CAPÍTULO: 25
LOLA
—¿Eres tú? ¿De verdad?
Indudablemente, es él. Son los mismos grandes ojos azules con los que he soñado tantas noches, ideando la infinidad de caminos intangibles que podían llevarme de nuevo hasta mi hermano. La misma mirada pícara que mostraba ese niño en mi vieja fotografía.
El timbre de su voz hace que me sienta cómoda, en paz, en mi hogar. Es como si hubiese vivido bajo su mismo techo todos los días de mi vida. Despacio, Bruno se desprende de su cigarrillo y lo apaga, aplastándolo con el pie contra la acera. Su mirada vuelve a centrarse en mí, escaneando cada matiz de mi apariencia a la vez que abre lentamente los abrazos, separándolos lo suficiente de su tronco como para darme a entender que está dispuesto a dar pie al abrazo que tanto tiempo se ha demorado. Nuestro primer abrazo de hermanos. Ilusionada, corro hacia él, dejándome atrapar por sus fuertes brazos cubiertos por una enorme y gruesa chaqueta de cuero negro. Bruno es ligeramente más alto que yo, de complexión atlética, espalda ancha, pero compartimos el mismo cabello oscuro.
Oculto mi rostro en el hueco entre su cuello y hombro, queriendo memorizar el aroma mentolado que desprende. Dejo escapar el aire que retiene una débil risa mientras acaricio su nuca con las yemas de mis dedos. Mis ojos comienzan a empañarse, reteniendo la emoción que me provoca esta deseado momento. No puedo creer que Bruno me haya encontrado. Mi hermano y yo, al fin, juntos.
—Te he echado tanto de menos—. Consigo pronunciar a la vez que me separo de nuestro abrazo, percatándome del dibujo de unas alas tatuadas sobre su cuello, sobresaliendo del cuello de su cazadora, perfectamente sombreadas—. No puedo creer que te tenga delante.
—Yo también a ti —su voz es grave, mucho más grave de lo que había imaginado—. Siento mucho si te he asustado, no sabía muy bien cómo actuar. Tengo sentimientos encontrados ahora mismo. Quería haber venido antes, mucho antes, pero...
—Lo importante es que ya estás aquí.
Bruno recoloca, con nerviosismo, el aro metálico que adorna el cartílago de su nariz.
—Tengo una idea. —Vuelvo la vista atrás, contemplando la cafetería ahora cerrada por unas enormes persianas metálicas y la señalo con el dedo índice—. Esta es la cafetería de mamá. Yo trabajo aquí y tengo las llaves encima, ¿qué te parece si la abrimos para nosotros solos? Es un lugar muy acogedor y podemos hablar con tranquilidad.
Bruno asiente, gesticulando con la cabeza. Ambos nos encaminamos hacia el Muse's y yo me apresuro a buscar el manojo de llaves entre mis bolsillos. Busco la llave correcta y la encajo en la ranura del suelo que conecta con la persiana de forma que, con un leve giro de muñeca, desbloqueo la cerradura, permitiendo subir la pesada persiana con la ayuda de los brazos del joven. Con una nueva llave, abro la puerta de la cafetería y enciendo una luz suave, dejando el cartel de "cerrado" a la vista del poco público que pueda pasear a estas horas por la ciudad. A estas alturas del día, nadie suele pasear por esta zona.
—¿Quieres tomar algo? —le pregunto, dejando mi cazadora sobre la barra donde, poco después, me posiciono rodeándola.
Bruno se acomoda sobre una de las altas butacas, apoyando los codos sobre la madera, pensativo. Sus ojos ruedan examinando las diversas botellas de cristal que se encuentran a mis espaldas. Parece dar con lo que busca cuando, chasquea dos dedos a la altura de su hombro, señalando una botella baja de fondo color crema con lo que parece un mapamundi dibujado en tonos plata.
—¿Ginebra?— le pregunto no muy segura de estar acertando con su petición. Es una botella muy vieja, ni siquiera recuerdo si ya estaba aquí cuando decidí ayudar a mi madre con el negocio. Además, no es habitual que sirvamos bebidas de ese tipo en la cafetería. Nada que sobrepase la escasa cantidad de licor que acompaña al café del señor Collins cada mañana.
—Con tónica y un poco de limón, si es posible —sus labios carnosos, mucho más que los míos, se desenvuelven en una amplia sonrisa, dejándome apreciar la leve separación que presentan sus incisivos superiores, dándole un toque aniñado a sus marcadas y duras facciones—. ¿Me dejas que te ayude a prepararlo?
—Desde luego.
Bruno se levanta de un salto de su asiento y rodea la barra hasta acercarse a mí.
—¿Tienes algún cuchillo afilado por aquí?
Busco entre varios cajones hasta dar con un pequeño cuchillo con bastante filo. Se lo presto con cuidado y comienza a corta un limón por la mitad.
—Aunque, debo admitir que estaba menos nervioso mientras te esperaba. Me he imaginado tantas veces este momento que me siento muy raro.
Él me regala un guiño junto con una sonrisa disimulada. Me alzo sobre las puntas de mis pies para alcanzar la botella elegida y una copa de cristal en forma de balón. Con unas pinzas de acero, arrojo tres hielos en su interior y, unos segundos después, vierto parte del contenido transparente de la vieja botella, bañando los cubitos de agua congelada. Bruno, por su parte, corta un par de rodajas muy finas de limón en forma de flor y, con la piel, da forma a lo que parecen dos espirales amarillas. Lo último que hago para dejar preparado el cóctel, es abrir una lata de tónica que, en su caída, se fusiona chispeante con el alcohol de la copa. Un poco de ralladura de piel de limón y listo para tomar.
—Te entiendo, a mí me pasa lo mismo —mi hermano moja el borde de la copa con una de las pelarzas del limón y, antes de tirarla, la retuerce sobe el líquido transparente—. ¿Dónde has aprendido a hacer estas cosas?
—Trabajo en un restaurante, estudié para ser cocinero. Pero he trabajado como camarero también.
Empujando la copa de balón entre dos de mis dedos, se la aproximo a mi hermano, quien no duda en propiciarle un primer sorbo. El burbujeante líquido desciende hasta su boca para luego relamerse los labios, retirando de ellos los restos de acidez que proporciona el limón.
—Me tiemblan hasta las manos, Bruno —le informo. Mi propio hermano, por fin, delante de mis ojos—. Esto va a sonar muy extraño, pero he llegado incluso a soñar contigo.
Observo detenidamente como, al agarrar la copa, deja a la vista los extraños símbolos tatuados en los nudillos de sus manos. Sus marcadas venas ascienden hasta ocultarse por debajo de su gruesa cazadora, de la cual, no se ha desprendido en ningún momento desde que hemos entrado en el local.
—Llegué a pensar que nunca te volvería a ver, Lola. Han pasado demasiadas cosas y tener una solo foto como prueba de que mi hermana melliza existía ya no me era suficiente.
Bruno rebusca en el interior de su chaqueta y saca un papel arrugado y amarillento. El saber que él todavía tiene bajo su posesión aquella imagen logra emocionarme. Han sido veinte años separados el uno del otro.
—Yo también guardo esa fotografía—. Le comento con voz suave y, en cierto modo, melancólica—. También mamá tiene una idéntica.
—¿Cómo está ella? —me pregunta—. La tía me contó lo del VIH hace tiempo.
Un conocido nudo comienza a formarse, presionando mi garganta. Me ocurre siempre que el miedo se apodera de mí, sin dejarme apenas respirar. Quedan menos de veinticuatro horas para conocer el actual estado de salud de mi madre, para ser conocedoras de un posible estadio de lenta remisión o para comenzar a afrontar aquello que tanto me asusta.
—Estable— carraspeo, temerosa de que mi voz acabe por quebrantarse—. Mañana por la tarde tenemos una nueva revisión. Es posible que la carga viral haya disminuido, o no.
No tengo fuerzas para hablar mucho más del tema. Por lo que intento buscar una salida airosa que me permita zanjarlo por hoy, por lo menos, hasta que me esconda bajo las sábanas de mi cama y cierre con fuerza los ojos.
—Ya verás cuando le contemos que volvemos a estar los tres, juntos. ¡Qué alegría se llevará al verte, Bruno! —exclamo eufórica—. Se emocionará tanto al verte...
Bruno perfila su labio inferior con la punta de su lengua, mostrando un semblante serio, absorto en su mundo de pensamientos. Le confiere un nuevo trago a su bebida antes de desviar sus intensos ojos como el océano hacia mí. Hay algo en su mirada que no consigo descifrar. Es la primera vez en toda la noche que siento a mi hermano a kilómetros de distancia, como si volviesen a separarnos de nuevo.
—No creo que sea una buena idea que me vea, Lola. Aún no, es demasiado pronto.
Antes de que pueda reprochar nada, la vibración de mi teléfono sobre la encimera me alerta de una nueva notificación. Desbloqueo la pantalla introduciendo el patrón que me da acceso a identificar un nuevo mensaje de correo electrónico. Es de Lukás. Mientras que Bruno juguetea con el borde de su copa, presiono sobre el aviso y me dispongo a leer:
Asunto: Buenas noches.
Espero que hayas llegado bien a casa. Samuel te envía un saludo.
Háblame si necesitas cualquier cosa. Que descanses.
Junto a su último mensaje, Lukás adjunta su número de teléfono móvil, el cual, yo no tardo en guardar como un nuevo contacto en la memoria de mi Smartphone. Para ahorrarle posible preocupaciones, me pongo en contacto con él a través de una aplicación de mensajería, corroborando mi llegada a casa. Aunque omito el inesperado reencuentro con mi hermano mellizo.
Sí, todo bien. Y recuerdos a Samuel de mi parte, ha sido muy amable. Buenas noches, Lukás.
Reviso varias veces el texto que le acabo de enviar, sin terminar de sentirme satisfecha.
Gracias por la tarde de hoy.
Empleo más tiempo del que me gustaría para borrar y reescribir esa simple frase. Creía que volver a sentir el calor de su cuerpo junto al mío no sería posible. Estaba completamente equivocada.
—Tierra llamando a Lola —la forzada voz de mi hermano consigue sacarme del trance. Guardo con rapidez mi teléfono móvil en uno de los bolsillos de mis vaqueros y contemplo como, con expresión chistosa, frunce el ceño, insinuante. Su silencio consigue ponerme nerviosa.
—Lo siento, tenía que contestar. —Una tímida sonrisa se dibuja fugaz en mi rostro. Noto como mis mejillas arden, adquiriendo un tono rosado intenso.
—¿Hay algo que quieras contarme, hermanita? ¿Algún chico al que tenga que interrogar para conocer sus intenciones? Lo haré si eso es necesario, que lo sepas —me pregunta suspicaz, dejando escapar una lábil carcajada. En cambio, me reprimo en una tímida sonrisa. Bruno me observa y su expresión cambia por completo, rozando la incomodidad—. Perdona, eso ha sido un poco raro.
Alargo mi mano hasta tocar su antebrazo de forma que nuestras miradas conectan.Sonrío. Se nota que está nervioso, así que mantengo mis ojos fijos en los suyos, tratandode transmitirle la tranquilidad que necesita ahora mismo.
—Ahora en serio, quiero que tengamos una relación de hermanos de verdad, Lola. Me esforzaré. Ahora que he dado contigo, no quiero estropearlo. Eso conlleva que, si quieres contarme algo, estaré aquí para escucharte y ayudarte. Quiero recuperar nuestro tiempo perdido.
Manteniendo la sonrisa en mi boca, muerdo con delicadeza mi labio inferior. Coincido con él. Me encantaría que, juntos, pudiésemos recuperar todo el tiempo que en su día no pudimos disfrutar. Es mi hermano y quiero cuidarle, protegerle, quererle más allá de lo que una fotografía puede darme, al igual que él lo haría conmigo. Con calma, dedico varios minutos a relatarle cómo conocí a ese chico vienés hace dos veranos hasta el día de hoy, deparándome en los detalles más importantes. Todas las sesiones de cine, las horas entre cafés del Muse's, todo lo que me hizo sentir, viviendo a la velocidad de un torbellino, reviviendo ahora lo que creía destruido. También su inesperada marcha, su ausencia en mi vida durante meses, los múltiples de recuerdos guardados entre mis paredes durante tanto tiempo gracias a una simple fotografía. Nuestro beso en lo alto de aquel hotel abandonado y mis incontrolables ganas de retomarlo de nuevo.
Cuando termino, Bruno permanece callado, asimilando y recopilando toda la información que le acabo de transmitir. Me siento liberada por ello, nunca llegué a imaginar cómo sería contarle a mi hermano cómo conocí a mi mejor amigo, mi punto de apoyo.
—¿Le quieres?
Nunca antes una pregunta me había provocado tanto pánico.
—Es muy importante para mí, ahora lo sé —un sudor frío empapa mis manos.
—Entonces sé feliz, Lola. Vale más la pena arriesgarse que quedarse con las ganas.
Suelto un resoplido, resignada. Puede que Bruno tenga razón, al igual que Nicolás y todos los que, por algún medio, han intentado abrirme los ojos, ofrecerme ese impulso que le falta a mi vida, a mí día a día. Sin embargo, solo yo puedo tomar la última palabra.
—Puede parecer irreal desde fuera, puesto que tan solo vivimos un verano, pero fue muy intenso. Lo hicimos nuestro. Ahora ha vuelto a aparecer en mi vida y quiere dejar claro que nada ha cambiado, cuando no es así. Bruno, me quedan muchas heridas por sanar todavía.
—¿Por qué llorabas el día que fuiste de fiesta con tus amigos? —me cuestiona, evitando mi pregunta y pillándome completamente desprevenida. ¿Cómo él sabe eso?
