◖ 06 ◗
ALEJANDRA.
— Se ve muy mal, doctora. Parece que no durmió del todo bien.— me informó Víktor en tono burlón.
¿Acaso era tan obvio?
Claro que no había dormido bien, el recuerdo de la maldita pesadilla hizo que el sueño se fuera y ya no volviera. Por más que traté de hallar una solución para no regresar a ver esos ojos rojos, nada funcionó como esperaba. Cada vez que el silencio gobernaba el ambiente, dejándolo más pacifico y calmado, mi respiración se aceleraba. Cada vez que mi mente estaba despejada y tranquila, mi corazón bombeaba locamente antes de proyectar lo que había ocurrido la noche anterior a esa.
Así que sí, a pesar de que sabía que estaba mal, ese día había ido a trabajar con más sueño y pesadez de lo normal.
Esa mañana, al ver mi reflejo en el espejo de mi baño, me asusté tanto que tuve que tocar mi rostro para comprobar que mi vista no me estaba fallando. Mi piel estaba demasiado pálida y las ojeras debajo de mis ojos pasaron de ser medianamente notorias a ser extremadamente obvias, tanto fue así que ni siquiera el maquillaje pudo cubrirlas. Había usado base de una manera superior a que no había utilizado jamás, y ni siquiera así pude taparlas por completo.
Estaba demasiado estresada e inquieta.
Cada vez que pensaba en esa silueta, mi cuerpo se tensaba, y comenzaba a mirar hacia todos los lugares posibles en donde pudiera aparecer. Sentía que podía matericiarse rápidamente en cualquier momento y sin más atacarme. Quizá en la pesadilla solo había aparecido sin hacer daño, pero no estaba segura de cuánto tiempo duraría su inocencia y buen actuar.
A pesar de todo, y de que mi paciente tenía razón al decir que no había dormido bien, no le diría nada sobre mis preocupaciones a él, porque todo era por su culpa. No alimentaría más su potencial ni mucho menos le daría motivos para que siguiera burlándose. El hombre frente a mí era la causa de que hubiera pasado por esa situación tan compleja y complicada.
Víktor era mi ruina, era un pozo hondo y sin salida donde yo acaba de caer.
— Te equívocas, tuve una noche maravillosa.— mentí.
— En el mundo al revés podría ser…— hizo una pausa, pensando— Eso es.— chasqueó sus dedos, antes de golpear la mesa con los nudillos. Parecía no cansarse de ese horrible sonido.
— ¿Eso es qué?— lo miré con el ceño fruncido.
— ¿Qué tal si esta es tu vida y no la mía? ¿Qué tal si en vez de ser tu la psicóloga fueras la paciente? En un mundo al revés podría ser. Quizá no esté loco, quizá sean ustedes los dementes.— dijo, sonriendo— Sí, quizá yo esté bien y ustedes no me dejan salir.
Okey.
Eso era demasiado fantasioso y alarmante.
Estaba confundido, y deliraba de una forma peculiar y un tanto ¿Excesiva? Sí, tal vez esa no era la palabra correcta pero la certeza de que había perdido todo rastro de razón estaba presente después de escucharlo decir una cosa así. Eso ya era estar soñando despierto.
¿Estar en un mundo al revés? ¿Ser una persona diferente? Sí, como no y yo tenía un unicornio que hablaba.
Solo alguien como él podía pensar en algo tan descabellado. ¿Cómo no burlarme en un momento como ese? Porque, vamos, ¿Quién no se reiria con una cosa como esa? Por más trabajo que fuera, por más consideración que tuviera, eso no evitaría que dijera que ese comentario era absurdo y estúpido. A veces había que darles la razón a los pacientes, pero con algo así era imposible. Era como estar hablando con un niño que aún creía en Santa Claus.
Irreal. Inaceptable.
Suspiré, antes de rascar una de mis cejas con mi dedo pulgar.
— Muy interesante, ¿Quieres contarme otra cosa de esas? Quizá en otro mundo podría ser real.— le mostré una sonrisa fingida.
Sí, actué mal ¿Y qué? Él también había hecho de las suyas, era mi turno de hacerlo.
— No necesito que me siga el juego, doctora.— me miró enfadado— Yo sé bien lo que digo, todo lo que sale de mi boca es verdad.
Rodé los ojos.
Otro vez con lo mismo, solo faltaba que dijera que dañaría mi mente una vez más para que la primera conversación que tuvimos se repitiera. Como en la mayoría de mis antiguos casos, Víktor se mostraba como alguien inteligente e intelectual. Alguien que sabía la respuesta a absolutamente todo aun cuando esa no era realidad.
La verdad era que Heber se equivocaba y escondía su error en palabras sin sentido.
— Debería tener cuidado.— habló.
— ¿Qué quieres decir con eso?
— No lo sé, quizá que no debería de subestimarme como lo ha estado haciendo.— un escalofrío cruzó por mi espina dorsal.
¿Por qué sentía como si él tenía conocimiento a todo lo que mi mente almacenaba? ¿Acaso era posible que tuviera acceso a todos mis pensamientos con solo verme?
Si Víktor sabe sobre lo que habita en tu cabeza, entonces estás perdida.
O quizá simplemente era muy notorio mi tono de burla, mis muecas de fastidio, y mi falta de paciencia. A lo mejor ya estaba acostumbrado a que nadie tomara en serio lo que dijera y conocía de memoria cada acción de los demás.
Era creer cualquier cosa antes de aceptar que mi paciente estaba un paso más adelante que yo.
— No estoy entendiendo.
— Y no hay nada qué entender, doctora. Solo tiene que tener en claro que pronto saldré de aquí, pronto conocerán al verdadero demente.— aseguró, inclinando la cabeza y sonriendo como loco.
Mostró ese gesto que tenía millones de efectos y uno de ellos era causar miedo, podía hacerte dudar sobre todo, pero más poner en cuestionamiento tu seguridad, dudar de si corrias peligro o no.
Segunda sesión y ya conocía su mecanismo. Lo que quería expresar y demostrar con tan solo una sonrisa. Al parecer, mi nivel de concentración, descubrimiento y entendimiento que utilizaba para las demás personas había subido un punto.
Lo había detallado tan bien que me preocupaba, ni siquiera con mi madre pude hacerlo. Podía identificar cada una de sus sonrisas a la perfección, y sin equivocarme.
En otro momento hubiera celebrado por tal victoria de saber qué mostraba cada gesto que los demás hacían, pero en ese instante, el saber de quién de trataba no pude más que tragar saliva notoriamente.
Entre más demostrativo fuera peor sería para mí, porque cualquier cosa podría alertarme aun cuando no era necesario.
Mi vida había cambiado tan rápida y drásticamente que me sorprendió saber que solo un día le bastó para arruinarla por completo, y a su vez, complementarla. Antes era una mujer, trabajadora y despreocupada, viviendo la vida como cualquier otra persona. En ese momento, era una mujer asustadiza, que con solo una sonrisa sentía que mi sangre se helara.
¿Tan fácil era destruirlo todo? ¿Tan fácil podía ser cambiar tu vida? Dejando de ser bonita y clara, a ser una completa oscuridad. Siendo como un huracán, queriendo acabar con todo a su paso. Arrematando con lo que estaba de pie, haciendo un desastre que ya no se podía reconstruir.
Así me sentía yo desde que lo vi. Era como una cuidad arruinada, sin nada de valor… completamente a oscuras y sola.
Quité esos pensamientos a un lado, no necesitaba sentirme deplorable en esos momentos, mucho menos en mi trabajo.
Problemas personales fuera.
Tenía que ser fuerte y no vulnerable. Debía de demostrar que aun tenía al toro por sus astas y no verme como esas personas que huían aterrorizadas cuando veían a tremenda vestía corriendo para aplastarlos.
— Dejemos esas ideas para más tarde y hablemos de ti.— propuse, sin querer darle más tiempo a lo que ocurría dentro y fuera de mi mente.
— Du wirst nie müde. Warum kommst du nicht in die realität zurück?*— musitó.
— Hör auf deutsch zu sprechen.*— dije, sorprendiéndolo.
Sonreí satisfecha al ver sus cejas alzadas sin querer dar consentimiento a lo escuchado. Sabía que lo lograría.
¿Cómo lo hice? Fue fácil, no lamenté haber gastado mi tiempo libre del día anterior para algo así de importante, al fin de cuentas había obtenido mis preciados frutos de conocimiento.
Solo me había tomado unas pocas horas aprender alemán, aún me extrañaba la rapidez en que memoricé y recordé cada palabra. Fue en un tiempo récord, sin trabarme, confundirme o equivocarme en alguna oración, podía decir que estaba orgullosa de mí misma por ese pequeño logro. Literalmente creí que ese idioma estaba ya incrustado en mi cabeza, podía reconocerlo y no sabía cómo, aunque hubiera sido la primera vez que lo estudié completamente. A pesar de todo y viendo el lado bueno de las cosas, el no haber dormido me había ayudado con algo que no pensé que necesitaría.
Al parecer, cada uno teníamos una grandiosa habilidad innata: cantar, bailar, pintar, patinar y millones de otras incontables de especialidades. La mía eran; aprender diferentes idiomas, y saber cómo tratar con personas poco normales, ¿Las de Víktor? Aún estaba tratando de conocerlas... si era que existía alguna que no fuera hablar de cosas no reales.
— No me esperaba eso, doctora.— chasqueó la lengua, antes de sonreír— Me ha tomado por sorpresa.
— Soy una caja de sorpresa.
— Eso parece.— estuvo de acuerdo, por primera vez en el día.
— Ahora volvamos a nuestro asunto.
— ¿Otra vez con eso, Alejandra?— bufó, rodando los ojos.
— Necesito saber de ti.
— Y yo necesito que me deje en paz. Recuerde que todos los que quisieron saber de mí terminaron locos, ¿Quiere ser la siguiente?
Un escalofrío me recorrió por completo.
Recordé la pesadilla, y por un instante me sentí diminuta en un mundo demasiado grande y oscuro. Repleto de terror, muerte y odio. Donde todos eran enormes, devorando cada rayo de claridad y esperanza. Donde las cosas buenas no existían y la maldad hacia de las suyas como si fuera la reina del universo. Todo mi alrededor quedaba en una intensa negrura, entretanto yo me centraba en salir del laberinto donde me encontraba, como si fuera un hámster... tan indefenso e insignificante.
Meneé la cabeza.
En casa tienes suficiente tiempo para sentirte una perdedora, no en éste momento. No frente a él.
— Eso no me pasará. Cuéntame tu historia.— debía de enfocarme en ese instante, y dejar los constantes pensamientos que no ayudaban para nada.
— Si es lo que quiere, luego no se queje.— se recostó sobre el respaldo de la silla, y comenzó a hacer ruido con sus nudillos. Me miró y suspirando comenzó— Mi historia es una normal y corriente, como cualquier otra que podría escuchar en la calle. Fui criado en un orfanato hasta la mayoría de edad; nadie me adoptó, aunque mis notas en el instituto fueran muy altas y me consideraran uno de los mejores alumnos; estudioso, capacitado y responsable. Al parecer eso no pareció importar, me veían como un estorbo, como alguien que no tenía un futuro seguro…— bajó su mirada— Cuando tuve la oportunidad, gracias a mi esfuerzo y dedicación, viajé hasta aquí. — pude ver como su manzana de Adán subió y bajo cuado tragó con fuerza— Conocí a una chica, y me enamoré perdidamente de ella... nos casamos.— sonrió con tristeza— Pero nada dura para siempre.
¿Víktor era un hombre casado?
Podía imaginarme cualquier cosa, menos saber que mi paciente tuvo la felicidad y dicha de estar con alguien a su lado; amar y ser amado para que luego todo acabara sin más.
La paz antes de la tormenta... la alegría antes de la tristeza, porque ambas siempre venían de la mano para hacerte saber que no todo era color de rosa. Que en la vida se necesitaba de la oscuridad, del sufrimiento para saber que no todo era bonito, estable y tranquilo.
Un sube y baja de emociones, una maldita montaña rusa que no sabías en qué momento las vías se alzarian hasta llegar al punto más alto del juego, donde podías ver todo a tu alrededor y sonreias porque desde esa altura creías volar como un ave libre. O simplemente, y de un segundo a otro, notabas como tu cabello se posicionaba dentras de ti al caer en picada y sentías como todo tu cuerpo se comprimia con terror, aferrando tus manos a la barra de seguridad, buscando protección y que todo acabara de una vez por todas.
Sí, así era la vida... algo lleno de altibajos.
Así ocurrió con Víktor y, seguramente, ocurría conmigo en algún momento.
— ¿Qué sucedió con ella?— pregunté, queriendo saber más sobre aquella mujer.
— Me la arrebataron, y eso fue el detonante. Quise matar a todos los culpables, es por eso que estoy aquí.
Una vez más me sorprendió.
Me esperaba alguna cosa «normal» como en cualquier otro paciente: como un trauma de la infancia que le hubiera provocado un trastorno para llegar a estar en ese lugar, menos eso que acababa de contarme. Su historia era melancólica y dolosora para alguien como él, con su actuar. Víktor se veía poderoso, sin sentimientos, ni dolor. Alguien que podía pisotearte sin dudarlo, machacarte sin sentir remordimiento. Podía imaginarmelo sonriendo cada vez que cometía alguna maldad, pero en realidad no era así.
Quizá me equivoqué al juzgarlo tan rápido.
Pero tenía mis razones para hacerlo, tal vez me dejé llevar por esas sensaciones, propias y creadas por sus palabras, que sentí la primera vez que lo vi y eso causó que pensara tan mal de él.
¿Heber sí era una buena persona?
— Lo siento mucho.— murmuré, sentía mucha pena en ese momento.
— No hace falta que sienta lástima por mí, doctora.— me miró fijamente— No hay que sentir lástima por un demente, porque ellos no lo sentirían por ti, ¿No es así?
En efecto, decía la verdad y lo odié por no equivocarse. Allí dentro nadie se sentía culpable de nada, la palabra resentimiento no era conocida. Si cometias un error era tu problema y de nadie más, ninguna persona te ayudaría ni aunque le rogaras.
En el psiquiátrico, era un paciente contra los demás... un psicólogo contra todos los pacientes.
Así se habían mantenido durante todos esos años, así coexistían y, al parecer, funcionaba porque no habían tantos conflictos como se esperaba.
Aún así, era triste escuchar una historia como esa. Sabía que había cometido un error al tratar de matar a los culpables, pero eso era por supervivencia. El típico «el más fuerte y valiente se consagraba el vencedor» le habían arrebatado el amor y como todo ser humano quiso que los demás sintieran al menos un poco del dolor que él sentía en ese momento.
Vida por vida. Quitabas algo, y luego alguien más te lo quitaba a ti.
Tenía que dejar en claro que no intentaba justificarlo porque no servía de nada, además eso era injustificable. Pero aun así traté de dibujar en mi mente alguna razón para no temerle más de lo que ya le temía.
Porque si me decía a mí misma que la persona que tenía frente a mí era un desalmado, que hacia daño porque así lo quería, entonces hubiese salido corriendo por esa puerta y enviado mi carta de renuncia a Léonard esa misma tarde.
— No lo piense tanto. Si yo ya lo superé, a usted no le tiene que afectar.— dijo, quitándole importancia.
— Aunque no lo creas, Heber, si me afecta. Nadie debería de vivir algo así, ni siquiera alguien como…— me callé antes de decir algo que luego lamentaría.
— ¿Alguién cómo yo? ¿Alguién encerrado en un psiquiátrico? Por favor, termine la frase, doctora.— me alentó, con un tono de fastidio disfrazado de tranquilidad.
— Alguien que se encuentra en el mismo estado en el que tú estás.— traté de revertir el asunto.
— Alguien que no se encuentra psicológicamente bien… solo dígalo, sin rodeos.— se quejó.
Suspiré, dejando caer mi espalda sobre el respaldo de la silla.
Sí, estaba en lo cierto; era un loco pero no quería recordárselo todo el tiempo. Demasiado ya debía de tener con estar rodeado en cuatro paredes sin color, ver personas a las cuales no les importaba realmente y tener que hablar de cosas que no quería contar, como para cada día le estuvieran lanzando frases hirientes e iluminar una vez más la razón por la cuál estaba ahí.
Mis intenciones no eran hacerlo sentir mal, aunque realmente dudaba si mis palabras algun día lo llegaban a lastimar.
Evitaría usar algun comentario que pudiera enfadarlo o irritarlo, pero eso no quería decir que sería un sendero repleto de pétalos de rosas y que hablaríamos de lo que Víktor quisiese para que se sintiera comodo. En cada camino existían baches, y en cada conversación habían temas no deseados que intentabamos esquivar. Así que, por más que mi paciente gritara y creara un espectacular berrinche diciendo que no le gustaba tal cosa para que no siguiera escarbando en su vida, tenía que seguir con eso.
Tenía que conocerlo del todo a como diera lugar... me había contando sobre sus primeros años de vida, ya era hora de que me contara sus sueños por completo. Era tiempo de decirlo todo, sin guardarse nada.
Me había decidido hacer un excelente trabajo con él, y realmente esperaba conseguirlo. Estabamos hablando de un paciente que, al parecer, tenía algunos secretos, o trucos bajo su manga, y que evitaba a toda costa hablar de su vida anterior al psiquiátrico. Pero podía asegurar que, con mi profesión y mi paciencia, lo lograría.
Mi meta era saber absolutamente todo de Víktor Heber.
— Continuemos… con tus sueños. Necesito que específiques qué sucede en ellos.— expliqué.
— ¿Está segura? Entrará en un mundo extraño, ¿Está dispuesta a hacerlo?
No, no lo estaba.
No quería pero debía de hacerlo, era mi deber. Quizá no lo hice realmente, pero quería creer que al aceptar ese caso había dado mi palabra de que, hasta que no encontrara una solución, no me daría por vencida. Así que, por más que quisiera, no me iría. Por más temor o preocupación que sintiera por mí, allí seguiría; enfrentando a aquel hombre misterioso.
Tal vez en otro momento hubiese dejado todo y desaparecido para poder controlar mi mente. Queriendo volver a sentirme segura, deseando volver a mi antigua vida tranquila y relajada. Podía imaginarme retrocediendo en el tiempo para no seguir ahí, pero sabía que eso no era posible.
Una vez que entrabas en la vida de Víktor, era muy poco probable que pudieras salir sin ningún problema.
— Solo cuéntame.— lo alenté a que continuara.
— De acuerdo… a veces siento que alguien me observa, entre la oscuridad de la noche.— mi miró fijamente, provocando que recordara la pesadilla de la otra noche— Otras veces escucho ruidos. Gritos de agonía y desesperación, pidiendo ayuda. Siento como si tocaran mis hombros, pero al voltear no hay nadie. Escucho una respiración fría como el invierno rosando mi cuello…
Solo era un relato, pero aún así podía sentir el pánico que seguramente él sentía cada vez que cerraba los ojos. Se suponía que dormir te traía paz y tranquilidad, pero con pesadillas como esas sería imposible hacerlo. Era vivir constantemente con los recuerdos, era como estar despierto todo el día sin oportunidad de descansar.
Y claro que yo estaba familiarizada con eso, conocía perfectamente esa sensación de cansancio que te obligaba a parpadear muy seguido para no quedarte domida. Por más que fue una única vez y que duró poco, la imágen de la visita de la silueta era constante, y parecía tener más vida de noche. Cuando el sol se ocultaba y ya no podía ver su luz, cuando el único sonido que se podía oír era el de las hojas secas siendo empujadas por el aire, haciéndolas parecer como si fueran pisadas.
Tan aterrador como encontrarte con tu miedo más grande... tenerlo frente a frente y no saber cómo huír.
Nadie podría ser capaz de intentar soñar, sabiendo que tarde o temprano te encontrarias con oscuridad. Sabiendo que los sueños bonitos dejaron de existir, dándole lugar al pánico y temor. Las hermosas aves coloridas pasaban a ser cuervos negros; con garras enojes y picos puntiagudos, esperando por picotear y arañar cada centímetro de tu piel hasta que el olor y viscosidad de tu sangre se hiciera presente, brillando inmensamente en sus ojos oscuros.
— ¿Hace cuánto tiempo que tienes esas pesadillas?— hablé, apretando mi mano y despabilando mi cabeza.
— Perdí la noción del tiempo. Te terminas acostumbrando, ¿Sabe? Es solo controlar tu mente, sino estás perdido.
Sus palabras eran algo contradictorias.
— Puedes controlar tu mente, pero no tus acciones ¿En qué te ayuda eso?— indagué, recordando la razón por la cual estaba encerrado en ese lugar.
— En que dejas de asustarte… dejas que todo fluya y solo sientes paz.
Hice una mueca en desacuerdo.
¿Sentir paz teniendo pesadillas?
Eso era algo que no cualquiera podía lograr, yo no veía haciendo mi por más que pasaran años. No era normal no asustarse, todos teníamos algún miedo que nos hacia correr. Y tal vez algunos miedos, o sus causas, eran simplemente inventados por nuestro cerebro, pero eso no significaba que no pudieran hacernos daños. Ellos o nosotros mismos.
Muchas veces las cosas inexistentes eran las más peligrosas.
Observé a mi paciente con determinación.
No podía entenderlo, ¿Porque daba a entender tan relajadamente que ya no le temía a sus pesadillas, sino que sentía paz con ellas? ¿Cuántas noches había tenido que enfrentarlas? ¿Por cuántos años había estado conviviendo con ellas?
Su comentario solo me demostró que Víktor era más fuerte y demente de lo que pensaba. Y eso lo hacia aún más poderoso.
— Y respecto a mis acciones...— siguió hablando— No me arrepiento de lo que hice, terminé aquí pero valió la pena.
— ¿No crees que haya sido un error?
— Error fue no poder matar a los culpables… solo los envié al hospital.
Abrí y cerré mi boca rápidamente.
Eso ya era demasiado para mí.
Estaba hablando despreocupadamente, sin remordimiento, sin lamentaciones. Parecía no afectarle nada, había hecho justicia por mano propia, sin importarle que eso fuera un delito.
Él era alguien que creía que el mal se pagaba con más mal, y eso no era así. La vida era dura, sí, pero no podías dañar a todo el mundo solo porque habían cometido alguna equivocación.
Yo era fiel creyente de que, si existía algun Dios, él se encargaba de las personas que habían pecado.
Así que no podía estar de acuerdo con sus palabras, y no se trataba de religión únicamente sino de humanidad. ¿Qué pasaría con el mundo si todos pensaran igual que Víktor? ¿Hasta dónde llegarían? Ni siquiera quería pensarlo.
— Terminamos por hoy.— le informé, poniéndome de pie.
— Necesito decirle algo, doctora.
— Habla.
— Controle su mente… a veces puede sentir que todo es real, cuando en realidad solo está en su cabeza. La demencia es algo que puede acabar con cualquier mente frágil. ¿Qué tan fuerte cree que es la suya?
Giré mis ojos.
Ya se había tardado en decir algo tan absoluto. Por un segundo pensé que se había olvidado de todo su juego y que dejaría de tratar de asustarme para que diera marcha atrás con el caso.
