CAPÍTULO: 51
LUKÁS
El calor de los primeros rayos de sol adentrándose en la habitación. El suave tacto de las sábanas arropando mis piernas y torso desnudos. El adictivo olor que Lola desprende, a lima y naranja, impregnando la almohada. No puedo desear un despertar mejor.
Me abrazo con fuerza al mullido y alargado cojín, rogándole al tiempo cinco minutos más para poder deleitarme con los recuerdos de una noche perfecta.
—Buenos días.
La melódica voz de Lola consigue darme una tregua con los brazos de Morfeo. Estiro los brazos por encima de la cabeza y me incorporo despacio hasta quedarme sentado sobre el colchón, apoyando la espalda sobre el cabecero de madera de la cama.
—Ten, he hecho café y tostadas para desayunar.
Mi estómago ruge ansioso en respuesta a su propuesta. Lola se aproxima al borde de la cama, toma mi mano y la guía hasta atrapar una taza de cerámica lisa repleta de humeante café con leche sin azúcar.
—¿Llevas levantada mucho tiempo? Podías haberme despertado—pregunto, otorgando el primer sorbo de la caliente bebida. Excesivamente caliente, pero deliciosa.
—Menos de una hora—informa para luego besar castamente mi mejilla—. No he quiero despertarte, estabas muy guapo mientras dormías.
—Ya, entiendo...—bromeo, depositando sobre el escritorio la bandeja de tostadas y una cafetera de reserva hasta los topes—. ¿A caso ahora no lo estoy?
Cogiendo a la joven chica desprevenida, rodeo su cintura con mi brazo derecho y atraigo su cuerpo hacia mí, cayendo con los antebrazos sobre la colcha. Ahogando un pequeño grito de sorpresa, aproximo mis labios a los suyos, sujetando su rostro entre mis manos y estalla en carcajadas. Inspiro, reconociendo un halo distintivo de mi colonia impregnada sobre la rugosa tela de lo más similar a la camisa que llevaba el día anterior, es entonces cuando me percato de que es mi prenda la que cubre su silueta. No me cabe duda alguna de lo preciosa que está, y no solo por lo mucho que me gusta el detalle de que se vista con mi ropa.
Lola sella mis labios con un beso con sabor a mermelada de albaricoque y pan de centeno. Descanso mis manos sobre su cintura, deleitándome mientras saboreo cada rincón de su boca.
Un simple gesto hace que, este, pase a ocupar el primer puesto dentro de mi lista de desayunos favoritos.
—¿Puedo preguntarte algo?
Lola se acurruca bajo la densa colcha y estira su brazo hasta hacerse con un par de nuevas tostadas, esta vez untadas con mantequilla y mermelada de frambuesas. Me entrega una de ellas y la devoro casi de un solo bocado.
—Claro—respondo, chupando mi dedo pulgar manchado de mantequilla.
—¿Por qué Oxitocina?
Sonrío. Sonrío rememorando los bocetos de los últimos capítulos que le otorgan el broche final a mi novela. Y lo hago feliz, muy feliz. Busco bajo las sábanas la mano de mi mayor confidente y entrelazo nuestros dedos, permitiéndome acariciar la piel de su dorso. Lola siempre ha guardado esa faceta curiosa y despierta que roza el magnetismo cada vez que le escuchas hablar.
—He querido dedicarle un libro a ella, a la Oxitocina. Y también al amor— le explico—. No se trata de una novela protagonizada por personajes perfectamente ideados, completos. Ni de una trama enrevesada, ni diálogos trascendentales, ni de un desenlace de infarto. Más bien, todo lo contrario. Es una charla, una charla entre el autor y el amor.
—¿Eres el protagonista de ti propia historia?
—El verdadero protagonista es el amor. El amor como sentimiento, como contradicción, como condena, como fuerza, como sinónimo de vida. Yo simplemente juego un papel secundario—aparto un mechón rebelde que cae por mi frente y me recuesto de costado—. La oxitocina es la hormona que nos permite arriesgar, nos ayuda a experimentar el amor en todos sus matices, nos hace adictos a la intensidad. Esta sustancia está presenta en nuestras vidas desde antes de dar a luz a tu propio hijo, en el primer amor de instituto y cada vez que miras a los ojos a la persona que ha caminado a tu lado, compartiendo cada día, hasta el final.
Desde un primer momento tuve claro que, mi siguiente proyecto literario, tenía que estar relacionado con una especie de oda al amor. A todo tipo de amor. No soy ningún experto, eso lo tengo más que claro, pero sí que en mis veintiocho años de edad, he tenido la suerte de toparme con diferentes formas de amar. Y aprender de ellas. Del amor sano, siempre, del amor de una madre, un hermano, un amigo que pasa a formar parte de tu familia prácticamente, el amor confundido por deseo, el deseo que nunca llegará a convertirse en amor, un amor de verano...
Puede que esa novela nunca conozca otro entorno que la carpeta "Proyecto Oxitocina" de mi ordenador. Tal vez tenga las agallas de enviarla a varias editoriales y que ninguna se interese, o puede que sí. Que me critiquen, para bien y para mal. Que alguien, una sola persona, termine de leer las páginas, lo cierre y coja el impulso suficiente como para decirle a su madre lo mucho que la echará de menos cuando ya no esté, expresarle a esa persona todos tus sentimientos, tirarte al vacío. La vida y el amor consisten en eso, en cerrar los ojos y no mirar atrás, en renovarse o morir, en avanzar y crecer. Esa es la esencia que busco en todo lo que lleva mi marca personal. Y, con la valentía suficiente o no, la suerte o las malas rachas, me siento orgulloso de mí mismo por ser capaz de terminar aquello que en su día me planeé hacer. Escribir mi propia novela, de lo que quiero y como yo lo he sentido.
—Quiero ser la primera persona en tener un ejemplar firmado—amenaza Lola sentándose a horcajadas sobre mi regazo. Me es inevitable no soltar una pequeña risa ante su reacción.
—Que no te quepa duda de eso—afirmo con voz grave. Perfilo su mentón con las yemas de mis dedos y recojo su cabello para poder acercar mis labios a su oído, rozando con los dientes el lóbulo de su oreja—. Además, tienes al autor completamente a tu disposición.
Muerdo con sutileza la piel de su cuello, justo detrás de la oreja derecha, para luego dejar un beso que le arranca una sonrisa. Sin embargo, noto como su cuerpo se tensa y sus manos se mantienen rígidas, aferradas a mis hombros, como si tuviese miedo a caer. Hay algo que le preocupa.
—Creo que tu novela va a ser un éxito, ya no solo aquí si no que, también, en Viena— escucho como su voz se entrecorta al pronunciar en voz alta el nombre de mi ciudad natal—. He estado pensando mucho, no he podido dormir esta noche, son muchas cosas que asimilar, muchas emociones.
—Lo entiendo.
—Quiero que seas feliz y sé que allí lo serás.
—¿Y qué pasa contigo?—le pregunto, nervioso—. Lola, no pienso perderte, no ahora después de todo lo que hemos pasado. Te prometí que no cometería el mismo error que en el pasado, y así va a ser.
Lola suspira y, casi con toda seguridad, diría que se está rascando la nariz, como hace cada vez que algo le incomoda o preocupa. Apoyándose sobre mi pecho, se levanta de la cama con un pequeño salto, recoge mis pantalones del suelo de la noche anterior y me pide que le acompañe. Con rapidez, alcanzo la prenda y me visto de cintura para abajo. Dibujo en mi mente cada recoveco de la habitación, la ubicación de cada mueble y localizo la puerta que da al pasillo, procurando no tropezar al andar sin el apoyo de mi bastón. Allí, Lola se agarra de mi brazo y ella es quien me guía hasta una habitación cerrada, con olor a vainilla y madera.
—Estamos en la habitación de mi madre—susurra, dejando escapar un triste quejido—. La cama está en medio de la habitación, cubierta con sábanas blancas con decoración en crema y rosa salmón. Las paredes están pintadas de un verde menta antiguo que contrasta con el oscuro color de la madera de da forma a los armarios— Lola me describe al detalle el interior de la sala, de forma que no me resulta nada complicado trasladar el plano a mi mente—. Siempre que tenía miedo, acudía a la habitación de mi madre, ella me tranquilizaba. Me acariciaba el pelo y me susurraba que tenía la fuerza suficiente como para derrotar a todos mis monstruos.
Conmovido por sus palabras, abrazo su cintura por la espalda, dándole calor, y apoyo la barbilla sobre su hombro. Lola trata de retener los sollozos, lo sé por como su vientre tiembla y le cuesta tragar saliva con dificultad.
Ninguno de los dos emite una sola palabra, no lo veo oportuno. Lola ha querido regalarme esta momento tan íntimo y yo solo puedo estar agradecido. La abrazo con fuerza, imaginando como lo haría América ante una situación así. Sus manos se reúnen con las mías y las aprieta con firmeza. Están húmedas, seguramente por haber limpiado las rebeldes lágrimas de su rostro. Percibo el latir de mi corazón a la altura de su estómago, tranquilo y regular. Su respiración se calma al besar su nuca y su voz nunca antes había sonado tan clara:
—Necesito hacer una llamada.
—Ten—llevo una de mis manos al bolsillo trasero de mis pantalones y me hago con mi Smartphone—. Puedes usar el mío si quieres.
La pantalla se desbloquea tras un escáner de mi huella dactilar y se lo ofrezco a la joven pelinegra, quien no se suelta de mi agarre. Los músculos de su espalda se tensan, pero nunca le he percibido tan imparable.
—Quiero hablar con el señor Collins.
Automáticamente, el teléfono busca el contacto del viejo pintor entre la agenda de números y marca el primer tono de llamada. Tres tonos después, una voz rasgada y acelerada se escucha al otro lado de la línea.
—¿Lukás?—me llama—. ¿Ha pasado algo? ¿Lola se encuentra bien?
—Señor Collins, soy Lola—sus costillas se ensanchan, dando paso a una gran cantidad de aire que expulsa lentamente pronunciando la frase que cambiará el rumbo de su vida. Y de la mía, aunque ella todavía no lo sepa—. Quiero que llame a la directora de EEMCP y le diga que acepto su oferta de estudios.
¡Hola hola bonicos! ❤ Espero que todos estéis muy muy bien. Yo estoy algo enferma por un terrible dolor de muelas. Nunca antes me había pasado y realmente, no se lo deseo ni a mi peor enemigo 😭😭
Bueno, bueno, bueno, parece que nuestra Lola comienza a volar por sí misma...¿Qué os parece su decisión? ¿Y Lukás? ¿Qué creéis que pasará entre ellos?
Ya sabéis que me encanta saber vuestras teorías y opiniones ❤❤❤
Nos leemos muy pronto bonicos míos ❤
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