Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo trece

Maratón [1/2]

Estúpido chico americano.

Amanda

La oscuridad absoluta me rodea completamente. No recordaba haberme quedado dormida, ni siquiera podía hacer funcionar mi cerebro en este momento. ¿Acaso estaba consciente o soñando? No, debía estar despierta. Al fondo podía escuchar voces, eran lejanas y no podía entender nada de lo que decían. Inhalé hondo y comencé a preocuparme al oler un perfume que sin duda no era el que estaba instalado habitualmente en las sábanas de mi habitación o de la de ninguno que conociera. Abrí con pánico los ojos y de inmediato me arrepentí volviéndolos a cerrar con fuerza. Un penetrante, punzante y venenoso dolor se instaló en mi cabeza como si acabaran de pasar una bala por esta misma. Me acaricié las sienes soltando un quejido.

¿Qué mierda había ocurrido anoche?

Volví a abrir los ojos, esta vez con extrema lentitud. Tardé unos segundos en enfocar mi mirada, hasta por fin comenzar a detallar el lugar donde estaba. Me incorporé de la cama y examiné la habitación. Sí, sin duda no pertenecía a nadie que conociese. Era demasiado... de clase media. Con paredes grises y posters de Marvel y lo que parecían animes pegados a las paredes. Bajé la mirada ante la rugosidad de las sabanas y me levanté de la cama, sin estar demasiado de pie, claramente. A los pocos segundos volví a caer rendida en el duro colchón, con mi cabeza dando vueltas y palpitando. Allí, con la posibilidad de levantarme y escapar de este nido de ratas escapándose entre mis dedos, intenté recapitular la noche anterior. Por un fragmento, por un mínimo recuerdo que me hiciese entender un poco toda la situación.

1.     Llegué a la fiesta.

2.     Me estaba divirtiendo

3.     Ethan me dio una bebida

Eso sonaba normal, ¿no? No estaba lo suficientemente borracha, y hace ya un tiempo que no me drogaba. Por lo tanto, no tenía sentido alguno que no pudiese recordar lo que pasó en la otra mitad de la noche. Y honestamente, en este momento mi mente no estaba lo suficientemente estable para poder formular una hipótesis. Probablemente en mi casa, en mi cama y con una copa de whisky y un episodio de Pretty Little Liars podría hacer teorías. Pero no aquí ni así.

Con un suspiro cansino volví a incorporarme y esta vez si me pude mantener de pie. Bajé mi mirada y mi pulso se aceleró al instante. ¿Por qué no tenía mi vestido puesto? ¿Y DE QUIÉN MIERDA ERA ESTO? Era perra y lo admitía, pero nunca me metería con un desconocido. Debía conocer sus antecedentes, debía saber quien era. No pude haber hecho nada consciente, por lo tanto...

Me apresuré a salir de la habitación con rapidez, y esta vez pude escuchar con claridad las voces. Me di una vuelta para mirar al piso de abajo. Allí se encontraba un chico que podría jurar era amigo de Payne y quien imagino era su madre.

—¡Te di permiso hasta las diez, pequeño infeliz! Y llegas en la madrugada, borracho y con un rayón en el auto.

—M-Mamá... —Tartamudeó temblorosamente.

—¡Nada de mamá! —La mujer exclamó con fuerza—. Bájate esos pantalones que te voy a dar unas buenas nalgadas. ¡Te lo di todo en la vida y así me pagas! Casi me arrancó los pelos anoche esperándote. ¿Y si te hubiera pasado algo? ¡¿Qué harías sin mí, niñato?! Ni tus calzones lavas.

Pude notar como el chico se giraba hacia mí y perdía el —ya de por sí— poco color que tenía en su cara, para después volver hacia la señora.

—Ma... —Apuntó hacia mi y pude notar como ella se enojaba más.

Para ser honesta, de no estar en esta situación me habría reído. La situación era muy cómica, muy... casera. ¿Así serían todas las familias normales? Con las madres despiertas toda la noche preocupadas por su hijo y después regañándole...

—¡Nada de ma! ¡¿A ver qué tanto apun... —Se giró y la arruga en su ceño se relajó.

Y pude notar las similitudes con su hijo de inmediato. Ambos hicieron exactamente la misma expresión al verme, y tenían el mismo color chocolate en sus ojos. Al igual que el azabache del pelo. Él podría pasar fácilmente por la versión hombre de ella.

—Jesucristo... —La mujer susurró mientras se acomodaba su delantal rosado con conejos pintados—. Su alteza —Hizo una ligera reverencia con su voz cambiando radicalmente de aquel tono autoritario y enojado a uno suave y me atrevería a decir avergonzado—. ¿N-Necesita algo? —Tartamudeó.

—De hecho...  —Murmuré, pero me vi interrumpida por la llegada de otra persona.

Y debí habérmelo imaginado desde el principio. Maldito.

—Yo me encargo, Lara —Jasper se apresuró a decir mientras acariciaba el hombre de la mujer—. Yo metí a Louis en este embrollo anoche, y prometí que lo sacaría.

Ella asintió distraídamente.

—S-Sí, claro... —Tragó saliva en seco mientras volvía hacia mí y repetía una vez más la reverencia—. Y tú... —Murmuró acusatoriamente apuntando con su índice a... ¿Liam? ¿Louis? Como se llamara—, vienes conmigo.

Y sin más entraron a uno de los salones de la casa a través de una puerta. Yo me quedé estática en mi sitio intentando hacer funcionar los engranes en mi cerebro para entender que estaba ocurriendo. Sin embargo, una bandera roja con mil alarmas comenzó a sonar en mi cabeza y sentí la furia hervir en mis venas.

—¡Tú! —Apunté a Jasper tal y como hace unos segundos lo había hecho... ¿Lara? Bueno, esa, con su hijo. Él se giró hacia mi y formuló esa maldita —y atractiva— condescendiente sonrisa de imbécil.

—Hola Amanda, cuanto tiempo.

Cínico de mierda.

—Me quieres explicar, ¿¡Por —Bajé un escalón—, qué —bajé el otro—, mierdas —y otro—, siempre —y otros dos—, tienes la —otro—, culpa de —otro—, mis desgracias?! —Terminé de bajar las escaleras hasta quedar frente a él. Odiaba nuestra diferencia de altura, me sentía en desventaja.

—No tengo la culpa de nada, princesa —Exclamó él con esa condenada sonrisa socarrona que se le daba por hacer en los momentos más inoportunos.

—Eres un demonio, Jasper Murphy. —Le di un golpecito con mi índice en su pecho—. Viniste aquí solo para hacerme pagar mi karma, ¿no es así?

—Bájale dos rayitas a tu drama —Rodó los ojos.

—¿Qué hago aquí? ¿Y por qué cada vez que algo malo me pasa últimamente, tú estás involucrado?

—Créeme si supiera la respuesta a eso te lo diría, a lo mejor soy tu ángel guardián.

—O un ente que invoqué el día en que decidí que aprender ruso sería buena idea.

Soltó una sonora carcajada y no supe si reírme con él de lo ridícula que era toda esta situación, o enojarme porque claramente se estaba burlando de mí.

—¡Responde, rata de alcantarilla! —Chillé—. ¡¿Qué hago aquí?! ¿Qué droga me diste anoche?

De inmediato su mueca de diversión fue reemplazada por una expresión de seriedad desconcertante.

—Yo no te di nada, Amanda... Y nunca lo haría, contigo ni con nadie. De hecho, te salvé del que si te la dio.

Chasqueé la lengua con condescendencia.

—¿Ah sí? ¿Y quién fue? ¿Tu novia imaginaria? —Enarqué una ceja retóricamente.

—Pues no, Amanda —Dijo mi nombre con venenoso desdén—. Fue tu apreciado amiguito, Ethan Foster. Cuando Louis y yo entramos a la habitación estaba a esto —Rozó su índice con su pulgar—, de hacerte... —Se calló de repente y apartó la mirada.

Yo di un paso hacia atrás completamente desconcertada. ¿Ethan? ¿Mi Ethan? ¿El Ethan con el que prácticamente había compartido sala de partos? ¿Ese Ethan?... No, era imposible. Él nunca sería capaz de hacerme eso, no él. Todos menos él.

Fruncí el ceño.

