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Capítulo 14. 💙

"Ella es cómo se vería el fuego,

si el fuego fuera una mujer".

—David Sant.

Hunter

En mi vida había visto mujeres bonitas, que rozaban casi la perfección, pero Angel... Ella poseía un tipo de belleza única, natural, diferente que me gustaba en demasía, y tenía que estar ciego para no darme cuenta de lo bonita que era con o sin maquillaje, con ropa de marca o con sus vestidos de flores. Pero aquella noche se veía como la reina que era en verdad. Debajo del abrigo alcancé a ver que llevaba puesto un vestido rojo sin tirantes, la tela se ajustaba perfectamente a sus caderas y su pequeña cintura, con una abertura en la pierna izquierda. Los tacones la hacían lucir mucho más alta de lo que de por sí era y el maquillaje no era tan cargado para su pequeño rostro, solo resaltaba aún más aquella belleza dulce que poseía.

No me pasó desapercibido que Alexander también observaba a Angel más de la cuenta y aquello no me gustó nada. Ni un poquito siquiera. Tal vez entre ellos dos había una relación de la que yo no sabía y eso no podía ser, Angel no podía estar con Alexander, se merecía mucho más que eso.

—Se ve muy bien, señorita Rider —observaba a través de la ventanilla y cuando dije esto viró la cabeza para verme, así como yo lo hacía con ella.

El tramo que llevábamos recorrido lo pasamos en silencio, Angel se dedicaba a evitarme y yo la miraba como un pervertido que no había visto a una hermosa mujer en toda su vida.

—¿Eso cree? —preguntó trémula con aquella pizca que inocencia, que tanto la caracterizaba, pero dudaba mucho que lo fuera. No podía creer que una mujer poseyera tanta pureza cuando el mundo estaba tan corrompido, pero Angel no era como las demás chicas y no es que eso tuviera algo de malo, al contrario, me demostraba que aún había personas con buenas intenciones y corazones nobles como el suyo.

—No lo creo, lo sé. Usted es muy bonita —se pasó un mechón de cabello detrás de la oreja y sonrió con algo de pena.

—Usted se ve muy bien, también —su voz tenía un deje de pena, pero lo dejé pasar. No teníamos este tipo de conversación y era raro hablar de este tema. La mayor parte del tiempo lo pasábamos discutiendo o yo gritando y ella rezongando porque no se podía quedar callada.

—Gracias —giré la cabeza hacia la ventanilla, me di cuenta que ya casi llegábamos al lugar donde se iba a celebrar el evento. Esperaba que todo saliera bien y que no hubiera inconvenientes.

—Con respecto a esta noche...

—Dígame —se giró por completo hacia mí con las manos enlazadas sobre sus piernas.

—Por esta noche no seré el señor Dagger, ni usted será la señorita Rider, ¿de acuerdo? —asintió —. Me puedes llamar Hunter y yo te llamaré Angel —pude notar que se mordía el interior de la mejilla.

—De acuerdo —dijo pausado.

—Procure no hablar con nadie, menos con los hombres, algunos de ellos pueden ser desagradables y groseros. No quiero que alguno de ellos la llegue a ofender —de nuevo asintió sumisa.

—¿Y por qué ir a ese evento que estará lleno de hipócritas? Usted no es cómo ellos —ladeó la cabeza, observándome detrás de esas espesas pestañas.

—Son negocios, Angel —se tensó al escuchar que la llamaba por su nombre —. Uno puede juntarse con la mierda, pero nunca salir embarrado.

—Entiendo —se irguió recobrando su postura.

Todo en ella lucía muy bien, desde el color de su vestido, el peinado, el maquillaje, todo, absolutamente, todo le iba a la perfección. Ahora no quería que nadie la volteara a ver, pero sabía que aquello sería imposible, nunca llegué a un evento así con una mujer cómo ella. Sería el foco de atención de todos esos viejos verdes y libidinosos, ya que Angel era una fruta prohibida en medio de un desierto lleno de basura y excremento.

No dijo más y tampoco hizo más preguntas, algo que agradecí, ya que podía ser un poco desesperante e irritante, pero esta vez supo quedarse callada.

