68|Dark drop
Podía resultar cruel e insensible. Pero el descubrir ese amanecer que el sacerdote a cargo de la catedral y jefe espiritual de Cydonia había fallecido, les brindo un gran alivio a los señores del castillo. Incluso, a la reina quien esa mañana lucía más cansada de lo habitual. Christopher la observo al despertar y aunque ella se encontraba en pie mucho antes que el, era notorio su agotamiento.
-Christopher...- La escucho repetido, tan cerca de su oído. Pero no estaba ya en la cama. Y lo peor, Mike y Adam sus espaldas se encontraban también en la habitación.
-Cariño- Arrastro su voz somnolienta.
Mike lo observó con ese ceño tan fruncido. Se veía serio. Y de verdad estaba preocupado. Ya eran casi las dos de la tarde y aún el rey no se levantaba.
Pero no parecía la verdad, tan agobiado. El castillo, indiferente, todo se había vuelto surreal.
Pietro había caminado cómo león enjaulado por los pasillos esa mañana exigiendo poder de una buena vez escuchar una explicación sensata que justificara esa estúpida decisión.
Fue en cosa de segundos que esa valiosa amistad, se fracturó... Y ahora parecía imposible reparar... Christopher de hombre racional se había transformado en una bestia. ¿Cómo era posible? El hombre descansaba mientras el reino colapsaba.
Pero el príncipe Ruso, estaba lejos de sospechar ese giro de los acontecimientos.
Aturdido aún, Christopher enfoco la mirada luego de restregar sus parados con ambas manos.
-Por favor.- Suspiro Chérie luego de respirar profundo y aliviada.
Luego de ese miedo inicial esa mañana, cuando las aves ya cantaban y el sol brillaba frío pero deslumbrante.
Mike despertó de pronto sobresaltado y se encontró a la pequeña flor desnuda entre sus brazos. Ya había pasado más de una hora que las cocineras ya habían encendido las hogueras.
Las doncellas estaban esperando la orden para asistir en su baño matutino a la Reina. Más listas que nunca, los dos puestos más altos de la corte estaban vacantes.
Y el Señor Hiddleston, así como los monarcas parecía indiferente a todo lo que ocurría.
Tan solo Adam permanecía alerta. Pues era el único que no bebió esa noche raíz de valeriana. Chérie la había reconocido entre los frascos del maletín de Mila. Se lo solicito a Adam después de ese colapso, cuando despertaba. Después de escuchar la estúpida idea de Mike. En medio de la angustia, tenía que lograr de algún modo convencerlo.
Chérie mezclo esas gotas en la botella de Sauvignon. Todos sabían que ella prefería cualquier variedad de vino blanco. Odiaba las jaquecas por la mañana.
Mike no degustó el vino porque en cuanto ella se descompuso con su "brillante idea", salió de la habitación.
Y a esas avanzadas horas de la mañana, Christopher y su séquito roncaba como osos en invierno.
Pero Mike se puso pálido como la nieve cuando la encontro al despertar entre sus brazos. A esas horas el cambio de guardias ya había ocurrido. Los hombres de la guardia personal del capitán, despejados y también más irritados que de costumbre caminando por los pasillos secretos del castillo... ¿La dulce cereza, cómo iba a lograr evitar la vigilancia?, cómo si valiera de algo si el dueño de casa aún no se hubiera dado cuenta de su ausencia en el lecho.
Resultó que la reina desconocía la fuerza del preparado de la sanadora. Había puesto en la botella 3 veces más de lo recomendado.
Después del apuro. Y de arrastrarse en medio de las sombras procurado ser parte de ella por los húmedos y eternos pasillos, tan solo un guijarro fue el vil delator... Ese hombre alcanzo a divisar esa inusual silueta, muy pequeña, no era uno de los señores...
-¡Mike... Por favor!- Sam arrastro la voz justo a tiempo, distrayendo al hombre que estuvo a punto de atrapar a la joya del reino...
Cavendish sobresaltado observó a Padalecki. Sus miradas en evidencia por segundos titílaron y tras el secretario, esa figura clandestina empujó la puerta con descaro desatando su sonrisa agradecida mientras ese destello azul se revelaba desobediente en su mano, pretendiendo acusar. Pero Sam no necesitaba explicación, ya la había reconocido... Y el secreto estaría con el a salvo. Ese caballero era fiel a la Dama del castillo no importaba lo que pasará.
-Necesito ver a Gen...- Solicito dolido. Intentando mantenerse digno.
-Por supuesto- Mike respondió de inmediato, sin cuestionar. Esa mañana prefería no tentar al diablo.
Y cuando Sam y Mike llegaron a los calabozos Chérie ya se había asomado por la puerta de la gran bobeda azul, procurado silencio pues para su sorpresa el rey seguía durmiendo. Todavía no era necesario interrumpir, menos si así podía asegurarse de evitar caer en la evidencia. Aún sentía a Mike sobre su piel.
Pero la mañana transcurrió sin piedad, trayendo la nefasta noticia.
-Christopher asesinaron a Edward...- Escucho a su mujer con esa entonación aguda nerviosa. -Lo apuñalaron en las catacumbas- Termino la idea.
El rey se sentó en la cama. Abrió mucho los ojos, ¿Había escuchado bien? Luego miro a sus hombres de confianza. - Un momento por favor- Solicito mientras Tom Hiddleston se asomaba por la puerta, todo estaba dispuesto para el aseo personal del rey pero Christopher, le hizo ese ademán al barbero. En otra ocasión, ya no había tiempo para eso.
Temprano por la mañana Leónidas sin recato alguno se había aparecido en el comedor real exigiendo ver al hombre a cargo. Y para su sorpresa se encontró solo con la reina quien con un cuchillo rebanada unos higos para agregarlos a esa porción de Camembert durante su desayuno.
-Su Alteza es necesario que de inmediato vaya por el rey- Intentó sonar gentil, pero a Adam; a quien no había visto por su ubicación en la sala, estando tras la puerta; al guardaespaldas le pareció una orden muy descortés
Chérie levantó la mirada primero preguntándose cómo es que De Mier había llegado hasta ahí. Pero era evidente. -Mi Señor está descansando y no desea ser molestado- Respondió al tiempo que su corazón se comenzaba a inquietar.
-El Cardenal ordenó con urgencia su presencia- Trono su voz más áspera, al mismo tiempo en que se acercaba peligroso a la mesa. Tanto que sus manos llegaron a golpear el borde de la tabla al costado de la reina. Delicioso había resultado provocar su sobresaltó.
-El Cardenal puede esperar señor De Mier. Mi marido sigue siendo el rey en este lugar.- Respondió sosteniendo la mirada sobre él al tiempo que James volvía de la cocina, había enviado una orden especial de alimentos para sus amigos que se encontraban encarcelados.
Solo habría bastado un pequeño movimiento. Adam tenía ya su daga empuñada. James igual. El guardaespalda estaba rogando cualquier mínimo detalle. La mísera escusa para hundir el filo en su cuello.
-Su eminencia requiere tratar asuntos imponderables- Le advirtió.
-Sí desea, puede dejarme el recado Señor.- Respondió observando esos terribles ojos azules, sin intención alguna de cooperación.
Entonces lo inesperado. Leónidas parpadeo, ese gesto casi imperceptible de tribulación. Incluso le fue necesario respirar.
-Su Alteza, informé a nuestro Señor que el capellán de la catedral hoy fue encontrado muerto en las catacumbas- Termino de dar la información. Cínico. Incluso podría haber parecido que le estaba complicando. Pero no. De Mier observó atento la expresión de la Reina, con su rostro sobre ella a menos de veinte centímetros de distancia.
James palideció incrédulo. ¿Edward? ¿A caso había escuchado de un modo correcto? Entonces recordó, no había asistido a la reunión la tarde anterior...
-En cuanto sea posible- Respondió la dama del castillo unos segundos después de escucharlo. Ese dolor inminente solo se reflejo en sus pupilas que se dilataron violentas. Pero permaneció casi indolente.
-Con su permiso.- Continuo sin esconder esa sonrisa llena de burla que desapareció en el momento en que giró hacia la puerta y descubrió a los dos hombres observándolo detenidos. Entonces apuró el paso en absoluto silencio.
-Rata.- Balbuceo Adam.
-James por favor, puedes ir en busca del Señor Cavendish- Chérie le solicito forzando la voz.
El asistente de Edward se retiró de inmediato, por no reflejar la tristeza en la mirada de la pequeña flor. McAvoy estaba haciendo un esfuerzo por mantener la compostura.
-Adam- Le hablo en cuanto su otro guardián se había alejado. El hombre intentaba enfocarse. Era evidente, todo acto de Leónidas apuntaba en una amenaza a su querida hermana.
Mientras abajo en lo calabozos -Es necesario Señor Contempt nos indique un motivo preciso de la causa por la que sucumbió Paige White - Cavendish exigió con esa mirada oscura. - Sí pretende estar al servicio de la corona cumpla con su trabajo-
-No hay nada que yo pueda explicar al respecto mi señor. Eso fue brujería- Reclamo el hombre.
-Perturbadora explicación viniendo de un hombre de ciencia. Ya sabe que en este reino no se toleran esas supersticiones de viejas seniles. Si asegura que fue brujería, obviamente debe haber practicado el oficio.- Debatió su argumento con esa gruesa voz impaciente.
A unos cuantos pasos por el pasillo se escuchó el sonido de una puerta que se sacudió.
No era difícil imaginar quien se había acercado a los barrotes a intentar seguir la discusión.
Dean apegado a la ventana de la puerta vio pasar por enfrente a McAvoy...
-Lord Cavendish Nuestra Señora lo solicita con urgencia. - James interrumpió sin saber.
-Mantenganlo en la celda... Este hombre sabe de brujería- Ordenó con esa entonación amarga a los guardias señalando al médico. Poco ya le faltaba a la mano derecha del rey para sucumbir ante su propia oscuridad.
-¿James qué sucede?- El capitán pregunto apegado a los barrotes. El arquero solo le dedicó una mirada desolada. A su parecer, Dean ya tenía demasiados problemas.
El Capitán los vio alejarse. En medio de ese disgusto golpeó duro con su puño el muro, sus nudillos sangraron.
-Christopher tienes que detener está locura- La volvió a escuchar, ahora más aguda y nerviosa. Fijo su vista sobre ella, si hacía unos minutos acababa de informarle del deceso de su querido primo, ahora parecía más preocupada de algo más.
-Chérie, trata de no agitarte por favor- Le solicito con esa bola de aire en la garganta. Y luego fijo su mirada sobre Mike.
-Siete días de duelo para todo Cydonia. Que Steve llame a todos los hombres al cuartel... Informa al Cardenal que no se realizará ninguna actividad durante esta semana. Hay que organizar el funeral... y por último ve que Sam revise los restos de Edward...- Comenzó ordenando claro y seguro, pero el final de la frase se volvió un hilo de voz recordando a Dean.
La idea de su amigo en el calabozo había nublado su pensar.
-Como usted ordene- Respondió sin hacer mayor complicación y se retiró de la habitación.
-¿Yo también me retiro o prefieres que te espere hasta el almuerzo?- Le Pregunto Chérie.
-Te veo en el almuerzo.- Resoplo sin voz algo contrariado ella se veía muy indolente frente a la reciente perdida.
-Voy a ocuparme de los servicios para Edward. -suspiro - Y si me lo permites quiero escribir una carta a Mi madre y Phillipe anunciandoles la novedad - solicito desanimada - Sin Dean Mila y Gen estaremos muy atareados- Continuo revelando esa tristeza que insistía en ahogar. Y no era solo Edward.
Chérie también había sacado sus propias conclusiones.Ahora se preguntaba, que derecho había tenido de poner la comodidad de Kathleen por sobre todos en el castillo. Por insistir protegerla ahora toda su familia se veía afectada. Y la idea de Dean en una celda, era macabra.
Amaro y Dominic... Más que nunca ahora iban a necesitar su protección.
La reina se movió en dirección de los calabozos. Evitando transitar por las dependencias de los Ackles Solaire. No había tenido ninguna noticia de Kathleen y en ese momento no tenía la claridad para poder enfrentar esa situación
-Por la Diosa, este no es el lugar para un bebé- Comento aguda al encontrarse al rastreador y a Gen con el pequeño en brazos. El lugar estaba muy húmedo y frío, era inhabitable.
-Mi señora...- Suspiro la mujer de Padalecki y no logro controlar esa lágrima. No sé lo esperaba. Fue demasiado su presencia.
Chérie tomo a Amaro entre sus brazos. -Te voy a sacar de aquí.- Le hablo con esa entonación decidida mirando a los ojos a su amiga mientras rodeaba con ternura el cuerpo del pequeño- La arpía traidora va a pagar por esta injusticia-
-¡Su Alteza!- Escucho a sus espaldas y esa voz la hizo sobresaltar. Chérie cerró los párpados por un segundo como preparándose para lo que venía.
-¡Ustded no debe estar aquí!- Se espeso aún más la voz de Mike. Incluso hasta pudo adivinar esas mandíbulas tensas y sus cejas hechas una sola línea.
-La guardia del Capitán no osaría en hacerme daño- Respondió antes de girar a verlo con el bebé en brazos.
-Mi señora no me obligue a sugerir a nuestro rey que la confine en su habitación por su protección- Contesto aún más irritado.
Los ojos de la cereza se abrieron incrédulos. Mientras Sam se acercaba. -¿Mike?- Le hablo el grandote mientras Adam a unos pasos, en el pasillo se preguntaba por qué ese cambio de humor tan evidente desde su despertar...
-Edward recibió tres puñaladas. Hay un asesino suelto en Cydonia - Respondió con la garganta apretada -Necesito que te encargues de revisar los indicios...- Continuo sin voz.
-Mi Señora...- Gen extendió su mano alcanzando la de Chérie sorprendida.
-Todo está bien. No voy a llorar por una perdida mientras tengo demasiado por salvar- Comento determinada y se encamino a la salida de la celda con el niño en brazos.
-Mi Lady Padalecki, lo solucionaremos - Mike le hablo más austero. Esperanzado, aunque no estaba muy claro de como arreglaría todo.
Sam se detuvo a despedirse abrazándola cálido y besándola dulce.
-Traigan a la celda de Lady Padalecki al menos unas tres piezas de pieles ¡Ahora por la sangre de Jesucristo! - Chérie grito a los guardias que se habían acomodado en un atril a descansar.
-Su Alteza...- Mike la alcanzó unos pasos más adelante acercando sus manos intentando quitarle al bebé de los brazos.
-¡Por la Diosa estoy preñada no enferma!- Reclamo entre dientes negandole la criatura.
-Es más seguro que yo lo cargue subiendo las escaleras- Respondió sin paciencia.
-No será complicación, yo lo hago- Le hablo desde el otro costado Sam. Con esa misma entonación de la reina. Esperando que Chérie le entregará al niño.
Las miradas de la reina y el hijo de puta rebotaron ambas con la misma fiereza. No era capricho. Amaro no era un objeto. Ambos, los tres se sentían sobrepasados.
-Mi Señora- Insistió con la más dulce voz.
Mike lo observó con esa expresión filosa ¿Qué demonios?. Ella no era Gen para que la tratará de ese modo. Chérie era la reina... ¿Porque esa complicidad?
Ella resoplo intentando negarse, ni siquiera noto la reacción de Mike. Pero algo en su corazón le decía que debía obedecer.
-¡Sam!- Entonces ese rugido fuerte y claro los interrumpió.
La voz del Capitán se expandió por todos los pasillos.
Estuvo a punto de echar pie atrás para ir donde su señor.
Mike negó con la mirada. -Christopher necesita el informe de los detalles de la defunción- Le recordó amargo.
Más que eso, que logrará encontrar alguna pista de quién fuera el responsable.
-Desde luego, en cuanto mi Señora se encuentre nuevamente en la torre- Contesto con voz muy controlada. Calmando su espíritu. Chérie se giró por un segundo a mirarlo indignada.
Adam no emitió comentario.
Otra vez nadie acudía al llamado de Dean y que le valió otro golpe contra la madera de la puerta de la celda y astillo sus nudillos.
Y caminado empecinada por ese indigno trato, no era una criatura, no después de todo lo que había vivido. Solo resolvió con toda intención calmar sus paso en la escalera... haciendo lo posible por quedarse atrás de esos hombres que cumplían con su deber y por sobretodo con su corazón. Hasta que Mike se detuvo simplemente a esperar Adam y Sam decidieron seguir, algo mas calmos, pero regalarles algo de distancia.
Mike se encontró con esos ojos terribles. Esa clase de mirada, de una malcriada princesa de cuentos de hadas. Pero aun así no entendía por que tanto le dolía. Eran como gotas de lejía salpicando y supurando sin control. El Secretario Real solo pudo apretar las muelas e intentar respirar. Rabioso. Frustrado. Una especie de gruñido sordo vibró en su garganta y al segundo siguiente estaba observándola como un psicópata, ese maldito escote, la mezquina piel que el vestido compartía sobre sus hombros. aun no comprendía como era posible que esos rizos cayeran cada mañana con esa delicadeza con la que quería tocarla y no lograba. Tan pocas veces estaba tan cerca.
Y probablemente Pietro hubiera hecho exactamente lo mismo en ese momento. Porque el hombre ya había hecho valer su salvoconducto y había exigido poder acompañar a su prometida en esa primera cruda anoche, no la iba a dejar en esas circunstancias.
Chérie no alcanzo a cruzar el umbral de la puerta que conectaba el pasillo del castillo con las escaleras que llevaban a los calabozos, de pronto se vio apegada aplastada a la muralla. Víctima de ese beso brutal que debilito sus piernas y toda su voluntad. A penas estaba respirando. Salvaje, Mike parecía que había perdido por esos segundos toda su cordura. Su lado racional se había apagado dando paso al instinto. Era como jugar a la ruleta rusa, era cuestion de tiempo para que algún testigo escogiera volverse los ojos del Rey.
Que le diera una tregua. Que lo dejara trabajar. Había un reino completo que dependía de ellos. Ella era una criatura excepcional. Lo tenía como loco. Solo una pizca de compasión. A caso no lo podía ver, estaba aterrado de perderle. Estaba determinado a hacer lo que fuera por ella. Pero necesitaba un respiro. Esa sonrisa que era todo lo necesario para otra batalla.
Chérie apretó los muslos con fuerza. Era mas de lo que esperaba. El deseo moviéndose espeso y fuerte por sus venas alertando cada parte de su cuerpo. Tenía. Debía respirar.
Mike abrió los ojos y descubrió esos destellos en su mirar, respirando agitada, con esa sonrisa nerviosa y a la vez maravillada.
-Por favor, déjame cuidarte- Exhaló sin voz.
La pequeña flor asintió. Con todo el cuerpo vibrante. Con esa sonrisa descarada. Arrebatada de una gran emoción.
Y tal fue el momento, que tan solo valió en cosa de segundos, sus dedos se enredaron y Mike dió un paso empujando la puerta a medio cerrar, ella camino tras el
Y en el pasillo encontró paralizada a Kathleen viendo a Sam y Amaro entre sus brazos.
Todo ocurrió en cosa de segundos. Por suerte los hombres eran lo suficiente altos y fornidos.
Kath no alcanzo a ver esos dedos entrelazados. Pero si esas miradas que acusaban ese comportamiento imperdonable.
Chérie apareció tras Mike y evito verla de frente. Ahora la emoción desatada tras la puerta se convertía en vergüenza.
-Buenos días Kathleen...- Intento sacar la voz. -¿Cómo amaneció Dominic?- Le pregunto antes de que pudiera responder.
-Bien. Los dos estamos bien.- Sonrió algo más calmada. Las miradas de Sam y Adam sobre ella en ese inesperado encuentro habían resultado apabullantes. -Aunque deberías haber preguntado por Dean. Ayer lo acusaron de algo y no entiendo cómo su Alteza y el Señor Cavendish fueron capaces de humillar así... - Su voz se volvió aguda con cierta conmoción. Entonces suspiro y respiro profundo haciendo una pausa intentando controlar esa angustia... -Ahora si me permites voy a visitar a mi marido-
-Creo que eso no es posible Lady Ackles, nuestro Señor lo a dispuesto. El traidor no debe ser visitado- Mike le advirtió con voz amarga. No podia creer lo que el mismo estaba diciendo.
La verdad aun no era un decreto, pero Mike estaba seguro que Christopher de inmediato lo aprobaría. Kathleen solo iba a conseguir desesperar aún más al Capitán.
- Kathleen solicita a tus doncellas que preparen tu ajuar de luto. - Chérie le comento segundos después cayendo en conciencia que en algún minuto inevitable tendría que informarle.
-Eres como una gargola...- Respondió entendiendolo una amenaza. Dean ya estaba encarcelado. No querían permitirle esa visita. ¿Que otra cosa podía significar? Ella estaba saboreando su dolor.
-Hay siete días de duelo en Cydonia. Edward fue asesinado. Las damas de la corte van a necesitar tu consuelo- Chérie le explico con un hilo de voz. Al parecer recién ahora comenzaba a racionalizar la perdida.
Los labios de Kathleen se separaron, su boca se desencajo, trago aire buscando una ridícula escusa, no podía ser real ¿Edward? ¿Ahora? ¿Por qué?.
-Esto es obra de Satanás...- Balbuceo mientras las luces giraban a su alrededor, al borde del estado de shock. -... De las brujas... ¿Qué criatura de Dios asesinaría a un Sacerdote?- Se escuchó más acelerada y aguda.
Kath se veía muy alterada. Por un segundo la mirada de Chérie busco la de Adam. No quería que fuera necesario. Pero tal vez esta vez debería volverse una gárgola como había dicho su hermana, de roca, fría y horrible.
Adam negó con la mirada. Ella tenía razón. Inevitable sería necesaria su presencia en los ritos. Prudencia y compostura.
-Kathleen por favor- Solicito la reina ya disponiéndose seguir su camino. Los caballeros de Cydonia tenían mucho trabajo por hacer.
Y lo más complicado. Ahora Chérie tenía que escoger si iba o no a influir sobre Christopher, en su decisión del destino de Lady Ackles.
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Cinco días velaron al difunto en la catedral. Christopher negó la solicitud de Kathleen a qué la seremonia se realizará en la capilla del castillo.
El pueblo se encontraba especialmente afectado. Después de las acusaciones contra los cercanos a la casa real. La noticia muerte del sacerdote cubrio todo Cydonia y Eastland de una suerte de oscuridad. Todo se había vuelto gris y sin sentido. El miedo se respiraba en el aire.
Y fue el miedo de esa reacción incalculada de los encargados del reino.
Kathleen, por el contrario de lo que esperaban fue rechazada de inmediato por la corte. Las mismas señoras por las que se desvivía, cuidando por sobretodo su imagen de intachable conducta moral, ya no se sentían cómodas, en la compañía de la esposa del "Traidor". ¿Cómo el hombre insensato se atrevía a cuestionar la voluntad de los monarcas, solicitando la intervención de la Santa Inquisición?. Seguramente ella también estaba involucrada.
Era de conocimiento general. Esa clase de problemas podía causar contratiempos en un embarazo tan avanzado como el de la reina. Todo Eastland esperaba esperanzado por ese alumbramiento.
Era mas que claro. El pequeño sol perdería su puesto en la línea al trono. ¿A caso existía un mejor motivo, para cometer semejante bajeza?
Steve ordenó a Scarlett y Anna no hacerse presentes en el templo. No era una decisión segura. Y por ahora, hasta no aclarar el asunto, prefería permanecer alejado de corte.
El ataúd permanecía solo, todos los cercanos al Sacerdote. La gente que de verdad importaba, no se presentó a rendir omenaje alguno.
Fue entonces que Lady Aeval y la misma madre de Cavendish se acomodaron a su izquierda, en el primer asiento abandonado.
Con los rosarios en mano. Para acompañarla en las plegarias.
Ahí estaban, las dos perdidas de Dios, a las que tanto había cuestionado. La prostituta y la concubina. Las mujeres que habían salvado a Dominic. Las que intentaron que su matrimonio se arreglara. La que renuncio a ese dulce primer amor... Pero Kathleen permanecío sin lograr entender la piedad de ese gesto. Solo entendiendo la humillación. Porque ella no era de esa clase.
Mientras. En silencio. En el castillo las mujeres prisioneras y la reina rogaban a la Diosa, por qué de una vez por todas, Lady Ackles logrará la aclarar su mente.
Al menos Christopher había pospuesto una semana ese terrible momento. También buscando la claridad para proceder. Para lograr hacer lo correcto.
Fue sorpresa para toda la familia real cuando al medio dia de ese domingo. Tras el último oficio religioso realizado personalmente por el Cardenal, Leónidas De Mier se adelantó al féretro y se acomodo en la esquina derecha que daba a los pies del muerto.
James descolocado. Era su mejor amigo. El compañero de toda una vida. Sintió su garganta apretar. Un nudo ciego. A penas podía respirar. Sus párpados se enrojecieron. Quería llorar. Gritar y clavarle ese puñal.
James maldijo a Dean por protejer a De Mier. Entonces fue a acomodarse a su izquierda para sacar el ataúd. Y se encontró con los ojos de Mike. Una emoción tan similar. Ese intenso presentimiento. De algún modo ese maldito tenía que estar involucrado.
James y Sam quedaron al medio del cajón. Dos guardias de alto rango levantaron el final del ataúd y lo llevaron a sepultar.
Solo eran unos cuantos metros hacia el hueco preparado en la tierra.
Pero Leonardo no pudo obviar, la mirada de Padalecki sobre su nuca. Ese escozor, que no sabía cómo provocaba del solo saber que estaba ahí.
Su brazo y hombro comenzó a temblar. Sudando como un puerco en medio de esa tarde especialmente fría. Repasando cada dos pasos el lugar de su daga. Cómo se giraría de ser necesario y se salvaría de ese posible intento. No. No iba a terminar en las manos del maldito. Y al minuto siguiente recobrando la compostura. Sabía que los guardianes de la reina no eran tan tontos. No osaria atacarlo frente al Cardenal. No en medio de toda la corte como testigo.
Y la burla continuaba en pie. Leónidas De Mier. Impune. Quedando como todo un noble ante el seguro candidato a nuevo Papa.
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Pasada la media noche y ahí estaba el Caballero de cabello largo y desordenado dándose vueltas por la habitación sin poder dormir. Había sido una jornada tan desagradable tener que soportar al español imbécil.
Tragarse toda esa ira.
Ahora parecía que iba a enfermar. Las náuseas lo sacudian sin tregua. Asco. Su cuerpo revelándose a si mismo Asco hacia todo lo que callaba. Esa cobardía autoimpuesta. La obligación a la prudencia.
Sus ojos salvajes se clavaron una vez más en ese pequeño objeto oscuro que casi se perdía en su gran mano. ¿Cómo demonios lo pudo imaginar? No era su culpa. El nunca espero que algo así ocurriera pero los giros del destino eran tan caprichosos, inesperados.
Y apretó sus mandíbulas. Tal vez esta vez ella lo iba a odiar. Tal vez el era demaciado severo consigo mismo.
Quien lo iba a sospechar.
Pero esa conciencia absurda a penas si lo dejaba dormir. ¿Cómo salvar a Genevive? ¿Cómo protejer a Amaro? ¿Cómo asegurar la vida de Chérie?. Tenía que hacer algo de una buena vez con ese desgraciado lleno de ponzoña.
¿Que más daba el sacrificio? Si todo funcionaba como lo esperaba. Todos en el castillo tendrían una nueva oportunidad.
La puerta de la habitación principal de la princesa Scarlett se simbro frenética. Steve se asomo somnoliento e irritado.
-¿Lady Cavendish puede quedarse con Amaro?- Le pregunto antes de que intentara hacer algún reclamo. -Voy a bajar a la celda de Dean. Llevo un par de botellas de escoces.- Termino la idea alzando el licor, sujeto en una mano por los golletes, entonces hizo esa seña, invitación implícita para que si lo deseaba se uniera a la fiesta.
-Voy por Anna- Respondió con esa voz pastosa a causa del sueño. Sam no se detuvo a esperar, sabía que el hombre llegaría por su cuenta.
Dean había estado incomunicado durante cinco días. Había sido tan desgastante que finalmente el agotamiento lo había superado.
El desagradable sonido de los fierros golpeándose, la cerradura rechinante. Tirado en ese rincón sobre un montón de paja y una manta hecha de saco de harina. Enrollado en medio de esas mantas de lana de oveja que amable la reina se había ocupado de enviarle.
Fue lo único que toleraron Mike y Christopher. El hombre tenía que entender. No tenían idea como lo iban a salvar de esa pesadilla. Pero en el entretiempo. Dean debía aprender a ser tan bravo con su propia familia, así como lo era con los enemigos de su amada tierra. Sin eufemismos. Sin hipocresía. Aunque doliera, las heridas debían ser limpiadas cuando se infectaban.
De todos modos Chérie consiguió hacer algo más amable. A mediados de semana envío en la canasta del almuerzo un pie de manzana recién preparado.
Era esa clase de dobleces que solo ella podía conseguir si sonreía de la forma adecuada a Mike, o si acariciaba dulce con los nudillos esa barba de unos días en la mejilla de Christopher.
Por su parte Mila le entrego todas las órdenes necesarias escritas a Anna, para que logrará dirigir a todas las doncellas del castillo intentando no especular que pasaría si Chérie entraba inesperadamente en labor.
Ahora la reina dormía. Con todo cuidado se había movido de su lado, cuando silencioso, Mike se presentó en la habitación.
-Es una envidia que tengas el sueño más profundo que Amaro. - Sam hablo agazapado sobre Dean. El hombre abrió los ojos espantado.
-¡Hijo de puta!- Fue lo primero que logró pronunciar.
-¡Imbécil!- Sonrió y le ofreció la mano para que una vez por todas se pusiera de pie.
Era todo un merito. La celda de Dean lucía muy limpia. Ninguna inmundicia. Hasta parecía que era mejor que estar de campaña en la trinchera.
-Ella le grito a mis hombres que no era un puerco.-Le explico adivinando lo que estaba pensando, Sam había encontrado ese sofisticado juego de toilete en esa esquina. Jarra, lavatorio ¿y hasta una vacinica?- Creo que le están empezando a temer- Comentó orgulloso.
Si, retiraban dos veces al día los desperdicios. Ellos lo habían olvidado, pero Chérie ya sabía lo difícil que era permanecer prisionera y acusada de un crimen que no cometió esperando una condena.
Cuando no terminaban de abrir la primera botella Mike y Christopher se asomaron por la ventanilla de la celda.
-¿Que demonios?- Trono la voz de Christopher. El guardia alterado sacudió el manojo de llaves.
Mike cerró los ojos desaprobando. Pobre idiota. Probable era un soldado raso. Todo se había desordenado con la detención del Capitán. Ni siquiera había aprendido aún el orden de las llaves.
-Anna les mando provisiones...- Apareció más tarde Steve con una canasta.
Y ahí estaban los cinco. Sentados en el piso de ese escaso espacio, bebiendo de las botellas. Intentando no pensar en nada.
Desesperados por ese respiro.
Disfrutando del calor del whiskey bajando por sus gargantas. Se acercaban días macabros. Y el cansancio por fin nublaba sus mentes. Hasta que la última gota de alcohol desapareció de la botella. Y la angustia sacudió su cabeza sin control.
-Christopher se quien asesino a Edward- Le hablo mientras Steve se llevaba un trozo de Pan y salami a la boca.
Todos los muchachos desde sus sitios se giraron a ver al grandote. Sin espera saco un trozo de gamusa enrollado y amarrado con una tira. Se lo alcanzó al dueño de casa y respiro profundo mientras cerraba los ojos esperando que lo desatara.
-¿Quién?- Pregunto Christopher al descubrir esa navaja.
Sam exhaló sonoro, de su nariz salió mucho aire. -Es el cuchillo es de Eliza Medianu.- No podía creer que no lo recordara. Ella lo había ganado en una partida de poner contra el rey. Todos lo sabían. En su momento fue una gran victoria personal. Había ocurrido al inicio de la primavera, antes de que Chérie llegara al castillo.
El único detalle la madera del mango había sido reemplazada por esa curiosa piedra.
-Eliza está desterrada...- Objeto incrédulo. No podía ser cierto. No estaba tan borracho. La ley era tajante al respecto. Si volvía esta vez, perdería la cabeza.
Sam no se equivocaba. Aún cuando no sé imaginaba las condiciones como había ocurrido. Eliza estaba en Cydonia. Aún no perdía la cabeza, pero seguramente la última pizca de cordura. Pero el destino caprichoso tenía una nueva oportunidad para volver si tenía el coraje.
Y lo encontró en alguna parte.
Porque aún desterrada, mugrosa y harapienta. Salio en busca de la piedad de la caravana de los señores de la iglesia después de aquella misa cuando se preparaban a abandonar el puerto. Necesitaba recibir la limosna. Y cuál fuera su sorpresa, esos ojos fieros llamaron la atención del Cardenal. De inmediato agradeció con esmero su piadoso corazón haciéndolas de inocente, pretendiendo no entender de quien se trataba. Por supuesto que Leónidas la reconoció. Y no pudo, ni quiso objetar a la nueva entretención de su señor. No podía ser su asunto.
Hábil consiguió volver a Cydonia en la caravana. Pero no era el juicio el momento de presentarse en público. Solo era cuestión de esperar. Entrar a hurtadillas por la cocina del castillo. Y en mala hora Edward se cruzó por su camino.
Christopher dudo. Era estúpido de su parte. Ya no estaba en sus manos el que ella permaneciera a salvó. Y no iba a impedir que Chérie exigiera terminar con "el problema". Su fruto estaba a punto de madurar en su vientre. Era lo único que importaba.
Mike tomo la pieza de metal junto a Dean la reviso detenido.-¿Y dónde dices que lo encontraste? El Cardenal informo que sus hombres no encontraron rastro del arma, ni el asesino- Hablo Cavendish más desconfiado. No podía ser tan iluso.
-Entre los escombros del derrumbe, en el umbral del pasillo a hacia las catacumbas.-
Respondió con esa total seguridad.
-Pero Edward murió abajo, en las catacumbas- Insistió Steve. Y Sam contaba que lo hiciera.
-Probablemente lo dejo caer cuando escapaba.- Comento Dean
-¿Y dónde podría estar?... El invierno tardo en llegar y al parecer también tardará en ir. - Pregunto Steve. - ¿Quien sería capaz de brindar alojamiento a la mujer caída en desgracia?- No era un secreto las noches estaban muy heladas.
-¿Podría ser coincidencia que está muerte ocurriera justo en el momento de que la inquisición está aquí?- Sam los cuestiono. Omitiendo la imagen de Paige en su mente. Se había acercado más de lo necesario a lo que podía estar ocurriendo. Pero faltaba el como.
Explicación que el caballero ausente podía revelar gracias a los signos, pero Adam se encontraba ajeno al encuentro clandestino.
-Puedo ordenar su búsqueda y poner una recompensa por su captura al amanecer- Mike le hablo al rey. Para el ya estaba lo suficiente claro.
Christopher no estaba tan seguro. Le parecía muy improbable o era lo que quería creer. Algo lo detuvo. Era una acción monstruosa. Ya conocía ese carácter terrible. ¿Pero una asesina?. Ingenuo. Iluso. Cobarde. No podía ser.
Mike le alcanzó una botella recién abierta, otra clase de licor. Sam sintió su aroma. Coñac y Cerezas. Fue extraño. Cómo si ella se empeñara en hacerse presente. Sam miro de reojo al secretario. "¿De verdad estaba poniendo en evidencia que tenía acceso a la cava privada de la reina?" Aunque esa no era la explicación inmediata. Era una botella que confiscó, con la que la reina había sobornado a uno de los guardias para bajar a los calabozos y visitar a sus Damas.
Christopher no se enteró.
El reclamo, como el licor se sintió intenso y embriagante. Era otro placer. Lejos del seco whiskey. Provocativo. Una demanda de adoración. Sam bebió un buen trago y repitió. Luego le extendió la botella a Christopher.
-Fue Eliza. Lo sé. - Sonó la voz más segura del hijo de puta. -Seria una idiotez dejarlo pasar por alto- Continuo.
-Sí estás tan seguro...- Respondió el rey con esa irritante entonación sarcástica.
Sam le quitó la botella. Volvió a beber. Porque esa piedra se le formó en la garganta y las tripas se le anudaron por dentro. Ya había desistido de más explicación. Pero estaba cabreado y estaba jodido.
De pronto cayo en la mano izquierda del señor del castillo una delicada cadena para el cuello rota. -Es de Eliza. Estaba a un costado apegada a la muralla a menos de un metro del charco de sangre - Le explico. Edward antes de morir en medio de la inevitable sorpresa había conseguido dejar la evidencia dónde un buen rastreador la iba a encontrar.
Christopher la reviso. Extrañado. No recordaba aquella cadena ni una joya que la acompañará.
-¿Como sabes que es de ella?-
-Porque yo le regale la lágrima negra...- Respondió con las mandíbulas apretadas y dejo caer rebotando esa inusual perla entre el rey y el secretario.
Las pupilas de Dean se dilataron. Steve apretó los párpados. No. Eso no podía estar pasando.
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Owner & Lord continúa pronto
Gracias por sus votos y comentarios.
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