—¡Wow! ¡Que original, Murphy! Difamar a mi mejor amigo para librarte de tus consecuencias. Eres un cobarde —Escupí intentando darle mi mejor mirada de odio.

Probablemente en vano, cada vez que intentaba ser intimidante, terminaba luciendo patética. Aunque dadas las circunstancias presentes...

—¿Crees que yo lo hice? —Me miró con clara ofensa—. ¿De quién me tachas, Amanda?

—No lo sé, Jasper —Espeté con fastidio—. Lo único que me has dado a conocer de ti es que eres un mentiroso, cobarde, condescendiente y con más ego que probablemente otras cosas —Di una ojeada rápida a su entrepierna antes de conectar nuestras miradas de nuevo.

Su expresión de molestia se relajó y fue reemplazada con la diversión del principio.

—Así que has pensando en ello, ¿eh, princesa? —Dio un paso hacia mí.

Yo retrocedí dos y me crucé de brazos intentando disimular el nerviosismo que se había acumulado en mi cuerpo. Jasper Murphy era un chico atractivo, demasiado diría yo. Y tenía un carisma que pondría a cualquiera a comer de la palma de su mano. Pero no sería una de esas, no señor, ya suficiente dignidad había perdido en los meses desde que lo conocía. Me valoraba más a mí misma y a mi ego.

—Eres un asco —Solté con asco mientras rodaba los ojos.

—Tú lo has insinuado.

—Cállate. —Solté un bufido

—Cállame —Respondió él en defensa.

Yo aparté la mirada y carraspeé. ¿Qué podía responder a eso? Debía lucir patéticamente vulnerable en este momento. Y odiaba eso. Él quería ponerme así, probablemente se estaba regodeando en su ego. Sin embargo, el tema de Ethan volvió a mi cabeza estrepitosamente. O sea... en cierto modo... en cierto alejado modo... podría tener sentido. Ethan ha estado enamorado de mí desde hace años, y no me ha pasado desapercibido nunca. Sin embargo, él sabe que no tiene oportunidad y que nunca la tendrá. Es como un hermano para mí, y nunca lo podré mirar de una forma diferente. Por lo tanto, la única solución era...

—Hipotéticamente hablando... —Volví hacia él—. Sí lo que dijeras... sobre Ethan, fuera cierto. Eso no explica porque amanecí con ropa diferente, pudiste haberte aprovechado una vez me trajeran aquí.

Él suspiró.

—Escúchame y hazlo con atención, Amanda... —Dio un paso hacia mí, sin embargo, esta vez no retrocedí—. Nunca, pero en serio, nunca me aprovecharía de ti. Si quisiera que tuviéramos algo, te lo pediría, y si me rechazas, pues me conformo y ya. Soy hombre pero no abusador. Además... —chasqueó la lengua y plantó su cara a unos centímetros de mi. ¿A esa distancia podría escuchar los desenfrenados latidos de mi corazón en este momento?—. Ya pude aprovecharme de ti una vez y no lo hice... —Susurró—. ¿Por qué esta vez sería diferente?

El silencio llenó la sala y lo único que se escuchaba eran nuestras respiraciones. Siempre había tenido una atracción inexplicable con el azul de sus iris. Era como si a través de ellos se pudiera divisar el paraíso, una sensación de calidez como la que transmite un día en el mar con lo que más amas; una tranquilidad tan familiar y abrazadora que al serte arrebatada es devastador. Jasper era como una estrella. Era hermoso, era tan angelical que con solo mirarlo los poetas más románticos se inspiran para crear sus más conmovedoras piezas. Pero estaba tan alejado de la realidad, era tan inalcanzable que su sola presencia era devastadora. Jasper Murphy se mofaba de los mortales, porque te dejaba tocarlo pero al momento de querer abrazarlo, de querer tenerlo solo para ti; se alejaba cruelmente, como una ilusión que nunca existió. Y me ardía profundamente saber lo jodida que estaba con él, solamente con una ración de su total existencia. No podría imaginar mi estado de sobredosis si lograra tener todo de él.

No sé en qué momento nos acercamos tanto, ni necesitaba saberlo. Solo lo quería a él. Quería todo de Jasper: probarlo, tocarlo, sentir todo de él tanto figurada como literalmente. Quería poder embarcarme en el mar de sus ojos sin tener el temor de ahogarme. Quería sumergirme en el mar de ambrosía que él representaba, sin el temor de ser arrancada cruelmente de él. Quería que me besara en este momento. Me puse de puntitas y rocé nuestros labios. Estaba a tan poco de llegar al éxtasis. Contuve la respiración preparándome para el impacto y...

—¡El desayuno está lis... —La voz de Lara se vio interrumpida al igual que nuestro momento.

Suspiré y cerré los ojos y mi boca mientras volvía a poner mi planta de los pies en tierra. Ella comenzó a balbucear cosas que parecían una disculpa y pude escuchar como Jasper reía por lo bajo.

—Está bien, Lara... Ya vamos.

Yo di un paso hacia atrás poniendo distancia entre nosotros y agaché la mirada. Fue una fantasía tonta e infantil imaginarme que podría llegar a pasar algo entre nosotros. Era imposible, literalmente. Inhalé hondo y aclaré mi garganta, volviendo a subir mi mirada, esta vez seriamente.

—Quiero mi ropa y que me lleves inmediatamente al palacio —Solté con crudeza mientras me daba media vuelta—. Gracias por dejarme quedar en su casa. —Le di una sonrisa leve a Lara mientras ella asentía nerviosamente.

—P-Puede quedarse a desayunar, insisto... Hice algo especialmente para usted —Sonrió cálidamente. Como la sonrisa que le da una madre a su hijo al recogerlo de la escuela. Como la sonrisa que me daba Harry cada vez que le contaba que había sacado buena nota en un examen.

—Yo...

—Insisto, su alteza.

Suspiré hondo y sonreí ligeramente. ¿Qué más venía quedarme unos minutos más? No es como que me extrañaran en el palacio.

—Vale... —Asentí—, pero solo unos minutos más.

Ella sonrió ampliamente y se apresuró a abrir la puerta blanca por la que anteriormente había entrado con su hijo. A través de ella se podía ver lo que parecía una pequeña cocina junto con un comedor. Con pasos lentos me adentré en la sala mientras ella de nuevo hacía una reverencia. ¿Por qué hacía tantas? No era un Dios o algo por el estilo, simplemente llevaba un título y una ridícula tiara. El país fácilmente sobreviviría sin nosotros, y aún así nos alababan como seres celestiales. Comenzaba a notar las razones de Harry para...

—Aquí, su alteza —Ella se apresuró a mover una silla para mi.

Yo le agradecí con una sonrisa antes de sentarme a un lado de... ¿Louis? Sí, Louis, y cruzaba los dedos porque Jasper lo hiciera al otro lado de la mesa. Lo más apartado de mí. Lo de hace un rato fue un rotundo error, un momento de debilidad. La debilidad no se le permite a la realeza. A La Reina.

—Aquí un plato de panqueques especiales para usted —Colocó el dichoso plato frente a mi—. Perdone por no tener nada más fino, pero si quiere saco la vajilla de mi boda y...

—Lara —La interrumpí y sonreí ligeramente—. Relájese, por favor. Le debo mucho por dejarme quedar aquí, y no se preocupe. Yo soy la segundona rebelde, no la reina. Conmigo no hay que tomar formalidades.

Ella asintió con una sonrisa relajando un poco sus hombros. Noté de reojo como Jasper se sentaba al frente mío, y le agradecí mentalmente por eso. Sin embargo, dejé el asunto mirando la comida frente a mí. Olía exquisito, no lo iba a negar, sin embargo, sentí aquel temor de todos los días instalarse en la boca de mi estómago. Debía comerlo por cortesía, ¿no? Pero podría decir que me estaba comenzando a sentir mal, y con una disculpa me iba. Sonaba una mejor opción esa. La sola idea de comer sonaba como un maldito infierno. Comer implicaba engordar, engordar implicaba...

—Lara, para ser honesta, tengo un poco de resaca —Sonreí con fingida pena—. Y me temo que si como algo, termine vomitando —Reí forzadamente.

Ella frunció el ceño.

—Insisto, su alteza. Al menos uno. No sé con qué la alimentaran en ese palacio, pero ¡Santo Dios está casi en huesos!

—¡Mamá!... —Exclamó Louis, de inmediato.

Ese comentario me cayó como un balde de agua fría. Es decir... se suponía que ese era mi propósito, ¿no? Sin embargo...

—¡Oh, Dios! —Ella cubrió su boca y noté como sus mejillas se teñían de un rosado fuertemente—. L-Lo siento mucho, yo...

—Está bien —La interrumpí forzando una sonrisa.

Volví mi mirada al plato y podía sentir miradas sobre mi. Miradas juzgando, siempre estaban juzgando. Juzgaban cuando comía y cuando no lo hacía, cuando era talla M y ahora que soy... ¿XS? No... No podía recordarlo. Juzgaban cuando intentaba luchar contra padre... y cuando no. Juzgaban cuando intentaba gritar y tener una voz, y cuando me quedaba callada. ¡¿Por qué juzgaban?! ¡No quería que juzgaran más!

Fruncí el ceño saliendo de mis pensamientos cuando noté que Jasper arrastraba mi plato hacia él y cortaba un pedazo de uno de los... ¿panques? Nunca había oído de ellos, ni mucho menos comido. Dejó el pedazo trinchado en el tenedor y volvió el plato a su lugar. Lo miré confundida y él sonrió con calidez.

—Come, Amanda.

Sentí una opresión en el pecho, y unas increíbles ganas de llorar se instalaron en mi pecho. Un remolino de emociones hizo un desastre mi estabilidad, y no sabía que hacer o decir. Nunca... nunca nadie se había siquiera preocupado. Habían pasado por encima el tema y agradecía por eso. Pero...

—Vamos, tú puedes —Me insitó nuevamente.

Bajé nuevamente la mirada hacia el plato y temblorosamente agarré el tenedor. El pequeño pedazo de masa lucía tan insignificante y destructivo al mismo tiempo. Abrí lentamente la boca y dirigí el utensilio de metal hacia mi boca, sin embargo, me detuve a medio camino. No podía, sabía que no podía, no era tan fuerte. Nunca lo había sido.

—Vamos —Louis dijo esta vez alegremente a un lado mío, mientras sonreía.

Suspiré hondo y tragué saliva en seco. Debía lucir tan patética en este momento. Inhalé hondo y cerré los ojos. Con mi mano temblorosa acerqué el pequeño pedazo de comida a mi boca y lo introduje. Lo dejé allí unos segundo antes de masticar y terminar tragándolo por fin. Pude sentir como una lágrima rodaba por mi mejilla. Abrí los ojos lentamente y el salón rebozó en aplausos y sentí una extraña y abrazadora sensación en mi pecho. Lara, Jasper y Louis sonreían abiertamente mientras vitoreaban. Formulé una sonrisa entre lágrimas mientras sentía la masculina mano de Louis en mi hombro.

—¡Muy bien! —Exclamó con notoria emoción.

Me giré hacia él y sonreí ampliamente. No estoy segura si fue por el hecho de estar recibiendo apoyo después de un largo tiempo o un impulso por las emociones, pero al él estar más cerca no pude evitar abalanzarme en sus brazos para envolverlo en un abrazo. Él no me correspondió al principio, me imagino yo que por la impresión, pero a los pocos segundos me estrechó contra sí. Fue íntimo, más de lo que me hubiera gustado. Como si él lo deseara, como si lo hubiera... anhelado. Como si Jasper llegara en este momento y decidiera abrazarme.

No podía explicarlo pero una sensación de satisfacción comenzó a crecer en mi pecho ese día.

[***]

El viaje de vuelta a casa fue silencioso. No de una forma incómoda, sino de cierto modo los dos estábamos metidos en nuestros pensamientos. El momento del casi-beso fue opacado por la escena en el comedor, causando una mayor fraternidad entre Jasper y yo. Al fondo solo se escuchaba una canción local en la radio y el ruido de los carros en la autopista. Me recosté en el borde de la ventana mientras inhalaba hondo el olor que desprendía la chaqueta que él me había prestado. Antes de salir de la casa de Lara y Louis, Jasper había insistido con mucha terquedad en darme su chaqueta. Silenciosamente se lo agradecía, el clima estaba helado y yo solo usaba un vestido y... su colonia me estaba manteniendo en un viaje de aquellos que solo lograba tener en mi cúspide de la droga.

No tardamos mucho en llegar al palacio y no iba a negar mi desilusión debido a esto. La había pasado tan bien. Después del primer bocado pude dos y tres, ¡acabé uno de los panqueques! Y nos habíamos mantenido hablando mientras. Aprendí que la abuela millonaria de Louis le pagaba la escuela y que Lara era madre soltera, el padre del chico los había abandonado cuando él aún era muy pequeño. Y de Jasper aprendí que cuando se alegra mucho, un hoyuelo se forma en su mejilla derecha y sus ojos adquieren un brillo peculiar. Aún sentía una calidez en mi pecho al recordar el orgullo en su expresión cuando terminé de comer.

—Así que, aquí es todo, princesa —Se giró hacia mí. Tenía una sonrisa ladina.

—¿Te subiría mucho el ego si te dijera que la pasé bien? —Murmuré mientras me recostaba en el asiento y lo miraba fijamente.

Él ensanchó su sonrisa.

—Sí, bastante.

—Entonces la pasé horrible y no quiero volverte a ver en mi vida.

Él soltó una carcajada y yo formulé una sonrisa, una de verdad. No las sonrisas hipócritas que les daba a las amigas de mi madre cuando venían a tomar el té, o aquella reconfortante que le daba a Isabella cada vez que llegaba con su cara magullida a golpes o a James llorando por otra decepción amorosa. Era una verdad, una que sorprendentemente se había vuelto exclusiva para el chico américano.

—Eres increíble —Él exclamó entre risas mientras negaba con la cabeza.

—Obviamente, cariño —Solté con egocentrismo—. Soy Amanda Griffiths.

—Y una creída.

—Así te gusto.

Me mordí la lengua después de decir aquello. Fue espontaneo, no lo pensé antes, fue... estúpido. Agaché la mirada incómoda y sentí mis mejillas arder. El auto se sumió en silencio y eso confirmó lo patético que fue decir eso. ¿Yo gustarle? Ajá, y Hogwarts es real. Suspiré hondo y comencé a quitarme la chaqueta.

—Gracias por tra...

Él me puso una mano en el brazo evitando que me sacara la prenda. Después sonrió ligeramente.

—Quédatela.

Yo fruncí el ceño, sin embargo, volví a acomodármela. Le di una última mirada antes de salir del auto, cerrando la puerta tras de mí. El viento otoñal rozando el invierno en mis sonrojadas mejillas, ayudó mucho a bajar el rubor.

—¡Amanda! —Exclamó Jasper abriendo la ventana de copiloto.

Yo me giré de nuevo frunciendo el ceño. ¿Querría burlarse de mí después de la estupidez que acababa de decir? Probablemente sí. Yo lo haría. Aunque bueno... yo era mala persona, para ser honesta.

—¿Sabes porqué te pedí que te quedaras la chaqueta? —Yo negué con la cabeza y él sonrió—. Supongo que es una excusa para volverte a ver.

Y sin decir más se alejó tan rápido como llegamos. Y allí me quedé como una estúpida, mirando como su camioneta se alejaba y con el corazón en la garganta. Sonreí tontamente y agaché la mirada.

Estúpido chico americano.

Sin esperar más, volví a darme media vuelta e ingresé en el palacio, donde ya me esperaban con las puertas abiertas. Y me desconcerté con la frialdad del sitio. Aún podía sentir la fraternal esencia que emanaba la casa de Lara y a comparación de esto... Hice una mueca y caminé lentamente hacia las escaleras.

—¡Eh, zorra! —Escuché a una familiar voz tras de mí.

Me giré con una sonrisa y me encontré con la espontaneidad característica de James dirigiéndose hacia mí con su característica locura. Rodé los ojos ante su extravagante atuendo, pero no podía esperarme menos de él. Envidiaba la libertad que le daban sus padres.

—Luces como prostituta de burdel —Me estrechó en un abrazo.

—Y tú como semen de unicornio —Sonreí mientras le correspondía.

—Quiero detalles, ex-clu-si-vos —Exclamó con emoción—, Y picantes de paso. —me agarró de gancho mientras íbamos escaleras arriba hacia mi habitación—. Anoche no he podido terminar mi paja porque mami ha entrado de hablarme de la nueva puta de papi.

—¿Esta vez de dónde es?

—Canadiense —Hizo una mueca—. No me cae bien, la anterior hacía galletas deliciosas. Y de paso me maquillaba para mis citas en Grindr... ¿Te he contado del nuevo?

Negué con la cabeza.

—Pero espérate a que lleguemos. En este palacio hay muchos cotillas y no queremos que se filtre nada picante de tu promiscuidad, sería un pecado que la servidumbre se masturbe con tus cuentos —Exclamé con diversión.

—¿Quién te corrompió, chica? —Espetó James con ofensa fingida mientras me soltaba y abría las puertas de mi habitación.

—Pues tú —Solté con una sonrisa.

Él me correspondió con otra sonrisa pícara. Se echó en mi cama como de costumbre mientras yo abría una de las tantas botellas de vino que tenía coleccionadas en mi habitación. Para después sentarme junto a él y dos copas de vino.

—Cuéntamelo todo —Murmuré mientras le extendía la otra copa.

James se había instalado Grindr a principio de año cuando salió del clóset abiertamente hacia su familia. Sorprendentemente se lo han tomado bien, o al menos sus padres lo han hecho, simplemente le han pedido guardar la discresión. Algo que claramente no ha hecho. Cada vez es más frecuente que me cuentas sus aventuras y desventuras con los tipos que conoce por la aplicación. Entre casos de adictos al S&M hasta el típico cat-fishing. Siempre tiene una buena historia.

—Se llama Charles

Hice una mueca de asco mientras reía.

—Dios, tiene nombre de viejo pedófilo.

—Cállate —Exclamó con diversión para después darle un sorbito a su copa—. Se llama Charles y tiene 42

—Viejo verde —Lo interrumpí y él me miró mal.

—Quiere que nos veamos en un motel a las afueras de la ciudad, porque quiere mantener un criterio bajo. Porque tiene esposa e hijos —Hizo un chillidito que pareció a un delfín apareándose—. Nunca lo he hecho con un hombre casado y no sabes cuanto me excita —Se mordió el labio.

Yo rodé los ojos mientras le daba un sorbo a mi copa.

—No quiero detalles, gracias.

—Pero yo sí, ¿qué pasó anoche, picarona? —Sonrió coquetamente y yo fruncí el ceño.

—¿Qué pasó anoche de qué?

Él me miró con ofensa.

—Pues tus aventuras con tus 50 sombras de Grey.

—No entiendo de qué hablas —Sonreí. Era honesta, había perdido el hilo de la conversación.

—¡Pues lo que ha pasado con Ethan y el ayudante de profesor con pintas de daddy issues!

Casi se me cae la copa de las manos en el momento en que mi corazón se detuvo. No... era un error, debía serlo. James debió haber visto mal. No, no, no... me rehusaba.

—Y recuérdame que fue lo que viste —Intenté disimular el temblor en mi voz y oculté mi expresión con la copa, mientras le daba un largo sorbo hasta acabarla.

—Pues te has puesto a beber con Ethan, y no sé que cochinada te habrá dicho para por fin convencerte de follar pero se han subido a la habitación. No mucho después, parece ser que nuestro amigo es algo eficaz, saliste con el bombón americano en brazos y se han ido. Nunca quedas satis... ¿Qué tienes? ¿Viste al fantasma de tus orgasmos pasados?

Sin embargo su broma no me causó gracia, ni siquiera la escuché del todo para ser honesta. Me mantuve ahí, con la mirada fija en un punto específico en la pared, intentando retener las lágrimas lo máximo posible.

—¿Qué miras?

Estaba mirando una de las tantas fotos que tenía colgadas con Ethan. Éramos pequeños y estábamos abrazados. Poco sabía la clase de monstruo que era. Estaba en la boca del lobo, porque creía ser amiga de su disfraz de cordero. De su cruel máscara que me engañó por tantos años.

Hola chikiperras,

He de admitir que este fue uno de mis capítulos favoritos. Amanda y Jasper son mi OTP de todos mis libros. Como me demoré tanto en actualizar, les compenso con un maratón. Entonces vayan al siguiente cap <3

—Moni

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro