Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO: 22

LUKÁS

Su aroma a cítricos me embriaga durante todo el trayecto. De la misma forma en la que lo hace la descarga eléctrica que me produce el tacto suave de su mano sobre la mía, unidas desde el primer rugir del motor al arrancar. De forma inexplicablemente inconsciente, pero que ha resultado tan necesaria.

Lola es así. Una revolución que te atormenta por dentro de la forma más mágica e intensamente bella que he podido experimentar. Una revolución necesaria, fundamental. Ella era la revolución. Un cortocircuito en completo equilibrio.

No puedo reprimirme en dibujar, con la yema mi dedo pulgar, pequeños círculos sobre la piel del dorso de su mano. Percibo como su cuerpo se tensa ante mi gesto, lo que me hace estrechar con más fuerza sus dedos entrelazados con los míos. Seguro que está preciosa, con ese color en los labios que tanto me gusta y ese rubor natural de sus mejillas.

-¿Estás nerviosa?

-Un poco -contesta en voz baja-. No me has dado ni una sola pista de a dónde me piensas llevar.

-Me gusta mantener el misterio -sonrío-. Pero, confía en mí.

Sus suspiros se pierden en el ambiente, dejando una estela de recuerdos que impactan contra mí, sin piedad. Tengo que ganarme su confianza de nuevo, no puedo fallarle otra vez. No puedo permitir que mis pensamientos lo arruinen todo, destruyéndolo a su paso, como ocurre con todo lo que me importa.

No tengo otra opción. Tengo que guardar en lo más profundo de mi mente todas esas fantasías, suposiciones y sentimientos que llevo dibujando cada noche en mi cama de Viena. Cada vez que me despierto. No es justo, no para Lola.

-Pasajeros -anuncia Samuel forzando su voz, como recién salida por una megafonía-. Aquí termina su viaje. Que disfruten.

Escucho como Lola le da las gracias a Samuel y se desprende de nuestro agarre para poder salir al exterior con facilidad.

-Gracias, tío -le agradezco chocando nuestras manos como forma de despedida.

-No me des las gracias. Avísame cuando quieras que pase a recogeros, si os hace falta.

Una vez fuera, despliego mi bastón y echamos a andar hacia un peculiar lugar. Un hotel abandonado desde hace más de diez años. Lola y yo solíamos acudir allí, a su azotea, en verano. Es un lugar tranquilo y a ella le encantaba traer su cámara de fotos para lanzar instantáneas por doquier, con esa agilidad que desprende, resultando incluso sencillo cuando le ves hacerlo. Cuando le observas disfrutar, evadirse. Nuestro destino es aquella azotea tan nuestra en su momento.

-No puede ser -exclama ella, sorprendida, deteniéndose frente al enorme edificio antiguo a las afueras de la ciudad, aislado del mundanal barullo-. ¿Esta es la sorpresa? ¿El hotel abandonado?

-No suenas muy emocionada.

-¡No! ¡Me gusta! Es solo que, ¿y si nos ve alguien?

Su pregunta se pierde en el aire mientras rodeamos la construcción hasta toparnos con una robusta y oxidada puerta metálica. Es una de las salidas de emergencia que da acceso al interior. Dimos con ella un anochecer donde contemplamos las estrellas desde la parte exterior de la última planta. Alguien tuvo que forzarla en el pasado y aprovechamos esa pequeña ventaja desconocida hasta el momento para hacer de aquel hotel, nuestro pequeño refugio.

-¿Hace dos años también te importaba eso? -Río, cerrando la puerta a nuestro paso-. Vas a tener que ser mis ojos aquí dentro. Tenemos que subir hasta la azotea.

Poco a poco, voy adquiriendo más confianza en mi apoyo de color verde. Aunque, todavía no me siento muy desenvuelto en lugares cerrados que no frecuento. Por ello, Lola no tarda en agarrarme del brazo, informándome de que emprendemos la subida de una enorme espiral de escaleras que nos tomaremos con calma hasta llegar a nuestro destino. Por el camino, Lola se preocupa reiteradas veces de mí, asegurándose de que le pediré que paremos siempre que yo lo necesite. Una vez que sobrepasamos el quinto piso, pierdo la cuenta del número de escalones que hemos dejado atrás. No obstante, la emoción y los nervios de alcanzar la azotea son más fuertes que el cansancio de mis piernas, de modo que no nos detenemos más de cinco minutos para reponer aire. Cuatro pisos después, las escaleras terminan en una nueva y maciza puerta de aluminio tiznado por restos de colores naranjas y ocres, ya desgastados por el paso del tiempo. Desplegando mi bastón, me vuelvo hacia el cuerpo tenso de la chica, expectante a mis movimientos.

