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Capítulo 11. 💙

"Me enamoré de tu rebeldía

desde que entraste a mi vida

sin pedir permiso".

—Andrés Ixtepan.

Hunter

Respondona, igualada y sin una pizca de respeto por mí: así es Angel Rider. Me desafiaba cada que podía, no se quedaba callada cuando tenía que hacerlo y lo que más me jodía es que en parte me gustaba que fuera así. No le importaba que yo fuera su jefe, al contrario, parecía que le encantaba alzarme la voz y llevarme la contraria. Quería darle un buen castigo por ser así, pero me contenía porque solo era una empleada más, solo eso.

Pero debía admitir también que tenía un gran corazón y no debía sorprenderme porque estas semanas me había portado como un cabrón con ella y ella me trataba como si lo mereciera cuando no debía ser así. ¿Por qué me ayudó cuando le grité que se fuera y me dejara solo? ¿Por qué no se portaba de la misma manera y dejaba de lado que era su jefe?

—¿Pasa algo? —nos encontrábamos en el despacho.

Había dormido toda la mañana y parte de la tarde, para cuando desperté y bajé a la cocina, Angel y Maykel estaban platicando y riendo también. Ambos habían preparado la comida y los tres aprovechamos para comer juntos. En ese momento ya no sentía que me taladraba la cabeza y pude comer en paz con ellos. No sé qué hizo Angel, pero lo que sea funcionó y quería más para no sentir que me estaba muriendo en vida.

—No es nada —me deslicé cerca del escritorio.

—¿Estás seguro? Desde ayer estás algo raro —dijo Maykel. Le pedí que viniera porque teníamos asuntos importantes que resolver, sin embargo, yo no dejaba de pensar en lo que le escuché decir a Angel, o lo que creí que había escuchado, en ese momento tenía tanto sueño que no sé si lo soñé o fue real —. ¿Hunter? —parpadeé para mirar a Maykel que tenía una ceja alzada y me miraba con curiosidad.

—¿Qué? —empujé la silla hacia atrás. Maykel dejó unos papeles frente a mí.

—Como te decía, revisé los papeles junto al contador y sí, tienes razón. Te están robando —apreté mi puño al escuchar estas palabras. Sentía que la bilis subía de repente por mi garganta —. En el club que tienes Arlington. Es una muy buena cantidad, Hunter y desde hace mucho que lo están haciendo —golpeé la madera con el puño, pero mi amigo no se asustó, solo se hizo para atrás, apoyando la espalda contra el espaldar de la silla, subiendo la pierna derecha sobre la izquierda.

—¿Quién? —espeté.

—No estoy seguro si es el encargado del club o alguien más, pero debe ser uno de ellos. Estás molesto, ¿verdad?

No sé por qué preguntaba esto, cuando era más que obvio que estaba molesto y esa palabra era poca nada comparada con lo que estaba sintiendo en ese momento. Quería quemar todo lo que tenía enfrente.

—Esa palabra se queda corta con lo que estoy sintiendo en este momento —mascullé y arrojé el bolígrafo con molestia —. Pero necesito saber quién es el imbécil que me está robando —Maykel asintió, dándome la razón.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó, curioso. Sus brillantes ojos azules me escudriñaban con demasiada atención.

—Quiero que tú vayas a Arlington y averigües lo que puedas, no tardes, necesito saber cuánto antes quien me está robando —estaba demasiado serio y molesto. Más que nada estaba molesto.

—Está bien —cogió los papeles para guardarlos en una carpeta.

—También necesito que ayudes a la señorita Rider con la mudanza. Hoy mismo tienes que resolver ese asunto —miró la hora en la pantalla de su móvil.

—Ahora mismo me contacto con la inmobiliaria para que vayan por sus cosas —tecleó, no sé qué y levantó la mirada hacia mí.

—Bien —me deslicé para coger el bolígrafo —. ¿Cómo te sientes? —preguntó, dejando el tema de Arlington de lado.

—¿Por qué lo preguntas?

—Ayer te encontrabas mal, no quisiste salir de la cama y hoy estás como si nada.

—Me siento bien, Maykel, mucho mejor que ayer —recargué la espalda contra el espaldar de la silla —. ¿Por qué haces demasiadas preguntas?

—No hago demasiadas preguntas, Hunter. Solo quiero saber cómo estás. No te había dado una crisis y ahora...

—Sabes que esto es así, Maykel. Un día estoy bien y para el otro simplemente me quiero morir —me encogí de hombros —. Suena bien, ¿no?

—No creo que querer morir sea algo bueno, pero si tú lo dices está bien —su móvil timbró en sus manos —. Por cierto, hay algo que debes saber —lo escuchaba atento.

—¿Noticias buenas o malas? —deslizaba el bolígrafo entre mis dedos.

—Depende de cómo lo quieras ver —le hice una seña para que continuara hablando —. Mason Turner quiere hablar contigo y Jared Beckett está muerto —lo último me sorprendió, ya que no esperaba que ese monstruo estuviera muerto. ¿Quién en su sano juicio se metería con esa familia?

—¿Quién fue el valiente que se atrevió a matar al jefe de la mafia neoyorquina?

—No fue un él —alcé una ceja —. Fue la hija de Víctor Zaitsev.

—Vaya —asintió.

—No te conviene aliarte con ninguno de ellos, están metidos en una guerra que ve tú a saber cómo va a terminar. Por otro lado, —se acomodó en la silla —. Mason quiere hacer negocios, sabes que quiere expandir su imperio —me quedé pensando.

—¿Tú qué sugieres? —le pregunté. Él también estaba metido en esto, así que debía tomar su opinión para algunas cosas.

—Es peligroso, Hunter —aclaró —. Sé que está creando un suero para controlar a sus hombres, que hagan solo lo que él les pide. No puede llegar a Norteamérica. ¿Te imaginas lo que va a pasar si ese suero cae en las manos equivocadas?

—Lo dices por Hiro, ¿verdad? —asintió.

—No te voy a decir que hacer, pero piensa bien las cosas antes de tomar una decisión. Por un lado, te conviene estar del lado de Mason, si este busca a Hiro estamos jodidos y todo se iría a la mierda.

—Lo sé, lo sé —giré hacia la izquierda sobre la silla.

—Y, por otro lado, no te metas en problemas con los Beckett, mucho menos con los rusos, sabes que tienen nexos con los mexicanos y ellos son de temer, ya tienes suficiente con Smith como para tenerlo jodiendo tu vida más de lo que ya lo hace.

En eso tenía que darle la razón por que era cierto que Frank Smith andaba detrás de mí, vigilaba todo lo que hacía bien, pero le prestaba mucha más atención a lo que hacía mal para tener un buen pretexto y refundirme en prisión como tanto quería. Era un pobre imbécil que me debía la seguridad de esta ciudad, pero su maldito orgullo no permitía que lo viera. De no ser por mí Seattle estaría hundido en la miseria y la inseguridad, con tipos como Hiro caminando en las calles y obligando a las mujeres a vender por unos cuántos dólares, y no voy a decir que no hubiera clubes de ese tipo, pero en mi maldita ciudad no había venta ilegal de niñas o mujeres.

Escuchamos dos golpes en la puerta y ambos giramos la cabeza en dirección a la puerta. Ya sabía de quién se trataba porque en estos días había aprendido a reconocer sus toquidos. Solté el bolígrafo y acomodé las mangas de mi camisa antes de hablar.

—Adelante —dije y la puerta se abrió, detrás apareció Angel. Sostenía una bandeja con ambas manos.

—Me dijo Marie que trajera esto —se acercó al escritorio para dejar fruta picada y jugo.

—¿Más fruta? —Hice una mueca.

—Recuerde que tiene que llevar una buena alimentación —se colocó a mi lado izquierdo, poniendo la bandeja frente a ella.

Llevaba puesto ese sexy uniforme de color azul, la falda cubría la mitad de sus piernas. Zapatillas blancas y bajas, el cabello trenzado acomodado a su lado izquierdo. ¿Por qué la miraba tanto?

¿Por qué hoy se ve tan bonita?

—Qué bueno que le recuerdas que se debe alimentar bien —me acerqué al escritorio. Piqué un pedazo de manzana y cuando Maykel terminó de hablar le miré con ganas de aniquilarlo de la faz de la tierra —. A veces se le olvida que debe comer bien —insistía en el tema.

—Gracias, señorita Rider. Se puede retirar —hizo el amago de irse, pero Maykel le llamó, quedándose en su lugar a mi lado.

—Angel —ella lo miró —. ¿Harás algo este sábado? ¿Te gustaría ir a una cena este fin de semana? —Angel miró a Maykel y después a mí.

