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Historia VIII B

Sinopsis: Siete años después Katsuki se encuentra con una pesadilla (sueño húmedo) de su pasado.
Número de Palabras: 3724
Advertencias: Incluye descripciones sexuales gráficas.

[...]

A sus veinticuatro años Katsuki no bebe, es de esas actividades que considera altamente improductivas –como comer comida chatarra o sopas instantáneas–, cosas que tal vez sepan bien en un momento pero que no aportan beneficios a largo plazo. Tras las inevitables experiencias con el alcohol en los últimos años de su adolescencia Katsuki había decidido que eso no era para él, no tenía interés en convertirlo en una costumbre regular ni el deseo de quedar como estúpido que se inclina sobre un lavabo para escupir sus intestinos.

Sabiendo esto tal vez sea comprensible preguntarse por qué carajos Katsuki Bakugou ha entrado en un bar cualquiera en la zona más desgastada y apestosa de la ciudad. Una pregunta válida, que nuestro protagonista contestaría con un resoplido de desprecio ante la sola idea de ofrecerle explicaciones a un don nadie; eso si tienes suerte de que te haga caso porque lo más probable es que el susodicho te ignore. Pero has de saber que Katsuki tiene una razón para estar ahí, una razón extremadamente poderosa y bastante simple: Trabajo.

Tras acabar la preparatoria, asistir a la universidad, y graduarse de la misma para ser reclutado en el departamento de policía, Katsuki había logrado posicionarse como uno de los agentes más jóvenes y prometedores del departamento, permitiéndole conseguir empleo en una agencia gubernamental altamente solicitada que se especializaba en crímenes financieros. Uno de sus casos lo había conducido hasta ese bar cualquiera, pero tras una hora sin movimiento o señal alguna de su objetivo, Katsuki estaba listo para pagar por su cerveza, aún llena, antes de marcharse al gimnasio como dictaba su horario de entrenamiento personal.

Eso hasta que oyó la voz.

—¡Hey!, dame una guinnes y un whisky, y de paso un beso también.

—No tengo de esos en el menú, cariño.

—Una lástima, nena, aunque es comprensible porque algo me dice que esos besos no son para cualquiera.

—Puedes apostarlo.

Entonces lo oyó reír.

Solo el Hey habría sido suficiente para hacer que Katsuki se sacudiera la pereza como si acabaran de salpicarle agua fría en la espalda, pero había sido la risa la que terminó por cimentar la certeza que le clavó las uñas en la espalda. Ese sonido musical y estruendoso lo hizo girar sobre su taburete para encontrarse con una imagen que había sospechado nunca volvería a ver.

Denki Kaminari había sido uno de sus compañeros de preparatoria, rubio, delgaducho y ruidoso. Un alborotador nato, que disfrutaba de las bromas, los cuchicheos y las fiestas. Habían sido parte del mismo grupo de amigos pese a que su único punto en común era la terrible costumbre de llamar a las cosas por su nombre y no soportar estupideces –Denki lanzaba respuestas afiladas con una sonrisa mientras Katsuki escupía verdades de la peor manera posible–. Gracias a eso habían tenido altercados y discusiones a lo largo de toda la preparatoria que no habían llegado a los puños porque Denki prefería herir con sus palabras y Katsuki no era de los que lanzaban el primer golpe, pero había tanta energía entre ellos, tanta irritación y furor, que una tarde habían terminado besándose en las duchas de los vestuarios.

Katsuki no recuerda con precisión qué inició la discusión –alguna estupidez con toda probabilidad– recuerda vagamente el intercambio de insultos y las respuestas sarcásticas que se disparaban a toda velocidad. Recuerda los resoplidos desdeñosos y las risas malvadas. Recuerda que estaban semidesnudos –Katsuki salía de la ducha común y Denki entraba o tal vez fuera al contrario, no lo sabe–, y que el aire estaba saturado del vapor de la regadera.

Todos esos son recuerdos imprecisos llenos de vapor y duda, que van y vienen de su memoria como hojas en el viento, pero lo que nunca olvidará es lo que paso después. Sabe que alguien empujo a alguien y lo siguiente que Katsuki recuerda es estar besando a Denki o ser besado por Denki mientras chocaban con una pared.

Se habían besado con la torpeza e inexperiencia de la edad, el frenesí del momento, y una energía imposible. Había sido un beso lleno de lenguas y saliva, con dientes chocando y mordidas que dolían. Se habían frotado como adolescentes que eran, resbalosos del sudor y el agua, encajando en una posición incomodísima y perfecta. Denki los había masturbado mientras Katsuki empujaba contra él aferrándole las caderas y el cuello y cualquier trozo de piel que tuviera al alcance –que era todo– tan solo maldiciendo en susurros bajos e intercambiando besos infinitos.

Había sido un encuentro asombroso y tan caliente que Katsuki lo había revivido durante meses para masturbarse antes de irse a la cama. Años después el recuerdo se había convertido en una hoja de papel en el fondo del cajón que era su mente, o eso había pensado Katsuki hasta la noche en que un simple "Hey" había bastado para hacerlo girar como un cachorro que oye un silbato de entrenamiento.

Denki había cambiado, llevaba el pelo corto a los costados con un copete alto que se alzaba en mechones desiguales y desarreglados entre los que destacaba un mechón de color negro –el único que parecía haber sobrevivido al tinte rubio–. Había abandonado las sudaderas deportivas por una chaqueta de piel corta a la cintura que al quitarse reveló una playera blanca ajustada que resaltaba sus hombros trabajados y su cuerpo esbelto. Y aun embutido en esa ropa apretada Denki se desenvolvía con muchísima soltura; se había sentado en el taburete con su pierna derecha cruzada sobre la otra pese a la posición elevada, ofreciendo un aspecto relajado y cómodo, más apropiado para alguien sentado en el sillón de su casa y no sobre un duro taburete diminuto.

Katsuki lo había mirado de la cabeza a los pies tomando nota del atuendo, los cambios en la cara y el cuerpo, haciendo un cálculo inconsciente de su altura y proporciones. Lo había mirado con tanta intención que Denki terminó por percatarse de su mirada, entonces se había girado hacia él tras agradecerle a la cantinera por sus bebidas y en lugar de ofrecerle una sonrisa se limitó a mirarlo con calma mientras alzaba su chupito de whisky.

—¿Te conozco? —había preguntado.

Fue un instante de pánico y absoluta traición. Que un simple Hey hiciera a Katsuki recordar el sonido que Denki había hecho al correrse mientras su interlocutor lo miraba sin mostrar reconocimiento alguno lo había hecho sentir como un absoluto estúpido durante ese instante.

Un instante no muy largo porque apenas un latido después Denki se había soltado a reír con la misma exuberancia de su adolescencia y los ojos chispeantes de deleite.

—¡Pero que expresión! —dijo justo antes de vaciar el vaso de whisky de un solo golpe. Lo devolvió a la barra con un golpe seco y volvió a mirarlo—. O me he vuelto un excelente actor o tú has perdido la habilidad para leer a la gente.

—Yo no he perdido nada.

—No. Eso lo veo —y al decirlo los ojos dorados lo habían recorrido de pies a cabeza con una lentitud estudiada, desde sus deportivas oscuras hasta el undercut que adornaba su cabeza. Finalmente, Denki había vuelto a mirarlo directamente a los ojos exhibiendo su sonrisa de gato malcriado—, puedo constatar que has ganado bastante.

En el pasado Katsuki había sido testigo de la terrible manía de Denki por coquetear con la gente, nunca perdía tiempo para buscar la atención de las chicas ya fuera con frases cursis o expresiones de doble sentido, cualquier cosa que le ganara una mirada o una respuesta. Era una actitud que Katsuki había despreciado con vehemencia y siendo que nunca le había tocado ser el receptor de esos cumplidos, no pudo evitar fruncir el entrecejo.

—¡Aja!, esa expresión me resulta familiar —Denki acercó su vaso cervecero lleno de una sustancia oscura y densa antes de darle un largo trago sin quitarle los ojos de encima—. Joder, mirarte con ese ceño fruncido me ha transportado siete años en el tiempo.

—¿Han sido siete años? —preguntó Katsuki acercando su propia cerveza sin tocar a fin de tener algo con que entretener los dedos.

—No me vengas con majaderías, Bakugou, porque sé que sabes contar.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Beber claramente, la pregunta sería qué estás haciendo tú aquí.

—Lo mismo.

Denki mira su vaso con intención, desde las pequeñas gotas de agua a los costados hasta el portavasos empapado que lo sostiene. Si esos dos detalles no fuera lo suficientemente delatores, la espuma se ha ido dejando atrás un líquido amarillento que Katsuki no tiene intenciones de tocar.

—No me gusta la cerveza —es la respuesta defensiva que esgrime al saberse juzgado.

—Ya, y por eso estas sentado en la barra con un vaso lleno, ¿no?

Katsuki rechina los dientes; había olvidado lo necio que Denki suele ser. No sabe dejar un tema en paz porque se empeña en saber el cómo, el por qué y todos esos pequeños detalles. Había sido una de las razones por la cual siempre discutían.

—El por qué esté aquí no es de tu incumbencia.

—Tienes razón, no lo es, pero fuiste tú quien preguntó primero y yo te estoy devolviendo el favor. Si no quieres decirme, no lo hagas, pero no me mientas. Especialmente cuando la mentira es absolutamente obvia.

Pese al reclamo Denki no se muestra enfadado, se limita a beber su cerveza sin dejar de mirarlo. Katsuki entiende que es el momento de tomar una decisión, puede irse o quedarse y en cualquier caso Denki no se lo tomará a mal. Nunca lo ha hecho. Así que Katsuki sacude la cabeza, empuja su vaso de cerveza lejos y se mueve en el taburete a fin de mirar a Denki de frente.

—El alcohol en términos generales es una porquería.

La sonrisa de gato vuelve al rostro de Denki junto con los ojos chispeantes, como si acabara de oír un reto por el que siente curiosidad.

—Tal vez no has encontrado tu tipo —responde alzando el brazo para atraer la atención de la cantinera—. Dame una tabla de cata y otra ronda de caballitos.

Y así, sin querer, Katsuki termina en un bar frente a cuatro vasos pequeños de cerveza en colores varios –desde el amarillo clarísimo hasta algo que parece negro– además de otro puñado de caballitos llenos con la misma sustancia color caoba de la vez anterior.

—Primero este —dice Denki extendiéndole uno de los caballitos.

—No voy a embriagarme.

—Dime la verdad, ¿cuántos tipos de cerveza has probado?

—Suficientes.

—Nómbralos —al verlo fruncir el entrecejo Denki sacude la cabeza—. Exacto, no puedes decir que la cerveza es una porquería si no has probado todo lo que hay en el mercado.

—No necesito probar todos los chocolates en el mundo para saber que no me gustan.

—¿No te gusta el chocolate? —exclama Denki girando todo el cuerpo hacia él para mirarlo de frente, baja la pierna que tiene cruzada y la apoya sobre el bordillo en el asiento de Katsuki, quien en ese momento recuerda que Denki nunca ha sido conocido por respetar limites personales—. Joder, no, oficialmente voy a borrar tu nombre de mi lista de contactos. No me lo creo... ¿No te gusta el chocolate? Voy a llamar a la policía.

—Es solo chocolate.

—No más blasfemias, por favor. Agh... como decía, una cosa es que digas "no me gusta la cerveza", un punto perfectamente válido y hasta entendible, pero tú has dicho "todo el alcohol es una porquería" y eso no, Katsuki. No. Lo siento, pero no puedes generalizar. ¿Quieres defender tu postura? Haremos una pequeña cata —entonces señala la bandeja de madera como presentador de televisión—, este lugar fábrica su propia cerveza así que venden tablas de prueba, pero antes, limpiemos tu paladar. Bébete esto.

Y al decirlo vuelve a extenderle el caballito con el líquido marrón que Katsuki mira con reprobación.

—Por supuesto no tienes que probar nada —añade Denki—, simplemente admite que el alcohol no te gusta y que eres demasiado vanilla para tener un poco de diversión.

La trampa era tan obvia que Katsuki estuvo tentado de dar media vuelta y marcharse, pero nunca había rehuido un reto y no planeaba iniciar ahora, así que tomó el caballito, lo alzó junto al de Denki y se lo bebió de golpe como vio que hacia su acompañante. El líquido bajó por su garganta como una columna de fuego que lo hizo toser mientras sentía el calor extenderse por su esófago hasta su estómago donde se asentó como una capa de lava.

—¿Bueno? —pregunta Denki alzando las cejas sin dejar de sonreír.

Katsuki gruñe ignorando abiertamente la expresión satisfecha del rubio.

—Si vomito, solo espero que te caiga encima.

—Tan encantador como siempre, Katsuki, pero no te preocupes, observa el tamaño de estos vasos, cada uno contiene apenas un par de tragos, no sirve para embriagarse. Ahora, estas dos que son más claras son tipo lager que son en su mayoría más ligeras, y estás dos son pale que tienen un sabor más robusto. Personalmente me gusta estas últimas, especialmente las stout porque son más cremosas y tienen un sabor tostado. Creo que podrían llegar a gustarte –y al decirlo alzo su vaso de cerveza oscura mientras le acercaba el primero de los vasos prueba.

Katsuki le dio un trago y lo saboreó con calma mientras Denki parloteaba sobre los tipos de cerveza y sus diferencias entre un tipo y otro de fermentación. Parecía verdaderamente entusiasmado con el tema por lo que Katsuki no pudo evitar preguntar.

—¿Desde cuando sabes tanto de esto?

—¿Hm? Oh, salí con un fanático de la cerveza hace un par de años. Era un tío rarísimo que encontraba altamente ofensivo beber directamente de la botella porque decía que eso te impedía apreciar todo el sabor. Solía llevarme a estos pequeños eventos de aficionados que disfrutan de preparar cerveza en los sótanos. Su sueño era tener su propia marca, abrir su bar y venderlo. Lo único que hacía era hablar de eso.

—¿Un tío? —pregunta Katsuki ligeramente sorprendido porque con excepción de su encuentro en el baño Denki se había caracterizado toda la preparatoria por ser un autoproclamado "amante de las mujeres hermosas" y había más de una que le había roto el corazón—. Desde cuándo.

—Desde una tarde en las duchas.

No añade más tal vez con la intención de no causar controversia, tal vez porque espera que Katsuki no recuerde o tal vez porque no quiere enfadarlo si resulta que se arrepiente... pero lo que Katsuki siente al oírlo mencionar el encuentro fue el mismo calor de cuando tenía diecisiete años, la misma sensación plomiza instalándose en su estómago, y el mismo fuego bajando por su esófago.

El golpe de adrenalina lo hizo tomar otro caballito y empinar el fondo.

—Pues ya somos dos —le dijo mirándolo fijamente a los ojos, una expresión tan clara y firme que fue altamente satisfactorio ver el súbito estremecimiento en su acompañante, la forma como su mirada se oscureció mientras se remojaba los labios secos.

Katsuki podía ver el recuerdo –la misma imagen vaporosa y húmeda que vivía en su cabeza– reflejándose en esos ojos de un imposible color dorado provocando que el calor volviera a sacudirse dentro de él.

—Pues brindemos —dijo Denki ofreciéndole otro de sus caballitos—, por las jodidas revelaciones en el baño.

Vaciaron sus vasos y Denki volvió a parlotear sobre la cerveza, exudando tanta energía que Katsuki la sentía vibrar en su piel. Olas de calor se revolvían en su estómago cada vez que Denki se inclinaba hacia él en un gesto casual sin dejar de mirarle las manos y la boca en señales claras e inequívocas.

No pasó mucho tiempo para que Katsuki empezara a sentir los efectos del alcohol, el calor y la confianza que iban creciendo junto a la delirante sensación que recorría su piel cada vez que sus manos rozaban las de Denki. No había pasado ni una hora tras el brindis cuando entraron en el departamento de Katsuki besándose con la misma energía de la adolescencia pero sin la torpeza. Denki había aprendido a no ahogar a la gente con la lengua y Katsuki había aprendido la diferencia entre una mordida que duele y una mordida que hace gemir.

En las prisas no alcanzaron a llegar a la cama porque chocaron con el sillón en la semipenumbra del departamento, se deslizaron del respaldo hacia el reposabrazos y de ahí hacia los cojines. El alcohol había borrado todo sentido de la decencia, lo único presente en la mente de Katsuki eran las cosquillas en la piel y el caramelo que había sustituido su sangre, solo era consciente de la lengua de Denki en su boca y de su piel sedosa que se estremecía cuando lo tocaba bajo la ropa.

Fue Denki quien desabrocho sus pantalones para masturbarlos en lo que parecía una repetición exacta de su brevísimo encuentro de siete años atrás, solo que en esa ocasión Katsuki tomó la iniciativa para desnudarlo. Le quito la camiseta antes de fijar la boca entre sus clavículas y succionar, el gemido que le arrancó reverbero dentro de él y tiró de su erección hasta volverla insoportable. Denki onduló contra él, le metió las manos en el pelo y lo arrancó de su lugar para quitarle la ropa, una vez que lo tuvo completamente desnudo se detuvo.

—Joder —murmuró Denki pasando una mano por sus abdominales—, dime que no estás demasiado ebrio para hacer esto.

—¿Hacer qué? —preguntó Katsuki colocando una mano en su cuello a fin de delinear su oreja.

—Follarme —respondió apartando los ojos de su miembro erecto para mirarlo a la cara.

—Eso puede arreglarse —y al decirlo se inclinó para darle un beso lentísimo haciendo presión sobre su nuca para acomodarlo como si fuera un cachorro. Denki se derritió en su mano como si fuera chocolate, masilla dulce contra su boca que se convirtió en una ambrosía intoxicante.

Con un objetivo claro Denki se desembarazó de él un momento para buscar el tarrito de lubricante y el empaque de condones que llevaba en su chaqueta.

—¿Qué? —pregunto al ver la expresión de Katsuki—, ¿a qué crees que iba a ese bar?

La respuesta de Katsuki fue arrebatarle el tarro, empujarlo contra los cojines del sillón y acomodarse de rodillas entre sus piernas abiertas. Con la mano izquierda aferró el miembro de Denki y con la derecha –los dedos llenos de lubricante– tanteó los testículos hasta llegar a su trasero.

Con las piernas imposiblemente abiertas, Denki se dejó llevar. Katsuki lo masturbo con lentitud mientras relajaba su entrada usando movimientos circulares, primero un dedo y luego dos, atento a la respiración de Denki y la tensión en sus manos que aferraban los cojines del sillón. Para cuando consiguió meter tres dedos Denki había empezado a sudar y a empujar contra él en movimientos lentos y controlados, con los ojos cerrados mientras gemía en voz baja.

El alcohol en Katsuki hacía que la realidad se deslizara entre algodones, todo parecía inexplicablemente vivo y caliente, eso o la excitación que sentía estaba nublándole la cabeza potenciando cada uno de sus sentidos; cualquiera que fuera la razón no veía la hora para hundirse en su acompañante. Cuando finalmente se puso un condón y se embadurno de lubricante para empujar contra él todo lo que su mente consiguió registrar fue el sabor, el aroma y la sensación de Denki bajo su cuerpo.

—Joder, joderjoderjoder —murmuró Denki arqueando la espalda en una curva maravillosa mientras Katsuki lo aferraba de las caderas, empujando y retrocediendo en movimientos lentos hasta que finalmente consiguió enterrarse por completo.

Juntos gimieron y la sensación hizo a Katsuki creer que iba a correrse como un completo novato.

—Creo que estoy ebrio —murmuró obligándose a respirar para calmar el calor que ascendía por su cabeza.

—Espero que no tan ebrio como para arrepentirte.

—No, pero sí lo suficiente para correrme en este preciso instante.

Su confesión hizo reír a Denki –el movimiento lo sacudió, revolvió el caramelo que era su sangre y tan solo dificulto su resolución–.

—No tengo problemas con eso —dijo—, siempre podemos intentarlo de nuevo estando sobrios.

Katsuki lo apuntó en su lista de pendientes. Para calmarse deslizo una de sus manos por las rodillas de Denki, sus muslos visiblemente tensos, su vientre plano con su línea de músculos visibles, se entretuvo un momento en la delicada depresión de su ombligo para después ascender por la piel sedosa hasta tocar uno de sus pezones. Lo delineó con el pulgar, tironeó de él con calma y repitió la acción con su otra mano, mantuvo la secuencia en movimientos lentos sintiendo a Denki estremecerse. La sensación fue indescriptible.

—Voy a follarte —murmuró y eso hizo.

Decir que fue el alcohol el que lo hizo meter los brazos bajo las piernas de Denki para alzarlo y sujetarlo mientras se retiraba y empujaba contra él con tanta fuerza que lo enterró entre los cojines habría sido una mentira. Lo único que hizo el alcohol fue soltarle la lengua y nublar su mente, lo demás era él.

Empujó contra Denki en embestidas cortas y poderosas, deleitándose con los gemidos largos que conseguía arrancarle mientras el placer lo envolvía. Había algo erótico y satisfactorio en la fina capa de sudor que cubría ese estómago que ondulaba al mismo ritmo que él, sudor que iba acumulándose en la pequeña depresión de su ombligo, el cual Katsuki tenía ganas de morder.

Cuando supo que estaba listo para correrse, Katsuki usó su mano derecha para masturbar a Denki al mismo compás con el que embestía hasta que ambos se corrieron, uno tras otro, cabalgando sobre olas de placer asfixiante que cubrió al mundo en una sábana blanca donde todo lo que se oía era pura estática. Terminaron por desplomarse entre los cojines húmedos del sillón.

—No quiero sonar desagradecido —dijo Denki en cuanto logró recuperarse—, pero me estás aplastando.

Katsuki bufó en voz baja antes de reunir la fuerza suficiente para enderezarse, deshacerse del condón y jalar a su acompañante hacia la recamara con intenciones de repetir pues quería averiguar si Denki aún tenía hoyuelos en la parte baja de su espalda. Había pasado días y meses soñando con tocarlos mientras lo follaba por detrás. Era hora de probar. 

[...]

NA/

Por mi cumpleaños (el año pasado) prometí escribir la continuación de la historia que recibiera más votos entre los oneshot de este libro. La historia que gano es la número VIII, y aunque me tarde aquí está la segunda parte. Mil gracias a todas las personas que se tomaron la molestia en votar. 

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