-¿Lista?

Lola emite una especie de sonido de afirmación con la garganta y su manos desciende de nuevo hasta encontrarse con la mía, dejándome sentir su propia ilusión hasta hacerla mía.

No le hago esperar más. Abro la segunda puerta de metal con la que nos enfrentamos desde que Samuel nos dejó con el coche a escasos metros del hotel. A través de mis oscuras gafas, puedo incluso percibir como las sombras se disuelven, luchando por dar paso a un falso trampantojo de luz.

-Esto es... -suspira Lola al acceder a la azotea.

Sus pasos son cautelosos, delicados. La imagino observando cada rincón, descubriendo los entresijos de mi plan perfectamente hilado y planeado. En menos de dos horas, con la ayuda de Samuel, le hemos dado vida a un nuevo cine en la ciudad.

Después de nuestro encuentro de hoy en mi casa, Samuel me ayudó a idear el plan perfecto que mi cabeza había estado maquinando durante toda la noche. Le pedí a Lola empezar de cero y, qué mejor forma de hacerlo que en un cine. Nuestro punto de partida. Aunque esta vez de forma mucho más artesanal y creativa. Tras dar forma a mi idea, pasamos por la casa de mi antiguo compañero de piso para coger unas cuantas mantas, dos almohadas grandes y mullidas, cuerda y una sábana blanca. Yo me encargué de hacerme con mi ordenador portátil y un disco duro repleto de películas antiguas. La elegida para la sesión de hoy era: Cinema paradiso. Tuve que pensar en algo para comer, así que, mientras Samuel ideaba lo que iba a ser nuestro medio para proyectar la película, me dirigí al supermercado más cercano y compré dos bandejas medianas de sushi variado, unos cuantos sobres de salsa de soja y dos botellines de cerveza.

-Quería recrear nuestra primera tarde de cine. -Me sitúo a su espalda-. Por tu silencio, creo que Samuel se ha superado con la decoración.

-Es increíble. -Se apresura a decir.

No me siento capaz de reprimir mi siguiente pensamiento.

-Tú también lo eres -afirmo, dejando que las palabras huyan de mi boca. Como si estas ardiesen y yo no las pudiese contener más conmigo.

Escucho a Lola sonreír, porque las sonrisas también puede percibirse cuando no las puedes ver con tus propios ojos. Y me aseguro a mí mismo que es el sonido más bello que existe.

Mi amiga se encamina rauda hacia la zona cubierta por un par de mantas enormes de terciopelo, tejidas sobre una infinidad de colores. Un resonante e imprevisto ruido procedente del estómago de Lola me acciona, haciendo que aterrice de nuevo en la realidad y vuelva a lanzar mis pensamientos e intenciones al fondo del cajón de mi mente. Una carcajada grave escapa de entre mis labios.

-Estoy hambrienta. -Ahora es ella quien ríe. Yo me deleito con ello, sintiendo el vibrar de su risa en cada poro de mi piel. Suena demasiado bien como para terminar con un nuevo silencio.

Me doy prisa y, sentado a su lado, inspecciono con la mano el contenido de las bolsas transparentes del supermercado. Le ofrezco una de las bandejas de comida japonesa con sus respectivos sobres de salsa y, al final, la bebida.

-Espero que no hayas perdido las buenas costumbres y te siga gustando la cerveza de verdad -apunto a la vez que ella toma su botellín de mi mano, agarrándolo con firmeza.

Comenzamos a degustar nuestro menú de hoy, el que, para mi sorpresa, está delicioso. Uno no siempre se topa con un sushi de semejante calidad dentro de un supermercado. Es más, habitualmente, es el pescado el que termina consumiéndote a ti por dentro.

Lola se mantiene centrada en su comida, sin cruzar una palabra desde que ambos nos acomodamos entre mantas y almohadas. Aún puedo sentir el eco de su risa en mis oídos pero, ahora está muy callada. Y eso no es lo corriente en ella. Incluso consigue perturbarme.

-¿Te importaría pulsar el botón de reproducir del portátil? -le pido, terminando mi última fila de nigiris de salmón.

Escucho como, emitiendo un quejido, alarga su cuerpo hasta alcanzar el cursor táctil del ordenador. Al instante, se da paso a la película proyectada sobre la sábana blanca, tensada por dos cuerdas que atan sus extremos a dos rendijas que conectan con los tubos del calefactor.

-Veo que en ti tampoco han cambiado las buenas costumbres. Te sigue gustando el cine antiguo -corrobora ella tomando un largo sorbo de cerveza.

-El cine de los ochenta nunca pasará de moda, no mientras yo pueda seguir disfrutando de él. Aunque ahora lo haga de otra forma. -Me llevo un dedo a mis labios emitiendo un leve siseo-. Ahora silencio en la sala.

Entre otras muchas cosas, le estoy eternamente agradecido a mi madre por mostrarme la belleza que desprende el cine italiano. Ella, una fanática de los largometrajes de Roberto Benigni, me inculcó a mí la misma pasión y entrega por las obras del país con forma de bota. Sin duda alguna, esta es de mis favoritas. Un completo himno del amor por el cine.

La sesión de cine transcurre sin ningún problema, ni siquiera por parte de mi viejo ordenador portátil. Lola permanece absorta dentro de la trama mientras que yo sigo sin quitarme de la cabeza el deseo de volver a coger su mano. Aún siendo conscientes de que eso no está bien, ni pensarlo, ni sentirlo. En Viena, hace más de un año, rompí con esa regla establecida para cumplirla al pie de la letra, dejándome soñar son ella, pensar en ella, sentirla incluso cuando físicamente era imposible. Yo mismo creé esa norma. Ni siquiera tengo que permitirme su incumplimiento. Por mucho que mis deseos sean otros.

Las palabras de Samuel acuden veloces a mi mente, ocupando cualquier pequeño espacio que quedase libre: "ambos sois el reflejo del otro". "Sigo manteniendo mi apuesta". Joder. Ella es mi amiga. Mi amiga y la persona que mejor me entiende y comprende de este retorcido mundo.

Ella es mi jodido espejo. Y no puedo vivir sin observarme en él.

Me remuevo incómodo sobre mi porción sedosa de tela bajo mi cuerpo. Mi subconsciente se toma la libertad de tomar asiento en nuestra sala de cine privada; "concéntrate en la película, maldita sea. Es Lola, tu amiga. Y no puedes echarlo todo a perder otra vez. No todo el mundo ofrece segundas oportunidades y tú tienes la suerte de estar viviendo una. Así que deja de pensar en ti por una maldita vez". Intento no auto engañarme, repitiéndome la lección una y otra vez. Igual que había hecho durante todo este tiempo. Como si fuese a servir de algo. Lola es mi amiga, sí, claro que lo es. Y como tal no puedo pensar en ella de otra manera. No cómo lo había hecho en aquellas noches en Viena que simulaban ser eternas. No como me he atrevido a hacer en el momento en que nuestras manos se han unido dentro de aquel coche. No como Samuel espera que haga. No puedo. Ella no es para mí. Merece algo mucho mejor, una estabilidad certera, alguien que la contemple hasta envejecer, que la cuide con sus cinco sentidos. Yo ya no ocupo ese puesto.

La banda sonora de la película me provoca un escalofrío que consigue traerme de vuelta a la azotea de aquel hotel. Sin embargo, pongo en duda el efecto que la famosa música ha desencadenado en mi cuando percibo una serie de sollozos ahogados por parte de Lola.

-Ven aquí -le pido, atrayéndola entre mis brazos, queriendo crear una especie de escudo protector sobre ella. Sus brazos se ciernen sobre mis costillas y termina rompiéndose por completo-. Conmigo no, por favor. No llores.

Maldigo en voz baja y, con una mano, acaricio despacio su nuca mientras aferro su cuerpo contra el mío, destruyendo cualquier destello de luz tenue del ocaso que se abra paso entre nosotros. Ella no responde, simplemente se dedica a esconder su rostro en mi pecho, asustada. Mezo su cuerpo entre mis brazos, tratando de detener las sacudidas que acompañan su llanto desconsolado.

Nunca antes le había visto así, muerta de miedo. Todos mis pensamientos se precipitan al vacío, arrastrando mi mundo con ellos.



















¡Hola hola! ❤ ¿Cómo estáis? ¿Qué tal vais llevando estos días en casa? ¿Habéis empezado a salir?

Como os prometí, hoy os traigo el siguiente capítulo de la novela. Ha sido muy especial para mí a la hora de escribirlo, ojalá os guste mucho ❤

Peeeeeeeeeeero, aquí no acaba la sorpresa. Atentos a ESTA NOCHE porque subiré el capítulo 23 de la historia 🔥❤😍. Quiero que podáis leerlos los dos seguidos ya que ambos se complementan.

¡Espero que os gusten mucho! ¡Nos vemos esta noche bonicos! ❤❤❤❤



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro