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Capítulo cinco

Extraños que se cuentan sus dolores y confían el uno en el otro.

Jasper.

Un aire algo triste envolvía el ambiente junto a mi. Memorias nostálgicas rondaban mi mente formando un nudo en mi garganta.

La real academia británica.

Mejor conocida como RAB, fue el colegio donde comenzó mi educación. Aun podía sentir la pizca de emoción en la boca de mi estómago como el primer día que puse pie en el instituto. Pero ya no era un niño de cuatro años. Era un hombre. Y no era la misma criatura inocente con los dos dientes frontales caídos. Me había convertido en un humano, un ser pecador con defectos y virtudes. Con amor hacia el prójimo y un increíble rencor hacia sus regentes.

Podía sentir la mirada de las niñas sobre mí. Era costumbre, sabía que era atractivo, todos se habían dedicado a resaltármelo. Sin embargo, me sentía bastante incómodo con el deseo severo con el que me miraban. Por Dios, son niñas pequeñas, deberían estar jugando a las escondidas. Aunque bueno... No son solo las niñas. Hice contacto visual con un chico que parecía ser de los últimos años. Moreno, y sus ojos muy oscuros, tenía una sonrisa perturbadora en su rostro. Una rubia estaba junto a él, ella claramente era más disimulada, sin embargo, no podría llamarla la reina de la discreción. Me giré frunciendo el ceño. Me dijeron que la directora del comité estudiantil me ayudaría. Saqué mi celular y abrí el bloc de notas.

Ada Payne. Undécimo B.

Suspiré. M temía que mi único recurso era la amistad de mirones, puesto que eran los únicos de su mismo grado. La chaqueta de últimos años los delataba. Los chicos de undécimo siempre usaban una chaqueta especial para ellos. Recuerdo que siempre se veían poderosos usando la prenda acolchada y roja. Ahora lo veo ridículo. Con una mueca comencé a caminar hacia ellos, un chico castaño se les había unido. Él a diferencia de sus otros amigos, me ignoró rotundamente. La rubia se acomodó el pelo y sonrió, me imagino que en un intento de parecer seductora.

Lucía como un pato.

—Ahm... —Carraspeé—. Hola —Sonreí de lado, por cortesía. Odiaba ser maleducado. Aunque tenía mis excepciones, entre ellas la princesa. La cual parecía desaparecida—. ¿Saben donde puedo encontrar a Ada Payne?...

La rubia rodó los ojos. Bajé mis ojos hacia la inscripción en el extremo derecho de su chaqueta. Donde todos los apodos estaban presentes.

—Mel.

—Debe andar en la biblioteca... Siempre anda de rata escurridiza —Respondió ella.

No debía conocerla mejor, o ni siquiera saber su nombre. Con solo escuchar el tono de su voz, supe bien que se trataba de una total engreída. Probablemente amiga de Griffiths. Y de no serlo, harían buena amistad.

—No seas descortés, Melissa... —Murmuró el chico moreno viéndola con el ceño fruncido. Después volvió hacia mi, luciendo una sonrisa resplandeciente blanca—. Debe de estar en la sala de profesores, si quieres te guío.

—No quiero causar incomodidad —Sonreí falsamente. No aceptaría que no quería que ninguno de ellos se me acercase. Quizás hasta le aceptaría al castaño, quien había estado mirando su teléfono todo el tiempo.

—No la caus-

—¿Quién es él? —Un voz grave, masculina y fuerte, a diferencia de la del moreno lo interrumpió. Me giré hacia la derecha, encontrándome con un chico bastante alto y atlético, frunciendo el ceño.

—No nos dijiste tu nombre, guapo —Sonrió la rubia, de nombre Melissa, enroscando y desenroscando uno de los rizos de su pelo. Carraspeé incómodo. Me sentía pedófilo.

—Jasper.

El castaño quien no había hablado desde que había llegado, comenzó a toser con fuerza. Todos nos giramos preocupados hacia él de inmediato. Parecía estarse muriendo. Tenía su puño contra la boca, y se agarraba el pecho contra la mano.

—¡Por dios, Ethan! ¿Estás bien?

Él simplemente asintió y dándome una ultima mirada, salió del campo de visión de todos.

Que chico más raro...

—En fin —Suspiró Melissa y volvió hacia mi, recuperando su sonrisa—. Tienes un lindo nombre... Eres americano ¿no?

—Nací aquí, pero si, me crié en Estados Unidos.

—Adoro América —Otra voz femenina resonó. Al igual que antes, todos nos giramos hacia ella.

Una chica morena, de un tono más claro que el chico, acababa de llegar. Era bastante bonita. Tenía una sonrisa reluciente. Sin dejar de mirarme, se abrió paso hacia la rubia y le dio un beso en ambas mejillas.

—Me encanta la comida mexicana, es la mejor del país.

Fruncí el ceño.

—México es otro país –Murmuré.

—Si, claro —Rió leve—. Londres también se considera otro país dentro de Inglaterra.

—México es un país, idiota —Intervino la rubia—. Es como decir que Escocia es parte de Inglaterra.

La morena se quedó mirándola con la boca abierta, y después ladeó su cabeza.

—Ignórala —Suspiró Melissa—. La dejaron caer de bebé.

—Suficiente —Exclamó el recién llegado, con tono autoritario. Las dos chicas La se trataron, bajaron la cabeza al mismo tiempo—. ¿Qué necesitas? —Se dirigió hacia mi sin siquiera cambiar su expresión de culo.

—Busco a Ada Payne, la del comité estudiantil... —Murmuré.

—Subes las escaleras —Señaló las susodichas—, el primer salón a la derecha. Vas a ver a una vieja gorda comiéndose una dona —La rubia le dio un codazo en el abdomen, riendo levemente—. Y le preguntas —Se encogió de hombros—. ¿Algo más?

Negué.

—Gracias —Murmuré intentando sonreír, aunque probablemente terminé haciendo una mueca.

Esto de ser hipócrita nunca fue mi fuerte. Siempre he sido de los tipos directos, que no se andan con rodeos y dicen las cosas de frente. Duélale al que le duela. Prefería eso a echar veneno a las espaldas de los demás. Quizás eso se llama madurar, algo de lo que estaban muy alejados ese grupo de chicos. La clara definición de pijos. Todo en ellos irradiaba poder y riqueza, desde sus portes hasta sus morrales Gucci. Odiaba tanto a la gente así. Ella también los odiaba. Aún recuerdo las tantas tardes que nos las pasamos simplemente riendo e imaginándonos como sería nuestra vida portándonos como ellos. Tenemos dinero, si, pero nunca nos aprovechamos de eso. Ella era un ángel en la tierra. Un ángel que se vio arrebatado demasiado pronto. Y todo por...

—Disculpe —Murmuré acercándome a la pequeña recepción donde efectivamente estaba una mujer regordeta chupándose los dedos, en el mostrador había una caja vacía de Dunkin Donuts. La mujer carraspeó y se giró hacia mi con una cálida sonrisa.

—Hola joven, ¿Qué necesita? —Respondió en un tono de voz bajo, al parecer la comida no le había bajado del todo.

—Busco a Ada Payne... Me ayudaría hoy...

—¡Oh! Eres el interno... El pequeño Murphy... ¿Cómo está tu hermano?

Suspiré.

—Bien... Pero ¿sabe?, tengo un poco de prisa, entonces...

—¡Claro! —Me interrumpió y se recargó hacia atrás, viendo el corredor detrás de ella. Solo había un pasillo desolado, y oficinas con las puertas cerradas y las persianas abajo—. ¡Ada! ¡Cariño! ¡El interno llegó! —Gritó.

De inmediato, se comenzaron a escuchar ruidos de dentro de la oficina. Me recargué en el mostrador a la espera de la chica. Rezaba para que no fuera una pija. No me aguantaría a una egocéntrica con delirios de grandeza todo el año. Ya tendría suficiente con la diva mayor.

Que Dios se compadezca de mí.

Un pestillo resonó causando que por inercia me volteara hacia la puerta. Una chica de estatura promedio salió de esta. Su cabello estaba en una cola de caballo baja, tenía un color rubio quemado, tirando a castaño. Y su uniforme iba perfectamente puesto. Sin ningún botón suelto, con el blazer puesto y con la falda sobre las rodillas. Al verme sonrió levemente. Era bonita. Una gran pieza de joyería en su cuello captó mi atención, específicamente un diamante. Era carísimo ese collar. De trece quilates mínimo.

—Hola —Se acercó hacia mí y extendió su mano—. Soy Ada, yo te estaré acompañando y ayudando...

—Jasper —Estreché su mano sonriendo con más naturalidad que hace un rato—. No lo tengo muy claro, pero... ¿En que me vas a ayudar exactamente?

—Oh... —Me soltó y se acomodó un mechón tras la oreja—. Pues a adaptarte. Este sitio puede parecer muy exclusivo y calmado, pero es una jungla... Te guiaré y todo eso...

—Ya veo —Asentí y sonreí levemente.

Un silencio se formó en la sala. Y fue todo lo contrario a calmado y relajante. Fue más bien incómodo, causando tensión.

—Bien... —Ada murmuró y se giró al escuchar pasos.

Un chico delgado con pinta de indigente se acercaba a nosotros.

—Él es Arnold —Sonrió—. Vicepresidente del consejo estudiantil y mi mejor amigo.

—Jasper —Extendí mi mano y él la apretó con fuerza absurda. Batuqueó mi hombro y juro que sentí mi nuca tronar.

¿Este era cavernícola o que?

—Un gusto —Su acento no era británico, ni mucho menos americano. Se notaba que era extranjero. Marcaba bastante las palabras. Quizás era alemán o ruso.

—Te voy a llevar al salón, las clases ya van a empezar... —Comentó Ada mientras revisaba su reloj arrugando levemente las cejas.

—Deberíamos esperar a Louis... —Murmuró Arnold y yo fruncí el ceño.

No han empezado las clases y ya no me acuerdo ni de la mitad de los nombres. Soy terrible acordándome de estos. Normalmente se graban en mi mente cuando yo les doy importancia. El resto se borra, y termino llamándolos por una característica de su físico.

—Cierto —Suspiró ella y después volvió hacia mí—. Louis es nuestro otro mejor amigo.

—¿Presidente o vicepresidente de algo? —Me atreví a preguntar.

Ellos rieron levemente y negaron con la cabeza.

—Todo lo contrario —Hizo una mueca—. Louis es algo...

—Tonto —Arnold completó la frase—. Por poco y reprueba el año pasado. Ahorita le están dando un plan de apoyo y asesorías en... Siete materias.

—¿Y cuantas son?

Ocho.

Respondieron los dos al unísono. A los pocos segundos salió un chico de pelo azabache, rascándose la nuca y sosteniendo una de las cuerdas de su morral con la otra mano. Los ambos niños que estaban conmigo se acercaron a él.

—¿Qué tal? —Preguntó Ada.

—Me tengo que quedar todos los días... —Gruñó—. Prefiero tirarme el año.

—No digas eso... —Murmuró ella en tono reprochatorio, para después volver hacia mi—. Louis, él es Jasper... El nuevo interno. Jasper él es Louis.

Extendí mi mano para saludarlo con cortesía, sin embargo, el chocó nuestras palmas y después me dio un abrazo fraternal. Me desconcerté al instante. El gesto duró solo unos segundos, pero me sentí acosado.

—¿Vamos? —Preguntó Arnold con impaciencia.

Los tres asentimos al mismo tiempo y comenzamos a caminar hacia el salón. Cuando íbamos en las escaleras, Ada y Arnold soltaron un bufido al mismo tiempo.

—Alerta caos —Murmuró la chica y yo fruncí el ceño, deteniéndome.

—¿Ves al grupo de allá? —Susurró Arnold señalando a los chicos de hace un rato. Yo asentí.

—Son los reyes aquí, y los mayores villanos del colegio... Traen este lugar en tinieblas desde que decidieron juntar sus fuerzas del mal.

—¿Fuerzas del mal? —Pregunté con gracia, arqueando una ceja.

¿Enserio? Entiendo que los niños ricos pueden ser una mierda. Pero decir que son 'fuerzas del mal', me parece ridículo. Son solo chicos con mucho ego, y lastimosamente, poder familiar. Algo que se les sube a la cabeza.

—Son una mierda... —Murmuró Ada.

—A Ada le caen mal porque una vez Isabella la dejó caer en el arenero en primer grado —Soltó abruptamente... El chico este... Al que le está yendo mal.

—Cállate —Gruñó ella—. Me puedo aguantar a todos, menos a su líder. A esa bruja la odio.

—¿Y es...?

—Yo digo que es Aurora —Suspiró... ¿Luis? Mierda... Debo memorizarme su nombre—. Es princesa, encantadora, su voz enamora hasta al mismo diablo

—Ella es el diablo... Y tú eres el ratón gordo que tiene retraso —Lo interrumpió Ada frunciendo el ceño.

—Primero, ese es de Cenicienta, no la bella durmiente. Y segundo... Cállate, ella es perfecta.

—Louis ha estado enamorado de la princesa desde siempre, y cree que se van a casar desde que ella le guiñó el ojo, borracha, en una fiesta. Probablemente estaba viendo al tipo detrás de él –Exclamó Arnold finalizando la oración con una carcajada, la cual se vio contagiada a Ada.

—¡No estaba borracha! —Él frunció el ceño y le pegó en el brazo al contrario.

—¿Quieren dejar de hablar de ella? —Ada soltó un suspiro exasperado, volviendo a su ánimo irritante.

—O sea... ¿Ella manda en ese grupo? —Los tres asintieron.

—No solo en el grupo, en el colegio en general. No como Regina George, que es una democracia hipócrita. Más bien como Chanel Oberlin, una dictadura donde simplemente se benefician los que ella necesita y los demás estamos obligados a bajar la cabeza cada vez que mueve su culo.

—Ada... —Murmuró el chico tonto.

—Es la verdad —Bufó—. No te acerques a ella, esa chica solo trae problemas.

—Suficiente.

—¡Deja de defenderla!

—¡Deja de insultarla! Ni siquiera la conoces...

—Ah, ¿Y tu sí?

El chico se quedó callado y simplemente apartó la mirada, mascullando cosas inentendibles entre dientes. Al parecer la fama de Amanda no solo era por la prensa, tenía los mismos aires de diva egocéntrica aquí. Sinceramente, le creo a Ada, la chica demostró muy bien quien era hace unos días.

—Solo la defiendes porque estás enamorado de ella... —Murmuró Arnold—. Sabes que no tienes oportunidad, ¿cierto? Tu eres Shrek, o la hermana travesti de Cenicienta... Mientras ella es Afrodita. Amanda solamente se fija en los tipos con cara de Zac Efron.

—Suficiente de Amanda. No quiero hablar más de ella —Soltó con fastidio Ada—. Mejor vamos al salón... Ya estamos llegando tarde.

En silencio los cuatro nos dirigimos escaleras abajo, intentando pasar lo más desapercibidos posible. Le di la espalda al grupo de atrás intentando que no se me acercaran, lo último que quería era otra situación incómoda.

Nos adentramos en un cálido e iluminado salón, lleno de escritorios pulcros y modernos junto a un gran tablero del mismo tono blanquecino, recién limpiado. La luz del sol se colaba a través de los grandes ventanales que conformaban las paredes del lado oeste del salón. Algunos estudiantes ya estaban distribuidos al salón del lugar, sin embargo, no se inmutaron con nuestra llegada.

El ambiente estaba tenso. Arnold y Ada se cuchicheaban cosas entre ellos, Louis tenía su mirada fija en el celular y sus cejas prácticamente se tocaban debido a su ceño fruncido. Y yo... Yo simplemente estaba ahí, existiendo. Me limité a seguirlos, no me interesaba eso de 'socializar', y Ada no parecía tener nada que explicar, por ahora.

—¿Se enteraron lo de las noticias? —Louis interrumpió el silencio, saliendo de su trance.

—¿Qué de todo, idiota? —Exclamó Arnold frunciendo el ceño.

—Lo de la prostitución —Suspiró él—. ¿Se imaginan que alguno de nuestros compañeros estuviera-

—Cierra la boca, Louis... —Lo interrumpió Ada haciendo una mueca—. Deja de decir estupideces.

—Amanda debe ser una de ellas —Soltó Arnold entre risas—. Siempre ha tenido la pinta.

Ambos, Ada y el anterior siguieron hablando mierda de la princesa. Fruncí el ceño al ver a Louis hacer señas extrañas. Uno, le estaba dando un ataque de epilepsia, o dos, estaba haciendo una imitación bastante extraña de un gorila.

—Amanda es la definición de....

—¿Sabes? —Una voz femenina hizo presencia interrumpiendo a la otra chica. Su acento fino y con aires de grandeza, junto con su voz aterciopelada, me hizo reconocerla de inmediato. Amanda—. Si vas a estar hablando mierda de mí, al menos dímelo en la cara, querida. Es de mala educación.

—No te hagas, Amanda... —Soltó Ada fulminándola con la mirada—. No seas hipócrita.

—¿Yo? —Había diversión en su tono—. Definición de hipocresía, es la falsedad que demuestra una persona en sus acciones o en sus palabras. Yo te digo las cosas a la cara, siempre... Como por ejemplo... —Se quedó callada unos segundos—. Pareces indigente... ¿Ves? No es tan difícil. Por fa, Ada, querida... Respétate un poco, ¿sí? Gracias... Eres un amor.

Podía sentir su mirada hipócrita taladrar mi nuca, la cara de Ada se había tornado de un tono carmesí.

—¿Y quien es tu amigo? ¿Trajiste a otro ciudadano de nerdilandia? —Una risilla falsa resonó.

—De hecho... —Intervine por primera vez desde que llegó, una sonrisa burlona instalándose en mi rostro de inmediato. Amaba tener la fortuna de ver su expresión. Me giré hacia ella, y de a poco su sonrisa se fue desvaneciendo hasta solamente dejar rastro de una mueca sorpresiva—. Hola Amanda, gusto en volver a verte.

Miradas fijas. Azul con castaño mezclándose. Era una guerra, una de las tantas con ella, que no estaba dispuesto a perder. Podía sentir más miradas sobre mi, sin embargo, mi atención estaba estrictamente puesta sobre la princesa. Al parecer ella tampoco tenía ningún ámbito de perder.

—Perdona... —Murmuró—. ¿Te conozco? —Arqueó una ceja.

¿Enserio? ¿Me haría la de si te vi no te conozco? Que ridícula.

—Podría hacerte recordar —Di un paso hacia ella.

La chica se tensó al instante, y me sentí orgulloso al causar esa reacción en ella. Retrocedió un paso y tragó saliva en seco.

—O quizás si te recuerdo... —Chasqueó su lengua y dio algunos pasos hacia mi y se paró en puntitas hasta dejar nuestros rostros a escasos centímetros—. Pero fuiste tan irrelevante que ya no lo recuerdo... No me diste una de esas... —Se mordió el labio—. Noches inolvidables —Susurró con lentitud.

Me odiaba ahorita mismo. Me odiaba por estarme dejando llevar por sus intentos de seducción. Me odiaba por estar reaccionando en cuerpo y mente a sus encantos. Y me odiaba por las ganas que tenía de estampar mis labios contra los de ella, en este mismo momento.

—En fin... —Suspiró y se alejó abruptamente. Una sonrisa egocéntrica adornando su, terriblemente irritante, pero bonito rostro—. Buen día.

Nos dio una última mirada a todos antes de encaminarse hacia la parte trasera del salón con su grupito de amigos. El chico rudo de esta mañana no estaba ahí, lo que me pareció extraño.

En ese momento me di cuenta de cuatro cosas. Uno, Amanda Griffiths era una experta en el arte de seducción. Dos, sería más difícil mi propósito de lo que pensaba. Tres, estaba buenísima. Y cuatro...

Antes de siquiera pensar en terminar lo que vaya a crear con ella, me vengaré. Y no estoy hablando de su familia, no... Me vengaré de la chica inglesa de cara bonita y labios carnosos por dejarme con las ganas.

[***]

Amanda.

—¡Te voy a matar, maldito! —Exclamé intentando sonar lo más silenciosa posible.

Sentía mi cara arder, mis ojos veían roja de la furia que sentía en este momento. Mataría al chico americano, si, pero primero me encargaría de este perro callejero.

—¡Piedad! —Soltó en un chillido.

—¡No hay piedad para los traidores! —Escupí con autoridad. Le di una mirada de reojo al grupo en el frente del salón.

Jamás le perdonaría al imbécil de Ethan que no me haya avisado que Murphy estaba aquí. ¡Quedé como una estúpida! Me cogió desprevenida y no venía preparada para ignorarle y fingir que no existía. Aunque no iba a negar que el sorpresivo encuentro me había gustado, un poco. El hecho de tener control sobre el chico americano, así fuera por unos segundos, me hizo sentir importante. Se notaba que era el tipo de chico que no les daba bola a todas. Incluso por un momento llegué a pensar que era gay, sin embargo, me quedó demostrado lo contrario.

—¡Deja el drama, Amanda!

—¡No lo dejo, rata de alcantarilla! —Solté un bufido.

—¿Sabías que arrugas la nariz cuando te enojas? —Soltó abruptamente Melissa, quien estaba sentada en una silla arreglando su maquillaje con un espejo de bolsillo.

—No recuerdo... —Murmuré y ella frunció el ceño y me miró.

—¿Qué?

—Haberte preguntado —Solté para después suspirar y acomodar mi cabello hacia atrás—. Bien, no perderé mas tiempo en esto. Matthew va a llegar en cualquier momento.

—Y debes lucir excitante para él —Canturreó James, mi moreno amigo, quien estaba junto a Melissa.

—Oh, cierra la boca —Solté para después bufar.

Di un salto en mi puesto al sentir unas manos fuertes, pero en un agarre suave, acariciar mi cintura. Reconocería su loción Calvin Klein en cualquier circunstancia. Sonreí de inmediato. Le había añorado.

—¿Quién se levantó de malas hoy? —Murmuró con su voz rasposa junto a mi oído, trayendo consigo una corriente de escalofríos que recorrió toda mi espina dorsal.

Me volteé encontrándome con los bonitos y cálidos ojos miel de mi novio. Me sentía orgullosa de ser una de las únicas personas que lo conocían realmente. Liam podía llegar ser un maldito asno con todo el mundo, pero yo no entraba en esa categoría. Nos criaron como hermanos y nos hemos encariñado tanto... Sin embargo, nunca enamorado. Nos amamos, claro que si, daría mi vida por él. Pero no es ese amor épico y pasional que tanto he querido probar a lo largo de mi vida. Nunca nadie me ha llenado lo suficiente.

—Te he extrañado —Susurré para después darle un pico fugaz en los labios—. No me has respondido, estaba preocupada —Hice una mueca.

—Lo siento —Murmuró él apartando la mirado—. He estado ocupado.

Para nadie es mentira que nuestra relación es pura apariencia. No le quiero románticamente, él menos. Pero si algo caracteriza la sucia carraña de la que venimos todos aquí, es que nos mantenemos de la opinión publica. Lo que piensen los demás es la base de nuestra sociedad. Quizás por eso mi madre me odia tanto. Estoy constantemente 'dejando mal a la familia'. Y ni un demonio. No me arrepiento de nada. Prefiero tener fama de zorra a deprimirme más de lo que ya estoy. Al menos cuando salgo me distraigo un poco de la cruel realidad, y olvido por unas horas lo jodida que está mi vida.

—Buenos días —La voz grave pero aterciopelada de Matthew Calder invadió el lugar, causando que me girara hacia él.

Las vacaciones le habían ayudado. Demonios, lucía como un maldito Dios Griego.

Matthew Calder ha sido nuestro profesor de literatura y director de grupo desde sexto grado. Y no puedo negar el gran crush que tenía con él de pequeña. Porque joder, es una completa obra de arte. Su mandíbula parecía tallada por el mismísimo Miguel Ángel, perfectamente cuadrada y ósea. Sus ojos de un miel profundo, que podían irradiar misterio y cariño al mismo tiempo. Sus labios carnosos y de un rosa pálido tirando al salmón. Hubo una época donde llevó el cabello corto, sin embargo, ahorita estaba medio. Este mismo de un rubio quemado. Una leve barba, que parecía un rastro de sombra apenas visible, le daba un toque más maduro. Estaba coladísima por él.

¿El inconveniente no tan inconveniente?

Él también lo estaba por mi. Era mi pequeño secretito del que pocas personas sabían. Desde hace un par de años que he estado en una aventura con mi profesor. Turbio, lo sé. Pero no pude evitarlo. Siempre quise con él, y que un hombre como Matthew me correspondiera, hacía mi corazón y otras zonas más privadas palpitar. Calder podría pasarme un camión por encima y le diría gracias.

Más que solo simple sexo, se convirtió en el blanco de mis desahogos. Amaba a mis amigos, pero ellos no tenían la suficiente madurez para aconsejarme en muchas cosas. Sin embargo, él. Oh si, claro que la tenía. Podía llorar por horas con él, y sé que simplemente me va a murmurar palabras dulces e incentivarme a seguir adelante.

No puedes desistir, Amanda. No extingas la luz más bonita que tiene el planeta. Ya hay mucha oscuridad para que nuestra mayor supernova nos abandone.

Matthew ha sido una de las personas que me ha mantenido con vida en el último año. Quiero vivir, juro que quiero y que lo estoy intentando. Pero cada día es más complicado. Despertar de mis fantasías infantiles, en las que tengo la familia perfecta, en las que mi madre y padre se aman entre ellos e igualmente a mi. En las que mi hermano sigue vivo. Y después darme cuenta que todo era un simple sueño. Tener que levantarme de la cama y sonreír, porque no puedo permitir que me vean sufriendo.

Tanto en la realeza, como en la vida en general, lo peor que puedes hacer es dejarte ver débil, vulnerable. Porque entonces el enemigo aprovechará para clavarte una daga, y dejarte peor que antes. Dejarte más destrozado, si es que eso es posible. Por más difícil que suene, debo ser fuerte. Por mi, por la gente que amo, por mi pueblo. La gente espera que esté para ellos. Puede que no haga cientos de entrevistas, ni que publiqué mensajes alentadores. Pero sigo viva, y con eso es suficiente para mi.

Suspiré y me senté en la hilera de la derecha, junto con Liam. Estábamos divididos en tres hileras, cada una con ocho pares de escritorios. Nosotros estábamos en la última fila. Nos pertenecía, y los demás alumnos lo tenían claro.

Matthew me dio una mirada fugaz y se limitó a elevar su comisura izquierda. Por más que intentase devolverle la sonrisa, se me complicó bastante. Eso de 'sonreír y reír', ya no era mi fuerte. No desde que mi fuente había sido enterrada a tres metros bajo tierra.

—¡Bienvenidos a un nuevo año! —Exclamó el profesor, entusiasta como siempre—. Me siento feliz de no ver droga, uniformes, alcohol y condones desparramos por todo el salón. Estoy orgulloso. Ya mañana estarán, pero estoy orgulloso.

El salón rió levemente y yo simplemente me limité a agachar la cabeza y juguetear con los dedos de Liam. Me encantaban sus manos. Por más fetichizo que sonase, enserio que me gustaban. Son grandes, y venosas. Siempre están cálidas y han sido otro de mis grandes consuelos últimamente.

—Tenemos un nuevo interno, y no quiero que lo espanten como al otro... —Murmuró él. Podía sentir la diversión en su tono—. ¿Te quieres presentar?

En el momento en el que el chico americano comenzó a hablar, mi atención se desvió a cualquier otra cosa. No quería oírlo, me caía mal. Si, estaba más bueno que una pizza de tres quesos. Pero su personalidad era más asquerosa que el día de 'calidad con mis padres'. Y eso es mucho decir.

Me sobresalté al sentir un toque en mi hombro izquierdo. Levanté mi mirada hacia la fuente de mi mini ataque cardiaco. Penetrantes ojos mieles mirándome fijamente bajo la espesa mata de cejas y pestañas largas.

—¿Si, profesor? —Murmuré intentando sonar inocente. Sabía que le encantaba, y sinceramente, en estos momentos lo que más quería era meterme en su oficina y sacarme al chico que estaba hablando de mi cabeza.

Él se mordió el labio y después sonrió.

—La espero en mi oficina esta tarde, princesa. Tenemos algo de que hablar.

No pude evitar relamerme los labios en anticipación. No me preocupaba Liam. Sabía que él lo sabía, y yo también sabía que se follaba a la profesora de artes visuales. Por lo tanto, estábamos a mano.

—Por supuesto, profesor Calder —Me mordí el labio—. Ahí estaré.

Él se limitó a darme una sonrisa torcida y volvió hacia el frente del salón, continuando con su bienvenida entusiasta. Yo devolví mi concentración a Liam, esta vez fijándome en su lindo perfil. No lo iba a negar, era guapísimo. Mandíbula ósea, cejas espesas castañas, ojos miel tirando al tono de sus cejas. Y su cabello de un chocolate claro. En cualquier otra circunstancia, hubiéramos tenido una bonita relación –pero de verdad–. Sin embargo, la situación no ayudó.

—Hoy... Es un día un poco difícil para el país... —Matthew comenzó a hablar con seriedad. Mi atención se balanceaba entre repasar con las yemas de mis dedos los tatuajes en el dorso de la mano de Liam y ponerle atención al profesor.

—Hace un año perdimos a un ángel... Un chico que iluminaba la habitación con solo estar presente... Hace un año perdimos a su alteza real, el príncipe Harry, que en paz descanse.

Me detuve en seco y me quedé observando un punto fijo en el piso. Podía sentir todas las miradas sobre mi. Recuerdos borrosos y dolorosos invadieron mi mente.

¡Son solo unas manzanas, llegaremos bien!

¡Súbele a la radio, está sonando nuestra canción!

¡Harry, cuidado!

Levanté mi mano.

—¿Si, señorita Griffiths?

—¿Puedo ir al baño? —Murmuré intentando controlar el temblor en mi voz.

—Claro.

Me apresuré en levantarme y salir lo más rápido que pude del salón. Al avanzar un poco más en el pasillo, dejé escapar un par de lágrimas mientras me abrazaba. Caminaba a paso acelerado, añorando llegar al patio. Eso había sido un golpe bajo, me esperé todo para hoy... Menos que mencionaran a Harry, y que el chico americano apareciera, claramente. Pero eso no era nada a comparación que Matthew comenzara a brindarle luto a mi hermano. No podía, no aún... No cuando la herida seguía sangrando. No cuando no lograba curarme. No cuando caminaba en una cuerda floja y estaba a punto de caer y quebrarme en miles de pedacitos.

Al sentir la suave brisa de agosto golpear mi rostro y divisar el paisaje de las canchas de fútbol. Solté un grito ahogado. Me mordí el labio intentando no hacer ruido. Las lagrimas ya avanzaban libremente por mis mejillas. Ese había sido mi punto de quiebre. Quería irme a mi casa, encerrarme en mi habitación y dormir, esperando despertar y darme cuenta que todo esto fue una vil pesadilla. Que Harry sigue aquí y me va a enrollar entre sus brazos. Me va a susurrar sus dulces palabras y la vida volverá a mi cuerpo. No quiero aceptar esta realidad, me rehúso... No quiero... No puedo... No sin él.

—¡VUELVE! —Solté en un grito desgarrado para después agarrarme la cabeza.

Dejé salir libremente mis sollozos. El pecho me dolía, temía sufrir un ataque cardiaco en cualquier momento. El oxigeno estaba luchando cada vez más por llegar a mis pulmones.

—Por favor... —Solté entre lagrimas dejándome deslizar por la pared.

No quería vivir así, lo único que pedía era que mi hermano volviera. Le vendería mi alma al diablo para poder escuchar su voz una ves más. Para verle sonreír y reír. Para poder abrazarle y disculparme por... Haberlo matado.

Yo lo hice.

Yo lo maté.

Es mi culpa.

Debí ser yo, no él. Mierda, siempre fui la maldita oveja negra y él el chico ejemplar. No merecía algo así. Yo si, yo merezco morirme. Quiero morirme. Quiero acabar con todo esto. Quiero reencontrarme con Harry, y dejar atrás todo el sufrimiento. No quiero más... Quiero que se acabé.

Por favor, Dios, si existes. Mátame de una vez. No pido más. Solo acaba con esta tortura. No creo poder más. ¡POR FAVOR, MIERDA!

DUELE, DIOS, DUELE TANTO. El ardor me asfixia por dentro.

Con manos temblorosas saqué el pequeño rollo de reserva que tenía guardado dentro del bolsillo de mi blazer. Si no podía acabar con el dolor, al menos me distraería de él. Un escalofrío que recorrió todas mis extremidades al tomar el encendedor de metal, que estaba helado. Hipé mientras me colocaba el cigarro blanco entre los dientes. Con manos temblorosas lo prendí y me apresuré a darle una calada.

Sentí el humo entrar y salir de mí en una angustiada respiración. Recosté mi cabeza contra la pared de ladrillo. Y simplemente me dediqué a dejar mi mente en blanco, sentir el viento en mi cara, y dejar la droga hacer efecto en mi. Ya habían cesado mis lagrimas, sin embargo, el dolor que cortaba mi respiración seguía fuerte y claro en mi pecho.

Tensé mi mandíbula al sentir una presencia junto a mí.

Uno, era un maldito metiche que vino a hacerle compañía a la loca. O quizás ya había hecho bastante efecto la droga, y era el fantasma de mi hermano de diecinueve años. Abrí los ojos y giré levemente mi cabeza hacia la izquierda.

Por un demonio, lo que faltaba.

—¿Y tu que quieres? —Solté bruscamente, mi garganta dolió al utilizarla. Mi voz salió ronca y afónica.

—Quería saber si estabas bien.

No se que me irritaba más. Sus aires de grandeza, su falsedad o su acento americano.

—Estoy bien, ahora largo.

El silencio volvió a reinar, sin embargo, el chico americano seguía ahí. Sentí la sangre hervir en mis venas. No tenía paciencia, menos hoy, y ya me estaba sacando de quicio.

—¿Acaso eres sordo? ¡Largo!

—No.

Maldito hijo de puta.

—¿Cómo que no?

—No —Sonrió con descaro y se giró hacia mi—. No me voy a ir hasta estar seguro que estás bien. Cosa que claramente no estás...

—¡Lo estoy!

—Estabas llorando —Murmuró por lo bajo viéndome fijamente—. Cuando uno llora, no está bien.

Me limpié las lagrimas de mis mejillas y barbilla con brusquedad.

—¿Ves? ¡Estoy bien! Ahora vete a meter a tus putos asuntos, y déjame sola —Solté un bufido y volví a mi posición inicial.

El silencio se hizo presente de nuevo, lo cual me hizo pensar que quizás el chico americano ya se había ido. Esperaba que lo hubiera hecho. Mierda, odio tanto que me vean llorar. No llevo un año luchando por parecer un tempano de hielo, para que todo se vaya al demonio porque este imbécil quiso venir de chismoso.

—Está bien llorar por los que se fueron —Soltó de repente. Causando que soltara aire con fuerza.

Quizás si lo ignoro, se terminé cansando y por fin se largue. Tragué saliva en seco, debido a la resequedad de mi garganta y volví a llevar el porro hacia mis labios, sintiendo la sensación gratificante del humo tóxico invadir mis pulmones.

Aun recuerdo la primera vez que fumé uno de estos. Bueno... Tengo memorias borrosas, sin embargo, recuerdo las mejores partes. Harry y yo estábamos hiperactivos, y teníamos curiosidad. Mi tío estaba en casa, y tenía cientos de porros en su habitación. Le borramos dos y decidimos fumarlos. Él casi se ahoga. Después nos pusimos a alucinar, parecíamos locos. Yo veía duendes con caras de Louis Tomlinson y él besó a un árbol pensando que era Britney Spears. Teníamos catorce...

Sonreí por inercia ante el divertido recuerdo.

—Tienes una sonrisa bonita —Su susurro pareció ser parte del soneto de la brisa contra los arboles—. Me gustaría verla más.

—¿Sigues aquí? —Solté exasperada.

—Si, y no me pienso ir, Amanda. Sé cuanto te duele... Yo también perdí a alguien últimamente.

El bicho de la curiosidad me picó causando que me girara hacia él. Llámenme aprovechada, pero prefería saber sobre la vida ajena que hablar sobre la mía. Y pensar que antes amaba ser el centro de atención...

—¿Quién? —Me atreví a preguntar en un murmullo.

—Eso... —Frunció los labios y soltó un suspiro—. Eso no importa, pero... Sé cuanto te duele —Conectó nuestras miradas. Sus azules orbes reflejando un sentimiento indescifrable—. Pero no te puedes ocultar en ti misma, guardarte todo el dolor... Así seguirá. Nunca te curarás si no le cuentas a alguien tus penas...

Volvió a callarse, sin embargo, ya no era incómodo ni tenso. Ya no quería pegarle con un zapato en la cabeza. De alguna forma, su mirada me dio seguridad y paz. Mi contraído pecho comenzó a relajarse. Y exhalé por mi boca con lentitud.

—Yo estoy aquí para eso... Sé que empezamos con el pie izquierdo, y que me porté como un maldito cabrón, pero... Como dos personas que perdimos a gente que amábamos, creo que podemos ayudarnos mutuamente... Entonces.... —Suspiró y me dio una sonrisa ladina—. ¿Qué dices?

Extendió su mano.

—¿Extraños que se cuentan sus dolores y confían el uno en el otro?

Observé su mano por algunos segundos. Era grande y venosa, incluso más que la de Liam. Igualmente tenía tatuajes, pero rebasaba a comparación de los de mi novio. Tenía un anillo plateado en su dedo anular, que parecía tener una inscripción interna.

—Venga, no me dejes esperando —Sonrió levemente.

Elevé mi comisura derecha y estreché su mano.

—Extraños que se cuentan sus dolores y confían el uno en el otro.

—Bien —Ensanchó su sonrisa y se incorporó—. Le diré a Calder que te sentías enferma y tuviste que ir a la enfermería.

—Gracias —Murmuré viéndolo regresar hacia la puerta de cristal que divide el edificio del patio.

Antes de ingresar se detuvo en seco y volvió hacia mi.

—¿Sabes? Lo decía enserio. Tienes una sonrisa hermosa... Deberías lucirla más.

Me guiñó el ojo y se introdujo en el gran edificio.

Volví mi vista al frente, repasando sobre todo lo ocurrido. Quizás él no era tan malo después de todo. Solo era otra alma herida, como yo.

Y algo inesperado ocurrió, algo que no esperaba...

Sonreí.

Sonreí de verdad para después seguir fumando mi porro.

Quizás era por fin la droga haciendo efecto, o la conversación, pero...

Fue mi primera sonrisa real en un año.

Hola chikiperras,

AÑOS. Perdón, el colegio me tiene a full y no he tenido mucho tiempo de escribir. Aparte... Estuvo largo. ¿Qué tal les pareció? Me duele el alma la pobre Amanda. ¿Qué piensan sobre los nuevos personajes? Poco a poco los iremos conociendo a todos a más profundidad. La muerte de Harry me duele;(, si lo hubieran conocido en vida, todes estarían echando baba por él.

Enserio le tengo mucho cariño e ilusión a la historia, sé que el éxito no se gana de la noche a la mañana, pero igual... Espero apoyen esta historia tanto como apoyan a las demás. Cada uno de sus votos, comentarios y mensajes me llenan el alma. Recuerden que la mayoría de cuentas para instagram siguen libres, así que no duden en pedirme algún personaje.

A propósito, ¡Tenemos nueva novela! Actualmente publicado el prólogo de Borning Star. Otra novela que me hace mucha ilusión. Créanme... 5th avenue, les conquistará ;).

En fin, lxs amo •3•

A los quince votos sigo.

— P A U

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