◖ 13 ◗
ALEJANDRA.
- ¿Podrías, por favor, recordarme por qué estamos aquí?- le cuestioné a Eddie cuando habíamos pisado el césped del parque.
Él suspiró pesadamente, era la décima vez que le preguntaba algo así y parecía agotado con lo mismo. En ese momento mi comportamiento era como el de un niño que iba en el asiento trasero de un coche y que constantemente le hablaba a su padre para saber si faltaba poco para llegar.
Una completa pesadilla para alguien sin una pisca de paciencia.
Pero mi amigo debía de entenderme, estaba en mi día libre y al despertar no creí que lo pasaría en un lugar como ese. Esperaba poder relajarme y disfrutar de la tranquilidad de mi casa en compañía de Eddie. Pero al parecer él tenía otros planes, por los cuales me despertó gritando que el desayuno ya estaba listo y sobre la mesa, sin mencionar que él mismo elegiría mi ropa para ese día. Al preguntarle por qué lo haría, simplemente contestó que me vistiera rápido que saldríamos.
Con emoción había saltado de la cama para correr hacia el cuarto de baño y hacer mis rutinas matutinas. Al finalizar, busqué las prendas que según mi amigo eran perfectas y cómodas; unos jean's gastados en las rodillas y una camiseta un tanto ancha pero fresca de color blanco. Al no acostumbrar vestir de esa manera me sentía un poco incómoda, pero aun así hice lo posible por no quitármela y hacerle caso.
Sonreí cuando habíamos salido de casa y avanzado unas cuadras, me gustaba recorrer mi vecindario y saludar a las personas que caminaban por las aceras, aun si ellos no me conocían o no respondían con amabilidad. Llegué a reírme por sus ceños fruncidos, o malas caras al no comprender mi actitud.
Pero toda alegría se esfumó cuando Eddie se detuvo frente a ese lugar, y sin más dejó libre a la pequeña bola de pelos, la cual corrió desesperada en busca de otros amigos con quienes jugar.
Sí, me refería al terrible canino llamado Loky, quien no se había movido ni mostrado su presencia hasta que fue puesto en libertad. Recuerdo que vi que mi acompañante llevaba algo bajo su brazo, pero nunca creí que sería la mascota de su hermanita.
- Sé que necesitas relajarte y despejar tu mente.- habló él, buscando una banca vacía para poder sentarnos y, a la vez, cuidar de Loky- Y también los animales necesitan su espacio e interactuar con otros.
- ¿No había un lugar mejor?- bufé cuando por fin pude acomodarme en el frío y defectuoso asiento.
- Si te refieres al parque, la respuesta es no... ¡Loky!- lo llamó cuando vio que se estaba yendo muy lejos de nosotros- Además aquí él podrá estar tranquilo y oler a otros perros.
Mi rostro mostró una mueca de repulsión al imaginarme al canino oliendo las partes privadas de otros. Eran animales pero aun así daba un poco de asco, más si recordaba las veces en la que esa misma cara peluda se acercaba a la de mi amigo para demostrarle cariño.
- ¿Sucede algo? ¿Quieres ir al baño?- indagó cuando notó mi disgusto.
Negué con la cabeza antes de comenzar a reír, así como Eddie había acabado con todas mis esperanzas de quedarme en casa sin hacer nada y llevado a un lugar para mascotas, yo también lo molestaría un poco.
- Solo, por favor, lávale el hocico a Loky al llegar a casa.- aconsejé a lo que él arqueó una ceja- Le huele el trasero a otros perros y luego te busca como si nada.
Cuando lo entendió, pude ver como abrió su boca a lo grande mientras que temblaba. Sí, una total y completa exageración era la actuación que Eddie estaba mostrando.
- ¡Qué asco!- chilló, pasando sus manos por su cara.
Ya era tarde para eso.
- Vamos, pensé que ya te habías dado cuenta.- me burlé- Mucho amor para esa bola de pelos, pero nada de interés en ti mismo.
- No lo creí así. Es más, cuando llegaba a casa olvidaba por completo las actividades poco higiénicas de Loky.
- ¿No que muy «"podría decir que es más higiénico que tú"»?- hice hincapié en su frase y, aunque traté de copiar su tono de voz, me equivoqué provocándome más risas.
- Deja de reírte, no es gracioso.- se quejó, haciendo un pequeño mohín.
- Para mí sí lo es.- suspiré pesadamente cuando pude controlarme- ¿No pensaste en dejar tu trabajo actual?
- No, ¿Por qué? ¿Me echas tanto de menos que me quieres más en casa?- era su turno de burlarse.
- Sabes que sí, pero no lo decía por eso...
- ¿Entonces?
- Es que tu berrinche de recién fue estupendo, debiste de haber estudiado actuación.- comenté, ganándome una mirada de enojo por parte de Eddie.
- Espera, estoy buscando mi risa.- se puso de pie, colocó su mano en su estómago y fingió la carcajada más extraña que había oído jamás.
- ¿Lo ves? Hasta saldrías bien como el villano de una película de terror.
- Mejor iré con Loky.- avisó, mostrando su sonrisa inocente- Disfruta del parque para perros.
- Vete a que te besen la cara.- la mueca que hizo fue perfecta para fotografiarla, lastima que no había llevado mi celular.
Era la primera salida entre amigos que hacíamos desde hace meses y quería disfrutarla al máximo sin interrupciones, ya fuera por llamadas o mensajes, evitaría por completo todo eso. Incluso Eddie no había llevado el suyo, sorprendiéndome por completo ya que era demasiado estricto con su trabajo. Sus intenciones fueron claras y simples al decir: «"sin conexiones y sólo diversión, un día solo para nosotros. Olvidaremos las responsabilidades sólo por hoy"». Y sin más, me sonrió mientras que dejaba los aparatos en la encimera de la cocina.
Ese día parecía sorprendente, y prometía ser único.
Inhalé y exhalé repetidas veces, recibiendo el rico aroma de la naturaleza.
Mi vista se perdió en la anatomía de Eddie cuando llegó hasta donde el can se encontraba y comenzaba a jugar con él. Loky parecía emocionado cuando mi amigo le mostraba la pequeña pelota de hule y luego la lanzaba para que él fuera por ella. Y por más que su cuerpo fuera de muy baja estatura, tenía mucha agilidad y sorprendía a más de uno que lo miraba con asombro casa vez que iba por el objeto y luego regresaba para volver a repetir la acción.
El perro era veloz y muy energético, de eso no había dudas.
Cerré los ojos cuando la fría brisa chocó contra mi rostro, mientras que mi cabello era movido de un lado a otro. Los rayos ultravioletas del sol abrazaban mi cuerpo, dándome el calor suficiente como para mantener templadamente mi temperatura corporal.
Podía decir que lo estaba disfrutando, en verdad que sí.
Hacia tiempo que no me sentía tan libre como en ese momento, y recordando lo acontecido en los días anteriores sabía que debía de aprovechar ese tiempo de soledad y serenidad. Dejaría el miedo por unas horas y me centraría en divertirme con Eddie y Loky todo lo que pudiera. Ya tendría tiempo de frustrarme cuando volviera al psiquiátrico y comenzara otra vez la rutina con Víktor.
Solo esperaba que todo lo malo se fuera rápidamente para poder sentirme en paz una vez más.
Abrí mis ojos cuando pensamientos negativos llegaron a mi cabeza, no era ni el momento ni lugar para pensar en el trabajo. Tomaría las palabras de mi amigo y haría como si no tuviera responsabilidades, solo era por un día...
Contemplé por completo el parque. Personas jugando con sus mascotas, otras divirtiéndose o observando a sus hijos con una sonrisa mientras que ellos volaban una cometa, y unas cuantas solas con un libro en la mano. Si pudiera, iría a ese lugar todo los días, buscando lo que me trasmitía. Esa sensación sanadora y pacífica, que solo pedía que me relajara y me dejara llevar. Después de todo lo vivido recientemente en mi vida, esa idea no sonaba para nada mal.
Porque aceptaré la realidad, sí, estábamos en un lugar perfecto, mucho aire libre y espacio. El sol brillaba resplandeciente, dejando que su calor te llevara al más bonito día de primavera. Las aves cantaban canciones que solo ellas podían entender, dejándote con el deseo de poder cantar de esa manera, tan única y especial.
El aroma de las flores te tranquilizaba y parecían enviarte a un hermoso jardín, donde era el hogar de millones de rosas hermosas. Pero al instante regresabas a ese parque gracias al olor de la comida chatarra que chocaba contra tus fosas nasales, enviándole una señal a tu estómago para que ingiriera algún tipo de alimento.
Así era estar allí, un remolino de sensaciones que solo te invitaba a relajarte, dejando caer tu cuerpo en esa banca sin importarte que fuera dura y descolorida.
Pero a pesar de la belleza que mis ojos veían, no podía tranquilizarme por completo ya que mi mente no dejaba de pensar y eso me estaba matando. Por las noches dormía muy poco y durante el día parecía un zombi, o más bien un robot, haciendo mi trabajo en el psiquiátrico.
Nunca creí llegar a ese punto, donde las pesadillas parecían hacerse realidad. Donde ojos rojos me aterrorizaban deseando no volver a verlos. Y lo más importante, jamás creí que las palabras de mi paciente me atormentaran de tal manera que al estar en ese parque aun podía sentir una extraña presencia.
Sí, podría ser alguna persona en ese lugar pero yo sabía que no. Como antes, había algo maligno merodeando, o más bien acechándome.
- ¿Te diviertes?- me preguntó Eddie, tomando haciendo a mi lado.
