Capítulo 1. 💙
"Se fue, y dolió tanto,
pero la única forma de seguir...
Era aceptarlo".
—Jairo Guerrero.
Angel
Aquel día llovía poco, no cómo los días anteriores, pero la lluvia persistía imponente y furiosa. Las gotas golpeaban suavemente el vidrio de la ventana de la habitación de Callie, quien dormía como un bebé a mi lado. Fue un día triste y solitario. Se sintió como uno de esos días en los que todo se ralentiza, se siente vacío y gris, como cuando te quitan lo que más amas en la vida. Se te arrebata de golpe dejando solo unos brazos vacíos y un corazón roto. Todavía no podía creer, entender que mi padre ya no estaba, que ya no iba a llegar de trabajar y me diría: —Princesa, ya estoy aquí. Te voy a preparar un rico chocolate.
Pensé que tal vez el amor por la cocina lo heredamos de mi padre porque no recordaba ver a mi madre frente a la estufa preparando algo de comer, apenas podía calentar el agua para el café o servirse la comida. Era mi padre quien se ocupaba de preparar los almuerzos, las cenas de cumpleaños, o cualquier otra comida que nos hiciera feliz a Callie y a mí. Ya empezaba a extrañar ese rico chocolate al que él le daba el toque perfecto con un poco de canela. Extrañaba que me dijera Princesa, verlo llegar del trabajo y servirle de comer, o tan solo verlo sentado en el sofá mirando algún programa de televisión de carpintería, ya que también le gustaba mucho, aunque nunca hubiera agarrado un martillo. Solo había transcurrido un día y lo extrañaba horrores, como si me hubieran arrancado un pedazo de mi corazón.
Me sentía rota y gris, triste y desolada. Nos habíamos quedado solas, solo nos teníamos la una a la otra para lo que sea y no sabía si iba a poder yo sola con este dolor incesante que no nos dejaba continuar, dar un paso adelante porque retrocedía dos más. Tenía que ser fuerte por Callie, solo por ella.
—Lo siento, Bicha, tu hermana es un desastre —murmuré. Me limpié una lágrima que rodó por mi mejilla —. Aun así, te juro que haré todo para que tu vida sea mejor que la mía, te lo juro.
Observé a Callie mientras mis dedos se deslizaban por su mejilla en una suave caricia, estaba tan dormida que no sentía mi presencia a su lado y mejor que fuera así, no quería que viera el desastre que era en ese momento, lo rota que me encontraba. Era tan inocente, tan pequeña, me daban ganas de meterla en una cajita para que nadie le hiciera daño, que nadie la tocara y rompieran su corazón. Quería protegerla de todo el mal que existía en este mundo, era mi obligación cuidarla ahora más que nunca, cuando era yo la responsable de su seguridad y educación. Tenía dieciséis años, no obstante, yo la seguía mirando como una niña pequeña que necesitaba cuidados y mucho amor. Siempre será mi niña y eso no iba a cambiar ni con el paso de los años.
No culpaba a mi padre por lo sucedido, él no era malo, nunca lo fue, sin embargo, se sumió en una profunda tristeza el día que la mujer que él tanto amaba lo dejó y se fue con otro hombre, cuando nos dejó para empezar una vida lejos de la pobreza y la miseria que mi padre le podía dar porque, aunque siempre quiso lo mejor para nosotros es tan difícil que los pobres podamos salir adelante de una manera fácil sin tener que hacer algo ilegal. No pudimos ayudarlo a sobrellevar tal pena, cada día se hundía más y más en ese pozo del que nunca logró salir, el amor de sus hijas no fue suficiente para salir adelante. Sentía un poquito de coraje, que el cariño que le dimos nunca fue suficiente para él, siempre la necesitó a ella, aunque se hubiera ido, el amor que le tenía seguía intacto. Papá fue un hombre trabajador, amable, que siempre cuidó de sus hijas hasta el último día de su muerte, amoroso padre y gran ser humano.
Solté una exhalación y dejé caer la cabeza en el respaldo de la cama mirando el techo de la habitación de Callie, no sabía qué hacer en este momento, me encontraba entre la espada y la pared, me hallaba en medio de una disyuntiva a la cual no le veía solución. Giré la cabeza para mirar a través de las ventanas y mis ojos se llenaron de lágrimas, de nuevo, engullí el gran nudo que tenía en la garganta y desvíe mis pensamientos hacia otro lado. No tenía caso seguir pensando en él "hubiera" cuando había cosas más importantes que hacer, por ejemplo, buscar un trabajo.
Tengo que encontrar algo, si no nos van a echar a la calle con todo y muebles.
Fui echada de mi anterior trabajo solo por hacerme cargo del funeral de mi padre, ni siquiera se me dio un centavo por trabajar en este lugar casi cinco años y tampoco quería iniciar una guerra contra el viejo barrigón y calvo de mi ex jefe, no tenía caso invertir dinero en abogados cuando no tenía un centavo partido por la mitad. No tenía plata para terminar la semana y tampoco quería que Callie dejara de estudiar, así como lo hice yo.
Mi móvil empezó a timbrar en el bolsillo de mi pantalón, lo saqué con cuidado de que Callie no despertara y miré la pantalla. Era un mensaje de la tía Marie.
"Angel, espero que estés bien, el día que tenga libre en el trabajo iré a verlas para llevarles algo. Las quiero mucho".
Una idea cruzó por mi cabeza en ese momento, aunque de inmediato decliné cada posibilidad.
—No, no —sacudí la cabeza, sin embargo, mis ojos fueron a dar a mi pequeña hermana —. No me puedo meter a la boca del lobo, no puedo —cerré los ojos con fuerza y tomé aire reemplazando el que dejé salir por mi nariz, los abrí de nuevo y estos se quedaron en el rostro de Callie.
Me puse de pie y me acerqué a la puerta, cogí el picaporte. Antes de salir miré a Callie una última vez, no podía permitir que mi hermana pasara hambre, que se quedara sin una cama donde dormir, que dejara de estudiar solo por mi culpa. Todos estos años hice todo lo posible para que ella tuviera la oportunidad de salir adelante, que tuviera un mejor futuro que el mío. No quería que lavara baños o limpiara pisos y no digo que aquello fuera malo, pero no le deseaba a Callie lo mismo, por lo que yo tuve que pasar. Humillaciones, gritos, señalamientos y groserías solo por no tener estudios y tener que arrodillarme para lavar pisos. No quería eso para ella, no lo merecía.
****
Al día siguiente me sentía un poco mejor que la noche anterior, aunque el dolor seguía instalado en mi pecho como una daga que se incrustaba lenta y dolorosamente en mi carne, rasgando todo a su paso. Sentía los ojos hinchados y seguramente los tenía rojos de tanto llorar.
Callie salió de la habitación con la mochila en los hombros para ir al colegio.
—Te ves fatal —dejó la mochila en una de las sillas del pequeño comedor —. Lo digo con cariño.
—¿Gracias? —alcé una ceja. Callie jaló la silla para sentarse y desayunar.
—Ya no te atormentes con esas cosas, Angel, vamos a salir adelante —me regaló una bonita sonrisa que me hizo sentir mucho mejor, aunque la pena no se iba, quería quedarse conmigo como una compañera fiel que se niega a dejar a la persona con la que ha compartido tanto. No quería sentir más pena y dolor, aunque de eso se trata la vida, ¿no? No todo es perfecto, no todo es felicidad, siempre tiene que haber un poco de dolor para que haya un balance perfecto.
El sufrimiento siempre ha estado a mi lado, desde el momento que esa mujer nos dejó, cuando a tan corta edad tuve que empezar a trabajar para ayudar a mi padre, cada día el dinero faltaba más y teníamos que racionar la comida, cada vez que era echada a patadas a la calle porque era demasiado "gentil" con las personas. Callie siempre decía que pecaba de buena, mi padre me enseñó a ser amable y generosa con los demás, no estaba dispuesta a dejar ir esa parte que me hacía sentir tan humana.
Callie terminó de desayunar y fue a cepillarse los dientes, aproveché para levantar los platos sucios de la mesa y dejarlos en el fregadero, me quité el delantal y arreglé un poco mi cabello.
—Te he preparado el almuerzo —cogí la bolsa de papel que llevaba dentro un emparedado de atún y una manzana. Se lo entregué a Callie mientras cogía la botella de agua que siempre llevaba al colegio.
—Gracias —sonrió —. ¿Me vas a llevar al colegio? —preguntó cuando se dio cuenta de que cogía mi bolso y mi suéter para ponérmelo sobre el hombro.
—Claro que sí —entorné los ojos —. Sé que no te gusta y ya te sientes una mujer, pero sigues siendo mi hermanita —levanté un dedo para señalarla. Lo dije más cómo un recordatorio que como una amenaza, porque no lo era.