—Llegamos —informó Alexander apagando el auto, se estacionó frente al complejo de donde entraban y salían personas.

—Todo va a estar bien —le dije. Deslicé mi mano sobre la tela del asiento y rocé sus dedos con los míos, haciéndole saber que estaba aquí para ella y que nada podía salir mal.

—Espero no hacerle pasar vergüenzas —musitó.

—Nada de eso. Todo va a salir bien —apreté sus dedos con delicadeza. La puerta se abrió por afuera y Alexander extendió la mano para coger la de Angel que la recibió gustosa, le ayudó a salir y esperó a su lado mientras yo salía del otro lado y cerraba la puerta —. Cuando nos vayamos te aviso —Alexander asintió sin decir nada y subió de nuevo al auto para dejar espacio al auto que venía detrás.

El lugar del evento era un salón en el que hacían este tipo de eventos, estaba alejado de la ciudad, escondido para que al llevarse a cabo este tipo de celebraciones nadie sospechara de lo que en realidad se trataba, pero los ricos siempre tenían excusas para organizar "reuniones" grandes y llamativas diciendo que eran obras de caridad, cuando se hacía todo lo contrario.

—Vamos —le indiqué y subimos los escalones que nos separaban del complejo, cogí su mano y llegamos a la puerta que se abrió a nuestro paso. Un hombre vestido con un traje negro nos recibió del otro lado de la puerta.

—Buenas noches, señor Dagger —dijo al mismo tiempo que se ponía detrás de Angel y le ayudaba con el abrigo que hasta hace unos minutos cubría sus delgados hombros.

Ahora que la veía sin la prenda pude apreciar mucho mejor su vestido y cómo este se ceñía a la perfección a su pequeña cintura y caderas. Avanzamos dentro del complejo y con cada paso llamaba la atención de los ahí presentes, más que nada de los viejos verdes que no le quitaban la mirada de encima.

Imbéciles.

—Tengo que preguntarle algo —se enganchó a mi brazo y caminaba como si el lugar le perteneciera, jamás había visto tanta seguridad en ella como esta noche donde se movía de manera elegante y natural.

—Dime —la miré de reojo.

—¿Qué pasa entre tú y Alexander? —mi pregunta no le sorprendió.

—Nada —respondió seria.

—¿Nada? —fruncí el ceño.

—No pasa nada. ¿Qué se supone que deba pasar? —preguntó ella.

—Por eso te pregunto —le sonreí a un sujeto que levantó la copa en nuestra dirección. No recordaba quien era o si le conocía de algo.

—No pasa nada, Hunter —se detuvo y se giró hacia mí. Subió sus manos a la altura de mi cuello y acomodó el moño negro que lo rodeaba —. Son solo imaginaciones tuyas —se acercó tanto que sentía el calor de su cuerpo cerca del mío. Dejó un beso en la comisura de mis labios y se separó para seguir caminando.

¿Qué había sido eso? ¿Por qué hizo eso?

Me quedé pasmado, pero ella me guio hasta que nos detuvimos de nuevo porque Charlotte se acercaba curiosa hacia nosotros.

—Ahí viene tu novia, ¿qué hacemos? —se aferraba a mi brazo como si temiera caer de rodillas al suelo. Ahora no se veía tan segura como lo hizo segundos atrás, puedo decir que tenía miedo de lo que Charlotte pudiera decir de ella.

—Nada —dije serio —. Y no es mi novia —le aclaré.

Nos quedamos en nuestro lugar hasta que Charlotte llegó a nosotros. Estos días no había pensado en ella, no tuve tiempo para hacerlo y agradecía tanto que fuera así porque me estaba dando cuenta que ya no significaba nada para mí. Era bueno dejar algunos vicios atrás, más que nada si se trataba de una mujer.

—¡Hunter! —extendió los brazos, quedó frente a mí y dejo un beso en mis mejillas —. ¿Cómo estás? Creí que no ibas a venir —se apartó un poco, cosa que agradecí.

—Bien, ¿y tú? —antes de que respondiera, puse mi mano en la espalda baja de Angel quien dio un paso hacia delante —. Charlotte, te presento a Angel —se dieron la mano en un delicado apretón.

—Creo que te he visto en algún lugar —Charlotte se quedó pensando —. ¿Nos conocemos de antes? —Angel negó de inmediato.

—No tenía el placer de conocerte —se escuchó educada y con un tono de voz refinado. Llegué a pensar que había estado ensayando para esta noche, pero no, era algo que le salía natural. Ella siempre era educada con todo el mundo.

—Debo admitir que Hunter tiene muy buenos gustos —aceptó Charlotte. Me dio un empujón con el hombro, apenas me movió de mi lugar —. Se ve hermosa —me dijo refiriéndose a Angel.

—Lo sé —miré a Angel y sus mejillas se tiñeron de rojo —. Es hermosa —puse mi mano encima de la suya y le di un apretón. Al regresar la mirada hacia la pelirroja me di cuenta que nos miraba de una manera extraña. Casi como si supiera que algo pasaba entre los dos, pero no había nada más allá de algunos encuentros que no llegaron a nada y como me lamentaba por eso. A veces quería llegar a mucho más con ella, pero me detenía porque conociéndola me daría una bofetada y no quería empezar con el pie izquierdo.

—Ahora regreso, papá me llama —pasó a nuestro lado y efectivamente fue con su padre que estaba con algunos hombres a los que había visto pocas veces. Charlotte se enganchó del brazo de su padre y empezó a platicar con ellos. Esto era lo suyo, el ambiente, las personas, el lugar. Creció llena de riquezas y siempre tuvo todo lo que quiso y más.

—Ella no me reconoció —soltó un suspiro, aliviada porque no la reconoció.

—¿Por qué no le dijo que ya se habían visto? —negó rápidamente.

—No quiero que se burle de mí por ser la sirvienta y venir a este tipo de eventos —miró el lugar y las personas que se paseaban en el salón principal.

—Todas estas personas no son nadie para juzgar —le dije —. Usted vale más que todos ellos —palmeé su mano con delicadeza.

La llevé hacia la barra para pedir algo de beber. Detrás había hombres y mujeres que iban de un lado al otro preparando bebidas, entregando vasos, copas y algunas botanas.

—¿Qué les voy a servir? —preguntó el sujeto detrás de la barra. Le ayudé a Angel a sentarse en uno de los taburetes.

—¿Qué deseas tomar, Angel? —mantenía mi mano en su espalda.

—Champán.

—Dos copas con champán —le dije al hombre que rápidamente fue por las copas.

¿Por qué a ella le permitía esto? ¿Por qué cada uno de mis escudos caían al suelo estando a su lado?

No entendía cómo es que le permitía hacer esto cuando apenas la conocía y ella no sabía nada de mí, pero quería que lo supiera todo, hasta mis más oscuros secretos. No me importaba que supiera el monstruo que era, solo quería que conociera al verdadero Hunter, el que se escondía detrás de su mal humor y su ego.

—¿Por qué me miras tanto? —se sintió cohibida porque no le quitaba la mirada de encima, pero era casi imposible mirar hacia otro lado cuando ella era mi centro de atención y no podía observar a nadie más que no fuera ella.

—Eres muy bonita, Angel —apoyé el codo sobre la barra, recargando mi peso en este.

—¿Apenas te estás dando cuenta de eso? —agachó la cabeza.

—No, ya me había dado cuenta, pero ahora te lo puedo decir —el hombre detrás de la barra se acercó para dejar las copas con champán frente a nosotros. Angel alargó la mano para coger la copa, pero fui más rápido y la cogí yo para dejarla en su mano. El gesto la desconcertó un poco, pero ver la dulce sonrisa que se dibujó en sus labios era algo que no cambiaría por nada del mundo.

—¿Usted... usted está hablando en serio? —parpadeó un par de veces.

—Muy en serio, Angel, yo no juego con este tipo de cosas.

Levantó la copa para llevarla a sus labios y le dio un sorbo corto sin dejar de mirarme.

—¿Por qué me dices esto ahora? —estaba confundida por mis palabras —. Yo pensé que... pensé que me odiaba —encogió uno de sus delgados hombros.

Se quedó callada en el momento que alguien llegó a nuestro lado.

—Hunter —era David, el hijo del encargado de organizar este evento —. Buenas noches —se dirigió a Angel de manera educada.

—Buenas noches —respondió ella de manera amable.

—¿Puedes venir un momento? —miré a Angel y no quise dejarla sola, mucho menos sabiendo la clase de tipos que había aquí.

—Ahora regreso —cogí la copa para llevarla conmigo —. Espérame aquí —asintió —. No te muevas —David se alejó —. Y no hables con nadie.

—Entiendo —murmuró. Me separé de ella para ir con David, quien se veía ansioso por hablar de un tema en particular.

—Escuchamos el rumor que te están robando en uno de tus clubes y que tienes problemas para controlar al niño japonés —dijo David. Me llevaba con su padre y otros socios importantes.

—Nada de qué preocuparse —dije serio —. Voy a arreglar ese asunto cuanto antes. Y con respecto a Hiro yo me hago cargo de ese bastardo oriental —mascullé. Miré sobre mi hombro en dirección a Angel y se encontraba sola mirando a cada lado.

—Lo que nos preocupa es que este pequeño error sea el incentivo para que se dé de manera seguida en otros negocios. No te quiero decir cómo hacer las cosas, pero nuestro dinero está puesto en ese club y los otros que tienes. ¿Me puedes asegurar que no vamos a perder nada de lo invertido? —le miré de reojo.

—Te aseguro que eso no va a pasar, David —apreté la copa entre mis dedos con ganas de estrellarla. Me jodía que todo se supiera y que creyeran que no era capaz de mantener los negocios de pie. Diez años, llevaba casi diez años en esta ciudad y desde que me empecé a hacer cargo de los negocios siempre fui claro y nunca les robé un dólar, no sé por qué ahora venía a decirme esto. Entendía que tenía miedo de perder su valioso dinero, pero no era tan estúpido como dejar que esto se repitiera.

Llegamos a donde se encontraba su padre, un hombre de unos cincuenta años, pero con un buen porte y elegancia que lo caracterizaba siempre. Todos los que estaban reunidos llevaban puestos trajes de color oscuro, bien vestidos y elegantes, pero ni porque llevaran las ropas más costosas iban a dejar de ser lo que eran: asesinos, mafiosos, lo peor de lo peor. Yo no era mejor que ellos y estaba lejos de serlo, quizá era el más cruel de todos los que se encontraban aquí reunidos,

—Hunter Dagger —dijo Jason cuando llegué a su altura.

—Buenas noches —los saludé de manera cordial levantando la copa.

—Nos ha dicho David lo que pasa en uno de tus clubes —ahora todos sabían lo que estaba pasando.

—Le estoy diciendo a tu hijo que no tiene nada de qué preocuparse —los miré a todos —. Voy a resolver este asunto cuanto antes.

—Si esto pasa en un negocio pequeño...—uno de los ahí presentes quiso hablar, pero no lo dejé terminar.

—Voy a resolver esto —zanjé —. Me conocen y saben que no soy de quedarme con los brazos cruzados o haciendo el tonto —Todos me miraron mal, empezando por David y terminando con su padre —. Esto no va a afectar los negocios que tenemos juntos, saben que nunca dejaría que estas pequeñeces interfieran en lo demás. Los negocios que tenemos cómo socios no van a sufrir las consecuencias de lo que pasa ahora mismo —miré a Angel que se encontraba sola en la barra, bebiendo de a poco de la copa que sostenía en su mano —. ¿Cuándo les he fallado? —miré a cada uno. Me rasqué la nuca, nervioso. Un sujeto que se encontraba a un lado la miraba de más y eso no me gustaba.

—Nunca, pero uno sabe —respondió uno de los hombres.

—Por eso soy el mayor socio que tienen, por eso soy yo quien gobierna las calles de Seattle, porque nunca les he quedado mal y no les voy a quedar mal, jamás —al mirar de nuevo a Angel el mimo sujeto ya se encontraba a su lado.