Pero, lamentablemente para él, mi trabajo estaba yendo de maravilla y todo gracias a su colaboración. Estaba segura, por chequear el historial de mi paciente, que ninguno de los anteriores psicólogos que lo habían atendido supieron cosas de su pasado como lo había hecho yo. Sin siquiera saberlo, Heber había puesto de su lado para que mi labor siguiera su rumbo hacia la meta.
— ¿Crees que puedes poner en dudas mi cordura?— indagué, cruzandome de brazos— Tengo autocontrol, Víktor.
Sentí mi garganta seca.
Una sonrisa, grande y sincera se posó en sus labios, dejando ver dos sutiles hoyuelos en sus mejillas.
¿Qué le pasaba?
¿Por qué sonreía de esa manera tan tierna y gentil?
Su forma de mirarme hizo que mi corazón se descontrolara y, si contaba con el gesto anteriormente dicho, podía explotar en cualquier momento. Fue tan hermoso y tan... sexy a la vez.
Abrí mis ojos en grande al comprender lo que mi mente pensó.
¿Hermoso y sexy? ¿Acaba de considerar hermoso y sexy a la persona que me quería dañar mentalmente? ¿A mi jodido paciente?
Centrate, Alejandra, déjate de locuras.
— Es la primera vez que me dices así, Alejandra.
Aclaré mi garganta antes de hablar.
— Es tu nombre, ¿No?
Él rió, dejando que su espalda quedara cómodamente apoyada en el respaldar de la silla.
— Sí, lo es. Pero pensé que no usabas el nombre de tus pacientes a no ser que fuera un caso especial.— me miró seriamente, lamiendo su labio inferior— ¿Me has tomado cariño?
Era mi momento de reír.
¿Qué estupidez acababa de decir? ¿Yo tenerle cariño a un paciente?
Pff, sí, como no.
— Que gran chiste.— dije, tratando de controlar mis ganas de reírme en su cara— Será mejor irme.— aseguré, dándole la espalda.
— ¡No me has respondido!— exclamó un tanto rápido, parecía ansioso.
— ¿En serio crees que puedo tomarte cariño?— pregunté, mirándolo sobre mi hombro.
— Sí,— respondió, sin titubear— No importa si estamos en un psiquiátrico; no importa si eres una psicóloga y yo soy un demente, un sentimiento afectuoso puede ser creado en cualquier parte del mundo, sin detenerse por las etiquetas que lleven las personas.
Arqueé mis cejas con asombro.
¿Desde cuándo Víktor hablaba de cierta forma filosófica?
Negué con la cabeza. Era absurdo.
Por más diferencia que usara entre una palabra y la otra, por más que tuviera un gran significado y que de alguna manera tuviera razón, no podía seguir escuchando y reflexionando en lo que acababa de decir.
El caso de que alguna otra persona pudiera enamorarse en una situación parecida a la nuestra, no quería decir que nos iba a suceder exactamente lo mismo.
Jamás me metería con un paciente. Jamás.
— Piensa lo que quieras.— dije, volviendo a mi caminar.
— Eso hago... hasta la próxima, Alejandra.
— Hasta la próxima, Víktor.— susurré, antes de tomar el picaporte y salir de la sala.
Di un paso por el pasillo, antes de notar que Campos estaba detrás de mí.
— Cada día me sorprende más la locura con la que puede salir diciendo algunos de estos.— se burló, de todos los pacientes, de Víktor y de sus palabras.
— ¿Lo has oído decir algo así a otra mujer?— ni siquiera supe por qué quería saberlo— Quiero decir, si alguno de los otros psicólogos que lo habían atendido era mujer.
— Sí, creo que cinco lo eran.— trató de recordar, llevando su dedo índice hacia su mentón— Y no, nunca había hablado de esa forma.
Asentí.
No quería darle mucha importancia, tampoco al bombeo un tanto acelerado de mi corazón después de escuchar lo que acababa de escuchar.
Fui la primera, y eso en cierta forma me alegró.
