Historia III
Número de Palabras: 1741
Genero: Comedia, ¿Crack?, la idea nació después de un juego de charadas familiar donde hubo una confusión con los muéganos.
[...]
La idea surge de forma intempestiva, como una bombilla que enciende de pronto y cuya luz cegadora impide pensar en las consecuencias, en los detalles, o las posibles implicaciones. Es una idea. Un idea brillante si le preguntas a Denki. Una idea suicida si te tomaras la molestia de preguntarle a alguien más. Pero es una idea. Una lucecita que parpadea en el cerebro de Denki sin descanso y que lo hace sonreír cada que piensa en ella deleitándose con la posibilidad del éxito.
Porque verás, para Denki no existe la posibilidad del fracaso. Y como él no cree en el fracaso tampoco se toma la molestia de discutir su maravilloso e infalible plan con el resto. Denki sonríe, se da palmaditas mentales y pone manos a la obra.
Pero antes de enfocarnos en el desenlace intentemos explicar qué ha provocado este repentino golpe de genialidad. Te sorprenderá saber que la cuestión es bastante simple: A Denki le gusta Katsuki.
Dicho en voz alta es una oración sencilla de cinco palabras cuyas sílabas se deslizan por la boca sin problemas. Podríamos ponernos filosóficos y teorizar sobre el grado de gustar. ¿Estamos hablando de gustar como amigos? ¿Como compañeros? ¿Como prospectos? ¿O tal vez de esa cosa amorfa e incomprensible que late en el pecho sin razón y sin sentido provocando que tu mente solo pueda pensar en una sola persona y en todo lo que te gustaría decirle? Nadie más que Denki lo sabe y podemos estar seguros que él tampoco podría explicarlo.
A Denki le tomó aproximadamente seis meses aceptar que eso que sentía cuando veía el ceño fruncido de Katsuki no era simplemente el deleite de hacerlo enfadar. Seis meses en los que hizo tontería y media intentando provocarlo en un vano intento de tener la atención de Katsuki solo para él. Seis meses en los que se avergonzó a toda potencia con la intención de ser el único receptor de la desaprobación de Katsuki.
Tal vez no puedas entender la adrenalina que te golpea cuando alguien como Katsuki te dirige su atención. La suya es afilada, explosiva, y sin matices de ninguna clase. Denki encontró placer en provocarlo, hasta el día en que Katsuki se cruzó de brazos, le ofreció una sonrisa afilada, y le dijo algo absurdo. Absurdo en el sentido que las palabras no se registraron en el cerebro de Denki pues esa sonrisa acababa de sacudir algo dentro de él.
Ese fue el inicio del fin. Entonces quiso algo más que la irritación de Katsuki, algo que no fueran sus respuestas incisivas y su mal humor.
Joder, fue el único pensamiento coherente en ese momento. El resto de su cerebro se comportó exactamente como un venado frente a unos faros y quedó prendado de esa expresión aún después de que Katsuki terminara con su réplica y se marchara sin despedirse.
En ese momento Denki entendió algo extremadamente simple: Quería morrearse con Katsuki sin intervenciones de ninguna clase. Y como era obvio que Katsuki tenía la inteligencia emocional de una cuchara, le tocaba preparar la mesa, enviar las invitaciones y enseñarle algo sobre el cortejo de la vieja escuela.
[...]
—¿Qué es esto? —preguntó Katsuki cuando Denki depositó una bolsita de dulces en su bandeja del almuerzo.
—Lo dice en la bolsa —respondió él con una sonrisa—, a menos que ya no sepas leer.
—¿Y por qué me los das?
—Para que te los comas.
—¿Por qué?
—Porque quiero.
—¿Están envenenados?
—No
—¿Es una broma?
—Nunca bromeo con mis golosinas, Katsuki.
—Entonces qué.
—Entonces nada. Son dulces.
Y cuando Katsuki dejo de insistir, Denki tachó mentalmente la casilla que decía: Ofrece regalos.
[...]
—Toma —dijo Denki empujando un panfleto de información sobre la mesa del almuerzo.
—¿Qué hago con él?
—¿Leerlo?
Katsuki lo estudio y después se lo devolvió. —Fuegos artificiales en el Monte Takao, ¿y qué?
—Te gusta hacer senderismo, ¿no? Bueno, pues hay una ruta que va de la base a la cima y una vez ahí podemos hacer un picnic. Veremos los fuegos artificiales y listo.
—¿Podemos?
—Planeaba invitar al resto. Estoy seguro de que Ashido, Jirou, Kirishima y Hanta estarán encantados de ir.
—Me gusta el senderismo porque no incluye gente.
—Lo sospechaba. Si tanto te molesta podemos ir nosotros.
—¿Ir contigo? Es aún peor que llevar al resto.
—Seré magnánimo e ignoraré tu comentario. ¿Qué tiene de malo ir conmigo? ¿Tienes miedo de comprobar que alguien como yo te supera escalando una montaña?
—En tus sueños.
—Pues entonces pruébalo. Vayamos al Monte Takao y el primero en llegar a la cima gana.
—Ganar qué.
Denki fingió meditarlo. —Una invitación al cine y palomitas gratis.
—No voy a ir al cine contigo.
—Entiendo que no quieres pagar mi entrada.
—¡No voy a perder!
—¿Apostamos? —y le extendió la mano para cerrar el trato.
Katsuki resopló manoteando la mano que le ofrecían, pero cuando se marchó se llevo el panfleto con él. Denki sonrió marcando simultáneamente varias casillas de su lista mental: Mostrar interés por sus hobbies. Ofrecerle una invitación que no pueda rechazar. Garantizar una segunda cita. Tener tiempo privado con él. Dejarlo ganar.
[...]
—A ti qué te pasa.
—A mí nada.
—Te has pasado la película sin hacer chistes estúpidos.
—Era una película interesante.
—No es cierto.
—Tienes razón, era una película horrible. ¿Te apetece un helado?
Katsuki lo miró con horror. —¿Qué bicho te ha picado?
—Ninguno. Solo te pregunto si quieres un helado.
—¡No!
—¿Un ramen?
—¿Ramen?
—Sí, me han recomendado un lugar por aquí. Ofrecen uno de los mejores platillos de ramen picante en la ciudad. Hasta hay un concurso para ver quien consigue terminarse su plato. ¿Qué dices?
Ante el ceño fruncido de Katsuki, Denki se había asegurado de mantener su expresión lo más inocente posible.
—Esto es rarísimo.
—¿Quieres probarlo o no?
Y cuando Katsuki se encogió de hombros, Denki ahogó una sonrisa. Volvió a marcar casillas en su lista (Invitarlo a comer. Llevarlo a un lugar interesante. Ofrecerle un reto) y los guio con calma hasta su destino.
[...]
Lentamente, y sin vacilación alguna, Denki va marcando casilla tras casilla. Cuando finalmente la completa, comprende que su infalible plan de cortejar a Katsuki tiene una falla magistral: Siguen sin besuquearse. Y siendo que él no tiene mucha experiencia en el asunto, y que tampoco tiene en claro cómo iniciar la aproximación, la cuestión de los besos (y por tanto su deseo de morrearse hasta quedarse sin aire) parece estar más allá de su alcance. Es aquí donde la brillante idea de Denki hace su aparición. Una idea súbita e inesperada que no se detiene a analizar.
Y mientras espera ponerla en marcha, Denki cuenta los segundos que se arrastran a su alrededor con su corazón latiendo a un ritmo desenfrenado sin dejar de limpiarse las sudorosas manos en la pernera de sus pantalones. Su espera rinde frutos cuando su objeto de afecto aparece al final del corredor tras su visita regular al gimnasio; y sin perder tiempo Denki avanza desde el otro lado del pasillo procurando igualar su zancada a la de Katsuki para terminar coincidiendo frente a la puerta de su habitación.
—¡Hey! —dice en un tono excesivamente festivo.
—¿Qué haces aquí? —pregunta Katsuki con su expresión feroz; está guapísimo con su semblante limpio tras su ducha acostumbrada. Sus pantalones de algodón y su camiseta negra le otorgan ese aire relajado y fresco que hace a Denki babear.
Ni siquiera puede contener su palabrería.
—Nada, nada, solo paseo. Desentumo mis piernas, ya sabes. Las vacaciones de invierno inician mañana y todavía no empiezo a preparar mis maletas para volver a casa. Todos parecen estar listos, vaya. Incluso Iida tiene planeado marcharse está misma noche, ¿lo crees? —es ahí donde toma aire, se arma de valor y señala la cosa pegada en el techo, justamente encima de sus cabezas— Wow... mira, ¿qué es eso? Vaya, a quién se le habrá ocurrido ponerlo ahí, ¿eh?
Se obliga a mirarlo y maldice el rubor que siente en el cuello. No planea huir, no piensa perder esa oportunidad. Va a besar a Katsuki y será un beso tan impactante que el muchacho querrá besarlo por el resto de su vida. Denki está convencido de ello.
—Es la tradición, ¿no? —añade cuando el silencio se prolonga demasiado. Eso consigue que Katsuki aparte los ojos del techo.
Se miran en silencio durante lo que parecen horas y entonces:
—¿Por qué hay un muégano colgando del techo?
—Es la tradición
—¿Qué tradición?
—Ya sabes, la tradición —pero no parece que Katsuki sepa porque sigue mirándolo sin decir nada—. ¿No conoces la tradición? Dos personas se ven obligadas a besarse cuando coinciden bajo un muégano.
Katsuki lo mira, es obvio que está registrando la situación y Denki planea darle todo el tiempo que necesite; no es que él también lo necesite, porque él está más que listo. Listísimo. Y si sus manos dejaran de sudar como grifos abiertos todo sería perfecto.
—¿Tú los colgaste? —pregunta Katsuki tras una larga pausa.
—¡No! —replica Denki con vehemencia— ¡Pudo hacerlo cualquiera! La tradición del muégano...
—Muérdago.
—¿Cómo?
—MUÉRDAGO. Es una planta y no eso que esta allá arriba.
El sonrojo es letal. Su cabeza se convierte en un horno vivo y Denki es plenamente consciente del calor que irradia. Ahora entiende porque tuvo que comprarlos en línea. Al comprender su fracaso, Denki se da la vuelta listo para huir y esconderse bajo una roca, pero un tirón al cuello de su chaqueta le impide salir corriendo.
—Si me vas a matar —dice girándose lentamente para mirar a su verdugo—, por favor que sea rápido o de lo contrario te arriesgas a que los profesores-
Se calla. Tiene que hacerlo porque tiene los labios de Katsuki encima de los suyos. Y aunque el contacto es breve (Brevísimo, en opinión de Denki) es indudablemente eléctrico.
—Listo —dice Katsuki como si eso fuera explicación suficiente y no tuviera a Denki como un pez fuera del agua con las piernas de mantequilla y el rostro rojísimo.
Tras soltarlo Katsuki abre la puerta de su habitación y se marcha, dejando Denki en manos de su ataque cardiaco y de las mariposas en su estómago. No deja de rebobinar el beso, tampoco puede apartar de su mente la diminuta sonrisa satisfecha que atisbo en el rostro de Katsuki justo antes de que la puerta se cerrara.
No sabe cómo, pero está decidido a repetir la experiencia así tenga que comprar toneladas de muéganos para probar.
[...]
*Morrear = Besar a una persona de forma prolongada (Palabra coloquial española).
*Muégano = Es un dulce mexicano hecho de maiz y cubierto de caramelo.
n/a Los muéganos son dulces mexicanos así que dudo que nuestros muchachos los conozcan, pero es divertido imaginarlo. Si te he arrancado una sonrisa ha sido para mí un placer. Gracias por leer.
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