45|A la sombra del campanario
[ En el mismo momento en que Christopher encontraba la Tiara de Chérie.]
Despertó en medio de un profundo mareo, producto de esa fuerte bebida que le devolvió el calor al cuerpo y luego adormeció todos sus sentidos cayendo en un sueño profundo. Tardo mucho en entender dónde se encontraba... Entonces se descubrió solo en enaguas, pero abrigada de pieles y con su cabello suelto, no recogido. Descalza. Intento levantarse y solo logró caer en el exclusivo espacio cubierto del barco reservado para el capitán.
Lo último que recordó, fue ese doloroso golpe en la parte baja de su cabeza cuándo salía de la taberna. Luego todo se oscureció.
Sin imaginar afuera, esa cruda batalla entre los hombres y los elementos de la naturaleza... Orgullosos señores descendientes de una casta ancestral. Tan altos y rubios como Christopher y Mike pero con aspecto más fiero que el de Dean, Adam y Sam.
El humo de la lámpara de aceite de ballena en ese espacio tan cerrado y el remecer del barco le provoco nauseas. Mientras las olas sacudían con violencia la nave, rugiendo exigiendo la sumisión de los humanos.
-¡Thor se hizo presente!... ¡en un par de millas todo se calmara!- Einarr Odd grito excitado sintiendo el agua violentarlo por todos lados, sujeto de una gruesa cuerda, pero observando con ojos casi desorbitados el cielo. El hombre al mando se detuvo por un segundo preguntándose si esa intensa fe era producto de su cercanía con los Dioses o si a causa de tantos golpes y palizas había perdido la razón. Pero lo que de verdad no entendía, como es que esa muchacha había sobrevivido tirada en medio de la nieve. De hecho... El tropezó con ese gran bulto blanco... por poco cae de cara en el hielo. Fue una sorpresa descubrir que ella respiraba.
Ante la mirada desconcertada de los marineros, después de un día y una noche de dormir cobijada por los fieros hombres del norte, la joven doncella se hizo presente en la cubierta del barco, determinada. Descalza, con el cabello suelto y esa enagua blanca que comenzaba a traslucir y ajustarse a su espigado cuerpo con la lluvia.
Chérie giro sobre si misma buscando en todas direcciones una señal, el hombre de más rango, el más importante, el señor de ese navío.
Entonces el Capitán, moviéndose como un gato se acerco a ella sin complicación, como si el piso no se hubiera movido, como si estuvieran anclados en las quietas y cálidas aguas mediterráneas en una mañana de primavera, con una seguridad mas allá de toda realidad.
Pronto descubrió que esa pequeña mujercita, cuya estatura con trabajo alcazaba su axila, no bajo la mirada.
-Mi familia es poderosa... - Le hablo con voz clara, antes de averiguar o presentarse. -Poseemos una basta riqueza, tierras, fruta, animales y vino...- Continuo sosteniendo la mirada como una igual, sin imaginar a quien se enfrentaba- Suculentas recompensas mi señor... La gratitud de todo un reino.-
Ese hombre, conocido en toda europa como un Demonio de ojos Azules, lejos de verla con ternura, por esa actitud osada de hablar sin humildad, ladeó la cabeza, observándola en un amago de sonrisa y respeto. -¡Su familia es poderosa!- Elevo la voz en un idioma que jamás ella conoció. Los hombres a su alrededor gruñeron bufaron alegres.
Capitán y dueño de ese barco vikingo no necesitaba escuchar sus palabras, por si mismo lo había descubierto cuando la encontró en medio de la nieve. Incluso aun podía ver ese difuso destello índigo alrededor de la jovencita. Un raro don que muy pocos humanos poseían. Sin embargo se aproximo ante ella y se inclino a un par de centímetros de su rostro -Princesa, si enferma... su familia no estará agradecida. Vuelva a la cabina, hasta que termine la tormenta y luego negociaremos términos junto con mis hombres para trazar un nuevo curso de viaje hacia sus tierras- Le hablo dominando el inglés con asombrosa fluidez. Con ese interesante acento, adorable, a su preciado botín.
Chérie no le presto toda la atención requerida, insolente se dedico a observar su atuendo, las pieles, esa forma en que lucía su cabello, el rapado a los costados de su cabeza, le pareció que lucia algo brutal, temible y maravilloso.
-Princesa.- Insistió con insólita paciencia.
Ella seguía curiosa. Entonces asintió. Sin estar consiente del peligro que corría siendo la única dama a bordo en un barco repleto de hombres con fama de salvajes. Tampoco noto que su enagua ya estaba toda empapada. Prácticamente insinuaba todo su cuerpo.
-Por supuesto...- Suspiro y volvió sobre sus pasos, en dirección al refugio.
El capitán observo ese perfecto culo alejarse unos cuantos metros. Luego una sonrisa maliciosa se apodero de su rostro, negándose, reprobándose a si mismo. Decidió dar rienda a su instinto. El temido hombre del norte se encamino a la habitación en ese barco reservada solo para ella.
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CYDONIA
[ 4 semanas después.]
Scarlett se acomodó al lado de su hermano en el ventanal... Busco su apoyo y acomodo su cabeza en el brazo del gran hombre que parecía había perdido la luz en su mirar.
Tras la vuelta al castillo de Cydonia y aquietar sus ánimos gracias a la sabiduría de Cavendish y Ackles. Era demasiado pronto para iniciar algún ejercicio bélico si de verdad no tenían la certeza. El concejo no estaría a favor de un enfrentamiento, sin conocer a su enemigo.
Luego fue todo un desajuste. Intentar pensar con claridad. Superar el dolor de la pérdida. Ella se había ido. No lograron dar con su paradero. Chérie había desaparecido por completo.
Mike se asomo a la entrada del castillo inmediatamente después que el cochero detuvo el carruaje.
-Es lo más prudente mi señor. - Cavendish le había dicho con todo el dolor en su corazón. Era necesario dar una señal clara de cómo seguían las cosas. Aunque a ninguno de los dos les gustara la idea.
Desde la otra ventana, Mila observó con el sueño fruncido el movimiento en las puertas del castillo, no podía ser de otra manera debido a su profunda lealtad. Luego se sintió ahogar, al girar y ver al pequeño Dominic y Kathleen, aún acomodados en la alcoba de la reina.
-Tal vez sea hora...- Suspiro amarga. Porque esa figura oscura era ayudada a descender del carruaje, y el hombre que hacía no más de un mes hubiera hecho cualquier cosa por su amiga, ahora cargaba una canasta que transportaba a uno de los vástagos de su gran enemiga.
-La Princesa Scarlett amablemente a concedido un par de habitaciones para su comodidad durante su estadía en el castillo Lady Medianu- Cavendish le comunicó sin expresión alguna mientras subían las escaleras en dirección a la torre de la princesa. -Las doncellas que le ha asignado el rey seguirán durante su estadía en el castillo a su servicio. Esperemos, no haya ninguna eventualidad, que requiera servicio adicional, que de ser el caso, tendrá que ser costeado por sus propias arcas mi señora - Continuó sin incomodidad. - Y por último. Lo más importante: Mi Señor Christopher no desea ser molestado, le recuerdo, que esta invitación fue extendida hacia los pequeños y se le comunicara oportunamente, si él quisiera que los llevaran a su presencia.
Dean en ese momento se encaminaba a ver a su mujer con la intención de almorzar juntos, ya había terminado los asuntos mas urgentes del día y de pronto se encontró con la querida del rey y su séquito.
-Capitán.- Eliza lo saludó con la reverencia requerida. Incluso casi emocionada.
Dean desconcertado observó a Cavendish.
-Es una alegría saber que el "Príncipe Dominic nació sin contratiempos" y tan cercano a Christopher III y Regina.- Continuó chispeante, ciertamente cínica, al notar esa expresión confusa del hombre de poder.
Eliza no podía estar ajena a la situación. Ese niño a penas tenía un mes de vida y ya tenía cuatro títulos de nobleza e incluso era el segundo en la línea de herencia de una de las regiones más prósperas de Eastland. A diferencia de los suyos que solo eran "los hijos de la amante del rey".
-Muchas gracias- Ackles respondió Cortés.
-Lady Medianu- Cavendish llamó su atención.
-Adelante por favor- Le indicó Dean como todo un caballero y decidió proseguir a la habitación de Kathleen. Y sin ánimos de interrumpir se encontró con los enamorados y esa conversación algo reveladora... Pietro acabo rodeando entre sus brazos a Mila.
-Tal vez sea hora de partir.- Suspiro angustiada. -Si Chérie no quiere volver al castillo no me queda mucho por hacer aquí.-
Su prometido la había detenido en el comedor y sorprendido con esa mirada abatida. La distancia, después de todo se estaba haciendo sentir y esos cambios en el castillo no ayudaban a mejorar las circunstancias. Todos sabían que Eliza era sinónimo de problemas. Y aun no entendía como era posible que Christopher la hubiera mandado traer.
-Podrías acompañarme, en mi nuevo viaje a San Petersburgo.- Pietro le hablo con esa adorable voz de terciopelo. -El aire de mi tierra es revitalizante- La animó, no lo había pensado, pero era una gran idea.
-Con su permiso.- Les hablo intentando no parecer entrometido. Y luego se le subieron los jugos gástricos a la garganta al ver la gran puerta, esas molduras. Todo su alrededor. Entonces giró sobre sus pasos.
-Mila, ¿será ya tiempo de que Kathleen vuelva a sus habitaciones? Ha estas alturas me parece un abuso a tu buena voluntad- Le preguntó Dean con la garganta apretada.
Pietro sintió temblar a Mila entre sus brazos. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Era justo de lo que estaban hablando. La sanadora, sentía que todas sus fuerzas se habían agotado. No tenía ánimos de nada.
-No es un abuso- Sonrío y suspiro -Pero la extraño Dean.- Intentó hacerse entender luego de una pausa.
El capitán asintió dolorido. Sabía que la doncella de la reina era más amable de lo necesario. Su mirada se elevó al cielo preguntándose dónde demonios se había metido Chérie. El hombre de guerra no quería creer en esas seniles supersticiones. Ya Adam y Mila habían insistido hasta el cansancio que no estaba muerta. No lo podían explicar. Pero así lo sentían y el también.
-Lo sé cariño- Saco voz a la fuerza, respiro profundo y volvió sobre sus pensamiento - ¿Kathleen puede moverse verdad?- Insistió.
-Creo que es posible - Respondió con diplomacia. Era más complicado que un simple tecnicismo físico. Era una cuestión de susceptibilidad. Y en estos días más que nunca debía pensar muy bien sus decisiones. Mila ya había calculado la valía del Capitán Ackles. No fue difícil cuando sus hombres llegaron a conocer al recién nacido y aunque sus tierras estaban a varios días de distancia. Había un nuevo Príncipe en Cydonia. Solo era cuestión de tal vez un par de alianzas. Dean si quería podía exigir el trono.
Pietro observó silencioso a Dean, preguntándose si algo recordaba de esa desesperante noche. La madre primeriza aún no se reponía del todo. Había sido un parto muy complicado
-Entonces hablaré con mi gente.- Contestó esperanzado. Y de verdad prefería a su hijo custodiado por su gente de más confianza. Con la nueva visita en el castillo de la que no fue informado, ya no sabía que pensar.
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BELLEROSE
Dos primaveras más tarde.
Cuatro jinetes, en un transitar pausado, observaban todo a su alrededor, desconocidos... extranjeros. Era realmente adorable ese pequeño poblado y a medio día ya se podía adivinar que es lo que se preparaba en cada caldero, horno o cocina a leña, en medio de esa paz ajena a todo mal.
Sin duda un sitio próspero. No era necesario que se lo explicaran... ya habían recorrido un extenso camino entre viñedos. Los campesinos desde la madrugada se encontraban trabajando en sus cultivos. El progreso de los árboles, el sol comenzaba a hacerse sentir, las hiervas estaban tiñendo de verde los prados y las primeras flores se asomaban con intensos colores.
Un adorable Ducado, no se podía negar.
El jinete mas pequeño y que adelantaba el trayecto como perfecto conocedor de su destino detuvo su caballo en lo alto de esa colina. Su mirada títilo y sintió su corazón desbocar. De inmediato respiro profundo, su rostro por completo se tenso, entonces elevo la mirada de lo que observaba, un objetivo que en los inicios de su viaje imagino seria mas sencillo de enfrentar.
Uno de sus compañeros viajeros se acomodo a su costado derecho. -Ahí esta...- Balbuceo esa mujer que alguna vez fue princesa. Que se juro aguerrida. Que en su inocencia creyó que todo siempre seria perfecto.
El hombre a su lado, endureció la mirada, otro pomposo templo del cristianismo, una soberbia catedral de piedra.
-Seren... - Observo a la mujer que seguía y de pronto volvió a encontrarse con esa criatura que perdía su luz en medio de la nieve.
Su voz pareció devolverle el aliento, Chérie observo por un segundo al Rey Vikingo y sin aviso azoto el lomo de la yegua que montaba. El caballo bajo estrepitoso la colina, casi desbocado.
Einarr Odd negó por lo bajo en silencio y en su rostro se revelo esa sonrisa orgullosa. Había sido un largo viaje. Los Dioses la habían puesto en su camino y ella parecía ir justo en la dirección en que sus destinos se separarían.
La chica detuvo su caballo a tiempo, respetando el cierre del sendero. Bajo con destreza y vistiendo como un muchacho, pantalones, camisa de lino, botas, un cuchillo amarrado a cinturón, pieles sobre sus hombros, un imponente broche que lo sujetaba y un grueso collar de bronce y piedras se encamino a enfrentar su suerte de una buena vez.
Observando el campo santo, buscando esa señal que confirmara su credo. Solo era necesario contar las tumbas. Podía incluso reconocer todos los monolitos de piedra... sus antepasados. Con profundo respeto se movió por el cementerio perteneciente a la familia Bellerose.
Y menos difícil de lo que creía que seria. Ahí, entre la hierva que comenzaba a cubrir ese montículo, ahí, la empuñadura de esa espada mandoble... sobresalía en belleza para todo lo que había como señales de sus difuntos. Chérie sintió que las piernas no le respondían. Todo su cuerpo comenzó a temblar. A medida que se obligaba a acercar sus pasos, su respiración cada vez se hacia mas escasa. Ahogada cayo en frente de él orgullo del Gran Guerrero de Solaire. Y un sollozo sordo y desesperado sacudió todo su ser.
Los restos del hombre que a punta de bravía había logrado unir esos tres pequeños ducados, con fiereza y tesón.
Cuando las lágrimas ya empapaban sin control sus mejillas. Odiando su suerte por no haber nacido con un rabo entre las piernas que diera a su voz y pensar valía. Por recordar todas las promesas que ella había roto después de desmerecerse a si misma, procurando obediencia como era debido por su condición femenina. Hundida en su propia desolación. Intento levantarse. Sujetándose del filo de la espada, que sin piedad hirió su mano, indiferente de su fragilidad.
El señor de la casa fue informado prontamente por aquel monaguillo que diviso a los bárbaros desde el campanario cuando Chérie a penas se había detenido a contemplar en la ladera la catedral.
El muchacho triunfal se sonrió antes de tiempo cuando con placer desenfundaba su puñal y sin detenerse a verificar quien osaba profanar la tumba de su difunto tío, apego el filo del cuchillo a su cuello inmovilizándola por la espalda.
Chérie permaneció derecha, mientras su mano se acercaba a la daga que llevaba en su cinturón. Pero escucho el llamado del hombre que la seguía.-¡Seren!- Solo bastaron unos segundos y sus acompañantes se habían hecho presentes de la nada, casi de un modo espectral.
Phillipe sintió la punta de ese puñal a la altura de su pulmón izquierdo en su espalda -Deja a Seren lentamente sin rasguño y tal vez te perdone la vida- Escucho ese forzado ingles... a penas entendible.
-Déjame libre y podrás volver sobre tus pies a la tierra de las bestias- Contesto en ingles, pero con su marcado asentó francés.
-Esta bien Einarr... el noble que tuvo que inmovilizar a una mujer por la espalda... no merece que ensucies con su sangre tu daga.- interrumpió con un tono muy ácido al hombre que de inmediato reconoció su voz pero no ese idioma y soltó su arma.
Phillipe algo torpe incrédulo de lo que ocurría, giro a la forastera que vestía diferente, su cabello estaba trenzado y cubierto de cuentas de oro, plata y amarras de cuero... Encontró esos ojos inflamados por el llanto. Su nariz aun congestionada y esa mirada terrible.-Por María inmaculada.- Exhalo sin voz.
-¿Seren?- Pregunto Enarr, evidentemente ella lo reconoció.
-Phillipe de Versalles.- La supuesta forastera respondió sin esconder su vergüenza por ese comportamiento poco digno de un guerrero. Respiro intentando no pensar en todo lo que significaba volverlo a ver y de ese modo. También era parte de esa rabia acumulada que la llevó a tomar esa drástica decisión.
Incrédulo y a la vez decepcionado, el Rey Vikingo bajo su daga.
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Owner & Lord. Continúa la próxima semana.
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