LOLA
Pierdo la noción espacio temporal mientras contemplo con cautela la fotografía que guardo entre mis manos. Incluso me arriesgaría a decir que es mi favorita de todas. Aparecemos los tres. Mi madre, mi hermano y yo, quienes, por aquel entonces, apenas alcanzábamos los dos años de edad. Sonreímos, felices. Los brazos de mi madre nos rodean por la cintura, manteniendo la postura serena, firme y singular de América. A la izquierda de la imagen, aparece mi tierno semblante caracterizado por una mueca que muestra mi dentadura incompleta, irradiando la más pura inocencia. Mientras tanto, Bruno alarga su pequeño brazo con la intención de agarrar uno de mis mechones oscuros de cabello, con las facciones de su rostro concentradas en la tarea.
Esta fotografía es nuestro último recuerdo, juntos. Inmortalizadas en papel brillante, nacieron dos copias exactamente idénticas, gemelas. Una para cada hermano. O eso es lo que mi madre siempre me ha contado.
Cada vez que la contemplo, una marea de sentimientos encontramos recorren cada poro de mi piel, alojándose en las entrañas una sensación cálida que, desde niña, me ha resultado abrumadora. Esa sensación se intensifica en el mismo instante que repaso la silueta de mi hermano con los dedos. Siempre he tenido la incertidumbre de si Bruno, allá donde quiera que esté, guarda esa fotografía con el mismo mimo y protección que yo. Si la observa como yo lo hago, rebosante de emociones vivas, de añoranza, de nostálgica curiosidad.
A pesar de mantener recuerdos difusos de Bruno, prácticamente inexistentes, mi corazón nunca ha dejado de extrañarle. He echado de menos ese cosquilleo que te produce hablar, con el pecho repleto de orgullo, sobre un hermano. Las lenguas callejeras dicen que los mellizos mantienen una conexión especial entre ellos, como si en un radio de cinco kilómetros, cada uno supiese encontrar al otro, sin vacilar. Me encantaría pensar que esa leyendo urbana es cierta y poder volver a toparme con esos intensos ojos azules que nos diferencian.
Llevo la fotografía a mi pecho, a la altura del corazón, tumbándome a la vez sobre el mullido colchón de mi cama. Allí, la estrecho con fuerza entre mis manos, queriendo traspasar el papel por un segundo y viajar en el tiempo. Sería tan fácil retroceder. Tener el poder de cambiar el rumbo de tu vida con tal solo presionar el botón que en su día consideraste equívoco. Perseguir a aquella niña que jugaba inocente con su hermano mellizo, bajo la atenta mirada de su madre, siempre supervisando nuestros horizontes, espantando a los monstruos de debajo de la cama, tendiendo la mano amable que te sostiene la primera vez que te rompes un hueso o te destrozan el corazón.
Tan fácil, que resulta iluso.
Tan solo espero que Bruno conserve aquella fotografía de colores apagados por el tiempo. La contemple y piense en que, aún en un radio de infinitos kilómetros, su hermana melliza anhela esos inmensos ojos azules.
Son sus ojos mi último pensamiento antes de caer rendida sobre los brazos de Morfeo.
¡SORPRESA! 🙈 ¿Cómo estáis chicos? Espero que estéis todos bien, de corazón.
Bueno, esta es una pequeña sorpresa que quería daros a modo de agradecimiento por todo el apoyo que estoy recibiendo en mi historia. De verdad, sois maravillosos todos los que tomáis parte de vuestro tiempo en dedicarlo a leer aunque sea una frase de un capítulo. Os estoy muy agradecida ❤
A veces creo que no es demasiado bueno lo que escribo o que no está a la altura de mis expectativas, supongo que todo autor quiere que parte que compone su obra quede perfecta. Y, bueno, a veces me considero demasiado crítica conmigo misma (así también me conocéis un poco mejor 😋). De todos modos, espero que os guste muchísimo ❤
Cuidaros mucho, por favor. Os mando un beso ENORME ❤
María.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro