Hoy era un día más de trabajo para el oficial australiano Christopher Bang en la ciudad de Seúl, Corea del Sur. No había día en el que no hubiese trabajo. Pero era algo que realmente disfrutaba: sentir la acción, el peligro y el misterio. El llegar a resolver un caso le generaba mucha satisfacción.

Kim Seung Min era un chico de 24 años. Le gustaban los planes tranquilos y "anticuados" para su edad, pero no dudaba en ir a clubs en compañía de personas de confianza, como sus compañeros de trabajo y amigos. Tristemente, esa luz que desprendía fue apagada bruscamente y no había marcha atrás.

Y así fuera uno más en la lista, este caso iría más allá de lo que todos pensaban, incluso para el joven australiano de 27 años, porque no sabía el inesperado giro que le daría a su vida.