Capítulo 20
El señor Leonhart miró a Annie con la ceja arqueada. Su hija tenía una sonrisa hermosa por lo que parecía ser su nuera, a la que ya llevaba algo de tiempo queriéndola conocer.
Estaba sudorosa, despeinada, cansada por el largo viaje y tenía un regalo en sus manos. Aplastado y derretido por cierto, pero tenía un perfume delicioso.
Annie se abalanzó sobre ella sin importar que tan sucia esté y la invitó a pasar. La azabache miró a su suegro, un poco nerviosa pues nunca había interactuado con algún familiar de Annie anteriormente.
—Lamento llegar así.—Dijo Mikasa.— Fue un viaje muy largo, y hacía mucho calor.
Annie se acercó hasta ella con un vaso de agua. Su padre asintió sin darle mucha importancia a eso. Era cierto, hacía calor y el aire del viaje seguro la despeino, pero le dió un punto a favor por llegar muy temprano.
Llegar temprano es muy importante, y significa que te importa.
La invitó a pasar. El y Annie se sentaron en el sofá, pero la azabache no, ella solo sonrió nerviosa y no se movió de su lugar.
—Sin miedo hija, siéntate.
—Gracias.
Lo hizo.
Annie miró a su padre y sólo le rezó al cielo porque no comience con sus preguntas extrañas o incomodas, cosa en las que el hombre era experto.
A la hora de la cena, todos fueron al comedor.
—Está deliciosa, señor.—Dijo Mikasa.
El señor Leonhart asintió agradecido.
—Me alegra que te guste la comida, Mikasa.
Mikasa dejó de mirar a Annie y miró a su suegro con duda.
Ah, claro. La comida.
Annie la miró avergonzada y pateó su pierna bajo la mesa.
—Annie quería comprar comida, pero le dije que no.
—Estaba muy cansada, apenas pude llegar del trabajo para cambiarme.— Se defendió Annie.
—Está bien señor. No soy exigente con eso.— Le sonrío a Annie.
—Al menos tu sabes cocinar ¿verdad? Por que si no, aquí mis ojos.—Miró a Annie.— Te hará comer solamente sopa instantánea.
Annie arqueó la ceja y lo miró molesta, mientras Mikasa reía.
—Ese es...mi trabajo. Bueno, algo así. La mitad del tiempo estoy limpiando el desastre de los verdaderos cocineros...trabajo en ello, pero puedo defenderme diciendo que si. Estudiaré gastronomía muy pronto.
Analizó sus palabras mientras asentía lentamente. Mikasa tragó saliva. La mirada de su suegro era penetrante y no sabía lo que iba a decirle.
—No te desanimes.— Cerró los ojos. Mikasa y Annie lo miraron con las cejas alzadas.— Así empezaron muchos.
Mikasa asintió agradecida.
—Gracias señor.
Suspiró, y miró a su hija, un poco triste. Ahora que pasó el tiempo, realmente se da cuenta de que debió decirle eso a Annie. Tal vez la chica hoy sería lo que se planteó si la hubiese motivado a avanzar.
Su novia lo estaba haciendo. La motivaba a seguir. Tenían metas y planes B en caso de que las cosas no resulten como las pintaron en primer lugar, pero ya pensarían en como resolver las cosas. Incluso si no lo lograba, la motivaría a seguir con otras cosas. Al final se trataba de no rendirse.
Más tarde, Mikasa se quedó a dormir en el sillón, junto al obeso gato. El padre de Annie insistió en que o dormían separadas o Mikasa dormia afuera.
Annie bajó silenciosamente las escaleras y se acercó hasta la azabache, que acariciaba al gato para que durmiera.
—Hola.—Murmuró en su oído.
Mikasa se giró asustada y el gato salió huyendo hacia el cuarto de Annie.
—Annie ¿Qué haces despierta?
—No podía dormir.—Se sentó junto a ella.
—Tú papá hará que duerma afuera.—Dijo Mikasa.
—¿Quieres que me vaya? —Se hizo la ofendida.
Estaban muy cerca la una de la otra. Prácticamente podían sentir la respiración de la contraria, muy calmada y cálida esa noche.
—Vale.— Se separó antes de que la azabache pudiera besarla.— Buenas noches.
Mikasa la miró necesitada pero no la siguió. Se quedó ahí y suspiró. Frente a ella se encontraba una foto del señor Leonhart con Annie, y una mujer muy parecida a Annie. Posiblemente su mamá.
Se quedó seria y talló su brazo, incomoda.
—Lo siento señor y señora Leonhart Ella...ella fue la que se me acercó.— Explicó cómo si le faltara un tornillo o como si en serio tuviera a los padres de Annie cerca.
A pesar de ser solo una foto, se sentía observada por el hombre. Por su suegro. Le dió la vuelta y procedió a dormir. Había pelo de gato regado en todo el sillón y la sabana. No era alérgica ni mucho menos, pero cada que lograba conciliar el sueño, algún pelo de gato se metía en su garganta y nariz.
Al día siguiente.
—Mandame una foto de Oreo cuando llegues.—Dijo Annie, abrazando a Mikasa.
—Claro.
Se colocó de puntillas y la besó. Mikasa miró hacia atrás y se aseguró de que su padre no estuviera cerca.
—Cuidate ¿Si?
—Está bien.— Le regresó el beso de forma rápida y Annie sonrió, abrazando una última vez a la azabache por ese día.
—No quiero que te vayas todavía.
—Tengo que.— Suspiró.— Pero te veré pronto, ya verás.
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Meses después.
Finalmente llegó a casa, cansada. Subió a su cuarto y se recostó en la cama. Su padre había salido a comprar algunas cosas para cenar. Se quitó el uniforme de trabajo, y cuando el internet llegó, comenzaron a entrar los mensajes.
Dejó la mochila aún lado y sonriendo, tomó el teléfono. Tenia unas ojeras terribles, pero su novia la seguía viendo como si fuera una diosa, porque para ella lo era.
Eran las 10 de la noche, y Annie luchaba por no dormirse, ya que era pésima en desvelarse, pero quería seguir hablando con Mikasa por videollamada.
—Annie.—Entró su padre.
Miró a su hija, después lo que estaba haciendo y rodó los ojos al ver a la azabache en la pantalla del teléfono.
—Hola señor.—Dijo Mikasa, agitando su mano.
La verdad es que, era una buena muchacha y parecía tener buenas intenciones con su hija.
—¿Vas a cenar?
—Si, en un momento.— se talló los ojos.
—Bien...te quiero.
Lo miró.
—Yo también te quiero, papá...
—¿A mi también me quiere verdad? Suegro.—Preguntó Mikasa.
—No.—Salió.
Al final solo sonrió y sirvió la cena mientras Annie bajaba. Si le agradaba, pero no era para decircelo.
—Tengo que ir me.— Dijo Annie.
—Entiendo.—Sonrió. Recostó la cabeza sobre la almohada y se acomodó.—Luego te llamo, ¿Está bien?
Asintió.
—Descansa...
—Tú también.
Se quedaron ahí y después soltaron una risa.
—¿Por qué no cuelgas?
—Porque si cuelgo yo, te enojas.— Dijo Mikasa, rodando los ojos.
Annie se avergonzó por eso, pero tenía razón.
—¿Nos veremos pronto?—Murmuró.
—No lo sé.—Masajeó su frente.—No puedo prometer eso...
—Entiendo...
—Ya habrá tiempo para nosotras después, pero por ahora, continúa con lo tuyo y que no te importe si estoy o no contigo, aunque desearía estarlo, tienes que enfocarte en lo que prometimos ¿Esta bien, Annie?
Asintió.
—¿Prometes esforzarte?
—Lo prometo.
—Bien.—Bostezó.
Acarició la pantalla por que se veía muy tierna tumbada en la cama, con sus ojitos somnolientos a punto de cerrarse por el cansancio de una semana difícil.
—Te amo, descansa.
Después del me gustas, venía el te quiero, y después del te quiero, venia un te amo, pero, ¿la amaba? ¿Realmente la amaba? La celaba, sentía mariposas cuando estaba con ella, le gustaba escuchar su voz y reír con ella incluso cuando sus chistes eran malos, verla dormir y despertar junto a ella, solo con ella. Le entregó su cuerpo, y sobretodo, le dió su corazón. Ese que si ella rompiera, posiblemente nadie más pueda hacer nada para arreglarlo, pero era un riesgo que estaba dispuesta a correr. Hablar con ella, sentarse sobre su regazo, que le abrace la cintura, la bese, tome de su mano, la apoye, le diga y le demuestra que la quiere de mil formas posibles, que hagan el intento por hacer que esto funcione, que tenga tiempo para ella y solo ella. Que la bese, la cuide, este al pendiente de ella y mucho más.
Así que, ¿la amaba ella también?
—Yo te amo más...— Sonrío.
Colgaron.
Después de cenar, subió a su cuarto y se sentó en el borde de la ventana. A pesar de tener mucho sueño, no podía dormir ahora. Era extraño. Sus ojos se sentían pesados aveces, pero el cuerpo se negaba a descansar.
Allá afuera todo era muy bello y el aire helado movia algunos mechones de su cabello. Incluso Felix, siendo un animal hiperactivo por las noches, dormía tranquilamente sobre su cama, pero ella no.
Hoy la noche era más bella que nunca, así que se sentó a observar y a pensar, en como llegó hasta donde estaba hoy, lo que le causó un poco de risa.
La vida es muy entretenida a veces, pensó, mientras se metía a la cama.
A eso de las tres o cuatro de la mañana, su cuerpo despertó inconscientemente y al no poder conciliar el sueño otra vez. Se colocó boca arriba y pensó en cómo iban las cosas hasta ahora. El vinculo que mantenía con su padre, la relación con sus amigos y su novia a distancia, y el sentimiento de nervios al recordar que muy pronto estaría estudiando de nuevo.
Fue un tiempo difícil, pero cuando el dinero que tienes es a base de tu propio trabajo, entiendes el peso de gastarlo.
Tenia que hacer que su madre esté orgullosa, y demostrarle a su padre que en diseño gráfico, también puedes comer. Una vez a la semana tal vez, pero lo haría. (Pequeño chiste)
—Voy a lograr todo lo que me proponga...
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