Él le sonreía con picardía y carisma, mientras que ella parecía estar incómoda. Quise que esto no me afectara, pero era más que obvio que fue así. Me afectaba mucho. No quería a nadie rondando. Menos un imbécil.

—¿Hunter? —miré a David.

—Como decía —apretaba la copa entre mis dedos que estaba a punto de ceder y los vidrios podrían abrir la piel de mi mano —. Voy a resolver este asunto cuanto antes y me voy a asegurar que no pase lo mismo en los otros negocios. Estos están asegurados por sí algo así llegara a pasar —apreté la mandíbula. Tenía los hombros tan tensos como si en lugar de un fino saco llevara encima dos pesadas piedras.

—Espero que así sea —dijo Jason.

De nuevo miré hacia donde se encontraba Angel y esta vez no pude evitar sentir que la bilis me subía por la garganta y se quedaba estancada ahí, el amargo me cubría la boca por completo. Me bebí lo último que tenía en la copa echando la cabeza hacia atrás y bebiendo lo poco que quedaba en la copa.

—Ahora regreso —les informé girando sobre mis talones sin dejarles decir nada.

El sujeto, del cual desconocía su nombre estaba a pocos centímetros de ella, subió la mano a la altura de su mejilla con la intención de tocarla, pero antes de que pudiera siquiera rozarle la piel lo detuve cogiéndolo por la muñeca.

—Si yo fuera tú no lo hacía —aparté su mano lejos de ella —. ¿Estás bien, Angel? —le pregunté mirándola. Angel se sorprendió un poco por mi actitud hacia ese hombre, pero podía ver la incomodidad en su rostro y los movimientos torpes en sus manos.

—Estoy bien —murmuró.

—Vete —le dije al sujeto y solté su mano —. Ahora —le ordené y se alejó de inmediato —. ¿Qué quería? —dejé la copa encima de la barra y le hice una señal al chico detrás para que sirviera más.

—Charlar —dijo despreocupada.

—¿Charlar? —enarqué una ceja —. ¿Solo eso? —asintió —. No creo que solo quisiera charlar.

—¿Por qué lo dices? —era tan inocente. A veces me producía miedo que fuera tan ingenua, porque cualquiera se podía aprovechar de ella.

Hasta yo podría hacerlo.

—Por la manera en la que te miraba —me acerqué a ella acortando la poca distancia que nos separaba. Subí una mano a la altura de su mejilla y aparté un mechón que caía en su mejilla —. Angel, a veces eres demasiado inocente y eso no es bueno.

—¿No es bueno para mí? —indagó.

—No, no lo es —bajé mi mano y sin querer rocé la suya.

—¿Por qué?

—Mi mundo es oscuro, Angel, está lleno de demonios y tú eres como tu nombre, un ángel en medio de tanta maldad —apretó los labios delicadamente y desvió la mirada hacia otro lado por un par de segundos.

—No creo que sea tan malo como dices —negué un poco, soltando una sutil exhalación.

—Lo es, Angel, será mejor que te mantengas lejos para que no te haga daño.

—Pero, no quiero hacerlo —admitió con pena.

—¿Qué dijiste? —la miré atento, intentando procesar sus palabras.

—No sé lo que dije —se giró por completo hacia la barra y cogió la copa que era para mí, bebiendo el contenido de golpe.

—¿Cuántas copas llevas? —quise olvidar el tema, pero sabía perfectamente lo que había escuchado y con eso me quedaba.

Era raro llamarla por su nombre y no decirle señorita Rider cómo estábamos acostumbrados los dos.

—Dos, tres —se encogió de hombros —. No sé —le hizo una seña a una chica y le mostró la copa —. No tengo la culpa de que esto sabe tan bien —De nuevo se giró hacia mí —. ¿Y qué hacen en estos lugares para divertirse? Creo que es un poco aburrido —admitió en un susurro.

La música clásica resonaba por todo el lugar, las personas iban de un lado al otro platicando con otras personas a las que poco conocían y que habían visto un par de veces en su vida, pero solo lo hacían por cortesía y para ser educados, pero de ahí en fuera no había una amistad en sí.

—No es tan aburrido —dije y ella ladeó la cabeza sin creerme nada —. Bueno, sí es un poco aburrido.

—Lo es —afirmó seria.

—¿Y qué es divertido para ti? —apoyé los codos en la barra de madera que estaba especialmente limpia y brillante —. ¿Bailar, beber? ¿Cómo aquella noche en el club? —sus mejillas se tiñeron de rojo.

—Todo menos esto —ambos miramos nuestro entorno —. Hasta la música es fea, era mucho más divertido en el club. Aquí siento que me voy a dormir —dijo en un tono divertido y bajito para que solo yo pudiera escucharla. Sonreí ante su comentario y verme hacerlo, le sorprendió porque no me quitaba los ojos de encima —. ¿Qué es tan gracioso?

—Tú, tú lo eres —desvió la mirada y se concentró en beber de la copa que habían dejado frente a ella. También pedí que me sirvan más champán porque sentía la garganta seca. Con lo sucedido minutos atrás la boca se me secó por el coraje.

—No nos vamos a quedar mucho tiempo —musité.

—Eso espero.

—Pero me tienes que llevar a un lugar que sea mejor que este —la señalé con un dedo cogiendo la copa en mi mano que habían dejado frente a mí.

—¿Yo? —parpadeó.

—Sí, tú —bebí de la copa sin dejar de mirarla —. ¿A dónde me vas a llevar? —Se quedó pensando.

—Hay un lugar, se llama Tacos Chuki's —enarqué una ceja por el extraño nombre que dijo —. Venden tacos, carne asada, burritos y tienen una cerveza que es muy rica —escucharla hablar, así me producía ganas de querer apretar esas mejillas rosadas. Se veían como dos suaves melocotones.

—¿Tacos Chuki's? —repetí y ella asintió.

—Y después podemos ir a Kenmore air, a estas horas de la noche es un lugar pacífico y no hay personas —subía y bajaba las cejas —. Aunque es ilegal entrar, pero tú eres experto en eso. ¿Entonces...?

—Me has convencido, Angel —levanté mi copa y ella hizo lo mismo chocando el vidrio para después beber lo que aún quedaba dentro de estas.

Angel era una chica divertida, ocurrente y muy habladora, esto último ya lo sabía, pero ahora lo reafirmaba. Hablaba hasta por los codos y bebía mucho para ser tan temprano. Pasaban los minutos y nosotros estábamos muy bien aquí, sin ser molestados por nadie y sin estar rodeados de personas hipócritas.

—... y cuando me di cuenta ella estaba bañada en lodo de pies a cabeza —nos reímos —. Tardé en quitarle las ramas del cabello y las plastas de lodo que tenía por todos lados. Estaba tan feliz que no quise que se metiera a la casa, pero la tormenta se hizo más fuerte y podía coger una pulmonía.

—Se ve que Callie es muy traviesa —Angel asintió con una gran sonrisa en los labios

—Siempre lo ha sido, mi padre no le decía nada por ser la pequeña, pero a veces se pasaba un poco de traviesa —exhaló —. Aun así, es muy inteligente y muy estudiosa. Me siento tan orgullosa de ella, me hace feliz saber que al menos una de las dos sigue estudiando —encogió un hombro.

—¿Por qué ya no seguiste estudiando? —suspiró de nuevo con melancolía.

—El dinero no alcanzaba, mi padre ya no aportaba la misma cantidad al terminar la semana y si no me salía de la universidad nos moríamos de hambre. Tuve que dejarla para poder ayudar a mi padre con los gastos de la casa y que Callie no se quedara sin estudios —su voz era melancólica.

—Lamento todo lo que pasó, con tu padre también —le entregué la copa que tenía la mitad del champán y nuestros dedos se rozaron cuando la cogió. Nos apartamos cómo si la piel del otro quemara, me rasqué la nuca en un inútil intento de querer apaciguar este mar agitado que se movía dentro de mí.

—Las cosas pasan por algo, ¿no? —asentí —. O eso decía mi papá siempre.

No dije nada cuando sentí un horrible escalofrío recorrerme la columna vertebral, sentí una pesada mirada perforar mi nuca como si fueran mil dagas que iban dirigidas a mí. Me giré lentamente hacia la entrada y me llevé la desagradable sorpresa de ver entrar a Hiro y enganchada a su lado una mujer con rasgos asiáticos, cabello largo negro y venía enfundada en un vestido de color coral que se ajustaba a su delgada figura.

—¿Quién es él? —preguntó Angel a mi lado. La presencia de Hiro era tan siniestra que hasta Angel se vio obligada a observarlo con detenimiento. Sentí una horrible sensación cuando la fría mirada de Hiro se posó en ella. La examinó de arriba abajo como lo hace un cazador con su presa. Él ya la había visto, estaba a mi lado y eso significaba ponerla en peligro, lo que no quería que pasara estaba pasando.

—Es un imbécil —mascullé —. No dejes que se acerque a ti —zanjé sin dejar de mirar a Hiro que saludaba a unos cuantos y recorría el lugar como si fuera el rey cuando solo era un pobre imbécil.

Lo detestaba tanto que su sola presencia me provocaba enfurecer a tal punto de querer golpearlo. Más le valía no acercarse a Angel o mirarla como lo hizo segundos atrás porque me iba a conocer en realidad y él no quería eso.

—Se nota que es un idiota —aquel comentario me arrancó una sonrisa de los labios y tuve la necesidad de verla —. ¿Qué? Pues se ve que lo es —ambos lo miramos de arriba abajo y sí, tenía cara de ser un imbécil. No me gustaba juzgar a las personas a la primera, pero con Hiro lo supe desde el primer segundo que lo vi, también supe que sería un grano en el culo y con sus acciones lo estaba confirmando.

Dejé en tema de lado para contemplar a Angel, podría besarla en este momento, pero ahora mismo solo quería largarme de este lugar y sacarla de aquí para que ese idiota no se acercara y no hiciera preguntas idiotas.

—Lo es y lo mejor es que nos vayamos de aquí —cogí la copa para darle un último trago, echando la cabeza hacia atrás.

—¿Tan pronto? —alzó una ceja.

—Pensé que ya te querías ir —se encogió de hombros —. O, ¿no? Dijiste que estabas aburrida y que la música es fea —un hombre pasó a nuestro lado y nos miró mal ambos cuando dije esto, Angel y yo nos reímos por su gesto enfadado.

—Sí, no me gusta estar aquí —ambos miramos a los hombres que pasaban a nuestro lado y la miraban sin disimulo alguno. Odiaba que la miraran de esta manera, como si solo fuera un pedazo de carne al que podían observar de esta manera, quería golpear a cada uno de los imbéciles que se atrevían a arrastrar su sucia mirada sobre su hermosa anatomía.

—Entonces vamos —dejó la copa en su lugar y dio un paso, puse mi mano en su espalda baja y juntos caminamos hacia la puerta para irnos de aquí cuanto antes. Me di cuenta que Hiro andaba rondando por ahí con la intención de acercarse.

—¡Hunter! —Charlotte se acercó a nosotros. Nos detuvimos para esperarla, pero yo no dejaba de mirar a cada lado —. ¿Ya se van?

—Sí, nos tenemos que ir —mi mano seguía en la espalda baja de Angel.

—Es una lástima, pero me alegra que hayan venido —una sonrisa sincera se dibujó en sus labios rojos —. ¿Nos vemos después? —esa pregunta fue dirigida a mí.

—El día que quieras, Charlotte —se acercó para despedirse con un beso en la mejilla.

—Mucho gusto, Angel —se despidió de Angel también y no lo hizo de manera hipócrita, pensé que sería grosera con ella, pero fue todo lo contrario. Lo que sí me sorprendió fue notar que Angel sí estaba molesta por algo, pero no sabía si era porque ya se quería ir o por Charlotte. Creo que a ella no le agradaba.

—El gusto es mío —le respondió Angel de manera amable.

Charlotte se alejó, pero antes de dar un paso más hacia la salida, Hiro me llamó por mi nombre. Apreté los puños con coraje, tenía que alejar la tensión que sentía en este momento porque no quería que este imbécil se diera cuenta del coraje que me estaba comiendo por dentro y que él provocaba. Solo yo sabía cuánto lo odiaba y que lo quería lejos de esta ciudad, no me importaba si alguien lo mataba, me haría un gran favor si se deshacían de él.

—¿Ya te vas, Hunter Dagger? —Hiro venía solo, ya no lo acompañaba la mujer que entró a su lado.

—Que te importa, Hiro —por instinto sujeté la mano de Angel y la acerqué más a mí, la quería tener lo más cerca que se pudiera, tanto que no quedara ni un milímetro que nos separara. Ella por su lado subió una mano a mi hombro y dio un paso atrás, como si se estuviera escondiendo de Hiro, como si quisiera que yo la protegiera de ese infeliz.

—Siempre eres tan grosero —con ese traje que llevaba puesto no se le veían los tatuajes que cubrían en gran parte todo su cuerpo. Parecía un chico más en un evento, aquí no era el hijo del jefe de los Yakuza. Metió las manos dentro de los bolsillos de su lujoso traje y se balanceaba de adelante hacia atrás.

—Y tú siempre eres tan inmaduro —tragué saliva, sentía la bilis subir por mi garganta —. ¿Qué quieres? Me tengo que ir —mi agarre en la mano de Angel se hizo más fuerte, no lo podía evitar cuando solo pensaba en matar al idiota que tenía frente a mí.

—¿Por qué te vas tan temprano? La noche es larga, mi querido amigo —se burlaba de mí. Sabía cuánto odiaba que me dijera amigo o cuando hacía el estúpido intento de ser cordial o educado.

—Para empezar, no somos amigos, te lo he dicho miles de veces y me voy de aquí porque tu presencia me repugna —su sucia mirada se quedó fija en el cuerpo de Angel, la detalló de arriba abajo, lamiéndose los labios en el proceso. Di un paso hacia delante para golpearlo, pero Angel se dio cuenta y me detuvo.

—No lo hagas —me pidió con un tono de voz muy bajo, que solo yo la pude escuchar —. Vámonos —murmuró en mi oreja.

—A mi padre no le dirías lo mismo —entornó los ojos, tanto que sus retinas apenas se alcanzaban a ver.

—Claro que no, tu padre tiene mis respetos, tú no. Vamos —la empujé levemente para que avanzara hacia la salida para que le entregaran su abrigo.

—Ella es muy linda y sexy —se refirió a Angel y aquello me hizo rabiar mucho más. Angel se quedó de pie esperando su abrigo mientras yo me giraba hacia Hiro.

—No te vuelvas a referir así de ella o no me va a importar poco quien sea tu padre y te voy a romper la boca para que no vuelvas a decir nada en tu jodida vida —Una sonrisa burlona se desplegó en sus labios.

—Quiero ver eso —alzó la barbilla para provocarme.

—Te aseguro que no quieres verlo —me di la vuelta y Angel ya tenía su abrigo puesto, salimos del complejo y saqué el móvil para avisarle a Alexander que ya nos íbamos.

—¿Y a dónde vamos? —preguntó de manera inocente.

—Vamos a los tacos primero y después a Kenmore Air —sonrió al decirle esto.

—Me parece perfecto —tenía esa linda expresión en su bonito rostro.

—A mí también me parece perfecto.

Y no me refería al plan, sino a ella, se veía perfecta esta noche.

La había observado algunas veces, más de lo debido debo aceptar y me decía que estaba mal porque Marie nunca iba a permitir que me acerque a su niña, ella y Callie eran todo para esa mujer, pero entre más me quería mantener lejos de ella, había algo que nos acercaba, como si el destino, el universo o lo que sea nos estuviera diciendo que teníamos que estar cerca sí o sí. No entendía lo que estaba pasando o si era yo quien forzaba las cosas, pero entre más pasaban los días más me estaba gustando y no era solo eso, lo mío rozaba la obsesión. 

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