Me sorprendí cuando lo escuché, ni siquiera había notado su presencia o ver cuando se acercaba. Estaba tan mentida en mis pensamientos que había dejado de prestarle atención a mi alrededor.
- ¿Eh? Sí, es muy divertido estar haciendo nada en un lugar como este.- me mofé.
- Bien podrías ir con nosotros a jugar.- dijo, señalando el cuerpo de Loky que estaba siendo acariciado por una niña.
- Sabes que los perros y yo no nos llevamos bien.
- Eso dices tú, apuesto a que si te dejo unos días con él a solas, se convertirían en mejores amigos.
- ¿Quieres que un animal de cuatro patas te quite tu puesto?- cuestioné, sonriendo- Si es así, ya lo estás logrando.
- No sé si alegrarme por eso o llorar.
- La segunda opción estaría bien.
- Jamás en tu vida me verás llorar.- aseguró, elevando su mentón con elegancia.
- Había olvidado que eres un insensible en ese sentido.
- Piensa lo que quieras.- se encogió de hombros.
Reí mientras que, una vez más, miraba todo a mi alrededor. Pero en ese momento, parecía distinto, o eso creía.
Entre tantos árboles había uno, o mejor dicho la parte de uno, que llamó demasiado mi atención. Un pequeño tronco con dos ramas a sus lados que dejaban ver sus hermosas y nuevas hojas verdes, sonreí cuando creí comprender, y a su vez, verme reflejada en él... queriendo florecer una vez más. Ese trozo de madera quería renacer y no darse por vencido.
Quizá era un poco extraño el verme reflejada en algo así, pero de ese modo me sentía yo, deseando despertar antes de que todo lo bueno desapareciera en mi vida. Comenzar de nuevo sin miedos, quería olvidar todo lo ocurrido en esos días; las pesadillas, los ojos rojos... anhelaba olvidar a mi paciente y lo que él significaba.
Seguí mirando aquél tronco por unos minutos más, lo estaba inspeccionando como nunca antes lo había hecho con algo tan natural como lo era un árbol cualquiera en un parque sin importancia de la ciudad. Pero, a diferencia de los demás, éste tenía algo especial que mantenía completa y exclusivamente mi vista sobre él. Y si eso parecía raro, lo siguiente lo era aun más; en el centro de él había manchas que parecían dos ojos y una sonrisa.
Desvié la mirada cuando un recuerdo que quería olvidar apareció por mi mente, poniendo mi piel de gallina en solo segundos.
- ¿Ocurrió algo malo?- negué a la voz de Eddie.
- No, es solo que... ¿Ese tronco no te parece raro?- indagué, y con mi mano lo señalé.
Mi mejor amigo lo observó por un momento, antes de reír y volver a mirarme.
- Se parece a uno de esos dibujos que hacíamos en jardín de niños.- recordó- Ya sabes, al ser pequeños le poníamos sonrisas a todo.
- Supongo que tienes razón.- asentí y él sonrió.
- Obviamente que mis dibujos eran los más lindos, y mejores.- me carcajeé con su comentario.
Si cualquier persona lo escuchaba, diría que era un egocéntrico de primera. Pero yo sabía muy bien que Eddie era todo lo contrario, su humildad llegaba a tanto que muchas veces había ido a comedores para llevarle alimentos a los niños y toda persona que pasase por allí en busca de un plato caliente de comida. Y quizá no le gustaba hablar de ello, por la desesperación e impotencia que le daba la vida de esos pobres chicos que a veces no ingerían las cuatro comidas diarias, pero sabía que si fuera por él iría todos los días si era necesario para que no les faltara nada.
Era una persona caritativa, y nadie podría cambiarlo. Mi amigo tenía un corazón de oro, aunque no muchas personas lo conocían.
Sonreí cuando sentí que apoyaba su cabeza sobre mi hombro mientras que suspiraba. Con mi mano comencé a hacerle caricias como si de un bebé se tratase. Él necesitaba afecto y yo, como buena amiga y compañera de hogar que era, se lo daría.
Pero sentía que esa tranquilidad duraría poco, más cuando una nube gris cubrió el sol por completo y el frío viento se llevó una que otra cometa haciendo llorar a los infantes.
Dejé de sonreír cuando escuché murmullos y gritos de agonía.
Rápidamente me puse de pie y miré hacia todos lados, creyendo que alguien necesitaba ayuda. Pero al parecer era la única que había escuchado eso, ya que las demás personas estaban igual que minutos antes... disfrutando.
Con frustración me pasé mis manos sobre mis rostro, tratando de hallar una respuesta a lo ocurrido. Mi respiración se había acelerado y mi instinto de supervivencia se había activado.
Algo no estaba bien.
- ¿Ale? ¿Qué sucede?- el tono de voz de Eddie era de preocupación.
- ¿No escuchaste eso?- pregunté, mis ojos no paraban de moverse, buscando algo que no quería ser encontrado.
- No, ¿Qué escuchaste?
- Alguien estaba gritando como si estuviera lastimado o algo así...
- ¿Estás segura?- indagó y lo miré confundida- Digo, estaba a tu lado y lo hubiese escuchado si en realidad pasó.
- ¿Qué estás tratando de decir?
- Nada, solo digo que no lo oí.- suspiró y se volvió a sentar- Ven, deja de comportarte así, pareces una loca.- se rió.
Pero lamentablemente para mí, esas palabras no me causaron gracia, más bien me ofendieron.
Loca...
Cuatro letras que pasaban una y otra vez frente a mis ojos, y que parecían ser iluminadas como si de un enorme cartel se tratara.
¿Había un significado para eso o solo debía de dejarlo pasar y ya?
Últimamente, todo lo relacionado a personas dementes me afectaba de sobremanera y más si esa palabra resaltaba. Era como si mi mente quisiera defender a esa parte de la población, pero a su vez deseaba poder alejarse lo más rápido posible de ellos.
Era algo confuso, lo sabía bien. Y por eso no dejaba que mi cabeza maquineara tantos pensamientos sin fundamentos.
Suspirando, volví a sentarme. Silenciosamente pedía que mi corazón dejara de latir tan bruscamente y que toda la serenidad que sentía en ese lugar volviera, porque sí, había desaparecido. Desde ese extraño momento donde todo pareció descontrolarse, la tranquilidad también lo hizo.
Y como siempre, mi día feliz se tenía que acabar rápidamente. Mi rostro alegre tenía que convertirse en uno de pánico, porque desde que ese ente llegó a mi vida, la felicidad ya no existía.
Las llantas de algún auto rechinaron haciéndome saltar del lugar. Y aquí íbamos otra vez; estando de pie, mirando hacia todos lados, y sin respuestas.
Las personas seguían en las mismas posiciones sin ser conscientes de lo que ocurría, algunas caminaban a mi lado y me miraban de una manera extremadamente rara. Otras parecían hablar, pero nada era oíble para mí. Tan alta era mi concentración que no les prestaba atención.
Vi como Eddie se ponía de pie y se acercaba a mí, no quería pasar por lo mismo otra vez. Sabía lo que había escuchado, pero por el rostro confundido de mi amigo comprendía que él no.
Comencé a negar con la cabeza cuando imaginé que volvería a decirme loca.
- ¿Ale?
- ¿Ahora me vas a decir que tampoco escuchaste eso?- gruñí frustrada.
- No, no oí nada...- susurró.
Bufé pesadamente ante su respuesta.
¿Acaso estaba paranoica?
Eso era imposible.
Esos ruidos sí habían sucedido, solo que los demás estaban tan entretenidos en lo que hacían que no eran capaces de notarlo. En cambio yo sí, mi estado de alerta me mantenía despierta y concentrada.
- Será mejor irnos a casa.- dijo Eddie- ¡Loky!- gritó, sin recibir respuesta- ¿Dónde se metió ese perro?
Hablando del canino, yo también me preguntaba lo mismo.
Desde que escuché esos murmullos no volví a verlo y eso me preocupaba. Recordé cuando encontró el amuleto y cómo había ladrado antes de que me desmayara.
¿Tenía algo que ver con lo acontecido en ese momento?
Cualquiera diría que no, pero algo muy dentro de mí me decía que todo estaba conectado. Que extraña y confusamente toda pregunta que me hiciera respecto a eso, iba a tener la misma respuesta que recibía desde que conocí a Víktor.
Las silueta de ojos rojos.
Con miedo que de algo le hubiera pasado, comencé a buscarlo con la mirada. Había muchos perros en el parque y sería difícil hallarlo pero no me daría por vencida. Tres habíamos ido a ese lugar y los tres regresaríamos a casa, sanos y a salvo.
Sonreí cuando vi a Loky correr hacia nosotros, al parecer se había alejado mucho. Quizá persiguiendo una ardilla o algún niño que jugaba con una pelota.
- Ahí viene.- le avisé a Eddie.
- Perfecto, cuando llegue nos iremos.- comunicó a lo que yo asentí.
Mordí mi labio inferior cuando comprendí que había arruinado nuestro día con mi temor. Hacia tiempo no que veía a mi amigo tan feliz y relajado, y me odiaba por haberle cortado su momento. Tal vez a la próxima le inventaría una escusa para no ir y así el podría estar todo el tiempo que quisiese sin preocuparse por mí.
Cuando me estaba por disculpar con Eddie, algo llamó mi atención.
Y para mi mala suerte, no era nada bueno...
El pequeño tronco con rostro inofensivo cambió repentinamente, la sonrisa pasó de ser amigable a mostrar dientes puntiagudos. Los supuestos ojos color marrón se convirtieron en rojo, como si se tratase de sangre.
Me sentí desfallecer cuando noté la similitud que tenía con la silueta.
