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Historia IV

Número de Palabras: 2980
Detalles: Fantasía/Primeros encuentros/Tritónes/Nagas
Advertencias: Incluye una escena subida de tono. (+18 / Masturbación)

[...]

Cada año casi todos los integrantes de la Tribu emprendía el largo viaje desde las profundidades del mar hasta los arrecifes que se encontraban en la región más septentrional del valle marino. Era un viaje largo que los alejaba de su hogar con la finalidad de marcar el inicio de la época de apareamiento.

Al llegar se dividían en dos grupos, uno de ellos se componía de los jóvenes que cruzaban los límites fronterizos para cazar en las profundidades del océano y proveer a la que sería su pareja. Se decía que entre mayor era su primer presa mejores eran los atributos del cazador, generando así una escala de aptitud entre los candidatos. Como al volver los cazadores podían escoger entre el nutrido grupo de jóvenes fértiles que esperaban, y siendo que la monogamia era una costumbre raramente ejercida entre la Tribu del Mar, la competencia por conseguir a los mejores cazadores era feroz pues todos deseaban encontrar un compañero apto que cuidara de ellos hasta la llegada de sus larvas.

Dentro de este grupo había uno en particular que no parecía ni remotamente interesado en atisbar el horizonte para detectar el regreso del primer prospecto, y es que Denki no tenía planes de aparearse con nadie.

Pese a su edad él se había negado a emprender el viaje anual prefiriendo esconderse lejos mientras el resto partía. En esa ocasión, sin embargo, sus hermanos y hermanas se habían mostrado inflexibles y lo habían arrastrado durante todo el viaje bajo una vigilancia constante. Inútiles fueron sus quejas, protestas y excusas, al final había terminado en el junto al resto fingiendo prestar atención.

Aunque sus hermanos trataban de integrarlo a su conversación, Denki se distraía. Lo cierto era que no sentía interés por ninguno de los cazadores de su Tribu, jóvenes cuyo único deseo era tener el mayor número de candidatos entre los cuales escoger y que les gustaba presumir de ello. Y aunque no estaba completamente seguro de lo que quería en un compañero, sabía que quería algo más –algo diferente– y hasta que no lo encontrara prefería vagar solo.

Pero sus hermanos no lo entendían y él estaba harto de tener que explicárselos así que prefería esconderse y esperar. Estaba esperando el momento preciso para alejarse sin llamar la atención cuando el primer cazador regresó –una solitaria figura aproximándose a toda velocidad–. La imagen provocó que varios del grupo se alejaran en un vano intento de llegar hasta él antes que el resto.

Denki aprovechó la confusión y excitación del ambiente para apartarse del grupo y poner rumbo hacia el suelo marino. Cuando oyó una voz pronunciado su nombre no se molestó en mirar atrás, huyó con premura descendiendo hasta las grietas del subsuelo y siguió por los canales angostos aprovechando su constitución esbelta para escurrirse entre los túneles inferiores. Ignoró los escondites más obvios pues temía que alguno de sus hermanos tuviera la brillante idea de ir buscarlo o peor, que alguno de los cazadores decidiera ir tras su pista.

No era la primera vez que emprendía el viaje con el resto aunque siempre había logrado escaparse antes de llegar al final; así pues conocía la zona en términos generales y gracias a ello conocía la ruta exacta para llegar a uno de sus escondite más cercanos.

Meses atrás había encontrado una isla desierta en las profundidades del mar, más allá de los límites de su hogar, rodeada de picos rocosos y cubierta con una frondosa vegetación. Desde entonces la había visitado ocasionalmente para espiar sus playas vacías hasta que había encontrado una pequeña bahía protegida por una alta pared de roca y árboles tupidos en donde podía nadar y chapotear sin miedo a quedarse varado.

La bahía era lo suficientemente profunda para él y las rocas que constituían su boca rompían las violentas olas del mar haciendo que el agua se mantuviera tibia y tranquila; y como estaba llena de moluscos y peces para comer, Denki la había convertido en su lugar favorito para tomar el sol y descansar.

Aun cuando todas sus visitas anteriores habían sido cortas, Denki estaba seguro de que podría quedarse ahí las primeras semanas mientras el resto de su tribu se emparejaba, después podría volver a esperar con ellos.

Con esa idea en mente Denki busco el angosto pasaje que atravesaba la pared de roca y se deslizo con agilidad hasta llegar al otro lado, entonces se impulsó hacia la superficie emergiendo lentamente hasta tener sus ojos al nivel del mar. Los rayos del sol destellaron sobre su pelo y sobre el agua cegándolo por un momento.

Eventualmente las sombras del horizonte tomaron forma hasta componer el paisaje que Denki ya conocía: Un cuerpo de agua tranquilo rodeado por una inmensa pared y una pequeña playa llena de árboles altísimos.

Sin dejar de estudiar el bosquecillo, Denki avanzó con cuidado y cuando fue claro que no había movimiento alguno se impulsó de nuevo para emerger hasta que el agua le llego a la cintura; al hacerlo las membranas en su cuello se cerraron de inmediato mientras su nariz y boca tomaban su primera bocanada de aire en días.

Se aparto el pelo húmedo de la cara para después nadar hacia una hilera de rocas que iban desde la playa hasta la pared y tanteó entre ellas hasta encontrar el cuchillo que había escondido en una de sus visitas anteriores. Con él, procedió a sumergirse de nuevo para cazar y después de reunir un puñado de algas, moluscos y un par de peces para comer se impulsó con ayuda de los brazos hasta quedar sentado sobre la hilera de rocas calentadas por el sol, dejando a su cola en el agua.

Descuartizó a sus peces con la habilidad nacida de la práctica indiferente a la sangre que salpicaba las iridiscentes escamas de su cola –el líquido carmesí opacó las escamas de color dorado y se escurrió por el borde hasta caer al agua–. Sintiéndose libre y en paz, Denki se dejó bañar por el sol de mediodía mientras disfrutaba de su comida agitando la cola con entusiasmo y haciendo salpicar el agua.

Al terminar, y después de lavarse las manos, alzó los brazos por encima de su cabeza y se estiró hasta escuchar que los huesos de su cuerpo crujían. Se masajeó los hombros que sentía calientes y picantes por culpa del sol y se tomó un momento para deslizar las manos por su cuerpo; desde su cuello –el que sentía tenso–, pasando por su estómago –el cual estaba satisfecho– hasta la línea divisora entre su piel sensible y las escamas de su cola. Ahí sus manos masajearon las escamas tibias y bajaron hasta posarse sobre su bolsa, la cual sentía tibia y vacía.

Esa era una de las desventajas de evadir la época de apareamiento, pero era una que Denki podía soportar.

Decidido a calmar los síntomas de la estación, su mano se detuvo a centímetros por encima de su bolsa y ahí masajeo la zona hasta que su miembro emergió de su funda. Emitiendo un gemido ahogado Denki cerró la mano alrededor de la base, el suave apretón de sus dedos hizo a su espalda arquearse. Tras apoyar la mano libre sobre las rocas, utilizo la otra para imponer un ritmo lento y enérgico que le permitiera alargar el momento el mayor tiempo posible.

Sintió más que ver como la entrada de su bolsa se dilataba conforme su excitación crecía pero se negó a distraerse –en el agua su cola no dejaba de agitarse salpicando el agua fría contra él–. Cuando estuvo cerca de terminar disminuyo el ritmo, tensó los músculos de la espalda y apretó la cola contra las rocas, se mantuvo en la misma posición durante un momento entonces retomó el ritmo y volvió a empezar. Lo hizo una y otra vez quemando la energía que sentía bullir en sus venas hasta que finalmente se permitió correrse.

Su semilla –inútil y sin otro objetivo más que el de delimitar su nido– corrió entre sus dedos mientras él resoplaba con la frente perlada de sudor y los ojos en el cielo azul. Tras recuperar el aliento, y con su miembro de vuelta en su funda, Denki se deslizo por las rocas hasta hundirse en el agua. El cambio de temperaturas hizo que la parte superior de su cuerpo se estremeciera así que Denki volvió a emerger para sacudirse el pelo.

Flotó con el cuerpo vuelto hacia arriba dejando que fuera el agua la que lo limpiara y sintiéndose satisfecho y lleno, decidió que era momento para una siesta. Si bien su sentido común le decía que debía dirigirse hacia lo más profundo de la bahía donde podría encontrar un escondite para descansar, también era consciente de que tras una larga exposición al sol la idea de sumergirse hasta las aguas frías del fondo no resultaba apetecible así que Denki decidió quedarse en la zona poco profunda dónde podía dormir sobre la arena bajo la sombra que proyectaba la pared de roca.

Solo un momento, se dijo, solo hasta que mi cuerpo se ajuste al frío de nuevo.

Cerró los ojos y se quedó quieto encorvado sobre sí como una espiral..., pero no podía dormir. Era algo muy común dada la época donde sus sentidos se afinaban hasta su máxima expresión y cada sonido resonaba con mayor fuerza en su cuerpo. Permaneció inmóvil, intentando descubrir que era lo que no lo dejaba dormir.

Se negó a moverse convencido de que la calma obligaría a su cuerpo a rendirse, pero cada vez que sentía el sueño al alcance de su mano su consciencia se sacudía como pez moribundo.

Pasó el tiempo.

Entonces oyó, no, sintió, la vibración del agua indicándole que algo se acercaba. Era una agitación tan imperceptible que en cualquier otro momento ni siquiera la habría notado, pero en ese día sus instintos tomaron el control de su cuerpo y lo forzaron a moverse. Su reacción puso en movimiento a su atacante quien abandonó su acercamiento furtivo, Denki esquivó una sombra negra y se escurrió de prisa agitando la cola en eses rápidas que lo lanzaron hacia el frente.

Tenía el corazón en la garganta, lo sentía latir en movimientos desesperados mientras su cuerpo se aseguraba de no mantener una línea recta para evitar que pudieran interceptarlo. Finalmente consiguió ver la grieta en la pared de roca y al llegar a ella siguió hasta alcanzar el otro lado donde fue claro que ya nadie lo perseguía.

Entonces se detuvo.

Con la sangre rugiendo en sus oídos Denki dio un circulo completo para mirar hacia la bahía. Fue ahí donde lo vio.

Su perseguidor tenía el torso de un hombre, pero la parte inferior carecía de aletas como en su caso. La cola de Denki, con escamas doradas iridiscentes, contaba con varias membranas largas en el extremo inferior y otras más a lo largo, lo que le permitía girar en el agua y cambiar dirección, pero la cola del extraño parecía completamente lisa y su tamaño era casi el doble que la de Denki. Conforme lo estudiaba también se dio cuenta que el extraño no estaba nadando, sino que permanecía erguido bajo el agua indiferente al hecho de que seguía hundiéndose, con los ojos fijos en su dirección.

Denki le devolvió la mirada notando las primeras notas de curiosidad repiquetear dentro de él.

Finalmente, el extraño giro el torso –no giró en el agua como haría Denki– y su cola comenzó a trazar eses largas impulsándolo de vuelta hacia la hilera rocosa. Ahí utilizó la cola para impulsarse sobre las rocas donde husmeó largo rato hasta encontrar el cuchillo de Denki, el cual enarboló en su dirección. Eso solo podía significar que el extraño le había hecho compañía casi desde el principio.

Más curioso que aterrado Denki volvió a meterse por la grieta y siguió hasta detenerse en el otro extremo. Desde ahí miró al extraño volver a la playa donde se quedó a plena vista mientras inspeccionaba el cuchillo, cuando se aburrió lo enterró en la arena y después utilizo su cola para impulsarse por el tronco de un árbol, desapareció del paisaje para emerger después por otro lado cargando algo entre los brazos.

Ignorando a su visitante el extraño enroscó su cola lejos del agua, apoyó el torso sobre los anillos y dejo caer su botín en la arena para después tomar uno y pelarlo. Se lo comió con aparente indiferencia mientras el sol se colaba entre el follaje de los árboles y cubría su pecho con sombras desiguales.

Tras meditarlo un momento Denki avanzó con movimientos lentos y calculados, los ojos fijos en su oponente. Sabía que, a diferencia de su gente, sus parientes terrestres carecían de las membranas en el cuello que les permitían respirar bajo el agua, podían aguantar el aire aunque no por mucho tiempo, de ahí que el extraño desistiera de su persecución. Y a diferencia de las colas marinas que Denki y los suyos poseían –las cuales tenían membranas que les permitían girar en el agua y moverse en cualquier dirección–, sus parientes lejanos utilizaban las escamas de sus colas para aferrarse a las superficies y deslizarse. Ellos podían avanzar por el agua siempre que mantuvieran la misma velocidad, pero eventualmente terminarían por hundirse. Eso le decía a Denki que en el mar él tenía la ventaja.

Con esa información en su mente sopesó el peligro y decidió arriesgarse. Avanzó lentamente por la bahía hasta llegar a la mitad, de ahí emergió y se mantuvo quieto.

—Hey —dijo esperando que el extraño manejara el lenguaje marino— ese cuchillo es mío.

—Mi roca —dijo el extraño con un acento marcado sin mirarlo— mi cuchillo.

—No sabía que las rocas tenían dueño.

—Todo lo que hay en esta bahía es mío.

—Desde cuándo.

—Desde siempre.

—Pues yo estoy en la bahía —lo retó Denki por reflejo y eso consiguió que el extraño lo mirara. Tenía unos ojos alargados sobre los que caían mechones de pelo rubio (un tono muchísimo más claro que el suyo), sus pómulos afilados acababan en una mandíbula angosta y sus labios rosados se fruncían en una mueca desdeñosa.

—¿Lo quieres? —preguntó él devolviendo a Denki a la realidad— Tómalo.

Él no se movió mientras el extraño se inclinaba para tomar otra fruta.

Ahora que estaba cerca podía observar al extraño más minuciosamente. Tenía hombros torneados y pectorales definidos, y era sin duda más grande y definitivamente más fuerte que Denki. El color de su cola era en su mayoría oscuro con aros naranjas y rojos alternándose junto con el negro; el contraste entre la blancura de la piel en su torso y el negro de sus escamas era especialmente llamativo en la zona alrededor de su cintura. A Denki le sorprendió como sus escamas relucían con la luz del sol.

No cabía duda de que el extraño era inusitadamente bello y por las garras que se alcanzaban a divisar también era peligroso.

Un fruta lo alcanzó en la cabeza antes de caer al agua, él consiguió sujetarla antes de que se hundiera.

—¿Qué es esto? —preguntó mirando la fruta sin cáscara. Parecía un molusco por su consistencia babosa pero era de un color rojo brillante y no olía a mar.

—Comida —respondió el extraño inclinándose para tomar otra fruta; se movía con calma, enfatizando el movimiento de su cintura al inclinarse y enderezarse.

Denki tocó la fruta con cuidado y al ver que el otro seguía comiéndoselas como si nada, se animó a morderla sorprendiéndose de inmediato del sabor ácido. Se la acabo con calma y después lanzó la pequeña semilla de color marrón que el otro apartó de un manotazo antes de que le golpeara la cara.

Tiene buenos reflejos, pensó Denki atrapando sin esfuerzo el segundo trozo de fruta que le lanzaron.

—¿Cómo te llamas? —preguntó después de un rato con los labios pegajosos.

—¿Cómo te llamas tú?

—Yo pregunté primero.

—Tú te estas comiendo mis frutas.

—Tú me las das.

—Y a cambio me dirás tu nombre.

Denki frunció el entrecejo notando súbitamente como el agua lamía la cola de su acompañante. ¿Se ha movido?

—Katsuki —respondió el extraño y eso consiguió que Denki volviera a mirarlo.

—Bonito nombre. Yo soy Denki.

Katsuki emitió un murmullo de asentimiento y siguió comiendo como si nada, con los ojos fijos en Denki.

—¿Qué? —pregunto él después de un rato cuando empezó a sentirse acorralado.

—Nada.

—¿Por qué me miras así?

—Te he mirado durante todo este tiempo y no te has quejado.

—No sabía que me espiabas.

—Ese no es mi problema.

—¿Por qué me espiabas?

—Al principio no podía decidir si te iba a comer o solo matar.

Denki dejo de masticar y se tensó.

—Se supone que no debemos comernos entre nosotros.

—En ocasiones me como a mi competencia, dependiendo de si es un oponente valioso.

—Yo no soy tu competencia.

—Lo sé, por eso dije al principio. Ahora no tengo interés en ninguna de ellas.

—¿Y qué te interesa?

La respuesta de Katsuki fue sonreír. Una sonrisa carnívora y extasiada como si conociera un secreto que Denki ocultaba. Esa expresión hizo que la sangre rugiera en sus venas y tuvo que bajar los ojos para calmarse, fue ahí que noto que la cola de Katsuki permanecía quieta con la punta completamente sumergida en el agua. Lo miró de nuevo. La expresión de Katsuki rezumaba confianza, en ella se combinaba el entusiasmo de un reto y la indolencia de alguien tan seguro de sí mismo que Denki quiso ponerlo a prueba.

¿Creía que era más rápido?

¿Más ágil?

¿O qué buscaba?

A Denki le sorprendió darse cuenta que no le importaba. No cuando esa sonrisa parecía tironear de la sangre en sus venas.

—Dame otra —dijo al fin agitando la cola bajo el agua, alistando los músculos para esa carrera que prometía ser interesante. 


[...]

n/a

Está historia tiene una segunda parte pero dado que incluye escenas explicitas (oh, dios, sí, de ese tipo) he decidido no subirla a WP por el detalle de lo estricto que anda la plataforma en estos días. Si quieren leer la segunda parte está aquí:

https://roquelg.wordpress.com/2020/11/05/oximoron-historia-ivb/ 

Gracias por leer y comentar. 

Notas extra: Siempre me ha fascinado la idea de Naga!Katsuki así que no he podido resistirme. ¿Alguien también siente interés?

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