¿Qué pretende este imbécil, ir con ella a la cena? No, no creo.

—¿Qué tipo de cena? ¿Con quién? —preguntó, trémula.

—Es algo muy importante. Créeme.

—¿Ir contigo a esa cena? —parpadeó, mirándome, como si necesitara permiso para hablar o mirar a Maykel.

Ese idiota quiere ir con ella. Imbécil. Patán. Idiota...

—No, conmigo no, yo ya tengo con quien ir. Irás con Hunter —se quedó en silencio a mi lado. Al verla parecía asustada y sorprendida. Más que nada estaba horrorizada con la idea y yo me encontraba igual o peor que ella.

¿Qué tramas, Maykel?

—¿Con-con el señor Dagger? —me miró con desconfianza, solo un par de segundos bastaron para saber que la idea le desagradaba en demasía.

—¿Tiene algo de malo? —le pregunté. Empujé la silla hacia atrás, conmigo sobre ella, mirando atentamente a Angel.

—No, para nada —se irguió para recobrar su postura —. Y claro que me gustará ir a esa cena —se regocijó en cada palabra dicha.

—¿¡Qué!? —preguntamos ambos al mismo tiempo. Me puse de pie tan rápido como si tuviera un resorte en el trasero.

—¿Tiene algo de malo? —me miró directamente —. ¿Piensa que soy poca cosa para usted? —dejó la bandeja en la esquina del escritorio y se cruzó de brazos apoyando todo su peso en un pie —. ¿Tiene miedo que le haga pasar el ridículo?

Miré a Maykel, casi incrédulo por lo que estaba diciendo.

—En primer lugar, no tendría nada de malo que vayamos juntos. En segundo lugar, usted no es poca cosa, nunca he creído eso de usted y, por último, —señalé con tres dedos arriba —, no creo que haga el ridículo, estoy seguro de que así será, usted no se sabe comportar —también me crucé de brazos.

—Claro que me puedo comportar, ¿con quién piensa que está hablando? —Maykel estaba encantado con la escena que tenía frente a él.

Angel dio un paso al frente y yo di uno más para quedar a una distancia prudente.

—Sé con quién estoy hablando, señorita Rider, por eso lo digo. Usted no se sabe comportar —alcé la barbilla.

—¿Cuánto quiere apostar, señor Dagger? —alzó una ceja. Tenía esa postura altiva que muy pocas veces llegué a ver en ella.

—¿Está hablando en serio? —indagué.

—¿Tiene miedo que lo haga quedar mal ante todas esas personas con las que aparenta ser alguien que no es?

—¡Uh! —expresó Maykel desde su lugar —. Eso dolió —lo ignoré por completo.

—Podría apostar todo mi dinero a que usted no se puede comportar como una señorita —dije serio.

—¿Está dispuesto a perder toda su fortuna, señor Dagger? —tenía esa sonrisa ladina dibujada en los labios.

—¿Es un trato, señorita Rider? —me descrucé de brazos y extendí mi mano en su dirección.

—Es un trato, señor Dagger —estiró la mano y la estreché con cuidado. Sin soltarme, Angel miró a Maykel —. Acepto ir a esa cena y les voy a demostrar a ambos que me puedo comportar como la señorita que soy —soltó mi mano de golpe y cogió la bandeja —. Me avisa que día y a qué hora —Me dio la espalda y salió del despacho, dejándome con la palabra en la boca.

¿Qué fue todo eso?

Espere que cerrara la puerta y estuviera lo suficiente lejos para gritarle a Maykel un par de verdades que tenía guardadas para él.

—¡Imbécil! —pegó un respingo y se hizo para atrás como si le fuera a pegar o tal vez matarlo, era una buena idea, si lo mataba en ese momento me iba a librar de un problema menos —. ¡¿Qué fue todo eso?!

—No sé de qué estás hablando —se hizo el desentendido, pero no le quedaba en nada esta actitud de "yo no fui". Abrió la bocaza y me metió en este problema del que no sabía cómo iba a salir.

—Sabes bien de qué estoy hablando —lo señalé con un dedo en alto —. ¿Por qué hiciste eso? —Ahora señalé la puerta por donde Angel salió —. Comprometiste a la señorita Rider a ir conmigo a una cena a la que no pensaba ir. Si lo recuerdas, ¿no? Te dije que no quería ir a ese lugar.

—No pensabas ir, tú lo has dicho —se puso de pie y acomodó su saco —. Ahora vas a ir con Angel a una importante cena, recuerda tratarla bien porque ella no es cómo las mujeres con las que te acuestas —me advirtió y después me hizo un guiño.

Lo voy a matar, un día de estos lo voy a matar.

—Maykel —atiné sus intenciones y quise detenerlo.

—Voy a llamar a la inmobiliaria para que recojan las cosas de Angel —antes de que pudiera decir otra cosa salió de mi despacho, dejándome solo.

—Idiota —bufé. Me encontraba molesto y sorprendido —. ¿Por qué ella dijo que sí?

Era tan fácil declinar la invitación y poner algún pretexto, pero no, ella dijo que sí. Dijo que sí, joder. ¿Y ahora qué iba a hacer? ¿Por qué dijo que sí? ¿Y por qué acepté esa tonta apuesta? Debí quedarme callado y no decir nada.

»Ir con ella y presumirla como la linda mujer que es.

Mi conciencia haciendo acto de aparición cuando se le da la gana.

Maykel ya me había metido en un gran lío, ahora tenía que ver como salía de él sin meter a Angel en esto. Era peligroso llevarla a ese lugar, estaría lleno de mafiosos, asesinos y personas de la más baja moral. No sé qué estaba pensando Maykel cuando dijo lo que dijo y metió a Angel a esto. Si tan solo hubiera mantenido su bocaza cerrada, nada de estos estuviera pasando.

—Listo —informó Maykel entrando al despacho —. A las cinco en la casa de Angel —se sentó en la esquina del escritorio y dejó el móvil encima —. ¿Pasa algo?

—¿Cómo se te ocurrió decirle eso a Angel? —le pregunté.

—¿Ahora es Angel? ¿Ya no es la señorita Rider? —alzó una ceja ante tal pregunta.

—Que te importa. ¿Por qué lo hiciste? —insistí.

—¿Por qué no? Angel es muy linda, es educada algo que a todas esas personas les falta, también es inteligente y creo que se va a ver muy bien ataviada en un costoso vestido, zapatos y joyas —me hizo un guiño.

—Se te olvida algo —frunció el ceño —. Ella no es cómo todas esas personas que tú dices. Y por si no te diste cuenta ese lugar no es para ella —quería hacerle ver en lo que la había metido por hablar de más.

—Eh... yo creo que no lo es tanto —levantó un dedo. Me senté en uno de los sofás esperando que dijera algo, pero se mantuvo en silencio mientras lo miraba con detenimiento.

—¿A qué te refieres? —pregunté curioso.

—Tú solo te vas a dar cuenta de eso —ya no quise preguntar nada más, Maykel era irritante y me fastidiaba —. De todos modos, ella ya dijo que sí, y sería una descortesía de tu parte si la dejas plantada. ¿Quieres hacer eso?

—Tú me metiste en esto, Maykel —espeté. Lo miré mal, pero eso a él poco le importó. Le importaría más si mis ojos fueran pistolas, ya estuviera muerto y enterrado desde hace cuánto.

—No me digas que no quieres, porque he visto como la miras. No es solo un pedazo de carne, hay mucho más —siseé para que dejara de hablar.

—No sé de qué hablas —Maykel cogió un poco de fruta del plato que Angel había dejado para mí. Ese plato era mío y él me lo quitó

—Te conozco más de lo que te gustaría —se acercó y se dejó caer en el respaldar del sofá —. Angel te desobedece, te responde, te lleva la contraria y eso, amigo mío, atrae mucho más que un cuerpo escultural. Es la chica perfecta para ti —encogió un hombro mientras seguía comiendo.

—Por favor, cierra la boca —me puse de pie.

—¿A dónde vas? —preguntó con la boca llena.

—A avisarle a la señorita Rider que a las cinco van a su casa —no dijo nada, solo siguió comiendo como era su costumbre.

¿Es que nunca le para la boca?

—Jo, sí. La señorita Rider —se burló de mí.

Salí del despacho y caminé hacia la cocina donde seguramente estaba ella. Había veces que se la pasaba ahí por horas. Y así fue cuando entré, estaba en la cocina terminando de lavar los platos.

—Señorita Rider —pegó un respingo al escucharme hablar, casi se le cae el plato que estaba lavando. Se le cayó de las manos y resbaló chocando contra las paredes del fregadero. Menos mal que no se rompió y se lastimó.

—No haga eso, por favor —cogió el plato, lo pasó bajo el chorro de agua y lo puso a secar en el escurridor. Se secó las manos con el trapo que tenía a un lado.

—Así ha de tener la conciencia, señorita Rider —giró en redondo en mi dirección.

—¿Qué se le ofrece, señor Dagger? —preguntó con hastío.

Este era el momento para preguntarle por qué había aceptado aquella proposición de Maykel. No había nadie en la cocina, estábamos solos y podíamos hablar sin interrupciones.

—¿Por qué dijo que sí? —enarcó una ceja.

—¿Por qué...? Ah... ya entendí. La invitación de Maykel —asentí —. ¿Le molesta, señor Dagger? —se cruzó de brazos y se empezó a acercar a mí, dando pasos pequeños pero certeros. Lo hacía de una manera que me resultaba en cierto modo sensual, pero... ¡No! Ella jamás haría eso, ¿o sí?

—No debió aceptar —apoyé mis manos en la mesa —. No sabe lo que hizo.

—¿Por qué, señor Dagger? ¿No soy suficiente para usted? —se quedó a mi lado a escasos centímetros de mí —. Es eso, ¿no? Yo no soy lo suficiente para usted y le da vergüenza que lo vean con una empleada, una mujer que lava su ropa y limpia sus baños.

—No es eso —di unos cuantos pasos hasta situarme frente a su delgada figura —. Usted no es poca cosa, usted no es nada más una empleada y lo sabe —mi mirada se quedó fija en esos labios —. Lo sabe perfectamente.

Quería terminar con la poca distancia que nos separaba y enredar mis brazos alrededor de su cintura, atraerla a mi cuerpo y disfrutar el rico aroma que se impregnaba en ella. Siempre olía a canela o vainilla, también olía a lavanda.

—Lo que yo sé es que usted hubiera preferido mil veces ir con otra persona a ir conmigo —la miraba fijamente —. Cómo, por ejemplo, la señorita Charlotte. ¿No es así?

—No, no es así. Se equivoca en eso.

—¿Está seguro? No lo veo tan seguro —apoyó una mano en su cintura y la otra en la cadera, igual que una jarra —. Le puedo demostrar que me sé comportar y que puedo ser como una de esas mujeres con las que usted sale.

—Usted no es como ellas y jamás será como ellas, nunca se compare con ellas, usted es mucho mejor —parpadeó y se quedó con la boca abierta al escucharme decir esto. Yo también me sorprendí al decir estas cosas.

—¿Perdón? —estaba tan cerca de ella, podía apreciar mucho mejor el bonito color de sus ojos. Su tez era perfecta, sus cejas delgadas y ese rostro tan pequeño que mis manos abarcaban a la perfección el contorno de este.

—El sábado a las ocho —di un paso atrás —. Le voy a decir a Danielle que le ayude en lo que sea.

—No necesito...

—No le estoy preguntando —zanjé.

—Perfecto —masculló.

—Hoy a las cinco tiene que estar con Maykel en su departamento, irán por sus cosas —asintió.

—Está bien —sonrió.

—Procure no demorar tanto por si algo se llega a presentar.

—Está bien, señor Dagger.

Me di la vuelta para salir de la cocina.

—Señor Dagger —dije bajo, con una tonta sonrisa sondeando mis labios

Saqué el móvil del bolsillo de mi pantalón y busqué el número de Danielle. Le llamé y ella no demoró en responder. Siempre fue una mujer eficaz y responsable.

Dime.

—Necesito que mañana vengas a la casa y traigas algunos vestidos para una cena. Ella mide un metro con setenta y cinco...

Espera —me detuvo —. ¿Vas a ir a la cena? ¿Con quién?

—Con Angel —pegó un chillido que casi me rompe los tímpanos. Tuve que apartar el aparato para no escucharla tan cerca.

—Eres muy ruidosa —bufó —. ¿Lo harás, sí o no?

¡Claro! Sabes que sí. Dime que necesitas.

—Algunos vestidos de gala, de azul o negro, de preferencia, tacones, maquillaje y joyas. Quiero que te hagas cargo de todo, Danielle y si algo sale mal será tu culpa —se rio un poco.

Todo va a salir bien, Hunter, yo me haré cargo de eso.

—Más te vale.

Yo también te quiero, Danielle —se burló.

—No te voy a decir eso, al menos no por ahora —colgué y entré al despacho.

—¿Hablaste con Danielle? —nada más di un paso dentro y Maykel ya estaba haciéndome preguntas.

—Sí, ¿por qué? —regresé detrás del escritorio.

—Me lo suponía —sonrió satisfecho.

—Ella sabrá qué vestidos traer y todo eso.

—Sí, y tú serás quien elija el vestido que va a usar la linda Angel —asentí porque era cierto —. Siempre te gusta tener el control de todo lo que pasa a tu alrededor. Eres un poco tóxico, Hunter.

—Cierra la boca, Maykel —espeté.

—Ahora que lo pienso bien, creo que no fue buena idea decirle a la pobre de Angel que vaya contigo —se llevó la mano a la barbilla que acarició, pensando —. No me imagino a una dulce chica como ella con un ogro como tú.

—¿Pobre de Angel? —asintió.

—Sí, ir contigo a una cena, rodeada por todas esas personas falsas —suspiró exageradamente —. Lo bueno es que Angel no es como todos ellos.

—¿A qué te refieres? ¿Qué estás tramando, Maykel? —me acerqué al escritorio y puse mis manos encima de este —. Habla —le exigí.

—No tramo nada, Hunter. ¿Qué podría tramar? ¿Me crees capaz de tramar algo en tu contra?

—Conozco esa mirada —lo señalé —. Y sé que tramas algo, y de una vez te digo que sea lo que sea, lo olvides, no va a pasar y no te va a funcionar.

—Qué aburrido eres —rodó los ojos y siguió comiendo fruta.

La boca no le paraba, se la pasaba hablando o comiendo, era lo mejor que podía hacer en todo el día. Maykel era un buen amigo, pero a veces podía ser tan fastidioso. Sé que quería que estuviera con alguien, pero todo lo que hacía para que eso pasara salía mal. Cada cita era peor que la otra, Maykel no entendía que no quería salir con nadie, estaba bien solo y la huida de Charlotte ya estaba olvidada, ya no dolía, la herida fue reparada. Ahora que la vi de nuevo supe de inmediato que ya no sentía el mismo amor y devoción por ella, así como antes. Porque de haber sido así le hubiera pedido que se quedara, que no se fuera de nuevo, pero no lo hice, porque en primer lugar tengo dignidad y en segundo lugar todo ese amor murió el día que ella decidió irse y dejarme.

Sabía que a Maykel le gustaría que yo estuviera con una mujer como Angel, era inteligente, noble y con el corazón más grande de todos y precisamente por eso no podía estar con ella, era demasiado buena para alguien como yo, solo le iba a traer desgracias a su vida y eso era algo que no iba a permitir para ella. Ya había pasado por mucho dolor y penas como para traer a su vida más de lo mismo. Ella no merecía nada de esta mierda.

Angel

Maykel me acompañó al edificio para recoger las pocas cosas que había en el departamento, las que aún no habíamos regalado y que no sabíamos que hacer con ellas, pero ya no había tiempo para pensar en eso, esta noche era la noche en la que íbamos a salir de este lugar después de tantos años viviendo en la miseria.

Apagó el auto y miró a través de la ventanilla. Se quitó el cinturón mientras empujaba la puerta.

—Sí, ya sé que es un lugar horrible —me quité el cinturón y cogí el bolso.

—No es nada de eso, Angel. Yo también vengo de un barrio así o más pobre y peligroso también. Así que no te preocupes, estoy acostumbrado a este tipo de lugares —se quitó el cinturón y abrió la puerta.

Salimos juntos y esperé que rodeara el auto para abrir la puerta del edificio. Me dejó entrar primero y detrás lo hizo él. Revisaba algo en su móvil porque no lo soltaba para nada. Era un importante hombre de negocios.

—¿Entonces no eres de aquí? —le pregunté mientras subíamos las escaleras.

—No, soy de Boston —eso sí me sorprendió.

—Yo pensé que eras de Washington —saqué las llaves de mi bolso.

—No, no soy de aquí —terminé de subir las escaleras y giré para ir hacia el departamento —. ¿Tú eres de aquí? ¿Aquí naciste?

—Sí, aquí nací y como ves no he salido de este lugar —Maykel me alcanzó y caminaba a mi lado —. Pero me gusta este lugar.

—¿Te gusta o ya estás acostumbrada? —lo miré de reojo.

¿Por qué me hacía esta clase de preguntas?

Llegamos a la puerta del departamento y metí la llave en la cerradura. Empujé y me topé con Callie que apilaba una caja encima de la otra, al vernos sonrió. Miró a Maykel detrás de mí y después a mí, estaba algo desconcertada.

—Hola —levantó la mano en señal de saludo. Me hice a un lado para presentarlos.

—Maykel, ella es mi hermana, Callie. Callie, él es Maykel —Callie se acercó gustosa y feliz hacia Maykel apretando una de sus manos con las dos de ella que eran mucho más pequeñas.

—Angel me ha hablado de ti, dice que eres una gran persona y no la tratas como basura cómo lo hace Hunter —casi, la agarro de los cabellos por andar hablando de más.

—Callie —dije entre dientes —. Por favor —mascullé.

Maykel se echó a reír y apretó las manos de Callie.

—Hunter puede ser un poco testarudo, pero no es malo —se soltaron de las manos.

—Pues más le vale si no se las va a ver conmigo —dijo ella muy seria para ser mi pequeña hermana.

—¿Ya estás lista? —le pregunté. Asintió llevándose las manos a la espalda.

—Sí, todo está listo —señaló el lugar que de por sí ya era un desastre, pues ahora lo era mucho más con todo patas arriba. Miramos las cajas que había regadas por todo el departamento y suspiramos juntas. Maykel pudo notar la nostalgia de nuestro suspiro.

—Lo importante es que van a estar juntas y en un lugar mejor —puso una mano en mi hombro y le dio un apretón.

—Eso sí, solo nos tenemos una a la otra —comentó Callie, sonriendo de oreja a oreja. Me hizo un guiño y se alejó para ir a su habitación.

Escuché que el móvil de Maykel sonó y este lo sacó dentro de su saco.

—Sí, estoy aquí, ahorita bajo —colgó y se dirigió a mí —. La mudanza ya está aquí, voy a bajar —asentí y Maykel abrió la puerta para salir.

—¿Y Maykel? —Callie salió de su habitación con una mochila en los hombros.

—Fue por los cargadores —Callie se acercó para abrazarme y dejar un baboso beso en mi mejilla.

—Vamos a estar bien, lo sé. Todo será mejor desde ahora —la miré con los ojos llenos de lágrimas.

—Te creo —continuó abrazándome. Sabía que era muy sentimental y que este tipo de cosas me hacía llorar como magdalena.

Los cargadores junto con Maykel no tardaron en subir. Empezaron a bajar todas las cajas porque nada más era eso lo que se tenía que bajar, los pocos muebles que había se iban a quedar aquí, ya que la casa del señor Dagger tenía todo y mucho más de lo que necesitábamos.

Bajar todo fue mucho más rápido de lo que me imaginé, entre varios fue mejor. Callie y yo hubiéramos tardado horas en bajar todo eso. Cuando bajaron lo último me quedé mirando el lugar que ahora estaba casi vacío. Llevé mis manos a mi pecho al ver el departamento así y solté un suspiro.

—Lo siento, lo siento —escuché a Amara detrás de mí y me limpié debajo de los ojos.

—Hola —me sorprendió verla aquí —. ¿Qué haces aquí? Pensé que no ibas a venir —se acercó y me dio un beso en la mejilla.

—Estaba arreglando unas cosas con papá, por eso se me hizo tarde, pero ya estoy aquí —suspiró —. ¡Wow!, qué vacío se ve todo esto —miró a su alrededor con la misma nostalgia que lo hacía yo.

—Me siento como una tonta por sentirme así, pero no lo puedo evitar —de nuevo borré el rastro de lágrimas que cayeron por mis mejillas —. Fueron tantos años viviendo en este lugar, y sé que es pequeño, que a veces hace mucho frío y es horrible, pero fue mi hogar —murmuré.

—Ay, no te sientas así —me abrazó —. Es normal que sientas esto, has vivido aquí tantos años y hay tantos recuerdos —asentí con dolor —. Pero tu hogar está donde esté Callie y donde las dos se sientan bien, ¿verdad?

—No sé qué haría sin ti —correspondí a su abrazo —. Te amo.

—Yo también te amo, bebé —dejó un beso en la mejilla justo en el momento que Maykel entraba al departamento y detrás de él lo hizo Callie.

—¿Qué pasa aquí? —intercalaba la mirada entre Amara y yo.

Justo en ese momento, cuando las miradas de ambos se cruzaron y Maykel miró más de la cuenta a la rubia a mi lado, lo supe: él quedó flechado por ella. Era obvio que eso podía pasar, Amara era hermosa, amable y una linda persona. Se me hacía raro que nadie viera quien era ella realmente, pero sentí un poquito de envidia al ver que a él casi se le cae la baba por observarla de esta manera tan suya, sin que te sientas intimidada o expuesta. Con Maykel uno se sentía de ese modo, no te miraba con morbo, todo lo contrario, con él te sentías segura.

Yo también quería que alguien me mirara de esa manera y que babeara por mí, así como Maykel lo hacía por mi amiga.

—No pasa nada malo, Maykel —Amara me entregó un pañuelo y me limpié debajo de los ojos —. Mira, ella es Amara, mi mejor amiga.

—Su única mejor amiga —añadió ella y yo sonreí.

—Amara, él es Maykel...—y antes de que dijera otra cosa ella me interrumpió.

—Angel me ha hablado mucho de ti. Dice que la tratas muy bien —levantó un dedo —. Más te vale que así sea si no...—formó un puño y lo levantó apretándolo.

—Amara, por favor —murmuré bajito para que Maykel no me escuchara.

—Angel me agrada, es muy linda y atenta —comentó Maykel lo que me hizo sentir apenada.

—Claro que lo es y no te debes aprovechar de eso —le advirtió. Lo único que Maykel pudo hacer fue levantar las manos en señal de paz.

—Y no lo haré —bajó las manos —. ¿Nos vamos? Callie espera impaciente en el auto —Amara y yo nos miramos cómplices.

—Esa hija de... Dios —masculló Amara y pasó a mi lado —. Esa niña rata es más molesta que...

—Yo los alcanzo —informé mirando el lugar de hito en hito y dejé salir un suspiro.

Había pasado muchos años de mi vida en este lugar, algunos buenos, otros malos, pero fue mi hogar y Amara tenía razón, un hogar es donde mi hermana y yo estuviéramos bien, las dos juntas. Sé que en la casa de Hunter Dagger todo iba a ser diferente, más que nada, porque aquello que había entre los dos no era nada más el trato de un jefe hacia su empleada y viceversa. Claro que había mucho más. Hunter Dagger era muy atractivo, sí, era malo, también ¿Y por qué demonios todo eso me gustaba de él? Toda esa combinación de maldad y egocentrismo juntas eran perfectas para mí.

¿Por qué siempre me gustaba el chico malo con traumas del pasado?

Aunque Hunter no era nada más el chico malo, o que aparentaba serlo. Él lo era de verdad, era el jefe de una mafia, un criminal disfrazado de millonario (aunque esto también lo era), encantador y nefasto, pero tan atractivo como solo él podía serlo. Podía ser el hombre más desagradable que pudiera existir en el mundo, pero era sin duda alguna el más guapo de todos los novios que llegué a tener alguna vez. Sin contar que fueron pocos. El caso es que No hay sugerencias, Hunter Dagger era peligroso, pero me llamaba la atención, entonces estaba más que jodida en ese aspecto, y lo iba a estar mucho más si dejaba que las cosas llegaban más lejos. Y ahora estaba comprometida en ir con él a esa estúpida cena a la que no quería ir, pero tenía qué, ya que le dije que sí, y me vería muy mal si no declinaba la invitación, además del hecho de que fue más un trato entre nosotros.

¿Por qué lo hice?

Mi jefe me gustaba un poco, aunque la única que iba a terminar con el corazón roto sería yo.

Cuando bajé Callie y Amara ya se encontraban arriba del auto. Antes de salir le entregué las llaves al encargado del edificio y ahora podía hacer con el departamento lo que él quisiera. Le di las gracias por todos estos años y dijo que no había tenido una inquilina como yo, que sí pagaba las rentas a tiempo. Lamentó lo que pasó con papá (una vez más) y por fin le dije adiós a este lugar que desde esta noche dejaba de ser nuestro hogar.

—¿Estás bien? —Subí al auto y cerré la puerta. Me puse el cinturón mientras asentía con la cabeza.

—Estoy bien —sentí un apretón en mi hombro, miré sobre este y Amara me sonreía con tristeza —. Vámonos —le pedí a Maykel, quien no dudó en arrancar y conducir en dirección a la casa de Hunter. El camión de la mudanza venía detrás.

Me sentía feliz porque desde aquel momento empezaremos una nueva vida, en un mejor lugar y con Marie a nuestro lado como siempre debió ser.

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