—Ya tengo dieciséis años, Angel, no tienes que hacerlo —me encaminé hacia la puerta para abrir y hacerme a un lado para que ella saliera primero.
—Solo tienes dieciséis años —le corregí —. Además, sabes lo mal que están las calles en este momento, ya viste las noticias hace rato —cerré la puerta y me acomodé el bolso en el hombro —. Han desaparecido muchas chicas de tu edad y no quiero que nada te pase —llegó a mi lado.
—Pero...—antes de que dijera algo más la interrumpí.
—Nada —me enganché de su brazo, juntas salimos del pasillo y bajamos las escaleras.
El lugar donde vivíamos no era del otro mundo, un complejo de varios edificios con muchos departamentos donde se amontonaban familias, con hijos y padres, hermanos y abuelos. Un lugar pobre con pocas áreas verdes, pero eso sí, muchas personas y mucha inseguridad, basura por todos lados, animales callejeros a los que alimentamos cuando nos sobraba un poco de dinero (que era rara vez), pero Amara se encargaba de eso y ayudaba con dinero cuando alguno de ellos estaba herido. Mi amiga también tenía un corazón de oro.
—¿Vas a buscar trabajo? —asentí ante su pregunta. Me miraba de reojo mientras nos encaminamos hacia el colegio. A esta hora de la mañana había muchas personas yendo a sus trabajos o la escuela, no me preocupaba venir sola con Callie ahora que papá nos había dejado. Antes era él quien nos encaminaba, pero ahora... Teníamos que empezar a hacer nuestra vida sin su presencia.
—Primero voy a ir a ver a la tía Marie —los ojos curiosos de Callie me miraron por interminables segundos —. ¿Qué? —fruncí el ceño, ya que no decía nada, pero me miraba con un poco de curiosidad y tal vez... ¿Miedo?
—No irás a trabajar con ella, ¿verdad? —exhalé. Lo entendió de inmediato y sí, tal vez había que temer, sin embargo, necesitaba el trabajo. Dije que le vendería mi alma al diablo de ser necesario y es lo que haría.
Toda la noche pensé en lo que iba a hacer y por ahora la única opción que tenía era trabajar con la tía Marie y su odioso e insoportable jefe, quien también era el hombre más rico de toda la ciudad, siempre había muchos chismes a su alrededor, lo que lo convertían en un hombre poco confiable y temido también.
—Aún no sé, no tengo idea de si tienen un lugar en la casa —me aferré a su brazo, puso su mano encima de la mía dejando un suave apretón.
—Hagas lo que hagas yo te apoyo —le sonreí en agradecimiento.
Caminamos hacia la parada del bus para ir al colegio donde estudiaba Callie, no era el colegio más costoso de todos, pero sí era uno de los mejores. Quería poder darle más, todo lo que ella se merecía, aunque por ahora no podía darle más que esto y ella estaba bien con eso, al menos no se quejaba o decía algo malo, se acostumbró a que siempre faltara algo en la casa, mas no amor o comprensión. Más que nada amor, que tenía de sobra para ella.
—¿Pasa algo? —preguntó Callie cuando ya estábamos fuera de la puerta del colegio.
—Cuídate mucho, Bicha. No sé qué haría sin ti —sonrió y me dio un corto abrazo que me reconfortó mucho más de lo que ella se imaginaba. Sus abrazos siempre me hacían sentir bien, eran como una dosis de cariño y ternura que ella tenía de sobra.
Callie podía ser idéntica a mi madre en el aspecto físico, sin embargo, por dentro era la niña más dulce y comprensiva que yo hubiera conocido jamás, algo que le heredamos a mi padre y de lo que siempre iba a estar agradecida. Esperaba que más adelante no se le pegaran los malos modos de esa mujer, sus gestos despectivos y la manera de tratar a las personas.
—Tú también cuídate mucho, Angel. Eres muy valiosa y muy importante para mí. Te amo —dejé un beso en su mejilla y la solté para que pudiera entrar al colegio donde ya la esperaban sus amigas, entraron juntas y di la vuelta para ir a la casa donde trabajaba mi tía Marie que era la hermana de mi padre.
Ella siempre fue una buena persona y cada que podía nos ayudaba con lo que tenía. Tampoco le podíamos exigir nada porque bueno, no era su obligación cuidar de nosotras cuando estaba tan comprometida con su trabajo, del que decía se sentía feliz y recibía una buena paga. Eso fue lo que me impulsó a ir con ella y pedirle (rogarle si era necesario) que hablara con su jefe, Hunter Dagger. Hasta su nombre y apellido eran imponentes como él. Se escuchaba como el nombre de un mafioso y si los chismes que se decían de él eran ciertos entonces había que temer, aunque a estas alturas el miedo era algo que ya no sentía, solo persistía el dolor y la incertidumbre de lo que pudiera pasar el día de mañana.
La casa no quedaba tan lejos, así que me fui caminando, para también no gastar el poco dinero que tenía y que más adelante me haría falta si es que no me daban el trabajo y debía buscar, por otro lado. La idea de usar mi vieja bicicleta se me vino a la mente, todavía servía y así me podía mover con más facilidad sin tener que usar el transporte público y ahorrar un poco de dinero. Al llegar me detuve y miré el complejo, era una casa grande de dos pisos con un enorme jardín que tenía una fuente en medio, todo aquí era hermoso y lujoso, el señor Dagger tenía demasiado dinero y eso se notaba desde lejos. La casa estaba rodeada por altos y gruesos muros, las propiedades de al lado estaban separadas por algunos metros, lo que hacía que el lugar se viera un poco misterioso, como si no quisieran que nadie pusiera un pie en los alrededores y tal vez me estaba equivocando, sin embargo, por ahora esta era mi única opción. Toqué el timbre y esperé que la puerta fuera abierta, miré a mi lado derecho y la cámara arriba de mi cabeza seguía cada uno de mis movimientos, había una lucecita de color rojo que parpadeada a los pocos segundos.
La puerta más chica se abrió y di un paso dentro, temerosa de lo que me pudiera encontrar, o a quien me pudiera encontrar, mejor dicho. Atravesé el enorme jardín con la mirada clavada en el camino, estrujaba la correa de mi bolso con los dedos, nerviosa. Me detuve frente a la puerta de madera que se abrió desde dentro dejando ver a mi tía Marie quien sonrió al verme y se hizo a un lado para que pudiera pasar.
—Angel —me dio un abrazo —. ¿Qué haces aquí? —preguntó cerrando la puerta.
—Solo vine de paso —mentí. Aunque en mi mentira había un poco de verdad, ya que sí venía a verla, aunque por otro asunto. Miraba la casa de manera disimulada, aunque no podía evitar abrir los ojos mucho más, puesto que todo aquí era lujoso y moderno —. Qué bueno que has venido, hija.
La tía Marie es una mujer alta y delgada, con facciones estilizadas y cabello negro, me recordaba tanto a papá, no por nada eran hermanos. Era amorosa con nosotras y la queríamos mucho, como si fuera nuestra madre. Nunca tuvo hijos y creo que tampoco los quiso, su vida fue dura, al igual que lo es la de la mayoría de mujeres en nuestra condición social.
—Ven, acompáñame —cogió mi mano y me llevó con ella hacia la cocina.
No acostumbrábamos venir cuando él estaba en la casa. Muchas de las veces tía Marie prefirió que nos viéramos fuera de la casa para no encontrarnos con su jefe. A veces sospechaba que todo lo que se decía de él fuera cierto.
—¿El señor no está? —miré hacia las escaleras cuando pasamos frente a estas. Temía que se fuera a aparecer en cualquier momento y le reclame a Marie por no estar haciendo su trabajo y de paso a mí por venir a interrumpir. No lo conocía a pesar de que Marie llevaba muchos años trabajando para él, sin embargo, todo lo que se decía de él no era nada bueno. Tenía una doble vida, era un empresario, multimillonario, filántropo, aunque su otra vida era el peor de los hombres, despiadado, sádico y sanguinario. El peor de todos los males. Cómo un cáncer que se extendía por toda la ciudad.
—No, él salió temprano —al entrar a la cocina estaba vacía, la estufa se encontraba encendida y una tetera descansaba encima de esta. Marie se acercó cuando empezó a echar vapor y a chillar —. ¿Cómo han estado? Lamento no poder ir a verlas, cómo ves estoy sola y no puedo dejar de hacer mis cosas en esta casa —empezó a explicar tranquilamente.
Se acercó a uno de los gabinetes y sacó dos tazas desde adentro, se arrimó al cajón de las cucharas y cogió dos de las pequeñas. Dejó las dos tazas frente a mí y regresó por la tetera para servir agua.
—No te preocupes, tía. ¿Por qué estás sola de nuevo? —quise saber. Se sentó a mi lado y me pasó el café junto con el azúcar.