— De todas formas, doctora.— el guardia siguió hablando— No piense mucho en eso, son palabras sin sentido dichas por un loco.
Apreté mis manos a mis costados, formando puños.
La manera que tenía Campos de referirse a los pacientes no me gustaba para nada. Segundo día conviviendo con él y me decepcionó, realmente creí que sería alguien gentil, y que, a pesar de que su trabajo fuera un tanto complicado, sabía cómo llevar la situación. Pero me equivoqué, él se comportaba como si tuviera más valor que los demás, y aunque él estuviera bien de su mente, no significaba que tenía el derecho de menospreciar a los habitantes del psiquiátrico.
Tomé una bocanada de aire antes de voltear a verlo.
No quería seguir a su lado, lo quería lejos. Muy lejos.
— Gracias por tu ayuda, Campos. Que tu turno siga igual de tranquilo.— dije, y él sonrió. A lo mejor ni tono frío y mi mirada fulminante no sirvieron o tal vez no notó mi cambio hacia su persona.
— Gracias, doctora. Que tenga bonita tarde.
Ni siquiera me molesté en contestarle, simplemente lo dejé en el inicio del pasillo y seguí mi camino hasta desaparecer por la primera esquina que encontré.
Ni tampoco pude dar ni cuatro pasos, cuando divisé a Léonard avanzando hacia mi dirección. Relajé mis hombros y traté de olvidar el mal momento que pasé con Campos y sus comentarios absurdos que dejaron mucho que desear.
¿Acaso un guardia no podía limitarse a su trabajo y mantener su boca cerrada? ¿Creía que se veía inteligente lazando palabras de desprecio? Estaba claro que él no sabía lo ridículo, engreído y estúpido que había quedado después de aquello.
El que se sintiera mejor que unas pobres personas mal de la cabeza, sólo lo hacia peor que ellas y causaba lastima.
Mostré mi mejor sonrisa cuando el cuerpo en movimiento se detuvo frente a mí.
— Al verte así puedo decir que te hizo muy bien el descanso de ayer.— dijo mi jefe.
¿Descanso? No tuve ni una hora de descanso.
Ni siquiera lo hubiese llamado así, más bien «día de aprendizaje sobre Alemania» Porque sí, había estado tan entusiasmada que estudié hasta su cultura y los típicos platillos del país.
Bonita forma de pasar el día, debía de admitirlo.
— No estuvo nada mal.— le contesté.
— Me alegra saber que te sirvió.— sonrió y yo asentí— ¿Qué tal la charla de hoy?— Léonard preguntó segundos después.
— Bien, me habló un poco más sobre sus sueños...
— Vas por buen camino.— aseguró.
— También me contó que fue criado en un orfanato y que cuando fue mayor de edad viajó hasta aquí para estudiar en la universidad.
— Vaya, ¿Te dijo qué estudió o si culminó su carrera?
— No, de hecho olvidé preguntarle.
— No te preocupes, es algo irrelevante a decir verdad.— dijo, restándole importancia— Entonces ¿Es probable que tengamos a un doctorado ingresado aquí?— volví a asentir un tanto insegura— Quien diría que unos profesionales atenderían a otro profesional.
¿Acaso eso era un peso fundamental en esa situación? ¿Algo a lo que le debíamos de dar importancia? No, claro que no.
El hecho de que Víktor hubiese ingresado a la universidad, no evitó que hiciera lo que hizo y que terminara encerrado en un psiquiátrico.
El mundo daba muchas vueltas, y la vida tenía diversas sorpresas para cada uno de nosotros... solo debíamos de esperarlas.
Percibía que la sorpresa que tenía oculta el paciente 07 para nosotros era enorme y que se aproximaba, entre tanta oscuridad que era imposible notarla con nuestras vistas.
*Du wirst nie müde. Warum kommst du nicht in die realität zurück?: Nunca te cansas. ¿Por qué no vuelves a la realidad?
* Hör auf deutsch zu sprechen: Deja de hablar alemán.
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