Capítulo 12. 💙
"Con miedo, pero
arriesgándome
a vivirlo".
—Jael Medina.
Angel
El tiempo que transcurrió desde que salimos del departamento y llegamos a la casa de Hunter Dagger fue relativamente corto. Me dediqué a mirar por la ventanilla. Se notaba la gran diferencia entre los ricos y los pobres, desde las aceras y las calles, los autos y las casas. Solo tenías que cruzar una calle y todo cambiaba, hasta el aire olía diferente, era más fresco, menos pesado.
Amara iba atrás con Callie y las dos no dejaban de platicar con Maykel como si estos tres ya se hubieran conocido desde antes. Para todos era bueno que se llevaran bien porque ahora que íbamos a vivir en esta casa se iban a ver más seguido. Maykel se la pasaba metido en la casa todo el día y si el señor Dagger no estaba él tampoco ponía un pie dentro. Maykel era el hombre de confianza del señor Dagger así que se la pasaban todo el día juntos, más que su abogado era su mejor amigo, aunque este no lo dijera, se notaba.
Al llegar a la casa tuvimos que esperar a que los guardias revisaran el camión con algunos aparatos que no había visto en mi vida. Abrieron la parte de atrás y echaron un vistazo dentro antes de dejarnos pasar. Los de la mudanza empezaron a bajar las cajas que metieron en la casa y fueron a la pequeña sala, Maykel les daba indicaciones y fue él quien les pagó a los hombres cuando terminaron de bajar todo.
—¡Me encanta! —gritó Callie nada más al dar un paso dentro. Ella no conocía esta parte de la casa —. ¡Es hermosa! —chilló y se echó a correr por todo el lugar para observar todo, cada esquina, habitación y baño que conformaban este lugar.
—Que hermoso lugar —Amara dejó su bolso encima del respaldo del sofá y, al igual que Callie, miraba el lugar de hito en hito —. No es por menospreciar el lugar donde vivían antes, pero esto es un palacio. Es cómoda.
—Allá afuera es más bonito —añadió Callie saliendo del pasillo que llevaba a las habitaciones —. Arriba es mucho más grande que aquí abajo, la cocina es un sueño. Voy a poder preparar pasteles y cupcakes, tartas de todo tipo, etc. —decía con ilusión.
—Todo en orden —Maykel entró a la sala donde nos encontrábamos las tres —. Y bienvenidas a su nuevo hogar —extendió los brazos y sonreí.
—Gracias, Maykel, por todo —bajó los brazos. Él también me sonrió.
—No me tienes que agradecer nada, fue Hunter quien hizo posible esto, así que...
—Sí, le daré las gracias a él —me sobé el brazo.
—Espero que su estancia aquí sea duradera y todo salga bien —añadió el castaño. Era sincero, lo podía leer en sus palabras y como las decía.
—Lo será, claro que lo será —comentó Callie —. ¡Tía Marie! —chilló y corrió hacia la entrada que daba al pasillo donde la tía Marie esperaba. Al vernos sonrió y recibió a Callie con un fuerte abrazo, ella ya estaba mucho mejor y yo me sentía feliz por verla así, más recuperada y con mejor salud.
—Mi niña —la apretó a ella —. Qué bueno que ya están aquí —Callie se separó de ella y se puso a su lado, abrazándola de lado —. Nunca pensé que alguien iba a ocupar este lugar —murmuró Marie.
—Y mira quien la vino a ocupar —añadió Maykel con un tono de voz juguetón. Ambos compartieron una mirada cómplice.
—Yo las dejo —Maykel miró la pantalla de su móvil —. Si necesitan que mañana les ayude a acomodar sus cosas solo me dicen. Angel, ya tienes mi número —asentí y miré a Amara —. Nos vemos —se despidió —. Nos vemos pronto, Amara —la observó directamente a ella y hasta yo pude sentir la tensión entre ambos.
La rubia se pasó un mechón detrás de la oreja y le sonrió a Maykel.
—Nos vemos pronto, Maykel —el castaño caminó hacia la puerta y antes de salir se despidió con un movimiento de mano, por fin salió y miré a mi amiga quien tenía las mejillas rojas como un tomate, siendo de piel blanca se le notaba mucho más.
—¿Quieren que les ayude en algo? —preguntó Amara. Callie y yo nos miramos. Había mucho que hacer y la noche estaba terminando, así que lo dejaríamos para mañana.
—No, pero gracias. No hay mucho que hacer, solo guardar ropa, meter cosas y ya —Amara se empezó a reír.
—Así de fácil —repitió ella —. No es mucho, eh —me dijo.
Escuchamos pasos venir del pasillo, las cuatro miramos en esa dirección. Algo dentro de mí quería que fuera el señor Dagger, pero otra parte de mí, la más razonable de las dos vocecitas molestas en mi cabeza me decía que eso no iba a pasar. Solo en mis más locos sueños podía pasar algo así.
—Amara —Maykel se asomó por el pasillo —. ¿Quieres que te lleve a tu casa? —se notaba nervioso al igual que ella y ambos me parecieron adorables a más no poder.