Mi corazón volvió a acelerarse cuando más murmullos y carcajadas de escucharon a mi alrededor. Las personas parecieron detenerse rápidamente, y las aves que volaban sobre el cielo, movieron sus alas más despacio, como si de un video en cámara lenta se tratase. Mi respiración se agitó cuando esos ojos parecieron brillar, aun cuando el sol estaba cubierto por nubes.
Eso parecía una total y absurda locura.
La maldita pesadilla se hacia realidad una vez más, y eso me estaba fastidiando. Ya suficiente tenía con no poder dormir bien en las noches y tener que soportar las palabras de Víktor. El hecho de que la silueta me estuviera arruinando mi día con Eddie era demasiado.
Quise gritar para que me dejara en paz, pero cuando lo intenté mi voz no salió... solo un jadeo.
Detrás del aquel tronco se dejó ver una mano completamente negra, que poco a poco iba rodeándolo. Y mientras que ella aparecía, las pequeñas hojas verdes en él caían marchitas. Lo que fuera que había escondido ahí, le estaba consumiendo la vida.
Y cuando creí que nada malo podía pasar, lo vi.
Quien estaba haciendo estragos con el pobre tronco no era más ni nada menos que mi pesadilla personalizada. Ese ente maligno que solo aparecía para acabar con todo lo que te hacia sonreír.
Sentí mis piernas temblar cuando salió de su escondite y lentamente avanzaba hacia mí. Era como cuando un animal salvaje iba por su presa, dejaba que ésta entrara en pánico para su satisfacción. Le gustaba poder sentir el palpitar desenfrenado de tu corazón, amaba ver como tus ojos mostraban el terror que corría por tu cuerpo... se alimentaba de tu miedo.
Negué con la cabeza cuando mi respiración me falló, me estaba asfixiando con solo mirarlo. Mi pecho ardía, y yo boqueaba tratando de hallar aire. Las lágrimas no tardaron en salir cuando vi como sonreía y sus relucientes colmillos blancos prometían ensuciarse con sangre.
- ¿Ale?- escuché una voz lejana, mientras que era zamarreada de un lado a otro. - Oye, ¿Estás bien?
Mi vista poco a poco se despejó y mis pulmones pudieron llenarse de aire.
Eddie estaba a mi lado con su rostro de preocupación, una de sus manos estaba apoyada en mi hombro y con la otra limpiaba el camino húmedo en mis mejillas.
- ¿Mejor?- preguntó, sonriendo levemente.
Yo solo pude asentir mientras que más lágrimas eran liberadas y rápidamente limpiadas por los dedos de mi amigo.
- L-lo siento.- susurré gangosamente.
- No te preocupes. Es hora de irnos.- dijo, tomando a Loky en sus manos y comenzando a caminar.
Antes de ir a su lado, y por un arrebato de valentía, volví a mirar hacia donde se encontraba el tronco. Y para mi sorpresa, éste seguía igual que antes; con sus ramas y hojas verdes, con sus ojitos y sonrisa color marrón.
Entonces entendí que nada había sucedido realmente, solo había sido una mala jugada de mi agotada mente.
Con la mirada agacha, seguí a Eddie en completo silencio hasta llegar a casa. Ni siquiera saludé o miré a la gente que caminaba de un lado a otro, solo me limitaba a dar un paso a la vez y tratar de no caer en el proceso.
Una vez ingresados en nuestro hogar, me senté en el sillón de la sala y me abracé a mí misma. Me sentía la peor persona del mundo por no haber podido sobrellevar lo que pasó en el parque, sin mencionar lo decepcionante que era haberlo arruinado todo. Pero a pesar de sentirme mal, fui consolada por mi amigo. Me dijo cosas bonitas y también que no tenía la culpa de nada. Que a lo mejor el estrés de mi trabajo me estaba pasando factura, y que necesitaba descansar. Me pidió que tomara un baño para relajarme y que quería platicar sobre lo sucedido, a lo cual no dije nada, dándole a entender que no hablaría, no podía.
¿Cómo contarle a alguien que eras asechada por una entidad desconocida? ¿Explicar que ojos rojos te perseguían en las pesadillas y a la vez en el día?
Sonaba loco, y no quería que él me mirara con lastima o que pensara mal de mí.
Así que simplemente me alejé de Eddie, dejándolo solo en la sala y con mil preguntas en su cabeza.
Refugiada entre las cuatro paredes de mi habitación, me permití llorar por no poder controlar lo que pasaba conmigo. Era una psicóloga siendo perseguida por algo imaginario, porque eso parecía ser.
Solo yo podía ver esa silueta... bueno también lo hacia Víktor, pero ya no más. Al parecer, éramos portadores. Llevando a la silueta con nosotros por un tiempo y luego eran otros los encargados de hacerlo. Así pasó con mi paciente y yo. Él comenzó con todo eso, y en ese momento era mi turno de hacer el trabajo.
Con pensamientos negativos y ojos llorosos, fue como pasé lo que quedaba del día hasta llegar la noche. Y cuando el sol se despidió dejando a la luna en su lugar, ella llevó de compañía más pesadillas arruinado mis horas de sueño.
***
Una vez más, me encontraba rodeada por un enorme y oscuro bosque. Las copas de los árboles danzaban de un lado a otro, debido al viento que soplaba con fuerza en el lugar.
El césped estaba helado y un tanto mojado, al estar descalza podía sentir esa humedad viscosa que no me gustaba para nada, sabía que no era agua. Y al instante ese olor desagradable me lo confirmó, estaba sobre un suelo repleto de sangre.
Me abracé a mí misma cuando una ráfaga de aire me estremeció, tenía frío y solo vestía un camisón de dormir. Debía de ser rápida si no quería terminar con hipotermia.
Con la mirada traté de buscar alguna salida, pero solo había árboles a mi alrededor. No había un camino o un sendero para seguir, estaba sola y sin escapatoria. Pero aun así no podía quedarme allí sin hacer nada, estaba en una pesadillas y lo sabía. Solo debía despertar y todo acabaría, tenía que abrir mis ojos para dejar atrás lo malo por lo menos unas horas.
Pero, aunque tratara, no podía hacerlo. Pensé en todas las cosas que decían que debías de hacer para despertar y nada funcionaba, llegué hasta golpearme y pellizcarme pero nada era suficiente para sacarme de allí y eso me estaba frustrando.
No me gustaba sentirme así de impotente antes una situación un tanto común, solo tenía que volver a la realidad, ¿Tan difícil era? Una vez más, me sentí molesta conmigo misma. Era tan irritante tratar de solucionar algo y no lograrlo. Antes creía poder contra todo, pero en ese momento me encontraba sola y sin poder afrontar lo que tenía enfrente.
Las pesadillas me estaban superando de sobremanera, a tal punto de sentir inseguridad de mí misma.
Si no podía contra un sueño, ¿Qué o quién me aseguraba que podía luchar contra algo peor en mi vida?
Ni siquiera quería pensar en qué diría Víktor antes esa situación, seguramente se burlaría de mí. Se reiría en mi cara y me diría lo patética que me veía, y yo como si nada, porque no tendría fundamentos para hablar, me quedaría callada dándole la razón.
Exhalé con fuerza y un escaso camino de vaho blanco salió de mi boca, el lugar estaba demasiado frío. Los dedos de mis manos comenzaron a doler, y ni siquiera podía doblarlos por completo. Me estaba congelando en ese maldito bosque helado que te calaba hasta los huesos.
El sonido de lo que parecían ser arañazos comenzó a escucharse, era tanto el silencio en ese lugar que el más mínimo ruido podía oírse sin problema alguno.
Con mi mirada pude enfocar algo que se movía al lado de un árbol, un silueta negra y alta levantaba su brazo y luego lo bajaba con rapidez, y así sucesivamente. Y entonces puede comprender ese sonido, las garras se incrustaban en la corteza haciendo pequeñas grietas en ella.
Genial, también tenía garras afiladas.
- Sé que estás ahí.- le dije sin titubeos- Será mejor que me dejes en paz o...
Una risa macabra me interrumpió.
Y a pesar de todo, agradecía que lo hiciera. ¿Qué se suponía que le diría? Ni siquiera sabía cómo iba a terminar mi frase, solo comencé a hablar y ya. No había pensado, y eso era un punto en contra para mí. Debía de ser más inteligente si no quería quedar como idiota.
Sus ojos rojos se posaron en los míos, mostrándome cuanto le divertía el estar frente a mí. La blancura de sus dientes, al igual que el carmesí de sus orbes, era lo único que sobresalía de todo el entorno.
Era una batalla entre negro, blanco y rojo... pero solo uno sería el ganador.
Detuvo el daño que le estaba haciendo al árbol y centró toda su atención en mí. Se irguió en su lugar, mostrando su altura y musculatura. A pesar de llevar ese saco negro que lo tapaba por completo, podía darme cuenta de que su cuerpo era fuerte y también ágil.
Si me corría en todos mis sueños para lastimarme, era obvio que se mantenía ligero para poder atraparme sin esforzarse siquiera.
Cuando inclinó su cabeza hacia un lado y dio un paso, supe que esa era mi señal.
Era hora de gritar, escabullirme por el bosque y pedir no morir en el intento.
Me di media vuelta y avancé entre los árboles a una gran velocidad, sin importarme que mis pies tocaran la sangre que parecía estar esparcida en todo el lugar. Podía escuchar sus pasos detrás de mí y aun así no me detuve. Esperando que mis piernas no se cansaran rápidamente y que la respiración no me fallara, seguí sin mirar atrás. Tuve que saltar una roca que estorbaba mi camino y también evitar unas espinas que sobresalían de algunos árboles. Pero para mi mala suerte, la cual estaba siempre presente en mi día, no pude esquivar una de ellas y terminé casi gritando cuanto cortó uno de mis brazos, haciéndolo sangrar al instante. Sin querer darle tanta importancia, y con lágrimas en mis ojos, aprisioné la herida con mi mano y continué con mi huida. Por mi mente aparecía el recuerdo de la primera vez cuando corría igual que en ese momento, y me tropecé con una raíz y caí, esperaba que eso no volviera a pasar.
Pero cuando no queríamos que algo sucediera, todo ocurría al revés.
A lo mejor fue porque mi vista estaba un tanto nublada debido a las lágrimas, o quizá estaba demasiado oscuro en esa parte del bosque. Lo único que pude saber con claridad fue que, de un momento a otro, no sentí el frío en mis pies y a su vez la pesadez en mi cuerpo se aligeró. Lo que me daba cierta idea de lo que estaba pasando... una vez más, volví a sentir el suelo esa noche.
Me quejé cuando no pude cubrir la herida de mi brazo con mi mano al tratar de no golpearme el rostro, pero desgraciadamente era tarde cuando lo hice. Cerré los ojos con fuerza sintiendo algo chocar contra mi cara, al igual que el retumbar de mi cabeza debido al golpe. Débil y con la vista confusa, me di media vuelta quedando de frente al camino por donde venía. Esperé unos segundos antes de que él apareciera, con su gran sonrisa. Estaba cansada, desorientada y con dolor, tanto así fue que veía como dos siluetas se acercaban.
Llevé una de mis manos a mi frente y comencé a sobarla.
La caída había sido muy dura.
Al apoyar la otra mano sobre el suelo, toqué algunas hojas lisas y secas que terminaban en un pequeño tallo que estaba repletas de ellas, dándole el parecido a un colchón hecho por la naturaleza. Suspiré cuando entendí que la sangre no había llegado hasta allí, al parecer había un escaso lugar en el bosque donde ésta no se encontraba.
Pero eso no me transmitía seguridad, sabía que las pesadillas eran terriblemente aterradoras. Y como se veía en las películas de suspenso, eso parecía ser un poco de tranquilidad antes de que todo empeorara.
Sus ojos rojos escanearon mi brazo herido y mostró, una vez más, sus dientes afilados. Una lengua larga y viscosa pasó sobre estos, se estaba saboreando por el líquido de salía de mí.
- Ya me hice daño, ¡¿Qué más quieres?!- le grité, odiando sentirme tan vulnerable ante él.
Negó con la cabeza y rió levemente, pero eso le duró poco cuando un sonido llamó su atención. Sentía como mi codo era mojado, al tener la mano elevada aun en mi cabeza, mi sangre no llegaba hasta mis dedos por lo cual simplemente se deslizaba por donde podía y luego se dejaba caer sobre las hojas que protegían mi cuerpo del frío suelo.
El repiquetear que provocaban las gotas color carmesí era alegría para él. Su sonrisa en ensanchó cuando sentí como algo debajo de mí se movió, causándome un chillido temeroso.
Lo que creía que era una especie de enredadera, Se elevó por unos escasos centímetros a mi lado. Y solo bastaron segundos para sentir como una parte de ella subía por mi pierna y se aferraba con fuerza.
El pánico me atrapó y comencé a gritar mientras que trataba de zafarme de ese agarre. Cualquiera diría que sería fácil hacerlo, pero no lo era. Más cuando sentí que diminutas espinas se incrustaban en mi piel, haciéndome cerrar mis ojos. Era como jugar al tira y afloja, una guerra sangrienta. Pero en esa ocasión, entre más pelea le daba más doloroso era para mí.
Mi sufrimiento lo hacía reír a carcajadas, y aun así no quitaba sus ojos sobre mí. Estaba tan concentrado y entretenido, lo disfrutaba tanto que creí que ese sería su pasatiempo favorito. Podían ver como sus orbes brillaban de más a medida que las punzadas recorrían mis piernas en aumento y sin parar.
Mi vista comenzó a nublarse, quizá por el exceso sufrimiento corporal que estaba pasando o por el estrés que sentía al no poder soltarme de una planta. Era tanto que ya no sabía si podría salir de allí.
Entonces me pregunté qué sucedería conmigo si no lograba escapar de ese lugar, ¿Acabaría con mi vida a mitad de un bosque? ¿Me dejaría inconsciente solo para poder disfrutar un poco más de mi tragedia? ¿Sería capaz de dejarme libre para repetir esa noche una y otra vez?
Estaba segura que después de eso, vendrían más sucesos parecidos o peores. Incluso podría decir que era su parte preferida...
¿Perseguir personas en un bosque oscuro a mitad de la noche? Algo loco para todos, pero para la silueta era como un día soleado en un parque de diversiones.
Pero, a pesar de estar débil, no me diría por vencida.
Con la poca fuerza que me quedaba, tomé una gran cantidad de hojas espinosas en mis puños y traté de quitarlas, sin importarme que eso me causara el doble de daño. A medida que dejaban mi piel, podía ver como unas quedaban pegadas en ella, mientras que otras al salir dejaban pequeñas manchas de sangre brotando por los orificios creados, eran como picaduras de algún insecto. Dolorosas y que dejarían marcas.
Y tal vez hubiese continuado con esperanzas de volver a huir sino fuera por el rotundo silencio que invadió el lugar, no podía decir que la silueta se había ido porque sentía su presencia frente a mí. Dejó sus carcajadas escandalosas para observar como me quitaba cierta parte de la enredada.
Un gruñido me dio a entender que no le estaba agradando el hecho de que siguiera luchando por escapar. Pero él ya debía de estar acostumbrado de verme pelear hasta ya no tener más fuerza o valentía.
Sin darle tanta importancia, traté de seguir pero un nuevo movimiento me detuvo. Sentí como lo que aun quedaba apretando mi pierna, me empujaba hacia él. Apoyé mis manos sobre mis costados, creyendo que si hacia presión se detendría. Pero claro estaba que no me lo dejaría tan fácil, podía sentir las imperfecciones del suelo pasar por debajo de mis palmas.
Aquella que creía enredadera me estaba llevando hasta la silueta... hacia el final de mi pesadilla.
Sin intenciones de volver a ver sus dientes afilados de cerca, me volteé y busqué algo de qué aferrarme para no seguir avanzando en contra de mi voluntad. Cuando vi una raíz de un árbol que sobresalía de la tierra, la tomé con ambas manos. Y cuando creía que podría, las espinas se clavaban más en mis piernas haciendo que me debilitara, y que mi piel ardiera.
- ¡No, suéltame!- grité, intentado una vez más- Por favor...- susurré.
Las lágrimas seguían corriendo por mis mejillas, dejándome ver muy poco. Mis piernas dolían, al igual que mi brazo. Mis dedos comenzaron a sentir hormigueos debido a la fuerza que ejercía con ellos.
Al no tener la energía suficiente como para mantenerme apretando la raíz, simplemente la solté y dejé de forcejear. Mis manos cayeron frente a mí, mientras que mi mirada llorosa veía como las hojas parecían pequeñas montañas por los momentos que hacían.
¿Acaso esa planta tenía vida propia?
¿Cómo era posible que hiciera todo para ayudar a la silueta?
¿Era normal el creer que lo que me estaba arrastrando no era algo producto de la naturaleza, más bien la propia mano de ese ente que trataba de dañarme?
Porque en esos momentos, eso fue lo que pensé.
Me di media vuelta y miré hacía el cielo cuando aquella supuesta enredadera se detuvo, llevé ambas manos a mi estómago y las dejé allí. Si iba a morir ya no lucharía, le ahorraría el trabajo solo por esa vez.
Suspirando, cerré mis ojos lentamente. No quería volver a aterrarme con su mirar, mucho menos cuando mostrara su sonrisa.
- Hazlo.- le pedí cuando lo sentí a mi lado- ¡Hazlo de una maldita vez!- alcé la voz.
Pero solo recibí silencio, y eso no me relajó. Era parte de su maldito juego, dejar que pensara que tenía escapatoria cuando era todo lo contrario. Quería que creyera que no estaba en el lugar, para comenzar a correr y así se divertiría un poco más.
- ¿Alejandra?- eso sonó lejano y distorsionado- Despierta.
Conocía ese tono a la perfección, no sabía de dónde venía, pero me estaba llamando.
Una vez más, Víktor aparecía al rescate...
Abrí mis ojos y me encontré sola. La silueta se había ido, y lo que sujetaba mis piernas desapareció. Me senté y observé el suelo, no había nada. La enredada tampoco estaba, mucho menos algún rastro de un camino hecho por ella.
Miré a mi alrededor y el bosque se esfumaba poco a poco, dejando blanco todo el lugar. Tanteé la piel que anteriormente ardía, buscando alguna espinilla en ella pero solo hallé suavidad. Mi brazo, que estaba cubierto de sangre, en ese momento estaba sano, seco y limpio.
Suspiré al no encontrar respuesta.
La situación era tan confusa y extraña que no sabía qué pensar. Lo había visto y sentido todo, pero aun así nada pareció suceder de verdad. Y por más que fuera solo una pesadilla, nadie me quitaba la sensación de que algo más había detrás de eso.
La silueta actuaba de cierta forma que te causaba temor, el como me corría y mostraba sus colmillos. El entorno en sí que usaba para aparecer, siempre entre la oscuridad. Su risa macabra, y más si recordaba cuando me desmayé y la vi a un lado de Eddie...
Esa no había sido una pesadilla, eso sucedió en la realidad, al igual a aquella vez cuando escribió en el espejo de mi baño. Entonces una nueva respuesta se creó en mi cabeza:
La silueta sí existía y no solo era un sueño.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro