50| Concubina
La mañana había iniciado perfecta.
A casi una semana de su regreso, prácticamente por todo el valle y hasta el mar ya se conocía la noticia de que la Reina había vuelto al castillo.
Christopher acababa de acomodar su chaqueta azul frente a su enorme espejo.
Al mismo tiempo que Dean terminaba de revisar su uniforme de gala en su propia habitación.
Los cocheros estaban estacionados frente a las puertas del castillo.
Scarlett observó el cielo celeste y luminoso tras el ventanal ya lista para salir.
Genevive respiro profundo luego de terminar de abrochar sus zapatos nuevos. Ese era un vestido que en otras épocas no hubiera logrado pagar ni con todo lo que ganaba en un año.
Las campanas de la catedral redoblaban alegres y melodiosas, en su tercer llamando a todo el pueblo ese sábado. Anticipando una mañana especial.
Algo más de media hora después, cuando Dean ya había ayudado a bajar a Kathleen y al bebé del carruaje. Mike llamó la atención de Chérie, sin prestar atención al tumulto de gente que se había reunido para verificar lo impensado. Después de las rebuscadas historias que circulaban por el pueblo a cerca de la desaparición de la reina.
-Su Alteza- observó esos tentadores hombros descubiertos, y luego la venda en su mano.
-Lord Cavendish.- respondió sin emoción, tras tomarse del brazo que Christopher galante le había ofrecido.
Mike acercó a la reina una graciosa y elegante bolsa de tela azul, diseñada, para colgar a su muñeca.
Era la tradicional limosna. En un empujón descuidado de alguien más atrás, sus dedos, rozaron los de la mano sana de ella.
No lo había buscado pero sus miradas se encontraron. Y fue ella la que no logro seguir viendo. No después de descubrir por accidente las magulladuras cicatrizando en los nudillos del secretario, sin vendajes. -Muchas Gracias- contesto en un obligado amago de sonrisa. Antes de dar pie a esa melancolía... No pudo evitar recordar.
<...¡No te vuelvas a acercar!...>
Fueron tan duras esas palabras que la llevaron a perder su horizonte... a hacerla renunciar. No podía con esa idea. No después de esa noche preciosa dulce y maldita en que parecía que el destino estaba de su lado. No después de confundirse y llegar a pensar que el si podría llegar a adorarla.
No lo iba a sobre dimensionar. Solo era su trabajo. Lord Cavendish, solo era el mejor en ello.
Se negó a si misma prestarle mas de un segundo de atención, como a sus manos lastimadas. Eso ya no debía importar. Costoso le había resultado el capricho de escuchar a su propia alma. Tal parecía que su madre, aunque cruel, consiguió devolverla en su lugar.
Entonces se encaminó junto a Christopher a su lugar en frente al altar como correspondía, mientras la corte se inclinaba en reconocimiento.
Pero ellos no eran lo importante esa mañana.
Porque todos los altos mandos del ejército de Eastland se encontraban en la catedral junto a todos los miembros del concejo.
Y aunque Dean hubiera deseado una ceremonia más privada. Era inevitable.
Scarlett y Steve se inclinaron sonrientes. Expectantes.
Chérie y Christopher, se giraron a ver la entrada. Solo justo en ese momento. Kathleen y Dean se desplazaron por el pasillo principal, ella radiante y orgullosa cargando entre sus brazos al pequeño Dominic.
Edward tuvo la amabilidad de realizar una eucaristía abreviada, engalanando a su sobrino, que por primera vez se presentaba ante la corte en forma oficial, para recibir el debido sacramento de su bautizo.
Una preocupación que había alterado el sueño de Lady Ackles. Que a regañadientes acepto, esperar un tiempo prudente, debido a que su hermana la reina había desaparecido y no estaban seguros si se encontraba con vida o no.
No hubiera sido bien visto semejante celebración, considerando el latente luto de todo Eastland.
Pero ya estaba ahí. Perfecta y maravillosa. La mujer que muchos en la corte, estimaban debería ser la dueña de la corona.
Los Ackles cada día conseguían más simpatizantes dentro de la corte.
Mike había arreglado los detalles para el banquete que Scarlett y Christopher, ofrecían en honor a su ahijado, el principe Dominic.
Las damas de la corte intentaban a toda costa llamar la atención de Lady Kathleen aún más después de ese bello detalle....
Todo los presentes se detuvieron en sus conversaciones y los que aún comían y bebían también.
El capitán se levanto de su asiento en cuanto, su mujer volvió al festejo, después de retirarse un par de horas, en compañía del bebé.
Dean la atajo a medio camino de cruzar el salón y antes de que Kathleen llegara a reaccionar, las primeras notas de ese delicioso vals invadieron el salon al momento de que su marido tomaba su mano y su cintura, sorprendiendola. Entonces el vestido malva y blanco con detalles bordados de Kathleen comenzó a girar en medio de la pista por completo despejada solo para ella y su marido bajo la mirada atenta de toda la corte.
En cuanto estaba por iniciar el "Grande Valse Venoisse" Uno de los favoritos de Lady Ackles. Christopher se levanto de su sitial extendiendo su mano a su mujer.
Muy cumplida Chérie le dedicó la reverencia correspondiente y ante el murmullo de la corte camino al medio de la pista antes de que Kathleen y Dean terminaran de bailar.
-Mi Lord Steve...- Chérie le hizo una pequeña seña para que se sumará junto a su novia. Sintió que fuera incorrecto figurar demasiado, el festejo era para su hermana, era ella la heroína, capaz de lograr lo que ella nunca podría, concebir y parir un bebé tan bello como el mismo sol.
Pese a todo, muy temprano había accedido al concejo de Mila cuando le sugirió, que usará el vestido azul con el que volvió a su baile de bodas. Los signos eran importantes, aún con la sencillez de un vestido ya usado. Todos debían recordar quien era la reina de la casa.
Las tres parejas comenzaron a moverse al compás de la conocida melodía.
Ya en la tercera pieza de la noche, otros miembros de la corte se unieron en el baile de celebración.
Sam hubiera querido invitar a bailar a Genevive, ella lucía maravillosa en su nuevo vestido de fiesta, pero esa noche y hasta que el tumulto de gente abandonará el castillo iba estar en lo absoluto vigilando el bienestar de la recién recuperada joya, junto a Adam y James.
En cuanto terminó la melodía, se escucharon aplausos y Vítores hacia la familia real que hicieron eco en todos los salones del castillo.
Más arriba, confinada en su habitación, que ahora solo le parecía una refinada celda. Lady Medianu lanzó el candelabro de su mesa de noche contra la pared.
Desde el encuentro con la reina se le prohibió abandonar las habitaciones que se le habían asignado, a riesgo de expulsión del castillo, en buenos términos negándose volver a ver a sus hijos. En malos términos, bajo la piadosa paciencia de Cavendish, llego a entender, que podía ser expulsada, con las criaturas, sin el patrocinio de la familia real, lo que la dejaría en la absoluta miseria.
Aunque simplemente era el debido resguardo, ante la celebración, no iban a permitir a dar pie a ningún tipo de ofensa contra Chérie, que sería lo mismo que arruinar la fiesta para Kathleen, más tarde, cuando terminara el evento, definirían el nuevo destino de Elisa.
Pero la sisaña se movía como una serpiente rastrera, regosijandose de la envidia que se negaba a abandonar la majestuosa casa real.
Así fue, como una muchacha, que se sintió humillada, al ser removida como tercera favorita de la reina y enviada a cumplir trabajo de apoyo a la mujer del capitán.
Embelesada por la seductora influencia del embajador de España, corroboro esa valiosa información que había mantenido muy resguardada.
La declaración oficial, era que la Reina había salido en un viaje de urgencia, tras el descenso de su padre a Bellerose. Que en el camino había sufrido un asaltó, pero que logró sobrevivir a las consecuencias de ese maltrato, permaneciendo un buen tiempo en recuperación en su residencia en Francia.
Y aunque el mismo capitán había supervisado la clausura de la salida de emergencia de esa habitación a los pasillos secretos del castillo. Ese detalle no logro prever.
Solo era necesario deslizar una hoja por debajo de la puerta para organizar otra audaz y deliciosa conspiración.
Eliza encontró aquella nota algo maltratada. Pero no era importante. Porque al leer esas palabras el fuego en su mirada se encendió endemoniado. Ella no iba a tolerar esa clase de humillación. La víbora la conocía lo suficiente. Solo era cuestión de darle el empujón correcto y algo de paciencia.
Eliza comprendió en ese momento que ese mensaje podía cambiar su destino.
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-Su Alteza...- sonrió amable Genevieve acercando esa bandeja repleta de panecillos. Cuando las damas ya estaban acomodadas a tomar el té de las cinco.
-Mmmmm.... Maravilloso, me creerás que estaba justamente pensando en esto-. Chérie le comento alegre. Tan cercana.
-Me tendrás que dar la receta- le solicito Mila en ese momento.
Scarlet alcanzó un panecillo curiosa ante la reacción de la reina. La masa dulce esponjosa, mezclada con los arándanos le pareció encantadora.
- Están muy buenos- comento Anna.
Entonces Kathleen levantó las dos cejas. Probó un bocado. No le pareció nada excepcional.
Aunque fue imposible no notar ese vestido de fiesta la noche anterior y la manera cordial con que su hermana la trataba. Hasta le parecía que no hacía diferencia entre Mila y la recién aparecida.
¿Quien era? ¿Cómo la había conocido? ¿cuáles eran sus intenciones? ¿Cómo era posible que hubiera generado de inmediato esa clase de empatía? Scarlett y Anna también compartían esa "fascinación" que no podía justificar. Algo más debía estar pasando. Ahora se sentía excluida ¿Era eso?. De algún modo, sentía, que algo, una fuerza invisible, la separaba del resto.
Y tal vez no estaba del todo equivocada. Pero no podía sospechar que fuera la diferencia de credo.
La noche ya estaba muy avanzada. Y la tertulia no parecía querer amainar.
En las habitaciones de la Dama de compañía de la reina, Mila, Cherie, Scarlett, Anna y Genevive soltaron una enorme carcajada al unisono después de un ácido comentario de la tabernera.
Chérie luego endulzó su boca con algo más de licor de rosas. Había abierto esa botella reservada para compartir
-Se acerca Osthara... Y la Diosa ha insistido en llamarme en sueños- comento Genevive con la mirada perdida en dirección al ventanal y la noche después de un necesario silencio.
Scarlett abrió mucho los ojos.
Mila negó sonriendo confirmando lo que ya sospechaba.
-También eres de la otra...- pregunto la hermana del rey.
-No sé cómo arreglar esta vez la visita...- Suspiro Chérie sin contestar. Pensando en el altar de piedra.
-Ya somos cinco- Sonrió Mila. Afirmando la observación de Scarlett.
-...Hay muchas más. Pero aún persiste el miedo a las hogueras y la inquisición española amparada por Roma- comento Genevive.
En los campos en las tierras alejadas a la iglesia. Aún persistirán las antiguas tradiciones, ahora resguardadas con recelo. Pues en tiempos anteriores al nacimiento de la propia reina, habían sufrido una persecución macabra y aún permanecía el miedo a los aterradores castigos ordenados por Roma en nombre del Cristianismo.
Aunque mantuvo la atención en sus condicipulas, Chérie no pudo evitar
Inquietar al sentir ese escozor en su palma lastimada -mis damas- Se levanto de su asiento y bebió de golpe el resto de licor de su copa.
Y las amigas de la Reina vieron como se encaminaba en dirección contraria a la habitación rosa.
-¿Chérie?- fue a preguntar Mila.
La joven francesa negó en silencio. No estaba aún conforme. Algo insistía en detener el tránsito a su habitación. Aunque resultará caprichoso desde el punto de vista de las doncellas que debían transportar todas las mañanas, el vestuario y todo lo que necesitara a la otra torre.
Aunque fuera más bien practico, desde el punto de vista de Scarlett y Anna, que creían que Chérie probablemente de verdad se entendía con Christopher.
Pero Mila y Adam, no estaban tan conformes. Y las sospechas, eran que cada vez se volvía más perseptiva. Porque ninguno de los dos, después del parto de Kathleen quería volver a esa habitación. Era seguro, muy pronto buscaría alguna explicación, aunque estaban empecinados en no hablar del tema.
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Esa fuente muy confiable, llego con el susurro al oído de la otra dama de compañía de la princesa Scarlett.
Dando fe, de la perfecta oportunidad para la querida del rey.
La audaz rubia se movió durante mucho tiempo al rededor de su habitación intentando decidir. Está podía ser la última noche o el inicio de una nueva historia.
Y de solo recordar, aquellas gloriosas madrugadas en la habitación real sentía todo su cuerpo vibrante. Ya no podía con la necesidad. Hacian semanas que ninguno de sus amantes tuvo acceso a la habitación de la que aseguraba ser madre el futuro rey de Eastland.
Entonces haciendo caso omiso a las reglas impuestas por los señores de Cydonia, se escabullo, usando la salida de emergencia de los gemelos. Intentando recordar, cual dirección tomar, sin ser vista por los guardias.
Decidida a reclamar lo que siempre debió ser suyo por tiempo y esfuerzo. Una vida completa, en torno al hombre que ella había creado. Lo conocía demasiado. Volvería a lograr descifrar todas sus perversiones, y haría de una vez por todas desaparecer a la consentida.
Suyo el poder y el gobierno. No iba a dejar de insistir que ella había parido su semilla.
Dando por hecho que el español, estaba involucrado en esa fechoría, se dirigió segura a su destino. Sin imaginar que podía ser una jugarreta muy mal intencionada.
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Christopher sonrió con esa mirada oscura, llena de lascivia. Chérie estaba calmando esa respiración agitada recostada entre sus almohadas, con esos ojos cerrados. Pero no importaba por qué el sabía que ella era completamente suya. Entregada. Ya había logrado estremecerla, llenandola de caricias hasta el arrebato, como antes. Esos días en que no llegaba a poseerla. O más bien ella no entendía el por qué, el capricho de lo que hacía.
Christopher la adoraba. Jamás nadie le había provocado esa clase de devoción. Solo quería disfrutar el momento. Atento. Dulce. Solo para ella.
Y el hombre más poderoso de todo Eastland se estremeció con esa tímida débil caricia. Una de sus manos se había atrevido a buscarlo luego de obedecer, manteniéndose quieta, disfrutando de su cariño. Ese tierno reclamo, significaba más que mil palabras. Escondidos en la bóveda azul, parecía que el tiempo y la paciencia por fin estaban rindiendo frutos. Lo del rey, era un sofisticado lenguaje.
Christopher, se inclinó sobre ella buscando un beso profundo. Mientras ella se acomodaba esperando finalmente sentir su peso sobre su cuerpo. Levantó la rodilla flectandola. Separo las piernas y su brazo rodeó la ancha espalda del rubio. Acercándolo más.
Tan sumidos en en ese dulce ritual. Busco su mirada al escuchar ese débil quejido que provocó al hundirse en ella. Respiro profundo, viéndolo a los ojos, la mano sana de Chérie se movió recorriendo esos mechones de cabello sobre su frente cariñosa. Christopher respondió con un dulce beso y justo cuando menos se lo esperaba aplicó toda su fuerza contra ella. Desatando un sonido más intenso, al tiempo en que su mano se aferró sobre su hombro intentando evitar que se moviera justo de ahí. Solo lo quería tal y cual estaba.
Pero aquel golpe ajeno a ambos de ese candelabro que rebotó contra el piso, inevitable llamo su atención. Ambos se enderezaron en la cama.
Ahí. La mirada espantada y quebrada de Eliza. Había conseguido escabullirse por la salida secreta de la alcoba real.
Y eso. Aquello que había presenciado. Jamás. Nunca. Ella, nunca lo tendría. Christopher, nunca la trataría de esa manera. La pequeña flor, no era una sirvienta para el rey.
Chérie sin aire busco en la mirada azul una explicación. No sabía que creer. Solo parecía sorprendido y descompuesto.
La evidencia, era irrefutable.
Christopher no alcanzo a decir nada. Vio a Chérie levantarse de la cama sin emitir palabra alguna.
La reina se cubrió con su bata, para encaminarse hacia la salida. -¿Chérie?- Tenía que detenerla. No era culpable de esa intromisión.
Tampoco podía tolerar ese berrinche, si es que pretendía hacer uno. Era el rey. Debía ser respetado. No importaba el argumento. Aunque tuviera un harem de putas en su dormitorio.
Ella no se detuvo a dar explicación. Pero él no imagino, que tan solo esa simple llamada, había significado demasiado. Porque de esa mirada más bien decepcionada paso a un amago de sonrisa y sin detenerse a pensar. Sus manos, lastimada y sana, se aferraron al cabello de la rubia jalándola con toda su fuerza a la salida de la habitación azul.
La puerta se abrió abrupta. sobresaltado a los guardias que estaban medio dormitando. Y ante la nula reacción del Rey no supieron claramente que hacer.
Para cuándo la Reina puso un pie en el pasillo principal tenía las uñas de la querida del rey marcadas en su cuello brazo y hombro. Pero ella en ningún segundo se detuvo. No lo iba a tolerar. No iba dar un paso atrás.
-¡CAPITÁN!-. Grito con toda su fuerza. Con los dedos con las manos agarrotados por la propia presión de empuñar. Indolente ante los gritos y la desesperación con la que Eliza intentaba soltarse - ¡CAPITAN! - Volvió a gritar. En medio del escándalo que había hecho aparecer a Scarlett y Cavendish desde sus habitaciones.
-¡Suéltame perra!- Eliza chillo histérica, no llevaba cuenta de toda las estupideces que había gritado.
Adam solo se limitó a observar. En cuanto descubrió las circunstancias.
Para cuándo Dean y Sam se hicieron presentes. Padalecki estaba boquiabierto. Ackles, pálido.
-Por favor- Chérie solicito al Capitán, clavando sus ojos en los de él. Con esa amargura que no era concebible para esa jovencita. La francesa empujó a la entrometida.
No sabía cómo lo había logrado, de donde había sacado semejante fuerza, solo la vio alejarse, sujeta y obligada por Dean y Sam. Entonces cuando pareció caer en conciencia, de lo que había pasado. Se le apretó el pecho y comenzó a temblar, mientras intentaba respirar obligándose a si misma a no llorar.
-Vamos a la cama...- escucho la suave aterciopelada y vibrante voz de Christopher a su oído. El estaba a su espalda, ella no supo cono diablos llegó hasta ahí. Sintió que no lo podía contener más. Una lágrima escapó sin control. Christopher se movió buscando su mirar. Y esa clase de mirada sobre él dolía endemoniada.
Dulce, busco su mano libre enredando suave sus dedos con los de ella. Por un segundo negó sin aire. Christopher busco su mirada - Chérie eres la única. No puedo, ni quiero amar a nadie mas- le hablo viéndola de frente, con esa mirada increíblemente azul.
Entonces apareció esa mueca adolorida en su rostro. Sentía punzar endemoniada la herida en su palma.
Miro la venda a medio desatar. Christopher noto que se miraba. -dejame curarte...- insistió con la mirada preocupada y las mandíbulas tensas. Entonces tomo firme su mano y la llevo a la habitación.
Mike bajo las escaleras imaginando cuál sería el lugar donde llevaban a Eliza. Y este malestar tenso su cuello sin control. Al parecer, pese a todo, la polémica doncella no había logrado separarlos. Tal vez esta vez sí era en serio. Pero como darse por vencido. No podía dejar de pensar en Chérie.
- Señor Levine, no creo que nuestra Señora requiera de sus servicios- le indico Tom Hiddleston, con esa misma incredulidad que la de Adam en el rostro. Y decidieron ir a descansar.
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Al atardecer siguiente el último delicioso chisme llegaba a los oídos de Lady Aeval, quien en su derecho de ciudadana, como todo el pueblo, aprovecho la audiencia pública que se realizaba el primer lunes de cada segundo mes. Una jornada especial en que los altos mandos del reino, recibían a todo tipo de personas, para intentar resolver sus más urgentes necesidades. Sin importarle que los Ackles Solaire no le hubieran extendido invitación para el bautizo del Pequeño Dominic. Era la única mujer que se atrevía a presentarse en el castillo a pesar del desprecio real.
-¿Lady Aeval?- Lord Cavendish cedió la palabra a princesa de las meretrices.
La Dama de inclinó con elegancia sin prestar atención a los murmullos de repudio de las principales duquesas de las comarcas más lejanas.
-Su Alteza.- Se dirigió primero a Christopher - Lord Cavendish, Capitán Ackles- llamó la atención de los tres hombres.
-Solo deseo expresar mi profunda alegría por la vuelta al castillo de nuestra Amada Reina Chérie.- Elevó la voz. -Espero no haber importunado ocupando estos preciosos minutos que seguramente podrían estar atendiendo otras urgencias- se explicó.
A lo que de inmediato, los tres hombres entendieron, Lady Aeval, buscaba una entrevista con la reina.
-Muchas Gracias- Respondió el mismo Sworth asintiendo, pero atajando esa sonrisa
En tanto la corte, no entendía por qué podia importar lo que pensara una Prostituta.
Pero rey tenía la impresión que aquella inquietud era mucho más legítima que toda la presencia de más de la mitad de la gente que estaba jugando su actuar.
-No entiendo cómo es posible que se escuche y se elogie la voz de la inmoralidad. En consideración a un acto reprochable que atenta en contra de toda nuestra nación. Dando permiso a que el pecado destruya las familias.- Se escucho la clara voz de una mujer entre la gente presente.
Todos. Horrorizados, de ser acusados de estar en contra la opinión del mismo rey comenzaron. A moverse, hasta que esa mujer mayor, vestida de pulcro hábito gris quedó en evidencia.
Ante la mirada descolocada de Cavendish. La madre Calvario había viajado a apoyar a Elisa, en cuanto se enteró de la precaria situación en la que se encontraba. Por el momento, en una celta de las mazmorras del castillo, Christopher había decidido esperar a la reunión con el concejo, para comunicar su decisión al respecto de la mujer y sus hijos.
La directora del convento dio un paso hacia adelante.
-Duras y peligrosas palabras Madre Calvario.- Llamó su atención Cavendish, quien hacia algo más de un mes la había desalojado del castillo.
-Eso podrá resultar para un hombre aficionado a la vida licenciosa y que pese a su altura política, jamás será un legítimo miembro de la realeza.- Continúo la mujer deslenguada y lo más impresionante. Sin ninguna clase de temor a las consecuencias.
-Mida sus palabras señora. Le recuerdo que se encuentra en el salón de asambleas precedido por nuestro Señor...- Objetó Dean.
-Como si fuera pecado. Mientras el primo de la gran bataclana se encuentre cargo de la catedral mancillando el templo de nuestro Señor Jesucristo, los adoradores del demonio. La concubina de Lucifer mantendrá bajo su hechizo al mismo rey. Que volvió a recibir a la traidora, después de haber dado la espalda a toda Eastland...- Lo cayó de inmediato.
Los murmullos se elevaron. La gente comenzaba a buscar explicaciones.
Así como Christopher, Mike y Dean, no sabían cómo podía estar hablando con tanta confianza de un asunto tan secreto y delicado.
Los guardias se acercaron a la mujer que ya había instalado la polémica duda entre la corte.
- No voy a tolerar está clase de ofensas en mi casa - Levantó la voz, quieto. Christopher dudando de la cordura de la mujer de edad.
-Pero si puede tolerar que la pérdida vaya y venga y haga lo que quiera con esta tierra que se volvió maldita desde que ella llegó...- Insistió la monja y se sacudió negándose, en cuanto sintió las manos de los hombres a sus costados.
Entonces la amarga mujer saco de un bolsillo de su hábito ese endemoniado papel.
-¿O a caso está no es la letra y la firma de la bataclana que desprecio a toda Eastland?- Elevó la nota entre sus manos.
Dean cerró los ojos dolorido. No podía ser posible
Mike se acercó a la mujer y tomo el papel espantado. De inmediato y sin verificar se lo entrego a Christopher. No quería saber. No podía ser cierto.
Pero ahí estaba, había vuelto a sus manos esa terrible nota...
Querida Mila:
Por favor comunica al monarca de mi adorada Eastland,
que a los pies de la cama de la habitación rosa,
se encuentran las joyas de coronación y sus obsequios.
Espero que puedas comprender, que ya no puedo seguir con esta farsa.
Y que no es desprecio a tu compañía, pero aún en esta hora amarga,
sé que Kathleen te ha de necesitar más que yo.
Eternamente agradecida.
Chérie Solaire Bellerose
-Guardias retiren a esta mujer del salon- Solicitó adelantado el Capitán -Su eminecia- Llamó su atención esperando que se pronunciará en favor de Chérie.
Mientras Edward se preguntaba cómo había sido tan iluso al mostrar misericordia esa mañana cuando la "mujer de Dios" solicito, poder conversar con la prisionera.
-No tengo miedo a mi destino pues mi señor Jesucristo me recibirá en su reino. Es un pobre sacrificio si puedo salvar al rey y a mi bella Eastland del hechizo de la meretriz del demonio.- Gritó ya descontrolada mientras los guardias la empujaban a la salida.
-Cavendish ponle fin a la jornada- Le ordeno Sworth con un nudo en la garganta.
Antes de que una lágrima alcanzara a rodar por la mejilla de la Condesa de Aeval que de inmediato quito con esa mirada llena de rabia. El embajador de España se había esfumado del salón. Por no hacer evidente esa satisfacción ante el nuevo escándalo.
La gente pronto comenzó a abandonar el salón después que el rey se retirará. Sin emitir explicaciones.
Kathleen dio un tremendo salto asustada, cuando el puño de Dean dió contra la muralla que sacudió a Dominic cuando terminaba de amamantar.
-Mike... Por favor no dejes que ellos...- Le hablo ahogada Mabelle cuando el salón estuvo vacío.
-Eso no está en mi poder-. La interrumpió antes de que llegara a pronunciar la segura y temida reprimenda a la reina.
-Christopher le va romper el corazón...- Suspiro Mabelle angustiada pensando en Chérie.
Si Christopher escuchaba los reclamos del consejo le rompería el corazón a todos los cercanos a la reina.
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OWNER & LORD Continua la Próxima Semana.
Espero sus votos y comentarios.
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