—Nadie aguanta el carácter de Hunter —suspiró —. Él puede ser un poco gruñón, molesto e irritante, sin embargo, no es una mala persona —me miró para que yo entendiera esto, creo que quien no entendía era ella.
Era bien sabido que Hunter Dagger no era una buena persona, tenía negocios sucios que escondía detrás de sus bares, clubes y demás negocios que solo servían de tapadera para lo que en realidad hacía. También tenía nexos con la mafia italiana, capos mexicanos y demás, o eso es lo que decían en las calles, más que nada en el ámbito social, donde se le tachaba de ser un hombre encantador, sexy y arrogante que tenía a su lado a muchas mujeres que deseaban estar con él, era un rompecorazones según las revistas de chismes.
—Si tú lo dices, te creo —le puse café y azúcar a mi taza, movía la cuchara de un lado al otro, mirando de vez en cuando a Marie.
—Lo es, Angel y nadie ve eso —suspiró con tristeza y pesar. Como si le doliera en demasía lo que se decía de su jefe. Pienso que al trabajar para él todos estos años ayudó a que lo conociera un poco más, que desarrollara un cariño maternal por él. Que no solo lo viera como el jefe que era, sino como el hijo que nunca tuvo.
—Quizá muy dentro de él lo sea —dije para intentar hacer ameno este momento —. Yo... estaba pensando en buscar otro trabajo —sus ojos se abrieron grandes cuando dije esto, mirándome fijamente, sorprendida.
—¿Qué? ¿Te han corrido del restaurante? —asentí con pena —. No puede ser —maldijo por lo bajo —. Nunca me agradó ese viejo barrigón y calvo —me hizo reír, aunque no a carcajadas —. El karma existe, hija —deslizó la mano sobre la mesa de mármol y apretó mi brazo.
—El idiota de mi jefe se enojó porque no fui unos días, le expliqué lo que pasó con mi padre, sin embargo, no le importó, no me dio ni un centavo. Me echó a la calle sin nada —me encogí de hombros. Estaba frustrada, molesta y triste, todo en conjunto era una mala combinación.
—Lo siento tanto —puso una mano encima de la mía —. ¿Te puedo ayudar en algo?
—Sí...—musité con pena —. ¿Crees que puedas hablar con tu jefe para que me dé trabajo aquí? Tengo muchas deudas, además de pagar el colegio para Callie, pedí dinero prestado para el entierro de papá y....—ella me interrumpió de golpe.
—Me hubieras dicho que necesitabas ayuda, tengo ahorros que te pueden servir —negué con la cabeza de inmediato. No podría aceptar su dinero para pagar mis deudas, eso nunca lo haría.
—No, tía, ese es tu dinero, no es tu obligación pagar nada —apretó mi mano con delicadeza, tal vez me veía como la niña que necesitaba desesperadamente a su madre, quizá para ella seguía siendo esa niña y tal vez sí necesitaba de ella que era como mi madre porque la real quien sabe dónde demonios estaba.
—Tu hermana y tú son mis sobrinas, tu padre era mi hermano, lo hago con gusto —sonrió con dulzura. Puse mi otra mano encima de la suya.
—¿Puedes ayudarme? Por favor, tía Marie, habla con él, dile que necesito el trabajo. Sabes que soy responsable y sé trabajar, en lo que sea, aprendo rápido —me giré hacia ella por completo. En su mirada había negación, ella no quería que trabajara aquí. ¿Por qué?
¿Por qué no quiere que trabaje con ella en esta casa?
—Bien sabes que Hunter tiene su carácter, nadie lo soporta más que yo. Hunter es un hombre muy especial.
—Lo sé —pasé saliva —. Pero a ti sí te trata bien —hizo un asentimiento apenas perceptible.
—Conmigo es diferente, hija —apretó un poco más mis manos —. Yo no soy tú —aclaró, sin despegar sus ojos de los míos.
¿Qué quiere decir con eso?
—¿Por qué conmigo tendría que ser diferente? —fruncí el ceño.
—Porque tú eres el tipo de presas que gustan a los hombres como Hunter.
¿Presas?
No sabía cómo tomarme esas palabras de Marie, si debía asustarme o preocuparme más que nada, sin embargo, en este momento nada de lo que dijera me haría cambiar de opinión, necesitaba trabajar, el dinero estaba escaseando, tenía que pagar la renta y la colegiatura de Callie, ya casi no había comida en la nevera. Lo necesitaba.
Dios, estoy tan desesperada que podría rogarle a ese hombre que me dé el empleo.
—¿Sabes en lo que te estás metiendo, Angel? —preguntó firme, aunque no me amedrentaba. Para este punto de mi vida no le tenía miedo a casi nada, solo a perder a Marie y Callie, porque no quería estar sola.
—Con tal de trabajar soy capaz de soportar al mismo diablo —ella sonrió, nerviosa. Lo que no me dio buena espina, a pesar de cómo sonrió lo dejé pasar —. ¿Vas a hablar con él? Dime que sí, por favor —le supliqué. Solté sus manos y se llevó la taza de cerámica a los labios para darle un sorbo.
—Está bien, voy a hablar con él —dejó la taza frente a ella encima de la mesa de la isla. Me puse de pie de inmediato para abrazar sus hombros. Casi me pongo a llorar en ese momento, me sentía tan feliz que quería saltar de aquí para allá como una liebre.
—Gracias, muchas gracias —repartí algunos besos en sus mejillas, lo que provocó que riera sutilmente.
—No me agradezcas nada, primero voy a hablar con él y te aviso lo que sea que me diga —asentí sin más y regresé a mi lugar a su lado. No podía estar más feliz con la buena noticia, aunque todavía tenía que esperar que el señor Dagger dijera que sí, porque si era todo lo contrario entonces estaría frita y sin aceite.
El café estaba delicioso, al igual que las galletas que después sacó y dejó frente a mí. Charlamos un rato de lo que habíamos estado haciendo desde que mi padre nos dejó, no obstante, no había mucho que decir, yo seguía llorando por las noches hasta quedarme dormida, quejándome de la vida que tenía, de lo poco que había conseguido a lo largo de estos años y con la incertidumbre de lo que iba a pasar el día de mañana. Lidiaba con mis problemas existenciales sin que nadie lo supiera para no atormentar a Callie o la tía Marie. Siempre fue así y así seguiría hasta que decidiera cambiar, ni siquiera Amara, que es mi mejor amiga, lo sabía. Era algo que lo guardaba para mí y solo para mí, con lo que me sentía mal, pero jamás lo dejaba ir porque simplemente no quería.
Si el jefe de mi tía me daba este trabajo, por fin iba a dejar de pasar tantas penas y podría pagar las deudas que tenía, Callie no iba a dejar de estudiar y podríamos tener una vida decente al menos. Anhelaba trabajar aquí, ayudar a Marie de alguna manera, ya que ella nos ayudó todos estos años, cuando papá la dejaba hacerlo porque era orgulloso también. En eso nos parecíamos mucho, es más, todos decían que yo era una copia de mi padre, aunque en versión mujer. Que él había vuelto a nacer en mí. Cada que escuchaba eso me sentía orgullosa de ser cómo él y no cómo la mujer que me dio la vida. Prefería mil veces parecerme a papá que a esa mujer.
Hunter
Los fantasmas me seguían cada día de mi vida, no tenían piedad de mí y no me dejaban en paz. Tampoco quería que lo hicieran. Cada día me recordaban el mal que había hecho y que para mí no había redención, ya que había cometido el más grande de los pecados y el infierno me esperaba con las puertas abiertas. ¿Lo merecía? Sí, y tampoco me quejaba si es que un día tenía que pagar todo el mal que hice, no solo a terceros, sino también a mi familia, personas que llevan mi sangre.
"Hunter Dagger no es una buena persona" Decían todos y tenían razón, tampoco los haría cambiar de opinión porque no tenía caso hacerlo. Dicen que lo mejor es infundir dolor y miedo porque solo así te respetan, tal vez no deba ser así, pero no puedes pedirle nada bueno a un hombre que se ha manchado las manos con sangre de inocentes.
Desperté de golpe y tenía la frente perlada en sudor, mi pecho subía y bajaba por la impresión y el miedo que me recorría cada centímetro de la piel. Miré a mi alrededor para asegurarme que estaba seguro dentro de las cuatro paredes de mi habitación, el único lugar que sentía mío y donde nadie me podía hacer daño. Cogí el reloj que descansaba a mi lado derecho en la mesita de noche. Eran las siete de la mañana. Solté un gran y sonoro suspiro, para dejar caer la cabeza en las almohadas de nuevo, miraba el techo sin parpadear. Las imágenes seguían ahí, había mucha sangre y gritos de dolor que me estrujaban el corazón.
Salí de la cama y fui al baño para darme una ducha e intentar despejar mi mente de las pesadillas que venían a mí cada noche. Quizá me estaba volviendo loco, sin embargo, no podía hacer nada para remediar el mal que me aquejaba, solo yo tenía la culpa de lo que me pasaba y contra eso nada podía hacer. Nadie me podía ayudar porque no lo quería, sufrir era parte de mis castigos y estaba bien con eso.
Me acomodaba la corbata cuando escuché tres golpes en la puerta. Sabía que era Marie, esa mujer era puntual y eficaz. Nunca tuve quejas de ella y esperaba no tenerlas ahora, llevaba trabajando muchos años en esta casa y quería que las cosas siguieran así.
—Adelante —Marie entró empujando la puerta y al verme sonrió, tan dulce como nadie lo podía hacer jamás.
—Buenos días, Hunter —se acercó para arreglarme la corbata que nunca me quedaba cómo yo quería. Me entregó la taza con café para ayudarme con la porquería de tela.
—Buenos días, Marie —levanté la barbilla para dejar que hiciera su trabajo.
—¿Va a salir, señor? —asentí. Me llevé la taza a los labios para darle un largo sorbo. Caliente y cargado como tanto me gusta.
—Tengo cosas que hacer en el club —Marie se alejó dando un paso atrás —. ¿Pasa algo? —enarqué una ceja, se notaba nerviosa y temerosa, quizás. Tenía algo que decirme y lo sabía por cómo me miraba, ese gesto tan suyo que no pasaba desapercibido para mí.
—Como sabes, mi hermano falleció días atrás y quisiera saber si me puede dar permiso de ir a visitar a mis sobrinas —dijo con algo de pena.
—Te dije que te podías tomar los días que quisieras, sin embargo, me dijiste que no —Marie cogió el saco que me ayudó a ponerme.
—¿Y quién te va a ayudar en la casa? —inquirió. Cuando terminó pasó los dedos sobre la tela, a la altura de los hombros, quitando las motas invisibles.
—Tienes que ver eso también, por favor —me giré hacia ella —. Lo mejor es que contrates a alguien que no salga huyendo el primer día de trabajo —entornó los ojos. Ya sabía lo que me iba a decir.
Ahora no, Marie, ahora no.
—Tú tienes la culpa de eso —me señaló con un dedo, acusándome de todo lo malo que pasaba en esta casa —. Ese carácter que te cargas te va a hacer daño...—la detuve antes de que siguiera con su sermón. No quería escuchar las mismas palabras de siempre.
—No empieces, Marie, no dormí bien y la cabeza está a punto de estallarme —me quejé y pasé a su lado.
La mujer me siguió por el pasillo, un pelín detrás, hasta que bajamos las escaleras y fui a la cocina por una tostada para acompañar con el café que Marie preparaba para mí cada mañana. Era su manera de decirme que me quería. Aunque no lo dijera muy a menudo y yo mucho menos, pero ella sabía el gran cariño que sentía por ella.
Casi cómo el de mi madre.
—¿Nada más vas a tomar café? —se cruzó de brazos.
—No tengo hambre —le dije, aunque aquello no le gustó para nada —. Cuando llegue al club le digo a Danielle que me compre algo.
—Es imposible hablar contigo —se quejó.
—Sabes que me quieres, mujer —le hice un guiño y salí de la cocina. Me siguió hasta llegar a la puerta desde donde me miró subir al auto. Un hermoso Ashton Martín DBS.
Salimos de la propiedad y Alexander condujo hacia el club para empezar un jodido día de mierda, cómo cada semana. Josh iba atrás en la camioneta, asegurándose que nada malo fuera a pasar. Tenía un horrible dolor de cabeza que me pinchaba las sienes. Esperaba que Danielle tuviera suficientes pastillas para el dolor de cabeza, si no quería que la estuviera jodiendo toda la mañana y la tarde. Sabía perfectamente que me gustaba que las cosas se hicieran a mi manera. Detestaba los errores de todo tipo.
Entramos por el estacionamiento, el auto se detuvo y salí cuando Alexander les quitó los seguros a las puertas, entramos al ascensor, Alexander y Josh detrás de mí todo el tiempo. Al llegar al último piso las puertas se abrieron de nuevo, dejándome ver a Danielle quien sostenía un bote de pastillas y en la otra mano un vaso con agua.
