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69|No pasará de esta noche

La mirada de Christopher se perdió en los fríos adoquines bajo sus pies. No podía fingir que no había escuchado la afirmación de su amigo. Eso sería de cobardes. Y para bien o para mal habían tres testigos que no sabía si podrían lograr un juicio imparcial. Cómo era necesario. Se esperaba de él. Era el jodido Rey.

Mike tragó saliva. Intento mantenerse en control. Ya cada uno sacaba sus propias conclusiones, pero ninguno se atrevía a dirigir palabra.

Steve observó la joya levantandola lo suficiente. Era algo muy inusual. Imposible de igualar.

-¿Cuándo?- Pregunto el Capitán. Era una idiotez dudar de su palabra considerando el conflicto que se estaba generando.

-En las Navidades, hace tres inviernos.- Respondió con voz pastosa y arrastrada.

Christopher lo observó, busco su mirada. -¿Los Infantes...?- Pregunto con la garganta apretada.

-Ella es una puta.- Interrumpió Mike antes de permitirle hacer ese peligroso juicio. Intentando enfriar la situación.

Era necesario recordarlo. Todos tenían una historia con una chica del burdel. Eliza solo fue la "afortunada"

-No lo sé, no soy el único que le hacía regalos- Respondió ahogado. Angustiado. Más que todo por ese hombre que le había tendido la mano y le había dado un espacio en su casa, sin mezquindad. Más allá del título. Sam se sentía una basura.

Christopher sonrió con irá. Pero no hacía Padalecki. Luego el dolor se hizo espeso. Una piedra en su garganta un guijarro tosco y filoso.

-15 monedas de plata por su captura, por el asesinato de Edward Nassau- Ofreció Christopher. - Agradecería discreción con respecto al otro asunto.- Continuo con voz quieta y se impulso para levantarse de ese costado al lado de la muralla.

Cuando Mike lo vio ya a un paso de la salida y tras el silencio desesperante en esa celda llamo su atención. -¿Entonces? ¿Todo bien con Sam?-

-¿Por qué no iba a estarlo? Ella solo es una puta- Respondió y se encamino hacia las escaleras por el largo pasillo.

Dean sujeto el hombro de Steve que se disponía a seguir a su señor. -No- le advirtió.

Mike y Sam se quedaron viendo de reojo por unos segundos.

Y los temas urgentes quedaron pendientes. El futuro de Dean, Mila y Genevive, abandonados en los calabozos.

Era imposible concebir claridad después de esa difícil conversación.

Chérie se sobresalto al sentir el movimiento en el colchón. Descubrió ese abrazo frío de Christopher. La piel helada.

-¿Hey?- Intento hablar, cuando él se abrazaba rodeando su cuerpo, buscando su calor. Sworth se negó a regalarle esa mirada. Negó en silencio y su rostro se endureció.

-¿Christopher?- Pregunto sin voz. Sin imaginar por que se sentía tan afectado. Pero percibió el aliento a alcohol.

-¿Que hago con todo esto Chérie?- Forzó su voz.

- Lo que tú corazón te pida- Susurro, al tiempo que levantaba su mano para ordenar unos mechones de su cabello en una delicada caricia.
Christopher la miro. Sus párpados se humedecian. Respiro profundo mucho y otra vez más negándose a soltar.

-Mi corazón está pidiendo algo fuera de todo juicio- Respondió mientras una lágrima insolente se arrancó por su mejilla en dirección a la almohada. -Imperdonable-

-¿Imperdonable para quién?- Preguntó reconociendo ese dejo de temor en su mirada, mezclado con una profunda tristeza. Entonces Chérie sintió esa fuerte punzada en el vientre como si algo muy fuerte se apretara. Su rostro se llenó de tensión.

El Señor de la casa la vio preocupado. -¿Estás bien?- pregunto de inmediato. La vio respirar profundo.

-Ya paso... Ya pasó.- Sonrió dándose ánimos. Había ocurrido durante los últimos días cada vez con más frecuencia. Ella suponía que era por todas las preocupaciones acumuladas.

Chérie acaricio el cabello de Christopher hasta que se quedó dormido. Pero no ella ya no logro dormir incluso hasta la salida del sol. Lo inevitable se acercaba con cada minuto. Sus amigas estaban a un día del castigo por los delitos de los que fueron acusadas por hombres ajenos a su mundo.
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A la mañana siguiente antes del desayuno, el secretario estaba enviando los anuncios de decreto, para la búsqueda y captura de Eliza Medianu.

Pero aún enviando emisarios a todo el reino iba a resultar imposible que los caballeros dieran con el paradero de la traidora. Pues esa misma tarde, en que Edward murió, la mujer en un intento de escape desapareció en el bosque de Cydonia refugiándose en una cabaña abandonada, inhóspita para sobrevivir el invierno. Nadie, iba a sospechar.
Así como la misma Eliza. Quien esa mañana camino al funeral del sacerdote, llevando sus vestidos más valiosos, pretendiendo reunirse con el cardenal fue atacada por unos lobos y moribunda, fue rescatada por esa pordiosera que iba en busca de una limosna.
Eliza, jamás imagino que terminaría encerrada en una olvidada celda, de aquella enorme casa, cobijada entre sábanas de trapo y un par de frazadas de lana, mientras su cuerpo peleaba con esa fiebre... Tan enferma. Que nadie, se atrevía a entrar a socorrerla.
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Eran las 12 y algo de ese martes cuando el alboroto en la plaza se transformó en un ensordecedor silencio. Esa carreta termino por acercarse a un costado del lugar.

Los miembros de la corte estaban paralizados.

-¿Entonces? ¿Nuestro Señor va a permitir está abominación?- Una de las cocineras le pregunto a Lady Cavendish antes de cesar en sus funciones. Por orden de la iglesia. Todos debían estar presentes en la ejecución.

-Mi señora, por amor a todos los Querubines en el cielo. A usted nuestro Rey no le va a negar- Rogó a Chérie una de las lavanderas. -Mi Señora- Insistió ahogada. -Compasión-

Las mujeres y hombres del castillo solo habían visto lo mucho que los habían ayudado. Curando heridas y ayudando en diversas enfermedades. Resolviendo todo tipo de males. Incluso alegrando el corazón

En el aire había una desagradable tensión angustiante, espera mientras los hombres de Leónidas terminaban de preparar las hogueras para ejecutar a las acusadas.

-Chérie no es necesario que te presentes, puedo abogar por tu salud- Le hablo una vez más Christopher intentando no prestar atención al revoltijo que sentía en sus tripas.

Ella lo vio a través del reflejo del espejo. -¿Que pensara mi hijo cuando descubra que fui cobarde y desleal al darle la espalda a mi gran amiga? ¿De verdad crees que soy capaz de hacer...?- Le hablo con esa mirada dolorosa, sombría. Ella esa mañana se había puesto en pie más tarde de lo habitual, durante la noche a penas si pudo dormir, su vientre se contraía y ese dolor que antes era parcial ahora comenzaba a volverse más frecuente. Sin embargo ahí estaba. Con esos ojos marcadamente cansados, y también pálida. Sola, porque con irá había sacado minutos antes a las inneptas que intentaban asistirla. Nadie hacia bien su trabajo si Mila y Genevive no estaban.

-¿De verdad?- Pregunto Christopher cuando la vio acomodarse la tiara de diamantes.

Ese día había escogido vestir de azul. Si es que Christopher seguía con esa estúpida idea de la ejecución, quería estar ahí. Y verlo en el momento justo. Para que comprendiera que jamás. Nunca. Lo olvidaría. Ni perdonaría. Iba ser ese preciso momento en que ahora sí por completo la perdería.

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-¡Cavendish!- Se escuchó el desgarrado grito. Mientras sacudía los barrotes. -¡Por amor a todo lo bueno no permitas esa estupidez!- Dean intentaba llamar la atención de Mike mientras los hombres estaban preparándose para sacar de las celdas a Mila y Genevive.

No había salida alguna. Salvo que el Capitán General de todas las fuerzas de Eastland no sabía del insólito plan del tercer hombre a cargo de la seguridad de todo su país.

-¡Steve!- Volvió a gritar cuando no sé detuvieron y todos siguieron su camino.

El segundo alto rango apretó mucho los párpados y las mandíbulas. Sentía que el corazón se le hacía pequeño.

-¡Steve!- Lo escucho desesperado.

No. El hombre debía permanecer en su celda. Ajeno. Ya no era digno de estar entre ellos. Bien lo sabía. No podía. Las cosas estaban lo suficiente tensas para agregar más conflictos.

-¡Steve!- Rugió sin darse por vencido mientras veía alejarse en dirección a las Damas.

En su celda Genevieve intentaba respirar ahogada aterrada. -Sam ya es hora- Interrumpió Mike, ese último abrazo. Con ese nudo en la garganta. Intentando mantenerse sereno.

-Por amor a la Diosa...- Exhaló Genevive ahogada con los ojos inflamados de tanto llorar.
Anna levantó a Amaro. Y cuando la vio alejarse con el bebé volvió a deshacerse en sollozos desesperados. ¿Que iba a ser de su pobre niño? ¿Cómo era posible tanta maldad? Cerraba los ojos y el rostro de Kathleen se apoderaba de su mente. Todas esas cosas horribles que había dicho esa muchacha que la asistía. Finalmente la señora del capitán iba a conseguir lo que tanto anhelaba. La desgracia para cualquiera que intentara ser leal a su hermana.

-No voy a permitir.... - Mila escucho sin voz a su oído a Pietro. A diferencia de Sam, no tenía esa mirada quebrada. El príncipe Ruso, lucía más determinado.
No importaba lo que pasará, ya lo había arreglado, Mila como fuera saldría de ese macabro circo intacta.
Ella no se imaginaba. Que entre la gente que iba a presenciar esa tarde el espectáculo, había hombres preparados a reaccionar en cuanto el embajador diera la orden. La iba a sacar de ahí, en cuanto se encontrarán en la plaza a las afueras del castillo y jamás permitiría que volviera a ese pueblo infernal.

Todos estaban con los nervios afectados.

Pietro clavo la mirada en los ojos de Cavendish. Mike sintió ese dolor en su cráneo cuando vio a ese hombre arrastrar a Mila amarrada.

Los jugos gástricos del amor secreto de la reina subieron sin control a su garganta. Pero no podía decir nada. No era inteligente apurar la sorpresa. Todo debía marchar según lo que esperaba. Por el bien de las damas. Y por sobre todo de la mujer que había robado su corazón. Solo así la podía proteger.

Saaaaammmmmm!- Dean Rugió al verlo de vuelta, cuando acompañaba a los guardias que trasladaban a as Damas fuera el castillo.

Y esa mirada fue devastadora. Tratando de respirar negó. Ahora, el hijo de puta, ya no podía intentar ser leal. Se acercaba un oscuro terrible final, para lo único propio y que de verdad valía para Sam. Ahora inevitable, se hacía tangible, aquello que ambos siempre intentaron renegar. La lucha de poderes, el ser diferentes. Porque al final. Dean era un señor y Sam solo un sirviente que estaba pagando las consecuencias de no cumplir los caprichos de la mujer del Capitán.
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Cuando la carreta de las acusadas llegó al lugar escogido para la refriega pública. Unos nubarrones cubrieron el cielo. Todo comenzó a tomar un matiz mas lúgubre, era como si el mismo sol se negara a ser testigo.
Ahí en la jaula separadas por una reja se mantenían tomadas de la mano, sentadas en el piso de la humillación.

-Tal vez si confieso ser la responsable de todo y solicito piedad...- Le hablo la madre intentando buscar una salida.

-Ellos no conocen la piedad- Respondió Inmersa en ese dolor desesperante. No era justo para Amaro. Que un capricho tuviera tanto poder.

-Mi Señora Chérie...- Aún persistía la esperanza en Genevive que la joya del reino brillará para ellas.

-Esto es un asunto político...- Mila negó amarga. No importaba lo que Chérie sintiera o deseara. Al final, solo era una belleza dulce y efímera para su pueblo. Solo el reflejo de un rayo de sol en el mar. Era necesario que los caballeros se comportarán con frialdad, buscando el menor daño para todo su pueblo- Despreciar a Roma tiene un costo demasiado alto- Suspiro. Considerando que para muchos, cómo Kathleen significaría, que sus almas serían perdidas. La gente sumida en el miedo, iba a enloquecer, más que eso podía significar, que hubiera un levantamiento en el reino.

Steve tenía esa mirada peligrosa. Tal parecía que la rabia lo podía terminar controlando. Aún así no quería revelar su propia oscuridad. Después de escuchar a Dean respiro profundo. Solo se había detenido un minuto mientras los demás avanzaban. Con un ademán los puso sobre aviso que los alcanzaría. -No hagas que me arrepienta de esto- Término por decir. Era una decisión muy arriesgada. No podía pecar de ingenuo. Sin embargo estaba corriendo el riesgo. Si se equivocaba Christopher y Mike no estarían nada de contentos.

Dean resoplo por lo bajo y su mirada se quedo en el mugroso piso de piedra. en actitud penitente.

-Da la vuelta- Solicito su hermano, acto seguido amarro una gruesa cuerda a sus muñecas inmovilizado sus manos tras sus espalda. Abrió la celda para permitirle salir. -Por amor a Dominic no hagas nada estúpido- Le advirtió.

Dean no respondió pero sus muelas protestaron cuando apretó de esa manera salvaje sus mandíbulas. Ahí el hombre cabizbajo. evitando la mirada de los guardias, de su gente que los veían desconcertados. La única explicación posible, era que el hombre confesaría sus atrocidades contra la corona. O simplemente el Rey había ordenado su ejecución. Ninguna de las respuestas dejaba en paz a todos sus seguidores, El general de las facciones mas temidas que lo hubieran seguido al infierno mismo a luchar contra las peores aberraciones de a tierra. No podía ser posible.

Cuando abandonaron el castillo para dirigirse al pueblo, la carroza de la reina ya había partido en dirección a la aterradora cita.

Mike sintió náuseas de solo verla bajar. ¿En qué demonios estaba pensando Christopher? ¿Cómo se atrevía a exponerla de ese modo?. El ojiverde intento respirar, en medio del murmullo de toda la corte que impresionada se inclino. Así como los campesinos y la gente del pueblo.

-Su Alteza- Saludo cortés el hombre de Dios pero no dedico reverencia alguna.

-Cardenal- Respondió serio Christopher, sin ninguna muestra de cordialidad. Menos cuando sintió la mano de Chérie enroscarse entre sus dedos. No. Eso no era coincidencia. Él la afectaba demasiado. Entonces sin esperarlo se reveló esa debilidad. Christopher fue testigo de aquella mirada morbosa y depravada de Marcellus sobre su mujer. Los ojos del rey se volvieron fieros. Tal vez si él degenerado no le hubiera dado la espalda a Mike, seguramente hubiera terminado degollado en ese mismo momento.

Chérie simplemente lo miro con asco. Y busco la mirada de su señor.

-Mi preciosa Flor- Christopher le hablo dulce y ayudo a subir los escalones del palco, especialmente instalado para presenciar la ejecución.

Kathleen ya se encontraba presente, pero pareció que no existía. Chérie no le dedicó saludo alguno. Christopher tampoco.

Scarlett miro a Anna ahora más alterada preguntándose dónde estaba Steve. Ninguno podía dar una respuesta acertada.

-Pueden comenzar- Indico Christopher una vez que Cherie estuvo cómoda.
La reina otra vez apretó sus labios y trago mucha saliva. Comenzó a respirar profundo, pero intentando no llamar la atención, mientras ese agudo dolor se apoderaba de sus caderas columna y bajo vientre. La tensión se volvía una tortura.

Mike también noto la ausencia de Steve. Pero no podía objetar el mandato. Apoyaba la idea de terminar cuanto antes el trámite.

Pietro miro de reojo a Adam quien desde el costado de la reina apretó fuerte el mango de su daga.

-Por supuesto.- Respondió Vrintil, la autoridad de Dios se encamino a acomodarse en uno de esos exclusivos asientos.

-Lo siento su santidad, este lugar está reservado solo para la familia real- Lo detuvo un guardia.

Vrintil miró indignado a Christopher.

-Te atreves a menospreciar a un elegido de Dios- Objeto De Mier.

-Yo solo cumplo ordenes- Contesto tajante el señor Holland. Entre sus tareas asignadas también estaba ese día la solicitud de vigilar la seguridad de la reina.

Leónidas se encontró con la fiera mirada de Adam y James sin ningún tipo de pudor. A diferencia de la realeza no iban a gastar su energía en parecer educados para ellos.

-Sus Altezas, Su eminencia... Miembros de la corte... - Alzo la voz Leónidas llamando su atención -De acuerdo a lo acordado en la última reunión del concejo y por encargo de Nuestro Cardenal en representación de toda la santa Iglesia ordeno La ejecución inmediata en la hoguera de Mila Isabey y Genevive Morgan por el cargo de Nigromancia y brujería, esperando que estas Santas llamas purguen sus pecados y las vuelvan dignas de entrar en el sagrado reino.-

El silencio al rededor de las acusadas se volvio tan profundo que el sonido del viento pareció un grito aterrado o mas bien una advertencia que sacudió el cabello de Chérie y Sam al mismo tiempo. Ambos, solo trataron de respirar. Impotentes ante la brutal decisión.

-Verdugos...- El inquisidor insensible llamo a los encargados de acomodar a las mujeres sobre las piras de madera para encenderlas y torturarlas hasta la muerte

-Su eminencia.- Saco la voz Mike en ese momento en que vio a los hombres encaminarse a las jaulas -... No soy un hombre que practique con rigurosidad la religión. Pero si insisto en atestiguar, que esta cometiendo el error de no comprender que estas mujeres están lejos de ser nigromantes. Soy testigo de la gracia que ha obrado por sus manos. La misma gracia que quedara demostrada en mi, si usted lo permite.-

-¿Señor Cavendish que es lo que pretende?- Pregunto De Mier.

-Evitar a la Santa Iglesia de cometer un nefasto error y permitir con ello lograr salvar a estas valiosas Damas.-

-Adelante.- Alzo la voz el Cardenal. Sin ninguna objeción, mas que para su deleite solo aplazar el momento de la purga de las condenadas y disfrutar de la estupidez de ese hombre que a todas luces había perdido toda la razón.

-¿Su eminencia...?- Pregunto De Mier sorprendido.

-Lord Cavendish afirma que las llamas no lo quemarán en señal de inocencia de las acusadas.- Contesto con calma Vrintil.

Las pupilas de De Mier se dilataron de un modo aterrador al escuchar semejante afirmación. Se giro a mirar a Mike, incrédulo de lo que escuchaba y luego, la suspicacia. ¿Podía ser posible? ¿Sin ser un milagro? Mila era una mujer singular.

-Es una locura sin sentido- Objeto con esa entonación de burla, sin poderlo evitar.

-Si lo es, Lord Cavendish cargara con la vergüenza y consecuencias de su estupidez. Si no, nosotros seremos testigos de las señales de Nuestro Señor y podremos regocijarnos con su obra.- El hombre de Dios corrigió muy firme, con esa mirada peligrosa, en cualquier circunstancia saldría beneficiado y eso era todo lo que importaba.

Mila, Genevive y Sam buscaron una explicación cuerda mientras no podían parar de observar a Mike. Pietro Adam y James intentaron buscar una respuesta en el Rey.

Lady Dove sintió perder la fuerza. Un bahído. Alcanzo a sujetarse de Mabelle intentando superar la impresión.

-Como usted lo ordene, Mi señor.- Respondió con la garganta apretada. Había olvidado que no debía cuestionar. -Verdugos, procedan.- Leónidas ordeno con esa sensación. El presentimiento de que algo inesperado podía ocurrir. Pero el lame culos no estaba en posición de cometer mas errores.

Uno de los hombres retiro parte de la madera de los montículos de leña que permanecen a la espera de las herejes.
No iba a demorar demaciado en encender, la había rociado de suficiente aceite.

Pero los murmullos de hicieron sentir, en el momento en que el cuñado del Rey se hacía presente con el traidor.

Kathleen se levantó de su asiento al verlo en ese estado poco agravado. - Por el amor de nuestro señor Jesucristo- Balbuceo angustiada.

Christopher Mike y Sam buscaron de la misma manera una explicación en su mente para esa acción sin sentido.

Scarlett miro dolorida a Steve. No imaginaba que podía estar intentando.

-¿Steve que significa esto?- Pregunto Christopher.

El menor de los Ackles, lo observo por un segundo a su amigo, luego bajo la mirada, con esa sensación confusa. De verdad había sido una estupidez. Esa decisión de permitir a Dean llegar hasta ahí. Luego vio a Mila y sintió que las costillas le aplastaban el corazón. Se sentía tan patético e impotente de no lograr nada. No poder salvarla. Estaba en deuda. Siempre lo estaría.

-Su Majestad si me permite confesar quién es el verdadero responsable de toda esta bazofia, tal vez encuentre el motivo para liberar a nuestras queridas Damas...- Se escucho la voz gruesa y rasposa del Capitán.

Las pupilas de Sam se dilataron. No era posible lo que estaba escuchando.

Mike apretó mucho los párpados. No había argumento, ¿Cómo iba a justificar? Ya había tenido la carta en sus manos, la había examinado con entendimiento y si sus sospechas eran las correctas. De cualquier forma Chérie iba a perder. -Su eminencia, ¿Entonces, seguirá la orden o escuchará las palabras de Ackles?- Interrumpo Mike.

-Dudo que el señor Ackles tenga un argumento tan contundente que pueda exonerar a las pérdidas de Dios. Prosiga.- El Cardenal respondió procurando mantenerse sereno. Pero ya comenzaba a disgustarse.

-Su Alteza. Es necesario que escuche lo que tengo que decir- Insistió Dean al ver las llamas cada vez más intensas... Listas para provocar el más mortífero dolor. Pero por completo ajeno a lo que Mike pretendía.

-Señor Cavendish cuando usted guste- Lo desafío Leónidas buscando mantener la atención en lo que estaba por suceder.

-Christopher por el amor a lo que tú quieras no puedes continuar con esta aberración- Chérie imploraba para si intentando no observar en frente suyo.

-Madre Piedad...- Suspiro Genevive mientras Mila intentaba imaginar cómo había llegado a semejante decisión.

-Que la Diosa nos ampare....- Mike pensó y Resoplo una gran cantidad de aire. - Su eminencia, quiero insistir. Lady Isabey y Lady Padalecki son sanadoras. No brujas. Y como tales, confío en que seré curado. - Insistió tozudo.

El corazón de Chérie comienzo a latir estrepitoso. De solo imaginar esa situación se sentía sin aire y su cabeza se comenzaba a abombar. La desesperación estaba nublado su pensamiento, no había perdón para semejante atrocidad.
Respiro. Respiro seguido rápido y profundo. Acomodada en el puesto de honor intento mantenerse calma. 

Pero fue justo en ese estúpido momento en que Mike decidió de una buena vez inclinarse acercando su mano a la llama para intentar tomar con ella ese carbón al rojo vivo, que ese agudo dolor se apoderó de su bajo vientre.
Chérie se levantó de su asiento, intentando encontrar otra posición para mitigar el dolor y se afirmo de la viga de roble más cercana. Apretando la madera con fuerza. Pero fue imposible. Ese agudo y ahogado grito llamo la atención del rey y todo el séquito.

-¿Chérie?- Fue a preguntar. El se levantó acercandose a ella y no le fue posible contestar. Solo un grito se apoderó de ella misma.
Y el llanto en medio de ese temblor que hizo desaparecer toda fuerza en ella. Aquella criatura comenzaba a empujar buscando una salida.

Mike levantó la mirada. -Preciosa...- Exclamo con los párpados por desbordar y al segundo se hizo hacia atrás.

Christopher a penas sostenía. Chérie entre sus brazos. Y de pronto sintió los dedos de su mano apretándolo. -¡Sam, libera a Mila Ahora!- Rugió de un modo aterrador. Era el que estaba más cerca de la jaula. Fue cosa de segundos para que apareciera su daga y también las espadas de los hombres del Cardenal.

Aterrado. Christopher descubrió esa mirada desorbitada en la pequeña flor. De inmediato entendió que él nefasto momento al que había temido desde que la hizo suya había llegado. -No.... Noooo....No- Negaba para si. Sin dejar de verla. No. No podría con eso. No la podía perder.

Pietro y James de inmediato auxiliaron a Sam apoyando el movimiento dando serios problemas a la guardia de la inquisición.

Mike cortó la amarra que sujetaba las muñecas de Dean. Steve desenfundo su espada.

-¡Quieto!- Se escucho el grito de Adam. No tenían idea. Vrintil se giró a verlo y el gruñido de Leónidas sacudiéndose intentando algo más hizo eco a campo abierto ahí estaba la rata ponsoñoza inmovilizada por el favorito de la Reina. Adam lo tenía apegado a su espalda y el filo de su daga estaba reclamando ya la piel del primo del Cardenal.... Una gota desangre comenzó a resbalar por su cuello.

-Su eminencia no me obligue a asesinar a tan valioso miembro de su familia- Adam le advirtió cuando Vrintil le dedicó esa mirada llena de irá.. El guardaespaldas de la Reina estaba haciendo un esfuerzo bestial por no hacer justicia por su propio puño. Sabía que la casa de los Ackles debía hacerse cargo del vil parentesco que insistían en hacer valer. De una vez por todas debía ser demostrada la verdadera lealtad.

Al Cardenal, la verdad no le afligía la perdida. Una sanguijuela menos, podía resultar hasta provechoso. Pero aún despreciando ese reino y a su gente, hizo ese ademán para que los hombres bajarán las armas.

Mila puso su mano sobre el vientre de Chérie -Mi señor, está en labor y muy avanzada... - Le de hablo preocupada - No pasará de esta noche-

Sam y Genevive la miraron de ese mismo modo. -Que la Diosa se haga presente- Oró el grandote en silencio sintiendo esa punzada en el corazón.

Entonces se volvió urgente llevar a la Reina devuelta al castillo.
Christopher llevaba en brazos a Chérie, en busca de su caballo cuando se detuvo frente al enviado de Dios. -Cardenal le agradecería que retire a su gente de mis barracas y abandone la catedral está misma tarde.- Vibró su voz de una manera estremecedora.

Anna desde el anonimato tomo la mano de Scarlett llena de emoción.

-Capitán vea que se cumplan mis ordenes- Sworth continuo clavando esa mirada azul en el hombre de confianza. Los murmullos no se hicieron esperar.
Así como el cambio de humor de las fuerzas de orden de Cydonia. Los hombres ahora parecían especialmente alerta. La Corte de inmediato se silencio.

Dean asintió y luego observó a Adam que aún no soltaba a Leónidas. Y estaba en claridad, no iba a dejar a la rata libre. Sin la completa seguridad de que Mila no corriera otro peligro.

Pietro subió a su propio caballo a Mila, sin esperar nada, Christopher había partido hacia el castillo a toda prisa y tenían que seguirlos. -Mi señora por amor- Suspiro rodeada de la cálida seguridad del principe ruso.

-Kathleen ¿Que estás esperando?- Scarlett llamo su atención con voz seca desde el carruaje. La dama caminaba con esa expresión perdida. Parecía desconectada de la realidad.
Hacía tan solo un momento Dean se había negado a saludar. Despreciandola públicamente...

Pero eso no era tal, el hombre pese a todo la abrazo y beso dulce, cálido. Pero había demasiado que arreglar.
Iniciando con ese asco interno. El mal sabor de haber pensado llegar hasta las últimas consecuencias. Porque estuvo al borde de entregar a Kathleen por intentar reparar todo ese daño.
Pero había sido Chérie que al final le había recordado a Christopher lo que de verdad importaba. Y con eso, de milagro había salvado a Kathleen del total repudio de todo el reino.

Christopher a medio camino seguía intentando enfocarse. Seguir adelante, mantener el control. Pero los quejidos de su mujer. El sentirla retorcer delante de él. Sujetarla y controlar las riendas. Su cerebro comenzaba a palpitar agudo y esa sombra cada vez se aferraba con más fuerza sobre su espalda.
El fantasma del momento más difícil que había enfrentado en su niñez. Perderle como perdió a su madre cuando Scarlett  nació.

La regla del mal menor, no valía en este momento. No cuando se trataba de lo único importante en su vida. Había pecado de arrogante y soberbio. Sin calcular el daño que estaba provocando a su familia. Intentando mantenerse recto e inamovible frente al reino. Gobernar con sabiduría no resultaba sencillo.

Christopher beso el cabello de Chérie -Resiste preciosa- Balbuceo ahogado sin voz y continuo el viaje. Estaban a minutos del castillo.
Del resguardo. De toda la comodidad. Todo lo que estuviera a su alcance, Solo tenía que sobrevivir. Su perdida no la iba a soportar.

A penas Genevive había desarmado la cama quitando todas las cobijas revisando el estado de las sabanas. Christopher acomodo a su mujer en la cama. Mientras un viento frío ingresaba por las ventanas.
El rey miro disconforme.

-Mi señor, es necesario ventilar por su seguridad- Comento Mila al instante.

Chérie no había dado señales de su estado. No hubo tiempo de preparar la alcoba. Las doncellas se movían revisando todos los rincones y observando cada milímetro de las cortinas y el dosel.

-Al parecer todo está bien. - Comento Genevive.

Sam antes de que lo solicitará comenzó a acomodar la leña en la chimenea.

Y ese nuevo grito ahogado de la señora de la casa obligó a los hombres a voltearse y prestar atención.

-Adam por favor mi baúl- Solicito Mila con esa desconcertante serenidad.
Ella lo sabía, ellos eran hombres. Los hombres no sabían enfrentar esa clase de adversidad.
-Mike saca a Christopher de aquí - La doncella real ordeno. No había parecido estar presente hasta que ella lo nombró. Pero su rostro estaba tenso. Paralizado en el umbral de la habitación.

Chérie sollozo fuerte, se escuchó especialmente dolorida. Intento acomodarse en el colchón. Algo andaba mal. Lo sabía.

Todo lo que restó fue abandonar la habitación, no era sano ni práctico para ninguno de los dos permanecer ahí. El rey y el secretario solo entorpecería la labor de la sanadora.

Mike había apostado todo a Mila, confiando en su buen juicio. Ahora debería preparase solo para la noche y esperar que los rayos del sol iluminarán con todo su esplendor al castillo por la mañana. Todo tendría que salir bien. Pero aún así sentía las tipas revueltas y la garganta hecha un nudo.  Ajeno. Jamás lo llegaría a comprender del todo. Por su naturaleza masculina. Y sentía la espalda como piedra.
No soportaba verla sufrir. La] de

Adam volvió con el baúl de Mila, Genevive se había ocupado ya de otras cosas y también volvía a la habitación.
Y ahí a la entrada se encontró con Amaro en los brazos de el hombre más maravilloso que pudo conocer.

Gen abrazo y beso en la frente a su bebé. Y después se encontró esa mirada inquietante. Ahora los ojos de Sam no lucian fieros. Pero tampoco era la ira que sintió al verla prisionera.

-¿Que pasa?- Le pregunto su mujer.

-No lo sé. Pero no me gusta.- Respondió forzando su garganta y su mirada solo se perdió por un segundo sobre esa cama.

Gen intento comprender. Ella esa clase de adoración, no era normal. Pero algo había en él que ella sabía. Sam no la quería como mujer. Aquello era más que eso.

-La vamos a cuidar- Afirmo con los ojos por humedecer. Luego de respirar profundo.

Era demasiada la carga emocional para todos. Los últimos días habían estado muy difíciles.

-¿Sabes que te Amo verdad?- El castaño le hablo de pronto buscando su mirada, cómo si hubiera escuchado sus pensamientos.

Ella respiro más profundo por atajar toda esa emoción y asintió bajando la mirada. Avergonzada.

-Hey...- Sam llamo su atención, elevando su rostro, había tomado dulce su mentón en una caricia.

Gen sonrió a Sam con ojos tristes y se elevo en puntas de pie para besarlo, con Amaro en sus brazos.

-¿Estas bien?- Pregunto el grandote suspicaz

Ella sonrió de medio lado - Si. Lo estoy- Suspiro.

Mientras afuera del castillo, nadie le prestó atención, esos nubarrones terminaron de cubrir el cielo y en el transcurso de las siguientes horas se tornaron púrpura... El aire silbaba atemorizante.
Era como si el reino completo estuviera conteniendo alguna clase de desesperación. Los campesinos se encerraron en sus casas más temprano de lo habitual.

Cuando Vrintil y sus hombres salieron por fin escoltados por el mismo Capitán hacia las afueras de Cydonia se encontró con esa escalofriante desolación.
Nadie quería ver al hombre de Dios. Por miedo, a la excomunión, a perder su salvación oor la decisión del Rey. Pero los que alcanzaban a comprender, tampoco querían mal lograr a la Reina y al esperado príncipe. 

Tal vez  Lady Ackles y Cardenal tenían razón. Tal vez Chérie era la amante del Diablo y todos habían caído en un hechizo. No era posible conseguir esa clase de devoción, el mismo rey perdonando a las brujas. Era lo más sencillo de comprender. Porque había que ser valiente para cuestionar a un Príncipe de la Iglesia.

Dean vio alejarse a Leónidas junto al Cardenal abandonado los límites de Cydonia sin aviso o comentario al respecto. Eso le pareció un avance. Un verdadero respiro. Tal vez se iba a Navarra por iniciativa propia y ni se molestaba en volver.
Porque ellos ya lo habían dejado claro. Ninguno iba a preocuparse por su seguridad desde hoy en adelante. Ni siquiera por complacer al enviado de Roma.
....................

-No pasará de esta noche- Vibró la garganta de Christopher. Miro hacia el lujoso cielo de ese salón en que solían discutir los problemas de toda la gente del reino.
Ahora todo le parecía una absoluta idiotez.
Acomodado en ese sitial con rebuscadas molduras. Vio la botella y el vaso. La comida regada por toda la mesa.

-Chérie tiene una fuerza desconcertante - Dean afirmo luego de tragar largo, casi medio vaso de coñac.

Pero más inquietante que el desánimo y la frustración del Rey era el silencio de Mike.
Seguía ahí. Junto a sus amigos. A su gente. Pero perdido por dentro. Solo ella en su pensamiento vigilante egoísta silencioso, ni siquiera había tocado su vaso.
Perdido. Sin conciencia del tiempo. El cielo ya hacía horas había oscurecido.

Dean había llegado al despacho a acompañar a Christopher luego de lograr ordenar mucho de ese caos, producto de esa forzada ausencia. Era la tradición, permanecer en la espera al nuevo príncipe, aunque también no tuvo corazón para volver a las habitaciones que ocupaban en el castillo. Tal vez separar camas con Kathleen,  era prudente. No sabía que decisión iba a tomar Christopher después de que Chérie saliera del parto.

-Mila es una mujer muy sabía. No hay proeza que no llegue a lograr- Continuo confiado.

Y esa confianza comenzaba a aminar en la sanadora.
Scarlett entro en la habitación rosa, no alcanzo a hacer pregunta alguna. Ese alarido de Chérie le causo un escalofrío.

-¿Que ocurre?- Pregunto en cuanto saco la voz.

-El niño está encajado...-Suspiro preocupada Genevive.- Pero su cuerpo no le permite salir.-

-Si no hay reacción en un par de horas será muy tarde.- Agrego Mila con una lágrima por desbordar.

-Pero salvaste a Kath...- Scarlett exhaló sin aire.

Mila apretó los labios por no sollozar pero esa lágrima no la pudo detener.

La princesa de Cydonia se giró buscando a Adam.

Levine intento mostrarse sereno. Solo negó en silencio. No había salida.
Porque solo Mike podía tener el control de la situación.
Pero solo Christopher iba a decidir su destino.

Mila estaba buscando el modo.
Era su hermana, su mejor amiga.
Y no lograba encontrar el valor para despreciar al hombre que había ofrecido quemarse a si mismo, por salvarla.
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Duran Duran | Save a prayer

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Owner & Lord Continuará muy pronto.

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