LUKÁS

Hay veces que la vida nos pone delante tantos momentos que no merece la pena desaprovechar ninguno de ellos. Incluso aquellos que puedan resultar dolorosos, de esos siempre terminas aprendiendo algo, por muy insignificante que nos pueda parecer. En mi propia piel, la vida me ha obsequiado con muy buenos momentos. He llegado a pensar que, incluso, con demasiados para lo que yo le he podido devolver a la misma. Pero, también, me ha llenado de obstáculos el camino. Me ha entrenado en luchas donde nunca me imaginé estar. Me ha hecho perder tiempo y personas. Una de las más importantes en mi vida a decir verdad.

Una mala decisión o, mi propia culpa, hicieron que la vida me arrebatase a mi hermano mayor. Para siempre. Una parte de mi nunca se ha dado por vencido, creyendo que llegará el día en el que, Fynn, aparezca de nuevo por la puerta de casa, con los brazos abiertos y sus ojos caramelo derrochando toda la vida que le quedaba por disfrutar, por exprimir hasta el último microsegundo de su existencia. Aunque sepa a ciencia cierta de que es imposible. Mi abuela siempre me lo ha dicho; no hay nada imposible excepto la muerte, Lukás.

En mi interior, hay algo que no ha perdido la esperanza en que, algún día, nuestros caminos se volverán a cruzar. En esta vida o en cualquier otra. Estoy seguro de ello.

Cuando éramos pequeños, Fynn siempre me decía que el mayor consejo que él podía darme como hermano mayor, era que atrapase cada segundo, por muy diminuto que me pareciese, y lo guardase a salvo en mí. La vida es para los que se arriesgan a vivirla. No hay nada peor que levantarse cada mañana con un ojalá en la boca.

La vida me está dando una segunda oportunidad y no puedo dejarla escapar. Otra vez no. He aprendido la lección. Por Fynn, por todas las decisiones que no pudo tomar, los errores que no cometió. Por mí. Por ella.

Por la chica de labios rojos carnosos y vestido blanco, sentada en la butaca once en aquel cine de verano.

La misma chica que, dos años después, ha vuelto a depositar en mi la confianza que ambos necesitamos para dar vida a lo que juntos nos merecemos. Ser felices, de una vez por todas, complementándonos el uno al otro. No se me ocurre un plan de futuro mejor que ese.

Lola está empezando a abrirse a mí de nuevo, siendo capaz de abandonar sus miedos para dar rienda suelta a lo que su corazón le pide a voces. Que viva. Que no se reprima en dar ese beso que tanto tiempo ha podido guardar, oculto bajo todas esas corazas de inseguridad y temor que, en cierto modo, yo mismo me encargué de crear. Y me arrepiento de ello.

A partir de hoy, ha iniciado el tiempo de descuento para cambiar aquello. Gracias a su voto de confianza en mí, a los sentimientos recíprocos y a mis inmensas ganas de echarnos a volar como solo ella y yo sabemos hacer. Con un salto al vacío.

Somos lo suficientemente efímeros como para pensar las cosas más de dos veces. Por eso, no te guardes ese beso que puede desatar tormentas o traer la calma y equilibrio que una persona tiene el poder de aportar.

No te calles esas palabras de agradecimiento, ni tampoco cedas ante lo que vaya en contra de tus principios.

Ayuda a aquel que tengas al lado, algún día podrías ser tu quien reclame un punto de apoyo.

Persigue tus sueños, porque la vida trata de eso, de no rendirse ante ningún tipo de adversidad. Por muy dura que sea, por muy imposible que te resulte, tienes la fortaleza para hacerle frente, mucha más de la que crees. Yo la tuve.

Haz el amor con quien se despierte a tu lado cada mañana, contigo mismo o como fruto de una noche de desenfreno. Comparte y permítete olvidar, perdonar. Dejar a un lado el orgullo y el rencor que nos ciega como humanos.

Se feliz. Llora. Grita. Siente por cada poro tu piel. Cuida. Enamórate, una o mil veces, no importa. Hazlo por ti y de ti.

Analizando cada detalle, me doy cuenta de que Lola nunca fue mía, nunca lo va a ser. Lola es del viento, y el mundo se derrumba bajo sus pies. Ella es completamente suya, y eso la hace preciosa. Una auténtica revolución. Y que maldito y adictivo orgullo.

El eco de su risa grabada en bucle en mi mente, me acompaña en el teclear del ordenador, poniendo punto y final a un nuevo capítulo de mi reciente obra. Una historia que, cada vez, va tomando más forma, más cuerpo. Otra imperfecta casualidad que roza la similitud de mi vida actual.

No puedo sacarla de mi cabeza. Ni puedo ni quiero. He estado demasiado tiempo reprimiendo mis impulsos, culpándome de ver a Lola de la forma en que lo hago, admirando cada centímetro de su cuerpo y cada rincón de su alma y mente. Ya no tiene sentido seguir así. Lola es mi presente, siempre lo ha sido, desde que dejé mi primera huella en aquel vaso de refresco dentro de la sala de cine.

Exhausto, apago mi ordenador y bajo la cubierta metálica del mismo en el tiempo que mi teléfono móvil comienza a sonar. Gracias a las modificaciones del sistema operativo del Smartphone, puedo responder todas las llamadas automáticamente, sin necesidad de tocar la pantalla del teléfono.

—¿Quién es? —pregunto desde mi escritorio.

—¿Señor Gruber? —me pregunta una voz masculina, al otro lado de la línea—. Le llamo de la Editorial Ink-Cloud, hemos recibido su currículum. 

¡SORPRESA! ¿Esperabais hoy un nuevo capítulo? 🔥❤

Sé que este es un capítulo cortito pero, me gusta alternar capítulos así en la historia, tengo la sensación de que se hace más amena. En este caso, Lukás es quien narra de nuevo.

¿Un nueva editorial? ¿Qué sorpresas le deparan a nuestro protagonista? ¿Tenéis ganas de saber más de él y Lola? ¡Contadme! 

¿Qué os está pareciendo la historia hasta el momento? ❤

Gracias por todo vuestro apoyo, bonicos.