CAPÍTULO: 42
LOLA
Desde que era muy pequeña, no recuerdo ni una sola fiesta de pijamas en casa de Gala donde mi estómago no haya terminado resentido de dolor por las miles de carcajadas y, los ojos, por la falta de horas de sueño. Ayer, aprovechando la salida de sus padres en el fin de semana, Gala nos envió un mensaje a Abril y a mí para proponernos un plan de película y palomitas en su casa. Indudablemente, ninguna de las dos nos hemos podido resistir, y yo mucho menos después de todo lo que tengo que contarles a mis dos mejores amigas.
La noche con Lukás ha superado todas mis expectativas, ha sido realmente increíble. Recordar la conexión que he sentido al poder contemplar el castaño de sus ojos de nuevo, como siempre lo había hecho, todavía me eriza la piel. Para mí, nada ha cambiado, ya no. Incluso me resulta una estupidez pensar que en su día fue así. Algo en mi cabeza se ha accionado en mis días con él para hacerme ver que, el pasado, ya no me importa. Solo el presente. Y mi presente lleva su nombre inscrito.
-Lola, deja de pensar en mí, estoy bien. El señor Collins me ha traído litros de café como para hacer la reserva de un mes- me comenta risueña mi madre, al otro lado de la línea telefónica-. Cree que el café del Muse's tiene poderes curativos, como las aguas de Lourdes. ¡Y solo porque yo fui la pionera en prepararlo!
Irremediablemente, estallo en una sonora carcajada que hace que, la señora que me acompaña en los asientos del autobús, se gire para mirarme, ligeramente molesta a mi parecer. Mientras me tapo la boca con mi mano libre, le miro con ojos suplicantes. Mi parada es la siguiente y, su carro de la compra, me impide el paso. A regañadientes, la anciana señora lo hace a un lado y, sin despegar la mirada de mi corta falda vaquera, me observa hasta que solicito la parada al conductor del autobús.
-Mamá, el señor Collins lleva enamorado de ti desde el primer momento en que te vio, admítelo de una vez- el vehículo de color rojo estaciona justo delante de la urbanización donde vive Gala. Sus puertas se abren tras dejar la estela de un desagradable sonido chirriante y, una vez en la calle, percibo como los últimos rayos de sol acarician mis brazos desnudos-. No te aburrirías con él, seguro que descubre a más de un artista al día al que valorar en una de sus exposiciones de pintura.
-Cierto, pero es demasiado bajito para mi gusto.
-Tengo que colgar, estoy delante de la puerta de la casa de Gala-le explico-. ¿Seguro que estarás bien? Aún puedo cogerme el último bus y...
-¿Es necesario que tenga que llamar a ese amigo tuyo nuevo para que vivas sin preocupaciones? ¿Cómo una chica normal de tu edad? Parece que solo con él lo consigues.
-Las dos sabemos que mi vida no es del todo normal.
-Pues ha llegado el momento de cambiar eso, ¿no crees?-suspiro-. Cariño, pásalo bien, disfruta con tus amigas. Como te he dicho, no voy a estar sola, tengo el teléfono del señor Collins y lo más parecido a una bañera llena de café con leche.
-Te quiero, mamá- un leve escozor atraviesa mis ojos al pronunciar esas tres palabras antes de colgar. Confío plenamente en que el señor Collins cuide de mi madre, mucho más que de sí mismo, pero no puedo evitar que una parte de mi mente viaje con ella, preocupándose por si un nuevo cuadro clínico como el de aquella noche, vuelve a aparecer. Y yo no estaré allí para atenderle.
Con fuerza, sacudo mi cabeza de un lado a otro, con la esperanza de despejar todo tipo de pensamiento que pueda perturbar mi mente. Estoy aquí para divertirme con mis amigas, nada más. Fin de la historia. Firme, presiono el timbre de la entrada a la casa.
-¡Tía!-exclama Gala al verme. La morena ya se ha vestido con su pijama, preparada con una enorme bolsa de palomitas dulces entre sus brazos-. ¿Dónde está Nico? Pensé que se animaría a venir en cuanto lo supiese.
-Tiene planes con un nuevo chico, un italiano creo- me adentro en el recibidor, tratando de recordar el nombre del susodicho en vano-. No recuerdo su nombre, pero era lo más italiano que he escuchado nunca.
-¿Fetuccini?
-Algo parecido.
Entre risas, Gala me acompaña hasta su dormitorio donde, sobre su cama, dejo una vieja mochila que guarda mi pijama y un neceser con lo más básico. Junto a mis pertenencias, reside impoluta una bolsa pequeña de viaje de color rosa palo con detalles blancos y dorados en relieve. No cabe duda alguna de que Abril ha llegado minutos antes que yo, ya no solo por descubrir su mochila encima de la colcha que viste la cama de la anfitriona, si no por la densidad dulce de su colonia flotando en el ambiente. Mi teoría, la corrobora un agudo chillido procedente del salón.
-Algo me dice que Abril ha dado con nuestra próxima película de hoy-anuncio observando cómo Gala rueda sus ojos en blanco.
-Love Actually otra vez no, por favor- suplica en voz baja mientras abandonamos el cuarto.
Sorprendentemente, no es la imagen de Andrew Lincoln la que se refleja en la pantalla del televisor, sino la un Leonardo DiCaprio sumergido en la piel del inigualable Gran Gatsby. Gala, tras una larga lista de halagos y piropos hacia el actor, ocupa su lugar en el sofá y estira sus morenas piernas hasta apoyarlas sobre el reposabrazos aterciopelado del mismo. Yo deposito un sonoro beso en la mejilla de la rubia, que sujeta entra sus diminutas manos el control remoto de la televisión, y me siento a su lado, con las piernas recogidas a la altura de mi pecho. Frente al televisor, dos enormes cuencos transparentes, uno repleto de palomitas saladas con mantequilla y, el otro por el contrario, de palomitas dulces, nos tientan para ser devorados en cuestión de minutos.
La película transcurre tal y como me imaginaba. Gala declarando su amor incondicional a Leo y, Abril, sonrojada tras escuchar lo que la joven morena le haría en la cama al actor estadounidense. Sin contar las veces que yo me he levantado del sofá para rellenar los cuencos de golosinas y patatas fritas una vez que, las reservas de palomitas, llegaron a su fin. Cosa que ocurrió hace ya más de dos horas.
Una vez termina la última escena del filme, Abril apaga el televisor, dando vida a un pequeño silencio donde la rubia aprovecha a ojear sus redes sociales y Gala a tomar un puñado de figuritas de azúcar. Yo, en cambio, encuentro el momento perfecto para soltar la bomba.
-Lukás y yo hemos decidido darnos una oportunidad, juntos.
Un conjunto de golosinas de colores turquesas y rojos, terminan volando, impulsadas, por encima de la cabeza de Gala. Por su parte, Abril se levanta del sofá bailando y canturreando al compás de Dua Lipa, celebrando, con los brazos levantados, mi nueva noticia. Ante semejante estampa, no puedo controlar mi ataque de risa.
-¡Cuéntanos!-exclama Gala, sonriendo de forma pícara-. ¿Cómo es tirarse a un treintañero?
-¡Tiene veintiocho!-corrijo mientras le lanzo un cojín, cuyo impacto logra detener con sus brazos en forma de cruz delante de su rostro.
-¿Fue bonito?-pregunta Abril, enredando un mechón dorado entre sus dedos.
De forma tímida, con cierto pudor incluso, me encojo de hombros, mordiéndome son sutileza el labio inferior, queriendo reprimir una boba sonrisa. Por supuesto, eso no funciona y, seguramente, mi expresión haya sido mucho menos grácil que la delicada Daisy Buchanan. Pero no me importa, ahora mismo, puedo afirmar que sigo flotando en una especie de nube.
-Mucho más que eso-le contesto a la muchacha de ojos claros-. Cada minuto que pasamos juntos superaba al anterior, era como si el tiempo fuese nuestro. No nos hizo falta nada, simplemente, surgió.
-¿Habías vivido algo así antes?-continúa Abril, quien apoya sus codos sobre las rodillas y sus mejillas en sus puños cerrados, remarcando los pómulos de su aniñado rostro.
No me tomo ni un segundo en pensar mi respuesta.
-Nunca-aseguro, rememorando la sensación de sentir sus labios recorriendo el perímetro de mi piel-. He podido estar con más chicos pero, como Lukás no. Nadie me ha hecho sentir como él lo hace. Todo es diferente cuando estoy con él, a pesar del pasado, de un futuro incierto, esa es la única verdad. Siempre lo ha sido.
-Estáis unidos por vuestro hilo rojo-termina Gala, quien se acerca para abrazar a Abril por la espalda.
-¡Y vosotras qué!-exclamo, haciéndome con tras mascarillas faciales que Gala ha dejado preparadas sobre la mesa del salón-. ¿Algo de lo que ponerme al día?
Abril escoge el producto hidratante con olor a cereza, Gala se decanta por una mascarilla purificante de bambú. O, también conocida por, tortura de potingue pegajoso de color marrón. Y, por eliminación, me aplico con los dedos una masa densa de olor a mango que, si la publicidad no miente, borra las imperfecciones y exfolia la piel. A decir verdad, y solo por el aroma, me resulta más atractiva para untar en una tostada que para cubrirme la cara con ella. Cinco segundos después ya me empiezo a agobiar por sentir en mi rostro una masa de arcilla que se solidifica por momentos.
-Me he apuntado de forma voluntaria a un nuevo proyecto de la universidad-explica Abril, colocándose dos discos de algodón sobre sus ojos cerrados-. A los alumnos de tercer y cuarto curso se les asigna un compañero de primer y segundo curso, sería como una especie de mentor. Durante todo el año, le explicas dudas en cuanto a asignaturas, el campus, profesores...
-Y los mejores bares donde se aprende de verdad-aporta Gala.
Ni siquiera puedo reírme a gusto con esta manta sobre la cara. Al menos, no si no es sintiendo como, cada vez, se vuelve mucho más tirante ante cualquier gesto que los músculos de mi rostro osen a recrear.
-Serás una gran mentora, Abril- intervengo, esperando a que mi pronunciación sea más o menos aceptable.
-Por otro lado-prosigue la joven de cabellos rubios- mis padres casi no paran por casa y, cuando lo hacen, el único tema para hablar son los múltiples viajes de negocios que les dejan exhaustos- suspira-. Pero tengo a Fabián, hemos ido a comer juntos hoy a un restaurante japonés nuevo. ¡Estaba todo riquísimo!
-Solo hay una cosa que me falla en los nuevos acontecimientos de tu vida- aquí viene Gala, atacando de nuevo.
-¿El qué?
-Tu novio.
-¡Gala!
Abril se deshace de los dos algodones y, con extrema puntería, lanza un nuevo cojín a la anfitriona. Esta vez, no consigue parar el impacto del mismo y termina manchando de color oscuro parte de la tela acolchada del objeto volador. Al darse cuenta del imprevisto, una enorme "o" se forma en sus labios.
-Mi madre me va a matar-sentencia.
-Un poco de jabón y estará como nuevo, dámelo.
Abril le arrebata el cojín de entre sus manos y sale en dirección a la cocina, donde poco tiempo después, se escucha correr el agua del grifo.
Dentro del salón y, con una sonrisa en los labios, Gala cambia su ubicación y se sienta junto a mí a la vez que, desde la barbilla, estira de su mascarilla ahora adherida a su morena piel. Mi amiga se ha convertido en una serpiente en plena temporada de mudar la piel. Y, por la expresión de sus ojos, no debe ser un período agradable. Qué necesidad hay de sufrir a lo tonto, digo yo. Que me llamen loca pero, en momentos así, agradezco que mi mascarilla de mango se retire con un poco de agua tibia.
-¿Recuerdas la especialidad donde hice mis últimas prácticas de la universidad? ¿En el hospital?- me pregunta Gala.
-Algo del riñón, me suena.
-La unidad de hemodiálisis y trasplante renal, sí- nunca lo habría dicho mejor-me han ofrecido entregar mi currículum allí, en cuanto acabe la carrera, dentro de un mes.
-¡Eso es fantástico!-me abalanzo sobre ella, fundiéndonos en un tierno abrazo-. Gala, me alegro tanto. Me acuerdo que te gustó mucho estar allí, siempre veías al Muse's a contar tus anécdotas.
-Y mira ahora, estoy a un paso de ser enfermera.
Ahora sí, porque la ocasión lo merece y porque era tortura amarilla sólida ha desaparecido de mi cara, le muestro mi más amplia sonrisa. Incluso siendo una niña de parvulario, Gala siempre ha tenido la palabra enfermería en la boca, ha sido su mayor meta. Como lo es la fotografía en mi caso. Ella ama darse a los demás, y no se me ocurre algo más bonito que dedicarte en cuerpo y alma a lo que siempre has añorado ser.
-Estoy muy orgullosa de ti.
-Ahora mismo, me siento demasiado adulta, Lola- ríe, y yo con ella.
-Será que nos hacemos mayores.
Un ahogado sollozo se escucha desde el marco de madera que da acceso a la puerta del salón. Abril, emocionada, se mantiene a un lado de la escena, de pie, abrazando al cojín ya limpio sobre su pecho. Llamándola por diferentes apodos, a cada cual más cursi y ñoño, Gala corre hacia ella para llenarle de besos las mejillas. Todas hemos crecido, pero esto es solo el principio de una vida juntas, con nuestros más y nuestros menos, pero unidas.
En el instante en que me pongo de pie para unirme a mis dos mejores amigas, un mensaje nuevo hace vibrar mi teléfono móvil.
Te espero mañana, debajo de tu ventana.
¡HE VUELTO! Qué ganas tenía, madre mía. ¿Cómo estáis bonicos míos? Espero que todo os esté yendo muy bien y que os cuidéis mucho, por favor. Cómo os envidio a los que, ahora, estáis en invierno, de verdad. No os hacéis una idea.
Tenía ganas de traeros un capítulo de mis chicas, creo que sus momentos en grupo son de mis favoritos ❤
Aviso de que se avecinan curvas MUY fuertes y, quien avisa, no es traidor 🙊🔥
Dejadme vuestros votos y comentarios, ya sabéis que adoro conocer vuestra opinión. Nos leemos pronto. Os dejo por aquí el instagram de la novela: oxitocina_wattpad ❤
Os adoro bonicos ❤
María.
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