Los acontecimientos de aquella fiesta vuelan ágiles a mi memoria, muchos difusos y escasos como para poder reconstruir la noche por completo. Recuerdo entrar a la discoteca, la timidez de Abril y la desinhibición de Gala a la hora de bailar, imágenes nítidas de Nicolás y Álvaro al comienzo de la noche, los besos húmedos de aquel chico en los lavabos, la voz de Lukás gritando en mi cabeza, pudiéndome salir de allí cuanto antes.
Lo lejano que me resultaban los gritos de Gala alertando a Abril sobre los intentos de un camarero por intentar ligar con ella.
—¡Un momento! —apoyo mis codos sobre la barra de la cafetería, quedando a la altura de su hipnotizante mirada, la misma que me ha traído un recuerdo a mi memoria—. ¡Eras el camarero que se fijó en Abril!
—Así que Abril, ¿eh? —se interesa, jugueteando con una de las cremalleras de su chaqueta.
—¿Desde cuándo trabajas allí? ¿Me viste? ¿Por qué no me dijiste nada? ¿Cómo has podido encontrarme?
Bruno bebe de su copa, tendiéndome el vaso vacío al terminar su contenido. Sus manos se cierran una sobre la otra, ejerciendo el nivel de fuerza que hace crujir sus huesos. Odio cuando alguien lo hace, no puedo evitar entornar los ojos, repelando aquel desagradable sonido. Bruno sonríe, disculpándose por su desagradable manía.
—Desde hace un mes. Un amigo conoce al dueño y necesitaban un camarero, así que me presenté en la discoteca y el puesto fue mío —me explica—. Vivo en un piso con tres amigos, no muy lejos de aquí. Nos va bien pero, algo más de dinero nunca viene mal. En cuanto a tu segunda pregunta, sí, te vi saliendo a toda prisa del recinto a menos de una hora para que cerrásemos. Escuché más tarde como tus amigos tu buscaban. Consideré que no era el mejor momento para que te encontrases con tu hermano...
Antes de que pueda continuar con la conversación, el tono de llamada de mi teléfono hace que me haga con él. Es mi madre. Mientras hablo con ella, Bruno se levanta de la butaca alta y se recoloca el cuello de su chaqueta de cuero negra, sacudiéndola con firmeza. La llamada telefónica no dura mucho tiempo. Después de colgar, es mi hermano quien toma la palabra, dejando apartadas el resto de mis preguntas sin respuesta.
—Es tarde —concluye con las manos en los bolsillos—. ¿Trabajas mañana? Puedo pasar por aquí, si te parece bien.
—¡Claro! Tengo que abrir por la mañana, podría presentarte a mis amigos. Seguro que se llevan una sorpresa.
Él asiente con la cabeza, mostrando de nuevo esa sonrisa ladeada con la que tantas veces me he topado durante la noche. Reencontrarme con Bruno ha sido maravilloso, mucho mejor de cómo me lo había imaginado. Por fin, me llena esa sensación de saber lo que es tener un hermano. Ahora lo tengo, a mi lado. Ya nada nos va a poder separar de nuevo, nunca.
—Nos vemos, hermanita—. Se despide mientras se encamina hacia la puerta del Muse's. Antes de forzar el picaporte para poder salir, gira su perfil hacia mi dirección—. Por cierto Lola, saluda a tu amiga Abril de mi parte.
¡HOLA BONICOS! ❤ Aquí tenéis el nuevo capítulo con el esperado reencuentro por parte de los hermanos mellizos.
¡Contadme! ¿Qué primera impresión os transmite Bruno? ¿Tendrán una buena relación él y Lola?
¿Y Lukás? ¿Cómo será su siguiente encontronazo con Lola después de su beso?
Y, antes de despedirme, tengo una noticia que llevo mucho tiempo planeando desde que me decidí por comenzar esta historia. Como habéis podido comprobar, el grupo más representativo de la historia son las 3 amigas; Abril, Gala y Lola. Y, esta obra, se centra en especial en esta última, en Lola.
Bien, ahora viene la sorpresa...Si todo marcha bien con esta novela actual, he pensado escribir dos obras más a parte de OXITOCINA. Una historia dedicada a cada una de las chicas del grupo. Serán tres libros independientes de leer, con una historia o historias diferentes, pero que tendrán personajes que aparecerán en las demás novelas. ¿Qué os parece esta idea? ¿Os gustaría leer algo así? ¡Contadme vuestras opiniones! ❤❤❤❤
Tengo decidido quien será la siguiente protagonista del segundo libro pero, ¿quién os gustaría que fuese?
El JUEVES que viene vendré con un nuevo capítulo de Oxitocina y el nombre de la que será la segunda protagonista de esta saga, ya lo tengo decidido 🙊🙊
Hasta entonces, mil gracias por todo vuestro apoyo. Siempre. Os adoro ❤❤❤
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