter...—tragó saliva con dificultad y empezó a llorar.

—Lo siento tanto, Conrad, a tu familia no le va a faltar nada —levantó la cabeza cuando dije esto último y negó derramando unas cuantas lágrimas que rodaron por sus mejillas.

—Hunter, no lo hagas...—movía los pies, cómo queriendo salir corriendo y proteger a sus hijos y esposa, pero eso no iba a ser posible.

Su voz salió en un hilo de súplica. Antes hubiera sentido lástima por él, quizá le hubiera tenido piedad, sin embargo, ahora no sentía nada de eso por una rata de alcantarilla como él, ahora le haría pagar por atreverse a cometer tal estupidez, si hubiera sido un poco más inteligente no hubiese tomado ni un centavo de un dinero que no le pertenece. Cortarle las manos era lo menos doloroso que le podía pasar al ser un ladrón.

—Yo no haré nada, Conrad, sabes que a mí no me gusta mancharme las manos con basura como tú.

Una señal con la cabeza bastó para que Joss se acercara a golpear a Conrad, el hombre empezó a gritar por el dolor que los golpes le causaban. Max se aproximó y entre los dos se hicieron cargo de él y le hicieron pagar su atrevimiento. No estaba de acuerdo con este método de tortura, aunque ellos eran los expertos en estos, ambos venían de Alemania, La Fortaleza fue el lugar donde los entrenaron para convertirse en las máquinas de matar que eran, peligrosos, feroces, asesinos sin piedad.

Mi ropa estaba salpicada de sangre, mi camisa y zapatos, odiaba que pasara esto, la sangre era difícil de quitar y no la podía llevar a una lavandería porque iban a sospechar que algo andaba mal conmigo. Joss se apartó dejando ver la masa deforme que ahora era Conrad, su rostro tenía golpes por todos lados, un ojo hinchado que ya no se alcanzaba a ver. Se encargaron de cortarle ambas manos, una después de la otra, para ese momento ya no gritaba, solo emitía gemidos de agonía, se encontraba tan herido y casi al borde de la muerte que el dolor había pasado a un segundo plano.

Max se acercó para entregarme una pistola, la cogí observando a Conrad. Me quedé unos minutos procesando lo que estaba a punto de hacer y aquellos recuerdos que siempre quería borrar llegaron a mí y enfrente ya no se encontraba Conrad, su lugar lo ocupaba mi padre, aquel hombre que me cuidó tanto para no caer en malos pasos y fue lo que terminé haciendo. Donde sea que él estaba, era obvio que era una decepción. Miré el arma de nuevo y lo miré a él, su cabello ya pintaba algunas canas, portaba su ropa de civil y en sus ojos podía ver la decepción que sentía por mí y por como mi camino se había desviado tanto.

Solo estábamos él y yo nada más, en ese oscuro y frío lugar que me aterraba en demasía.

—¿Hunter? —habló Maykel, sin embargo, su voz se escuchó cómo la de mi padre —. No lo hagas, hijo. Piensa bien las cosas, Hunter. No te quieres condenar de esta manera, no así. Podemos hacer que todo esto termine, solo debes prometerme que vas a cambiar, que vas a dejar esta vida y te juro que pasaré por alto esto. Hunter, por favor...—suplicaba con hilo de pena en su voz. Mi corazón se agrietó con cada palabra.

—Papá...—musité con la voz rota y lágrimas cayendo por mis mejillas.

Escuché el sonido de las sirenas a lo lejos y el miedo se apoderó de mí.

—Hunter —guardó su arma en la espalda y se acercó con las manos en alto —. Hijo...

—¡No te acerques! —le apunté directo a la cabeza.

—¿Hunter? —Maykel sacudió mi hombro trayéndome de regreso. Parpadeé y me limpié bajo los ojos. No me podía romper, no ahora. Me puse de pie y le entregué el arma a Maykel que me miró de manera extraña, sabiendo lo que estaba pasando conmigo —. ¿Qué? —observó el arma todavía en mis manos.

—Hazlo tú —no quise tocar la pistola, la sentía pesada, cómo si me quemara la mano.

—¿Yo? —enarcó una ceja —. Ay, no, me da asquito —me la quiso entregar, no obstante, me hice a un lado para no cogerla tampoco. No le quedó más que devolver el arma a Joss quien no dudó en apuntar a la cabeza de Conrad, quien yacía en el suelo en posición fetal.

—A tu familia no le va a faltar nada, Conrad, ellos no van a pagar por tus idioteces.

No sé si aquello fue una queja o una súplica, dijo algo inentendible y Joss le disparó en la frente, sus sesos salieron volando y un gran agujero quedó en medio de su frente, un hilillo de sangre empezó a correr por su frente hacia el suelo.

—Desháganse de todo esto, no quiero que su muerte se relacione conmigo —les ordené a Joss y Max.

—Sí, señor —respondió Max.

—El dinero va a ser depositado a sus cuentas —miré a Conrad una última vez y salimos de ese lugar.

Maykel ya no hizo preguntas, algo que agradecí porque ahora mismo no tenía ganas de responder a nada, solo quería llegar y quitarme esta ropa, darme un baño y descansar. Sin embargo, no contaba con que me iba a encontrar con Angel y por más que quise e intenté que no me viera, así todo falló en mi estúpido plan.

Al entrar a la casa a la primera persona que vi fue a Angel y me odié por eso, me odié por no ser más cauteloso, ella no podía verme en este estado y ahora todo se había jodido. Absolutamente todo.

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