CAPÍTULO: 32
LOLA
—Nena, este es guapísimo.
Nicolás me muestra la pantalla de su Smartphone plateado. Dentro de un recuadro de marcos rosas, aparece la imagen de un chico rubio haciéndose una fotografía delante del espejo de lo que parece un lavabo.
—Lo que es un guarro —confirmo con una mueca de asco—. ¿Has visto como tiene de sucio el baño?
—No voy a quedar con él para limpiar.
Junto a la fotografía, el icono de un corazón palpitante es presionado por él pocos minutos después, indicando su interés en ese desconocido. Nico ha vuelto a las andadas en la búsqueda de su hombre ideal.
—Esa es la actitud, no tirar la toalla aunque te hayan pisoteado como una colilla, ¿verdad, Nico? —Gala le propicia un mordisco a su tostada con mermelada de albaricoque.
—Deberías crearte un perfil en esta aplicación —le responde Nico—. Quizá encuentres la manera de quitarte esa cara de amargada que llevas hoy encima.
Bruno, que permanece sentado en la barra junto a la joven morena, reprime un intento de carcajada, manchándose la barbilla con gotas de su café americano.
—¿Y a ti qué te hace tanta gracia? —le cuestiona Gala, fulminándole con la mirada—. ¿A caso todos estáis servidos de un buen polvo cada noche o qué? Porque, dejadme recordaros, que la única persona que tiene la oportunidad de follar aquí es Lola y aún no sé a qué espera.
—Oye, con mi hermana no te metas —me defiende Bruno sin perder la sonrisa de su boca.
—Solo digo la verdad.
Nico suelta un largo resoplido antes de dirigirse de nuevo a nuestra amiga de pelo extremadamente rizado.
—Menos mal que yo siempre tengo la solución a todos vuestros problemas.
Nicolás teclea con dedos ágiles y rápidos sobre la pantalla táctil de su teléfono. Se hace el silencio, donde todos nos mantenemos pendientes de la siguiente hazaña de mi amigo camarero, expectantes. En cuestión de escasos minutos, lo que yo tardo en preparar un café solo con sacarina a un nuevo cliente, Nicolás nos muestra el contenido de su Smartphone. Incrédula, junto a una recién llegada Abril, escuchamos la profunda carcajada que Bruno desata al contemplar el rostro desencajado de Gala, quien le arrebata el teléfono móvil a Nico.
—¡Me has creado un perfil en la aplicación para ligar! —exclama de forma que la mitad de la clientela se percata de su comentario, aunque no parece importarle cuando intenta abalanzarse sobre la barra en busca de Nicolás, que mantiene una sonrisa triunfante en sus labios.
Bruno agarra a Gala de la cintura, pidiéndole que se calme que en cualquier momento podrá borrar su perfil si no quiere mantenerlo. La joven morena resopla, indignada.
—Nos estamos quedando sin magdalenas de chocolate, Nico. Hay que ir a la cocina para preparar más —sin embargo, mi amigo no parece captar mi indirecta—. Nicolás, a la cocina. Ya.
—A sus órdenes, jefa.
Nicolás abandona el grupo, no sin antes despedirse de Abril con un sonoro beso lanzado al aire y mostrándole a Gala un corazón formado con sus manos unidas. A pesar de que intente mantener una apariencia fría y dura, mi amiga no puede reprimir una leve risa. En especial al ver como Nicolás se despide de mi hermano, con su característico guiño de ojos y, con su mano izquierda, simulando un teléfono móvil a la altura de su oreja. Bruno le sigue el juego, devolviéndole el guiño de ojos.
—Yo también tengo que irme —me comenta el pelinegro de ojos azules.
Bruno se impulsa sobre la barra de la cafetería y deja un beso sobre mi mejilla. Después, se despide de las chicas, haciendo que las mejillas de Abril adquieran un tono rosado al conectar su mirada con la de él.
—Nos vemos más tarde, Lola.
Le dedico una sonrisa y, antes de delegar el cargo de la cafetería en Nico para una nueva reunión de nuestro grupo feminista, vierto un poco de café en una taza de tamaño mediano y lo acompaño con una montaña de nata montada por encima, canela y un toque de aroma de naranja. Todo, una nueva invención mía para el catálogo de bebidas diferentes del Muse's. Después de añadir un poco más de canela en polvo, se lo ofrezco a Gala.
—Pruébalo, te subirá el ánimo.
—¿Y yo qué? —se queja Abril cruzándose de brazos.
—Te prepararé un batido de esos que tanto te gustan —le aseguro, haciéndome con un vaso de cristal de cuello largo—. ¿Fresa y chocolate blanco?
—Cómo me conoces.
Con una sonrisa en la boca, le hago llegar la comanda a Nicolás mientras mis dos amigas se ofrecen voluntarias para preparar las mesas y las sillas que formarán, en breves minutos, el círculo de nuestra nueva asamblea de mujeres. Eso sí, Gala no se separa de su nueva bebida, la cual, ha resultado un auténtico éxito que pronto podrá disfrutarse en la cafetería.
Termino de limpiar un poco la barra de madera a la vez que continúan llegando más miembros del grupo feminista, entre ellas, Candela y, por último, Fátima, quien se reúne con Abril en un efusivo abrazo. De espaldas a la puerta del local, recojo un par de cajas de cartón de pedidos y recoloco, en su bandeja correspondiente, la primera horneada de magdalenas de chocolate hechas por Nicolás. Dispuesta a reunirme con mis compañeras, la campanilla de la puerta abriéndose me alerta de un nuevo cliente. Un muchacho alto, de cabello rubio, que porta un característico bastón de color verde y sus inseparables gafas oscuras.
Lukás se aproxima a la barra, dejándose caer sobre una de las altas butacas, palpándola. Pierdo la noción del tiempo mientras le miro, examinando cada uno de sus movimientos y apreciando lo bien que le queda esa camiseta blanca ceñida a su torso.
—Has venido justo a tiempo —le comunico—. Estábamos a punto de empezar la reunión de esta semana.
Lukás se sorprende.
—Seré breve —chasquea la lengua—. En primer lugar, he venido a probar uno de esos batidos tan famosos del Muse's que, por ser un idiota, no pude probar hace dos años. De chocolate, por favor, si es posible.
Una risa estridente se escapa de entre mis dientes. Recuerdo ese momento como si fuera ayer. Lukás y yo habíamos quedado para cenar en un restaurante vegetariano que nos llamó la atención en uno de nuestros paseos. Horas antes de catar nuestra suculenta cena, Lukás, en medio de un ligero ataque de celos provocado en parte por una copa de cerveza de más, me vio con un chico e intuyó una realidad errónea. Ese chico no era quien pensaba que era. Y, cuando me confesó su teoría, recuerdo que no puedo parar de reírme mientras él me miraba incrédulo.
El chico con el que Lukás me vio, abrazados, era Nicolás.
—Marchando.
Anoto en una libreta su pedido antes de llevarlo a cocina, donde Nico continúa entre masa dulce y fogones.
—En segundo lugar, no sabes cuánto me alegra que sigáis con vuestros debates —su confesión me arranca una sonrisa—. Y, por último, no aguantaba más sin pasar más tiempo contigo.
El vello de mi piel se eriza en respuesta a sus palabras y, un ciclón de emociones, se aloja en mi estómago. Los recuerdos de la noche anterior en mi habitación, con mi madre, se agolpan en mi memoria, transportándome a una realidad paralela e idílica, en la que solo existimos Lukás y yo. Ni siquiera el tiempo es capaz de adentrarse en nuestro mundo sin permiso de ambos. Eso me asusta, el tiempo en general, su paso sigiloso y devastador a la vez que necesario para tantos. Temo que no tenga tiempo suficiente, que llegue el día en el que, de verdad, todo sea demasiado tarde. Tiempo para romper con mis inseguridades escondidas, para disfrutar con mi madre, para confesarle a Lukás mis sentimientos encontrados, que mi vida ha cobrado cierto orden de nuevo gracias a su llegada a España, que ni siquiera recuerdo ese falso rencor que me hice creer a mí misma. Que ya no me importa el motivo de su marcha inesperada, porque ahora está aquí, delante de mí. Y así quiero que sea siempre.
—Yo también quería verte de nuevo —le confieso, entregándole su bebida espumosa de color marrón—. Oye, en una hora más o menos terminamos la reunión. ¿Por qué no te quedas aquí disfrutando de tu batido y nos vamos después?
—¿A dónde quieres ir? —me pregunta Lukás, relamiendo sus labios después de un primer sorbo. Su gesto consigue descentrarme mucho más de lo que ya me encuentro con su aparición.
—Te dejo elegir.
Con tal de salir de aquí, contigo, me trae sin cuidado el lugar. Dejo a Lukás solo en la barra, con una sonrisa tierna dibujada en sus labios y sin apartar su mirada de mi figura, dándole la razón a mi subconsciente.
—¡Lola! —exclaman al unísono Abril y Gala, sin percatarse de la visita del joven austriaco—. Fátima ha tenido una idea genial.
—¿De qué se trata?
La chica de trenzas pelirrojas, se acerca hasta mi y anuncia su noticia bajo la atención de todas nosotras.
—La asamblea feminista de mi barrio lleva en activo durante más de veinte años y, hablando con una de sus coordinadoras, quieren realizar una manifestación la semana que viene junto con varios grupos de la ciudad. Ellas tienen la creencia de que no solo tenemos que salir a las calles el día 8 de Marzo, sino que tenemos que hacernos oír todos los días —dispersos vítores se escuchan entre las componentes del grupo—. Le he comentado la existencia de nuestro grupo y estarían encantadas de que participásemos con ellas.
—¡Podemos hacer pancartas!
—¡Tengo materiales y pinturas que me sobran en casa! —se ofrece Candela, mucho más cordial y alegre que en la reunión anterior—. Podemos quedar el fin de semana y prepararlo todo.
Las chicas aplauden, en conjunto, dispuestas a participar. Observo sus rostros entusiasmados, al igual que el mío. Creo que es una buena oportunidad para darle luz a nuestro pequeño grupo feminista y compartir nuestros pensamientos y lucha con los demás.
—Pero, ¿las manifestaciones no son algo peligroso? —pregunta Abril, en voz baja.
—El silencio puede resultar peligroso. Luchar por aquello que queremos, nunca lo será —afirma Gala—. ¿No crees, Lola?
Mi mirada se desvía, inconscientemente, hacia Lukás, quien permanece sentado sobre su butaca, degustando su bebida mientras juguetea con pequeños trozos de una servilleta de papel. Su apariencia es muy distinta a la que pude apreciar de aquel muchacho que acudió nervioso a la cafetería, hace semanas, cuando aún yo misma desconocía sus secuelas, su nueva historia, sus motivos de regreso, su lucha.
—No podría estar más de acuerdo.
¡HOLA BONICOS! ¿Cómo estáis? Espero que todos estéis genial. Se que este no es un capítulo muy muy emocionante pero bueno, digamos que es una transición a todo lo que está por venir (que no es poco, os aviso) ❤❤
Como siempre, os estoy eternamente agradecida por todo lo que hacéis y por todo vuestro apoyo.
¡Nos leemos! Un beso enooooooorme ❤❤
María
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