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Pulsio.



You got me turnin' all around to be who you need me to

Should I be quiet?


*



(31 de octubre)

(Halloween)

Una pequeña fiesta se llevaría a cabo en el Chateau, bajo el basto presupuesto del TSC.

(Lo olvidé.)

Saiko había planeado todo anticipadamente, ya que Urie se mantenía, la mayor parte del tiempo, entre pilones de papeles que se erigían como torres reciclables sobre su escritorio.

Hsiao y Higemaru colgaron cada adorno con dedicación, los invitados no tardarían en llegar. La oscuridad de la noche era apropiada, las telarañas de utilería decoraban las esquinas, como si fueran muérdagos del estilo gótico.

Las luces tenues del Chateau no dejaban vislumbrar algunos rostros. La música, envergaba los oídos de todos los presentes, logrando que descargas eléctricas impulsaran a sus cuerpos en alguna que otra danza.

No era demasiado tarde aun. Todo el mundo era consciente de que al día siguiente se debía trabajar.

Urie aún no podía creer lo arreglado que se veía, aun vistiendo aquel elegante traje a rayas y capa a juego. Su pálida piel solo resaltaba con vehemencia, el color del maquillaje rojizo alrededor de sus ojos. Hsiao la sirena mística, había sonreído satisfecha y complacida por su buen trabajo, Saiko como la pequeña bruja, festejó la apariencia de su líder.

Un vampiro.

Se miró al espejo de reojo, estaba algo nervioso. Todos en la fiesta de noche de brujas, estarían vistiendo algún disfraz, solamente con la idea de sentirse dentro de alguna historia de horror ficticio, puesto a que su trabajo, realmente, les aterra aún más que cualquier cuento de Poe.

La casa comenzó a poblarse de miembros de otras escuadras, personal del TSC y algunos conocidos como es el caso de Kaneki Ken y Kirishima. Risas cómplices, miradas fugaces resplandecían en la penumbra.

El estado en alerta, como el de un pequeño gato rabioso, lo describiría al ver a cierta líder traspasar el umbral del Chateau. El corazón paralizado, al mirar su figura pasearse por la entrada del salón principal.

(Mutsuki.

Ella luce tan bien)

Una momia y su escuadra se hacían presentes. Aura, el imitador de Frankenstein, sonrió sutil al estrechar la mano de su ex líder. Ayumu vistiendo una larga sabana, saludó cordial para alejarse rápidamente hacia las mesas coronadas con ponche de varios colores.

Urie suspiró de momento a otro, algo no andaba bien con lo que a sus ojos respectaba. No era que el alcohol de su bebida fuera de una graduación elevada, ni que el cansancio lo estuviera embargando.

Aspiró un poco de aire, antes de tomar un trago de su vaso. No había notado aquello con anterioridad para ser precisos. No era un problema tan grave, que las vendas del traje de Mutsuki estuvieran algo desalineadas y fuera de su lugar. Debía de lidiar con su perfeccionismo para sus adentros, sí quería mantenerse en píe antes de retirarse hacía algún recoveco de descarga emocional.

Disimular, su mirada furtiva, cada vez que observa la mano de Aura, bordear el dobladillo del top que componía el traje de momia. ¿Por qué Mutsuki llevaba ese atuendo por empezar?

Conociéndola, le habría dado tanta pena siquiera mirarlo y tenerlo entre sus opciones. Sus manos habrían cubierto su rostro, evitando el rubor acentuado en sus mejillas. Tan solo eran dos pequeñas prendas blancas, hechas de vendajes médicos o imitándolos con algún material liviano.

Hogi, por su contrario vestía algo tan conservador, algo perfecto para Mutsuki. No odiaba ver la piel de su estómago y espalda, claro que no. Sino, que detesta las yemas de los dedos de Aura rozarla, cuantas veces le diera la gana.

(No vuelvas a tocarla...)

La sonrisa ladeada marcada en indeleble negro. Naturalmente, era Aura y su altanería reflejada en ese espejismo oscuro, mirándolo a él. Retándolo a un duelo inalcanzable.

¿Ella siquiera se daba cuenta?

Aprieta la mandíbula olvidando los dientes de plástico que se encuentran en su boca. El ligero dolor agudo lo saca de su ensañamiento. Una gota carmesí se desliza por sus labios, fastidiado, bebe otro sorbo de su bebida. Necesitaba algo más fuerte, si quería sobrevivir a aquella escena tan irritante.

Saiko sonríe traviesa al ver a su líder tan entusiasmado con la botella de Ron. Se aproxima al mismo, tratando de encender alguna llama prohibida. Con iniciativa propia y bastante confiada de sus habilidades, menciona algunas cosas al azar.

— Uriko, quisieras no parecer tan desesperado por favor... Eso es vergonzoso.

La mirada desconcertada la escruta ocasionando una acentuación en su sonrisa de niña.

— Mucchan—Balbucea— es tan bella~

Urie no sabe si sus reacciones se deben al impulso del alcohol viajando por su torrente sanguíneo. El cuerpo comienza a pesarle y sus extremidades, le es difícil moverlas con agilidad. Caer en el sillón que se encuentra a unos sencillos pasos de distancia, es una acertada decisión.

La pequeña neet decide echarse a andar como una pequeña mariposa, bordeando el mueble de elegante tapizado. La cabeza de Urie esta ladeada, dejando espacio a cualquier susurro intruso.

— Lo sé, lo sé...— comienza diciendo como un aliciente oral.— Puedo verlo en tu rostro Uriko~

— M..Mutsuki...ella

— ¿Has visto su cabello?, su aroma es tan dulce~

— ¿Su cabello? —Sus ojos se enfocan en la cabellera verde que lo atrae como si fuera un trébol luminoso.

— Y sus ojos, ¿no están, esta noche, aún más brillantes?

— Brillan...brillan como una bengala en la noche – Ríe suavemente en su ensoñación.

Mutsuki sonríe de una forma tan cotidiana. Algo normalizado entre ellos. Su cuerpo comienza a moverse al compás de una melodía insinuante. Urie bebe algo de Ron en su honor, percibiendo el ardor descender cuesta abajo por su garganta.

Saiko amplia su sonrisa, algunas veces solía pensar en que era muy fácil lidiar con Urie, como existían veces en las que no entendía porque se volvía tan introvertido y reservado. Ella lo apreciaba en demasía, como a su hermano mayor.

— Su cuerpo se ve tan liviano. ¿Podría hacer crujir tu cama?

Urie exhala algo de aire contenido y divaga con la mirada por el resto de la habitación. Saiko habla estupideces, de eso se quería convencer.

Aura se acerca a Mutsuki y le habla al oído. Un susurro inaudible que le provoca una risa apaciguada.

Verlo tan desesperado, le producía cierta ansiedad. Lo ayudaría en todo lo que pudiera y si era el caso, lo empujaría hasta la boca de Mutsuki si la situación así lo requería.

— ¿No son sus brazos tan lánguidos, como las extensiones de una peligrosa enredadera?

— Una flor nocturna. – susurra en un suspiro cerrando sus ojos.

— ¿Y su piel será tan suave como sus labios?

El tono de su voz era embriagante, Urie podría imaginarla a ella por siempre. Corriendo hacia él, bajo aquella oscuridad, con los sentimientos brotando a borbotones.

— No puedo.

¿Por qué no? —Entrecerró sus ojos encontrando un posible punto débil— ¿Es tu cobardía lo que te contiene?

— No soy un cobarde (¡No del todo!)

— Mírala. —Retó suspicaz— ¡Mírala Urie!

— No. —Cortó fríamente, resistiéndose a la visión.— No quiero seguir con esto.

— Mírala. – Insistió agraciada—Mira la sombra de su ombligo, ¿Sentirá cosquillas?

Jura que el susurro insinuante sobre su oído lo estaba llevando a un delirio impropio. Cientos de vellos se elevan, al son del latigazo sobre su piel.

¿No quieres comprobar que tan bien sabe? — Apostó con sutileza. — El sabor de cada rincón de su piel. Podría ser exquisito.

El calor acumulado en los músculos de su cuerpo castigado por tanto alcohol y cansancio, lo obligan a reincorporarse de momento a otro. Le lanza una mirada recelosa a la pequeña niña extasiada con su reacción observándolo expectante.

— ¿Qué sugieres que haga?

— ¿Es algo que yo deba contestar querido líder?

—...

Urie no quiere tener que recurrir a esa extraña fantasía instalada en su mente. Una ilusión tan indiscreta, tan ajena a lo que quería demostrarle a ella.

Él no era aquello.

No quería besarla hasta el cansancio, ni escuchar su voz debilitada.

No debía.

No debía permitirse imaginarla debajo de su piel, percibiendo su aroma en cada centímetro de su habitación.

Comenzar en el sofá, viajar hacia el suelo alfombrado. Elevarla sobre la pared de yeso y terminar en su cama, como un remolino impulsivo.

Saiko ladeó la cabeza intrigada al ver partir con impaciencia a su líder de escuadra. Abarrotado y confuso se refugió en el estudio del Chateau. Con la idea en mente de poder despejar aquel bajo instinto, que se había planteado momentos atrás.

Chasqueó su lengua, molesto, tras retirar los dientes de plástico que le habían dificultado poder comer con normalidad aquellos deliciosos bocadillos de mariscos.

Tomó asiento, detrás del gran escritorio de madera pulida, apoyando la frente sobre su palma derecha. Restregando su cabeza, murmurando palabras sin sentido, oraciones que lo vinculan a Mutsuki sin una sintaxis adecuada. Algún que otro mechón de cabello se deshace de su peinado impoluto de gomina.

Percibe el aroma que lo embriaga, podría olerla a kilómetros. Su mundo vuelve a paralizarse.

Ella estaba ahí, tocando a la puerta.

Abrirla era una opción precipitada. Permitir su ingreso, solamente agravaría la situación. Meditó la opción de no emitir sonido y dejar a los designios del destino actuar por su propia cuenta.

(Entra, entra, entra, entra, entra, entra) Era su inconciencia presionando a su pobre mente.

Dos golpes más y la puerta de roble, se abrió con suavidad. El eco de la música del salón principal llegaba a sus oídos como golpes de martillos.

¿Urie?...—Preguntó hacia los despojos del líder del S3, el cual aún no se resignaba a cambiar de posición. — ¿Te encuentras bien?

Él no respondió, encendiendo una llamada de alerta en la morena. Dubitativa y preocupada, decide adentrarse en la habitación vagamente iluminada por una lámpara mediana.

— ¿Urie?

— Mutsuki será mejor que te vayas.

— ¿Qué?

— He estado bebiendo demasiado, creo que este es mi límite.

— En ese caso, ¿no quieres que te acompañe hasta tu cuarto?

Levantó la mirada oscurecida al escuchar lo último mencionado por ella. Aquella perspectiva era tan tentadora a sus ojos. Y podría mejorar, si dejaba que sus manos se deshicieran de esas limitadas prendas y limpiaran cada huella dactilar, con sus dientes afilados, que Aura se había atrevido en dejar desperdigadas por su piel.

(No te haré daño. 

Puedo jurarlo.)

¿Urie?

Saiko tenía razón. Su voz sonaba tan dulce.

Esa noche y todas las noches. Cada día, cada momento en el Chateau desde que la conoce.

— Deberías marcharte.

Urie se reincorporó algo inestable, aun con la mirada ensombrecida, con los labios algo resecos, con la ansiedad en su cuerpo, gritándole miles de pensamientos insanos.

— ¿Debería?

Mutsuki se apartó al tiempo en que Urie se aproximaba a ella con ímpetu. Su respiración se hacía pesada, como si estuviera nerviosa por algo. Mejor dicho a la espera de algo. Aunque se jurara que Urie, era para ella una gran fuente de tranquilidad y equilibrado estadio de confianza, no podía evitar sentir una sensación extraña recorriendo su piel.

— Mutsuki. — Pronunció en un susurro cargado de deseo.

Pero, el que estaba en frente de ella en ese preciso momento, no se parecía en nada, al líder de escuadra que creía conocer y aquel desconocimiento provocaba ciertas alteraciones en su interior.

Su corazón retumbó sobre su oído, cuando la pared le indicó que era el final de su caminata en reversa. Los ojos ardientes, despedían miles de mensajes sin codificar en la penumbra. Acorralada, pero, con un rayo de esperanza encaró a Urie con su desafiante seguridad.

Las palmas de las manos masculinas, se deslizaban sobre el papel tapiz, tratando de calmar el deseo contenido. Sin embargo, al rozar ligeramente la piel del brazo de Mutsuki con la punta del pulgar, la sonrisa ladeada se había incrementado con intensidad.

Ella cerró sus ojos fuertemente, creía haber visto esa mirada en otros depredadores.

La respiración acelerada y el temblor de su piel le recordaban, alguna que otra visión del pasado que tanto deseaba olvidar.

— Lo siento. – Le escuchó decir en un susurro.

Ambos brazos de él ponían distancia entre sus cuerpos. Ella abrió sus ojos ante la súplica.

—Lo siento mucho, Mutsuki.

Su corazón dio un respingo, no entendía por qué aquello, a pesar de los nervios y el temor revivido, le causaba tanto dolor.

El semblante de Urie se encontraba jadeante y anhelante aun entre las sombras. Con algo de valor reunido, alzó una mano para rozar su mejilla, con la punta de sus dedos.

— ¿Mutsuki? —Preguntó suavemente, como pidiendo un permiso que no sería concedido.

Ella no apartó la mirada en ningún momento, expectante, decidió escuchar cada palabra mezclada en el aliento etílico.

—No puedo evitarlo.

— ¿Qué no puedes evitar? – Cuestionó cómo una retórica.

Su rostro se había acercado tanto al de ella, que sus manos trémulas se acentuaron sobre el pecho de Urie en un vago intento por alejarlo, sin dañarlo en el proceso. Su corazón latía con fuerza, con avidez.

— Urie por favor... —Masculló en un hilo de voz.

Sintió los labios rozar los propios con suavidad. Un gemido contenido se escapó de su boca al ser apresada en un segundo asalto y la humedad en la cavidad, le era tan adictiva como el alcohol que había ingerido con antelación.

Los ojos verdes atónitos buscaron una respuesta en los nebulosos oscuros de él. Pero sólo una frase susurrada obtuvo como respuesta, agitando su corazón, revolviendo cada pensamiento dentro de su pequeña cabeza. Implantando insectos en su estómago con el pulso acelerado ante otra intromisión de su boca.

—Lo siento—zumbó sobre su oído. —Me he convertido en un hombre.


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—Aura... ¿A dónde te diriges?

— Es Tooru. Ella se marchó hace bastante tiempo, solo desapareció por ese corredor. —Señaló algo perturbado— Iré por ella.

— Descuida, ella está en buenas manos. — Comentó con una sonrisa socarrona en sus labios.

— ¿A qué te refieres?— La duda no cabía en su rostro.

— Puedes confiar en que nuestro querido líder, sabrá tratar a una dama como se debe.

— ¿Urie...Él?

— ¡Eureka!


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Hola, mi querido lector.

Estaba experimentando con algunas ideas y de pronto me vi en el final de este escrito improvisado. La idea en un principio era redactar algo muy corto y con un final completamente distinto a éste. Sin embargo, me gustó como quedó plasmada la situación.

Ya sabemos que Urie ama a Mutsuki con todo su ser y que sufre de celos por medio mundo pero se obliga a dejar a su musa en libertad, solamente con el propósito de lograr su felicidad. 

No obstante, creo que aunque el amor de Urie es muy dulce y protector, no deja de ser un hombre, con impulsos y deseos sexuales. Así que decidí darle una oportunidad, aún entre todo ese manojo de nervios, pensamientos introvertidos y limitaciones auto-impuestas. 

Espero la lectura sea de su agrado. 

Recomendación musical: Quit Playing - UKiss. // Nervous - The Neightbourhood.♫

Sin mas que decir; ¡Hasta la próxima entrega!


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