Mi amiga me miró esperando aprobar esto, pero ella no me tenía que preguntar nada. Conocía lo suficiente a Maykel para saber que no le haría daño, al contrario, pensaba en el pobre Maykel porque ella era capaz de echársele encima para devorarlo vivo. Amara no era tan inocente como parecía, era una chica sexy y seductora también.
—¿Yo?... Uhm—se quedó pensando más de la cuenta mientras intercalaba su mirada entre Maykel que seguía de pie bajo el umbral de la puerta y yo, que estaba a su lado mirando la escena encantada. Por dentro estaba feliz por ella, sabía que le gustó, lo demostró en el departamento cuando no le quitaba la mirada de encima y también en el auto cuando la pillé varias veces mirándolo a través del espejo retrovisor. Así que el sentimiento era mutuo.
—Anda ve —la animó Callie —. Sabes que quieres ir —Amara asintió feliz y cogió su bolso. Se acercó a mí para despedirse, lo hizo de Callie y la tía Marie quien le agradeció por estar aquí esta noche.
—Me mandas mensaje cuando llegues —le dije mientras caminaba hacia Maykel que salió de nuevo, pero esta vez con Amara a su lado.
—Yo te mando mensaje —nos dijeron adiós con la mano y los dos se perdieron en el pasillo junto con sus pisadas que desaparecieron cuando llegaron al lobby.
—Bueno, qué desastre hay aquí —bufó Callie y se dejó caer en uno de los sofás —. ¿Y si empezamos mañana? —se quejó cómo si hubiera hecho un gran esfuerzo y estuviera agotada hasta por respirar.
Me miró con esos ojitos de cachorro triste.
—Pero me vas a ayudar —saltó de felicidad y asintió repetidamente con la cabeza.
—Por eso me caes bien —me señaló.
—Me alegra que ya estén aquí —dijo la tía Marie —. Ahora me voy a sentir mejor sabiendo que no corren peligro allá afuera, en ese lugar, y no quiero decir que es lo más horrible de este mundo, pero ya no era seguro para ustedes —Callie apoyó ambos brazos en el respaldo del sofá y se nos quedó mirando.
Me acerqué a Marie y la abracé con delicadeza. La tía Marie era la madre que nunca tuve, la que nos dejó y se fue solo por dinero. Marie siempre estuvo para Callie y para mí, para mi padre también porque nos apoyó cuando tanto lo necesitamos. Fue un golpe duro para ella el que mi padre nos dejara antes de tiempo, era su único hermano, así que el dolor que sentía no se podía comparar con ninguno otro.
—A nosotras también nos alegra estar aquí, tía —me separé de ella y asintió.
—Este es un buen lugar para vivir, dejando de lado algunas cosas —yo sabía por qué decía esto o, mejor dicho, por quien lo decía: su egocéntrico y malhumorado jefe —. Ya te has dado cuenta que no es tan malo —palmeó mi hombro.
—No es taaan malo, solo es mandón, gruñón y con un sin de defectos, pero no es malo —la tía Marie se rio un poco.
Me acerqué a una de las maletas que llevábamos y aseguré que fuera la mía para acercarla al pasillo que llevaba a las habitaciones.
—¿Ha sido grosero contigo? —negué con la cabeza porque decir lo contrario sería mentir —. ¿Alguna vez te ha insultado? —volví a negar. Regresé con ellas a la sala.
—No, nada de eso. Espero que nunca sea así conmigo o se va a arrepentir, porque ni creas que me voy a quedar callada, eh —dije determinada. Marie ya me conocía y sabía cómo era así que estaba más que advertida que si algo llegaba a pasar yo no me quedaría de brazos cruzados.
Esperaba que se portara así porque me estaba haciendo una idea de Hunter Dagger y no quería que él mismo me diera otra, porque eso me iba a romper el corazón. Me estaba ilusionando mucho, demasiado con él y estaba metiendo la pata bien dentro de esta situación. ¿Cómo me podía estar pasando esto? ¿Por qué me estaba gustando mi jefe que era un mafioso también? No me podía ir peor y a veces me daban ganas de darme golpes contra una pared para ver si podía morir desangrada.
—Y no lo será —añadió la tía Marie —. Hunter puede ser gruñón, mandón y todo lo que tú quieras, pero jamás será grosero con nadie, menos contigo —esto me hacía sentir mucho mejor.
—Espero que Hunter se dé cuenta que Angel es el amor de su vida, se casen, tengan muchos Huntersitos y sean felices para siempre —Callie suspiró sonoramente —. Yo ya los shippeo —formó un corazón con sus dedos. Por una parte, me reí, pero la otra estaba nerviosa por aquellas palabras.
Como si eso fuera a suceder.
La tía Marie negó con la cabeza y sonrió también.
—Eso solo pasa en los libros y las películas —suspiré. Sentía un agujero en el pecho.
Claro que algo así podía pasar, no solo pasaba en las novelas o las series, pero no estaba tan segura de que alguien como Hunter Dagger se fijara en alguien cómo yo. A veces me odiaba porque me menosprecio demasiado, ese era uno de mis defectos. Estaba consciente del gran potencial que tengo y la inteligencia que poseo, pero cuando sobrepiensas demasiado las cosas llega a suceder que también hechas para abajo todo lo que sabes y eres, tú mismo te dices que no eres suficiente y que nunca vas a conseguir nada porque el universo está en tu contra y nunca te van a salir las cosas bien.
—Puede pasar —Callie se asomó por encima del sofá, subía y bajaba las cejas —. Nunca digas nunca —me señaló —. Ya te veré.
Mi móvil empezó a timbrar y después a sonar dentro de mi abrigo. Lo saqué y en la pantalla se desplegó el nombre de Amara, se me hizo raro que me marcara tan temprano.
—¿Ya llegaste a tu casa?
—No, pero Maykel me dijo algo y tenía que llamarte.
—¿Qué te dijo? —fruncí el ceño.
—Que tú y Hunter van a ir a una importante cena — Auch —. ¿Por qué no me dijiste nada? —Maykel y su bocaza,
—Lo siento, te lo iba a decir esta noche, pero te fuiste. Y sí, acepté ir con él —la tía Marie me miraba raro, ella tampoco sabía que iría con su jefe. Le iba a decir, solo quería encontrar el momento correcto para hacerlo.
Escuché un grito de felicidad, no la podía ver, pero me la imaginaba saltando en el asiento del auto y aplaudiendo.
—¡¿Qué?! ¿En serio? Júralo por tu vida.
—Sí, no sé por qué acepté, pero...—me rasqué la mejilla.
—Yo sí sé por qué aceptaste: tu jefe te gusta y no lo niegues —me mordí el labio —. Tenemos que hablar de esto —suspiró, se escuchó más calmada —. Mañana voy a tu casa y hablamos largo y tendido.
—Me parece bien —acepté —. Mañana te veo aquí.
—Te veo mañana, cari —colgó y guardé mi móvil dentro del bolsillo de mi abrigo.
—¿Pasa algo? —miré a la tía Marie con ganas de decirle todo y a la vez no quería abrir la boca, pero de todos modos ella se iba a enterar y que mejor que esto se lo dijera yo y no se enterara por Hunter o por el mismo Maykel.
—Sabes que habrá una importante cena a la que el señor Dagger va a ir —Callie también estaba atenta a la conversación —. Yo... creo que metí la pata y acepté ir con él —me estrujaba los dedos ante la atenta mirada de Callie y por supuesto de mi tía Marie.
—¡Sí! —Callie empezó a saltar de felicidad sobre el sofá.
—¿Qué? —mi tía era todo lo contrario a Callie, estaba seria y hasta podía jurar que hasta preocupada —. ¿Tú irás con él? Pero en que...
—No sé en qué estaba pensando...
»—No, sí sabes en lo que estabas pensando, cariño.
—Oh por Dios —mi tía se llevó ambas manos al pecho —. No lo puedo creer.
—Solo será una cena, nada más —me justifiqué, cómo si hubiera justificación para lo que hice. Ahora no estaba segura de sí, había hecho bien o no. Pero quería demostrarle al señor Dagger que yo sí podía ser cómo las mujeres a las que él frecuentaba, quería que se diera cuenta que no era solo una empleada más.
Maldita sea.
—Solo será una cena —repetí —. Nada más. Una pequeña e insignificante cena.
—Ay Angel, espero que nada más sea una cena. No quiero que Hunter te rompa el corazón —exhaló —. No podría soportar que te haga eso a ti —cogió mi mano y la apretó delicadamente.
—Eso no va a pasar, te lo aseguro —una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.
—Bueno, yo me voy a dormir porque ustedes tienen mucho que hacer y no quiero estorbar —Callie se puso de pie y caminó hacia la tía Marie para darle un beso —. Nos vemos mañana.
—Hasta mañana, tía Marie —se despidió Callie.
—Te acompaño —puse mi mano para que mi tía se apoyara en mí. Salimos juntas y la llevé por el pasillo hacia su habitación. Nos quedamos a medio corredor antes de llegar a la puerta.
—Si necesitan algo no duden en llamarme —comentó.
—Espero que no sea el caso —llegamos a la puerta, pero Hunter estaba de pie frente a esta, al escucharnos hablar giró hacia nosotras y sonrió.
—Pensé que estabas dormida —acortó los pocos pasos que lo separaban de la puerta y la abrió haciéndose a un lado.
—Fui a ver cómo estaba todo con mis niñas —entramos a la habitación de mi tía y le ayudé a llegar a su cama.
—¿Todo bien, señorita Rider? —giré la cabeza para verlo. Tenía esa encantadora y seductora sonrisa que odiaba.
Desgraciado.
—Todo bien, señor Dagger.
—¿Necesita algo? —negué con la cabeza.
Cubrí las piernas de mi tía con los cobertores, a la vez que ella se acomodaba en su lugar de la cama.
—No, señor Dagger, pero gracias por preguntar —pasé a su lado y le entregué el mando de la televisión a mi tía —. ¿Necesitas algo? —ella negó con una sonrisa.
—No hija, gracias. Ya puedes ir a descansar —le sonreí y apreté su mano.
—Vaya a descansar, señorita Rider, si Marie necesita algo, yo me encargo de todo —miré al señor Dagger.
—Permiso —pasé a su lado —. Descansa tía —me dijo adiós con la mano y salí de su habitación.
—Ahora regreso —escuché detrás de mí
Cerró la puerta y vino detrás de mí. Aceleré el paso para alejarme de él y no tenerlo cerca, esto era demasiado intenso cada vez que lo tenía al lado y más ahora que ya había aceptado que me estaba gustando, no era bueno estar tan cerca de él.
—Señorita Rider —no me detuve —. Señorita Rider ¡Le estoy hablando con un carajo! —rodeó mi brazo con sus largos dedos y detuvo mi andar —. ¿Usted es sorda? —me jaló e hizo que girara para verlo.
—No, señor Dagger, no lo soy.
—¿Qué pasa con usted? —me miró molesto. Más molesto de lo que parecía estar siempre.
—¿Qué pasa de qué? —su agarre en mi brazo se hizo más fuerte, pero no me lastimaba.
—¿Qué pasa con todo? Me evita, se aleja como si no quisiera estar cerca —alzó una ceja. ¡Bingo! Lo había adivinado.
—Creo que fue un error aceptar ir con usted a esa cena —admití y no quise mirarlo a los ojos —. Usted es mi jefe y yo...
—Usted ya había dicho algo, ahora no se puede retractar —lo que dijo me hizo mirarlo a los ojos. En aquellos luceros había mucho detrás, podía ver una gran tristeza que lo consumía por dentro.
—Sí, yo sé, pero...—ni siquiera me dejó terminar.
—Pero nada, señorita Rider, eso hubiera pensado antes de aceptar. Ahora va a ir conmigo a esa cena y no voy a aceptar un no cómo respuesta —me mordí el interior de la mejilla y acepté gustosa.
Había veces que le llevaba la contraria por placer, pero esta vez no pude hacerlo y simplemente me quedé sumisa en mi lugar.
—Está bien, señor Dagger —sin soltar mi brazo dio un paso hacia delante y yo tuve que dar dos hacia atrás, pero mi espalda chocó contra la pared acariciando suavemente la superficie.
—No crea que esto me gusta más que a usted —dio un último paso que provocó que todos mis sentidos se pusieran alerta. Mi corazón se aceleró más de lo debido y mis manos se convirtieron en puños. Una rica oleada de placer recorrió mi columna hasta mi nuca.
—¿Entonces por qué lo hace si no quiere ir a esa cena mucho menos conmigo? —no sé si no estaba consciente de que con cada segundo que transcurría acercaba su rostro mucho más de lo debido.
—Nunca dije que no quiero ir con usted. Simplemente, no quiero ir a esa cena.
—¿Y por qué va? ¿No la puede cancelar? —negó con la cabeza —. ¿Por qué?
—Maykel ya confirmó mi presencia y sería una descortesía de mi parte decir que no cuando estamos a escasos días de que se lleve a cabo.
—¿De cuándo acá usted es cortés y le importa lo que digan los demás? —alzó una ceja. Me arrepentí por abrir mi bocaza. Apreté los labios, pero la pregunta ya estaba hecha, así que...
—Yo soy cortés y educado —el resquicio de una pequeña sonrisa se asomó en sus labios —. Aunque lo dude. Pero no puedo decir lo mismo de usted, es maleducada y respondona —sin preverlo, su pecho chocó contra el mío, provocando que un jadeo brotara de lo más profundo de mi garganta.
Tuve que dejar de mirarlo por una fracción de segundo, pero su mano en mi mejilla abarcando mi barbilla me obligó a mirarlo directamente a ese par de luceros que eran un mar intranquilo de perversión y sensualidad.
Su mano libre se deslizó por mi cintura, dejándola justo donde todo me hormigueaba con un solo toque y siendo él sentía que el estómago se me hundía y las piernas me fallaban, como si en lugar de huesos tuviera gelatina dentro.
—Ya le dije que me sé comportar —espeté.
—¿Y por qué no lo hace conmigo? —se mojó el labio inferior con la lengua y después procedió a morderlo con sus dientes para apretarlos y mirarme atento.
—Porque usted me saca de quicio. Provoca lo peor de mí —al decir esto una de sus cejas se elevó dibujando una arruga en su frente. La comisura derecha de su boca se estiró a tal grado que aquella sonrisa pasó de ser inocente a una seductora y sensual —. No dije eso —apreté los puños a mis costados.
—Ya lo dijo y no hay vuelta atrás —su brazo se enredó en mi cintura, me acercó a él y por inercia apoyé mis manos en su duro y trabajado pecho —. ¿Así que provoco lo peor en usted?
—No quise decir eso —mi corazón martilleaba contra mi pecho —. Yo...—no pude decir nada, las palabras murieron en la punta de mi lengua cuando su nariz rozó deliberadamente mi mejilla —. Lo que quise decir es que... Usted —su voz ronca provocó un cosquilleo en mi estómago. Escucharlo, reír de esa manera me hizo sentir en las nubes, la mayor parte del tiempo está enojado y casi no reía, pero percibir su risa tan cerca era como un bálsamo para mí.
—Lo que sea que dijo ya lo dijo —se separó unos cuantos centímetros, para dejarme apreciar su hermoso rostro y sus labios que se miraban tan apetecibles —. Ya sé que provoco cosas en usted —soltó mi barbilla. Su dedo índice recorrió el camino desde mis labios, pasando por mi barbilla y mi cuello hasta detenerse justo en la unión de mis clavículas. Tragué grueso. Se movió un poco a la izquierda para hacer a un lado mi suéter y mi blusa —. Qué sexy lunar —ambos alzamos la mirada para observar al otro. Soltó mi cintura y dio un paso atrás, era evidente que no se iba a mover de ese lugar.
Estaba temblando de los pies a la cabeza, todo en mí se sentía como si hubiera corrido miles de kilómetros, mi corazón latía rápidamente, mis manos sudaban y mi cuerpo vibraba con ese pequeño toque de su parte.
—Yo no...—levantó la mano, poniendo un dedo sobre mis labios.
—No trate de justificarse —bajó la mano y la llevó detrás de su espalda junto con la otra —. Ya se puede ir a descansar —me acomodé el suéter y le di la espalda sintiendo su mirada clavada en mi nuca. Crucé el pasillo y giré para llegar a la sala, Callie ya no estaba ahí ni sus maletas, así que supuse que estaba en su habitación.
Todavía me encontraba mal, por lo que sucedió tan solo segundos atrás. Mis manos estaban sudorosas y mi corazón estaba buscando la manera de latir a un ritmo normal.
El móvil empezó a sonar dentro del bolsillo de mi suéter, cuando lo saqué era un mensaje de Amara, informando que había llegado a su casa y se encontraba bien. Más le valía a Maykel cuidar de mi amiga.
"He llegado a mi casa y me encuentro bien ;). Mañana nos vemos"
—¿Angel? —Callie asomó la cabeza.
—Ya vine —cogí una de las maletas y la arrastré por el pasillo para ir a la habitación que iba a ocupar.
—¿Cómo se quedó la tía Marie? —Mi habitación quedaba al final del pasillo, tenía un baño para mí solita, pero si Callie lo quería ocupar podía entrar también.
—Bien, ya está mejor —entré y dejé la maleta a un lado para empezar a sacar la ropa y meterla en el gran closet que había dentro.
—Yo la veo mucho mejor —asentí.
—El tratamiento le está ayudando y sí, se ve mucho mejor —saqué las blusas para dejarlas a un lado.
—Angel —me giré hacia ella —. Quiero que este sea un nuevo comienzo para ti y para mí —dejé la ropa a un lado para acercarme a ella y coger sus manos entre las mías.
—Será un nuevo comienzo para las dos —sonrió y nos abrazamos. Sus abrazos siempre me reconfortan, me hacían sentir bien, aunque por dentro estuviera tan rota que no me podía reponer yo sola. Por más fuerte que intentaba ser, había días en los que simplemente no quería saber nada de nadie, ni siquiera levantarme de la cama.
Callie se fue a su habitación y yo terminé de meter toda la ropa en el closet, ya mañana iba a terminar con lo que quedaba por guardar, ahora estaba cansada y solo quería descansar. Pensar en cómo le haría para no hacer el ridículo en esa cena y tenía que comprar un lindo vestido para la ocasión. Le iba a pedir ayuda a Amara, ella sabía más de estas cosas que yo. Sabía lo básico de como coger la cubertería, pero de ahí en fuera no sabía nada de vinos o bebidas caras, sabía que si le decía a mi amiga que me ayudara no se iba a negar, así que ella sería mi maestra estos días. Le quería demostrar a Hunter y a mí misma que podía comportarme como una dama de sociedad.
Antes de meterme en la cama me aseguré que la puerta estaba cerrada y las luces apagadas, no podía ir a dormir sin asegurarme que estábamos seguras en la casa. Pasé por la habitación de Callie y ella ya estaba dormida, me metí bajo los cobertores y encendí la luz de la lámpara encima de la mesita para leer un poco. No dejaba de pensar en lo que dijo el señor Dagger y por más que no quería hacerme ilusiones, dentro de mí se hacía un revuelo al pensar en él.
"Ya sé que provoco cosas en usted"
Recordar cada una de sus palabras y el tono que usó para decirlas me hacía temblar y vibrar. Su voz, la manera en cómo sus labios se movían, sus luceros tan fijos en los míos que no quería despegar la mirada de ellos. Dios. Todo se sentía tan fresco que aún me latía el corazón al recordar esa escena.
Estaba sintiendo más de lo que me permitía sentir y no era correcto, no debía enamorarme de mi jefe porque era seguro que iba a terminar con el corazón roto, pero detrás habría una gran historia de amor.
Hunter
No sé en qué estaba pensando en el momento que le dije eso a Angel. Ella se negó a ir, dijo que no debió aceptar, pero mi posesividad dijo que no una vez más y la quería tener a mi lado, tan cerca como se pudiera. Hubiera sido fácil deslindarla de aquel compromiso porque para ser sincero yo tampoco tenía muchas ganas de ir, pero saber que ella iba a estar a mi lado hacía que todo fuera mejor, sabía que todo sería mejor en ese momento. Ahora era yo el que quería ir con ella a como diera lugar, sin importar lo que ambos queríamos.
¿Por qué insistía en tenerla cerca cuando no debía ser así?
»—Debes admitir que Angel es sexy, encantadora y te está gustando más de lo que quieres admitir.
Sí, Angel era linda, encantadora y todas esas cosas, pero... No, no podía pensar en esas cosas, no con ella. No me podía gustar más que un capricho, más de lo que me podía permitir a mí mismo, porque una cosa iba a llevar a otra y así sucesivamente hasta verme enredado en una espiral de la que difícilmente iba a poder salir, así que, que ella me gustara no estaba en mis planes.
—¿Hunter? —al prestar atención me di cuenta que Danielle estaba dentro del despacho y me miraba raro. Agitaba la mano frente a ella para que la mirara.
—¿Por qué entras sin tocar a la puerta? —le pregunté irguiéndome en la silla.
—Toqué a la puerta, pero no me respondiste y decidí pasar —se cruzó de brazos bajo mi atenta mirada.
—¿Trajiste lo que te pedí? —ella asintió.
—Sí, pero...—ni siquiera la dejé terminar de hablar.
—¿Pero? —enarqué una ceja.
—No solo traje vestidos de color azul, también rojos. Lo siento, Hunter, pero es una cena, no un funeral. Además, Angel tiene un bonito cuerpo y una linda ves, creo que un vestido de color rojo se le verá bien —explicó, serena.
—No puedo contigo —me puse de pie —. ¿Dónde dejaste todo?
—Arriba.
—Ve por la señorita Rider —frunció el ceño —. ¿Qué?
—¿No vas a elegir tú el vestido? —negué.
—No.
—¿Por qué? Siempre lo haces, conmigo lo hiciste —se quejó.
—Sí, pero esta vez no. Que ella elija el vestido que se quiera poner y los demás los dejas en el closet. Ve por ella —le ordené una vez más.
—No tardo —giró sobre sus talones y salió del despacho dejando la puerta abierta.
Miré la hora en mi reloj, a esta hora Angel ya se encontraba en la cocina preparando el almuerzo. Era una mujer trabajadora que se despertaba temprano y acompañaba a su hermana al colegio. Debía admirar eso de ella. Por lo que Marie me platicaba de sus sobrinas, Angel tuvo que dejar la universidad para empezar a trabajar y ayudar a su padre, como sea que haya sido y por las circunstancias que la llevaron a tomar esta decisión Angel hizo un sacrificio muy grande por su pequeña hermana que se veía muy agradecida con todo lo que hacía por ella.
Me hubiera gustado más que llevara un vestido de color negro o azul, este último era mi color favorito, pero Danielle ya había comprado los vestidos y ella sabía mucho más de esto que yo. Además, le daba la razón, Angel tenía un bonito cuerpo, piernas largas y torneadas, una cintura pequeña y un hermoso rostro. Tenía que lucir todo esto. Joyas, zapatos, un hermoso vestido que hiciera lucir su belleza natural.
—Ya estamos aquí —informó Danielle entrando junto a Angel
—¿Me mandó llamar? —me crucé de brazos, sentándome en la esquina del escritorio.
—Le he pedido a Danielle que compre algunos vestidos para el día de la cena.
—También compré bolsos y tacones —puso una mano en el brazo de Angel —. ¿Sabes andar en tacones? —ella asintió y Danielle suspiró.
—¿Qué quiere que haga? —preguntó trémula.
—Quiero que se ponga los vestidos y elija uno. El que usted quiera —la vi pasar saliva.
—Está bien, señor Dagger —sin decir más, ambas salieron del despacho. Fui detrás de ellas y las seguí escaleras arriba. Danielle sabía dónde estaba la habitación, así que la señorita Rider la siguió y ambas entraron, una detrás de la otra.
El espacio era grande, con un gran closet que iba de esquina a esquina, en frente se encontraban algunos espejos de cuerpo completo para que la señorita Rider se pudiera contemplar de pies a cabeza y así elegir el vestido que más le gustara.
—Te van a encantar todos —dijo Danielle sacando los vestidos que estaban guardados en bolsas negras —. ¿Te vas a quedar? —me preguntó Danielle. Me encontraba bajo el umbral de la puerta observándolas.
—Ya me voy —las dos me miraron atentas. Me separé del marco de la puerta y di la vuelta para salir.
—¿Me quito el delantal? —le preguntó Angel a Danielle. Sonreí ante su inocente pregunta.
—Y la ropa también, no te vas a poner cada vestido encima de ese uniforme, querida —negué y empecé a caminar hacia las escaleras.
Esperaba no estar cometiendo un error al hacer esto. Solo quería que el día de la cena llegara y terminar con esto de una vez por todas. No quería meter a Angel en problemas, más de los que ya la había metido solo por aceptar llevarla a ese lugar. Ahora sería el foco de atención de todos, porque había que estar ciego para no darse cuenta de lo hermosa que ella es. Yo me di cuenta en el primer segundo que la vi.
Angel es bonita, inteligente y dejando atrás que no se quedara callada ante nada era agradable también, así que sí, en ese lugar podía cautivar a más de uno y aquella idea no me gustó en nada.
Regresé al despacho y a los pocos minutos entró Maykel con un plato con fruta dentro. Negué con la cabeza y vino a sentarse en la silla frente a mí.
—¿Estás listo para hablar con Turner? —preguntó al mismo tiempo que se echaba un pedazo de mango a la boca.
—No estoy listo, pero tengo que hablar con él. Aclararle de una vez que si me meto en problemas por su culpa es hombre muerto —dije serio.
—¿Estás seguro que no estás molesto? —le mire mal —. Solo digo. Unos días estabas de tan buen humor que dudaba que fueras tú.
—Maykel —empujé la silla hacia atrás hasta que chocó contra el librero a mi espalda —. No estoy para tus tontas bromas.
—Ya sé, pero...—se quedó pensando que decir —. Creo que desde que ella está aquí tú eres otro —encogió un hombro —. Solo digo.
—¿A quién te refieres con eso de "Desde que ella está aquí"? —alcé una ceja.
—Obvio estoy hablando de Angel, no creas que me refiero a Charlotte —regresé a mi lugar y cogí unos papeles intentando evadir el tema.
—Ah.
—¿Es todo lo que vas a decir?
—¿Y qué quieres que diga? —hojeaba los papeles, una y otra vez esperando que Maykel decidiera dejar el tema de lado y olvidarlo por completo. Pero él ya se había dado cuenta de lo que pasaba conmigo, no por nada era mi mejor amigo y me conocía mejor que nadie en este mundo. A él no le podía mentir ni mucho menos, sé que iba a insistir hasta que me escuchara decir lo que tanto quería oír de mí, que por fin después de tanto tiempo me estaba gustando una mujer, realmente me estaba gustando alguien y no era nada sexual como lo fue con las demás.
—Solo quiero que admitas lo que es obvio —murmuró. Le miré y estaba picando la fruta, pero cuando alzó la mirada lo dejé de mirar —. Angel te gusta poco, pero te gusta.
—¿Por qué dices eso?
—Porque lo veo en tus ojos cada vez que la miras. Esa mujer...
—Cuidado con lo que vas a decir de ella —le advertí. Se hizo un poco hacia atrás en la silla.
—Solo iba a decir que esa mujer está logrando entrar al corazón del diablo, ese frío y duro corazón que parece una piedra. ¿Cuándo fue la última vez que te permitiste amar intensamente?
—Sabes cuándo fue la última vez y como terminó todo —solté los papeles y los hice a un lado, no tenía caso evadir el tema cuando mi amigo estaba más que dispuesto a traerlo a relucir.
—¿Y por qué no te das una oportunidad? Puede ser que esta vez las cosas salgan bien...
—O puede ser que las cosas terminen peor que la última vez —miré la hora en mi reloj —. ¿No has pensado en eso? Marie me mata si le hago daño a su niña y no quiero que se vaya de esta casa.
—No lo hará. Esa mujer te quiere como si fueras su hijo.
—Pero no lo soy —cogí la tablet y la encendí para empezar con la videollamada que tenía programada con Mason —. Es obvio que va a estar de su lado. Además, no soy bueno para ella, se merece a un hombre noble, que le pueda dar amor y respeto, no dolores de cabeza y que la ponga en peligro.
—Tú no harías eso —levanté la mirada hacia él —. Nunca la pondrías en peligro.
—No por voluntad propia —exhalé. Esperé que la tablet encendiera y la dejé a un lado —. Sabes bien que ese fue uno de los tantos motivos por los que Charlotte se fue, no podía con la carga que implicaba ser la mujer del diablo, los peligros que conlleva estar a mi lado. ¿Se te olvida cuando por mi culpa casi la matan? —negó con la cabeza —. ¿Quieres que Angel pase por lo mismo?
—No —respondió.
—Entonces no insistas con el tema, por favor —puse la tablet frente a mí, sobre el escritorio, apoyándola en su soporte para que no se resbalara por la madera —. No hables —le pedí de manera amable y lo entendió porque comió en silencio cuando la mayoría de las veces era muy ruidoso.
No pasó mucho para que la videollamada empezara y Mason apareció en la pantalla, de fondo se encontraba en librero y en primer plano estaba él con ese porte inglés que tanto le caracteriza. Cabello corto y oscuro, ojos azules tan claros que se confunden con un gris.
—Dagger, pensé que nunca ibas a aceptar hablar conmigo —se movió un poco al frente para acomodarse sobre la silla.
—No tenía pensado hablar contigo —fui sincero. No tenía por qué mentirle cuando la verdad es que todavía dudaba en sí aceptar lo que sea que me iba a proponer.
—No me hagas sentir mal, Dagger —murmuró.
—No creo que sepas el significado de esa palabra, Turner. Alguien a quien apodan el Dragón Rojo, no debe tener sentimientos nobles hacia los demás.
—¿Tú no los tienes, Dagger? Si mal no recuerdo eres conocido como El Diablo de Seattle —llevé mis manos al frente.
—Vamos a terminar esto de una vez. ¿Qué quieres de mí? —levanté la mirada hacia Maykel quien levantó el pulgar para decir que lo estaba haciendo bien.
—Sabes bien lo que quiero, Dagger.
—Me enteré por ahí que estás creando un nuevo suero, ¿es cierto eso?
—Quien sea tu contacto te tiene bien informado —apoyó las manos sobre el escritorio y se deslizó hacia el frente.
—¿Es eso lo que quieres meter a mi ciudad? Aparte de las armas y las drogas.
—No serías el primero en aceptar y tampoco el último. No debería decirte esto, pero los rusos ya han aceptado, después del gran golpe que les dieron a los norteamericanos están ganando terreno y quieren hacer crecer su negocio, tanto en Rusia como en Nueva York, este será el punto de partida para todo lo que queremos hacer. ¿Qué dices, Dagger?
—Suena tentador, pero no sé. ¿Has hablado con Hiro? —se quedó pensando tan solo unos segundos.
—¿El hijo de Hiroki? —asentí —. Sí, y no le agradas para nada. Te quiere destronar y quedarse él con tu ciudad —bajé las manos y apreté los puños
Maldito bastardo.
—¿Eso te dijo? —Ahora él fue quien asintió con la cabeza.
—Así es —tenía ese marcado acento inglés que lo diferenciaba de los demás. Cogió un bolígrafo con el que empezó a jugar, pasándolo entre sus dedos —. Me hizo una propuesta.
—¿Qué clase de propuesta? —indagué.
—Si él se queda con Seattle, dejará que mi suero se venda en las calles y lo usará con sus hombres para que sean fieles máquinas de matar —alzó una ceja —. Qué tal, ¿eh?
—Es un infeliz bastardo y tú eres igual que él —me puse de pie —. Te dije claramente que no quería que hicieras tratos con nadie hasta ni hablar antes de esto —golpeé el escritorio con ambas manos. Maykel pegó un respingo, pero Mason se quedó impasible en su lugar.
—Y yo te advertí que si no me dabas una respuesta me iba a ir con quien pagara mejor. Negocios son negocios, Dagger —Maykel me pedía que me relajara, pero eso estaba lejos de suceder cuando Mason me estaba dando una puñalada por la espalda.
—¿Qué quieres, Turner? —regresé a mi lugar, un poco más tranquilo, pero aún quería golpearlo.
—El suero está en la primera etapa de revisión, han surgido algunos incidentes con las pruebas en humanos, pero no es nada que no se pueda resolver en unos meses.
—¿En unos meses? —alcé una ceja.
—Ya te dije que han surgido algunos incidentes. Este tipo de cosas no se toman a la ligera, Dagger. No quieres en las calles un suero que convierta a tus hombres en asesinos despiadados, quieres soldados fieles que estén dispuestos a dar la vida por ti —se deslizó cerca —. ¿Sabías que los italianos están usando una variante? Daen Rossi y Vitale Schiavone.
Intentaba todo lo que estaba a su alcance para que aceptara y comprara el mentado suero del que se sentía orgulloso. Les robó la fórmula a los alemanes y ahora la usaba a su favor.
—Mira —se rascó la ceja —. Hay otra clase de suero que sé te va a gustar mucho más.
—¿Es el que están utilizando los italianos? —asintió con la cabeza —. ¿De qué se trata?
—Es un paralizante, convierte a tu víctima en un saco de huesos y carne. No podrá hablar, parpadear o moverse, será como una piedra en medio del camino, pero por dentro estará sufriendo como si lo estuvieran quemando vivo —aquello se escuchaba interesante —. El dolor será tan fuerte que aquella persona querrá morir a los pocos segundos.
—Por lo que me dices debe costar una fortuna una dosis, ¿cierto? —cogió un papel y con el bolígrafo anotó algo, le dio vuelta al papel y lo giró hacia la pantalla para que mirara la cantidad de lo que costaba su suero.
—¿Qué te parece? —no me sorprendía la cantidad, era obvio que iba a pedir tanto por ello.
—¿Medio millón? —indagué.
—Ochocientos mil por dos dosis —Maykel se encontraba asombrado por lo que dijo Turner —. Es una ganga —me reí.
—Lo es —me llevé una mano a la barbilla —. Acepto —Maykel abrió los ojos de par en par, a Mason no le sorprendió que aceptara, más bien estaba encantado con mi respuesta —. ¿Cómo se hará la venta?
—Dime para cuando las necesites y te las mando a la dirección que me indiques. Me puedes pagar cuando las tengas en tus manos.
—¿No te da miedo que no te pague?
—Todos conocen al Diablo de Seattle —me hizo un guiño.
—Lo más pronto que puedas las quiero aquí —asintió.
—Estaremos en contacto, Dagger.
—Nos vemos pronto, Turner.
La pantalla se puso negra a los pocos segundos, levanté la mirada y me encontré con los ojos acusadores de Maykel.
—¿Qué pasa contigo? ¿Te encuentras bien?
—Sí, ¿por qué?
—Pensé que no iba a hacer tratos con Turner.
—Me conviene tenerlo de mi lado y no del de Hiro. ¿Sabes lo que ese imbécil hará con cualquiera de los dos sueros? —Maykel frunció el ceño.
—Vas a usar ese suero con Hiro, ¿cierto? —le dije que sí.
—Solo si es necesario utilizarlo, sino no hay nada de qué preocuparse.
—Yo creo que quien tiene que preocuparse es él —giré sobre la silla con las manos enlazadas a la altura de mi barbilla.
—Si no hace ninguna estupidez, no tiene de que preocuparse.
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