—Buenos días, Hunter —pasé a su lado y vino detrás de mí. Los hombres se quedaron en la sala resguardando el lugar —. Por lo que veo no dormiste bien —Fui detrás del escritorio y Danielle dejó el agua junto con las pastillas frente a mí.
—Ya sabes que mi rutina es no dormir —me eché dos pastillas a la boca para darle un trago al agua —. ¿Algún pendiente? —Tragué las pastillas junto con el agua y tuve que darle otro trago para que resbalaran por completo y no sentirlas atoradas en la garganta.
La rubia sacó el bloc de notas que empezó a revisar con el bolígrafo entre sus dedos. Sus ojos escaneaban la hoja de un extremo al otro.
—Hoy vienen a dejar las botellas de vino y champán que encargaste, el diseñador quiere saber si se va a hacer lo de la remodelación y cuando lo puedes recibir, ah —apoyó su cadera en la silla —, habló Mike para decir que la entrega de las armas es hoy y que él irá a por ellas.
—¿Nada más? —pregunté y ella asintió.
—Nada más eso —comentó.
—Entonces te puedes ir, Danielle —hice un movimiento con la mano. La rubia no tardó en abandonar mi oficina para dejarme solo.
Me puse de pie y caminé hacia la ventana, el lugar tenía las mejores vistas de Seattle y estaba situado en uno de los lugares más concurridos de todo el lugar. Este club era el que más dejaba de toda la ciudad, por ende le ponía mucha más atención, no por eso hacía menos a los otros clubes que tenía regados por ahí. Además de que este era mi favorito porque fue el primero que abrí desde que empecé en este negocio, desde que dejé mi hogar.
Sonreí y negué con la cabeza al mismo tiempo. Mi padre debía estar muy decepcionado de mí por ser esto y no un policía cómo lo fue él y cómo lo era mi hermana menor. Simplemente, yo soy diferente a ellos dos y siempre lo supieron, ambos, ellos querían cambiarme y no pudieron hacerlo. Ya no había solución para mí, no había remedio para este mal. Yo era el mal.
Danielle entró más tarde con papeles para firmar que tuve que revisar minuciosamente para no cometer algún error del que después me fuera a arrepentir. Mi móvil empezó a timbrar y no dudé en responder porque pocas personas tenían mi número, no tenía nada que ver con el trabajo.
—Diga.
—Hunter, lamento si te interrumpo —era Marie —, pero necesito decirte algo.
—¿Qué pasa, Marie? —dejé lo que estaba haciendo.
—No es nada malo, solo llamo para decirte que tal vez tenga a una persona confiable para que me ayude con la casa.
—¿Y para qué me hablas? Sabes que puedes hacer lo que sea —dejé caer la espalda en el respaldo de mi silla. Tenía un minuto de paz y lo iba a aprovechar.
—Ya lo sé, pero...—suspiró —. Tenemos que hablar de esto, es algo complicado.
—¿Cómo que es complicado? —me pellizqué el puente de la nariz. Que dijera esto no me gustaba en nada. Si Marie decía que era complicado, lo era.
—Cuando llegues a casa te digo, te voy a preparar esa pasta con camarones que tanto te gustan —se me hizo agua la boca al escucharla decir esto.
—Contigo no me puedo enojar, mujer —aflojé un poco la corbata que rodeaba mi cuello —. Nos vemos más tarde, Marie.
—Nos vemos más tarde, Hunter.
No sé qué se traía esta mujer, sin embargo, por el tono de voz que usó, supe que era algo importante, nunca me había llamado para decirme este tipo de cosas, mucho menos para informarme que ya había contratado a alguien para que le ayude en la casa. Ella se encargaba de eso, no tenía por qué preguntar o avisar, si la persona que le iba a ayudar era capaz y quería trabajar adelante, sino, pues ella sabría qué hacer.
O tal vez yo estaba siendo demasiado paranoico y no era nada malo. Ojalá fuera eso. Pero no solía equivocarme muy a menudo, así que podía ser que lo que sea que Marie me fuera a decir no me iba a gustar.
💙💙
¡Holi! No me pude aguantar al lunes y he publicado el primer capítulo. No sé si vieron muchos cambios, pero agregué algunos párrafos. Pasó de ser un capítulo de casi 3 mil palabras a uno de 6 mil 😅.
Recuerden que el lunes saco todo el libro de Wattpad para empezar a subir la nueva versión, que espero les guste como la anterior.
Nos leemos pronto. 💙
Síganme en mis redes sociales.
Instagram:
elena_santos.92
Twitter:
elena_santos92
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro