Verano, hace aproximadamente dos años.

LUKÁS

Lola se lleva a la boca su segunda magdalena con pepitas de chocolate por encima y, tras un primer bocado, mastica con lentitud, saboreando el sabor del chocolate negro fundiéndose contra su paladar. Sonrío con dulzura al contemplar cómo, entre la comisura de sus labios, se cuela una migaja rebelde de masa dulce que me apresuro a retirar con mi dedo pulgar, para introducirla en mi boca después. Enternecedoramente, la muchacha coloca un mechón de su oscuro cabello detrás de la oreja, desviando su mirada al cielo anaranjado que cubre nuestras cabezas sobre la azotea de un antiguo hotel abandonado. Descubrí hace unos días este lugar, por casualidad. Supongo que son consecuencias de perderse en el transporte público de una ciudad que no terminas de controlar. Pero, también, tiene su encanto. Las vistas desde aquí arriba hacen que me olvide de que, la línea 60 de autobuses, no te lleva a ninguna parte. Hasta ahora.

-Cuéntame cómo es Viena-me pide Lola, tomando un sorbo de su té matcha en vaso de plástico para llevar.

-Antes, respóndeme tu a esta pregunta-aclaro mi garganta, sin apartar la mirada de su bebida espumosa verde moco-. ¿Hay algo más que me tenga que sorprender de ti?

-No te entiendo.

-Primero, el helado de menta con chocolate. Ahora, ese mejunje nada apetecible, ni siquiera por su color. ¿Dónde han ido a parar los helados y batidos de chocolate?-elevo el tono de mi voz, haciendo que Lola se atragante con su té por culpa de la risa repentina-. ¿Qué más atrocidades te quedan por enseñarme, Lola? Juro que tengo un límite...

-¡Eres idiota!

-Un respeto hacia tus mayores, chica de la butaca once.

Una nueva risa por su parte desata en mi estómago una maraña de sensaciones, hasta el punto de querer acariciar sus labios con mis dedos. Seguramente, los efectos de la cerveza que he bebido hace un rato estén haciendo de las suyas.

Pero es que, joder, tiene una risa preciosa.

Abofeteado por mi subconsciente, me concentro en los tonos rojizos que tiñen los altos edificios que quedan bajo nuestra perspectiva.

-Viena es mi hogar, tiene rincones maravillosos, llenos de arte los mires por donde los mires, en teoría solo tendría que tener palabras amables para ella. Y así es,— aclaro— pero necesitaba un cambio de aires, por eso decidí ampliar unos meses de mis estudios aquí.

-Me encantaría visitar esos rincones de los que hablas, algún día.

-Prometo llevarte un día conmigo, soy el mejor guía turístico que puedes encontrar.

-Y el más modesto, sin lugar a duda.

-Y guapo, que no se te olvide.

-Lo que yo decía-finalmente, ambos caemos presos de las carcajadas contagiosas. Sobre todo Lola, quien casi escupe parte de su bebida al observar mi inevitable mueca de asco. No sé cómo es capaz de terminarse esa cosa espumosa con sabor a césped-. Ahora, en serio, ojalá algún día pueda hacerte una visita.

-Yo también hablaba en serio, pienso llevarte conmigo-sonrío-. Aunque, cuando seas una famosa fotógrafa, decidas olvidarte de tu amigo escritor y me des la patada. Entonces, tendrás el dinero suficiente como para viajar por todo el mundo.

-Soñar es gratis, dicen.

-Pues sueña, date el capricho de hacerlo todas las veces que quieras, Lola. Alguien con el talento que tú tienes no puede permanecer callado al mundo. Para todos aquellos que aspiramos, deseamos vivir de nuestro arte, alimentados por las emociones que desencadenamos en los demás, el primer paso es creer en nosotros mismos.

De un salto, me pongo de pie y le tiendo una mano a la joven muchacha de ojos oscuros. Dubitativa, acepta mi gesto y le ayudo, impulsándola, a posicionarse delante de mí, fijando la mirada al frente. Con mis brazos, rodeo con cautela su cintura, cubierta por una fina blusa de gasa blanca y vaporosa. Aproximo mi boca a su oído, percibiendo como se estremece al sentir la calidez de mi aliento sobre su piel.

-Lola- le llamo, a lo que ella emite un sonido, prácticamente inaudible, en lo más hondo de su garganta. Es hipnotizador como los últimos minutos de calidez del sol, se ven reflejados en sus dilatadas pupilas-. La vida es un salto al vacío, y nosotros estamos hechos para volar.

Lo último que siento al separar mis manos de su cuerpo, es la suave brisa acariciando nuestros rostros, revolviendo el pelo negro de Lola quien, con los brazos separados de su tronco, imitando las alas de un pájaro en libertad, cierra los ojos. Por un segundo, se permite dejar de pensar, y vuela.

Y yo, puedo jurarme a mí mismo, que nunca antes he conocido a alguien con tanta sed de libertad.

Sé que es un capítulo cortito, pero ya sabéis cuanto me gusta tener capítulos así en las historias. Prometo que el siguiente, lo subiré pronto, tal vez mañana 😉❤

Quiero dedicarle este capítulo a srta_salvatore16 que nunca nadie te haga dudar de tu enorme talento ❤

Gracias por seguir ahí, bonicos ❤.

Nos leemos ❤